32


Bella

No esperaba encontrarme con eso. No esperaba que esas fueran las fotos que Edward iba a tomar hoy.

Me dejo caer en su silla y observo la ventana abierta de la carpeta de fotos. Ahí hay una fotografía prácticamente nudista. Una guapa (aunque me duela decirlo) chica casi desnuda. Apenas trozos de tul cubriéndole sus, desafortunadamente para mí, grandes pechos, hay espaldas desnudas, piernas largas, cabello revuelto. ¿Esta guapa chica se desnudó frente a novio y él sólo tomó fotos de ella? ¿Por qué? ¿Por qué alguien decide conscientemente contratar a alguien para que le tome fotos así? Estoy viendo todo rojo, el ojo me tiembla y mi pecho está congestionado.

—Oh, hola, no sabía que habías…—Edward deja de hablar al ver mi cara.

Justo ahora estoy tan molesta e irritada que apuesto lo que sea a que luzco como una caricatura.

Él pasa su mirada de mi rostro a la pantalla y sé que sabe lo que estoy pensando justo ahora porque su rostro se ensombrece y suspira.

Edward continúa secándose las manos mojadas en su playera.

—¿Qué es eso? —pregunto, poniéndome de pie y alejándome del instrumento del infierno.

Él parece contemplar su respuesta y se rinde con otro suspiro, largo y tendido, acercándose a la silla, girándola por el respaldo y dejándose caer en ella.

—Son las fotos que tomé hoy—dice, tomando el mouse y moviéndolo—. Estoy trabajando en ellas antes de ir al bar.

Edward está ignorando al elefante en la habitación o simplemente está esperando la explosión.

—¿Cuál es el punto?

Él me mira, arqueando una ceja.

—¿De qué? —parece un poco molesto… o irritado.

Cierro los puños. Justo ahora quiero gritar, pero estoy dispuesta a controlarme y a hacerle saber lo que pienso. Le prometí no desaparecer la próxima vez que estuviera molesta por algo y esta soy yo cumpliendo mi promesa.

Además, no puedo ponerme como loca. Hay invitados.

—De esas fotos. Esa chica realmente se sentó y pensó: "voy a pagarle a alguien para que tome fotos de mí mientras estoy desnuda" ¿es una modelo acaso?

Edward se encoge de hombros.

—La gente es rara—resuelve.

—Así que concuerdas con esa rareza y tomas fotos de mujeres desnudas.

El músculo de su quijada palpita, su puño se cierra sobre el escritorio y mira al frente.

—No es que concuerde… por un lado. Y por el otro, necesito el dinero… y la reputación.

—¿La reputación?

Él sacude la cabeza ligeramente y se rasca la nariz con su índice. Suspira.

—Mira, Bella…—exhala—Sé que estás enojada justo ahora… y celosa.

—¿Celosa? No estoy celosa—lo interrumpo para mentir descaradamente.

—Si, si lo estás. Y no quiero decir algo que… algo que empeore esto. Y no quiero pelear. No ahora, ¿sí? No hoy, no mañana. No diré nada, sólo te escucharé y seguiré trabajando en esto—Edward regresa la vista a la computadora, abriendo y cerrando Photoshop.

—¿Así que simplemente me ignorarás?

—No. Te escucharé, pero no diré nada.

—¿Por qué? ¿Estás molesto ahora?

Él vuelve a exhalar. Parece que exhala y suspira cuando está enojado.

—Si, si estoy un poco molesto—acepta.

—¿Por qué? —cruzo mis brazos sobre mi pecho, en un intento por detener la obstrucción incómoda ahí.

—Porque me estás acusando de algo de lo que no tengo control—abro la boca para refutarlo, pero él continúa hablando—. Sé que tengo el control sobre los trabajos que tomo y los que no, pero… este de aquí, tal vez no puedas verlo, pero es un trabajo artístico, ¿sí? No es porno ni otra cosa. No hay morbo aquí.

Entiendo su punto. Y las fotos son preciosas. En verdad lo son. Pertenecen a la siguiente edición de GQ o algo por el estilo.

El trasfondo es lo que me molesta. Imaginarme a esa chica ahí, debajo de él, mientras él le da instrucciones sobre cómo cubrir o no su cuerpo. Edward viendo su piel, estando consciente de que hay una mujer desnuda a un par de pasos…

Me sobo la frente. Estoy tan celosa justo ahora que podría gritar tan fuerte y nunca quedarme sin voz. Quiero lloriquear y patalear.

¿Pensó él que era guapa?

—Ambos sabemos que es algo estético y eso es lo que importa. Es mi esencia. Sé que en otras condiciones no estarías sexualizando este tipo de fotos, pero lo haces porque estás celosa. Y eso está bien… si eso quieres. Pero sólo quiero que sepas que esto es sólo trabajo, ¿de acuerdo?

