65
Bella
Edward está a punto de reventar y es tan gracioso verlo de esta manera. Me recuerda al jovial y divertido chico que conocí hace tantos meses atrás. En algún punto del camino, su lado gruñón salió a la luz… supongo que el estrés de tener dos empleos y el inminente hecho de que tu vida va a cambiar completamente puede hacerle eso a cualquiera.
Alargo el momento, saboreando la vista.
Dios, extraño a ese chico juguetón. Tengo que pensar en una manera de traerlo de vuelta.
Él alza sus cejas y entierra sus uñas en las rodillas.
Le echo otra ojeada al ultrasonido, ignorando monumentalmente mi interior revoltoso. Mi corazón está a punto de explotar y podría alzarme como un globo alrededor del lugar. Ya es un hecho. La respuesta está en mis manos y Edward espera impaciente por conocerla.
Estoy tan feliz que una risa se me escapa al tiempo que entierro el ultrasonido en mi pecho. La imagen grabada para siempre en mi memoria.
—¡Bella! —él grita, golpeándose el muslo con el puño cerrado.
Sacudo la cabeza, de alguna manera, incapaz de creer que mi vida es esto.
—¡Dios! —chillo, carcajeándome. Me siento tan burbujeante. Edward también sonríe, pero está tan confundido—. ¡Ah, Edward!
—¿Qué? —chilla de regreso, ya riéndose.
Atino a cubrirme la boca con una mano al mismo tiempo que le tiendo el ultrasonido.
—¡Es un niño!
Él me arranca la fotografía de las manos.
—¡Ah, un niño! —dice con voz fuerte—¡un niño, Bella!
Sus ojos están pegados al ultrasonido, su sonrisa no podría ser más grande y ya estoy llorando.
—¡Un niño! —su voz se quiebra y me mira rápidamente.
Lo próximo que sé es que me ha sacado del sofá y lo estoy abrazando de vuelta, con lágrimas escurriendo por mis mejillas. Él me mece en mi lugar y creo que nunca antes me había sostenido así de fuerte. Su espalda tiembla y no estoy segura de sí ríe o llora. Sólo me concentro en este momento en el que me siento tan completa y feliz. Mi cuerpo vibra, de la cabeza a los pies. Jalo su playera, deseando sentirlo incluso más cerca.
—Bell…—me llama y aleja su rostro para verme. Sus ojos brillan con lágrimas contenidas—es un niño—. Y la manera en la que su voz vibra hace parecer que esperó toda la vida para decirlo.
—Si, Edward, es un niño—murmuro, antes de sorberme la nariz.
—No creí que…—resopla y deja que sus rodillas se doblen. Se mantiene en cuclillas y lo miro desde arriba—no creí tener tanta suerte—resuelve con voz débil.
Voy hacia él, para mirarlo a los ojos.
—¿Estás feliz? —le sonrío.
Él sonríe de vuelta y envuelve sus brazos en mi cintura, llevándome con él al suelo. Mi cabello cae hacia el frente y las puntas le hacen cosquillas a su rostro.
—Me siento tan… no lo sé, no creo que alguien se haya sentido así antes—resuelve.
Miro alrededor y encuentro el ultrasonido en el suelo, sobre su cabeza. Lo alcanzo. El bebé luce como una V, aunque en realidad son sus piernas.
—Mira esto—le muestro—, ¿está haciendo piruetas?
—Será un puto gimnasta—dice—. Irá a las Olimpiadas.
—¿Y qué si no califica?
—Siempre puede ser un cartero—sonríe.
Suspiro, sintiendo el aire entrar a mi cuerpo. Y es un alivio, porque siento que no he respirado en mucho tiempo.
—Esto es maravilloso—le digo.
Edward me limpia las mejillas húmedas con mi propio cabello y luego lleva el mechón por todo mi rostro, haciéndome cosquillas.
Nos quedamos en silencio un rato, sopesando, respirando, sólo estando ahí.
—Soy tan feliz, Bella. Enserio. No puedo creer que todo sea tan perfecto—dice en voz baja.
Trazo sus pómulos con mis dedos y luego sus cejas.
—¿Es posible? —insiste.
Me encojo.
—Nos esforzaremos porque así sea—prometo.
