48
Edward
El tiempo se mueve demasiado deprisa, todo se me está viniendo encima. La sensación de que todo es importante no me ha dejado desde la noche de año nuevo. Es como si tuviera una enorme lista de pendientes, pero que aun así olvidé agregar uno. El amor está ahí, pero todavía no logro aterrizarlo en mi mente, sé a quién quiero, sé que mi hijo está en camino, pero el concepto de un hijo me parece tan ajeno. ¿Por qué sería yo un padre? ¿Por qué ahora? No estoy listo. Siempre hay un "pero" de por medio.
Pero.
Pero.
Pero.
Siempre es así, yo soy el del problema.
Y a pesar de que todo parece trascendente, sigo pensando que no le estoy dando la importancia necesaria.
Tal vez aún no logro concebirlo y mi mente está jugándome trucos.
Pasa cada vez que estoy lejos de Bella. Es como si ella fuera un ancla que me sostiene al suelo y me hace ver que esto en realidad está sucediendo. Y soy tan feliz en ese momento. Tenemos un secreto y es tan palpable en el ambiente que me envuelve en una burbuja y mis preocupaciones se van. Basta con verla para saber que todo estará bien.
Y luego todo vuelve a caerse a pedazos cuando estoy lejos de ella. Como ahora.
—¡Hey! —Seth me pica la espalda con el palo de su escoba. Lo miro sobre mi hombro—. Oh, creí que usabas audífonos. ¿Por qué me estabas ignorando entonces? —se lleva las manos a las caderas y me frunce el ceño.
—Lo siento, estaba pensando en otras cosas. ¿Qué?
—Voy a barrer. Muévete—masculla, golpeándome las piernas.
Me alejo de la mesa que estuve limpiando excesivamente mientras mi crisis se manifestaba y continúo con la siguiente, rociando desinfectante y alcanzando otra toallita. El silencio se rompe por el celular de Seth timbrando sobre la barra.
—Tu mamá otra vez, Seth—murmura Paul, que regresa de la oficina con su enorme libro de balances y su laptop.
—Ugh, sigue llamando para gritarme porque no fui a casa para las fiestas—contesta él—. Ya le dije que tenía que trabajar.
—Por cierto—carraspeo, intentando con todas mis fuerzas dejar mis pensamientos fatalistas detrás—. ¿Cómo estuvo el año nuevo?
—Genial, hombre—Paul se ríe entre dientes, tecleando—. Mi tío todavía puede pararse de manos y beber del barril.
Seth se carcajea.
—¡Eso estuvo bueno! Me escabullí a la habitación de sus padres a tomar una siesta y ni siquiera notaron que estaba ahí—Seth me señala—. Me fui cuando empezaron a besarse.
—Agh, no hables de mis padres besándose—masculla Paul—. ¿Cómo estuvo el tuyo? —me señala con su barbilla, rebotando su pie en el piso.
Oh, pues nada fuera de lo común, simplemente voy a tener un hijo con mi novia de cuatro meses.
—Bien—me encojo de hombros—. Llevé a Bella a casa, mi abuelo la confundió con Lauren—me río entre dientes. Tenía que ser el abuelo el que incomodara la fiesta.
—¡No! —Seth me golpea la espalda—. ¿Qué fue lo que dijo?
—Oh, hombre, eso es horrible—comenta Paul, riéndose.
Camino hasta la barra y me siento en un taburete, bebiendo de mi botella de agua.
—Le preguntó si se había cambiado el cabello y que si le iba a dar un masaje.
—¿Y qué dijiste? —Seth quiere saber.
—¡Nada! Alice fue tan linda como siempre y le dijo abiertamente que la estaba confundiendo.
—Ugh—él frunce la nariz—. Ah, ¿sabes las buenas nuevas? —salta hacia nosotros, agitando su trapo de limpieza al aire. Paul sacude la cabeza, riéndose—. ¿Las sabes?
—¿Qué buenas nuevas? —los observo, cuestionándolos.
—¡Conocí a alguien! —brinca frente a mí—. Un día antes de año nuevo, su nombre es Riley ¡y es guapísimo! ¿verdad que es guapísimo, Paul?
Este se encoge de hombros y lo mira de soslayo.
—Si tú lo dices.
Seth rueda los ojos y empuja su brazo.
