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Edward

El ambiente de la buena vida viene acompañado con olor a limpiador, trasero recién lavado envuelto en una toalla y mi propia y (nueva para mí) jodida casa.

Ah, los placeres de ser Edward Cullen.

Me llevo las manos a las caderas y observo mis alrededores. Todo está donde se supone que tiene que estar. Incluso la jodida guitarra que nunca toco está estratégicamente colocada en la esquina de la sala. Hice un buen trabajo y, para no ser un completo idiota, acepto que Seth y Paul también lo hicieron bien, pero es mi casa de la que estoy hablando así que ellos no importan ahora.

Subo a mi habitación y rebusco en mi armario algo de ropa. Mientras me abrocho mis pantalones escucho ruidos afuera. Echo un vistazo por la ventana.

Buen Dios, ahí hay una chica ¿trepando? una Range Rover blanca y su corto vestido cubre justo lo necesario. Buen culo, piernas largas y un bronceado recién adquirido. Supongo que debió haber tirado su bolso porque cuando mira hacia la entrada de la casa de al lado está tratando de meter infinidad de baratijas en su bolso blanco. Ella debe de ser mi vecina, por lo tanto, es familiar del hombre al que le compré esta casa.

Un tipo musculoso regresa al vehículo y baja una maleta. La morena se cruza de brazos con aire mandón sin retirarse los lentes de sol. Lo observa maniobrar hasta que él vuelve a perderse en el interior de la vivienda. Entonces ambos intercambian palabras, sonrisas y un abrazo. Estoy terminando de abrochar los botones de mi camisa de cuadros cuando el hombre sube a su camioneta, acelerando y desapareciendo. Ella entra a casa y luego escucho su puerta cerrándose.

Buenas tardes, vecina.

He tenido tiempo de explorar y mirar el área. Puedo ver su jardín desde mi balcón y descubrí que, de alguna manera, olvidaron reparar la verja que separa a los dos jardines, entonces funciona como una puerta no oficial. No entiendo por qué alguien colocaría una verja nueva sólo para ¿remover tablones? después y deliberadamente ¿dejar ese hueco ahí? Creo que las personas de la construcción necesitaron transportar cosas y nunca se encargaron de arreglar su desastre. Supongo que tendré que repararlo después.

Tal vez tenga que hablar con Vecina Bonita para solucionarlo.

Me revuelvo el cabello y salgo de casa, enterrando mis audífonos en mis orejas.

Hago mi camino hasta la parada de autobuses para tomar el que me llevará a casa de mis padres.

xxx

Uso mis llaves para entrar. La música proveniente de la cocina me hace ir hacia allá, en donde me encuentro con mi hermana.

—¡Hola, hermanote! —Alice me saluda con una sonrisa—. ¿Cómo estás?

La reconozco con un gesto de barbilla y me siento en un taburete. La isla de la cocina está llena de comida y cosas para hornear.

—Hey, ¿no deberías estar trabajando? —pregunta, ladeando la cabeza.

Le resto importancia con un gesto de mano.

—Lo tengo bajo control—Alice rueda los ojos—. ¿Qué estás horneando?

Panqué de plátano—canturrea—. Brownies y estoy tratando de hacer este pastel de vainilla y fresas—dice, dándole golpecitos al libro de cocina de mamá.

—¿Quién va a comer? ¿La Reina?

—Mamá dijo que estaba bien y me estoy volviendo loca aquí—se lleva las manos a las sienes—. Fueron a comprar italiana.

—Genial—murmuro—. ¿Necesitas ayuda?

—Por supuesto, rebana estas fresas, ¿sí? Si el pastel queda bien lo haré el domingo.

—¿Jasper va a venir? —pregunto, secándome las manos recién lavadas.

Alice hace un puchero.

—No. Su loca madre no le permitió perderse el 4.

—Por cierto, ¿cómo está? Además de seguir siendo completamente aburrido y nada interesante—alcanzo el cuchillo, agitándolo con cada palabra.

Ella jadea, deteniéndose de seguir golpeando el colador con harina.

—¡Jasper no es aburrido!

—¿Qué persona divertida y completamente genial estudia Historia?

—Ay, Edward, por favor, ¿qué hombre hetero va a la escuela de diseño? —me pica el costado y pego un brinco. Esa molesta enana sabe que soy cosquilludo.

—Un hombre refinado con una inclinación a la expresión artística como yo—respondo. Ella vuelve a rodar los ojos teatralmente—. Como sea, ¿vendrá en algún momento? Ya sabes, para evitarlo.

Ella amenaza con volverme a picar las costillas. Pego un brinco, alejándome, lo que hace que casi tire el tazón con fresas.

—Eso creo. Más le vale, lo extraño.

Suspiro, ¿qué sabe mi hermana del amor a los veintiuno?

—Oh, Edward, ríndete con la fachada y deja de actuar todo duro. Sé que extrañas a Lauren.

De acuerdo, puede que ella tenga un punto, pero no la extraño por las razones que ella se imagina. La extraño por razones bronceadas, curveadas y placenteras.

—De hecho, no. Salí con ella la otra noche.

Eso lo hace.

Alice arroja los paquetes de queso crema en la encimera y azota la puerta del refrigerador. Oculto una sonrisa. Y una carcajada.

—¡Oh, tú no lo hiciste!

—¿Qué tiene de malo?

—¡Edward, la odio!

Ruedo los ojos porque, ¿enserio? Alice sólo ha convivido con ella como en tres ocasiones.

—¿Cómo puedes odiarla cuando te dio cupones para su spa? —le alzo las cejas.

—Es grosera y pesada.

—Alice, ella jamás te ha dicho nada—y es cierto. Mi jodida hermana tiene que controlarse. Lauren es buena, con buen culo, buenas tetas y buena cara. Suficiente para mí.

—Bueno, luce como una perra.

No digo nada más porque en verdad no tiene caso y si sigo defendiéndola terminaré pensando en todas las cosas buenas que tiene y luego comenzaré a extrañarla por las razones equivocadas.

Mamá y papá llegan cuando Alice está sacando el panqué de plátano del horno y metiendo los brownies.

—Edward, bebé, ¿cómo estás? —mamá me abraza por la cintura y beso el tope de su cabeza. Aunque ella, en verdad, debe dejar de llamarme "bebé."

—¿Terminaste con la mudanza? —papá pregunta mientras saca una botella de vino de la nevera.

—Si, todo está listo ahora.

Mamá vuelve a darme otro apretón y luego comienza a partir el panqué.

Durante la cena, ellos brindan por mí, por mi casa nueva y dicen que están orgullosos. Alice deja su teléfono a un lado cuando papá la regaña y alza su copa también, codeándome, guiñándome un ojo en camaradería.

Termino quedándome más tiempo de lo planeado y Alice me manda a casa con porciones de delicias horneadas.

Ya en casa, son alrededor de las nueve cuando apago la televisión y empiezo a contemplar las posibilidades.

Incluso busco las rutas de los buses en la app local de tránsito.

Hay tiempo suficiente. Ella todavía podría tomar un autobús, si es que sigue despierta. Tiene hábitos de sueño extraños.

Meneo la cabeza al mismo tiempo que voy a mis chats. No debería estar haciendo esto. Sé que Lauren no se lo merece. Dios, soy un cabrón.

Aun así, tecleo un mensaje y lo envío.

Edward: ¿Estás despierta?


¡Hola! Muchísimas gracias por sus respuestas. Aquí tenemos un nuevo capítulo, ¿qué les pareció? Háganmelo saber.

Nos seguimos leyendo :D