Él asiente luego de unos segundos, con ceño ligeramente fruncido. Su mano se desliza a mi abdomen y palmea, ya sonriendo de vuelta.
—Deberíamos salir a celebrar.
La burbuja se rompe y recuerdo que él tiene que ir al bar por ser jueves. Se supone que sólo había acordado llegar tarde.
Le frunzo el ceño.
—¿El bar?
—A la mierda el bar—resuelve.
Me río contra su boca, antes de dejar un beso.
—No todos los días descubres que tu vida puede ser perfecta—finaliza.
xxx
El camino al restaurante está lleno de música a todo volumen y tarareos. Hasta que de pronto un dueto comienza y Edward usa mi mano como un micrófono.
Su serotonina es intoxicante, así que le sigo el juego hasta que ambos pretendemos alcanzar las notas altas.
Nuestro entusiasmo parece contagiar también a la maître porque no pierde tiempo en encontrarnos una cabina y Edward tamborilea sus dedos en el menú. Nos decidimos por la pizza margarita y Edward termina deslizándose a mi lado, dejando su lugar frente a mí.
—¿Qué le dijiste a Paul?
Edward se encoge de hombros.
—Le dije que tenía un asunto contigo, del cual no podía zafarme—ríe y pellizco su brazo. Él lo saca—. Me llamó "mandilón" y "su empleado menos fiable."
Me río con él y suspira. Su dedo traza los complicados patrones del mantel.
—Es un idiota.
—¿Desde cuándo son amigos?
—Desde la secundaria—comienza—, primer año. Lo veía por ahí, pero no estaba en ninguna de mis clases y había un tipo, el bully perfecto, que lo empujaba alrededor…
—Ah, qué raro.
—Si—sonríe—. Le ayude a recoger sus libros. Usaba frenos—dice. Me lo imaginaba, Paul tiene una dentadura perfecta—. Y en realidad era muy dulce…
La historia de Edward se ve interrumpida por el mesero llegando con nuestra comida. Le agradecemos y luego comenzamos a picar.
—Y amable.
—¿Qué diablos le pasó?
—Pensaba en eso el otro día—confiesa—. No sé en qué punto se volvió así. Tal vez cuando lo suyo con su última novia terminó.
—Aww—vaya, esa es una trágica historia. El chico de corazón dulce es profundamente herido.
—Seh…—Edward se revuelve el cabello—iban muy enserio. Incluso vivieron juntos luego de la universidad… hasta que ya no.
—¿Sabes qué pasó?
Sus ojos se mueven, recordando, sopesando.
—Seth y yo tenemos la ligera sospecha de que lo engañó, pero él nunca nos dio los detalles. Un día sólo dijo que lo habían dejado y que ella se estaba mudando.
—Eso es triste.
—Si, creo que sí—acepta.
Comemos entre sonrisas y miradas significativas. Estamos compartiendo un secreto y se siente bien. Es como volver al principio. A mantener la relación en secreto, a estar dentro de nuestra burbuja al enterarnos del bebé, pero ahora tenemos algo más.
Es intoxicante. Podría hacerme adicta a esta sensación.
Si Edward no estuviera disponible, podría verme envuelta en un amorío con él. Es tan embriagador compartir algo con él, es el tipo de chico que sabes que puede aniquilarte, al que le cedes la estafeta. Puede ser tan sano y tan tóxico al mismo tiempo. Edward te cambia la vida, es al que buscas en todos los demás, al que intentas reemplazar sin éxito alguno.
Alcanzo su mano y beso sus nudillos.
—Te amo.
Él sonríe dando el mordisco a su rebanada de pizza.
—Te amo también—responde, con la orilla entre sus dientes.
—¿Entonces la habitación se queda como acordamos? —pregunta cuando esperamos el postre. Jugamos con nuestras manos debajo del mantel.
—Si—asiento, alisando la servilleta en mi regazo—, encontraremos otros muebles si no logramos tener los que queremos.
—Bien—asiente satisfecho y mira a la distancia. Sus ojos se mueven, sé que está pensando en algo—, ¿cuándo quieres empezar? Ya sabes, para encontrar algo de tiempo.
