14
Edward
La furia de Lauren no duró mucho.
El martes ya tenía una confirmación para el asunto de las fotos de su spa, así que ahora estoy tomándole fotografías a chicas con piel perfecta.
Sólo una de ellas apareció con un brote de acné (y casi armó una tercera guerra mundial), pero nada que Photoshop no pueda arreglar. La tranquilicé con un guiño, pero pareció más avergonzada por eso.
Creo que la entiendo. Si fuera una chica y un hombre guapo como yo me guiñara y hablara sobre mis granos también me avergonzaría.
Una de ellas, la morenaza salvaje, se concentra y trata de poner una cara sexy mientras la pelirroja tira una mezcla de yogur y agua sobre sus mejillas. Ah, el arte de la fotografía comercial.
—Una más—ordeno y la pelirroja le pasa un pañuelo—. Ahora sostén el gotero tú—omito llamarla por su nombre porque lo olvidé y ella asiente, derramando gotas por sus mejillas.
Estoy concentrado cuando siento a Lauren colocarse a mi lado. Puedo olerla antes que verla.
—¿Todo bien? —pregunta en un murmullo.
—Seh—respondo, echando un vistazo a las fotos en mi cámara—. Creo que ya terminamos.
—¿En verdad?
Asiento en silencio.
—Genial—sonríe y le muestro algunas fotos en la cámara. Ella ladea la cabeza y atrapa su labio inferior entre sus dientes, con una sonrisa—. Son perfectas. Gracias, Edward.
—Trabajaré en ellas el fin de semana. El trabajo está loco así que…
—No te preocupes. Todavía tenemos tiempo antes de comenzar con la publicidad.
—De acuerdo entonces.
Ella camina hacia las modelos, que están riéndose entre ellas y trenzándose el cabello o lo que sea que las chicas hagan todas juntas.
Me dedico a recoger toda mi mierda, escuchando risitas y comentarios sobre el buffet al que irán a cenar.
Estoy encargándome de la lámpara cuando los tacones de la madre de Lauren hacen eco en el lugar. Me abstengo de rodar los ojos y le dejo el asunto a Lauren, que dejó su charla con las bonitas y corrió hacia su madre.
—¡Edward! —su madre me llama. Mierda. Así que tengo que girarme y sonreírle—. ¿Cómo estás?
—¡Linda, hola! —finjo estar contento de verla. Lauren rueda los ojos y se mete las manos en los bolsillos de su camisola púrpura.
—Ah. Estoy tan contenta de que Lo haya podido traerte. Pero estoy incluso más contenta porque finalmente lograron arreglar las cosas entre ustedes.
Le lanzo una mirada a Lauren y ella tiene cara de pocos amigos, mirando a la distancia. Luce hastiada y molesta.
—Mmm—es todo lo que digo y meto la cámara en su estuche, incómodo.
—No hemos… de acuerdo, mamá, los clientes esperan—Lauren la jala por el hombro, pero Linda no se mueve. Está bien plantada en su lugar.
—Tal vez puedas venir en la noche y acompañarnos a…—comienza. Lauren la corta.
—¡Adiós, Linda! —le grita.
Su madre sólo resopla y me sonríe.
—Te veré por ahí—se aleja, sonriente. Sus tacones rojos haciendo demasiado ruido.
Lauren se hace tonta mirándose las uñas. Resopló, aguantando una risa. Ella alza la vista.
—¿Qué?
—¿Le dijiste que habíamos regresado?
Aprieta la mandíbula, sus ojos flamean. Me gusta hacerla enojar.
—No—entorna los ojos, su voz ácida—. No le he estado diciendo nada. No vamos a regresar nunca de los nunca.
—¿Estás segura sobre eso? —le guiño, travieso, y frunce el ceño.
—¡Si, estoy segura! —espeta—. No regresaré contigo porque eres un idiota arrogante y orgulloso.
Asiento con la cabeza a todo eso y sólo para hacerla enojar aún más agrego una media sonrisa. Ella gruñe.
—¡Vamos! Tengo algo que mostrarles—les dice a las modelos y ellas salen en fila india, lanzando despedidas.