—Por supuesto que sabes que es guapo. Trabaja en la maderera—me asiente—. Y tengo su número y él tiene el mío y vamos a tener una cita.
Le sonrío, sintiéndome genuinamente feliz por él.
—Ya era hora, hombre. ¿Dónde lo conociste?
—De la forma en la que nunca crees conocer a alguien—musita Paul, comenzando a trabajar sobre su libro de balances.
—Fuimos al supermercado y mientras estábamos descargando las compras, la bolsa de papas se abrió y todas rodaron por el estacionamiento, ¡lo hubieras visto! —Seth lanza sus brazos al aire—. Y luego comencé a recogerlas mientras Paul, el idiota, sólo se reía y luego Riley vino y me ayudó. Tiene manos grandes y rasposas, ¡quiero que me estruje!
—¡Oye! —Paul se queja.
—Silencio. Y así fue como lo conocí.
—Eso es genial—palmeo su espalda—. ¿Cuándo saldrás con él?
—Mañana. Porque sabe que el resto de las noches estoy ocupado. Y ahora estaré aún más ocupado porque alguien me obligó a regresar a la escuela—le da una mirada sucia a Paul antes de regresar al centro de la pista a recoger la basura.
—¿Cuándo inicias? —pregunto, recordando los cursos de negocios que Paul lo hizo tomar.
—El miércoles. Sólo tengo que ir tres días a la semana.
—Lo que me recuerda…—interrumpe Paul y me señala con su lápiz—. Dijiste que tal vez invertirías en el bar.
Suspiro, apoyando mis manos en mis rodillas.
—Lo sé, hombre. En verdad lo estoy pensando… mucho más últimamente—confieso.
La idea cruzó mi mente la noche de la gran noticia, mientras intentaba calmar la adrenalina y quedarme dormido.
—¿Por qué últimamente?
—Necesitaré el dinero.
—¿Para qué? —Seth me evalúa con sus ojos entrecerrados, pasando a nuestro lado, arrastrando la bolsa de basura tras él.
—Para algo—lo corto.
Rueda los ojos y se pierde en la bodega.
Paul regresa su atención al libro y a la pantalla frente a él, llena de tablas y cifras. Me preocupa el dinero, no puedo hacer algo tan descabellado, no puedo arriesgarme justo ahora. Diablos, pude haberlo hecho antes.
—Si invierto…—Paul me mira, aburrido—. ¿Cuánto tiempo tomará para que saque algo de ello?
Se encoge y su boca hace un puchero mientras lo contempla.
—Tan pronto como pongamos tu dinero a trabajar. Yo diría que…—sus ojos se mueven de un lado a otro—. Un mes o un mes y medio. Y luego podemos encargarnos de las cosas legales.
—¿Listo para el inventario? —Seth me llama, desde la puerta de la bodega.
—De acuerdo. Tal vez venga cada noche, sólo me iré temprano. Necesito el dinero—voy hacia Seth, que nos mira atento.
—Bueno, piénsalo—finaliza Paul—. Y de esa manera no tendremos que contratar a otro barman.
xxx
—¿Y cómo…? —miro sobre mi hombro hacia una Bella que ya no está ahí. Gimo en frustración—. ¿A dónde fuiste?
—¡Tengo que usar el baño! —grita desde el pasillo.
Le ruedo los ojos a la nada.
—¿Otra vez? Hay un baño en el restaurante.
—¡Silencio!
—Vamos tarde, Bella.
—Claro que no.
Bufo y decido esperar en el auto, ajustándome el abrigo alrededor.
Es el cumpleaños de Heidi y decidió festejarlo con una cena en el restaurante italiano del centro, así que llevo a Bella conmigo. Tiene sentido que la haya invitado por dos razones. La primera, la extrañé como un loco durante todo el día y la segunda, ellos quieren conocerla y me parece que ya es tiempo de que lo hagan.
Bella entra al auto, apurada, y se coloca el cinturón de seguridad dándome una sonrisa.
—Andando, muero de hambre.
Cuando llegamos al lugar, la anfitriona nos señala la mesa de Heidi. Ellos ya están ahí, al igual que otras dos chicas. Me parece que sus nombres son Jane y Chelsea. Bella enreda su brazo en el mío y oculta medio cuerpo detrás de mí, cohibida.
