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Bella
El domingo pasó sin inconvenientes, pero estuve echándole ojeadas a Edward repetidamente. Él fingió no verlas (si, lo noté) y estuvo actuando todo casual y cariñoso.
Ligeramente me pregunté si era su cruda moral. O su proyección. O el asunto ese de "la cagué, así que tengo que remediarlo antes de que la mierda me caiga encima."
Él notó mi incomodidad y trató por todos los medios de calmarla. Incluso nos besuqueamos y jugueteamos un poco, pero lo detuve antes de que escalara a todo. Sólo quiero saber qué fue lo que hicieron. Me pregunto si en algún momento me lo dirá.
Hoy es su cumpleaños 26 y lo observo dormir por un rato antes de decidir despertarlo. Desactivé su alarma, así que seré la indicada para hacerlo.
Edward respira tranquilamente, su espalda sube y baja mientras su brazo descansa en una almohada y mantiene el otro debajo de su cabeza.
Peino los cabellos de su sien, apenas tocándolos, mientras observo lo guapo que es. Dejo un ligero beso en su mejilla y rasco su espalda repetidamente, hasta que comienza a despertar.
—Hmm—murmura. Sonrío contra su cuello.
—Despierta.
—Mmm—gime.
Rasco su espalda un poco más y ahora gime en apreciación.
—Vamos, Edward, despierta.
—No.
Deslizo mi mano por la longitud de su brazo hasta enredar mis dedos en los suyos. Él se remueve y lentamente se gira para estar sobre su espalda. Me da una sonrisa perezosa y mientras beso su cuello, se talla el rostro.
—Feliz cumpleaños.
—Mmm, gracias, Nappy—responde con voz ronca y llena de sueño. Me abraza por la cintura e intenta deslizarme en mi lugar, pero se rinde al primer intento.
Me apoyo en mi codo y lo miro desde arriba.
—Iba a dar una fiesta sorpresa, pero viendo que ya tuviste tu festejo el sábado, no le vi el caso—comento.
Él sonríe y me mira.
—Ah, menos mal.
Le entrecierro los ojos y pico su costado. Él pega un salto y gime en molestia.
—¡No hagas eso!
—¿Me dirás lo que hicieron el sábado?
—Nop—responde y se cierne sobre mí—. Es cosa de hombres.
—Cosa de tontos—corrijo, mostrándole la lengua.
Él ríe entre dientes y se inclina para dejar un beso en mi boca, antes de dejar otro en mi cuello para finalmente deslizarse y alzar mi blusa.
—Hey, Charlie—murmura, con su boca pegada a mi piel—. ¿Cómo estás?
—Me parece que está algo molesto contigo.
—¿Qué? ¿Por qué? —él saca su cabeza de su escondite y me alza las cejas.
—El sábado estaba enojado. Se quedó dormido esperando a su padre… y con el corazón roto, debería añadir.
—¿Se enojó por sí solo? ¿O su loca madre lo hizo enojar?
—Cierra la boca si no quieres que te dé un golpe en tu cumpleaños.
Él sonríe y le da otro beso a Charlie.
—¿Tendré un desayuno de cumpleaños? —inquiere deslizándose por mi cuerpo. Le doy un toquecito a su boca.
—No lo sé. Eso depende.
Él intenta atrapar mi dedo para morderlo. Lo dejo.
—¿De? —pregunta, con mi dedo entre sus dientes.
Le sonrío y deslizo mi mano libre por su torso hasta llegar a la cinturilla de su ropa interior. Su boca comienza a formar una sonrisa.
—De qué tan buena es tu definición de "rapidito."
—Muy buena, debería decir—murmura, comenzando a bajar mi propia ropa interior.
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Alice está finalmente en la ciudad, así que ambos nos dirigimos a casa de los padres de Edward tan pronto como terminamos en la oficina. Sus abuelos también estarán ahí.
Y como es tradición, Alice es quien abre la puerta antes de que siquiera lleguemos a ella. Nos sonríe desde adentro y agita su mano.