Si, ya sé que soy arrogante y orgulloso y nada romántico y que no sé amar y que soy el peor tipo de hombre, bla, bla.
Me pregunto si la próxima vez que la llame ella responderá.
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Tan pronto como entro a casa y dejo mis cosas en mi oficina, llaman a la puerta.
Me paso una mano por el cabello y voy hacia allá.
—¡Hola! —Bella saluda—. Estaba esperando que regresaras.
Me recargo en el umbral.
—¿Ah sí? —le guiño—. ¿Por qué?
Rueda los ojos, divertida.
—Quería preguntarte algo—dice, apoyando su peso en un pie. Me gusta que use shorts—. ¿Quieres salir hoy por la noche? Mis amigas están demasiado ocupadas como para divertirse.
Le sonrío.
—De acuerdo.
—¿Sí? —pregunta sonriente. Asiento, cruzándome de brazos—. ¡Genial! Te veo a las nueve.
—De acuerdo.
—¿De acuerdo? —aventura, entrecerrando los ojos.
Asiento una vez más. Luce como una niña a quién le han dicho que recibirá todo lo que desea para Navidad.
—¡De acuerdo! —ella pega un brinquito y salta por los escalones.
Me sonríe otra vez antes de cerrar su puerta.
El viernes pasado resolvimos que estábamos demasiado cansados como para un bar, así que fuimos al McDonald's cercano a la parada de autobuses y ella comió dos helados. Un cono y un McFlurry. Esa chica tiene algo con eso.
Me gusta.
Arrastro mi trasero hasta la cama, decidiendo que estoy muy cansado y que necesitaré energía para esta noche.
Esta noche que, posiblemente, puede ponerse interesante.
Bella
La vida va bien. Dentro de lo que cabe.
Incluso he estado pensando más en el hecho de que tengo que encargarme de la casa de papá. No he decidido el momento, pero simplemente pensarlo es un avance.
Y ya odio a Jake. Creo que eso es lo que se esperaba.
El otro día fui a rellenar mi botella de agua y lo encontré bloqueando el paso hacia el dispensador. Soltaba risitas y eché un vistazo a su celular. Conversaciones llenas de corazones y todo el asunto. Le rodé los ojos e incluso lo empujé ligeramente.
—Oh, lo siento—murmuró y siguió caminando, tecleando tonterías.
Quise mostrarle los dientes.
Y luego está el asunto con Edward.
El chico se ha estado colando cada vez más en mi día a día. Lo saludo sobre la verja del jardín, cuando él está leyendo sobre su hamaca y yo tengo que poner la basura en su lugar. Los jardines y los sofás son nuestros lugares de encuentro. Compartimos historias, me cuenta sobre su día y raspamos cucharas sobre helado.
Y he concluido que es divertido y guapo y sexy y quiero besarlo. A veces incluso demasiado. Especialmente cuando guiña o cuando mueve sus ojos, pensando. Lo encuentro particularmente atractivo en ese momento.
Así que no dudo en qué usar luego de que aceptó salir conmigo.
Tomo una ducha extra larga. Aplicando doble champú, mascarilla capilar y acondicionador. También un exfoliante corporal que dejará mi piel extra suave.
Esta es la noche.
Aunque todavía no decido sobre qué es la noche.
Dejo que mi cabello se seque mientras aplico mi maquillaje. Párpados dorados y labial extra rojo. Aliso mi cabello y luego tomo la percha que contiene el poder.
Un conjunto de tweed rojo con una minifalda y un crop top sin mangas, añado el cinturón de perlas y un bolso rojo acolchado. Chanel, obviamente. Porque Chanel me empodera. Y además he estado esperando por mucho tiempo el momento perfecto para usar este gran regalo.
Papá me lo dio para San Valentín. No puedo evitar pensar que llevo un pedacito de él conmigo.
Me calzo mis Jimmy Choo negros con un moño en su correa y estoy lista.
Rocío un poco de Mademoiselle y salgo de casa. Planeo llevar a Edward al club elegante, el de la noche del desastre. Espero que no se sienta intimidado. De alguna manera.
