37


Bella

Algo anda mal. Y no sé cómo enfrentar esto. No sé cómo lidiar con los problemas, eso está claro y mi ansiedad está sobrepasando el cielo porque Edward está involucrado. La última vez prometí que no me iría ni que lo bloquearía, pero justo ahora él es quien está evitándome. Fue tan extraño que él no viniera a dormir el miércoles, entonces el jueves tampoco vino y eso terminó por confirmar mis sospechas.

Edward ha estado distante y distraído desde el fin de semana, específicamente después de la Noche de Halloween. El hecho de que todo el mundo estuviera en mi casa el domingo hizo que obviara el asunto, pero puedo entender indirectas, gracias. No fue muy sutil de todas formas.

Me estoy cansando de esto y él no me ha dado una respuesta respecto a Nueva York y se acaba el tiempo.

Me calzo los zapatos en la puerta de la cocina y cruzo el jardín.

Necesito respuestas. Urgentemente.

—¡Deja eso ahí, es mío! —escucho su grito viniendo desde las escaleras.

—¡Vamos, hombre! —Paul implora.

Edward baja corriendo las escaleras, dando saltos y se detiene frente a mí, apenas deteniendo la colisión.

—Oh, hola—exhala.

—Hola—medio le sonrío, sin verlo a la cara—. ¿Tienes…

—¡Bella! —Seth saluda, dejando la escoba en el pasillo—. Es bueno verte—le da una mirada a Edward y luego me sonríe—. Espera justo aquí, tengo algo para ti.

Seth va a la sala y regreso mi mirada hacia Edward. Paul está bajando las escaleras, cargando una maleta.

—¡Hey, Bella! —sonríe—. Nos estamos yendo.

—¿Su apartamento está listo? Eso es genial—meto mis manos en los bolsillos traseros de mi pantalón y me balanceo sobre mis pies.

Edward aprovecha la distracción y se escurre entre nosotros, tomando una bolsa de plástico y recogiendo la pila de basura que está en medio del pasillo.

—Seh, hora de desalojar la casa de Edward—continúa Paul.

—Mira, toma esto—Seth me palmea el brazo para llamar mi atención—. Muchísimas gracias.

Paul continua su andar hasta la puerta principal y miro el objeto que Seth me tiende. Es mi hidratante, el cual Seth siempre había querido probar y que le presté cuando el suyo se terminó.

—¡Es genial! —sonríe—. Rejuvenecí como diez años.

Miro sobre su hombro a Edward, que está ignorando monumentalmente nuestra conversación.

—Oh, quédatelo—le sonrío a Seth.

—¿Qué? ¡No! No podría hacer eso.

—Enserio, es tuyo. Tengo uno de repuesto y puedo comprar otro.

—Aww—Seth me acaricia el cabello—. Que linda manera de llamarme pobre, muchas gracias—se aleja contento por el pasillo—. ¡Te invitaré a un spa!

Sólo espero que no me lleve al spa de Lauren.

Me quedo ahí, esperando que Edward me preste atención, pero eso no sucede. Paul regresa, revolviéndose el cabello mojado.

—Comenzó a llover—comenta, apoyando su codo en la entrada de la sala.

Voy hacia allá, entendiendo que no soy bienvenida ahí y le sonrío a él y a Seth.

—Fue bueno conocerlos. Nos vemos por ahí.

—¿Ya te vas? ¡No! —Seth se queja, dando sentones sobre su maleta para lograr cerrarla—. Ayúdame a cerrar esto antes.

Me acerco a él con paso vacilante y Seth cierra la maleta mientras me siento sobre ella. Paul la baja del sofá y usa las llantas para arrastrarla.

—Te veré por ahí, Swan—se despide con una seña de marinero y asiento en silencio.

Seth pasa un brazo por mis hombros y me acompaña hasta la puerta del jardín. Edward está en la cocina, bebiendo agua e ignorándome.

Ya en casa, me tiro en la cama y enciendo la televisión. Tal vez Netflix logre despejar mi mente. Escucho risas distantes y portazos y cuando el auto de Paul se enciende miro por la ventana. Tal vez sin ellos ahí, Edward no tendrá algo con lo qué ignorarme. Pero es tarde porque Edward también está conduciendo lejos.

Odio esto.

