70
Edward
Mis ojos recorren a Bella ansiosamente, intentando encontrar cualquier cosa que me indique que algo anda mal. Le saco la colcha de encima, imaginándome los peores escenarios posibles, pero todo parece normal.
—¿Qué pasa? ¿Qué sientes? —le pregunto, rodeando la cama para estar más cerca de ella.
Su cabello está desperdigado por toda la almohada y por su rostro. Continúa tirada, frotándose el rostro.
—¿Bella?
Ella carraspea pobremente y hace una mueca.
—Mi garganta, mierda—grazna—. Y mi nariz. Maldición, estoy enferma—. Su voz se escucha terrible y se incorpora lentamente, apoyándose en un codo.
Intento ayudarla, tomándola por los hombros. Estoy más tranquilo ahora que sé que no es algo horrible.
—¿Qué sientes? ¿Sólo eso te duele?
—Si—gime—. Un resfriado o algo así.
—Tal vez no deberías de ir a trabajar. Tal vez deberíamos de ir al hospital.
—Está bien, Edward—resuelve y sale de la cama torpemente—. Me siento de la mierda, pero no es el fin del mundo… creo—añade bajo su aliento.
—No lo sé, Bell, la fiebre es peligrosa en el embarazo. ¡Y no puedes tomar cualquier cosa! —la sigo hasta el baño.
—Dios, no tomaré nada—dice, llevándose el cepillo de dientes a la boca—. Está bien.
Me quedo ahí, de pie en la puerta del baño, observándola. No debería ir a la compañía, debería ir al doctor, pero ella es tan cabezona. Ya se está desvistiendo y me mira sobre su hombro antes de entrar a la regadera.
—Ve a comer tu desayuno. No me tardaré mucho.
—Bien—gruño—. Se está haciendo tarde de todas formas.
—Lo sé—carraspea.
Cuando ella entra a la cocina, luce un poco mejor, pero su ceño fruncido dice otra cosa.
—¿Qué tal el doctor? —ofrezco, pasándole un vaso con jugo de naranja.
Bella bufa.
—Está bien. Iré por la tarde.
—Podemos ir ahora.
Bella me da una mala mirada sobre el borde de su vaso.
—No, no podemos ir ahora. Tú tienes que ir a trabajar, al igual que yo, pero hoy inicia tu gran semana—medio sonríe.
—Ugh, no me lo recuerdes.
Hoy, oficialmente, me convierto en el jefe de ambos departamentos de diseño y hoy haré el gran anuncio del líder. Tengo la ligera sospecha de que Eric espera que lo elija a él, aunque también es de esperarse que elija a Heidi.
Y sobre ella diciendo que Rachel tiene un enamoramiento conmigo… creo que es cierto. Se pone toda ansiosa a mi alrededor. Y torpe. Sonríe demasiado y sus palabras se tropiezan la una con la otra.
Tengo que mantener mi distancia con ella si no quiero que explote de pronto.
—No es la gran cosa—Bella intenta restarle importancia.
—Pero te sientes mal—le recuerdo.
—Ya sé que me siento mal—Bella gruñe—, pero lo superaré.
Todavía no me encargo de su camioneta, así que manejo hasta Swan Crops y Bella apoya su cabeza en la ventanilla del auto.
—Todavía puedo dar vuelta en la siguiente calle e ir al hospital, nena.
—Si, si, ya sé—refunfuña.
Es bastante extraño verla usando ropa simple para el trabajo. Siempre usa medias o pantalones interesantes o se trenza el cabello y esas mierdas. Pero no hoy. Sólo viste una blusa de algodón y unos jeans, aunque su culo se ve bastante bien.
—Si algo pasa, te llamaré—promete—. Y si me siento peor le diré a Emmett que me lleve al hospital, o tomaré un auto prestado, ¿sí?
—Bien—respondo, porque es todo lo que obtendré.
Ella asiente satisfecha y se niega a besarme. Probablemente ya tengo el virus, pero ella no cede y sale del auto. Arrastra los pies y saluda débilmente al guardia, que frunce el ceño ante la inusual actitud de Bella.
Lo primero que hago al llegar a Le Monde es convocar una reunión. Caius asiste también y es hora de delegar actividades y anunciar al nuevo líder.
Mantengo mi teléfono cerca, sólo por si acaso.
