59


Bella

Edward baja el volumen de la música cuando nos estamos acercando a casa de Eleazar y Carmen.

—Se los dirás tú, ¿verdad?

Lo miro mal.

—¿Qué? —me da un encogimiento—, dijiste que me correspondía decirle a mi familia.

Ese bastardo.

—Y esta es tu familia—añade.

—Jamás dije tal cosa—continúo deslizando mi dedo por la pantalla de mi celular.

—¡Claro que sí! Ayer. En la cocina. Antes del pastel—se golpea la sien con su dedo—lo recuerdo muy bien.

—Felicidades, tu memoria sigue funcionando.

Edward rueda los ojos y lanza un gruñido.

Cuando Edward aparca fuera de la casa, me mira.

—Sólo para que quede claro… ¿Carmen es como tu mamá?

Lo considero.

—Bajo todos los efectos—acepto.

—Bien—asiente con su cabeza—. Tú se los dirás.

No digo nada, sólo suspiro porque ya sé que tengo que hacerlo. Él saca las llaves de la ignición y menea sus cejas en mi dirección.

Carmen es la que atiende la puerta y nos da una gran sonrisa.

—¡Chicos! —me atrae a un abrazo, como si no la viera todos los días en Swan Crops—, ¿cómo están?

—Bien—respondo—, ¿está mi tío?

Ella hace un puchero.

—No, salió hace unas horas—explica, llevándonos hasta la sala de televisión—, fue a jugar golf—dice antes de sentarse en su sofá blanco y quitarle el volumen al televisor.

Edward y yo compartimos una mirada que no le pasa desapercibida a mi tía.

—¿Qué?

Edward me mira, resolviendo que él no hablará.

—No hay un campo de golf en Forks, tía—murmuro, ya arrepintiéndome.

La boca de Carmen se abre y ladea la cabeza.

—¿Qué? ¿Me mintió?

Rayos.

No quisiera ser Eleazar en estos momentos. Lamento haber arruinado tu coartada, tío.

Edward y yo sólo nos encogemos de hombros y paseo mi mirada alrededor. No pasa mucho tiempo antes de que el cascabel de Nabi se escuche. La Pomerania entra corriendo a la sala y comienza a olfatear nuestros zapatos.

—Quería hablarles de algo—le digo a Carmen—¿crees que Eleazar tarde mucho? Tenemos un lugar al cual ir.

Los padres de Edward llamaron temprano esta mañana, despertándonos en el proceso, y dijeron que deberíamos pasar por ahí a comer, para despedir a Alice.

—Si, pero no tenemos que llegar a tiempo—él interviene.

Le frunzo el ceño y le resta importancia con un gesto de mano.

—No debería de tardar—murmura Carmen, tecleando algo en su celular—ahora que sé que no está en el golf—dice con desdén.

Kitty también viene a la sala y se acerca demasiado al rostro de Edward. Puedo ver cómo él comienza a ponerse nervioso, así que alejo el hocico del animal.

—Espacio personal, Kitty.

Ella gime y viene hacia mí. Olfatea mi cabello y sacudo la cabeza, intentando alejar su aliento de perro.

Nabi pega un salto y se entromete entre Edward y yo. Le doy una mirada de disculpa y él sólo se encoge.

—Ve con mamá, Nabi—palmeo su pequeña cabeza antes de lanzarla al piso. Ella no se aleja, en su lugar, se mete entre las patas de Kitty y ambas nos contemplan todo el tiempo.

Carmen mensajea ávidamente, seguramente desatando una tercera guerra mundial con Eleazar y nos mira brevemente antes de sonreírnos.

—¿Ya desayunaron? ¿Quieren café? ¿Fruta? Hay wafles en la cocina.

—Seguro, gracias tía—respondo, a pesar de que comimos huevos. Tomo la mano de Edward y lo saco de ahí—. Pasemos el rato en la cocina. No quiero estar presente para cuando ellos discutan.