—Podemos ir de compras cualquier sábado que estemos libres.
—Estoy emocionado—me da una gran sonrisa—. Quiero pintar su habitación y comprar su ropa ridículamente pequeña.
—Quiero hacer todo eso. Quiero hacer todo por él.
—Yo también—acuerda, con una sonrisa torcida—. No creo que ningún padre del mundo quiera a su hijo como yo lo quiero.
—Creo entenderlo ahora—susurro, observando nuestros dedos entrelazados.
—Creo que sí—responde con un hilo de voz.
Edward se rehúsa a dejarme pagar por la cena y toma mi mano mientras caminamos por la acera.
—¿Estás cansada?
—No, ¿por qué? ¿tú lo estás?
Él sacude su cabeza y pasa su brazo por mis hombros.
—¿Quieres ir al bosque? Nunca hemos ido al bosque.
—Es de noche—lo miro como si estuviera loco—. Hay mierdas en el bosque, Edward.
Él se carcajea.
—No seas cobarde. Andando.
—Está oscuro.
—¿Le temes a la oscuridad? —me alza las cejas mientras abre la puerta del auto para mí.
—No, pero podría caerme, ¿te lo imaginas?
—No vas a caerte, Swan.
A él le importa una mierda lo que yo tenga por decir y estaciona el auto a un costado del bosque, en la carretera que casi nadie usa.
Hay dos opciones: o alguien nos asesina entre la maleza o podremos pasar el rato en completa oscuridad y a solas.
Justo como dos niños de preparatoria.
Edward sostiene mi brazo cuando tropiezo la primera vez.
—Te dije que iba a caerme—refunfuño.
—No, sólo tienes que prestar atención—dice, liderando el camino.
—Lamento no tener visión nocturna.
Él se detiene abruptamente y puedo imaginar su rostro irritado entre toda esa oscuridad. Me muerdo la boca para no reírme.
—¿Quieres que te cargue?
—No podrás conmigo.
Él se gira y palmea mis muslos.
—Sube.
Con una sonrisa, trepo a su espalda. Mi barriga creciente se presiona contra él y hace un sonidito de felicidad.
—Puedo sentirlo en mi espalda.
—Lo sé, ¿verdad? Tal vez esta sea la última vez que me cargues.
—Deberías usar la linterna de tu celular.
—Creí que eras todo un maestro de la oscuridad—murmuro, aunque ya estoy alumbrando el camino.
Andamos por un rato hasta que él señala a la distancia con su barbilla.
—Ese tronco luce cómodo.
Cuando estoy a punto de sentarme a su lado, Edward me jala a su regazo y maniobra alrededor para sostenerme ahí. Coloco mis piernas a cada uno de sus costados y él pasa sus manos por mi espalda.
—¿Estás cómoda?
—Mm-hm—asiento—. ¿Cuántas veces te has colado al bosque?
—Demasiadas—resuelve—. En la preparatoria veníamos aquí para beber y besuquearnos.
—Ugh—gruño—, ¿tuviste sexo en el bosque?
—No llegué a tanto—responde sonriente, pasando sus manos por mis mejillas para llevar mi cabello hacia atrás.
—Es interesante saberlo—digo desdeñosa. Sostengo el cuello de su camisa entre mis dedos y él sonríe.
La luz de la luna lo hace lucir gris y misterioso. Miro alrededor, pero no logro ver mucho.
—¿Celosa?
—La verdad sí—confieso—, ¿cómo nunca se me ocurrió venir aquí?
Él ríe, con sus hombros temblando y descansa sus manos en mis muslos.
—Y también sobre lo otro… ¿con quién te besuqueabas? ¿eran muchas chicas?
—Ah…—él dice, entendiendo—claro, olvidaba que dijiste que no eras celosa.
—No lo soy—le arqueo la ceja. Él la baja con ayuda de su pulgar.
—No me pareció eso el fin de semana de Seattle—resuelve.
No hemos hablado de eso y tenía la leve esperanza de que él lo hubiera olvidado. Demasiado bueno para ser verdad.
Arrugo la nariz.
—Es completamente diferente.
—Claro, es diferente—acepta—, porque no estaba escabulléndome a la oscuridad con nadie. Sólo estaba trabajando cuando una situación fuera de mi control se presentó.
