68
Edward
—¡Paul! ¿Qué onda? —cuestiono, mirando a los dos escurridizos. ¿Acaso él no había tenido una cita? ¿Acaso no había seguido viendo a la chica?
Seth se carcajea, iniciando con un "oohh."
—Mierda—Paul dice entre dientes y su mano sigue sin ser visible. Estoy a punto de vomitar—. ¿Me dan un minuto?
Me estiro para tomar el pomo de la puerta y cerrarla, pero Seth se entromete, queriendo tomar una foto ¡con mi teléfono!
—Hazte a un lado—lo empujo.
Salimos de ahí echando vistazos a la puerta cerrada del baño y Seth vuelve a reír.
—Eso si no me lo esperaba—dice.
—¿Qué hay de la otra chica? —cuchicheo.
—¿Ella es la que siempre pide Tequilas Sunrise? —Seth me entrecierra los ojos, curioso, señalando hacia la oficina.
—Seh—miro hacia allá—, ¿qué mierda? ¿en qué momento se escurrieron? ¿la viste entrar?
—Por supuesto que no—sacude la cabeza—. Tiene una explicación para dar.
—Y yo una vejiga que aliviar. Ahora vuelvo.
Voy hacia los baños públicos, con la mente hecha nudos.
¿Enserio Paul estaba metiéndose mano con una casi desconocida en nuestro baño? Imposible. Ese no es el Paul que conozco. Su amargura eterna parece hacerlo un seguidor de reglas. No es de los que creen que están para romperse.
Cuando regreso a la barra, Paul ya está ahí y la chica también. Ella está usando un vestido de seda negro y su cabello largo ya está peinado detrás de sus hombros. Mira alrededor, fingiendo que no ha sido sorprendida. Podría comenzar a chiflar.
Seth los observa atentamente, trepado en un taburete, con sus dedos entrelazados debajo de su barbilla.
—Edward, Seth—comienza Paul—. Ella es Renata.
Estoy a punto de decir algo como "hola, un gusto," cuando Seth abre la boca.
—¿Acaso no habías tenido una cita? Dijiste que habías estado viéndola.
Podría golpearme en la frente justo ahora.
—Si, eh… ella es la cita—continúa Paul. Ja, luce tan incómodo. Ahora si sería un buen momento para tomar una foto.
Y al parecer Rosalie tenía razón. Él sale con mujeres cuyos nombres comienzan con R.
—Oohh—Seth canturrea y rápidamente su ceño fruncido se convierte en una sonrisa—. ¡Hola! Soy Seth. Es genial conocerte… y saber tu nombre—le da una mala mirada a Paul y él rueda los ojos, zambutiendo sus manos en los bolsillos traseros de su pantalón.
Renata le da una pequeña sonrisa a Seth y tamborilea sus dedos en su pequeño bolso.
—Y ese es Edward—él me señala con la barbilla.
—Hola, lamento eso—ella dice. Su voz es ligeramente ronca, tiene ojos grandes y labios carnosos. Es pequeña. Y guapa.
—Si, yo también—agito la mano, restándole importancia.
Ella oculta una sonrisa y se mira los pies.
—De acuerdo—Paul intercede—. Ahora vuelvo, la acompañaré a su auto.
—Claro—Seth responde.
—Nos vemos por ahí—me despido, alcanzando mi trapo sólo para tener algo que hacer con mis manos.
—Seguro. Hasta luego—Renata dice.
Los observamos cruzar la pista. Los tacones de Renata resuenan incómodamente en el lugar y cuando la puerta está cerrándose a sus espaldas, entrelazan sus manos, probablemente creyéndose ocultos.
Miro a Seth, que ya me está viendo e intercambiamos una sonrisa.
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No hace falta decir que la pasamos muy bien cuando Paul regresó. Incluso lo hicimos sonrojar y él nos golpeó incontables veces en los brazos. También persiguió a Seth por la pista usando su trapo como un látigo cuando Seth comenzó a gemir ruidosamente repitiendo "oh, si, Paul" una y otra vez.