—¡Hey, Edward! —saluda Eric con un gesto de mano. Su sonrisa se congela cuando nota a Bella detrás de mí.
—Hola—murmuro, deslizándome a su lado en el sillón.
Heidi y él me dan una mirada de "¡oh por dios! ¡no lo hiciste, tú bastardo!", antes de ver brevemente a Bella. Les doy una sonrisa come mierda y rodeo los hombros de Bella con mi brazo.
—Bella, ellos son Heidi y Eric. Heidi y Eric, esta es Bella.
Bella les sonríe.
—Es genial conocerlos finalmente, chicos.
Ellos lucen sorprendidos, sus ojos se abren por un segundo.
—¿Sabías de nosotros? —pregunta Eric, mirándola fijamente.
—Seh, claro. He escuchado mucho de ustedes—Bella le responde, tamborileando sus dedos en la mesa—. ¡Feliz cumpleaños, Heidi!
—Oh dios, eso es increíble—murmura Heidi—. Como sea, gracias—se lleva la mano al pecho—. Es genial que hayas venido. Ellas son Jane y Chelsea—las señala, diferenciando a la rubia Jane de la morena Chelsea—. Jane, Chelsea, este es Edward y Bella, su novia.
Ellas intercambian sonrisas y saludos y entonces Eric vuelve a llamar su atención.
—¿Qué tan cierto es que Swan Crops le dará una entrevista a Le Monde?
Bella suspira y se recarga en su asiento, colocando descuidadamente su mano sobre mi muslo.
—Si, mi tío la dará. Creo que la próxima semana.
—Genial—Eric asiente, satisfecho—. Y nosotros que por poco nos colamos—le susurra a Heidi, pero todos podemos oírlo.
Bella me pregunta con la mirada y le resto importancia con un gesto de mano.
—Creí que habíamos llegado tarde—comento, en un intento por cambiar el tema—. Pero Victoria ni siquiera está aquí todavía.
—Ella es la que siempre llega tarde. ¿Tienen hambre? Tomen, coman pan—Heidi desliza la canasta hacia nosotros y Bella no pierde el tiempo en tomar una tira.
Victoria llega junto a un chico, que sonríe y toma el único espacio disponible, justo al lado de Bella.
—Nos encontramos en la entrada—explica Victoria—. Oh, tú debes ser Bella.
Bella asiente y Victoria me entrecierra los ojos, con una sonrisa de listilla. El chico, cuyo nombre es Tyler, es amigo de Heidi y luego llamamos al mesero y ordenamos.
Mientras esperamos por nuestra comida, Bella cuchichea en mi oído, preguntando qué es todo ese asunto de las miradas intercambiadas.
—No los estoy incomodando, ¿cierto?
—Para nada—resuelvo—. Ellos simplemente no me creyeron cuando les hablé de ti.
—¿Y eso como por qué?
—Creen que no tiene sentido que salgas conmigo.
Ella bufa una risa.
—No, no lo tiene—dice—. Bromeo—se apresura a ponerse seria cuando le entrecierro los ojos. Le da un apretón a mi mano y dejo un beso en su mejilla.
Cuando nuestras entradas llegan, Tyler le da un golpecito al tazón de Bella mientras el resto continúa la conversación.
—Mi mamá hace la mejor sopa Minestrone—dice.
—¿Enserio? —Bella le echa una ojeada a su comida—. ¿Y eso por qué?
—Soy italiano, primera generación—explica—. Vinimos a Estados Unidos cuando tenía seis.
—¿Y por qué te llamas Tyler? —ella suelta una risita, sumergiendo su cuchara en su Minestrone.
Él se encoge de hombros y hace lo mismo con su sopa.
—Papá siempre quiso llamarme así.
—Genial—Bella le sonríe—. Entonces disfruta tu Minestrone, que no es tan buena como la de tu madre.
—¿Tú no eres italiana?
Ella se ríe entre dientes.
—Para nada.
—Te llamas Bella.
—Y tú Tyler.
Y luego intercambian risas.
Ja ja, muy gracioso.
De pronto, Victoria frunce el ceño mientras mordisquea su ración de pan.
—¿Qué pasa con Afton?
La cuchara de Heidi queda suspendida frente a su boca y todos compartimos una mirada, a excepción de Bella y Tyler, que parecen muy enfrascados en su conversación.