—Woah, estás más grande—es lo primero que dice cuando me estoy acercando—. Me gustan tus pantalones.
—Gracias, Alice. ¿Cómo estás?
—Algo hambrienta. ¡Hey, Edward, feliz cumpleaños! —ella grita cuando él se coloca a mi lado y antes de que él entre, está dándole un abrazo.
Él deja un beso en el tope de su cabeza y deja su brazo alrededor de sus hombros. Esme nos recibe, usando un mandil y después de darle un abrazo a Edward y llenar sus mejillas de besos, haciéndolo sonrojar, me lleva a la cocina con ella.
—Mis padres estarán aquí pronto—dice Esme—. ¿Te gustan los camarones? Tienen queso y tocino.
—Estaré muy feliz de comer tus camarones—le sonrío y ella mira mi barriga antes de frotarla.
—¿Cómo está él?
—Bien. Está comenzando a moverse mucho.
—Oh, tal vez sólo está muy feliz.
—Se mueve cuando Edward le habla—comento.
Los ojos de Esme se iluminan.
—¿Enserio? Eso es grandioso—se lleva las manos al pecho—. ¿Ya es el bebé de su papi?
—Ah, eso es seguro—me río.
Y justo en ese momento, Edward entra a la cocina.
—Alice dijo que hay camarones. Me merezco uno.
—Cuando cenemos.
—¡No! Es mi cumpleaños.
—Bien. Serás el conejillo de indias—Esme murmura, señalando el horno—. Están calientes.
—Si, si—Edward la aplaca.
Y, como era de esperarse, él se quema con el primer bocado. Su madre sólo le da una mirada aburrida y continúa ocupada frente a la estufa.
Él comparte su Camarón de Cumpleañero, como él lo llama, conmigo y los abuelos no tardan mucho tiempo en llegar.
La abuela Hope lanza gritos y abraza a Edward, atrayéndolo por los hombros. El abuelo Anthony palmea su espalda y me sonríe, señalando mi barriga.
—¿Soportándolo?
—Si, soportándolo—murmuro, dejando que él tantee a Charlie.
La abuela también viene a mí con una sonrisa y cuando estamos cenando, entre charlas sobre el bebé, ella pregunta si ya elegimos un nombre. Dejo que Edward se encargue de responderle, no estando muy segura de cómo podrían tomar la noticia de que llevará el nombre de papá.
Seguro, Edward lleva el nombre de su abuelo, pero, aun así.
—Queremos nombrarlo Charlie—dice él.
—¿Charlie? ¿Ese era el nombre de tu padre, no bonita? —el abuelo me señala.
—Si, así es.
—Bien. Mi padre me puso Anthony por él y a él por su padre y al padre de él por su padre.
—Ya conocemos la historia, abuelo—Alice lo detiene—. No hay necesidad de remontarse hasta los tatarabuelos de quién sabe quién.
—Son tus ancestros, Alice.
—Si, si—ella lo aplaca con un gesto de mano—. Charlie, me gusta. Es el nombre de alguien que usa muchos Converse y overoles.
Me río entre dientes.
—¿Ya compraron sus Converse?
—No, aún no—le responde Edward.
—Genial. Le compraré un overol y unos Chuck—promete ella.
El pastel de Edward es de chocolate, con trozos de blanco y de leche. Edward apaga las velitas usando sus dedos y le tomo un par de fotografías.
Nos vamos temprano, porque acordamos reunirnos con los chicos en One Eyed y los abuelos de Edward nos dan un último abrazo.
Alice dice que deberíamos ir a cenar un día de estos y luego de que Edward le dé una mirada, él acepta.
Supongo que tiene miedo de que el último episodio del restaurante se repita.
Ya en el bar, todo el mundo está ahí. Heidi ya está sirviendo los shots de tequila y Eric la anima para que sirva más. Paul les está diciendo algo, frunciéndoles el ceño.
—¡Hey! ¡Feliz cumpleaños! —gritan cuando ven a Edward.
