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Edward

Lauren: ya estoy llegando.

Si, ella aceptó venir, así que le respondí.

Edward: estoy en camino.

Alcancé mis llaves y salí de casa, rumbo a la parada de autobuses.

Mientras caminábamos a casa, puede que me haya confundido porque alcancé su mano. Gran error ahí. Ella no dijo nada, pero no la solté. Eso hubiera sido aún más incómodo.

Lauren preparó cócteles y se bebió su cerveza rápidamente. Me pregunté si lo hacía para darse valor y dejar de pensar en por qué rayos estaba pasando el rato con su ex.

Le mostré el jardín (la principal razón por la cual coloqué la oferta en la casa). Crecí en una casa con un jardín grande y yo amando las plantas era lo menos que se podía esperar de tener una madre como la mía.

Entonces nos movimos al sofá y ella dijo algo un poco… ¿doloroso?

—No creí que conocería tu casa—murmuró, delineando el borde de su vaso.

Y eso lo hizo. Eso hizo que casi me arrepintiera de esto, pero su falda estaba peligrosamente arriba en sus muslos y no podía pensar con claridad.

Fue un golpe bajo porque me hizo recordar nuestros primeros días, cuando le dije que quería comprar una casa porque mi apartamento estaba de la mierda y no tenía un lavavajillas.

—Aprende a lavar platos y sé un ser humano funcional—ella murmuró contra mi boca y la abracé porque la quería. Mierda, sí la quería en ese entonces.

Así que la besé y una cosa llevó a otra y en el camino hacia las escaleras, Lauren picó mis costillas y ese fue otro golpe bajo porque ella solía hacerlo antes.

¿Un consejo? No te metas con tu ex, porque ella comenzará a gemir en tu oído porque estás haciendo exactamente lo que sabes que le gusta y el simple hecho de saber lo que le gusta es una patada en los huevos.

Pero luego ella rodará las caderas y olvidarás que no deberías estar haciendo eso.

Despierto temprano. Es sábado, lo que significa que es día de correr.

Cuando salgo del baño, Lauren ya está despierta… o algo así, me observa entre su cabello.

—¿A dónde mierda vas? Son las 7:15

—Es día de correr—respondo, buscando unos calcetines en mi cajón. Ella gruñe. Solía hacer eso siempre—. ¿Vienes?

—Vete a la mierda.

Me carcajeo y me siento en el borde de la cama, metiendo mis pies fríos en mis calcetas Nike.

—Oye, ¿puedo quedarme un rato más?

—Seguro, traeré café.

—Genial—ella saca su pie de la sábana y lo lleva a mi cuello, moviendo sus dedos ahí.

Justo ahí sería muy fácil regresar a la cama, sería muy sencillo sólo… volver. Decido que no estoy pensando bien, así que en lugar de atrapar su pie y quitar la sábana que la cubre, le doy una sonrisa y voy hacia la puerta.

—Nos vemos.

Me esfuerzo en bloquear mis pensamientos sobre ella cuando comienzo a ejercitarme. En su lugar, me concentro en las letras de la música en mis audífonos. No trabajé ayer, me tomé el día libre descarada y despreocupadamente, así que pasaré la mayor parte de mi sábado patéticamente terminando lo que debí terminar ayer.

La música me ayuda a concentrarme, suelo encontrar formas y colores en las melodías y sensaciones de las letras. Justo ahora estoy trabajando en los diseños para agosto porque ¿quién hubiera pensado que trabajar en una revista requiere de tener el siguiente ejemplar listo un mes antes? Bueno, yo no lo pensaba.

A veces es extraño. ¿Cómo puedo concentrarme en el optimismo de agosto cuando el 4 de julio es mañana? ¿Cómo puedo sentir la vibra de Halloween en pleno septiembre?

Cuando regreso a casa, Lauren sigue dormida, así que la despierto y le tiendo su café. Ella lo bebe tranquilamente en medio de la cama, deslizando su dedo por la pantalla de su celular y aprovecho para tomar una ducha.

—¿Tienes un cepillo de dientes que pueda usar? —pregunta sobre el ruido de la regadera. ¿Por qué no trajo el suyo si era demasiado claro que pasaría la noche aquí? Lo dejo pasar. Lauren es jodidamente desorganizada y olvidadiza.

—No. Usa el mío—respondo, quitándome el jabón del cuerpo y cerrando la llave.

Ella finalmente se despide luego de un rato, cuando estoy en calzoncillos y reproduciendo mi playlist animada y escandalosa con la que pueda trabajar. Subo el volumen de la música y le sonrío mientras muevo la cabeza con el ritmo.

Ella ríe entre dientes.

—¿A tu vecino no le molesta? —ella pregunta. No la corrijo para decirle que es una ella.

Me encojo de hombros.

—Es jodidamente tarde—murmuro.