—No debimos compartir miradas—él ríe entre dientes al tiempo que se sienta en un taburete.

—No debí decir nada—mascullo—, pero ¿no quieres algo? ¿agua?

—Agua, si—él asiente.

Nos sirvo dos vasos.

—Esperemos que Eleazar no tarde demasiado—comento, acercándome a él para tenderle su bebida—, ¿quieres llevar un postre a casa de tus padres?

—No es necesario—Edward dice entre sorbos.

—No deberíamos llegar con las manos vacías.

—Me refería a que no es necesario ir.

Su actitud con todo este asunto me está confundiendo.

—¿Qué? Claro que sí. Alice volverá a California.

Edward se encoge de hombros y alcanza una revista olvidada. Noto que es la edición de febrero de Le Monde.

—Si, vuelve a la escuela… como lo ha estado haciendo por los últimos cuatro años.

—¿Qué pasa? ¿estás molesto con ellos o algo así?

Edward niega con la cabeza, curveando sus labios y pasa las hojas distraídamente. Estoy a punto de indagar más cuando la puerta principal se abre.

—¿Bella? ¡Tu tío está aquí! —Carmen nos llama.

Palmeo la rodilla de Edward, instándolo a seguirme y él sostiene nuestros vasos de agua.

—¿Cómo estuvo el golf? —Carmen le está preguntando a Eleazar cuando entramos a la sala.

—Genialmente—él responde, sonriéndonos—, ¡hola, chicos!

—Bella dijo que no hay un campo de golf en Forks—Carmen anuncia.

La sonrisa de Eleazar pasa a ser una mueca acusatoria mientras me observa. Le doy una mirada apenada.

—Lo siento—susurro.

—¿A dónde fuiste?

Edward mira alrededor, incómodo y parece demasiado temeroso de hacer contacto visual con cualquiera en la habitación. Alcanzo mi vaso y le señalo el sofá para que tome asiento.

Eleazar me frunce el ceño.

—Lo siento otra vez—respondo.

Él suspira y deja caer sus hombros.

—Fui a comprar tu regalo de cumpleaños—confiesa, mirando a Carmen—¡y ni siquiera intentes averiguar qué es!

Carmen le da una gran sonrisa y se relaja en el sofá.

—Oh, ¿qué me compraste?

—Nada—él masculla y se sienta en su sillón estampado. Nos mira—, ¿por qué están aquí?

—Eleazar—Carmen lo mira mal.

—Sólo digo que nadie nunca viene aquí—se escuda con sus manos.

—Emmett dijo que tuvieron una fiesta ayer—Carmen dice—, ¿cómo estuvo eso?

—¿Por qué no fuimos invitados? —él demanda, cruzando sus brazos.

—Límite de edad—respondo, haciéndolos jadear y le doy un gran trago a mi agua para apaciguar los nervios—, pero estuvo bien. Es por eso que estamos aquí.

—¿A presumir una fiesta a la cual no fuimos invitados? —Eleazar inquiere.

—No—ruedo los ojos—, venimos a dar explicaciones.

—Oh, nena, sólo bromeaba, no tenías por qué invitarnos—mi tío me aplaca.

Nabi salta a las piernas de Carmen y ella rasca su cabeza.

—¡Hola, bebita! —la saluda.

Observo a mis tíos. Sorprendentemente, no estoy tan nerviosa como pensé que lo estaría. Sería muy diferente si Charlie Swan estuviera frente a mí. En ese caso, tal vez ya me habría hecho pipí en los pantalones.

Deduzco que, al conocer las reacciones de la gente ayer, la gran bola de preocupación que tenía sobre los hombros se fue.

—La razón por la cual hubo una fiesta… ni siquiera fue una fiesta—murmuro—, como sea, fue porque tenía que contarle algo a las personas.

—Y queremos contarle eso a ustedes—Edward intercede, alcanzando mi mano.