—Vaya, al menos debieron haberme cubierto los ojos—masculla él, acercándose para chocar los cinco con Paul.
—Si, demasiado esfuerzo—Rose murmura, inclinándose para alcanzar otro nacho.
Tenemos el bar para nosotros solos. Paul y Seth están preparando bebidas, hablando en murmullos con un chico y una chica. Los reconozco como Kate y Laurent. Edward toma mi mano y me lleva hacia allá, dejando las conversaciones bulliciosas atrás.
—Hola—saluda—. Kate, Laurent, esta es Bella.
Kate me mira y asiente con su barbilla, dándome una pequeña sonrisa. Laurent lanza un "hola."
—¿De cuánto estás? —pregunta ella, mirando mi barriga cuando ellos se alejan para llevar los tragos a la mesa.
—Poco más de seis meses.
Kate chifla por lo bajo.
—Mi hermana también está esperando. Sólo que ella en cualquier momento podría reventar como un globo.
Vaya. Buena manera de infundir miedo.
Me río entre dientes.
—¿Es un niño o una niña? —pregunto.
Kate apoya su barbilla en su mano.
—No lo sabemos. Quiere esperar hasta que nazca, ya sabes… suspenso y todo eso. ¿Tú?
—Niño.
—Genial—sonríe y mira a Edward a lo lejos, se inclina para hablar en voz baja—. ¿Entonces eres su prometida?
—¿Qué fue lo que él dijo?
Kate ríe y se estira para alcanzar su Bloody Mary.
—Nada—mantiene su pajilla entre sus dientes—. Seth sólo dijo que estaba "comprometido"—hace las comillas.
—Soy su novia—respondo.
—¿Llevan mucho tiempo juntos?
—Mmm—me río—. En realidad, apenas va a cumplirse un año.
—Oohh—ella mira rápidamente mi barriga—¿entonces…
—Seh, apenas y habíamos estado saliendo por tres meses—le resto importancia con un gesto de mano.
—Ah—ella sonríe—, que loco. Ven, vayamos allá.
La sigo, hasta que nos unimos a la multitud. Emmett se ríe de algo con Paul y Rose y Heidi posan frente a la cámara, jugando con filtros.
Más tarde, cuando ellos están poniéndose más borrachos, comienzan a hablar de la despedida de soltero de Emmett.
Edward y yo somos los únicos que no hemos bebido y él sólo ríe entre dientes, sacudiendo la cabeza. Mis ojos van de un lado a otro, tratando de recopilar la mayor información posible.
—Eh, hombre, cierra la boca—Paul interrumpe a Seth cuando está a punto de decir a dónde fueron—. Eso es secreto.
—¡Maldición, Clearwater! —Emmett lo golpea en la espalda—. Sabíamos que no debimos haberte llevado.
—¿Quién hubiera…
—¡Silencio! —Paul le arroja un trozo de nacho, que le cae en la camisa.
—¡Aahh! ¡Tú lavarás esto!
—Como si no lo hiciera ya—Paul masculla.
Después de más bromas y de Rosalie enojándose, Paul trae un pastel. Seth dice que él lo horneó, pero todos sabemos que es un montón de mierda.
—Edward…—Paul palmea su espalda—feliz cumpleaños, querido géminis.
Él abre la caja que lo contiene. Es de vainilla y tiene una leyenda de "te queremos aunque seas géminis" de mermelada de fresa.
Los abucheos no se hacen esperar.
—¡No soy géminis!
—Claro que sí, apenas y rayas en cáncer—Seth le rueda los ojos.
—Nací en la madrugada.
—¿Del 21? —Heidi le alza las cejas.
—Seguía siendo 20.
—Entonces eres un géminis—ella finaliza.
Comemos mucho pastel, hasta que lo terminamos y luego Victoria comienza a lamer los restos.
—¿Ahora sí me contarás sobre la despedida de soltero? —le pregunto a Edward cuando estamos en el auto.
Él ríe entre dientes y termina de abrochar su cinturón.