Ese listillo.
—Y es diferente porque es ella—señalo—. Y tienes ciertas manías.
—¿Manías? —frunce el ceño, alejando su rostro para verme mejor.
—Sueles meterte con tus ex.
Él aprieta la boca y rueda los ojos. Finalmente, se rinde y lanza un gemido.
—¡Fue una vez!
—Fueron múltiples veces—le recuerdo.
—De acuerdo. Fueron múltiples veces dentro de una sola vez.
Le entrecierro los ojos a su lógica. Él sonríe.
—Y eso ya ni siquiera importa—añade—. Lo que me importa…—acerca su rostro al mío y por un momento creo que va a besarme. Mi cabeza comienza a nublarse—es qué hiciste en Seattle. No me hablaste de eso.
—Lo que pasa en Seattle se queda en Seattle—palmeo su pecho—. Y más si es una despedida de soltera.
—Eso es un montón de mierda.
Aprieto los labios para no reírme.
—Fue divertido—resuelvo—. Paseamos, compramos cosas, salimos a bailar un poco.
Él resopla una risa.
—Puede que haya rechazado y huido de algunos chicos, pero todo bien.
—¿En plural?
—Múltiples chicos.
—¿Eran guapos?
—¿Quieres que diga que no más que tú?
—No—se encoge de hombros—. Eso ya lo sé, pero quiero escuchar una respuesta tuya.
Golpeo su pecho, carcajeándome y él lanza una risa ronca. Entierro mi rostro en su cuello e inhalo profundamente su colonia. Él frota mi espalda y dejo un pequeño beso en su piel.
Hay grillos alrededor y los búhos ululan. Escucho el replicar del corazón de Edward. Cierro los ojos y me concentro en él, en sus brazos rodeándome y en sus labios acariciando el nacimiento de mi cabello.
—Amo que voy a tener un hijo contigo—susurra luego de un largo rato.
Sus palabras son cálidas y como un ungüento a mi corazón. Mi pecho se llena de una sensación hormigueante. Me envaro para mirarlo a la cara.
—¿Enserio?
—Si—responde—, ¿por qué?
—No lo sé—me encojo—. Puedo recordar un tiempo en que el hecho de que incluso quererme representaba mucho esfuerzo—. Esperaba que lo tomara como una broma, pero él no sonríe y menos se ríe.
En su lugar, frunce el ceño y toma mi rostro con sus manos.
—Sólo estoy feliz de que esto saliera bien. Pasaron las cosas que tenían que pasar.
—Yo también.
—Y, a veces…—traga pesadamente, mirándome el pecho brevemente antes de regresar sus ojos a los míos—cuando te veo, no puedo imaginarme algo mejor que tenerte en mi vida por siempre.
La emoción hace que la respiración se me atore en la garganta. Es tan refrescante escucharlo decir ese tipo de cosas, es bueno. Es tan… correcto. Edward no es de palabras, pero ¡oh qué bien lo hace!
Sujeto sus muñecas con mis manos.
—Gracias por decir eso. Amo tus palabras.
Él medio sonríe.
—Creo que comprarle la casa a tu familia fue una de las mejores decisiones que he tomado. Estoy feliz de haberte conocido y nunca te lo había dicho.
Froto su nariz con la mía.
—Yo también estoy feliz de haberte conocido.
Edward aprieta mis mejillas y se aleja para verme a los ojos.
—¿Por qué? —demanda saber.
—Pff…—bufo, apoyando mis codos en sus hombros—no había querido a alguien así nunca antes y porque estaba loca por ti. Eras tan guapo que me moría por besarte.
Sonríe y se lame los labios.
—¿Recuerdas cuando me descubriste robando tus duraznos? Usabas un bikini.
—Mm-hm.
—Bueno, me la jalé muchas veces pensando en eso.
Me río, apoyando la frente en la suya.
—¿Estamos a mano?
—Si, creo que si—asiento.
—Bien.
Me relajo frente a él y llevo mi cabeza a su hombro, cierro los ojos y disfruto de su cuerpo cálido junto al mío mientras escucho los sonidos de la noche.