Los ojos de ellos siguen su movimiento y antes de que comiencen a hablar o inquieran cosas, lo confieso.

—Estoy embarazada.

Carmen jadea sonoramente, cubriéndose la boca y haciendo que Nabi salte a su lado, asustada. Los brazos cruzados de Eleazar se relajan lentamente y se lleva una mano al pecho.

—¡Bella! ¡Oh, nena! ¿Es cierto? —Carmen ya viene a mí, así que me levanto y correspondo su abrazo, sin soltar la mano de Edward—, ¡oh, bebita!

Cuando nos alejamos, Eleazar y Edward también están rompiendo su medio abrazo y mi tío me jala a él.

—Ah, mi Bella, no puedo creerlo—él acaricia mi cabello, enterrando mi cabeza en su pecho. Puedo ver a Carmen abrazando a Edward y frotando su espalda.

—¡Ah, Bella! —Carmen lloriquea, cubriéndose la boca con sus manos. Se sienta a mi lado y pasa su brazo por mis hombros.

—Es una gran noticia—Eleazar suspira, frotándose el pecho—, creo que me dará un infarto—dice, dejándose caer en su asiento otra vez.

—Estoy segura de que tu padre está feliz—Carmen frota mi brazo y trago el nudo en mi garganta.

Asiento en silencio y Edward sujeta mi mano, apretando mis dedos. Las palabras de Emmett resuenan en mi mente y las lágrimas no tardan en acumularse en mis ojos.

—Lo hiciste, Bells—él dijo mientras me abrazaba—lo harás bien. Todo saldrá bien. Charlie está feliz, seguramente lo sabe ya, ¡qué asombroso sería que él estuviera aquí! Estaría caminando en nubes—dijo en mi oído—, aunque nada va a cambiar el hecho de que este bebé tiene al abuelo más asombroso del mundo.

La idea de mi propio hijo no conociendo a mi padre rompe mi corazón cada vez que me permito pensar en eso. ¿Cómo podría no conocerlo?

Ella limpia una lágrima que se me escapa y besa mi mejilla, gimoteando en felicidad.

—¿Cuántos meses?

—Tres—le respondo a Eleazar, mirándolo desde mi lugar.

—¿Están nerviosos? ¿Cómo lo llevan?

—¿Te sientes bien? —Carmen me pregunta.

—Ehh…—le respondo a Eleazar sin saber qué decir. Ellos ríen ¡Nos estamos muriendo, tío! —Ahora sí. Estuve sintiéndome muy enferma antes.

—¿Y tú, cielo? —Carmen mira a Edward—¿cómo está papá?

Edward sonríe y se pasa una mano por el cabello.

—Ansioso—responde—, y estresado.

—Bah, lo harán bien. No es tan difícil como todo el mundo dice—Eleazar le resta importancia con un gesto de mano.

—No lo escuchen. Es muy difícil—Carmen se sincera—, ¡pero será genial!

—¿Cómo sabremos si lo estamos haciendo bien? —Edward delibera.

—Ah, cariño, nunca lo sabes—Carmen dice—, pero hay libros sobre eso—anima, sin sonar convencida.

—Mmm—Edward masculla.

—¡Ah, ya puedo imaginarlo! —Carmen me agita—, le compraré todas las cosas del mundo. ¡Un bebé! ¡Tendremos un bebé en casa!

—Los ayudaremos en lo que sea necesario, saben eso, ¿cierto? —Eleazar nos alza las cejas.

—Claro—asiento.

—Y bueno, ¿van a casarse? —pregunta.

Miro a Edward, pero él está viendo a mi tío. Sacude su cabeza, como asintiendo, pero no por completo.

—Un paso a la vez, cariño—Carmen señala a Eleazar—suficiente estrés con un embarazo, ¡ah! ¿me dejarás comprarle cosas? ¡quiero comprar su cuna! ¡o su carrito! ¡o sus pañales! ¡quiero comprarle todo! —lanza las manos al cielo, su voz haciéndose cada vez más fuerte y aguda.