—Esta semana estaré concentrándome en ustedes, chicos—les digo al ¿antiguo? Equipo de Tom—. Tal vez esté pasando el rato ahí con ustedes y si no, bueno, mi atención estará ahí.
Las manos de Rachel comienzan a temblar incontrolablemente sobre su bloc de notas y deja la pluma encima, bajando los brazos y ocultándolas debajo de la mesa.
—Tom me habló de ustedes y me contó de sus actividades, así que dejémoslas así por el momento.
Ellos asienten con un "bien" y cuando termino de repartir actividades entre mis chicos, Caius me interrumpe.
—¿Tienes una respuesta respecto a lo del líder, Edward? —pregunta casualmente, como si todo el mundo no estuviera esperando por mi respuesta, como si no significara nada.
Caius disfruta de ver el mundo arder.
—Eh, si—trago—. Estuve pensando en eso.
—¿Y bien? —pregunta él, sin dejar de teclear en su laptop. ¿Qué tanto escribe de todas formas? No está enviando correos así que sospecho que está hablando con su mujer—. ¿Fue una decisión difícil? ¿Te basaste en la efectividad o en la antigüedad?
—Creo que no habría antigüedad sin efectividad, Caius—respondo.
Él alza las cejas y asiente con un "mm-hm." A veces es complicado interpretar sus gestos, sus palabras o sus silencios. Después de todo este tiempo de estar aquí, sigo dando tumbos a su alrededor en algunas ocasiones. Es desesperante.
Puedo ver que Heidi está emocionada cuando hago el gran anuncio, pero intenta parecer totalmente calmada y relajada. Ella asiente a todo lo que digo y acepta las felicitaciones del equipo con una sonrisa educada.
Estoy satisfecho con mi decisión. Heidi y yo iniciamos esto, colocamos la primera piedra y sé que puedo confiar en ella. Es una gran amiga y su discreción respecto a temas de trabajo es genial. Es creativa y sagaz y su modo parlanchín nos viene bien en muchas ocasiones. Además de que la quiero, las cualidades en su vida laboral son demasiadas como para enlistarlas.
Eric rodea sus hombros cuando avanzamos por el pasillo y le da un caderazo.
—¿Te pondrás igual de pesada que Edward ahora? —le pregunta—. ¿Serás un dolor en el culo incluso peor?
—Oh, no tienes idea de cuánto—ella se lo saca de encima y Eric ríe.
—¿Vas a querer ir por una dona? —Victoria interrumpe, dirigiéndose a Eric.
—Los alcanzamos—se despide él y camina junto a la pelirroja hacia la cafetería.
Heidi choca su brazo con el mío y me sonríe.
—Gracias por eso, Edward—murmura, usando su voz suave que guarda especialmente para momentos serios.
—Sólo no hagas que me arrepienta.
—Ah, cierra la boca—bufa—. Es la mejor decisión que tomarás en tu vida.
—¿Y sabes cuál es la buena noticia?
—¿Cuál? —aventura, tamborileando sus dedos en su libreta.
—Que ahora podremos hacer lo que queramos respecto a lo de los diseños.
—¿Finalmente podremos hacer que la sección de Deportes en el sitio web deje de tener gráficos tan horribles? —pregunta, maravillada.
—Ah, eso es lo primero que se va.
Ella aplaude, complacida.
Más tarde, pero antes del almuerzo, Bella me llama. Respondo, esperando una mala noticia.
—Hey—saluda, con voz ronca y apagada—, ¿cómo estás?
—Bien, ¿cómo estás tú?
No me molesto en salir de la oficina para hablar con ella. Ellos están demasiado entretenidos riendo con un vídeo que Eric les muestra en su teléfono.
—Mal—dice—. Ya estoy en el hospital. Emmett me trajo.
—Ah, Bella, te lo dije. ¿Cómo te sientes?
—Si, ya sé que lo dijiste. Sólo estaba posponiendo lo inevitable. Me siento horrible… incluso peor. Estoy cansadísima y mi garganta duele como la mierda.
—Voy hacia allá.
—¿Qué? ¡No! No vengas. Estaré aquí un buen rato y Emmett me llevará a casa.
—¿Él se quedará contigo?
—Eehh… creo—dice, no muy convencida.
—No, Bell, iré yo. Estoy en camino.
—No, Edward. Tu semana…
—Te veo en un rato—la interrumpo, terminando la llamada.
