42
Edward
Estoy dormitando en el sofá, con el ruido de la televisión arrullándome, cuando Bella sale de la habitación. Se frota los ojos y su cabello está loco.
—Hola—mascullo, mirándola con ojos entrecerrados, demasiado somnoliento.
Ella gruñe algo en respuesta y se pierde en el baño por un rato. Me rasco el pecho cuando sale de ahí, luciendo fresca pero gruñona, y me pongo de pie.
—¿Tienes hambre? Puedo hacerte el desayuno—miro mi muñeca, aunque no tengo un reloj.
Ella gira su cintura, deseando tronar su espalda.
—Seh. Deberíamos pasear, ir al acantilado privado.
—¿En verdad es privado? —pregunto, alcanzando una taza—. ¿Té o café?
—Pff, como si tuvieras que preguntar—se sienta en el taburete y se frota las sienes—. Y al parecer sí, o sea, una parte de él.
Me muevo alrededor de la cocina, estrellando dos huevos en el sartén y la miro sobre mi hombro. Bella está agitando un sobre de endulzante y también me mira. Me pregunto si hablará de lo ocurrido esta noche o simplemente está deseando que yo me olvide de eso.
—¿Quieres una tostada de aguacate o sólo huevos?
—Tostada—susurra, apenas puedo escucharla.
—¿Te sientes bien?
Bella no responde. Estoy a punto de echarle otro vistazo sobre mi hombro cuando la encuentro a mi lado. Tamborilea sus dedos sobre la encimera y sus ojos están pegados a los huevos cocinándose.
—Lamento lo de anoche. Estuvo del asco—musita con una sonrisilla en sus labios y sacude su cabeza—. Estoy avergonzada—se ríe sin humor y sus mejillas se colorean de rojo.
Sonrío, observándola desde arriba y alcanzando su cintura. Es tan terca y supongo que se siente igual de desnuda y vulnerable como yo me he sentido últimamente. Ella se rehúsa a mirarme, pero gira su cuerpo hacia mí, así que acuno sus mejillas y alzo su rostro. Aunque sus ojos siguen bailando alrededor, apenas encontrándose con los míos por unos segundos.
—Está bien, no tienes que avergonzarte de nada—le aseguro—. Estoy aliviado de que me lo dijeras, me había preguntado cuándo sería el momento en que me hablaras de tu padre.
Bella arruga la nariz y mira hacia mi pecho.
—Es sólo que se siente extraño.
—Puedo entender eso.
—Bien—resuelve.
Quiero besarla, desesperadamente. Hace tanto tiempo que no lo hago que está causando que mi cuerpo entero hormiguee. Beso su frente en su lugar y ella entierra su cara en mi pecho.
—Se van a quemar los huevos—nota.
—Mmm, tenemos más.
El desayuno de Bella no se arruinó y pudo comer su tostada de aguacate y beber su café antes de dirigirnos al sofá. Tira una manta sobre nosotros y dormitamos al mismo tiempo que intentamos ver una película.
—Salgamos—comenta un rato después—. Está muy lindo afuera como para no ir.
Nos vestimos, colocándonos nuestros abrigos antes de salir. Llevo mi cámara conmigo y el aire frío nos saluda durante todo el camino.
—Se supone que todo esto es nuestro—señala alrededor—. Hay una cerca que marca el perímetro, así que estamos bien.
Las planicies están cubiertas de hierba que rasca nuestras piernas y pasamos un rato tomando fotos del lugar antes de que le pida a Bella que pose para mí.
—Es un buen momento para que me tomes fotos estando desnuda—dice, lanzándome su abrigo.
Ajusto el lente y le sonrío.
—¿Me dejarías hacer eso?
—Ja, no. ¿Está bien así?
—Está perfecto.
Bella alcanza mi mano cuando nos dirigimos al acantilado, del cual no tenemos idea de dónde está, y entrelazo nuestros brazos también.
