Epílogo
Edward
—De acuerdo, entonces ¿en dónde estamos? —pregunta Eric, mientras sostiene un post-it y observa nuestro pizarrón.
—En Le Monde—masculla Victoria.
—No me digas, genio—él rezonga—. ¿Cuándo deberíamos hacer esto?
—Antes de la edición de octubre, eso es seguro—dice Heidi, también en tono condescendiente.
Eric resopla y finalmente encuentra un lugar para la nota adhesiva.
—Ugh, no—murmuro al alzar mi vista, luego de presionar "enviar" para el correo que estaba escribiendo—, demasiado trabajo.
—Sería menos si…
El timbre de mi celular interrumpe a Heidi. Lo busco alrededor y lo encuentro en el escritorio de Eric. Camino hasta allá y mi pulso se acelera de pronto al ver la pantalla. Es Bella. Ella nunca llama.
—Hey, hola—respondo rápidamente.
Ellos me miran atentamente. Incluso Victoria dejó de escribir en los post-its.
Bella suspira al otro lado de la línea.
—Hola…—otro suspiro largo—Edward, creo que ya es hora. Me duele. Carajo. Muchísimo.
Mis piernas fallan, haciéndome caer en la silla. Estoy bastante seguro de que mi corazón se detuvo y un sudor espeso me cubre el cuerpo entero. Mi boca se seca.
—¿Qué?
—Si, Emmett y Carmen me están… si, justo aquí—le dice a alguien. Suena como Carmen—. Me llevan al hospital.
—Ah.
—¿Puedes…? Espera un segundo, Carmen, voy a sentarme… ¿Edward?
—¿Sí?
No escucho muy bien. El pulso lo tengo en mis oídos y un pitido incesante se cuela en ellos.
—¿Puedes…? —otra exhalación—deberías ir a casa, ¿Por nuestras maletas? Te veré en el hospital.
No me lo quiero perder. No puedo perdérmelo.
—¿Ahora?
—Sí, ahora—dice entre dientes—. Te veré en el hospital… ¿Edward?
—Sí, sí, claro.
—Bien—ella cuelga.
Lentamente y con una mano temblorosa, alejo mi teléfono de la oreja. Es tan extraño, dice que la llamada duró cinco minutos. Apenas y sentí unos segundos.
—¿Edward? —Heidi me llama.
—Hey—Eric me agita por el hombro, trayéndome de vuelta.
Bella está a punto de dar a luz. Charlie va a nacer. Hoy. En unas horas. O tal vez mañana, pero está sucediendo. No estoy listo. Pero quiero verlo. Muero por conocerlo. Un nudo se queda en mi garganta.
—¡Mierda!, ¿qué pasa? —Heidi grita, chasqueando los dedos.
—Eh, Bella—mi voz sale pesada—, él… está… va a nacer.
Los rostros de los tres se muestran sorprendidos. Jadean y entonces Eric me está sacando de la silla, apurándome.
—Largo. Ve.
—Si, si—respondo, mi lengua es demasiado grande para mi boca. Hago mi camino rápidamente hacia mi escritorio.
—Mierda, por un momento creí que algo malo había pasado—dice Victoria, frotándose el pecho.
—¿Pueden terminar con eso? Y repartir las tareas entre…
—¡Edward! —Heidi me interrumpe. Los tres están rodeando mi escritorio—. Sabemos qué hacer. No te preocupes.
—Si, está cubierto, hombre—añade Eric.
—Bien—mis manos son demasiado torpes y ellos interceden.
Eric me arrebata el cargador de mi laptop de las manos, Heidi está ordenando el desastre en mi escritorio y arroja mi cuchara a mi lonchera. Victoria está tendiéndome mi teléfono.
—Buena suerte. Llama, por favor—dice.
—Tranquilo—dice Eric.
—Estaremos esperando noticias. Dile a Bella que le mandamos buenas vibras—dice Heidi.
Sonrío o eso intento. Me siento tan desconectado y fuera de lugar. Como si no lograra entender del todo lo que está pasando a mi alrededor.
Salgo de Le Monde con la promesa de ellos sobre mantener todo bajo control y arreglar el asunto con Caius.
Mi pulso no disminuye y me dirijo a casa para obedecer las órdenes de Bella como en una burbuja. Ni siquiera sé cómo es que logré llegar con todos los cabellos intactos.
Corro alrededor de la casa, tomando la maleta de Charlie y de Bella. A esta última le incluyo un par de cosas: su cepillo de dientes, su peine y, sin saber muy bien qué son, arrojo el montón de cremas y líquidos que usa. Tal vez se sienta más cómoda usándolos cuando pueda hacerlo o simplemente teniéndolos ahí. Intento pensar como ella, deseando llevar todas las comodidades posibles.
Arrojo un montón de snacks también y finalmente salgo de casa, sosteniendo mi teléfono con el hombro mientras le llamo a mamá.
Ella no tarda en contestar.
—¿Má?
—¿Sí?
—Bella está rumbo al hospital. Charlie va a nacer—le digo, con un nudo en mi garganta.
—¡Oh santo dios! Estoy en camino, ¿en dónde estás?
