51


Edward

En el momento en el que Paul y Seth cruzan la puerta del café sé que Paul le dijo la verdad a Seth. Su ceño está fruncido, arrastra los pies, mira el suelo y luce como si no quisiera estar aquí.

Caminan hacia nosotros y Bella continúa jugando con el azucarero.

—Hola—saluda Paul—. ¿Cómo están?

Seth se deja caer sin gracia en el sillón frente a nosotros y Bella le frunce el ceño. Su alegría irradiante y su sonrisa contagiosa no están presentes, lo que me hace odiar más a ese idiota de Riley. Seth se dedica a mirar por la ventana, apoyando su mejilla en la mano y suspira.

—Seth no quería venir—Paul anuncia mis temores y asiento en entendimiento. Él masculla algo entre dientes.

La boca de Bella se abre y aprieto su muslo. Me mira y meneo la cabeza, disuadiéndola de su interrogatorio.

Ella se entierra en su asiento.

—Bien—rompo el incómodo silencio—. ¿Quieren ordenar algo? —le doy un golpecito al porta menú y Paul lo toma, leyendo.

Bella y yo intercambiamos una mirada luego de ver a Seth y sé que la curiosidad la está matando. Suspira y afianza su agarre en mi brazo, acercándose más como si tuviera frío.

Le hago una mueca cuando ordena su incipiente almuerzo de croissant y té y ella se encoje.

—No tengo hambre—susurra a mi lado mientras la camarera está ocupada tomando la orden de Paul.

—Tienes que comer—le recuerdo, alzándole la ceja en un intento por persuadirla.

—No me siento muy bien—confiesa.

Le frunzo el ceño, listo para salir corriendo de aquí.

—¿Qué te pasa? ¿Qué sientes?

—Nada—me da una pequeña sonrisa—. Sólo tengo náuseas.

—Mmm—murmuro, buscando la verdad en su rostro, pero ella me tranquiliza frotando mi brazo.

—Está bien, bebé—dice.

Paul ordena por Seth, que ya dejó de ver por la ventana y que ahora recoge con su dedo el azúcar que Bella tiró en la mesa.

—Ni siquiera me gustan las salchichas salteadas—le dice a Paul cuando la camarera se va.

—Bueno, a mí si—resuelve él.

Seth bufa y se acomoda en su asiento.

Nadie dice mucho mientras esperamos la comida. Paul lanza comentarios sobre la nieve y el granizo de la noche del viernes por aquí y por allá. Mira por la ventana y luego me hace preguntas sobre mi auto, hablando de su tío y de cómo se quebró el brazo.

—Ah, qué mal, hombre—murmuro, sin estar muy seguro sobre qué decir.

Todo esto se siente horriblemente incómodo y quiero saber cómo es que Paul tuvo las bolas para contarle a Seth lo sucedido. Supongo que hubo muchos gritos en medio.

La camarera trae el almuerzo de Bella y nuestras bebidas, diciendo que el resto de la comida no tardará mucho.

—Yyy…—inicia Bella, echando azúcar a su té—¿harán algo por San Valentín en el bar?

Paul hace una mueca inmediatamente y Seth deja de remover su café.

Mierda. Mi novia acaba de lanzar una granada y no hay nada qué hacer al respecto.

—No, no hay nada que celebrar—Seth responde con voz dura—. San Valentín puede joderse de aquí hasta la eternidad.

Bella lo mira con ojos bien abiertos, seguramente no esperando esa reacción de la persona más festiva y amorosa que ha conocido en la vida.

—Bien—ella dice, como aceptándolo.

—El amor no existe, está sobre valorado. No es más que esperar el momento perfecto en el que la otra persona se descuide para follarte a alguien más—continúa Seth.

La camarera se congela a nuestro lado y lo observa sorprendida. Nos da una sonrisa tensa.

—Aquí está el resto—coloca los platos frente a nosotros—. Disfruten.

—No lo sé, Seth—comienza Paul cuando ella se aleja—. El amor puede ser genial, ¿cierto, Edward, Bella?

Sacudo ligeramente la cabeza, dándole una mirada reprobatoria. Ese idiota.

—¿Por qué no te sacas los ojos con esta cuchara? —Seth masculla, meneando el utensilio frente a su cara—. Cierra la boca, Paul, ni siquiera tienes novia.

En ese momento, su celular vibra con un nuevo mensaje y su mirada se clava en él. Está a punto de tomarlo cuando Paul se lo arrebata.

—No, hombre—lo sentencia, echándoselo al bolsillo.

—Sólo un "jódete"—implora Seth.

—Eso puedo escribirlo yo—Paul comenta, alzándole las cejas.

Seth refunfuña y regresa su atención a la comida frente a él.