—¿Tienes buenas fotos? —pregunta, arrancando una ramita y jugando con ella.
—No sé tomar malas fotos, Nappy. Mira, es hacia allá—señalo el camino.
—Un poco de humildad, por favor. ¡Oh Dios! Mira eso.
La vista es increíble. A pesar del frío, hay muy poca neblina y nos permite ver el río Hudson y unas montañas, que están mucho más alejadas.
—Son las montañas Catskill—Bella informa—. Toma una foto.
Tomo una del paisaje y luego otra de ella. Bella se acerca al borde y temerosa, mira hacia abajo.
—No vayas hacia allá—me acerco, estirando mi mano para sujetarla de cualquier lugar del que sea necesario.
—Oh, está altísimo, ven a… ¡mierda! —su pie se resbala y grita. La sujeto rápidamente de la cintura, con corazón acelerado.
—¡Bella! —la reprendo, jalándola a mí.
—No fue nada. Fue una piedra. Ven a ver esto—insiste.
—No porque si uno se cae se lleva al otro al vacío.
—Oh, ¿acaso eso no es romántico? Moriremos juntos, como dos amantes en una escapada—me sonríe sobre su hombro y menea las cejas.
—Es estúpido. Ven acá.
Bella rueda los ojos, pero obedece y se coloca a mi lado, alejándose del precipicio. Encontramos un lugar plano para sentarnos y nos pegamos el uno al otro en un intento por conservar el calor. El silencio es interrumpido por el ruido de la brisa contra las hojas de los árboles, el cantar de los pájaros y la intermitencia del clic clic de mi cámara.
Bella desliza su dedo por su celular y le echo una ojeada.
—¿Cómo está tu galán? —pregunto, esforzándome porque el sarcasmo y el desdén se cuelen en mi voz.
Ella alza rápidamente la cabeza y entrecierra los ojos.
—¿Alejandro?
—Ah, ¿así se llama?
Bella se ríe y regresa su atención a su celular. Está viendo las fotos que ha tomado.
—¿Es tan irrelevante que ni siquiera recuerdas su nombre?
—Exactamente.
—No tan irrelevante si estás preguntando por él—picotea, sonriente—. Está permanentemente bloqueado.
No respondo. Ese idiota. No me agrada. ¿Qué otra señal más clara necesita además de alguien no respondiendo sus putos mensajes? Jodidamente molesto.
Aprieto la mandíbula en un intento por contener mi lengua. Bella alza su mano y rasca mi mejilla.
—Tranquilo, machote. Recuerda que es totalmente irrelevante.
—Mmm—farfullo, apuntando mi lente hacia el horizonte de nueva cuenta.
Nos mantenemos en silencio.
Puedo ver los engranes moviéndose en su cabeza. Yo no tengo mucho qué pensar, además del hecho de que quiero besarla justo ahora y de que el espacio en el que nuestros cuerpos están rozándose está tornándose cálido.
Inhalo, dejando que el aire frío y fresco entre a mi cuerpo. Apoyo mi cabeza en la de ella y Bella suspira.
—Si me voy… si terminara esto—añade, en un susurro—. ¿Te importaría?
—Si, lo haría—respondo en mi voz normal y encuentro una de sus manos dentro de su bolsillo. Entierro la mía ahí y juego con sus dedos—. Ha pasado casi un mes desde que hablamos de esto y… no lo sé, estoy tan lleno de estas ansias y espera que no me puedo concentrar en nada más. Sólo estoy esperando para saltar a la más mínima oportunidad, ¿sabes?—confieso.
—¿Oportunidad? ¿Para nosotros?
—Para lo que sea. Sólo… para besarte, para dormir juntos, en verdad dormir. Incluso sostener tu mano se siente como una oportunidad, algo que no me quiero perder en caso de que sea la última vez que me dejes hacerlo.
Ella se mantiene callada por un momento y aprieta mis dedos dentro de su bolsillo.