Toco su puerta y espero.
Él está vistiendo pantalones negros pinzados y una playera blanca, con una chaqueta negra de mezclilla, estilo chico rudo, con tachuelas incluidas en sus bolsas delanteras, los clásicos Vans y luce de ensueño.
Edward tiene muy buen estilo. Lo que es perfecto porque combina con mi genial gusto en prendas y con su atrayente soltería.
Me recorre con la mirada y sus cejas se alzan ligeramente cuando nota el logotipo de la casa de diseño que funciona como la hebilla de mi cinturón.
—Hola—sonríe—. Luces bien.
—Lo mismo digo—respondo.
Se encoge de hombros y mira alrededor, luciendo todo fuera de onda. Me pregunto si está dudando sobre su vestimenta. Lo menos que quiero hacer es ponerlo tenso. De pronto pienso que el bar será demasiado.
—¿Quieres ir a un lugar elegante? ¿Te sientes con ganas de beber Martinis con sombrillas? —bailo en mi lugar, contenta.
Él ríe.
—Como sea. Llamemos a un Uber.
—Perfecto.
No hago el intento de entrar a su casa. Él termina de salir y cierra, echándose las llaves en su bolsillo. Me tiende su mano, ayudándome a bajar los tres escalones del porche y nos quedamos de pie en la acera.
Edward vuelve a mirarme, da un toquecito a mi cinturón.
—Elegante… y caro—nota.
—Mmm, como no tienes idea—le respondo, alisando mi falda inmaculada—. Pero es lindo.
—Lo es—concuerda y toca el tirante de mi crop top—. Nunca había sentido Chanel antes—explica, con una sonrisilla mientras amasa el tweed—. Creí que sería más áspero.
—El tweed es suave—señalo—. Aunque no debe lavarse seguido.
—Mmm—murmura, como no sabiendo qué más decir.
Edward me tiende su teléfono y tecleo la dirección. Tiene una funda transparente y su celular está lleno de stickers.
Cuando llegamos y nos colocamos al final de la fila Edward chifla por lo bajo y luego tararea, mirando alrededor.
—¿Crees que pueda conseguir una cerveza que no cueste lo mismo que mi salario anual? —pregunta, inclinándose para hablar en mi oído mientras rebusco la membresía en mi bolso.
Le ruedo los ojos.
—Estás saliendo con Bella Swan, Edward—mascullo bajito también.
—¿Eso qué significa exactamente? —sus manos están en sus bolsillos, alza las cejas.
—Significa que soy como la Princesa Diana. Sostén esto—le arrojo mi bolso al pecho para abrir mi cartera.
—¿Entonces eres como la princesa de la gente? ¿ayudas a los pobres?
—Algo así—le guiño y él sonríe, regresándome mi bolsa.
—Me siento emasculado.
Lo ignoro para sonreírle al guardia y mostrarle mi membresía. El enorme tanque asiente y nos invita a entrar. Los ojos de Edward están escaneando el lugar, caen en las paredes recubiertas de cristales y luego en la barra.
—¿Enserio? —pregunta al aire.
—Enserio—respondo, aunque sé que no esperaba una respuesta. Tomo su mano y lo encamino a la barra—. Andando.
Pido un Martini y lo animo a pedir un mojito. Me dan una sombrilla roja porque combina con mi atuendo y le sonrío al barman.
—¿Quieres tener mi aceituna? Odio las aceitunas.
Edward asiente y la acerco a su boca, la toma directamente del palillo.
—No debería dejar que una chica pague mis tragos—dice mientras mastica.
—Es el siglo XXI. Supéralo. ¿Quieres bailar?
—No, yo… no bailo—murmura, golpeando el cristal de su vaso con los dedos. Le ruedo los ojos.
—Todo el mundo baila, pero entonces esperemos a que el mojito te haga efecto.
Agita su mano, restándole importancia y algo me dice que también significa un "no estés jodiendo." Definitivamente lo llevaré a la pista, necesita tronar sus articulaciones.
—¿En dónde estabas hoy?
Edward se inclina para responder, la música es muy alta y mi vista está pegada a la pista, viendo distraídamente a las personas.