—Entonces no hay celebración—dice Bella, que no ha probado su comida.

—No, no la hay, Bella—Seth exhala, desinflándose como un globo.

—¿Estás bien? —ella ladea la cabeza, genuinamente curiosa y confundida.

—No—Seth responde, pinchando una salchicha y arrojándola al plato de Paul.

—¿Quieres hablar de eso?

—¿De qué? —Seth se encoge, molesto, pero continúa—¿De cómo me engañaron horriblemente y rompieron mi corazón en miles de pedazos?

Bella también se encoge y le da una pequeña sonrisa.

—Si quieres.

El rostro de Seth se suaviza y le da una palmadita a su mano.

—Luego. Primero me comeré mi omelet porque estoy jodidamente hambriento—le sonríe, con todo y dientes y Bella le corresponde el gesto.

Paul llama mi atención, señalándome con su tenedor, diciéndome que mi inversión en el bar probablemente tenga frutos en marzo.

—Luego del primer inventario del mes—dice—. Usaremos tu dinero para nivelarlo.

—Genial—asiento, un tanto aliviado de que esté resultando bien. No hay espacio para los jodidos errores en estos momentos.

Paul continúa hablándome de los costos y Seth lanza comentarios por aquí y por allá, orgulloso de que sus cursos de negocios estén siendo útiles.

—No estoy despertando temprano por nada—comenta.

Pasa un buen rato antes de que me dé cuenta de que Seth está cuchicheando con Bella, inclinados sobre la mesa y ella lanza sonidos lastimeros. Seguramente la está poniendo al tanto.

Me inclino hacia Paul.

—¿Cuándo le dijiste?

—Ayer en la noche, en el camino a casa—susurra—. No dormimos mucho…—se talla el rostro—estuve consolándolo la mayor parte de la noche.

—¿Estuvo feo?

—Seh, hombre—menea la cabeza—. Le dije que apenas te habías enterado ayer, saliendo del bar, así que estás libre. Y ahora lo menos que quiero hacer es pincharle las llantas a ese cabrón.

—Sabrá que fue Seth.

—Seh—él se soba la quijada—. Tal vez contrate a un asaltante.

—Cierra la boca, hombre.

Él se ríe entre dientes, pero se calla de pronto, mirando a Bella. Ella está golpeando mi brazo.

—Tengo que…—masculla, apretando los dientes.

Me empuja y salgo del sillón. Ella trota por el lugar, luciendo verdosa y sudorosa. El pecho se me aprieta.

—¿Qué le pasa? —Seth pregunta, girándose en su asiento para verla entrar al baño.

—Eh…—miro su plato. Apenas y le dio una mordida a su croissant. El té parece intacto—. Bebió mucho anoche—resuelvo.

—Sabe disimular la cruda muy bien—comenta Paul, con los labios rozando el borde de su taza de café. Le da un trago.

—¿Ya le dijiste que se joda? —Seth lo codea, señalando su celular con la barbilla.

—No—Paul responde—. Sólo bloquearé y borraré su número.

Seth me mira.

—Lo odio, Edward. ¿Cómo pudo hacer eso?

—Es escoria—le digo, apoyando mis codos en la mesa—, ¿te sientes mejor?

Seth comienza a enumerar todos los sentimientos negativos que tiene hacia "ese monstruo sin escrúpulos", pero mis ojos no se despegan de la puerta del baño.

xxx

Ha sido un mal día.

Primero, olvidé que mi tanque de gasolina estaba vacío, así que tuve que desviarme de mi camino a Le Monde, lo que hizo que llegara tarde.

Segundo, embarré mi camisa de betún de pastel de chocolate.

Tercero, el trío molesto conformado por Heidi, Eric y Victoria estuvieron sobre mí todo el día tratando de descubrir mis planes con Bella. Cuando les dije que no teníamos, creí que me azotarían contra la pared. Lo que, en consecuente, me hizo sentir como el peor novio del mundo.

Así que decidí comprarle un ramo de flores y la cena de McDonald's. Ha estado teniendo antojos grasosos. Espero que todo funcione conforme a lo planeado.

Entro en silencio a casa y escucho el sonido del televisor en mi sala, así que voy hacia allá después de dejar la cena en la cocina.

Bella está envuelta en una manta, tamborileando los dedos en su barriga.

—Hey—le sonrío—. ¿Por qué estás tan temprano aquí?

Usualmente ella llega después que yo, así que me sorprende que ya esté en pijamas y con el cabello sujeto en una coleta. Se encoge.

—Me sentía algo mal…—se sienta con un quejido y apoya su espalda—así que decidí terminar temprano.

Le frunzo el ceño.