—Lamento estar siendo un dolor en el culo respecto a esto. Sólo… supongo que estoy tratando de protegerme, mi corazón, ¿sabes? —añade con voz despreocupada, esforzándose demasiado en parecer inafectada.
—No deberías de ser la que se disculpa. Yo la cagué, en grande.
—Yo fui la que hizo eso. En verdad me detuve de decirlo muchas veces, aunque esa noche… ¿la noche de la fiesta de Eleazar? Las palabras estaban justo ahí y pude cerrar la jodida boca—suspira—. Ojalá pudiera haber hecho lo mismo en Halloween.
Me río sin diversión.
—No es tu culpa funcionar como un ser humano normal.
—¿Acaso no te sientes normal?
Nadie me había hecho esa pregunta antes. La respuesta a ella es perturbadora. Bella aleja su cabeza de mi hombro y me mira, expectante.
—No, no lo hago—resuelvo—. Alejo a la gente. Justo cuando todo va bien, perfectamente. Pasa cada vez. Pensé que estaba bien, ¿sabes? —alcanzo una ramita olvidada en el suelo y juego con ella con mi mano libre, girándola entre mis dedos—. A todos nos da miedo algo, pero… se me está saliendo de control.
Bella suspira y me mira directamente. Sus mejillas se están tornando rosas y su cabello ya se alborotó por el viento. No puedo imaginarla luciendo más bonita.
—Hagamos esto: nadie se volverá a disculpar. Ya estuvimos en el pozo de la miseria lo suficiente. ¿Hecho?
Me río entre dientes ante su tono mandón.
—Hecho.
Asiente con su cabeza, haciendo que un mechón de pelo le caiga en el rostro. Está a punto de quitarlo de en medio cuando la detengo con un gesto de mano. Me entrecierra los ojos cuando nota lo que planeo hacer, pero no dice nada. Cuando termino de tomar la fotografía, retoma la conversación como si nada hubiera sucedido.
—¿En verdad estás esperando por un gran gesto? ¿Fuegos artificiales y toda esa basura?
Una brisa fresca viene hacia nosotros y enredo mi brazo a su alrededor, no perdiendo esta perfecta oportunidad de tenerla junto a mí.
—Sólo estoy esperando por la epifanía. Aunque esperaba que tú pudieras comprar los fuegos artificiales.
—Cállate—sacude la cabeza, riéndose.
—Pero estoy siendo serio. Siempre he tenido epifanías, ese momento en específico y supongo que sólo estoy esperando por que la presión constante en el pecho, los escalofríos y la locura nunca terminen, que nunca se detengan.
—Creo que estás describiendo un ataque al corazón—se burla, mirándome con ojos divertidos. Dios, está tan cerca. Es sólo cuestión de inclinarme un poco y podré besarla.
—¿Me darás un ataque al corazón? —le pregunto, observando su boca rosa—. Vi que empacaste lencería.
Ella se ríe, deshaciéndose levemente de mi abrazo, y sostiene mi cabeza entre sus manos. Estoy comenzando a pensar que va a besarme cuando habla.
—Esas sensaciones no estarán ahí todo el tiempo, Edward—asegura—. Son cosas que sentirás cuando estés teniendo sexo o cuando veas a ese alguien haciendo una cosa estúpida y nada fuera de lo ordinario. Ahí es cuando lo sabes.
—Es la epifanía de la que estoy hablando—insisto.
—Sí, pero las emociones y sensaciones de las que hablas siempre estarán ahí mientras continúes queriendo a esa persona. Estarán ahí en momentos especiales o justo después de haber salido de la cama. Eres feliz cuando ellos son felices, estás triste cuando ellos están tristes. Ahí es cuando sabes que quieres a alguien.