Lo observo por un buen rato, hasta que él deja de ignorarme y con una sonrisa, palmea mi rodilla.
—Sólo una borrachera, Bella.
Le entrecierro los ojos y él sólo atina a reír más alto antes de emprender el camino a casa.
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El martes, Edward finalmente comienza a llevar a la habitación de Charlie los paquetes que han estado llegando.
Mientras la cena se cocina en el horno, comenzamos a trabajar arriba. Él finalmente remueve la protección del piso y mientras yo ensamblo los muebles, Edward instala las repisas en las paredes.
Él tararea, concentrado y yo me devano los sesos intentando entender los instructivos.
—Y…—comienzo. Él me mira, deteniendo sus chiflidos—¿qué hiciste el sábado?
Tarda unos segundos en entender y luego su ceño fruncido se convierte en una sonrisa.
—Cosas, por ahí.
Le arrojo un tornillo, que seguramente tendré que buscar luego.
—Estoy a nada de enojarme.
—¿Para siempre? —él alza las cejas, mientras juega con el taladro.
Le entrecierro los ojos.
—Mmm…
—Entonces sobreviviré—resuelve, girándose para reanudar su trabajo.
—Bien—finalizo, intentando levantarme, pero es inútil—, lo dejaré por ahora, pero volveré a preguntar.
—Mm-hm.
—Ahora ayúdame a levantarme.
Edward ríe y viene a mí.
—Ni siquiera estás tan grande—dice, palmeando mis hombros.
—Perdón por ser una molestia. La cena debería estar lista ya.
—Genial, andando—dice, lanzando un tornillo al montón de herramientas en el piso.
El asunto de la habitación de Charlie va bien. Sólo necesitamos su cuna, su carrito, el asiento para auto y más ropa.
Edward agita su mano, restándole importancia cuando le hablo sobre esto y continúa masticando su lasaña.
—Mi mamá compró ropa—se encoje de hombros, como si eso solucionara todo—… y quiere comprar su carriola—de acuerdo, eso resuelve casi todo.
—Bien. Carmen quiere comprar su cuna.
—¿Lo ves? —él se estira para robar comida de mi plato—. Asunto resuelto.
—Falta el asiento… y más ropa. ¡Dios! Se acaba el tiempo—entierro mi cabeza en mis manos.
—Meh. Todavía tenemos como cuatro meses…
—Menos de tres.
Edward rueda los ojos.
—Bien. Menos de tres y cualquiera de esas dos cosas se pueden arreglar en un día.
—¿Por qué no estás nervioso? No pareces nervioso.
—No estoy nervioso—otro encogimiento—. Estoy totalmente calmado. Todo saldrá bien.
—¿Y si no?
—¿Qué es lo peor que puede pasar? —gime, echándose otro bocado a la boca—. Que él no aprenda a usar el baño y, de todas formas, se arreglará. En algún punto aprenderá.
Le sonrío.
—Te estás saltando muchos pasos.
—Él sólo comerá, dormirá y llorará. Y el asunto de cambiarle el pañal puede resolverse con un vídeo en YouTube.
Lo pateo por debajo de la mesa y por el resto de la cena y de la noche, ya cuando estamos en la cama, luego de ensamblar muebles, Edward continúa diciendo lo fácil que es todo hoy en día.
Eventualmente, me contagia su tranquilidad.
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En el almuerzo del día siguiente, recibo un mensaje de Esme, diciendo que esta noche sería un buen momento para ir de compras, también dice que Alice está dispuesta a unirse al plan y que debería obligar a Edward.
Bella: Estaremos ahí, prometo de vuelta.
Me apresuro a escribirle un mensaje a Edward.
Bella: Esta noche hay planes.
Su respuesta no tarda en llegar.
Edward: ¿Planes? ¿Planes sexys?
Me río.
Bella: Por supuesto. Tú y yo.
Edward: ¡Genial! Mi día ha mejorado drásticamente.
Luego él dice que su camisa se manchó de cátsup y que hay mucho trabajo en medio.