Odio estar aquí, sintiéndome estúpida como si un chico controlara mi vida. Odio los pensamientos intrusivos y detesto estar dándole vueltas a las cosas sin entender qué ocurre, todo parecía estar tan bien y de pronto, ¡bum! Algo arruinó mi cuento perfecto.

Por el resto de mi patética tarde de sábado estoy al pendiente de ruidos en la casa del vecino escurridizo. Cuando escucho la puerta de su auto cerrándose, pego un brinco y corro por las escaleras.

Esta vez no se va a escapar, necesitamos arreglar esto.

Cuando entro a su casa todo está en silencio, sólo la cadena del inodoro rompe la quietud. Subo las escaleras y me apoyo en la puerta de su baño, observándolo mientras se lava las manos y alcanza su cepillo de dientes.

Me conformo al ver que mi reflejo en el espejo es bastante difícil de ignorar.

Me mira brevemente y comienza a cepillar sus dientes, mirando el lavabo.

—¿Está bien su apartamento? —murmuro, tratando de hacer plática mientras trazo los patrones en la madera de la puerta.

Él asiente con la cabeza y con su garganta.

—¿Están en el bar?

Otro asentimiento.

—¿Dónde estabas?

Él no responde. Se apoya en el lavabo y paseo por la habitación que, por primera vez desde que lo conozco, está ordenada y limpia.

—Tenía unas fotos que hacer—dice al salir del baño. Se seca la boca con su manga—. Y ahora voy al bar—añade, como quien no quiere la cosa y se saca la playera tirándola por detrás.

Lo observo mientras se viste, su bóxer cuadrado sobresaliendo por la cinturilla de sus jeans negros.

Me siento en el borde de la cama, junto a él, que ya se está cambiando los calcetines.

—¿Por qué estás evitándome? —pregunto, mirando al frente.

Él no responde por algunos segundos y se aclara la garganta antes de negarlo.

—¿Qué? Eso es loco, no estoy evitándote.

—¿No?

—No—insiste, tanteando los bolsillos del pantalón desechado. Ve la hora en su celular y hace una mueca—. ¿Podemos hablar después? Se está haciendo tarde.

Eso es un montón de mierda. Falta como una hora para que él se tenga que ir. Me miro las uñas fingiendo despreocupación y pretendiendo que mi esmalte rojo es muy interesante.

—Si no estás evitándome entonces no hay nada de qué hablar.

Edward bufa y lo miro, frunciéndole el ceño. Odio que me bufen.

—¿Qué?

—No lo estoy haciendo, pero esta idea ya se metió en tu cabeza así que habrá tema de conversación para después—se gira en sus talones y sale de la habitación.

—Bien, entonces hablemos—acepto, hablándole a su espalda que desaparece por las escaleras.

—No ahora, ¿sí? —él entra a la cocina.

—No tienes que irte ya—apunto—. No se está haciendo tarde—me cruzo de brazos y lo observo servirse un vaso de agua.

Coloca el vaso de cristal con más fuerza de la necesaria sobre la encimera y suspira, mirando sus pies.

—De acuerdo, te estoy evitando.

Bueno, finalmente lo admite. Aunque esperaba esa respuesta, el pecho se me contrae y un nudo comienza a formarse en mi garganta. Lo trago antes de que me impida hablar.

—¿Por qué?

Edward juega con el vaso entre sus manos, inclinándose sobre la encimera y apoyándose en sus codos.

—Creo que…—se encoge de hombros, pero aun así continúa— creo que necesitamos algo de espacio.

Nada bueno puede salir de "espacio" y "tiempo." Es el declive, los truenos y los relámpagos antes de la tormenta que te explotará en la cara y te romperá el corazón en miles de millones de pedazos.

—¿Espacio?

—Creo que fue muy conveniente que Seth y Paul pudieran regresar a su casa… así puedo volver a dormir aquí.

Dios. Dice eso como si dormir conmigo fuera una de las peores cosas que le han sucedido. Acepto que puedo ocupar mucho espacio, pero ni siquiera peleo por las mantas, ¡vamos, gente!

Mi pecho se congestiona y frunzo el ceño por el dolor que el nudo en mi garganta está causándome.

—¿Qué? Habíamos estado durmiendo juntos incluso antes de que ellos vinieran.

—Si, lo sé, pero…—se envara, dejando el vaso quieto y mete sus manos en los bolsillos de su pantalón—. Démosle un respiro.

Dios.

No.