Sus puños están descansando en sus rodillas ahora y me mira expectante, con cejas alzadas.

—¿Has hecho esto antes?

—Si, fotos similares, si ¿Estás bien?

No respondo, sólo quiero salir de aquí y hacer berrinche en privado. Más le vale a Ángela haber empezado ya con los cócteles. Necesitaré de esos.

¿Quién rayos es ella? ¿Por qué decidió contratarlo a él? Es jodidamente bonita y sus pechos son más grandes que los míos. Es una belleza pelirroja de facciones felinas.

La bilis se me atora en la garganta y las lágrimas de frustración se acumulan en mis ojos. Me giro, dispuesta a salir. Le he dado oportunidad de explicarse y lo ha hecho. No hay necesidad de seguir hablando. Pasitos de bebé.

—Si, está bien. Iré a… mis amigas están esperándome.

—Bella…

Lo miro sobre mi hombro.

—De verdad está bien. Avísame cuando te vayas.

xxx

De vuelta en casa, Ángela y Rosalie están en la cocina, husmeando en el refrigerador y el microondas avisa que las palomitas están hechas. Puedo olerlas.

—Hola de nuevo—mascullo, haciéndolas a un lado para beber un poco de agua.

—Hola, ¿quieres ver una película? Estamos pensando en películas de terror—dice Rose—. Y luego más tarde haremos cócteles y noche de relajación, ¿sigues teniendo esas mascarillas?

—Seh.

—¿Qué pasa? —Ángela pregunta.

—Nada—meneo la cabeza—. Vamos a la sala entonces.

Ellas me siguen en silencio, con crunchs dispersos de Ángela masticando palomitas y pasamos un buen rato decidiendo la película.

Ángela se pone cómoda en la alfombra, tomando un cojín y usándolo de almohada.

—Hay algo molestándote—comenta Rose después de un rato, pausando la película—. ¿Qué es?

Bloqueo mi teléfono y lo entierro entre los asientos del sofá.

Decidí indagar en la cuenta de fotografía de Edward, dado que dijo que ese no había sido su único trabajo similar. Sólo encuentro dos publicaciones similares: una rubia guapa y una castaña. Aunque ninguna de las dos está tan desnuda como la infame pelirroja de hoy.

Estoy celosa. Demasiado. Mi interior hierve.

—Nada—me encojo, queriendo parecer cool. Ellas no ceden y abro la boca para hablar cuando el timbre suena—. ¿Ordenaron comida?

—No.

Voy hacia allá y Seth casi me tira al piso, haciéndome a un lado.

—¡Necesito tu baño! —corre por el pasillo, encerrándose en el de visitas y miro hacia la puerta.

Paul y Edward están ahí, así que regreso a la sala y ellos entran.

—¿Qué pasa? —mascullo.

—Nos estamos yendo—explica Paul—. Oh, hola, señoritas—les sonríe coquetamente a Ángela y a Rosalie.

Ángela aleja su mano del tazón de palomitas y se limpia la boca, sentándose.

—¿Dónde está Jessica? —cuestiona él.

Esperen, ¿Paul en verdad las recuerda? Sólo espero que Jessica no esté hablando con él. Me dará un aneurisma.

—Trabajando—le responde Rose.

Él dice otra cosa, pero no logro escucharlo porque Edward está tomándome de la mano y llevándome al pasillo.

—Ven aquí—murmura.

—¿Qué…

Pero no logro terminar mi pregunta porque él está enterrando sus dedos en mi cabello mientras sujeta mi cuello con su mano derecha y me obliga a abrir la boca.

Me besa ansiosamente, su boca abriéndose y cerrándose sobre la mía, su lengua tallando mis dientes y luego enroscándose como una serpiente. Su agarre se afianza y aprieto sus hombros. Edward coloca una pierna entre las mías y su muslo se talla en mi centro.

Gimo contra su humedad y tironeo su cabello. Él hace lo mismo con el mío, arqueando mi cuello, abriendo más mi boca. Podría beberlo todo el tiempo, por los siglos de los siglos. Su boca sabe a menta.

Sus labios dejan los míos y besa mi quijada, deteniéndose en mi oreja y chupando mi lóbulo.

Abro los ojos y una silueta en mi vista periférica me hace girar la cabeza.

Es Seth. De pie, a unos cuantos pasos de nosotros, con la boca abierta y su cabeza ladeada, anonadado.

Edward parece notarlo también y se aleja, pero no pierde su agarre en mí.

—Oh Dios—Seth susurra, sorprendido—. Eso me volvió dolorosamente hetero.

—Largo de aquí, Seth—Edward masculla.