Y justo ahora se está enojando. Puedo sentirlo. Incluso a través de mensajes.
Seth: ¿Y visitarás a su mamá?
Paul: No puedo creer que incluso lejos seas un puto dolor en el culo.
Me río, leyendo su intercambio en el chat grupal. Es día de las madres y domingo, pero Paul decidió que una noche de bar no era muy maternal, así que día libre. Seth está en camino a Oregón y yo sólo estoy en la sala, esperando que Bella baje las escaleras para ir a casa de sus tíos.
Seth: Llévale flores.
Seth: A su mamá.
Seth: Y si quieres también a ella. ¿Ya son novio y novia?
Paul: Idiota.
Edward: Claro que son novios.
Paul: Bella está buscándote.
Edward: No en realidad.
Seth: Es bueno que tengas una novia ahora, ¡así Edward ya no tiene que preocuparse por ti yendo tras Bella!
Ruedo los ojos. El viernes por la noche Seth también se enteró, por accidente, que Paul y Lauren se besaron. No estuvo nada contento con nosotros por ocultarle esa información. Supongo que Lauren tampoco la tuvo fácil.
Ugh.
Lauren.
Será mejor que aleje mi mente de ella.
Edward: Estúpido.
Seth: Oh por dios, ¿por eso conseguiste a una castaña? Edward, cuidado.
Paul: Vete a la mierda.
Paul: Váyanse a la mierda.
Paul: Los dos.
Finaliza sus mensajes con un dedo medio alzado.
Escucho los pasos de Bella en las escaleras y luego ella aparece en la entrada a la sala.
—Andando. Estoy lista—me sonríe y apago la televisión, a la cual no estaba prestándole atención.
Ella está usando un vestido veraniego rosa, con flores, que le llega a las rodillas.
—Te ves bien—la señalo y voy hasta ella.
—Lo sé, ¿verdad? —se echa el cabello para atrás—. Pero, ¿sólo bien?
Ugh.
—No me desesperes—le advierto y voy por su boca.
Ella se aleja cuando apenas estoy empezando.
—¡Mi labial! —gruñe.
Le rodeo el cuello con el brazo y obligo a su boca a pegarse a la mía. Dejo besos ruidosos sobre ella sólo para molestarla. Y porque sus labios son suaves. Y me gustan.
Ella va hacia la puerta refunfuñando y antes de salir, azoto su trasero. Sus quejas se hacen más fuertes.
Bella golpea el suelo con el pie, fingiendo desesperación, mientras cierro la puerta detrás de mí. Desactivo la alarma de mi auto y ella entra, musitando un "finalmente" o algo parecido.
Estamos usando mi auto porque A, ella me ve como su chófer personal y B, su camioneta volvió a dar problemas. Ha estado dando problemas.
Le dije que debe ser el alternador y ella sólo se encogió de hombros, se dio la vuelta y entro a casa otra vez.
A veces me pregunto si a ella en verdad le importan sus pertenencias.
Tal vez es cosa de ricos.
Y temo que, otra vez, yo tendré que hacerme cargo.
—¿Cuándo vas a encargarte de tu camioneta? —le pregunto a medio camino.
Ella aleja su mirada de la ventanilla para dirigirla a mí.
—¿Cuándo vas a encargarte tú de mi camioneta? —ataca.
Le alzo las cejas.
—¿Yo? ¿Por qué?
Ella me frunce el ceño, como si le hubiera dicho que la Tierra es plana.
—¿Qué? ¿De qué hablas? Es como tu responsabilidad—agita su mano desdeñosamente.
Oculto una carcajada.
—Es tu camioneta.
—Lo sé, pero sigue siendo tu responsabilidad—soluciona.
—¿Qué harías si no me tuvieras? ¿Qué hacías antes?
Bella se encoge de hombros.