—En casa… bueno, saliendo de casa. Voy hacia allá también. ¿Puedes…? ¿Puedes decirle a papá y a Alice?
—Por supuesto. ¡Cristo! Lo haré. No tardaré.
—Bien—su voz acelerada me pone más nervioso, así que cuelgo.
Estoy llegando al hospital cuando recibo otra llamada. Es Emmett. Respondo, dejándolo en alta voz y doblo en la esquina.
—Hey, hombre—saluda—, ¿en dónde estás?
—Estoy a nada de llegar.
—Bien—suspira—. Bella, eh, hombre, si pudiera moverse, estaría trepando las paredes. No ha dejado de preguntar por ti. Dice que ya tardaste demasiado.
—Bueno, dile que estoy afuera. Dile que estoy llegando.
—Apenas llegamos hace como 30 minutos. Se está volviendo loca.
—Dale un respiro, Emmett—murmuro—. ¿Está bien?
—Si, si… bueno, eso parece. Se retuerce, ¿sabes? —él dice casualmente—, estamos en camino a la habitación.
—Bien. ¿Cuál es?
—La 13, del ala de maternidad. Apresúrate.
—Lo haré—respondo.
Apenas han pasado cuarenta minutos desde que Bella llamó por primera vez, no he tardado mucho, pero entiendo que esté desesperada y asustada.
Cuando llego a la habitación, cargando con las maletas, hay dos enfermeras a su alrededor. Emmett y Carmen están ahí también y cuando Bella me ve, su rostro se relaja, sus hombros incluso caen.
Le doy una sonrisa y ella me regresa una pequeña, sin mostrar los dientes.
—Llenamos el papeleo—me dice Emmett palmeando mi hombro cuando me acerco a dejar las mochilas sobre el sofá—, pero quieren saber algunas cosas tuyas.
—Claro.
No soy capaz de acercarme a Bella porque las enfermeras me llevan con ellas para terminar con los trámites.
Una vez que regreso a la habitación, Carmen está alisándole el cabello a Bella, quien tiene una mueca en su cara. Emmett está de pie a su lado, tecleando en su teléfono.
—Rose no puede venir justo ahora. Vendrá en un rato—le dice.
Bella no responde, sólo asiente, mirándome, así que voy a los pies de la camilla.
Carmen me mira.
—¿Cómo estás?—pregunta.
—Bien—miento, no queriendo quejarme de mi privilegiada posición en comparación a Bella.
Carmen asiente vagamente y aprieta la mano de Bella.
—Los dejaremos solos. Estaremos afuera—le promete.
Bella la ignora, cerrando los ojos y crispando su cara. Emmett cierra la puerta tras él y finalmente me acerco a ella.
—Hey—me siento a su costado y le tomo la mano. Ella le da un apretón a la mía y me mira—, ¿cómo estás?
—Asustada—responde en un susurro—. Y adolorida—deja salir una risita entre dientes.
—Va a estar bien, Bell. Vas a hacerlo bien.
Ella asiente en silencio y aleja su mano de la mía para llevarse ambas a la cara. Se cubre los ojos.
—¿Te duele?
—No ahora—responde también en voz baja. Inhalo y observo su figura cubierta por la manta del hospital. Froto su barriga y su sollozo me hace mirarla.
—Hey, hey, Bell, ¿qué pasa? —intento alejar sus manos de su rostro, tomándola por las muñecas. Ella no pone mucha pelea.
—Sólo estoy asustada—explica con voz llorosa—, ¿qué si no puedo hacerlo?
Limpio las lágrimas de sus mejillas.
—Ah, cielo, claro que puedes. Eres fuerte. Tu cuerpo es fuerte. Las enfermeras, ellas te ayudarán. Estaré ahí.
Bella sólo suspira y vuelve a retorcerse, pero no grita.
—Vas a encargarte, ¿verdad?
—¿Qué? Claro.
—Si algo sale mal—aclara.
—Bella…
—¿Sí?
—Si—respondo sin muchas ganas y froto su mano entre las mías.
Ya tuvimos esta conversación antes.
Una noche calurosa de agosto, nos balanceábamos en nuestra hamaca, con nuestros pies tallando el césped. Me hizo prometerle que me haría cargo de la situación si algo salía mal. Que estaba segura que su familia me ayudaría siempre, que obedeciera a mamá, que dejara de molestarme con Alice y que no encontrara a alguien más.
—Sólo voy a salir contigo, Bella, porque nada de esas cosas locas pasaran. Ahora, ¿quieres ir a dormir? —le dije.
Así que fuimos a dormir.
—Bien—responde, pero continúa llorando, así que sigo limpiándole las mejillas.
—¿Estás triste? —le pregunto.
Menea la cabeza.
—Duele y estoy toda… estoy hecha un desastre.
Acaricio sus nudillos con mi boca y otro sollozo se le escapa.
—Tranquila, Bell, no creo que debas de entrar en pánico.
—Ok…—dice en voz bajita, mirando su barriga. Inhala profundamente—. Sólo no dejes que se metan con mis nervios o que me molesten… no tolero nada.
—Bien. No lo permitiré—le digo en un intento por calmarla.