—Estaba haciendo un par de fotos. Un asunto para un spa—responde.
—Genial. ¿Fotografiaste a personas en el sauna?
Se ríe, sus hombros tiemblan y luego alcanza mi cintura cuando me hago a un lado para alejarme de unos chicos que se acercan a la barra. Su mano suave y ardiente en la piel desnuda de mi espalda baja.
Dios, ayúdame que estoy ardiendo en el infierno.
Mi talón de Aquiles se golpea contra la base del taburete, al estar todos apretujados, y me hace cojear un poco. Él me sujeta fuerte. Sus dedos se hunden en mi cintura y ahora sólo quiero que apriete todo mi cuerpo.
—Salgamos de aquí—murmura en mi oído y camino a su lado. Cuando aleja su mano, roza ligeramente mi trasero, haciendo que la piel se me erice.
Él parece muy concentrado en el camino.
Nos dirige hacia la pared y recarga su hombro ahí.
—No, no fotografié a personas en el sauna—aclara—. Era algo sobre una línea nueva de productos.
Le doy un buen trago a mi Martini.
—¿Ya hizo efecto el mojito?
—No voy a bailar—finaliza.
—Si, sigue diciéndote eso—murmuro, mis labios rozan mi copa, antes de dar otro trago.
—¿No crees que vas demasiado rápido con eso? —su barbilla apunta a mi bebida y lo miro feo.
—No, voy perfectamente bien. Puedo beber cuatro de estos sin sentir nada.
—Claro, Swan. Sigue diciéndote eso.
—¿Quieres apostarlo?
—Oh, seguro.
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—Esto fue un error. Suficientes Martinis por hoy—Edward me sostiene por el codo, sus yemas apretando.
—¿Acaso no recuerdas lo que dijo James Thurber?
Él entorna los ojos.
—No, no lo recuerdo.
—Bueno, él dijo: "Un Martini está bien. Dos son demasiado y tres no son suficientes."
—Estás llena de mierda.
Jadeo, llevándome una mano al pecho. Edward se ve ligeramente borroso, rosa y morado. Las luces aletargan sus movimientos y sus ojos lucen increíblemente oscuros.
—No estoy bromeando. Eso en realidad pasó.
—Ni siquiera sé quién es Thurber—masculla y termina su mojito—. Andando.
Me aferro a la barra, reacia a alejarme.
—No he pedido el cuarto.
—Y no lo harás. Apenas y puedes mantenerte en pie.
Él está exagerando, pero lo dejo arrastrarme y cuando pasamos junto a la pista lo jalo a mi lado.
—Swan…—comienza.
Tomo su mano y le sonrío, dando una vuelta en mi lugar. Él ríe y sus pies se deslizan fácilmente hasta adentrarnos más a la marea de gente. Su mano va a mi espalda y la mantiene sobre el tweed, su meñique baila en el borde, tocando la piel en ocasiones.
Apuesto a que quiere tocarla y no se atreve.
Dije que esta era la noche. Y ahora creo saber el qué.
Soy atrevida y me pego a él, su mano cayendo repentinamente en mi piel. Él tenía razón. No baila. Sus pies se quedan en el mismo sitio, su cadera se balancea ligeramente.
Pero me siento valiente, quiero coquetear con él. Me gusta y sé que le gusto. Así que esto puede funcionar, de alguna manera. ¿Por qué Jake puede tener ya una novia y yo no puedo tener algo? Culpare a mi lógica borracha después. Por el momento, me dedico a bailar frente a él. Su mano no deja la mía en ningún momento y él sonríe.
—Estás tan borracha—dice.
—Se le llama "estar ligera," ¿acaso no te estás divirtiendo?
—Lo hago—acepta, asintiendo con su cabeza.
—Creo que ese Martini vendría bien ahora.
Menea la cabeza.
—Alguien tiene que ser el adulto responsable.
—Si, a la mierda con eso—me acerco, su mano busca mi cintura y me aprieta. Sé que si alzo mi rostro sus labios estarán muy cerca, y será increíblemente difícil no besarlo.