—Oh, eso—Heidi carraspea—. ¿No te lo dije? Terminamos el otro día—soluciona.
Eric oculta una risa detrás de su copa de vino y Jane y Chelsea comparten una mirada, frunciéndose el ceño.
—Ah, qué mal—comenta Victoria, regresando a su comida y por el tono que le pone, es claro que ni siquiera se siente mal por eso.
—¿Quién rayos es…
—¿Ya probaste el pan, Chelsea? —Heidi la interrumpe—. Queda muy bien con tu ensalada.
—Estoy comiendo sopa.
—Ah, pues aún mejor—Heidi murmura, enterrándole la canasta de pan en el pecho—. Sumérgelo bien.
—Ugh—Eric gruñe, deslizando su teléfono de vuelta a su bolsillo—. Adivinen quién toma el mando de Recursos Humanos.
—¿Quién? —Heidi le frunce el ceño.
—Siobhan—rueda los ojos.
—¿Cómo lo sabes? —Victoria se inclina para verlo.
—Me lo dijo Tommy.
—¿Tommy el de Marketing?
—Ajá—él chupa su cuchara—. Me lo acaba de decir, pero no lo escucharon de mí—nos señala.
—¿Por qué hablas con Tommy? —cuestiona Heidi, con cara de disgusto.
Eric se encoge.
—Es amable. Siempre y cuando se mantenga alejado. Huele a pescado.
—Tal vez se está convirtiendo en sirena—ofrece Victoria.
Una carcajada de Bella llama nuestra atención y le echamos un vistazo sólo para descubrir que no se está riendo del comentario de Victoria, sino de un chiste que Tyler le dijo. Un chiste demasiado gracioso al parecer.
Ya lo estoy odiando.
—Como sea—Heidi retoma la conversación—. ¿Cómo sabe Tommy eso?
—No lo sé—se queja Eric—. Los de Marketing tienen muchos secretos. Conocen nuestros pasos.
—Espero que sepan que todo el mundo odia su olor a camarón—finaliza Heidi, arrojando la servilleta en su regazo.
—¿Qué hay de malo con Siobhan? —interviene Victoria.
—Ugh, es un dolor en el culo—Heidi responde, arrugando el rostro—. Ya puedo imaginarla, observándonos con sus enormes ojos de halcón. Dejaré el trabajo, estoy harta de jefes por todos lados.
—Uh—Eric me mira—. Qué mal, Edward.
—Oh no, Edward me agrada—Heidi me señala descuidadamente—. Y es el único jefe guapo que he tenido.
—¿Por qué todo el tiempo dices eso? —pregunto, revolviendo mi crema descuidadamente.
—Porque lo eres—se encoge—. Eres mi amor platónico.
—Un poco de respeto, por favor—Eric intercede, alzando la mano y mirando a Bella.
—Ella ni siquiera está prestando atención—Victoria masculla bajo su aliento.
Y es cierto. Bella está demasiado interesada en cualquier historia estúpida que Tyler le esté contando.
Tal vez él debería irse a comer la Minestrone de su madre. Si iba a criticar la comida, no debería de haber venido. Es simple lógica. Imbécil.
—¿Qué veo ahí? ¿Un rival? —Eric entierra su codo en mis costillas.
—Hazte a un lado, idiota—lo empujo con mi hombro, pero apenas lo muevo.
—¿Pediremos un postre? —pregunta Jane sobre el hombro de Heidi. Está leyendo el menú a pesar de que su plato aún tiene comida—. Estábamos pensando en el Zuccotto o en la Sacripantina.
—Mmm—Heidi arruga la nariz—. No me gusta el licor en la comida. Quedémonos con la Sacripantina.
Eric pelea por el menú con Chelsea y Jane, diciendo que quiere ordenar algo más y aprovecho las conversaciones cruzadas en la mesa para alcanzar la mano izquierda de Bella que descansa en su regazo.
Noto que Tyler sigue el movimiento y continúa hablando, evitando que Bella me mire. Ese pequeño idiota. Bella sostiene mi mano entre las suyas y le da unas palmadas, asintiendo con una sonrisa a las palabras de Tyler. Luego me mira y él deja de hablar, girándose completamente en su asiento y enfrentando la mesa, como debió estar haciendo desde el principio.