Me inclino y dejo un beso en su mejilla. Ella intenta alcanzar un pañuelo. La detengo y se lo coloco en la mano.
—No estaba muy seguro sobre qué debería empacar para ti—murmuro, cambiando el tema—, así que vacié todos tus cajones en tu maleta.
Ella me da una sonrisa pequeña y termina de limpiarse las mejillas.
—¿Trajiste mi pelota anti estrés? —ella ni siquiera tiene una.
—No.
—Lo hiciste mal entonces—exhala, removiéndose en su lugar.
—¿Estás cómoda?
—No, ¿puedes acomodar mi almohada?
Dejo un beso sobre su boca luego de hacer todo lo posible para que ella esté cómoda.
Pasamos el rato así, en silencio, con nuestras manos entrelazadas, con ella dando apretones de vez en cuando y lanzando quejidos, pero sigue sin gritar y no me ha deseado la muerte. Es extraño. Era lo que esperaba que hiciera, es decir, es Bella.
—¿Cómo estás? —pregunta.
—¿Cómo estás tú? —me río.
—Mi estado de ánimo y dolores no van a cambiar en mucho tiempo—dice—, ¿cómo estás tú?
—Ansioso. Asustado. Emocionado. No sé, Bella, siento muchas cosas—me revuelvo el cabello y ella alza la mano para rascar mi mejilla.
—¿Estás feliz?
—Si—me río y ella se une—. Demasiado, pero quiero que esto acabe. Es demasiado—sacudo la cabeza.
Ella se frota la barriga al tiempo que lanza otro quejido.
—Si, es demasiado—coincide.
Rasco su cabello, en un intento por relajarla y eventualmente ella cierra los ojos, aunque sigue despierta.
Mamá llega y entra a saludar. Bella le sonríe y entonces entra papá, que está trabajando hoy. Trae un clipboard en su mano y les echa una ojeada a los aparatos de Bella. Le da una sonrisa.
—¿Te sientes bien?
—No en realidad—ella murmura.
Carmen y mamá están hablando en una esquina de la habitación, en voz baja. Papá se va, diciendo que tiene que terminar sus rondas, pero que estará por ahí.
Emmett distrae a Bella y comienza a hablarle sobre béisbol. Ella no entiende el béisbol, así que Emmett toma una hoja y hace dibujos para explicarle. Por la expresión de Bella, no sé si está demasiado adolorida o está a nada de golpear a Emmett.
Aprovecho su distracción para darme una escapada al baño y para ir en busca de Aspirinas. Tengo un dolor de cabeza horrible y uso un cono de papel para beber algo de agua.
Mi teléfono vibra con una llamada. Es Heidi. Quieren saber lo que está pasando. Le explico la situación y entonces recuerdo a Paul y a Seth.
Dejo un mensaje en nuestro chat grupal.
Edward: Hey, el bebé está a punto de nacer.
Paul es el que responde primero. Su mensaje llega cuando estoy en camino a la habitación.
Paul: Diablos, gordo, que nervios. ¿Están en el hospital?
Seth: ¡No! Dile a Bella que aguante un poco. Sigo en Oregón.
Le ruedo los ojos. Seth fue a Oregón a visitar a su familia. Regresa mañana por la tarde o algo así.
Edward: Si, en el hospital. Y no creo que Bella aprecie ese comentario.
Paul: ¿Está toda loca? ¿Quieres que me dé una vuelta? Estoy saliendo del gimnasio.
Seth: Ojalá nazca mañana. Cuando yo esté ahí para presenciarlo.
Edward: Si, gracias, Paul. Cállate, Seth.
Seth: Iré. Llego en la tarde.
Paul: Estoy en camino, hombre.
Edward: Bien. Gracias, gordos.
Cuando regreso a la habitación, Bella está retorciéndose, mutilando la mano de Emmett, que no tarda en quejarse.
—¡Ah, largo de aquí! —Bella le grita, enojada e intenta lanzarle cualquier cosa que pueda alcanzar.
—No la saques de quicio, Emmett—Carmen le advierte.
—Hey, ¿en dónde estabas? —me pregunta cuando llego a su lado y froto su brazo.
—Fui a buscar algunas pastillas. Y Heidi quería saber cómo estabas. Y le dije a Paul y a Seth.
—Ah, ¿te duele algo? ¿para…? —una contracción la interrumpe.
—La cabeza—resuelvo.
Las personas entran y salen de la habitación. Paul no tarda mucho en llegar y cuando viene, sólo mamá está con nosotros. Carmen sacó a Emmett cuando intentó reanudar su conversación sobre béisbol y se fue con él.
Paul sigue usando su ropa de ejercicio. El sudor en el cuello de su playera gris está desapareciendo.
Se ofrece a ayudar con lo que necesitemos, así que le tomo la palabra y le pido que instale el asiento para bebé en mi auto… porque puede que haya procrastinado y no lo haya hecho. Le doy las llaves de casa para que vaya a buscarlo y dejo que se encargue de eso.
Carmen envía a Emmett con él en un intento por alejarlo del hospital. Al parecer también se está metiendo con sus nervios.
Mamá dice que Alice está triste por perdérselo. Quiere que papá le compre boletos de avión para venir.