—Se lo decía a Jake y sus amigos se encargaban de eso—explica—. Ya sabes, los que te molieron a golpes—se cubre la boca fingiendo ocultar una carcajada.
—Yo lo molí a golpes. Ese idiota.
Bella ríe y sube el volumen de la música.
—Bien, ¿qué harías si no existiera Jake?
—Estás tú—resuelve.
Le ruedo los ojos.
—Yo tampoco.
—Ah, fácil, le digo a Eleazar.
—Tampoco él.
—Sigue siendo fácil, Edward. Se lo digo a Emmett.
—No existe Eleazar, por lo tanto, no existe Emmett.
Ella bufa.
—Mmm, le digo a Carmen que mi camioneta no funciona y ella probablemente me prestaría uno de sus autos. Y antes de que digas que ella tampoco existe, te daré mi última respuesta: ¡me compro una nueva! —agita su puño al aire.
Me río.
—Estoy sorprendido de que ninguna de tus soluciones es llevarla al taller mecánico, como las personas normales lo hacen.
—Mmm, ¿fue esta un tipo de prueba? —me entrecierra los ojos.
—Si, la prueba de "soy asquerosamente rica."
—Mmm—tararea contenta—. Pues lo soy.
Sacudo la cabeza y entonces registro sus palabras.
—Espera, ¿tus tíos tienen más autos?
—Si—asiente incluso con su cabeza.
—¿Y por qué simplemente no tomas prestado uno? Así no tendría que despertar más temprano para llevarte a Swan Crops—refunfuño.
Bella ríe y rasca mi mejilla.
—¿Y perderme la oportunidad de restarte minutos de sueño? Jamás.
Alejo su mano con un golpe y ella vuelve a reír.
—Me sacas de quicio, Bella.
—Si, tú también y acabas de pasarte el rojo.
—¿Qué? Claro que no—miro por el retrovisor y temo que sí. Los autos que estaban detrás de mí están detenidos una calle atrás.
—Claro que sí.
—¿Por qué no me lo dijiste?
Ella me mira confundida.
—Te lo acabo de decir.
—¡Bella!
—¡No es mi responsabilidad! —grita.
—Eres una hipócrita—una sirena detiene mi siguiente insulto—. Y me van a dar una multa.
Bella sacude la cabeza, divertida. Detengo el auto a un costado de la carretera y gruño, molesto, mientras rebusco en la guantera.
—¿Qué hace un policía trabajando el día de las madres? Maldita sea.
—Tal vez no tiene una madre—Bella murmura. Se detiene de agregar algo más cuando la miro mal.
El policía ya está llegando a mi lado, así que bajo la ventanilla. Tiene canas prematuras y golpea su estúpida libreta con su estúpida pluma.
—¿Puedo ver su identificación?
Se la tiendo y él ya está anotando cosas. Bella comienza a saltear mi playlist, totalmente inafectada, y le doy una mirada. Se detiene abruptamente.
—¿Tienes algo de prisa, Edward Cullen? —pregunta el oficial, no me pasa desapercibido el desprecio en su voz cuando dice mi nombre.
—No, señor.
—¿No? Acabas de ignorar un rojo, Edward.
—Si. Lamento eso, señor—respondo, sin saber qué más decir. Nunca he lidiado con policías antes. Soy (o era) un ciudadano responsable que obedece leyes y normas. Solía ser una persona ejemplar. Comienzo a extrañar al hombre que fui.
El oficial se inclina y observa a Bella, sus ojos van a su abdomen. De lado, es notorio, pero tal vez él piense que no está embarazada. Muy tarde, Bella está entretenida trazando círculos con sus dedos.
Gracias, Bella. Otra vez.
—¿Conoces las consecuencias de pasarte un alto, Edward?
Estoy a punto de golpearlo. ¿Puede darme mi multa y ya? No necesito el cargo de consciencia.
—Si, señor.
—Bien—él regresa a sus notas y arranca el ticket—. No pongas en riesgo a tu familia por tu impaciencia, Edward—me tiende la multa.