Ella puede ser tan cabezona a veces.
xxx
Emmett está con Bella en el cubículo de la sala de Urgencias y se ríe de algo mientras Bella gruñe.
—Hey—saludo al entrar. Bella me da una pequeña sonrisa y estira su mano, así que la tomo y voy a su lado.
—Hola, Ed—Emmett sonríe y se cruza de brazos—. Bella dando problemas, eh, nada raro.
—Largo de aquí—Bella busca alrededor, como si quisiera arrojarle algo.
—Ah, ahora no soy necesario, ¿verdad?
—No, ya no—Bella acepta y luego me mira—, ¿cómo estás? ¿te sientes bien?
—Si, me siento bien—froto su mano entre las mías y les doy una palmada—, ¿qué dijo el doctor?
—Tu papá, ¿querrás decir? —ella me alza las cejas—. Él anda por ahí—señala descuidadamente con su dedo.
—¿Enserio? ¿Él vino?
—Seh—sorbe su nariz—. Dijo que sólo es una gripe… y puede que me haya regañado un poco—se encoje de hombros.
—Uuhh, no fue malo, ¿verdad?
—Nah.
—Bien, porque solía regañarnos como por una hora cuando Alice o yo caíamos enfermos.
Bella ríe entre dientes y alcanza un pañuelo de su bolso. Emmett está tecleando en su celular.
—Mis papás dicen que estás vetada de Swan Crops—le dice a Bella—. Carmen dice que "le diré al guardia de seguridad que le diga a Bella que se vaya al diablo si aparece por aquí… respetuosamente."
—Sólo es una gripe.
—Pero el Doc dijo que tenías que descansar y monitorear fiebres—Emmett se echa el teléfono al bolsillo—. Y tiene razón. Y es tu suegro, así que deberías obedecerlo si no quieres que te desherede.
Bella sólo rueda los ojos y termina de limpiarse la nariz.
—Los suegros ni siquiera dan herencias—refunfuña.
—¿Vas a quedarte con ella? —Emmett me pregunta.
—Si, la llevaré a casa también.
—Bien. Entonces me voy. Todo el trabajo que dejaste tirado no se hará por sí solo—él señala a Bella despectivamente y ella le arroja el pañuelo sucio—, ¡Eww, tus virus!
Emmett se despide, haciendo un gran alboroto, pero acaricia el cabello de Bella con cariño.
—Sólo descansa y ya—le dice.
—¿Tuviste esa reunión? —ella me pregunta luego de un rato. Hace ademán de querer sentarse, pero la detengo.
—Seh, Heidi es la líder ahora. ¿Necesitas algo?
—¿Cómo tomó eso? ¿Me das esa botella de agua? Y sólo quería tirar el pañuelo a la basura.
La ayudo a sentarse y le doy la botella. Ella da grandes tragos mientras me deshago del pañuelo.
—Lo tomó bien. Supongo que tenía la esperanza de que la eligiera. ¿Tienes mucha sed?
Bella sacude la cabeza.
—Ya tomé mucha agua, pero es la resequedad en la garganta. No se va—ella sólo se encoje—. No debiste tocar el pañuelo.
Rebusca algo en su bolso.
—De todas formas, ya me contagiaste, cielo—ella deja algo de gel anti bacterial en la palma de mi mano y las froto.
Está a punto de decir algo, pero papá entra al cubículo, interrumpiéndola. Parece apurado y lee algunas hojas en su tabilla.
—Bella, ¡hey! —me sonríe—, ¿cómo estás? ¿te sientes enfermo?
—Hola, no. Me siento bien. ¿Cómo está Bella?
—Está bien. Es sólo una gripe. Tiene que descansar—él le palmea el hombro, con una sonrisa gentil en su cara—. Tomar su medicina y monitoreen la fiebre. Toma duchas, para evitarla.
—De acuerdo—ella acepta.
—Ya pueden irse. ¿Te quedarás con ella? O siempre puedes llamarle a tu mamá—me dice papá.
—No, me quedaré con ella por el resto del día. Tal vez estos días.
Bella me mira desdeñosamente mientras alcanza su bolso y luego espera a que papá salga del cubículo para hablar.
—No puedes quedarte conmigo. ¿Qué hay de tu semana estrella?