—¿Te sientes bien ahora? ¿Qué pasa?

—Si, sólo tenía jaqueca… creo que era una migraña, pero ya pasó… creo—me sonríe sin mostrar los dientes—. ¿Qué tal tu día?

—Bien—miento—. Aunque sólo quiero tirarme y comer—termino de entrar a la sala y le tiendo el ramo de flores.

Está sorprendida. Su rostro se suaviza.

—Ah, Edward—suspira—. Gracias, son preciosas.

Le sonrío y voy a su lado, atrayéndola por los hombros y beso su sien.

—Tal vez te hagan sentir mejor.

—Lo hacen—asiente, dándome una sonrisa pequeña y tallando su frente en mi cuello, en donde después deja un beso. El cuerpo entero me hormiguea.

—¿Tienes hambre? Traje hamburguesas.

Su sonrisa se hace más amplia.

—Si, genial.

Ella viene a la cocina conmigo, dejando las flores en un jarrón. Dijo que sería mejor comprar uno, dado que siempre le doy flores.

—Perdón por ser pobre—le dije mientras elegía un jarrón en el supermercado.

Se rió.

—¿De qué hablas? Amo las flores. Tal vez no te hayas dado cuenta, pero amo los jardines y las plantas. Mi familia tiene una compañía de manzanas, ¿lo sabías?

—Wow, ¿enserio? Cuéntame más de eso—le dije.

Bella revolotea alrededor mientras saco la cena de la bolsa y la llevo a la sala. Se remueve en su lugar, como si tratara de enterrarse.

Cuando le coloco la comida en el regazo y le doy el primer mordisco a mi hamburguesa, su expresión cambia completamente.

Ya no sonríe y sólo contempla la comida, apretando los labios.

—¿Qué? ¿Qué pasa? —pregunto, bajando el volumen de la televisión.

—Nada—masculla—. Sólo que…—me da una mirada apenada—no tengo hambre.

Le frunzo el ceño.

—¿De qué hablas? Querías hamburguesa, ¿no? ¿Por qué no intentas comerla siquiera? Tienes que comer—le recuerdo.

Ella asiente y suspira pesadamente, apoyando su cabeza en el respaldo del sofá.

—Lo sé, pero… no me apetece. Huele horriblemente—traga, como sosteniendo las náuseas.

Olisqueo mi hamburguesa y la de ella. Huelen grasosamente deliciosas. ¿Es esto una cosa de embarazadas?

—¿En mal estado? Me parece que están bien.

—¡No! —chilla, inclinándose para dejarla en la mesa de noche—. No soporto el olor, lo siento—cubre su nariz con la manta y sobo su rodilla.

—De acuerdo—suspiro, derrotado y triste. Se suponía que estaríamos bien, que sería una noche más en el sofá, con muchos arrumacos—. Iré a…—señalo vagamente y ella me mira entre la manta—iré a comer a la cocina, ¿sí? Me llevaré esto.

—Lo siento—musita cuando tomo la comida en mis manos.

—Está bien, Bell. No te preocupes, pero deberías comer algo, ¿quieres fruta? ¿una gelatina?

Arruga la nariz y menea la cabeza.

Desisto, decidiendo que seguiré intentando más tarde. Tal vez las náuseas se le pasen.

Como con el sonido de la televisión a la distancia, deslizando mis dedos por la pantalla de mi celular. Bella no hace ninguna aparición y cepillo mis dientes al terminar, con la esperanza de sacar el olor a grasa de mí antes de regresar con ella.

Bella sigue enredada en la manta cuando voy a la sala y pico su costado, instándola a moverse. Se desliza en el sofá y me hace un espacio.

—¿Te sientes mejor?

—No—sacude la cabeza, con la nariz todavía enterrada en la manta azul.

Rodeo sus hombros con mi brazo y me aseguro de que esté bien cubierta. Su cuerpo se tensa y aleja la cara cuando intento darle un beso.

—¿Qué? —pregunto sin ser capaz de esconder la irritación en mi voz.

Está comenzando a sacarme de quicio. No sé lidiar con esta mierda complicada hormonal.

—Quiero ir a casa—musita al tiempo que agita los brazos para salirse de la manta.

—¿Estás cansada? Puedes ir a dormir.

—¡No! —rezonga, alcanzando su celular—. Sólo quiero ir a casa.

Suspiro, apoyando mis codos en las rodillas y me sobo la cara. No era así como esperaba que esta supuesta noche especial saliera. Denme un respiro. Sólo quiero subir los pies a la mesa y ver televisión después de un jodido día de mierda.

Tal vez fui yo el que condenó el día por no tener un plan romántico. La maldición de Cupido o algo así.

—¿Quieres que vaya contigo?