—No, señor. Gracias.
—Tengan un buen día—finaliza en tono mierda y se aleja.
—Tú vas a pagar esto—le tiendo el ticket a Bella y ella lo toma, riéndose—. Tú eres la rica aquí.
—No creo que merezca pagarlo después de que "me pusiste en riesgo, Edward Cullen"—. Imita al oficial pobremente.
—No necesito la carga de consciencia, gracias.
El oficial espera a que nosotros arranquemos para irse y golpeo la mano de Bella cuando intenta cambiar una de mis canciones favoritas.
—Dejarme escuchar esto es lo menos que puedes hacer.
—Espero que el bebé esté escuchando tus crueles y groseras palabras.
Alcanzo su mano golpeada y beso el dorso.
—Cállate… bonita.
Bella parece contenta con eso porque sus ojos chocolate se derriten cuando me mira.
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Bella se inclina a alcanzar los dos regalos de Carmen, porque resulta que hoy también es su cumpleaños y caminamos juntos a la puerta.
—¿Debí comprarle algo? —pregunto en un cuchicheo, deseando que Bella diga que no.
—Nah—ella agita su mano—. Ni se dará cuenta.
Bien.
Ella toca el timbre y luego de un momento escuchamos un familiar cascabeleo, entonces la puerta se abre lentamente, pero no hay nadie ahí… ningún humano, al menos.
—¿Una Pomerania acaba de abrirnos la puerta? —Bella aventura, mirando a Nabi.
—No creo que alcance el pomo—Nabi ladea la cabeza cuando me escucha hablar, como juzgándome.
—Bueno—ella suspira, dando un paso al frente—, al menos una gracia debía de tener.
—Será mejor que mamá no te escuche decir eso—Emmett ríe desde detrás de la puerta, mostrando su cabeza.
—Sabía que eras tú—Bella golpea su pecho con el regalo de Carmen—. ¿Qué onda?
—¿Cómo están? —él nos señala con su barbilla—, ¿cómo estás? —mira a Bella.
—Bien. Todo bien.
Avanzamos hasta la sala, en donde Carmen y Eleazar están viendo televisión. Bella va hasta ellos y besa sus mejillas, a Carmen le da un abrazo y le tiende ambos regalos.
—Ah, muchas gracias, chicos—nos mira. Me acerco patosamente a darle un abrazo también. Huele a perfume caro.
Nos sentamos en el sofá blanco y Bella coloca sus manos entrelazadas sobre su panza.
—¿Ya vieron el moño de Nabi? —Carmen dice, inclinándose para tomar a la Pomerania y llevarla a su regazo. Nabi está usando un gran lazo rosa alrededor de su cuello, adornado con un cascabel—. Es un moño de día de las madres.
Bella le frunce el ceño.
—Ella no es mamá de nadie.
—Pero, ¿acaso no sería una gran madre? —Carmen besa la cabeza del animal y rasca su lomo.
Bella abre la boca para decir algo, pero Emmett carraspea, llamando su atención. La detiene con un gesto de mano.
—Seguro—dice en su lugar.
Me pregunto por qué a Bella parece no agradarle Nabi. ¿No le gustan los perros? A todos les gustan los perros, por dios.
—¿Dónde está…
Las palabras de Bella se interrumpen por un sonido de un vidrio quebrándose y luego un jadeo sonoro, apuesto a que es el jadeo de Rosalie.
—¿Rose? —Emmett la llama, mirando sobre su hombro hacia la entrada.
Está a punto de ponerse de pie cuando el ruido de tacones lo detiene, otro cascabel, una respiración pesada y uñas contra el suelo.
Kitty hace su aparición antes que Rose y también está usando un lazo alrededor de su cuello, pero el de ella es lila. Camina hasta nosotros y lanza un gemido.
—Malas noticias—anuncia Rosalie al entrar al salón—. Nos quedamos sin ensalada… Kitty tiró el tazón con su cabezota.
