TRAICIÓN PLANIFICADA
CAPÍTULO 4: EMBAUCADA
El médico de a bordo le trató la herida de la cabeza. Le asignaron una habitación y le proporcionaron alimento.
No era su cuarta, y tampoco décima vez que había formado parte de una tripulación pirata por un corto tiempo porque la situación lo justificaba. No le agradaba la idea pero si eso la ponía a salvo y además sacaba beneficio, había que avanzar.
Apoyada en la baranda del barco, contemplaba el movimiento de las olas. El mar la tranquilizaba y la volvía melancólica.
Absorta en tantos pensamientos, no se dio cuenta de que Kid se aproximó por detrás, quería conocerla.
—¿Por qué quieres que te llevemos a Erlandia?
—No te compete —se dispuso a marcharse de su lado, no estaba dispuesta a mostrarle cordialidad ninguna a ese depravado.
Ella se giró para largarse pero él no se lo permitió: la agarró muy fuertemente de la muñeca, la volteó y se la acercó al cuerpo. Ambos pudieron sentir sus pieles rozándose. Nami empezó a temblar y eso no pasó desapercibido para Kid.
—Tienes miedo de mí. Me gusta —dejó ir su muñeca para presionar intensamente el trasero de la mujer.
—¡Ya basta! —no pudo terminar su protesta porque él se abalanzó y devoró sus labios con brutalidad.
Nami lo empujó y salió corriendo adentrándose en su camarote. Sus lágrimas no paraban de escaparse de sus hermosos ojos caramelo que cada hora que pasaba en ese maldito barco perdían más brillo.
—¿Pero qué hace, bárbaro? Así no se enamora a una delicada y bella dama. Debe conquistarla y no abalanzarse como cual animal salvaje se abalanza sobre su presa —se burló uno de sus camaradas que observó la escena a lo lejos.
—¿Pero qué coño dices? ¿Para qué tengo que conquistarla? Ella está aquí para satisfacer mis necesidades.
—¿No es ella la que nos guiará hacia nuestro objetivo? Es mejor ganarse su confianza para que no nos engañe en cualquier momento crucial. Aunque sé que optarás por hacer lo que quieras.
—¿Sabes qué? Que te voy a escuchar. Dime esos consejos para embaucarla. Será divertido.
Cerró la puerta y se tiró en su cama. Sus lágrimas no paraban de emerger. Ese hombre le provocaba pavor. La confusión que le provocaba era indescriptible porque había algo en él que atraía, para bien o para mal atraía, una especie de magnetismo frenético. Una impotencia extraña se apoderaba de ella cada vez que Kid la miraba directa a los ojos. ¿Era su instinto que le decía que este pirata era diferente y le advertía alejarse? No lo sabía. Pero al mismo tiempo también se sentía presa y hechizada.
Había pasado por situaciones del mismo calibre cientos de veces y en peores situaciones. ¿Entonces por qué estaba tan sensible y asustadiza si él era uno más? Cabía destacar que el bestia le había hecho sangrar los labios, todo aquello le hacía recordar lo que ella vivió a los 18 en innombrable antro a merced de clientes día tras día, noche tras noche...
—Nojiko...
Escapar no era una opción. Tenía que centrarse. Al fin y al cabo en tierra acabaría igual o peor: arriesgándose con otros piratas o deambulando por ahí pasando hambre y frío, jugándose la vida en todo momento.
Lo que no sabía Nami era que Kid empezaba a considerarla como una mujer complicada, de las que más le encendían. Lo más fácil era violarla cuando le apeteciese y listo, sin embargo reflexionó en lo que le advirtió su camarada, tal vez era hora de jugar las cartas de diferente manera y por ende divertirse un poco con ella: la conquistaría.
Inesperadamente se presentó en la habitación de la chica con la idea de ganarse su confianza.
—Oye, Gatita, tal vez hayamos comenzado mal.
¿Había oído bien? Se secó las lágrimas con las sábanas sin que él se diese cuenta y seguidamente quiso aparentar ser una tipa fuerte, como siempre.
—¿Ese es tu pasatiempo? ¿Confundir a los demás? —atacó ella.
—El que se confunde tiene la culpa por dejarse confundir, ¿no crees?
—No, no creo. ¿Dónde tenéis mi oro? Estaba en la mochila que traje conmigo y ya no está.
—¿Tu oro? Ahora es mío. Pero te lo podría devolver si me explicas la razón por la cuál quieres que te llevemos a Erlandia.
—En esa isla están secuestradas mi hermana y más gente de mi pueblo natal, fueron llevados allí por un pirata tritón. Iré allí y los liberaré con el oro que he ido robando. ¿Satisfecho ya?
—Creo que lo que tienes no te llega ni para liberar a una persona. ¿Crees que tu plan irá como tú piensas? Lo más probable es que cuando te presentes allí te secuestren a ti también.
¿Ese hombre se pensaba que ella era idiota o qué? Era obvio. Pero si no se arriesgaba pronto, si no apostaba por el dinero y si no ponía en peligro su vida, nunca podría traer de vuelta a su querida hermana y lo lamentaría el resto de su vida. No actuar era lo mismo que esperar la vida entera para algo/alguien que no va a volver.