Sostengo la mano de Bella y aplaco su cabello repetidamente.
Ahora Bella no deja de quejarse y dice que se siente horriblemente. Vuelve a lloriquear y dice que no puede hacerlo, así que Carmen y yo intentamos convencerla de que puede hacerlo mientras mamá le acaricia la barriga.
La enfermera entra y revisa a Bella, se va sin decir nada, apresuradamente y Bella no tarda mucho en decir que tiene que pujar.
—¿Qué? ¿Pujar? ¿Ya? —mamá pregunta, sorprendida sin dejar de tocarle la panza.
Carmen y ella intercambian una mirada.
—¿Estás segura, Bella? —Carmen le pregunta—, ¿segura que no es una contracción?
—¡No sé, Carmen! No he tenido hijos antes—Bella rezonga—. Presión, mucha presión—y lanza un ligero pujo, con su rostro contorsionado.
—Bien. Iré a buscar a la enfermera—dice mamá.
—Respira, Bella, no olvides respirar—Carmen aprieta su brazo.
Bella me mira, asustada y a pesar de que me siento igual de asustado y tremendamente ansioso, intento parecer tranquilo y completamente seguro de esta cosa demasiado desconocida que está a punto de suceder.
xxx
Todo pasa demasiado rápido.
La habitación es desalojada y sólo yo me quedo ahí junto a Bella. Las enfermeras comienzan a moverse a su alrededor y me hago a un lado cuando estorbo. Los ojos de Bella me siguen por la habitación, parece que no quiere perderme de vista. Sostengo su mirada. Luce tan asustada y adolorida. Mi corazón se retuerce. Me mata verla de esta manera, pero no hay nada que pueda hacer al respecto. Tal vez si compartiéramos el dolor físico entre los dos sería mejor.
La doctora llega y no tarda en colocarse los guantes.
—¿Cómo estás, Isabella? —le pregunta y no creo que espere una respuesta.
Bella aprieta los dientes y tan pronto como las enfermeras se mueven, voy hasta ella. Bella busca mi mano rápidamente y entrelazo mis dedos con los suyos.
La doctora ya está frente a ella, sentada y hurga en la manta.
—Bien. Estamos listas, Isabella—dice mientras cruza miradas con las enfermeras e intercambian asentimientos. Ella me mira y me da una sonrisa—. Ayúdame a mantenerla tranquila, papá.
Trago, esforzándome en no devolver mi estómago. Mis piernas se sienten demasiado débiles, mis rodillas están a punto de doblarse. Todo da vueltas y la mano de Bella es lo único que me sostiene a la Tierra.
La miro. Ella está mirando a la doctora, pero rápidamente sus ojos se enganchan a los míos.
—Cuando creas necesitar pujar, sólo hazlo, mamá—le dice la doctora—. Todo está bien. Sólo hazlo.
¿En verdad Charlie está a punto de nacer? ¿Tan pronto? Los vídeos educativos de bebés decían que el trabajo de parto puede durar horas. Llegamos al hospital hace como cuatro. Ellos siguen diciendo que todo está bien, pero ¿lo está?
—¡Bien, mamá! Bien, puja ahora.
Hay una enfermera del otro lado de la camilla y otra junto a la doctora, una más a mi lado y yo sólo miro a Bella, sostengo su mano y no esperaba que fuera tan jodidamente fuerte.
Bella puja en repetidas ocasiones, su espalda cae en la camilla y me mira, así que le sonrío y le asiento.
—Está bien, Bell. Sigue haciendo eso.
Ella jadea y sacude la cabeza.
—Si, Bell, justo así.
—Eres fuerte.
—Lo estás haciendo bien.
—Ya casi, sólo un poco más.
Le digo todas estas cosas mientras ellas sólo se dedican a decir "bien, mamá."
Siento mi corazón acelerarse incluso más y mi lengua vuelve a ser demasiado grande para mi boca. Me inclino para susurrarle al oído.
—Eres genial, Nappy. Ve todo lo que estás haciendo—le digo.
Ella deja de sostener la camilla con su mano izquierda y en su lugar la lleva hasta mi antebrazo, se sostiene de ahí mientras continúa pujando. Me utiliza como un ancla y me lleva a ella, dándome un medio abrazo.
Me rompo justo ahí.
El nudo en mi garganta es demasiado grande que parece que me impide respirar, así que exhalo pesadamente. Mis ojos pican, pero no lloro, sólo… me rompo. No lo sé. Algo pasa en mi interior mientras Bella lloriquea en mi oído y su frente sudada se apoya en mi cuello.
Es maravillosa. La había considerado como una persona fuerte, claro que sí, pero ahora, así, de esta manera, esforzándose por Charlie… parece capaz de todo, puede hacerlo todo. ¿Cómo puede ser tan caprichosa y loca mientras es tan fuerte y valiente? ¿Cómo una persona que no tolera tener las uñas desarregladas puede estar haciendo todo esto para traer a su hijo al mundo?
Es tan delicada y fuerte al mismo tiempo. Me lo está dando todo. Me está arreglando la vida justo aquí.
—¡Ya casi, mamá! ¡Un poco más! —la anima la enfermera a su lado sin despegar la vista de los aparatos—. Lo estás haciendo bien.