Carmen jadea, ofendida, pero el resto nos reímos.
—No tiene una cabezota—Carmen dice, mirando al animal a la cara.
—Claro que la tiene—Eleazar resuelve, apagando la televisión—. Y es medio torpe.
—No pueden ofenderla en su día—murmura Carmen.
—Ella tampoco es la mamá de nadie—nota Bella.
La voz de Bella parece llamar la atención de Kitty, que viene hacia ella y en lugar de olfatear su rostro, como suele hacerlo, olfatea su abdomen.
—¿Lo ves? Tiene instinto maternal—defiende Carmen—. Está oliendo a tu bebé.
—Hablando de eso… ¿se supone que eres una mamá ahora? —Rose le frunce el ceño a Bella—¿tenemos que desearte un feliz día y darte flores?
Bella se encoge de hombros, dejando que Kitty explore su torso.
—También podrías darme algo de dinero.
Rose hace "ugh" y rueda los ojos.
—¿Lo ves, Carmen? No se toma esto enserio. No merece tu lazo.
—¡No tengo un lazo! —Bella reclama—, espera, ¿voy a tener que ponérmelo en el cuello también? Porque yo creo que paso.
—Es un prendedor—Carmen responde, rebuscando en el cajón en la pequeña mesa a su lado.
—Ah—Bella sonríe—entonces sí quiero mi lazo.
Durante su intercambio, mantengo mis ojos pegados a Kitty. Ella coloca su oreja en la barriga de Bella, como si fuera una persona que intenta escuchar algo. ¿Enserio está escuchando algo? Kitty gime y luego se sienta frente a ella, como una estatua enorme.
Un rato después, nos movemos al comedor y Carmen se detiene abruptamente, haciéndonos chocar los unos a los otros.
—Rosalie, no limpiaste el desastre—nota.
—¿Acaso no se pueden comer la ensalada ellas? Es decir, ya está en el piso—Rose le responde señalando a las mascotas.
—Ugh, Rosalie.
Rose se dedica a limpiar mientras nosotros tomamos asiento.
Hay sushi -con y sin pescado o mariscos- y salmón, también quesos y fruta. Y también había ensalada, pero ya no más.
Bella se dedica a contar la trágica y estúpida historia sobre mi multa y no hace falta decir que Emmett se la pasa en grande burlándose de mí.
Comemos también pastel luego de cantarle la canción del cumpleaños a Carmen y descubrimos que el regalo de Eleazar, del que nos enteramos cuando vinimos a darles la noticia del embarazo, es un viaje a Las Vegas.
Supongo que personas ricas como ellos pueden disfrutar de Las Vegas a otro nivel.
Pasamos otro rato ahí hasta que Bella decide que es suficiente y que será mejor que nos pongamos en marcha a casa de mis padres.
—¿Estás cansada? —le pregunto cuando estamos de regreso en el auto. Una ligera llovizna comenzó a caer, mojando levemente el parabrisas.
—No—suspira—, estoy bien.
Para cuando llegamos, la lluvia ya arrecia y Bella y yo pasamos el rato en la sala, viendo televisión, mientras papá termina la cena.
Más tarde, los abuelos llegan, pero mamá sigue arriba. Papá dice algo sobre estar en videollamada con Alice.
La abuela se lleva a Bella a la cocina y nosotros permanecemos pegados al televisor, viendo el partido de beisbol. Finalmente, mamá viene a la sala, sonriendo y saludando. Cuando voy a la cocina, a decirle a la abuela y a Bella que es hora de la cena, escucho que Bella está contándole sobre su familia.
—… sólo éramos mi papá y yo—Bella está diciendo cuando entro.
Me da una sonrisa y luego mi papá me da una palmada en la espalda, pasando a mi lado, listo para presumir su comida.
Él preparó una comida italiana completa, incluso hizo raviolis y tiramisú.
Aunque nadie le cree que él lo hizo. Ni siquiera mamá.