Lo miro. Sus ojos están oscuros y luce serio. Observa mi boca. Sería tan fácil simplemente alzar un poco la barbilla y…
—Iré por un mojito—él se aleja abruptamente.
Tal vez un último mojito pueda poner esto interesante.
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En el camino a casa, me pongo física con él. Me ayuda a trepar al Uber, sosteniendo mi mano, y a pesar de que estoy segura sobre el asiento no lo dejo ir. Él tampoco hace intento por alejarse.
Incluso nuestros hombros se rozan y me apoyó en su cuerpo. Él envuelve su brazo con el mío, como dos serpientes entrelazadas y acaricio la mezclilla de su chaqueta.
—Creo que recuerdo a Thurber—dice de pronto.
Me río contra su hombro.
—¿La Vida Secreta de Walter Mitty? —aventura, murmurando.
—Ese mismo—respondo—. Es una buena película.
—Creí que era un libro.
—También—pellizco el dorso de su mano y luego me jala por la cintura cuando es momento de bajar.
—Gracias—me despido del chófer, arrastrando las palabras.
Subo los escalones del porche, siguiéndolo y ni siquiera me importa si planea invitarme a entrar. Es confuso, sigue sosteniendo mi mano, ¿de acuerdo?
Las llaves tintinean y luego hacen ruido cuando él las deja sobre la mesa junto a la puerta.
—Fue… divertido—mascullo, sosteniéndome en un pie mientras desabrocho la correa de mi tacón.
—Lo…—alcanza a atraparme, mi mejilla rebota contra su pecho. Se ha quitado la chaqueta—. Lo fue—finaliza.
Está muy cerca. Puedo oler su aliento lleno de ron. Y sus manos siguen tocando mi cintura. Sé que lo quiere, yo lo quiero, ¿para qué pretender? ¿qué es lo peor que puede pasar? No veo ningún desastre aproximándose.
Nos frotamos toda la noche, compartimos miradas y sus manos exploraron mi espalda. ¡Vamos, gente! Es claro como el agua.
Así que lo sujeto por la nuca y me voy contra sus labios. Sus dedos se entierran en mi piel, como si quisieran desaparecer ahí.
Necesito sus manos en mi cuerpo. Sus manos fuertes sobre mi ardiente y maleable cuerpo.
Añade su lengua, chupando mi labio inferior y me trago su gemido. Jalo su cabello en mis puños y me estampa contra la pared. Mi trasero amortigua el impacto y su mano derecha se ancla en la curvatura entre mi espalda baja y mi culo.
Su boca es venenosa, la bebo sin pudor y sin arrepentimientos. Muerdo sus labios y le gimo en la lengua cuando resopla contra mi piel húmeda. Sus sonidos son el paraíso. Alcanzo sus omoplatos tensos, ondulan bajo mis manos y rompo el beso, haciendo un sonido.
—No… no te besé antes, ¿cierto? —pregunto, jadeante. Sé que no lo hice. Él está lleno de mierda.
Los labios de Edward se parten en una sonrisa, sus ojos son traviesos.
—¿Por qué? —aventura, curvando sus dedos en mi cintura.
—Porque lo hubiera recordado—respondo.
Nadie podría olvidar eso. Buscaré su boca por el resto de mis días luego de esto. Él sonríe, antes de lamer sus labios. Buen Dios, Sálvame.
—Dios, sólo bésame otra vez.
Su sonrisa desaparece rápidamente, siendo reemplazada por un ligero puchero. Sus cejas se fruncen, es tan seductor. Gimo simplemente ante la vista. Eso parece encenderlo porque se apresura a cumplir mi orden. Tomo un puñado de su cabello en mi mano derecha y con la izquierda acaricio su espalda, usando mis uñas para rascar ligeramente.
Él gime sonoramente en mi garganta. Le regreso el sonido. Es nuestro lenguaje en este momento.
No puedo tener suficiente.
Si el infierno quiere desatarse, que lo haga.
¡Oh sí! ¡Finalmente! ¡Cuéntenme qué les pareció!
Nos seguimos leyendo. Excelente inicio de semana.