Quiero preguntarle cómo es que sabe eso, cómo es que está tan segura, por qué habla como si ya fuera una experta en ello. Me alza las cejas y ahí es cuando lo entiendo. Está diciéndomelo sin decirlo, ella habla de esa forma porque ya está queriendo a alguien y ese alguien soy yo.
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Cuando está oscureciendo volvemos a salir para tomar fotos del atardecer y me encuentro con mensajes molestos y despechados de Alice, respondiendo a mis historias en Instagram y con algunos de Seth pidiéndome que le dé su número a algún "bombón atrevido que encuentre."
Fue algo extraño decirle a mi familia que saldría de la ciudad y que iría a Nueva York con una chica. Tuve que ser honesto porque Alice soltó la sopa.
—Oh, ¿acaso irás con tu novia? —comentó, lamiéndose los dedos llenos de jarabe de cereza.
A lo que mamá respondió con un jadeo y papá alzó las cejas, esperando una explicación. Lo mantuve breve, diciéndoles que estábamos intentándolo, lo que es verdad porque literalmente lo estamos intentando.
Alice rodó los ojos porque ya le había dicho hace meses exactamente lo mismo. Sólo les dije que la conocí por ahí y tuve que hablarles del origen del viaje. Mamá se llevó una mano al pecho y lamentó la situación del padre de Bella. Y ahora, Alice está reclamándome por no traerla conmigo.
not-so-alice: espero que te estés divirtiendo.
not-so-alice: yo estoy preparándome para mis finales.
not-so-alice: por si te lo preguntabas.
not-so-alice: aunque lo dudo. Es decir, estás en NY mientras yo estoy estudiando, pero no importa. Mis mejores deseos.
Le ruedo los ojos y tecleo una respuesta, tirándome en el sofá.
edwardcullen: deja de ser tan despechada. Vendremos después.
not-so-alice: ¿hablas de ti y Bella? ¿o de nosotros dos? Porque somos hermanos, por si no lo recuerdas. Y fuiste sin mí. Los hermanos no hacen eso.
edwardcullen: ¿acaso no tenías que estudiar para un examen?
not-so-alice: vete al diablo.
—¿Quieres cenar afuera? Hay una mesa—pregunta Bella, con su nariz presionada en el cristal de la puerta trasera.
—Está putamente frío.
Le resta importancia con un gesto de mano.
—Ese es el punto. ¿Sabías que el aire frío es bueno para la salud?
Paso mis dedos por la pantalla de mi celular y abro el mensaje de Seth.
Seth: ¿Por qué no tengo ningún mensaje de un hombre guapo que quiera conocerme?
Edward: Porque tal vez ningún hombre guapo quiere conocerte, idiota.
—¿Dónde leíste eso? —pregunto, abriendo mis brazos para ella, esperando que no me deje como un tonto y venga a mí.
Ella viene y se sienta en mi regazo.
—En una revista.
—No confío en las revistas—murmuro, abriéndome paso con mi nariz hacia su cuello, en donde dejo un beso.
—Trabajas para una—me recuerda mientras juega con los botones en la manga de mi abrigo.
—Mmm—inhalo su aroma—. Me gusta tu olor.
—Es Tom Ford. Tobacco Vanille—sonríe, presumida.
—Lo sé—. La aprieto entre mis brazos y vuelvo a olfatearla—. Pero no es eso. Es tu olor, hueles a… no lo sé—ella sube sus hombros, cosquilluda—. No puedo describirlo, pero me gusta.
—Gracias, supongo. Entonces, ¿cena afuera?
—Mmm—gimo antes de mirarla—. Mejor sólo el vino afuera, te congelaras y no quiero comer comida fría.
Bella rueda los ojos, pero acepta, levantándose.
Preparamos Rigatoni con pollo y abrimos la botella de vino tinto. Mientras cocinamos, la respuesta de Seth llega.
Seth: Indignante. ¿Acaso no le has dado mi número a nadie?
Edward: No, no haré tal cosa.