—Tal vez la pasta, Carlisle, pero no todo esto—mi mamá señala su plato con el tenedor.
Él, eventualmente confiesa que compró los raviolis y el tiramisú. Y tal vez el pan.
Les damos sus regalos a la abuela y a mamá y ellas dicen que el próximo año harán un pastel de tres pisos. Uno por cada una de las mamás en la familia.
Bella sonríe y, por mal que suene, ya quiero que llegue el día en que sea tan grande que no pueda verse los pies.
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El lunes llega más pronto de lo que me hubiera gustado, pero no hay nada que pueda hacer al respecto.
Como ya es costumbre, Bella y yo preparamos el desayuno y lo comemos juntos, sentados en los taburetes de su ¿o nuestra? cocina y cuando es hora de irnos, ella trepa a mi auto y me mira por la ventanilla.
Le frunzo el ceño desde la puerta principal.
—¿No vas a llevar tu bolso?
Ella se encoge de hombros, pero responde.
—Si, tráelo—ordena, apoyando su codo y sonriendo.
Le entrecierro los ojos a su tono mandón.
—No soy algún tipo de sirviente, ¿sabes? —le digo cuando entro al auto.
Ella toma su bolso de mis manos y rueda los ojos.
—Eso ya lo sé, Edward—masculla, como si yo fuera quien no lo entiende.
—De acuerdo. Me alegra saber que estamos en la misma página.
—Claro—y su tono es demasiado condescendiente para mi gusto—, pero si tengo a alguien que lo haga por mí…—deja la frase inconclusa, para que yo rellene los espacios.
Le gruño en respuesta y arranco.
A medio camino, ella deja salir un quejido y se frota el abdomen. Su nariz está arrugada en una mueca.
—¿Qué? ¿Qué pasa?
—No sé—masculla—, agruras o algo así.
—¿Agruras? ¿Los wafles te dan agruras?
—No lo sé, se siente raro.
—¿Raro? ¿O mal?
—Raro.
Ella me da una media sonrisa tranquilizadora. Comienzo a ponerme nervioso.
—Está bien. Es sólo mi estómago… no es él.
—¿Segura?
—Si, Edward—me aplaca.
Para cuando llegamos a Swan Crops, sigo echándole miradas, temiendo cosas malas y esforzándome por echar los horribles escenarios fuera de mi mente.
—Está bien—repite cuando ve mis ojos pegados a su abdomen—, ya se está pasando.
—¿Me llamarás si algo malo pasa?
—Nada malo pasará, pero claro—Bella se inclina a dejar un beso en mi boca y la observo caminar hasta la puerta.
Más tarde, las bromas de los chicos parecen sacarme de mi estado de ánimo ansioso y me tranquilizo cuando Bella vuelve a repetirme que todo está bien. Aun así, le digo que me mensajee si algo cambia.
—Mierda—Eric masculla cuando el recordatorio de nuestra reunión con Caius y con el otro equipo de diseñadores aparece en nuestro correo—. Olvidé la reunión. No estoy de humor para una reunión. Tengo una cruda tremenda.
—¿Demasiada celebración para el día de las madres? —se burla Heidi desde su escritorio.
Eric gime y Victoria me mira desde el costado de su pantalla.
—¿Teníamos que preparar algo? ¿Nos van a preguntar cosas?
—No te preocupes—Heidi le resta importancia con un gesto de mano—. Si algo sale mal, Edward nos salvará.
—Claro que no—le frunzo el ceño.
—Bueno…—ella me da un encogimiento y alcanza su libreta—eso es lo que un buen jefe haría—recrimina y se pone de pie.
—¿Entonces? —Victoria presiona, tomando también su libreta—, ¿van a preguntarnos cosas?
—No—respondo—, Caius sólo hará algunos anuncios.
—¿Qué anuncios? —Eric pregunta, de pronto volviendo a la vida—, ¿qué está pasando?
—No lo sé—me encojo—, sólo sé qué dirá algo importante.