Me sostengo de la pared, el miedo que se esparce por mi cuerpo hace que casi me doble en dos. Trato de respirar por la boca, pero el nudo me lo impide. Mi garganta se está cerrando y me miro los pies, parpadeando, intentando aclarar mi visión que se ha puesto borrosa de pronto.

—Sigues…—carraspeo para lograr que la voz salga de mí en algo más que un hilo—Sigues hablando sobre lo de dormir, ¿cierto?

Edward no responde. Permanece callado un minuto y luego rodea la encimera, haciendo su camino hacia la puerta. Por un momento creo que viene hacía mí, pero pasa de largo.

—Se me hará tarde. Mejor me voy.

Me quedo inmóvil, sosteniendo mi torso con ambos brazos mientras él hace ruido en la entrada, tintineando llaves.

—Recuerda cerrar las puertas del jardín—dice—. Por favor—añade y luego lo escucho salir.

Edward no resolvió mis dudas, no respondió mi pregunta, pero tengo el presentimiento de que no estaba hablando simplemente sobre dormir.

xxx

Es cierto eso que dicen sobre la gente no creyendo que algún día discutirá con su pareja, y si nadie lo ha dicho, esta soy yo proclamándolo. Duele. Duele demasiado. Mis manos siguen temblando sin importar que están hechas puño sobre mi regazo, debajo de la manta. Mis ojos llorosos no me dejan ver la televisión.

Dejo que las lágrimas caigan y trato de concentrarme en la película frente a mí, pero no es posible. No puedo hacerlo cuando los sentimientos de rechazo se instalan en mi pecho. En realidad, no creí que estuviéramos tan mal. Él parecía feliz, lucía feliz el fin de semana pasado. ¿Cómo es que todo cambió tan de pronto? ¿Es eso posible?

A menos que él haya estado incómodo desde hace mucho tiempo atrás y Paul y Seth ocupando su cama lo hayan obligado a tragarse su incomodidad.

Mierda, ¿en verdad soy tan despreciable?

La cuarta película va por la mitad cuando un movimiento se registra en la esquina de mi ojo. Edward está de pie en la entrada a mi sala, apoyado contra el muro. El reloj en la pared marca las 2:30 AM y me incorporo en el sofá. No creo que esta conversación funcione si continúo tirada sobre mi panza. Enredo la manta en mis piernas y lo miro.

—No cerraste las puertas del jardín—comenta.

—Iba a hacerlo—respondo antes de presionar el botón de pausa.

—Pudiste haberlo olvidado—murmura con voz pesada.

—No lo iba a olvidar—comento incómodamente y me tallo los ojos—. ¿Vas a dar algún tipo de explicación?

—¿Explicación?

Sacudo la cabeza, jugando con el control remoto en mis manos y no creyendo lo idiota que está siendo justo ahora.

—Sabes de lo que hablo.

Edward suspira y termina de entrar a la sala. Apoya sus manos en el respaldo de mi sillón y mira hacia abajo.

—Mira, no quiero terminar esto—comienza.

—¿Por qué lo terminaríamos?—interrumpo, apretando mis puños.

—Porque…—su voz pierde la fuerza y mira al techo, mordiéndose el labio inferior—. No lo sé, yo… no estoy listo—dice, en voz tan baja que apenas lo escucho.

—¿Listo para qué?

Parece contemplar la respuesta. Mira ausentemente hacia el televisor, su boca formando un ligero puchero. Sus ojos brillan con el resplandor de la pantalla.

—Dijiste… dijiste "te quiero," lo escuché, no estaba dormido. Y… no estoy… listo.

Mi espalda cae contra el respaldo del sofá por la sorpresa. Cierro mi boca y miro al frente.

Ahora lo entiendo. Lo asusté. Estaba evitándome porque no sabe cómo actuar al respecto, pero ¿no está listo? ¿de qué habla?

—Oh—jadeo—. Sólo lo dije porque…—no añado el "creí que tú también lo hacías"—¿Por qué me llamas "nena" y "cielo" y todas esas cosas entonces?

Esto es horrible. E incómodo. ¿Entonces él no me quiere?

—No lo sé, son sólo palabras.

Trago.

—Ah.

—No quiero terminar esto—insiste.

¿Y cómo pretende hacerlo funcionar?