Me río y la ayudo a bajar de la camilla. Se acomoda el cabello.
—No importa, Bell, puedo trabajar desde casa.
—No es lo mismo.
—Sólo vámonos.
Una vez en casa, Bella va a la habitación mientras me encargo de preparar su primera dosis de medicina. Cuando subo las escaleras, ella ya está usando su pijama y le sonrío a su figura totalmente cubierta en la cama.
—¿Tienes hambre?
—Sólo quiero dormir—su voz suena ahogada y luego arroja la colcha lejos para sentarse con un quejido—. ¿Tienes que trabajar?
—Si, ¿por qué?
—Mmm—ella gime—. Sería genial que vinieras a dormir conmigo.
Hago un mohín. Si, sería genial.
—¿Más tarde? —ofrezco.
Ella asiente en silencio y entonces toma las pastillas de la palma de mi mano. Una por una. Espero a que termine el vaso de agua y enciende la televisión. Me aseguro de que no tenga fiebre y abro la ventana para dejar entrar aire fresco.
—Dicen que los virus se van más rápido así—comenta.
Le sonrío y dejo un beso en su frente. Coloco una botella con agua fría en el buró a su lado y pastillas de menta.
Más tarde, interrumpo mi trabajo para ir a echarle un vistazo. Bella está profundamente dormida, pero la colcha está echa a un lado.
Alcanzo el termómetro y alzo su brazo para tomar la temperatura. Ella ni siquiera se inmuta. Estoy esperando ahí, alejando el cabello de su rostro cuando alguien llama a la puerta.
Es mi mamá.
Puedo sentir el regaño venir tan pronto como la veo.
—¿Por qué no me llamaste? —su mano está en la cadera. Carga con un bolso de algodón mientras el suyo lo trae colgado al hombro.
—Lo siento, mamá. Estoy ocupado y puaj. Pasa—me hago a un lado y ella entra, mirando alrededor—, ¿cómo supiste que estaba aquí?
—Ah, Bella me dijo que ustedes estaban viviendo juntos ahora.
Le frunzo el ceño a su espalda.
—¿Bella te dijo eso? ¿Cuándo? ¿Desde cuándo ustedes hablan? ¿Volvieron a salir o ya intercambiaron números?
Ella suspira, harta y me mira.
—Me lo dijo el otro día. Supongo que luego de que comenzaras a vivir aquí, es algo obvio, ¿no?
Me abstengo de rodarle los ojos porque me está viendo directo a la cara. Se los rodaría a sus espaldas.
—¿Dónde está?
—Eh, arriba. Está durmiendo—avanzo por el pasillo, con ella tras de mí—. Estaba tomándole la temperatura y creo que…—detengo mis pasos para entrar a la cocina y rebuscar en la nevera.
Ella está haciendo ruido.
—Creo que le pondré una compresa.
—Oh, si, la fiebre es peligrosa durante el embarazo—comenta. Está vaciando los contenidos de su bolso de algodón. Son algunos recipientes—. Hice sopa, le gusta la sopa, ¿verdad?
—Mamá, no tenías que hacer eso. Bella está bien. Ni siquiera le importa nada ahora, está toda muerta.
—Lo dijiste bien: ahora, pero luego despertará y tendrá hambre. ¿Qué planeabas darle de comer?
Me quedo callado porque sé que si le digo que no había pensado en eso ella se enojará.
—Exacto. ¿Sabes, siquiera, hacer sopa? ¿Ya comiste? ¿Tienes hambre? Puedo prepararte algo.
—No debería estar comiendo ahora. Tengo que trabajar—salgo de la cocina y voy a las escaleras.
Ya en la habitación, giro a Bella sobre su espalda y coloco la compresa en su frente. Ella sigue viva, ¿verdad? Luce demasiado ida. Sintiéndome increíblemente estúpido, busco su pulso en el cuello.
Una risa desde la puerta me hace perder la concentración.
—¿Qué? ¿Crees que está muerta? —mamá pregunta, cruzada de brazos.
—¿Lo está?
Mamá rueda los ojos al tiempo que Bella estira su pierna.
—No lo creo—resuelve mamá—, ¿revisaste su temperatura?
—Apenas—rebusco el termómetro bajo su brazo—. 37.7 grados.
—Uff, no queremos que siga subiendo. Colócale la compresa.
—¿Esto no le dará frío?