—Tú sabes algo—Heidi me pica el brazo—, ¿qué sabes? ¿por qué no nos lo dices?
Me río de sus rostros curiosos y ojos entrecerrados.
—No sé nada—los corto—. Andando.
Avanzamos hasta la sala de reuniones, siendo los primeros en llegar y no pasa mucho tiempo para que Victoria y Heidi nos aburran con su plática de mierdas para el cabello.
Eric les lanza una bola de papel.
—¿Pueden callarse? Me duele la cabeza.
—¿Le dirás lo mismo a Caius? —Heidi le arroja la bola de vuelta.
—Claro. Caius me la…—la puerta se abre, revelando a Caius y al otro equipo de diseñadores tras él—¡Caius, hola amigo! —Eric lo saluda, incluso agita su mano.
—Eric, hola. Hola, chicos—nos saluda con un gesto de barbilla.
El segundo grupo de diseñadores de Le Monde está conformado por cinco personas: Rachel, Rebeca, Leah, Collin y Tom, su jefe. Ellos toman asiento frente a nosotros y se intercambian saludos mientras esperamos que Caius esté listo para dar su gran noticia.
Tamborileo mis dedos en la mesa y luego de un rato, Caius deja su celular a un lado.
—Gracias por venir—comienza—. Espero que hayan tenido un buen fin de semana. Esta reunión no sólo es para evaluar el rendimiento del departamento—unas ligeras risas llenan el lugar—, hay una situación aquí…—nos lanza una mirada a mí y a Tom—de la cual tengo que hablarles.
Esto se está poniendo raro. El otro día tuve la ligera sospecha de que habría un reacomodo de posiciones, ¿tal vez esto tenga que ver con eso? Pero Caius me mira como si yo ya supiera ¡y no sé nada!
Heidi patea mi pierna por debajo de la mesa y la miro.
Me entrecierra levemente los ojos y me encojo de hombros. Ella, Victoria y Eric intercambian miradas. Siguen sin creerme.
—Tom, habíamos acordado que le hablarías a tu equipo sobre ello. Ahora, Edward…—Caius se pasa un dedo por la nariz y me mira mientras sus manos acomodan las hojas que sostenía al entrar a la sala—lamento no haber tenido la atención de hablarte de esto, pero, ya sabes…—agita su mano—no estaba en la ciudad y todo eso—asiento, aun confundido—de igual manera, si no estás de acuerdo con esto podremos encontrar una solución.
Me está poniendo nervioso. Paseo mi mirada por el resto de personas. El equipo de Tom parece estar al tanto de lo que sucede. En cambio, mis tres chicos lucen tan confundidos como yo.
—Creo que hemos creado un lugar seguro y un canal de comunicación abierto para que cualquier miembro del departamento exponga sus inquietudes o sugerencias confiadamente—la mirada de Caius pasa por cada uno de nosotros—. Tom, ¿le hablaste a tu equipo al respecto?
—Si—Tom responde, pasándose la mano por su cabello negro—, ellos están al tanto… sólo de lo que a mí concierne.
Miro a los chicos de Tom. Ellos sólo tienen cara de circunspectos y sus expresiones no me dicen nada.
—Bien—Caius asiente, satisfecho—. Bien, como ustedes ya lo saben… y como ustedes no—nos mira a nosotros—esta es la última semana de Tom en Le Monde.
¿Qué?
Todas las miradas van hacia él. Heidi vuelve a patear mi pierna y la pateo de vuelta.
Suficiente con eso, me van a salir moretones.
—Tom irá a Minneapolis por… razones personales—Caius resuelve—. Lo que significa que Leah, Rachel, Rebeca y Collin necesitarán un representante. Edward…—él llama mi atención—esperaba que tú pudieras tomar el lugar de Tom.
¿Qué?
Mi mente es un embrollo. ¿Qué hay de mis chicos?
—Fusionaremos a los dos equipos hasta cierto punto y esperaba que aceptaras ser el representante de ambos. Hablaremos en privado luego de que terminemos aquí.