Me río de ella.

—Seguro.

Eventualmente, ellos suman dos más dos y entienden que Emmett lo supo antes que ellos.

—Tuve que venir aquí antes de que él tuviera oportunidad de soltar la sopa—confieso.

Carmen y Eleazar no lucen muy contentos y entonces animo a Edward a irnos.

—Mi hermana vuelve a la escuela, mis padres quieren comer con nosotros también—él explica cuando ellos preguntan sobre nuestra precipitada salida.

—Ah, creí que les darían la noticia—Eleazar sonríe, despidiéndonos en la puerta, con su brazo envuelto alrededor de Carmen.

—Ah, ellos ya lo saben—le resto importancia.

—¡No! —ellos gimen—, ¿por qué somos los últimos en enterarse?

—Mi familia habría sido la última si mi hermana no tuviera que irse—Edward trata de aplacarlos.

Ellos no están satisfechos con la explicación, pero nos despiden con un abrazo y frotan mi abdomen.

—Vengan mañana… ¿a cenar? —ella ofrece.

—Bien—acepto, mirando a Edward para su confirmación. Él sonríe, asintiendo.

En el camino a casa de los padres de Edward, luego de comprar un postre en el supermercado, noto que Eleazar y Carmen han sido los únicos que han hablado sobre matrimonio. Y Edward no dio una respuesta. Y yo tampoco la di.

Me pregunto si Edward ha pensado en eso. Prometimos hacerlo funcionar, pero no está muy claro. ¿Piensa en matrimonio? ¿Siquiera quiere casarse?

Le doy la palabra a Carmen por mi propia salud mental: Un paso a la vez.

No es necesario arrojar más compromiso al asunto.

Y él no necesita estresarse más.

Su madre es quien atiende la puerta y nos sonríe.

—¡Hey! —entonces mira a Edward, seriamente—creí que no vendrías.

—No quería—él responde tajante y entra, llevándome tras él.

Intento no fruncir el ceño. Alice está en la sala, haciendo zapping en la televisión y noto su mirada severa hacia Edward. Él pasa de largo y no suelta mi mano.

—Hey, Alice—le doy una pequeña sonrisa, demasiado temerosa de ser ignorada.

—Bella—ella reconoce, pero sus ojos siguen pegados en su hermano.

Carlisle está en la cocina, metiendo comida al horno y nos sonríe amigablemente.

—Chicos, ¿cómo están?

Edward si le sonríe a su padre y palmea su espalda, musitando un "genialmente" y correspondo el beso en la mejilla que Carlisle me da.

—¿Cómo estás, Bella?

—Afortunadamente bien. ¿Dónde dejo esto? —agito el pay en mis manos y él sonríe.

—Justo aquí. Gracias, linda.

Tomamos un lugar en los taburetes. Edward alcanza otra revista y ni siquiera me sorprendo al ver que es otra Le Monde.

Esme entra a la cocina y habla con Carlisle en murmullos, dándole órdenes y alcanzando utensilios. Su conversación es un ruido de fondo mientras Edward me explica un asunto sobre las ilustraciones de la revista.

Luego de algunos minutos, Alice entra a la cocina y hurga en el refrigerador. Se acerca a la encimera cargando un pequeño tazón con fresas.

—¿Quieren? —lo ofrece, pero Edward continúa ignorándola.

—Claro—respondo por simple cortesía y ella deja la fruta en la mesada.

Alice le da un mordisco a una fresa y yo paso la página en la revista.

—¿Por qué estás ignorándome? —demanda saber, sin despegar su vista de Edward.

Él ni siquiera la mira, sólo se encoge de hombros.

—No quiero hablarte.

La conversación de sus padres se termina abruptamente y les dan la mirada amenazante, pero sus hijos están demasiado concentrados en no saltar a la yugular del otro.