—¿Lo ves, Nappy? Lo hiciste. Hiciste todo esto—susurro cuando el maravilloso llanto de Charlie llena la habitación.
—Si—ella exhala, dejándose caer en la camilla. Su frente está perlada de sudor, al igual que su cuello. Le acaricio el cabello húmedo.
Estoy a punto de mirar hacia la derecha, para conocerlo, cuando él ya está frente a nosotros. Es tan pequeño y ruidoso, rojo, enojado, envuelto en una manta.
—¡Mira lo que hiciste, mamá! —dice la enfermera mientras se lo tiende.
Bella está sonriendo y me doy cuenta de que yo también lo hago cuando mis mejillas duelen.
Finalmente caigo en cuenta de mis alrededores y detecto un olor extraño en Bella y en Charlie. Por el rabillo de mi ojo veo una enorme mancha de sangre en el piso, ¿cómo llegó eso ahí?
Charlie es colocado en el pecho de Bella, para estar piel contra piel y apenas soy capaz de acariciar la manta que cubre su cabeza cuando la sonrisa de Bella se desvanece.
Me mira, sin dejar de sostenerlo, y frunce el ceño.
—Ed…—cierra los ojos, como mareada—algo está mal.
Mi corazón se detiene, todo lo que está dentro de mí se va a mis pies, como una bola de plomo.
La enfermera arrebata a Charlie de sus brazos, haciéndolo llorar de vuelta.
—Ed…—Bella toma mi mano otra vez y parece intentar darle un apretón, pero sus dedos apenas se mueven.
—Bell, ¿qué pasa, Bell? —pregunto, cerniéndome sobre ella.
Todo el mundo comienza a hablar en números y en códigos. Los ojos de Bella se cierran perezosamente.
—¡Bell!
Me mira de vuelta, enfocando su mirada y parece querer esbozar una sonrisa, sus labios apenas se mueven. Entonces parpadea, como asintiendo.
Se está despidiendo.
—Está bien. Hazte cargo. Puedes hacerlo—es lo que intenta decirme.
No puedo dejar de mirarla. La enfermera le coloca una mascarilla de oxígeno y sus ojos finalmente se cierran.
No puede hacer eso. Tiene que volver a abrir los ojos.
No puede dejarnos. La necesito. Se suponía que tenía que estar con Charlie, pasar un poco más de tiempo con él.
Así es como las cosas debían de ser.
—¿Papá? ¿Puedes venir conmigo, papá?
Pero no quiero ir a ningún lado. Quiero quedarme con ella. Le prometí que me quedaría con ella, que me haría cargo. Me estoy haciendo cargo de esto.
—Está bien, papá—la enfermera está tomándome por el brazo, alejándome—, ven conmigo, por favor.
La escena frente a mí es horrible, no podré sacármela de la cabeza nunca. Está sacada directamente de una película de terror. Hay demasiada sangre por todos lados, ¿está ella bien? ¿sigue aquí?
Se mueven frenéticamente sobre Bella, que sigue sin abrir los ojos y entonces la puerta está frente a mí.
xxx
—No tardará mucho en despertar—murmura Paul a mi lado—, sólo está sedada.
—Mmm.
—Enserio, Edward, va a estar bien.
Apoyo los codos en las rodillas y me froto el rostro. La mano de Paul va a mi espalda y me da una palmada.
—Seth llegó, pero no quiero dejarte—dice.
—Está bien. Ve por él. Yo me quedaré aquí.
Paul permanece en silencio un rato más y luego se pone de pie. Observa a Bella, que yace en la camilla frente a nosotros, a la distancia.
—No tardo—dice, antes de salir y cerrar la puerta a sus espaldas.
Las cortinas están cerradas. La habitación sólo está iluminada por la lámpara junto a ella. Parece demasiado tarde, pero apenas y serán las 5 PM. Y Bella no despierta. La primera comida de Charlie tuvo que ser fórmula.
Al menos ya pude sostenerlo. Lo alimenté sentado al lado de Bella, esperando que ella despertara y lo pegara a ella. Pero se lo llevaron lejos otra vez.
No estoy de humor para hablar con las personas. No tardaron mucho tiempo en notarlo. Todo el mundo está en la sala de espera. Paul fue el único que tuvo el valor para venir.
Y está bien porque Paul no es de muchas palabras. Se sentó junto a mí, en silencio, como por media hora.
Me duele el cuerpo entero y también mi interior. Mi estómago está revuelto y mi pecho está vacío. Un dolor desgarrador me impide discernir entre este siendo el mejor día de mi vida o el peor.
Tal vez, sólo tal vez, si hubieran dejado a Charlie aquí me sentiría mejor, pero una enfermera me lo quitó de los brazos y se lo llevó.
Y por parte de Bella, sólo hay silencio.
Mi nariz pica y la mirada se me nubla. Dejo que las lágrimas salgan al mismo tiempo que me froto la frente con los dedos.
Quiero que esta tortura acabe. De nada sirve tener a Charlie si no tengo a Bella.
Sorbo mi nariz y voy en busca de papel higiénico al baño.