Seth: ¿Por qué, Edward? Sólo porque tú tienes el pastel completo no quiere decir que el resto no queramos un trozo. ¡Todos merecemos un poco de amor!
Lo ignoro y ya afuera, luego de la cena, nuestros alientos forman nubes de vapor. Bella mueve incesantemente sus piernas, tratando de calentarse.
—Te dije que estaba demasiado frío.
—Si, bueno, no lo esperaba.
Insisto en ir adentro, pero ella se rehúsa. Luego de un rato, parece acostumbrarse y sus dientes dejan de castañetear. Ahora puede sostener su copa sin parecer una anciana.
—Deberíamos de estar bebiendo chocolate caliente, no maldito vino—se queja, mirando a la oscuridad absoluta.
—No compramos chocolate—murmuro.
—Ya sé—se queja y da un trago.
—¿Qué dices sobre mantenernos en interiores de ahora en adelante? —pregunta, cuando entramos y deja salir un pequeño eructo mientras se saca las capas de ropa.
—No quiero decirlo, pero te lo dije—murmuro, acercándome.
—Sí, sí—agita su mano—. Tengo que entrar en calor—se gira de pronto haciéndome derramar mi vino en ella.
—¡Aahh! —gruño al mismo tiempo que ella chilla mi nombre—. ¡Accidente! —me defiendo.
—Y ahora mi ropa está arruinada—se queja, alcanzando una servilleta amasada para frotar la mancha borgoña.
—Lo siento, lo siento—repito, agitando mis manos alrededor, intentando solucionar algo.
—Sólo por eso te encargarás de los platos—dice con una mueca—. Iré a quitarme esto.
—Siempre podría desvestirte yo—le digo a su espalda.
Ella me mira sobre su hombro, con mejillas coloreadas.
—No lo creo, Cullen—resuelve.
Me dedico a limpiar el desorden en el piso y luego cargo el lavavajillas.
Bella regresa usando sus pantalones de yoga y una playera térmica. Se ha sujetado el cabello en una coleta.
—Sigo helada—dice.
La atrapo, tomándola de la cintura y la acerco a mí. Ella coloca sus palmas en mi pecho, intentando alejarse.
—Hay una bañera aquí—comento—. ¿Quieres probarla?
Me entrecierra los ojos y ladea la cabeza.
—¿Te refieres a que debería probarla o a que deberíamos probarla?
Finjo considerarlo por un momento.
—Cualquiera de las dos opciones. Pero más la segunda.
Bella sonríe con un lado de su boca y pica mis costillas, haciéndome dar un salto.
—Preferiría hacer otra cosa—se burla y le entrecierro los ojos.
—¿Qué otra cosa?
Bella me mira atolondrada por un segundo, como deliberando.
—Ehh…—carraspea y se mira los pies—¿quieres bailar?
Me carcajeo. Ella me mira rápidamente.
—¿Bailar? ¿Enserio prefieres bailar?
Me muestra la lengua y se gira para caminar hacia la sala.
—Preferiría hacer cualquier otra cosa.
—Auch.
La observo mientras enciende la televisión y elige la música. Me mira cuando Van Morrison comienza a sonar.
—¿Sí? —ladea su cabeza y estira su mano hacia mí.
Me apoyo de la encimera para incorporarme y caminar inseguro.
—No sé bailar, Bella—me quejo.
—No es necesario saber bailar—responde con voz suave—. Ni siquiera tendrás que mover los pies. Lo prometo.
—Bien—acepto a regañadientes, aunque ya estoy colocando mis manos en su cintura. Ella me abraza, dejando sus palmas abiertas en mi espalda y recarga su cabeza en mi pecho.
Nos balancea ligeramente, en silencio. Apoyo mi mejilla en su cabeza y me concentro en la letra de la canción. Bella frota lentamente el mismo sitio en mi espalda hasta que comienza a abrazarme más fuerte y suspira.