Luego Edward inhala y entierra ligeramente sus dedos en mi cintura, como llamando mi atención. Me alzo para verlo.
—¿Sigues pensando en eso de las prioridades? —pregunta—. En lo de la noche de McDonald's.
Lo considero un momento. Sus ojos recorren mi rostro.
—He intentado no hacerlo—confieso.
—Ok…—parece que va a agregar algo más así que no respondo—porque acabo de decirte que soy feliz contigo, entonces espero que eso te haga dejar de dudar.
Sostengo su mirada y acaricio sus labios con mis dedos.
—Bien… lo hace—resuelvo. Él acaba de decirme todas esas cosas hermosas que hicieron vibrar mi corazón. ¿Puedo dejar de sobre pensar y sólo… ser feliz? Lo haré. A veces darles voz a mis pensamientos me resulta catastrófico. Mi interior se derrite al aceptar lo que Edward acaba de darme. Él se quedará a mi lado porque me ama, porque quiere estar conmigo y está feliz por nuestra situación.
—De acuerdo.
Trazo patrones invisibles en su pecho y lo miro. Él está viéndome de vuelta.
—¿Cuándo crees que podamos decirles sobre el bebé? —pregunto, cambiando el tema.
—No lo sé—chasquea la lengua—, ¿quieres hacer otra reunión? Podría ser divertido.
—Si, creo que si—palmeo su pecho—. Eso suena bien. ¿Quieres que mis tíos y tus padres vengan?
—Mierda, no—resopla una risa—. No quiero que mi mamá me avergüence frente a todo el mundo. Tengo que seguir siendo cool, ¿sabes?
—Cierra la boca, Edward.
Él ríe.
—Tal vez podamos ir a cenar con ellos después.
—¿Crees que esté bien encargarme de Eleazar y Carmen?
—Si quieres—ofrece, dudando—, ¿está bien eso? ¿hacerlo tú sola?
—No quiero que vuelvan a ser los últimos en enterarse. Tendrán que pasar semanas antes de poder reunirnos con ellos. Estás ocupado todo el tiempo.
—De acuerdo—concilia—. Sólo hazme saber cómo va eso.
—Lo haré.
Él no agrega nada más y me inclino para dejar mi cabeza en su hombro. Él pasa sus manos por mi espalda y me abraza fuerte. Juego con los botones de su camisa y él hace lo mismo con las puntas de mi cabello.
—Oye—lo llamo en un susurro.
—¿Mmm?
Me envaro para ver su rostro.
—Era enserio lo que dije… sobre mí no queriendo a alguien así antes.
Sus ojos se derriten y una sonrisa dulce comienza a formarse en su boca.
—Te amo demasiado—él entierra sus dedos en mi cabello, sosteniendo mi cabeza para mirarme a los ojos—. Antes había querido a las personas, pero se sentía incompleto… como contenido…
—¿Cómo si no hubieras desbloqueado el siguiente nivel? —ofrece, con media sonrisa.
Le sonrío.
—Si, justo así. A veces creía que eso era todo, pero luego resolvía que no podía ser posible. El amor no era como lo había imaginado, ¿sabes?
—Mmm.
—Pero esto es diferente. Ya no me contengo, puedo amarte sin límites, sin pausas o puntos suspensivos. Sólo… no quiero dejar de amarte nunca—apoyo mi frente en la de él y Edward inhala.
—¿Cómo puedes decir todo eso? —se ríe bajito—. A mí nunca se me ocurre qué decir.
—No es muy complicado. Sólo lo digo y ya.
—Te amo también. Se siente bien, libre, como correcto.
Es un momento perfecto para que me diga palabras románticas, pero Edward se inclina a mí y busca mi boca. Se la doy. Traza mis labios con su lengua y jugamos con ellas por un rato. Sus manos aprietan mi trasero y acercan mi regazo al de él. Enredo mis dedos en su cabello y sólo rompemos el beso para recobrar la respiración.
Nos besamos por lo que parece una eternidad. Él explora mi boca y yo exploro la suya. Gime bajito cuando sostengo su lengua entre mis labios y busca la mía para hacer lo mismo. Tomo su labio inferior entre los míos y dejo una ligera mordida. Él frota nuestras lenguas descaradamente antes de que las llevemos al interior. Estamos follando con nuestras bocas y me estoy muriendo por él.