De vuelta en el sofá, me cruzo de brazos y apoyo la cabeza en la pared. Un golpe en la puerta me hace abrir los ojos y me doy cuenta de que dormité un poco.
Es Rosalie.
Entra en silencio y con pasos lentos.
—Hola—susurra, con una pequeña sonrisa triste.
—Hey—suspiro.
—¿Todavía nada?
—No.
Ella aprieta los labios y mira a Bella. Está sosteniendo una bolsa de papel en su mano derecha.
—¿Tienes hambre? Te compré un wrap.
Le sonrío a medias.
—Gracias, Rose.
—¿Quieres, siquiera, comer? —se ríe bajito mientras me tiende la bolsa.
—En realidad no.
Ella suspira y vuelve a mirar a Bella. Noto su barbilla temblar y alejo mi mirada, con miedo a comenzar a llorar frente a Rosalie. Delineo con mi dedo el logotipo de Taco Bell en la bolsa de papel.
—¿Cómo estás? —añade luego de un largo rato. Su voz es baja y se balancea sobre sus talones. Es horriblemente desconsolador.
—Sólo quiero que despierte.
—Si, nosotros también—resuelve—. Bien, estamos justo aquí afuera.
—Bien. Gracias otra vez—agito la bolsa de papel sin ganas y ella sonríe ligeramente.
—No es nada.
Vuelvo a dormitar y entonces un suspiro largo y profundo me despierta.
Es Bella, su cabeza está moviéndose lentamente, así que me apresuro a ir hasta ella.
—Hey, hey, Bell.
Ella frunce el ceño y cierra un ojo, como si estuviera ajustando su mirada a la precaria luz.
—Mmm.
Exhalo aliviado y no puedo evitar sonreírle abiertamente. Me siento a su lado y sostengo su rostro entre mis manos mientras mi pecho cobra vida.
—¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo?
—Rara—responde con voz seca y ronca—, ¿qué pasó? ¿dónde está Charlie? ¿qué hora es?
—Apenas van a ser las 5—respondo—. Charlie está bien. En los cuneros.
Ella frunce el ceño y cierra los ojos.
—¿Qué pasó?
—Tuviste una hemorragia—explico. Sus ojos se abren rápidamente—. La doctora dijo que fue un parto apresurado. Tu presión bajó peligrosamente y sólo cerraste los ojos.
—Ah—se remueve en su lugar, apenas moviendo su espalda y alcanza mi mano.
—Así que ahora no tienes permitido cerrar los ojos—finalizo.
Ella alza las cejas ante mi tono mandón y lanza un pequeño bostezo.
—¿No?
—Me asustaste, Bella. A todos.
—Lo siento—susurra, mirando nuestras manos entrelazadas.
—Te estabas despidiendo.
—No lo recuerdo—dice, llevándose mi mano a sus labios. Besa las puntas de mis dedos.
—Estaba ahí contigo y con Charlie y de pronto ya no. Se llevaron a Charlie y me echaron de la habitación. Y ya no tenía nada.
Bella aprieta los labios.
—Lo lamento.
—Está bien, sólo no vuelvas a hacerlo—le doy una sonrisa torcida y ella me la regresa.
Me inclino y beso su boca. Ella rasca mi cabello y gruñe ligeramente cuando apoyo mi frente en la suya.
—Estoy asquerosa. Me siento sucia.
—No creo que puedas bañarte ahora. No deberías moverte—comento y entonces le sonrío al alejarme—, ¿quieres ver a Charlie?
—Si—ríe—, por eso estamos aquí. Tráelo.
Alcanzo el teléfono y llamo a la extensión de los cuneros. No tardan en contestar y prometen traerlo pronto.
—Comes Taco Bell—Bella nota.
—¿Tienes hambre? Lo trajo Rosalie, pero no podía comer.
—No, estoy bien. Sigo sintiéndome rara. ¿Me das agua?
—Claro.
Coloco la pajilla en su vaso y la ayudo a beber. Ella da pequeños tragos y me sonríe al terminar.
—¿Lo ves? Te dije que deberíamos de pensar en todo si algo salía mal.
—Enserio, Bella, no vuelvas a hacer eso.
—¿Fue malo? —susurra.
—Fue horrible. No puedo hacerlo sin ti.
—Te amo—dice—, gracias por estar aquí.
—Te amo también. Gracias por lo que hiciste hoy. Eres muy fuerte.
—Tenía que serlo—se encoge de hombros.
—Sólo lo eres—corrijo—, eres asombrosa, Nappy. Te amo.
—¿Ya me vas a pedir matrimonio? —pregunta, frotándose los ojos.
Le sonrío suavemente.
—No, todavía no, primero tenemos que hacerlo funcionar.
—Se supone que eso va después.
—No es como si hiciéramos las cosas en orden, de todas formas.
—Tienes razón—dice, dando otro trago de agua.
—Pero hagámoslo ahora, antes de que Charlie llegue. Hay muchas personas afuera.
—Bien—sonríe—. Sólo no traigas a Emmett. Todavía puedo recordar su estúpida plática de béisbol.
Me río y voy hacia la puerta.
Todos miran hacia mí rápidamente y sus rostros se relajan cuando notan mi sonrisa.