Enredo mis brazos a su alrededor y le regreso el abrazo. Permanecemos moviéndonos en el mismo sitio, simplemente enredados, escuchando la música excesivamente romántica.
Accidentalmente, piso sus dedos.
—Auch—musita.
—Lo siento.
—Dije que no tenías que mover los pies.
—No los estoy moviendo.
—¿Entonces por qué me pisaste?
—Have I told you lately that I…*
—No. Silencio—me detiene, dándole demasiado significado a la canción.
—Lo lamento.
—Sólo baila, Edward—resuelve con un suspiro.
Pasamos un buen rato así, hasta que la canción termina y cuando Elvis comienza a decir que sólo los idiotas se apresuran, Bella deja un beso en mi pecho, tomándome desprevenido y haciéndome estremecer. En respuesta, ella pasa sus manos por toda mi espalda.
—¿Edward? —susurra.
—¿Mmm? —la aprieto cuando no dice nada.
—¿Estás entrando en calor?
Sonrío.
—Yo no era el que tenía frío.
—Bien porque yo no.
Me alejo, llevando mis manos por sus brazos hasta que entrelazo nuestros dedos.
—Te dije que había una bañera.
Inhala y una pequeña sonrisa trepa en su boca lentamente.
—Iré a encargarme de eso.
La dejo libre y me encargo de apagar la televisión y cerrar la puerta trasera. Unos momentos después, me acerco nervioso para golpear la puerta del baño.
—¿Bell? —la llamo.
Me siento como un hombre virgen en su noche de bodas. El cuerpo entero me cosquillea por la mera posibilidad de que ella me deje unirme o al menos por la probabilidad de que me deje abrir la puerta y verla entre burbujas y espuma.
Ella no tarda en abrir, su cepillo de dientes está colgando de su boca. La bañera está llenándose y ella regresa a su posición frente al espejo.
—Estoy aquí para reclamar mis derechos—anuncio, fingiendo tener toda mi mierda junta y alcanzo la pasta dental.
—Pff, ¿qué derechos? —pregunta, sus palabras apenas entendibles entre toda esa espuma.
—Vas a tomar un baño. Tengo derecho de ver a mi novia en la bañera y de paso, unirme—finalizo, antes de meter el cepillo a mi boca.
Ella alza las cejas y escupe.
—¿Soy tu novia?
—¿Quieres apostar?
—Vas a perder—resuelve.
Me ha dejado sin palabras y no se me ocurre ningún comentario inteligente así que mejor me concentro en mis dientes… hasta que ella comienza a quitarse la ropa.
La playera es de lo primero que se deshace, se quita la liga del cabello y lo sacude, como en un comercial de champú. Sus ondas chocolates enmarcan su cara de una manera increíblemente sensual, pero vuelve a sujetarlo en un moño.
Trago cuando se saca sus leggins.
No dice nada cuando me ve desnudarme. Lo que es bueno porque quiere decir que me dejara entrar a la bañera.
Ni siquiera me molesto en intentar bajar u ocultar mi erección. Ella me observa, pero tampoco dice nada.
Sólo suspira antes de cerrar los ojos y apoya su cabeza en el borde de la bañera. Salpico ligeramente su rostro.
—No vine hasta aquí para bañarme, que quede claro.
Ella ríe y alza su pie, haciendo olas.
—Puedes masajear mis pies.
A pesar de mi queja, comienzo a hacerlo y ella toma mi pie izquierdo, volviendo a cerrar los ojos.
—¿Eres un chico de pies?
—No—me río.
—¿Cuál es tu fetiche? ¿O fantasía? —me mira con un solo ojo y continúa con mi pie derecho.
—No tengo ninguna.
—Claro—musita—. Nunca había pensado en eso hasta Halloween—anuncia—. Creo que encontré mi fetiche.
—¿Disfrazarte de personajes de comics?
—No—sonríe—. Morder. Me gusta eso.
Mi regazo cosquillea, incrementando la tensión.