—Hey—Bella susurra, sonriente.
—Hey—mascullo—. ¿Te estás divirtiendo?
—Si—asiente—. Tus amigos son geniales.
Le entrecierro los ojos.
—Sólo has estado hablando con Tyler.
Ella mantiene su rostro estoico por un segundo, leyéndome, luego me entrecierra los ojos de vuelta.
—Vamos, Edward—susurra, sus labios apenas moviéndose.
Me inclino a su oído.
—¿Te diste cuenta de que Heidi estaba llamándome guapo?
—Eso no es muy genial de su parte—responde, pellizcando mis dedos.
—Ni siquiera lo notaste porque Tyler acapara tu atención—las carcajadas de Chelsea y Heidi cubren nuestra conversación susurrada y Bella suelta mi mano, recogiendo las suyas sobre la mesa—. Todos lo notaron.
Bella me mira a la cara. Sus ojos llamean y la cortina de cabello cubre su mueca.
—Es sólo una plática—sus palabras son duras y sus dientes apenas se despegan.
No quiero discutir. A pesar de que yo inicié esto, pero no ahora. No frente a todo el mundo y no en el cumpleaños de Heidi. Eso es bajo. Así que suspiro y alcanzo mi tenedor.
—Bien.
—Bien—masculla ella y se acomoda el cabello antes de alcanzar su cuchara.
El resto de la noche, Bella incluye a Chelsea y a Jane en su conversación con Tyler y luego Eric llama su atención, haciéndole preguntas sobre el cultivo de manzanas. Escucho atento, sorprendido de alguna manera por todas las cosas que ella sabe. Nunca antes me ha hablado de Swan Crops, tal vez sólo tengo que preguntarle.
Si ordenamos la Sacripantina y tanteando el terreno, rodeo los hombros de Bella con mi brazo. Ella no se aleja, pero no estoy seguro de la razón. Tal vez sólo está aparentando que no pasa nada o tal vez ya no está molesta.
Es difícil saberlo con ella.
Pero aprovecho la oportunidad y dejo un beso en su sien antes de colocar mi mano libre sobre su muslo.
Para cuando es hora de irnos, Heidi y Eric se quedan hablando con ella en la acera mientras voy en busca de mi auto para acercarlo al restaurante. Ellos se ríen y pegan saltitos en su lugar en un intento por mantenerse calientes.
—Gracias por traerla, Edward—Heidi me da un codazo—. Ya le dijimos todas las cosas que dices de ella, así que…
—Cierra la boca.
Heidi se ríe y se aleja el cabello del rostro con su mano enguantada.
—Feliz cumpleaños otra vez—Bella murmura—. Nos vemos por ahí.
—¡Genial! —Eric choca los puños con ella y caminamos en silencio hasta el auto.
—Lamento eso—murmuro cuando estamos cerca de casa, bajando el volumen de la música.
—Está bien. Te hice sentir incómodo, yo lo lamento—musita, mirando por la ventanilla.
—No, yo lo siento. Dijimos que no más peleas.
Me mira de soslayo.
—No tenemos por qué pelear—resuelve—. Pero está bien, creo que yo me habría sentido igual. ¿Crees que ellos te la harán pasar mal?
Me encojo y le resto importancia con un gesto de mano.
—No me importa lo que ellos digan.
—Bueno…—lanza un suspiro y se alisa su regazo—. En mi defensa, él en verdad tiene buen sentido del humor.
Me abstengo de rodar los ojos y asiento distraídamente, fingiendo que el retrovisor llamó mi atención.
—Y gané algo más—agrega.
—¿Qué?
—Tú todo celoso—se muerde los labios para evitar una carcajada—. Es muy sexy.
Bufo una risa y aprieto su rodilla.
—Y tienes suerte.
—Ah, ¿sí? ¿Y eso por qué? —pregunto, deteniéndome en un alto.
—Porque estoy embarazada—mi corazón se retuerce y aletea ante eso—. Y no puedes negarle nada a una mamá. Y justo ahora soy una mamá muy cachonda.
¡Hola! Estaba aburrida así que les traigo un nuevo cap jeje.
Muchas gracias por sus comentarios (: Veremos qué más les depara el futuro a todos estos chicos.
¡Saludos!