—¿Finalmente te dignas a recibirnos? —Jessica entra diciendo. Todavía tiene la bandita en su brazo de cuando le donó sangre a Bella.
—Creo—Bella le responde con voz suave.
Emmett aplaude.
—¡Bien! Ahora podemos seguir hablando de la caja de bateo—la señala, con una gran sonrisa en su boca.
Por la mirada que Bella me da, creo que desearía seguir inconsciente.
Estoy a punto de cerrar la puerta cuando mi persona favorita en el mundo viene hacia mí.
La enfermera me da una sonrisa y deja que tome a Charlie en mis brazos antes de que siquiera pueda entrar a la habitación.
Hay algo que tengo que mostrarle a Bella, para que su vida se arregle justo como la mía lo hizo.
Bella
—Emmett sigue llamando—comento, bajando las escaleras mientras termino de acomodar mi sudadera.
Edward está en el pasillo, con las manos en las caderas y mira al frente.
—Pues dile que ya vamos.
—Es justo lo que le he estado diciendo.
Estamos en camino a casa de mi padre, a ayudar a Emmett y a Rose con la mudanza. Están a punto de irse a vivir ahí. Y Emmett está tan desesperado. Es un loco.
Además de que quiere transportar a Charlie en cajas. Eso no se lo permitiré. No lo dejaré que se acerque a él.
Emmett adora a Charlie. Quiere estar con él todo el tiempo posible y cuando viene a casa o nosotros vamos a encontrarlos, lo sostiene por mucho tiempo… hasta que Edward se lo quita de los brazos.
Aun no logro decidir si Edward está celoso o tiene cierte recelo hacia Emmett. Ambas cosas tienen sentido, especialmente la última. Emmett no es una persona muy confiable.
Rosalie dice que el asunto de quedar embarazada sigue en su mente, pero que no le está prestando demasiada atención.
—No puedo concentrar toda mi energía en eso. Arruinaré mi matrimonio si lo hago, Bella—me confesó la otra noche, mientras observábamos a Charlie dormir en su cuna.
Ella entiende que será un proceso largo y difícil, pero quiere ponerse más optimista al respecto. Incluso aceptó salir del apartamento de Emmett para ir a vivir a casa de mi papá. Eso dice mucho.
—¿Y bien? —Edward pregunta, señalando al frente con su barbilla—, ¿qué tal esto?
Sonrío y me coloco a su lado, contemplando lo que acabamos de hacer.
—Estamos un poco locos, ¿no te parece?
—Ya había pensado en eso antes—acepta.
El asunto sobre tener poco espacio para las cosas de ambos no cambió con el tiempo. Incluso empeoró. Teníamos que encontrar una manera de arreglarlo. Demasiado esfuerzo ir y venir para recopilar cosas que necesitábamos.
Así que colocamos dos puertas justo en medio del pasillo, una en el piso de arriba y otra aquí abajo, que conectan a ambas casas.
Si la propiedad no se hubiera dividido en primer lugar…
Edward observa la puerta blanca con una expresión de orgullo en su rostro.
—Estoy lleno de excelentes ideas—dice, al tiempo que ligeros quejidos vienen de detrás nuestro.
Miramos hacia allá y Edward se apresura a ir por Charlie.
—Aww, bebé—le dice, colocando su brazo debajo de su pequeño trasero. Deja un beso en su mejilla regordeta—, ¿te gusta esto, Charlie? Tenemos una nueva puerta.
Él detiene sus quejidos y su pequeño rostro se relaja.
Les sonrío.
Edward es bueno con Charlie. Lo toma con seguridad y nunca falla en colocar un pañal perfectamente. Besa sus mejillas y agita sus piernas. Siempre me ayuda a darle sus baños y le coloca la infinidad de sombreros de pescador que Rosalie le hace. Hoy está usando uno verde, que combina con su atuendo de dinosaurios.
Charlie se queda dormido sobre su pecho o entre sus piernas cuando Edward juega videojuegos o cuando lee. Edward lo coloca debajo de nuestra sombrilla cuando estamos en el jardín, disfrutando del clima otoñal.
Tomó muchas fotos de él usando su disfraz de Chucky en Halloween. Evitó que Seth le tiñera el pelo, pero dejó que le colocara un sombrero de copa.
Le da toquecitos en la nariz cada vez que puede y agita la gran jirafa que le compró frente a él, haciendo que Charlie agite sus brazos en felicidad.
Apenas cumplió dos meses y Edward dice que cada día logra hacer algo nuevo. Dice que se está poniendo fuerte con sus ejercicios diarios… yo sólo digo que ensucia muchos pañales.
Ya juega con sus móviles y ya aprendió a colocarse sobre su barriga. Edward le palmea el trasero siempre que lo hace y Charlie se emociona ante eso. Luce como una tierna tortuga mientras mueve sus extremidades.
Ambos se gustan. Charlie disfruta que Edward le ponga música, deja de llorar al instante y parece que le gusta que yo le cante. Edward dice que tengo una horrible voz, pero que está bien mientras funcione.
Yo lo alimento y Edward lo acerca a mí en las noches. Él insistió en colocar su cuna en nuestra habitación, de su lado.