Bella no presiona. Se mantiene en silencio excepto por pequeños gemiditos de placer cuando presiono las plantas de sus pies. No estoy seguro de si está planeando esto o no, pero me está volviendo loco.
—¿Entonces? —interrumpe mis pensamientos—. ¿Tu fantasía?
—Ninguna—insisto, evitándome la vergüenza.
—¿Qué? —se ríe—. ¿Acaso quieres que alguien te ponga una correa o algo así? —sus hombros están temblando y tengo que reírme junto con ella.
—¡No!
—¿Entonces? ¿Una nerd? ¿Una nudista? ¿Una mamá sexy?
—¡Ugh, no! ¿Estás loca? —pico su pie y salta, salpicando mi pecho.
—¿Entonces? —presiona sin dejar de reírse—. Regrésame mi pie, por si acaso.
Lo sujeto fuertemente por el tobillo y me concentro en él, presionando mis pulgares en sus plantas y sin mirarla se lo digo.
—Tal vez un trío.
Bella no dice nada, así que la miro. Hay una sonrisa en su boca y menea las cejas.
—Oh, eso no es tan malo. Esperaba algo jodidamente raro. Aunque, por supuesto, eso no pasará conmigo—finaliza, sus ojos cerrándose otra vez.
—No pasará nunca—acepto, rendido.
—Es bueno saber que lo sabes.
—Mmm.
Detengo mis atenciones en sus pies y los coloco a mi lado, apoyados en el suelo de la bañera. Parece que este baño será eso y sólo eso, así que suspiro y decido relajarme, cerrando los ojos.
Puedo sentir los movimientos de Bella, mientras pasa despreocupadamente la esponja por su cuerpo, olas dispersas chocan contra mi pecho, hasta que escucho un ligero chapoteo y de pronto Bella está tocándome el rostro.
—Eres increíblemente guapo, ¿sabías eso? —murmura, pasando las puntas de sus dedos por mis pómulos.
—Me lo han dicho antes—picoteo y ella ríe, apoyando su frente en mi barbilla.
Se aleja, su rostro volviéndose serio y llevo mi mano a su espalda para acariciarla. Está cálida y huele a sales de baño.
Bella se lame los labios y observa mi boca antes de verme a los ojos, acaricia mis cejas con sus pulgares.
—¿Puedo besarte? —pregunta, como si yo hubiera puesto esa implícita regla.
—Estaba esperando esa pregunta o que simplemente lo hicieras—la acerco a mí, sus pechos presionándose contra mi brazo.
Se acerca a mi rostro y siento su aliento contra mis labios antes de que los suyos estén ahí. Sabe a menta y la sostengo por la nuca con una mano, aprisionándola y no dejando que se vaya. He esperado este momento por dos semanas y mi boca busca la suya como si estuviera sedienta. Ella toma mi cabello en su puño y su mano izquierda baja por mi pecho hasta caer en mi regazo, en donde aprieta, haciendo que un siseo se me escape.
Parece pensarlo y su mano regresa a mi cuello, su lengua jugando con la punta de la mía. Se aleja dejando un último beso en mi barbilla y sujeto su rostro.
—¿Podríamos seguir besándonos la próxima vez que discutamos? No quiero pasar días sin hacerlo.
Ella mira hacia abajo y descansa sus manos en mis antebrazos.
—No habrá próxima vez. Lo haremos funcionar a partir de ahora.
Acomodo torpemente su cabello y la miro a los ojos.
—¿Lo prometes?
—Sólo si tú lo haces también—condiciona.
—Funcionará. Lo prometo.
—Bien. Lo prometo—suspira y me da una pequeña sonrisa—. ¿Terminaste aquí? Quiero ir a la cama.
Dejo un beso en su frente y froto su espalda.
—¿Quieres que vaya a la cama contigo?
—Si—ella besa la base de mi garganta—. Te he extrañado.