—Es sólo por un rato—mamá comienza a caminar, observando sus alrededores—. Mmm, creí que Bella sería del tipo ordenada—juzga.
—Mamá, no seas metiche. Y ella está justo aquí.
—Está noqueada, Edward. ¿Sabes? Creí que ella te obligaría a recoger tu ropa… veo que no—continúa, echándole una mala mirada al "Rincón de la ropa sucia y no tan sucia, pero que podríamos lavar si ya no la vamos a usar."
Bella le puso el nombre. No yo.
—Si, bueno, no lo hace. Y es perfecta por eso.
Mamá sólo suspira.
—¿No crees que deberías quitarle los pantalones?
—Mamá, sólo está dormida. No es un cuerpo al que queremos robarle.
Ella ríe.
—Sólo digo. Para mantenerla fresca. Su blusa está bien, pero ¿los pantalones?
No muy convencido, obedezco a mamá. Ella sale de la habitación mientras desvisto a Bella. Acomodo su ropa interior y sus tirantes.
—Vuelvo en un rato—le digo, aunque sé que no me escucha.
Me concentro en trabajar luego de eso, hasta que caigo en cuenta de que Bella ha estado durmiendo por las últimas tres horas. Es hora de que beba algo de agua, pero prefiero ocuparme de mi mamá antes de despertarla.
Mamá está en la cocina, hablando por teléfono con alguien y ríe. Pronto me doy cuenta de que es mi celular el que sostiene entre su hombro y oreja.
—¡Mamá! Trae acá, ¿con quién hablas?
—Con Heidi—dice mientras saco el teléfono—, es divertida, Edward.
Le ruedo los ojos y con un suspiro respondo.
—Hey, hola.
Heidi ríe.
—Eres bastante cool, eh. Dejando que tu madre responda por ti.
Voy al comedor y me siento frente a mi computadora.
—Ugh, a veces puede ser demasiado metiche.
Mamá jadea tras de mí y la aplaco con un gesto de mano. Heidi ríe.
—¿Por qué estás con tu mamá? ¿Cómo está Bella?
—Vino de visita. Bella está bien, supongo, está dormida. Completamente noqueada.
—Ah—Heidi se lamenta—. Bueno, dile que espero que se sienta mejor.
—Lo haré. ¿Pasa algo? ¿O sólo llamaste para saber de Bella?
—Sólo queríamos saber cómo está—dice—, peeero… el equipo de Tom… bueno, tu nuevo equipo, ¿el equipo nuevo? Bueno, no son nuevos, pero… ¡bueno, ellos! Me preguntan cosas y no sé qué responder.
Bufo una risa y comienzo a teclear una respuesta para el correo de Caius.
—¿Qué tipo de cosas?
—Preguntaron si deberían de combinar el púrpura con el verde para el artículo de moda.
—¿Qué? —frunzo el ceño.
—¡Eso mismo pensé! ¿Qué clase de pregunta es esa?
—Bueno, diles que pueden usar los colores que quieran—soluciono con una risa.
—Bien—Heidi también ríe—. Si esos son los problemas que tendré que resolver, amo ser líder.
—Dales un respiro. Creo que Tom los tenía demasiado… sujetos.
—Seh, al parecer. Bien. Te dejo, para que cuides a Bella. ¿Vas a venir mañana?
—Ehh…—miro a mis espaldas, esperando encontrar a mi mamá ahí, pero no la veo por ningún lado—, probablemente no.
—Bueno. Tú tranquilo, tienes una líder experta en resolver conflictos.
Escucho los abucheos de Victoria y Eric al fondo.
—Bien. Nos vemos.
—Adiós, Edward.
Busco a mamá y la encuentro en la sala. Está ordenando, doblando las mantas del sofá y las echa a la canasta.
—Esas están sucias. Bella estuvo ahí—tomo las mantas y las llevo al cuarto de lavado.
Encontré a Bella durmiendo en el sofá cuando regresé del bar ayer por la noche. La llevé a la cama y ella ni siquiera pareció notarlo. Ya estaba sintiéndose mal, al parecer. Debí de haber prestado más atención.
—No tienes por qué hacer eso. No pasa nada—le digo a mamá, que ya está apilando revistas en la mesa de centro.
—Claro que sí. Un lugar limpio y ordenado ayuda cuando te sientes mal—dice.