Bajo mi mano por su torso y palmeo su regazo. Tomo su dureza de la mejor manera que puedo sobre la mezclilla y él gime.
Lleva su boca hasta mi mejilla y alcanza también mi cuello.
Es intoxicante. Mi centro comienza a palpitar y alcanzo una de sus manos para llevarla ahí. Él presiona y no pierde tiempo en hurgar bajo mi vestido. Frota con su pulgar sobre mis bragas y muerdo mi boca para ahogar un gemido.
—Nunca habías llegado tan lejos, eh—bromeo y él sonríe contra mi cuello.
—¿Va a ser esta la primera vez? —podría decirle que si a todo si sigue usando su voz baja y si continúa espolvoreando besos en mi cuello. Atrapa el lóbulo de mi oreja entre sus dientes.
—Mierda, sí.
Edward vuelve a sonreír y hurga en su regazo. Escucho su cinturón abrirse y luego el cierre. Sin perder más tiempo, me planto en el suelo con piernas inseguras y él me ayuda a mantener el equilibrio mientras me saco la ropa interior. Edward la enreda en su puño y sostiene mi mano cuando me coloco sobre él.
—Tendrás que moverte tú—dice.
—Si, he estado haciendo eso mucho últimamente—le reprocho.
—¿Es esa una…—gruñe cuando lo entierro en mí—una indirecta para que te folle por detrás más seguido?
—Mmm—gimo, moviendo las caderas—define "por detrás."
—Sube y baja, cielo—me ordena, ignorándome.
Edward me sostiene por la cadera mientras me encargo de moverme sobre él. La corteza del tronco se talla contra mis piernas y estoy segura de que tendré raspones.
—Justo así, nena—gime contra la base de mi garganta.
—Si hay cámaras ocultas aquí voy a matarte.
—Ya lo estás haciendo, Bell.
Él me sostiene por el trasero, apretándolo y acariciándolo, sus manos escondidas debajo de mi falda. Piel contra piel, encuentra su final dentro de mí y muerde mi hombro.
Detengo mis movimientos luego de que él hace tres estocadas profundas.
—Voy a salir, bonita—anuncia—. Y quiero que te sientes.
—¿Por…
—Quiero comerte—soluciona, sonando casual. Hace que me tiemblen las piernas.
Edward sostiene su miembro entre sus dedos y lo lleva hasta sus calzoncillos, acomodando su ropa.
—Estoy llena de ti—le recuerdo mientras lo obedezco.
Edward me está mirando desde arriba con el ceño fruncido y se lame los labios, antes de sostener mi cabeza fuertemente entre sus manos.
—Eso lo hace mejor—razona—, pero eso sonó putamente caliente. ¿Puedes decirlo otra vez?
Mierda. Podría morir justo aquí.
Le doy una mirada oscura y le sonrío de lado. Su boca se abre ligeramente. Está tan perdido.
—Estoy tan llena de ti, ¿no te importa? ¿me comerás de todas formas?
Él gime en su garganta y pronto está en cuclillas frente a mí, alzando mi falda.
—Eres mi puta diosa, Bella—finaliza antes de que su cabeza se oculte en mi ropa.
Besa mis muslos y pasa su lengua por ellos.
Dejo salir un gemido de apreciación. Apoyo mis palmas en el tronco, sintiendo la corteza enterrarse ahí al tiempo que su lengua me asalta.
—Dios, bonita—él gime desde abajo—. Ojalá pudiera ver esto.
Alzo la vista para ver la luna y esperar mi fin justo ahí.
¡Hola! ¡Por fin lo sabemos!
Está todo muy extraño. Me marcaba como el capítulo correcto y luego vi sus comentarios y resulta que no. Todo muy loco porque hasta leí el capítulo justo cuando lo publiqué jaja.
Estaba a punto de lanzarles un mega spoiler en el grupo de Fb, que bueno que leí primero sus comentarios.
Espero que les haya gustado. A mí me gustó mucho escribirlo y más porque me parece uno de los momentos más románticos de estos dos.
Nos seguimos leyendo y espero que ya no haya más errores.
¡Feliz Halloween!