Es realmente confuso e incómodo, pero es divertido también. Observo interesada el intercambio. No es muy común para mí ver una pelea de hermanos en vivo y a todo color.

—Mamá, ¿por qué lo invitaste? —Alice pregunta, con voz fuerte y clara mientras Esme lanza un "compórtate."

—No es como si quisiera estar aquí—Edward dice, penosamente.

De acuerdo, pero más que divertido es atemorizante. ¿Alguno de los dos va a soltar el primer golpe? También me pongo inquieta porque nunca antes había visto a Edward así de molesto.

—Edward—Carlisle dice.

—Puedes irte entonces—Alice se cruza de brazos.

El resto los observamos atentos. Por un momento, creo que Edward se pondrá de pie, llevándome con él y saldremos de aquí dramáticamente.

—¿Pueden comportarse? Bella está aquí—Esme les gruñe.

—No, está bien—Edward comienza, sonando relajado—. Es parte de la familia ahora, es bueno que vea cómo Alice da pena ajena.

Oh por dios. ¿Qué está pasando? ¿Quién es el culpable?

Alice, naturalmente, jadea.

—Edward—la voz de Carlisle es más severa, incluso más fuerte.

—¡Te odio! —Alice le arroja una fresa a su hermano. Le cae en el pecho y luego cae al suelo.

—¡Alice! —y Esme está a punto de tener un aneurisma—, discúlpate.

Edward chasquea la lengua, como exasperado y toma mi muñeca suavemente para alejar mi mano de la revista. Comienza a pasar páginas. Su otra mano traza patrones irregulares y ausentes en mi pierna.

Pero Alice no se disculpa. En su lugar, sale pisoteando.

—Ella no sabe pedir disculpas, mamá—dice él entre dientes.

—No ahora, Edward—Carlisle murmura, colocándose los guantes para hornear.

—¿Entonces cuándo? —y es la primera vez que Edward deja de prestarle atención a la revista. Él y su padre comparten miradas significativas ¡y yo sólo quiero saber qué pasa!

—No hoy—soluciona Carlisle y Edward pasa otra página. Su mandíbula se tensa.

No sé qué ocurre, pero entiendo que la molestia de Edward con Alice lleva un par de días. ¿Es por eso que Edward no quería a Alice en la reunión con nuestros amigos?

Coloco mi mano sobre la suya que descansa en mi muslo, pero él tampoco me mira a mí.

Estoy tan incómoda luego de eso que cuando Esme comienza a apilar utensilios en la isla de la cocina, me ofrezco a ayudarla a poner la mesa. Ella acepta rápidamente, tal vez tan disgustada como yo.

Eventualmente, Carlisle y Edward van a la mesa y de regreso en la cocina, Esme no objeta cuando hago intento de cargar el lavavajillas.

—¿Lo acomodas de alguna forma?

—No, sólo con que todo esté ahí dentro—me sonríe, pero la sonrisa no le llega a los ojos.

Ya estando en la mesa, los padres de Edward comparten miradas. Sólo falta Alice. Creí que había huido a la sala, pero al parecer fue a su habitación.

Lentamente y en silencio, Carlisle deja su lugar y hace su camino a las escaleras.

Edward resopla una risa por la nariz.

Lo miro y luego a Esme, pero ella observa su plato vacío, con una ligera mueca en la boca.

Ugh. Drama familiar. E incluso Esme ya está triste.

Finalmente, Carlisle regresa con la fugitiva a sus espaldas.

La comida continúa siendo tensa y Carlisle y Esme se esfuerzan en mantener el ambiente ligero, haciendo preguntas sobre el bebé. Alice permanece callada, a excepción de cuando pide que le pasen servilletas o el jugo.

Nos quedamos ahí hasta que ella tiene que irse, más como una cordialidad que por deseos verdaderos por parte de Edward.

Edward no la ayuda con su equipaje y cuando Esme les dice que se despidan, ella entra al Mercedes de Carlisle y Edward entra a casa. Esme no tiene más remedio que acercarse a la ventanilla y besarle la mejilla a Alice.