—Es poco y lo sé. La otra semana me robaron unos piratas y pude escapar con lo poco que me quedó.
—Aparte del dinero que entra dentro del trato, en las siguientes islas yo podría ayudarte a saquear a otros piratas —si eso significaba ganarse su confianza mejor que mejor, y así ya tenía la excusa perfecta que darles a su tripulación para liarla.
—Interesante. Yo por supuesto no te voy a detener si es lo que quieres —sí pero ¿cuál era la explicación lógica que se le podía dar a ese cambio tan repentino en su personalidad?
Él se retiró no obstante se quedó con ganas de hablar más con ella. A duras penas había establecido conversaciones con mujeres, lo único que compartía con ellas era sexo. Para él siempre las mujeres tenían una función.
Los siguientes días, Nami pudo calmarse más, mientras que Kid se notaba raro, él quería estar más cerca de ella. Lo que había empezado como juego empezó a gustarle. Se acostumbró a aquella sinergia que habían adoptado: en las semanas siguientes empezaron a hablar con más frecuencia. Ella se hacía la difícil mientras que él le iba detrás.
Por desgracia Kid logró lo que buscaba desde un inicio: la navegante no pudo evitar cogerle afecto con esas charlas amor-odio.
Una noche los dos se quedaron solos para hacer guardia en el barco. Esa misma noche la culminaron juntos convirtiéndose así en el primer hombre con el cuál Nami tuvo sexo bajo su consentimiento.
~FIN DEL FLASHBACK de cómo Kid conoció a Nami~
Volviendo al presente, navegaban bajo un sol radiante. Gracias a un New Coo, pájaros con el tamaño de un pelícano que repartían los periódicos, obtuvieron el periódico. Nami le echó una ojeada por encima, la primera página informaba sobre el paradero de los Mugiwara: Worsk Nian. Después se lo pasó al capitán. Ella le avisó de que esa isla no se encontraba muy lejos de donde estaban navegando, podían llegar allí en menos de una semana.
—¡Cabrones, cambiemos de rumbo, iremos a Worsk Nian! No podrás escapar de mí, Mugiwara. Voy a borrar esa estúpida sonrisa que siempre muestras en los periódicos y carteles de se busca.
—Lo que yo me pregunto es cómo conseguisteis manteneros a flote -literalmente- sin navegante antes de mí —inquirió Nami.
—Uy, mejor no quieras saber lo que pasó con nuestro antiguo oficial...
—En fin, me imagino cualquier atrocidad... —respondió ella con sarcasmo.
Hacía días que Kid pensó en cómo podía arrebatarles el mapa. Por muy fuerte que fuera, sabía que no podía subestimar al muchacho del sombrero de paja, lo sabía de primera mano. Habían tenido algún encontranazo en la primera mitad de la Grand Line. En un principio, el plan fue como el de siempre: encontrarlos y enfrentarlos, pero eso podía hacerlo después de hacerles pasar un mal trago. Tampoco podía confirmar que saliesen bien parados si su grupo de inútiles se enfrentaban a los Mugiwara. A él le encantaba embaucar. Usaría a Nami, si tenía que dejarla ir cuando llegaran a Erlandia antes la utilizaría.
La tarde del día anterior de la llegada a Worsk Nian, él la citó en su camarote.
—¿Qué es lo que tan importante me tienes que decir?
—Te voy a encargar una misión de suma importancia.
—¿De qué se trata?
—Se trata de infiltrarse en la tripulación de los Mugiwaras y traerme el mapa de Raftel. Te obsequiaré un Den Den Mushi y cada martes me irías informando de tu estado. Solo será por un mes o dos meses.
—¿Y por qué rayos yo? Se supone que son temibles piratas, ¿cómo quieres que salga viva de allí?
—Desde el momento que aceptaste formar parte de esta tripulación estás sometida bajo mis órdenes, ¿o lo has olvidado? —la agarró de la barbilla —Una vez que los encuentres, ya te las ingeniarás tú para entrar en su tripulación. A cambio te prometo que me encargaré de ese tritón que te atormenta.
—Suéltame. ¿Cómo puedo estar segura de que no me traicionarías?
—Tranquila, ese tritón no me haría ni cosquillas. ¿Es que aún no confías en mi fuerza?
—...
—Más vale que no te encariñes con ellos y vuelvas a mí, porque sino ya sabes lo que pasará, ¿no Nami? Iré a Erlandia y me encargaré de tu amada hermana.
Espera... ¿qué? Ella se figuraba que había algo entre ellos aunque fuera poco, ¿acaso no significaba nada para él la complicidad que habían vivido? ¿Cómo tenía la cara de amenazarla de esa forma?
—¡¡Eres un asqueroso lunático!! Estás como una puta cabra.
—Ninguna persona haría todo lo que estoy haciendo yo por ti, y nadie sería capaz de derrotar a ese tritón aparte de mí, y lo sabes Nami. Y por eso tú me necesitas más que yo a ti.
Nami salió dando un portazo y se alejó. Se enderezó. Le dolía en el orgullo aunque tenía que aceptar que él sí estaba capacitado para derrotar a Arlong. No podía desaprovechar esa oportunidad, la verdad.