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Edward no está nada contento cuando le confieso los verdaderos planes, refunfuña y gime, echando la cabeza atrás.
Cambia su ropa e iniciamos el viaje al centro comercial.
—¿Lo ves? Te dije que todo esto se resolvería en un día—dice cuando salimos del auto y toma mi mano.
—Si, tenías razón.
—Como siempre.
—Hablando de eso… ¿qué hiciste el sábado?
Edward ríe con ganas, llamando la atención de la gente alrededor.
—Eso no tiene nada qué ver con tener razón.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Sólo lo sé—se encoje de hombros—. ¿Quieres saber qué hicimos?
—Es por eso que he estado preguntando.
—Sólo fuimos a Port Angeles, Paul se la pasó criticando el bar y Emmett se puso demasiado borracho. Seth fue su niñera, porque el resto no iba a lidiar con él. Se cayó en la acera, se golpeó la cabeza y creímos que tenía una contusión.
Bien. Eso suena como a Emmett.
—¿Por qué Port Angeles? —Edward no dice nada por un rato—. ¿Es por los clubs nudistas?
—Mira, ahí están Alice y mamá—responde.
Le doy una mirada y él sólo besa mi sien.
Bien. Lo dejaré por la paz. Hay cosas que hay mejor no saber.
Alice ya está cargando una bolsa de compras y nos muestra el vestido que se ha comprado. Edward no pierde tiempo en amenazar con dejarnos ahí si tardamos demasiado.
—Espero que haya asientos en esas tiendas—continúa—, porque necesitaré uno.
—No, no vas a sentarte—le dice Esme—. Nos ayudarás a elegir ropa.
—Esto no necesita tanta atención, ¿saben? Son sólo mamelucos y gorros. Todo es igual… ¡oh, miren ese! —dice, una vez que entramos a la primera tienda.
Él se aleja por un momento mientras Esme me muestra un conjunto marrón.
—No, no me gusta ese—se entromete Alice—. No sabrás si es popo o el color de los pantaloncillos.
—Asqueroso, Alice—masculla Esme, dejándolo lejos.
Edward regresa, sonriente.
—¿Te gusta este? Es tierno, ¿no? —me pregunta.
Él trae un mameluco con estampado de vaquita.
—Mira, incluso tiene cuernitos—dice con voz pequeña y aguda.
Me río y se lo quito de las manos.
—Es genial, trae acá—lo arrojo a la canasta.
Contrario a lo que decía, Edward parece divertirse mucho. Pasea por la tienda, moviendo perchas y desdoblando los atuendos exhibidos. Eventualmente, viene a mi lado, cargando con un montón de ropa y mientras Esme y Alice llenan su propia canasta, Edward y yo caminamos eligiendo cosas juntos.
—Seguramente será muy pequeño al nacer—digo—. ¿Crees que estos le queden? —agito unos shorts frente a su rostro y sonríe suavemente.
—Yo creo que sí—luego mira alrededor, como tratando de cerciorarse de que Esme y Alice están alejadas—¿estás emocionada? ¿no te lo estás imaginando usando todo esto?
Le sonrío de vuelta y entierro mi mano en la canasta que él carga.
—Claro que sí—le respondo—, pero también estoy increíblemente nerviosa. Cada día está más cerca.
Edward se encoje de hombros.
—No lo pienses mucho. No hay mucha ciencia detrás de ello.
Lo miro mal.
—Lo dice el que no tiene que expulsar nada por la vagina.
Él ríe entre dientes.
—Pero eres fuerte—ofrece, como si eso pudiera calmarme—y esta la cosa esa de yoga de embarazada—señala descuidadamente con su dedo.
—Como si eso fuera suficiente.
—Y las respiraciones.
—Cierra la boca, Edward.
—Estaré ahí. Respirando contigo.
—Si, cómodamente de pie, sólo sosteniendo mi mano.
—Y teniendo una crisis emocional y un colapso mental, muchas gracias.
—¿Te asusta la sangre?
—Nah.
Le entrecierro los ojos. Él besa el dorso de mi mano.