Finalmente, Carlisle y Alice parten a Seattle.

En el camino a casa, le pregunto a Edward lo sucedido, esperando que él no me dé respuestas, pero sorprendentemente lo hace y baja el volumen de la música.

—¿Qué mierda fue todo eso?

—Sólo te lo diré porque temo que se vuelva a repetir y no quiero cometer el mismo error que cometí antes.

Suena serio, así que le prestó atención.

—El lunes, durante la cena, notaste sus comentarios, ¿cierto? Antes de tu llamada con Emmett.

Si, los noté y no supe si era esa mierda de pasiva-agresiva.

—Sí.

—¿Te molestaron?

Cuando permanezco callada, Edward me mira.

—Algo… no entendí si eran enserio.

—Bueno, ella hace esa mierda con todo el mundo y cuando te fuiste, la enfrenté, supe desde que comenzó a hablar que no estaba bien con esto.

Me giro en mi asiento tanto como me es posible.

—¿Con esto?

Edward se detiene en un rojo y me mira directamente.

—Cuando comenzamos a salir estuve preparándome para esto. A ella nunca le ha agradado nadie y…—suspira—parecía que tú sí, te dije que le agradabas, pero la noche del restaurante…—chasquea la lengua—vi a la misma Alice de siempre.

—No estoy entendiendo, ¿a quién te refieres con "nadie"?

—Mis parejas. Fue grosera con cada una de ellas y cuando comencé a salir con Lauren, lo dejé pasar, porque creí que ella no se molestaría, parecía que las cosas no le importaban mucho, ¿sabes? —la luz cambia, así que él acelera—, pero le importó y discutimos por eso. Alice no perdía la oportunidad para lanzar un comentario sarcástico o mal intencionado.

Miro al frente, sin poder imaginar a la dulce chica Alice como una pequeña bruja. ¿Enserio? Tal vez Edward lo está entendiendo todo mal.

—Y por eso la enfrenté en el restaurante. Si no lo hacía, sus comentarios escalarían y no voy a permitir que sea grosera contigo.

—Pero… ¿qué con eso de que le agradaba?

—Pensé que lo hacías. No se había comportado así de bien con alguna otra chica, pero parece que el hecho de que estés embarazada no le sentó muy bien. Ya sabes, es como una sentencia de juntos por siempre.

—Auch.

Edward se apresura a mirarme.

—No, no lo decía enserio, cielo. Es sólo lo que ella puede pensar.

Asiento distraídamente, no queriendo desviar la conversación.

—Y no le gustó que la enfrentara. Está molesta por eso.

—¿Entonces me odia?

—No te odia, tal vez sólo está enojada con ella misma porque le caías bien y está encontrando una falla para odiarte.

—¿Está… celosa? De alguna manera.

Edward se encoge de hombros.

—No he hablado con ella al respecto. Y le dije a mamá que la haría disculparse. La hubiera hecho disculparse si ella no hubiera empezado con su mierda.

—Está bien, Edward. No importa.

Él hace una mueca.

—No, no lo está. Se disculpará—finaliza.

Miro por la ventanilla, echándole ojeadas de vez en cuando, sin poder evitar pensar en el hecho de que el "juntos por siempre" ha sido señalado hoy más de lo que debería.

Y ahora no le agrado a su hermana.

La pesadilla de cualquier novia.

Al menos le agrado a su madre.

Hasta ahora.

xxx

Los días pasan y Edward parece seguir molesto con Alice. El martes, mientras íbamos en camino a ver a Zafrina se lo pregunté.

—¿Has hablado con Alice?

Él no dijo nada por un rato, creí que no me había escuchado sobre la música de Radiohead.

—No—fue todo lo que dijo.