—¿Por qué no deberíamos? —cuestiono, dando un gran giro a la conversación—. Quiero decir, estás diciendo que no estás listo para eso y sólo lo dije…—exhalo ruidosamente, el oxígeno se está terminando en la habitación. Por mi vista periférica lo veo alzar la cabeza rápidamente—. Sólo lo dije porque creí que tú lo hacías también, pero… ya veo—añado, en un susurro.

—¿Qué ves?

Lo miro directamente. Sus ojos están apagados y tiene el cabello terriblemente revuelto.

—Que yo estaba más metida en esto que tú.

Su rostro se descompone repentinamente y sacude la cabeza antes de exhalar profusamente por la nariz. Se talla la cara con ambas manos, despeinando sus cejas.

—Eso no es cierto—su voz es dura y fría.

—¡El hecho de que estoy lista para decirlo lo demuestra! —manoteo, alzando mis brazos antes de dejar caer mis manos de vuelta a mi regazo—. Supongo que… darle un respiro está bien.

Me da la espalda y entrelaza sus dedos detrás de su nuca.

—No tenemos que hacer eso.

Le frunzo el ceño a su espalda.

—Necesito… merezco estar con alguien que me quiera.

—¡Lo haré! —asegura, encarándome—. Sólo que… no estoy ahí todavía—estoy lista para rebatirlo cuando él continúa hablando—¿Cómo se supone que lo haga si me alejas?

—No lo entiendo—pataleo la manta lejos y salgo del sofá—. Hace rato estabas pidiendo un respiro ¿y ahora cambias de opinión?

—Porque no quería hablar de esto hace rato. No era el momento. Sabía que esto iba a suceder. Y sé que te querré.

—No lo sé, Edward—me tallo la frente—. No quiero tener estos pensamientos intrusivos sobre ti queriéndome, no quiero preguntarme si ya lo haces o todavía no. No quiero tener que convencerme a mí o a ti de que valgo… la pena.

—No tendrás que hacer eso—garantiza—. Sólo dame una oportunidad… dame algo de tiempo.

Mis hombros caen, rindiéndose. Las mismas heridas en mi corazón se están volviendo abrir. ¿Cuándo dejarán de hacerlo? Me pregunto si algún día se me acabará la disposición para volverlas a coser.

—Eso está muy jodido—me derrumbo en el sofá, sosteniendo mi cabeza con mis manos. ¿Es el momento de salir de esto? ¿Sigo estando a tiempo? ¿O ya estoy muy adentro?

—¿Lo harás? —Edward pregunta luego de un largo rato. Lo miro. Está sentado en el sillón, con sus codos apoyados en sus rodillas y su frente arrugada—. ¿Me darás una oportunidad?

Me miro las manos, el cabello cae como una cortina entre nosotros y los ojos se me nublan.

Sacudo la cabeza. No funcionará, ¿verdad? No de esta forma. Lo he hecho antes, esperar a que alguien me quiera. Me rompe el corazón cada vez. No puedo hacerlo, no otra vez. Estoy cansada de esto.

—No—susurro—. Lo siento, no.

—Bella…—se escucha tan roto.

—No puedo hacerlo, Edward—me limpio las mejillas con las mangas de mi sudadera y miro al frente, fingiendo seguridad cuando mi corazón está yendo de un lado al otro todavía.

—Sólo un par de días…—comienza y lo corto con un bufido y un meneo de cabeza.

No ha comenzado a quererme en todos estos meses ¿y cree que lo hará en un par de días?

—Creo que…—jalo mis mangas, ocultando mis manos temblorosas en ellas—. Creo que merezco algo mejor.

—Te lo daré—asegura, poniéndose de pie.

No, Edward, eso ya debió de haber sido dado.

—No digas eso—balbuceo, levantándome también y tomando mi celular.

—Bella, por favor—intenta atrapar mi mirada, pero la desvío.

—En verdad… hubiera deseado que…—exhalo por la boca, deteniéndome antes de lanzar un lloriqueo—. Si hubiera funcionado… creo que habría sido lindo.

—No tendrás que convencerme de nada, sólo… tal vez unas semanas—ofrece, como si fuera su última oferta, escucho la desesperación en su voz.

Me miro los pies y avanzo hacia el pasillo, haciendo oídos sordos a sus palabras que rompen y desgarran.

—Recuerda… cerrar las puertas del jardín—finalizo antes de apretar los labios para ahogar mis sollozos.


D:

¡Nooo!

D:

¿Me dicen qué les pareció? Recuerdo haber llorado mucho mientras escribía este capítulo.