Luego de terminar con la primera tienda, Alice y Edward se encargan de ir a comprar la cena mientras Esme y yo esperamos sentadas en la mesa. Ella está rebuscando en las bolsas, viendo lo que Edward y yo elegimos.
—¿Estabas nerviosa cuando esperabas a Edward?
Ella sonríe.
—Infinitamente. Y Carlisle no lo hacía mejor. Él se la pasaba hablando de los peores escenarios posibles y de cómo podríamos solucionarlo. El parto me aterraba. Mamá no era de mucha ayuda tampoco. Su parto fue por cesárea y sólo decía "Esme, no te preocupes, si tus caderas no son lo suficientemente anchas, te rebanarán como pavo en Navidad. Asunto resuelto"—. Se carcajea.
—Eso es horrible.
—Lo es—ella acepta—, pero todo estará bien, Bella. Va a doler… demasiado.
Hago una mueca, mirando a la distancia a Edward, que ríe junto a Alice a carcajadas. Desearía estar así de tranquila.
—Desearía que hubiera otra forma de sacarlo, ¿sabes?
—Mmm, todas hemos deseado eso—tararea.
—Y Edward tampoco es de mucha ayuda—añado—. Él está todo relajado, diciendo que "mi yoga de embarazada" ayudará.
—¡Oh, él no está diciendo eso! —se lleva las manos a las caderas y lo busca con la mirada.
—Lo está diciendo—enfatizo—. ¿Cómo puede estar tan relajado?
—Suena como a Edward—ella dice—. Él siempre ha sido así, él sólo deja que la vida se encargue de todo, como si él y la vida fueran un equipo y cuando ella no está solucionando algo, él tiene que meter las manos para que todo salga bien, ¿entiendes?
Asiento. Si, lo describe a la perfección.
—Pero sus crisis le llegan mucho después. Ya verás que conforme septiembre se vaya acercando, él entrará en pánico. Ahí es cuando debes de tranquilizarte, porque no pueden volverse locos los dos.
—Ugh. Ya me estoy volviendo loca.
—Aguanta un poco, cariño. Lo peor todavía no está aquí. Estaremos ahí, pero tendrás que hacer el trabajo sucio. Nosotros sólo estaremos caminando por los bordes.
—Si, lo entiendo—acepto, desilusionada.
Tan pronto como ellos regresan con la comida, Esme pellizca el brazo de Edward.
—¡Oww! ¿Por qué hiciste eso?
—¿Estás diciéndole a Bella que su yoga de embarazada será suficiente?
Él resopla y se deja caer sin gracia en la silla.
—Seh, ¿qué con eso?
—¿Cómo que qué hay con eso? Tienes que apoyarla, Edward.
—Eres un asno—Alice comenta, pasándome mi ensalada.
—Todo estará bien—él las aplaca, incluso usa sus manos—. Él será pequeño.
—¿Cómo estás tan seguro? —Esme le alza la ceja.
—¡Mira a Bella! —mi bocado se queda en el aire—. Las mujeres de internet están mucho más grandes.
—No entiendo, ¿está Bella gorda o no? Porque tu comentario es confuso—Alice lo señala con el tenedor y ladea su cabeza.
Edward cierra la boca rápidamente y me mira, ligeramente asustado.
—Ehh… a Bella no se le nota mucho—resuelve.
Oculto una sonrisa.
—Como sea, Edward—lo detiene Esme—. Tienes que apoyarla, ¿entiendes eso?
Edward gruñe.
—Si, mamá—acepta en voz baja.
Esme pasa su brazo por mis hombros mientras nos dirigimos a comprar la carriola de Charlie.
—Entrará en crisis eventualmente—promete—. Sólo espera y lo verás.
¡Hola! Feliz miércoles. Les traigo un nuevo capítulo. Espero les haya gustado. Hoy estamos de manteles largos.
Ya casi acabamos con la historia. Nos quedan 5 capítulos más y nos despedimos.
Muchas gracias por leer.