En realidad, no es tarde. Apenas son las 9:30, pero tengo cosas que hacer. No me importa el sueño de la vecina guapa.

—De acuerdo, adiós—ella dice y me detengo de tomar su brazo y acercarla a mí y besarla o tal vez darle una buena nalgada porque su falda lila me sigue haciendo cosas.

—Cuídate—digo y la acompaño a la puerta. La observo irse hasta que está demasiado lejos como para poder verla por el picaporte.

Estoy a punto de subir las escaleras cuando llaman a la puerta. Creyendo que es ella olvidando algo voy hacia allá y echo una ojeada.

Nop, no es mi buena ex, es mi bonita vecina.

Podría ser atrevido y abrir la puerta en calzoncillos, pero no lo hago. Eso es de mal gusto.

Regreso a mi habitación para buscar algo de ropa, intuyendo la razón de sus insistentes golpes, algo relacionado con música demasiado fuerte.

Termino de abrocharme los pantalones en el pasillo y luego abro la puerta. Ella está a punto de golpearme en la cara con su puño.

Hola, shorts bonitos y piernas bronceadas.

—Hola—murmuro. Ella tiene la boca ligeramente abierta y sus ojos marrones están sorprendidos. ¿No esperaba que nadie le abriera? ¿O es que le parezco irresistiblemente guapo? Decido creer lo segundo—. ¿Puedo ayudarte?

Pero ella no dice nada. Le arqueo una ceja, ¿va a gritarme o no?

Boquea un poco. Definitivamente está sorprendida.

—¿Quién rayos eres tú? —demanda saber.

De acuerdo, ¿qué?

—¿Qué? ¿De qué hablas? Soy tu vecino, ¿no? —no agrego el "hasta donde yo sé."

Ella frunce el ceño y se cruza de brazos. Luce enojada. Si, bueno, no sé cuál es su puto problema.

—¿Por qué…? —agita su cabeza, aclarándose—. ¿Vives aquí? —me señala con su dedo, como si no pudiera creerlo. Tal vez no lo hace.

—Ehh… si—respondo. No esperaba esto. Creí que ella sólo me diría que le bajara a la música—. Si, vivo aquí—, pero me está confundiendo.

Apoyo mi antebrazo en el marco de la puerta, tratando de lucir seguro.

—Creí que…—dice para ella misma—. ¿Desde cuándo?

—Desde hace… bueno, técnicamente desde ayer, pero compré esta casa hace unas semanas. ¿Por qué? —eso lo hace. Su cara se contorsiona en enojo—. Mira, no sé que…

—¿Compraste esta casa? —tiene una gran voz para ser una mujer tan menuda.

Le frunzo el ceño porque lo menos que quiero es que esta tipa me grite, literalmente, en la puerta de mi propia casa y menos un sábado por la mañana. Tengo cosas que hacer, ¿de acuerdo?

—¿Por qué mierda me estás gritando? —espeto con voz dura—. Mira, no sé por qué tocaste mi puerta, si es por la jodida música le bajaré, ¿sí? Sólo no vengas aquí a…

—¡Esta es la casa de mi familia! —cierra los puños a sus costados, sus ojos brillan de furia y parecen llenarse de lágrimas. Tal vez es de esas personas que llora cuando están enojadas.

Me enderezo. ¿Qué. Puta. Mierda? Claramente, Barbie versión morena no tiene ni puta idea de mi acuerdo con su familia. Bueno ¿por qué mierda lo sabría? En estas dos semanas que he estado yendo y viniendo no ha habido señales de vida en su casa y, claramente, acaba de volver de viaje. Tal vez lo que su familia tiene de rica lo tienen de estúpidos, ¿acaso no saben que existen los teléfonos? ¿no pudieron llamarla para decirle que ahora tiene un vecino?

Suspiro, desistiendo de entender este lío. No es mi asunto. Arrepintiéndome por haberle dicho ese par de groserías (mi mamá me golpearía si estuviera aquí), suavizo mi voz.

—Mira, no sé qué estés pensando en este momento, pero le compré esta casa a tu familia, ¿sí? Hace como dos semanas. Claramente tú no sabías esto entonces ¿por qué mejor no simplemente hablas con ellos?

Entrecierra los ojos, con actitud de que no va a tolerar que yo le diga qué hacer.

—¡No me digas lo que tengo qué hacer! —y ella lo dice en voz alta—. Maldición—se gira y baja los escalones de mi porche.

No vuelvas a caer en su juego, Edward, pienso, mordiéndome la boca para controlar mi irritación.

Me quedo ahí, sorprendido y putamente molesto hasta que ella estampa su propia puerta, lo cual hace después de darme otra mala mirada.

Una cosa es segura: mi vecina es una perra.


Oh oh. Algo no salió muy bien.

Espero que les haya gustado y muchísimas gracias por sus comentarios :)

Que tengan un excelente fin de semana y nos seguimos leyendo.

¡Cuénteme que les pareció!