—Si, seguro—él obedece, asintiendo, sin perder su mirada estupefacta y va hacia la sala, mirándonos sobre su hombro.

—Eso fue incómodo.

—No, no lo fue—Edward chasquea la lengua y vuelve a besarme.

Rasco su espalda y jalo el cabello de su nuca. Su hombro queda apoyado contra la pared y lleva sus manos a mi cintura, arqueándome ligeramente. Su regazo se presiona en mi abdomen. Puedo sentir su dureza. Nuestras lenguas comienzan su danza, haciendo lo que la parte baja de nuestros cuerpos quiere hacer.

Muerdo su labio inferior cuando noto que tiene intención de alejarse.

—¿Cómo van esos celos? —susurra en mi oído, antes de chupar mi lóbulo.

Apoyo mi mejilla en su hombro.

—No es justo.

—¿Qué no es justo?

—No puedo pensar cuando me besas así.

Él se ríe bajito, pero su ronca risa recorre mi espina y entierro mis dedos en su espalda.

—Volveré—habla contra mi boca.

—No te vayas.

—Mañana, bebé. Te lo prometo.

Con un último beso en mi mejilla, se aleja, tomando mi rostro en sus manos. Sus ojos brillan y me da una sonrisa torcida, sus labios rojos y amasados. Luce de ensueño. Es tan difícil dejarlo ir.

—¿Ya acabaron? —Paul pregunta y ambos miramos hacia allá.

Tuvo que ser Seth quien los llamó, porque está sonriendo, su labio inferior entre sus dientes. Ángela y Rosalie tienen sus bocas abiertas. Y mis mejillas están rojas ahora, mi rostro entero ardiendo.

—Andando—Paul señala a Edward y se gira para alcanzar el pomo de la puerta.

Lo dejo ir, mi cuerpo sintiéndose inmediatamente frío y necesitado.

—Wow—murmura Rosalie cuando la puerta se cierra detrás de los tres.

—Seh, wow—asiente Ángela.

xxx

El lunes por la tarde marca el primer día en que Paul y Seth no pelean. Principalmente porque Paul está disfrutando de la hamaca de Edward en el jardín y porque Seth está tratando de patearme el trasero en el Wii. Es gracioso verlo intentar.

—¡Bella, hazte a un lado! —me empuja por el hombro y me da un caderazo.

—¡Tú, loco! Sólo acepta que…—el timbre suena y muevo mis brazos salvajemente, atrapando la bola que Seth acaba de lanzarme—. ¡Edward, la comida está aquí!

Y él, por supuesto, no escucha.

Otro timbre.

Oh, si, ahora tenemos un timbre. Gracias a Paul. Que se hartó de los golpes confusos en las puertas y nos ordenó expresamente comprar un timbre. Él es un gran instalador y reparador de hogares. Debo mantenerlo cerca.

—De acuerdo, páusalo—le ordeno a Seth y obedece, refunfuñando.

Alcanzo el dinero de la mesa y le pago al repartidor, sosteniendo los contenedores de italiana.

—¡Edward, la comida está aquí!

Su trasero llorón ha estado quejándose, diciendo que está hambriento y será mejor que baje ahora. Él continúa trabajando en las infames fotos y el hecho de que esté pasando demasiado tiempo viéndolas al editar me está poniendo de los nervios.

—¿Hay algo de vino aquí? —Seth pregunta, abriendo el refrigerador.

—No, pero tengo en mi casa. ¿Quieres un poco? —él asiente, feliz—. Iré por él.

Salgo por la puerta principal y tomo la botella abierta de vino blanco de mi refrigerador. Edward tiene hielo así que podemos hacerlo funcionar.

Cuando regreso a su casa hay ruido proveniente de la cocina.

—¿Estará molesta? —está preguntando Paul.

—No lo sé, tal vez—Edward responde.

—¿Quién estará molesta? —pregunto, mirando a los tres.

—La hermana de Edward, ¿sabías que tiene una hermana? —comenta Seth—. Oh, pásame el vino.

—¿Alice? —miro a Edward.

Él se encoge de hombros antes de compartir una mirada con Paul y Seth.

—Llevemos esto a la sala—Seth toma las copas con una mano y la botella con otra. Paul se apresura a tomar los contenedores de comida y salen en silencio.

—¿Por qué Alice estará molesta?

Edward vuelve a encogerse.

—No es importante. Suele enojarse por cualquier cosa. Andando, estoy hambriento.

Mi intuición me dice que no era Alice de la que hablaban.

Y por ahí escuché que los hombres se cubren las espaldas todo el tiempo.


¡Hola! ¿Qué piensan ahora? ¿Y de qué creen que hablaban en la cocina?

Espero que les haya gustado y nos seguimos leyendo.

Muchísimas gracias, un abrazo.