—Bueno. No fisgonees mucho. Iré a ver a Bella.
—Sigue dormida, Edward.
—Lo sé—la miro sobre mi hombro—, pero sólo quiero ver cómo está.
Estoy ansioso, ¿sí? Está vulnerable en este momento. Y débil. Su cuerpo está lidiando con un virus al mismo tiempo que sigue fabricando un bebé, ¡ay dios!
Mamá dice algo bajo su aliento y subo las escaleras rápidamente. Ella parece estar bien y no se ha movido ni un centímetro. Agito ligeramente su hombro y tarda mucho tiempo en despertar. Quito la compresa de su frente y ella lleva la mano hacia allá, tanteando.
—¿Tienes sed? Toma un poco de agua—le digo, mientras Bella gime. La ayudo a incorporarse y con sus ojos todavía cerrados, bebe.
Hace una mueca y con movimientos torpes, sale de la cama.
—¿Necesitas ir al baño?
—Baño, si—dice.
La sigo, sosteniéndola porque su paso es muy inseguro. Ella pelea con pantalones fantasmas. Es tan graciosa, pero sería más gracioso si ella no estuviera enferma. Le doy algo de papel higiénico cuando hace ademán de subir su ropa interior y está a punto de lavarse las manos con loción, pero detengo sus manos y coloco jabón en sus palmas.
—Mi mamá vino—le digo—. Está abajo. Te hizo sopa, ¿quieres sopa?
—No tengo pantalones—masculla, mirándose las piernas cuando ya está en la cama.
—Lo sé. Te los quitaste en la calle, ¿puedes creerlo? —bromeo.
Ella ríe y palmea descuidadamente su almohada.
—Si—responde, como si en realidad fuera algo que ella pudiera hacer.
—¿Tienes hambre? ¿Quieres sopa?
—En un rato más—masculla antes de volver a quedarse dormida.
Mamá se queda en casa por el resto del día.
Ignoro su locura de orden y limpieza por salud mental y porque, honestamente, tengo mucho trabajo.
Voy a mi oficina y llevo todo mi equipo a casa de Bella. Improviso un escritorio en el comedor mientras mamá cocina o no sé qué rayos hace ahí dentro.
Espero que a Bella no le dé un aneurisma cuando despierte.
La reviso constantemente, le doy su medicina y también la obligo a comer. El sopor parece irse un poco y ella termina su plato de sopa.
Mamá sube a saludarla y Bella finalmente parece entender lo que está sucediendo. Se frota los ojos cuando termina de comer y se ríe entre dientes.
—¿Qué? —le sonrío.
—Tu mamá… es gentil.
—No creo que pienses lo mismo cuando veas que limpió el desorden en toda la casa.
—Ugh—gime, frotándose el rostro—, que vergüenza. Le dijiste que era tuyo, ¿verdad? Tiene que creer que es tuyo.
Me río.
—Ja, ¿por qué? No soy el único con defectos aquí.
—Porque eso es lo que ella debe pensar. Tienes que hacerle saber que soy perfecta y un buen prospecto.
—Demasiado tarde para eso. ¿Quieres cepillarte los dientes?
—Buena manera de decirme que apesto.
—Cállate.
—Ven a dormir conmigo—implora, con boca llena de espuma.
—Primero tengo que echar a mi mamá.
—Bien—acepta—. Oye, pero no la eches—me detiene cuando estoy a punto de salir de la habitación.
Mamá no pone mucha objeción cuando le digo que es suficiente, que no tiene que hacer más.
—Dejé tu cena en el refrigerador—dice—. Y la secadora terminó su ciclo.
—Gracias, ma—le sonrío, apreciando el gesto. Honestamente, la casa no se ve mal si está limpia y ordenada.
Ella me entrecierra los ojos.
—De acuerdo. Llámame si necesitas ayuda. No lo dudes.
—Si, mamá—acepto—. Lo haré.
—Bien.
Mamá finalmente se va y subo a la habitación.
En su sopor, Bella sólo sonríe y abre los brazos para mí.
Ah, al diablo.
De todas formas, seguramente ya estoy enfermo.
¡Hola! ¿Me creen tan cruel? ¡Noo! No con Nappy y Ed. Nunca. Ellos se merecen todo.
Muchas gracias por sus comentarios. Díganme qué tal este capítulo.
Nos seguimos leyendo.