—No—sale al pasillo y la sigo. La observo mientras se calza sus zapatos—. Lo lamento, pero no me gusta… tu olor—añade en voz baja, como si no quisiera ser escuchada.

Auch. Nadie nunca antes me había dicho que apestaba. Evito sobarme el pecho.

Me mira rápidamente y alcanza el pomo de la puerta.

—Lo siento. Sólo… quiero estar sola.

—¿Quieres estar sola o apesto? —me apoyo en la pared con mi hombro.

—Ambas—resuelve con voz queda y abre la puerta.

El aire frío se cuela a casa y espero en mi puerta hasta que ella abre y cierra la suya.

Si, feliz puto San Valentín.

xxx

Me voy a dormir irritado luego de ordenarle a Bella que coma algo. Ella sólo me envía un pulgar arriba y no me molesto en vestirme luego de mi ducha. Caigo rendido rápidamente, pero de pronto estoy siendo despertado por un sonido incesante.

Gruño, estirándome en la cama y alcanzando mi celular. Bella me está llamando.

—¿Qué? —mascullo contra la almohada.

¿Edward? —dice con voz pequeña.

—¿Mmm?

No me siento bien—musita.

Me tallo los ojos, apoyándome rápidamente en mi codo.

—¿Qué pasa? ¿Qué sientes? Voy para allá.

Bien—finaliza la llamada y salgo rápidamente de la cama.

Peleo con mis pants y alcanzo una sudadera tirada. Ugh, debí de haberme vestido. Corro por el pasillo, calzándome mis tenis sin molestarme en atar las agujetas.

Uso la llave que me dio para entrar a su casa. La luz del pasillo está encendida.

—¿Bell? —la llamo, cerrando la puerta detrás de mí.

Ella sale de la sala, con brazos cruzados y usando su pijama ridículamente enorme. Arrastra los pantalones y la blusa le llega a medio muslo. Luce como una niña desamparada.

—¿Qué pasa? ¿Algo te duele?

Sacude la cabeza y luego su barbilla tiembla. Las lágrimas caen en segundos y olvido el asco que me tiene para abrazarla.

—¿Qué pasa, nena? Me estás asustando—froto su espalda y ella se sorbe la nariz.

—Nada—dice—. Sólo… estoy triste.

Respiro, aliviado, y me alejo para verla a la cara. Limpio sus mejillas con ayuda de mi manga.

—¿Por qué?

Se encoge.

—Lamento haber sido grosera antes—se muerde los labios, nerviosa y se mira los pies.

Dejo caer mis hombros. Ella no… me despertó, me asustó y me hizo correr aquí sólo para disculparse, ¿cierto?

Le doy una pequeña sonrisa.

—Ah, cielo, está bien. Sé que estás medio loca justo ahora, no tienes que disculparte.

Me gano un golpe sin fuerza en el estómago y vuelve a apoyar su frente en mi pecho. Beso su cabeza y froto su espalda, meciéndola entre mis brazos.

—Arruiné San Valentín—dice.

—Ni siquiera me gusta San Valentín—le digo y ella ríe ligeramente, haciendo sus hombros temblar—. ¿Quieres dormir? ¿Comiste algo?

Arruga la nariz.

—Gelatina.

Hago un mohín.

—Bien. ¿No quieres comer tu hamburguesa?

—No, para nada. Ven, vamos a dormir.

Sin objetar, dejo que me lleve a la habitación, que huele a champú y a jabón. La puerta del baño está abierta y la luz encendida.

—Tomé una ducha—dice—. Tampoco me gustaba mi olor.

—Bien—es todo lo que digo y apago la luz del baño cuando ella va hacia la cama, subiendo la cinturilla de sus enormes pantalones. Le sonrío—. ¿Por qué usas esa mierda?

Ella ríe entre dientes, dejando ir el elástico.

—Me gustan—me entrecierra los ojos y apaga la lámpara.

—No son nada sexys—le hago saber.

—Por eso los compré. Son un repelente—masculla, deslizándose en la cama hasta llegar a mí. Entierra su nariz en mi pecho y gime en apreciación—. Mmm, hueles tan bien.

Embarazadas. ¿Quién puede entenderlas?


¡Feliz San Valentín a todos! ¿Fue feliz siquiera? Jaja.

Pero lo que si es ¡feliz cumpleaños a Bella Swan!

¿Será que Bella logra irritar a Edward? ¿como para que él haga las maletas y cruce el jardín? ¿o será que el Edward de antes regresa y acepta que no está seguro sobre esta nueva situación y tiene mucho miedo? ¿se irá? ¿se quedará?

Muchas gracias por sus comentarios. Nos seguimos leyendo.