Esto es un ascenso. Definitivamente es otro ascenso.
Nadie dice nada. Nadie se mueve. Un alfiler podría escucharse caer sobre el suelo alfombrado.
—Bien—respondo.
—Bien—Caius asiente, satisfecho—. Entonces ya podemos iniciar con la evaluación.
Me es difícil concentrarme el resto de la reunión, sólo atrapo frases y respondo las preguntas de Caius lo mejor que puedo. Heidi está más atenta y responde acertadamente, dado que las evaluaciones las realizamos entre los dos.
Le agradezco mentalmente.
Un gran cambio se avecina y espero que sea algo bueno. Mi vida de pronto comenzó a llenarse de cambios y me está causando demasiado estrés. Podría darme un infarto en cualquier momento.
Caius sonríe cuando finaliza su discurso y le da una palmada a la mesa.
—Andando entonces—dice—. Tengo hambre.
Él sale, pavoneándose como siempre y luego el resto de nosotros dejamos nuestros lugares lentamente, todavía no muy seguros de lo que acaba de ocurrir. Sé que todos están pensando en la gran bomba que Caius dejó caer.
Tom y yo somos los últimos en salir y él me palmea la espalda.
—Podemos hablarlo con Caius—comenta.
—Claro, sólo dame… ¿una hora?
—Bien. Estaré desayunando entonces.
Mi corazón late muy rápido mientras avanzo por los pasillos de Le Monde. Claro que aceptaré, así que se vienen más responsabilidades, tengo a más personas a cargo y es bastante claro que me darán un aumento.
No lo puedo creer. Acaban de ascenderme en agosto y Caius cree que podré lidiar con esto. Definitivamente es como una palmada en la espalda. ¡Tengo que contárselo a Bella!
Mis manos pican por alcanzar mi teléfono para llamarla.
Cuando entro a nuestra oficina, ellos comienzan a lanzar quejas.
—No vas a irte, ¿cierto? —pregunta Eric.
—¿Estaremos todos juntos en una misma oficina? —pregunta Victoria.
—No estoy dispuesta a ver cómo Rachel babea por ti todo el tiempo—sentencia Heidi—. Seguramente es la que está más feliz con esto.
Y ellos ya están rodeándome.
—No sé nada de eso—los detengo—. Y ya escucharon a Caius: sólo hasta cierto punto.
—Si, pero cada equipo podría seguir trabajando en lo de su área y aun así podrían ponernos en la misma oficina—me señala Victoria.
—No quiero—Heidi sacude la cabeza.
—Y Rachel no tiene ningún enamoramiento conmigo—le arrojo un clip a Heidi. Le cae en la frente.
—¿Quieres apostarlo?
—Por favor no permitas que estemos todos juntos—Eric implora, uniendo sus manos.
—Chicos, no sé nada, todavía no hablo con Caius—concilio.
—No es como si fueras a decir que no, Edward—Heidi rueda los ojos.
—No se apresuren. Tengo que discutirlo con ellos primero.
Ellos mascullan, nada contentos, yendo a sus lugares.
—Pero no a lo de la misma oficina—finaliza Heidi—. Felicidades, por cierto—me dice sobre su hombro.
—Pues gracias.
Ella me muestra el dedo y se deja caer sin gracia en su silla.
—Se me subió la cruda con esto—Eric se tira en su escritorio y yo sólo busco el nombre de Bella en mis contactos, queriendo salir de aquí lo antes posible para llamarla y contarle de esto.
¡Hola! Les traigo más. Espero que les haya gustado.
Ya vimos que la chica de Paul es alguien completamente nueva, no alguien que ya conocíamos. A ver cómo le resulta esto.
¡¡Y a Edward se le presentan nuevas oportunidades!! A ver si así ya le baja a su intensidad de tener tanto trabajo.
Gracias por leer y espero ver sus comentarios.
Nos seguimos leyendo.