—Al menos por los primeros meses. Y si la coloco de mi lado estoy obligado a despertar también.
Eso hizo que me enamorara más de él.
Yo le coloco sus mamelucos y Edward decide si nuestro bebé usará un sombrero ese día o no.
Edward es perfecto con Charlie. Lo hace todo bien, aunque siga diciendo que no sabe nada de bebés.
Yo lo hago lo mejor que puedo. Mi barriga finalmente desapareció e incluso los pantalones de la Bella no embarazada volvieron a entrarme a la perfección, pero sigo sintiéndome extraña en mi propio cuerpo. A veces no me reconozco cuando me miro al espejo. Edward dice que me veo perfecta.
Creo que me miente, aunque a veces lo atrapo observándome con ojos brillantes, así que no sé qué creer.
Afortunadamente, no he desarrollado un complejo con mis pechos. Leí muchas historias de madres que dejaron de verlos como un elemento atractivo de su cuerpo. A mí me siguen gustando.
Amo poder sostener a Charlie y besarlo y ver su hermoso y tierno rostro regordete de bebé, pero muchas veces extraño tenerlo dentro de mí.
Charlie es un buen bebé. Edward y yo estamos siendo optimistas respecto a nuestros viajes planeados. Charlie duerme la mayor parte de la noche y no llora demasiado. Algunas noches tenemos que despertarlo para que coma algo, duerme como un tronco y Edward tiene que agitarlo sobre sus piernas.
Me siento bien la mayor parte del tiempo. Intento hacer todo con la mejor actitud sin importar si estoy cansada o muy cómoda. Zafrina dice que produzco demasiada leche, así que tengo que echarle un ojo a eso siempre.
Edward volverá al trabajo hasta la primera semana de diciembre, así que estamos aprendiendo mucho juntos. Tal vez esa es la única razón por la cual no estoy molida. Nos ayudamos mutuamente y puedo verlo más relajado respecto al bebé.
Parecía tener muchos miedos y ahora parece que cada vez que ve a Charlie, esos miedos se están yendo uno a uno.
No nos hemos exasperado o discutido en todo este tiempo, lo que creo que es bueno, aunque a veces es genial bromear y juguetear.
Ser madre es todo un reto. Intento absorber todo lo que puedo de lo que Esme me cuenta. Ella ha sido buena conmigo, me abraza y me enseñó a hacer mi primer biberón, aunque Charlie tomará fórmula dentro de mucho tiempo.
—Uno nunca sabe, cielo—me dijo. Comienzo a quererla como nunca pude querer a mi mamá.
Lo que me lleva a mi siguiente bola de pensamientos: ser madre también está abriendo muchas heridas y me hace recordar aquellas que estaban cerradas.
Cuando veo a Charlie, no puedo imaginar el por qué nunca terminé de agradarle a mamá. Supongo que tengo que aceptar el hecho de que ella no estaba lista para ser madre. Yo tampoco me consideraba lista, pero aquí estoy, queriendo ser todo para él.
No sé si seré lo suficientemente fuerte para perdonar. O si puedo avanzar y ser todo lo que nunca tuve sin necesidad de perdonar a alguien que nunca fue.
Asusté a Edward mucho una noche.
Se suponía que Charlie estaba listo para ir a dormir, pero ensució su pañal de último momento y se puso irritable. Lloró todo el tiempo mientras lo cambiaba y un poco más después de eso. Extrañado y curioso, Edward vino a la habitación y Charlie detuvo sus llantos en cuanto él lo tomó en brazos.
Lo que hizo que las lágrimas salieran de mí, como si de un grifo se tratara.
Sólo podía pensar en cómo no era suficiente para él y en cómo no podría hacerlo feliz nunca. Lloré por él y por mí y por mi mamá. Y no podía parar.
No le conté sobre mis verdaderas razones a Edward. No quería parecer patética frente a él, que lo ha estado haciendo todo bien. Así que sólo le dije que estaba estresada.
Y ahora sólo espero que esos pensamientos intrusivos no vuelvan a mí.
Edward sacude al bebé en sus brazos y él sonríe. Estiro mi mano para alcanzar la pequeña de Charlie. Sujeta fuertemente mi dedo.
—Es genial. Ahora tenemos dos cosas de todo—le digo a Edward—. Veremos si resulta bien.
—Lo hará—asegura él—, haremos que funcione, ¿verdad?
Intercambiamos una mirada que dice mucho.
Tan certera, tan confortable, tan conocida y tan preciada.
—Si, haremos que funcione.
FIN
¡Y eso fue todo!
Uh, muchos sentimientos encontrados. No quería que terminara, pero ya estamos aquí. Publicar un último capítulo siempre es difícil, en especial para esta historia. Mis bebés, mis nenes. En realidad disfruté mucho escribiendo la historia de cada personaje, quise darles una voz y aspiraciones, sin importar que tan secundarios sean.
Es la primera vez que le di importancia a los ex de mis protagonistas, que les di abuelos, primos, bla bla.
Muchas gracias por haber leído y comentado. Me dan nervios sus rr para este final.
Espero que les haya gustado.
Gracias eternas, Redana.