En silencio, vaciamos la bañera y Bella alcanza una toalla para mí.
—¿Me dirás si es demasiado? —pregunto, terminando de secar mi cuerpo una vez que estamos en la habitación.
—No será demasiado. Estará bien—ella asegura, tirando su toalla al piso y yendo hacia el centro de la cama.
Voy hacia ella y la beso. Bella juega con mi cabello y después lleva ambas manos a mi espalda, rascando y abriendo sus piernas. Le beso el cuello, bajo por su cuerpo y sostengo uno de sus pechos.
—Ah, otra fantasía…—murmuro contra su piel—. Estos.
Ella ríe y revuelve mi cabello.
—Cállate.
Le guiño antes de colocar mi boca sobre su pezón. Ella gime, cerrando los ojos y se desata el cabello.
Sostengo sus caderas cuando mi rostro está a centímetros de su centro y coloco sus piernas sobre mis hombros. Gime y balbucea. Amo su sabor, su olor… me nubla completamente y sólo soy consciente de sus manos jalando mi cabello y sus piernas cerrándose, así que las abro y continúo mis asaltos, de arriba hacia abajo. No ha terminado y, al parecer, mi trabajo tampoco.
Apuña las sábanas y la almohada, se arquea y bebo lo que quiera darme. Mi regazo está hecho nudos y trato de controlarme mientras Bella se recupera.
Ella toquetea las sábanas a su lado, indicándome que me tire ahí, así que la obedezco y las puntas de su cabello me hacen cosquillas en los muslos. Sostengo su cabello con mi mano izquierda y ella recorre mi miembro con su lengua, de arriba a abajo. Se pone cómoda entre mis piernas y su atención va hacia la punta. El ritmo que establece se acelera y pronto me encuentro diciéndole que estoy cerca, pero ella no se detiene. Entrelaza sus dedos con los de mi mano libre y se queda ahí, esperando, así que lo dejo ir.
Bella me besa y se desliza en mí. Sus caderas se mueven y las sostengo, guiándolas. Ella besa mi cuello y juega con el lóbulo de mi oreja. Para cuando llega al punto esperado, ya estoy sobre ella, a segundos de descargarme.
Su boca se queda pegada a la mía y tragamos nuestros jadeos mientras termino.
Bella rasca mi espalda ausentemente y el tiempo se detiene mientras nos recuperamos. Olfateo su cuello, que huele a lavanda, a Tom Ford y a Bella.
—Eso fue bueno—susurra, puedo escuchar la sonrisa en su voz—. No lo había dicho antes, pero tienes una expresión cuando vas a hacerlo.
Me río, recordando las palabras de alguien más. Obviamente no le diré eso.
Me alzo en mis codos para verla a la cara y sostengo su barbilla.
—Eres deliciosa, debo decir.
—Ya me habían dicho eso antes—pica mi costilla y pego un brinco, entrecerrándole los ojos.
—Espero que no—la señalo con mi dedo, amenazándola y ella ríe, pateándome lejos.
—Hagámoslo de nuevo.
—¿Qué cosa? —le frunzo el ceño, fingiendo que no sé de lo que habla.
Rueda los ojos.
—El amor.
—¿Qué tiene el amor?
Gruñe, sonriendo.
—Hagamos de nuevo el amor—dice finalmente.
Mi pecho se calienta al tiempo que mi regazo cosquillea.
—Ah, eso—le sonrío.
Ella deja un beso en mi sonrisa y lleva su mano a mi dureza.
—Si, eso.
*La canción se llama "Have I Told You Lately That I Love You" que significa "¿te he dicho últimamente que te quiero?"
¡Hola! Muchas gracias por sus comentarios. Son muy lindos. Espero que les haya gustado este capítulo. No se preocupen, no falta mucho para que pase lo que todas estamos esperando.
Y en el siguiente ya estaremos de vuelta en Forks.
Nos seguimos leyendo. Feliz sábado.