Así que lo dejé por la paz, pero la culpa me está matando. Creo que fui la culpable de su discusión. Seguro, Alice también es culpable por ser tan maquiavélica, pero aun así. No puedo creer que ahora ellos estén molestos y ella seguirá estando enojada si Edward sigue mostrando preferencia por mí.

Camino por los pasillos de la compañía y alcanzo mi celular para dejarle un mensaje a Edward.

Bella: ¿Ya hablaste con Alice?

Su respuesta llega cuando estoy de pie frente a la máquina expendedora, decidiendo qué comprar.

Edward: No. Deja de preguntar eso, Bell.

Bella: No puedes estar molesto con ella. Está muy lejos.

Edward: ¿Hay alguna posibilidad de que mi mamá te tenga secuestrada y esté escribiendo esto desde tu celular?

Bella: Edward, no es gracioso.

Edward: Tiene que disculparse. Mamá ya se lo dijo.

Me decido por unas Lays clásicas y echo las monedas por la rendija.

Bella: Me siento culpable.

Edward: ¿Por qué?

Bella: Porque soy la tercera en discordia.

Edward: Ella causó esto, cielo, no tú.

Bella: Pero están peleando por mí.

Edward: Estamos peleando porque ella no sabe mantener la boca cerrada y no se hace responsable de sus acciones.

Bella: ¿Sería tan malo si fueras tú el que se disculpa?

—Hey—una voz familiar me saluda y miro hacia allá. Es Jake y viene a la máquina también.

Mierda.

—Hey, Jake—le sonrío y me inclino a tomar mi botana—, ¿cómo estás?

—Bien, ¿cómo va todo?

Una respuesta llega.

Edward: Demasiado. No soy el culpable.

—Muy bien—le respondo a Jake y me apoyo en la pared, del otro lado.

Él cuenta sus monedas, dándome la espalda y presiona números. Elige unos Skittles.

Bella: ¿Ni siquiera porque yo te lo pido?

Edward: Creo que no cumpliré tus deseos.

Hago una mueca.

—¿Cómo está Edward? —él pregunta, aun de espaldas y sé que ni siquiera le interesa, sólo intenta hacer plática.

—Genial, ¿cómo está Vanessa? —pregunto, concentrada en mi celular.

Su silencio me hace mirarlo y recuerdo que ya no están juntos.

Él podría mentir y decir que está bien o podría ser honesto y darme mi ración diaria de chisme.

Bella: Aun así, te quiero.

Edward: Te quiero también.

—Vanessa…—suspira y abre sus dulces, me ofrece, pero los rechazo con un gesto de mano—, supongo que bien, no lo sé.

Mi silencio lo hace mirarme y se apresura a aclarar.

—Ya no… lo terminamos.

—Oh—finjo sorpresa—, lamento eso, Jake.

—Seh… yo no tanto.

Hago un mohín ante su mueca fruncida. No está en mí desearle mal.

—¿Estás bien?

Asiente distraídamente con su cabeza.

—Seh, seguro. Fue a finales de enero, todo bien ahora.

Le entrecierro los ojos y dejo de apoyarme, lista para irme a la mierda de aquí. Él no va a ponerse a llorar, ¿cierto?

—Parece ser que era cierto—murmura, jugando con los Skittles en su palma.

—¿Qué cosa?

—Que nosotros dos si éramos el uno para el otro—dice.

Mi corazón se acelera y luego él se ríe de mi expresión (de la cual no tengo idea de cómo es).

—¡Bromeo!

—Ah…—le doy una sonrisa incómoda.

—Feliz Día de Los Inocentes, Bella—se ríe, antes de avanzar por el pasillo.

¿Bromea? Espero que lo haga.


¡Hola!

Ustedes también tenían problemas con la app y el sitio web, ¿verdad?

Yo también. Estaba leyendo una historia y me asusté tanto cuando ya no aparecían el resto de capítulos jaja, pero a mí si se me arregló.

Bueno, gracias por sus comentarios (las que pudieron leer)

Un abrazo!