TRAICIÓN PLANIFICADA

CAPÍTULO 5: ENTRE PALMERAS

En lo que quedaba del día, los pelirrojos no se habían cruzado ni una palabra. Ella estaba indignada y dolorida en cambio él se mantenía arrogante y autoritario. A la noche Kid le insistió varias veces de tener sexo, pero ella se negó rotundamente y se encerró en su dormitorio. El miedo, la sumisión y la desconfianza habían vuelto a ella.

El día tan ansiado para Eustass Kid por fin había llegado. Estaban a menos de una hora en pisar Worsk Nian. A primera vista parecía una isla de pequeñísima escala, podían divisar sobresalientes volcanes que se alzaban por encima de altísimas palmeras, cabía mencionar que no eran palmeras comunes. Atracaron en un puerto que a ojos de cualquiera parecía ser abandonado.

—¡Sal ya de ahí, hostia! ¿¡Cuánto tardas en cambiarte!? Si tardas más echo la puerta abajo —vociferó Kid detrás de la puerta del camarote de la chica.

Solamente le faltaba ponerse las sandalias con tacones y ya estaba él gritándole. Intuía que el motivo de su descontento era el no haberse acostado con él por la noche. Qué cruz de hombre. Aunque en verdad, ¿de qué tanto se quejaba? Le hacía un favor salvándolo de tanto desgaste.

La chica salió vestida con unas sandalias marrones con tacones, unos pantalones de pitillo color blanco ceñidos a sus esbeltas piernas, una camiseta roja de tirantes con un insinuado escote dejando al descubierto parte de sus exuberantes atributos y finalmente complementada por una chaqueta negra de cuero. De su cabello perfectamente peinado, se asomaban por la cara mechones rebeldes que le daban ese toque que tanto le gustaba.

—Eres un maldito impaciente.

—Cállate y dime el clima que tendremos en las siguientes horas.

Se avecinaba una tormenta y no una cualquiera. Con esa habilidad que ella dominaba sabía a ciencia exacta que ese tiempo se convertiría en un contratiempo para su condenada misión.

—Se acercan fuertes tormentas. Lo único bueno es que nos facilitará la localización de los Mugiwaras en la isla, ya que se refugiarán en algún sitio cubierto.

Killer le entregó al capitán la mochila color crema de la pelirroja.

—Te equivocas con lo de "nos facilitará". Nosotros también bajamos a la isla pero no junto a ti. Aquí nos separamos, Nami. Toma tu mochila, dentro tienes tus cosas y el Den Den Mushi.

Nami recibió la mochila que él le extendía, pero no le fue indiferente su peso.

—Faltan mi dinero y oro.

Todos los que la rodeaban empezaron a pitorrearse sin ningún tipo de reserva.

—¡¿Se puede saber de qué os reís, desgraciados?! ¿No se supone que aunque sea esta una misión, el trato sigue en pie? Me lo debes.

Kid, que antes estaba serio, empezó a mofarse junto a los demás. Ante las burlas, Nami no pudo impedir que sus mejillas tomaran tal sonrojo equivalente al color de un tómate y que sus radiantes ojos se humedecieran. Rabia, ira, vergüenza... Todas esas sensaciones se hicieron un cúmulo en su interior.

—Oooh, venga, Nami... Que ya nos conocemos. Soy pirata pero no soy tan rastrero como tú piensas. Te daré lo que te prometí en cuanto cumplas con tu deber. Así puedo asegurarme de que volverás a nosotros.

—Por lo que veo no te era suficiente con amenazarme en matar a mi hermana, ¿eh?

—No, no lo es. Y por cierto, ¿quién te ha dicho que mataría a tu hermana? Si la genética ha repartido la belleza justamente, tu hermana seguro que será tan espectacular como tú, y ya sabes... No hace falta que te dé detalles de lo que le haría, ya que tú misma estuviste a punto de experimentarlo...

Las sensaciones anteriormente mencionadas pudieron apoderarse de la pelirroja. Esta vez fue ella quien golpeó. Una bofetada en la mejilla del hombre fue suficiente para que él se volviese con más agresividad: le devolvió el golpe con la fuerza triplicada y seguidamente la empujó contra la pared para proporcionarle un puñetazo en el estómago. Podía haber seguido pero los demás le detuvieron agarrándolo por los brazos.

Escupió sangre, se limpió la de la nariz y la de la boca, y tendida en el suelo intentó incorporarse. Otra vez volvió a ser golpeada por él. Qué tan estúpida e ingenua había llegado a ser para encariñarse con ese animal. Sentía que se ahogaba además de un mareo de mil demonios y ganas de llorar, pero esta vez no reprimió las lágrimas y las dejó ir.

Mierda. Se había excedido un poco, pensó él. Se acercó a ella para ayudarla a ponerse en pie pero se detuvo al fijarse en su mirada: ya no era la de una chica ruda, sino la de una frágil y asustadiza.

—¡N-no te acerques... ni me golpees más, por favor! —suplicó sollozando en el piso con dificultad debido al impacto en el abdomen.

—Oye, no era mi intención llegar tan lejos...

—¿Qué no era tu intención, Kid...? Olvídame... ¿Querías que me fuera, no? Ahora mismo desaparezco de aquí... —se ayudó con la pared que tenía al lado para ponerse en pie, y recogió su mochila tirada en el frío suelo de madera.

Caminó con apuro, pero finalmente logró llegar hasta las escaleras del barco que ya le habían preparado minutos atrás para que se fuera. En ese momento lo más importante era escapar de las atentas miradas que la seguían sin perder ningún detalle de sus movimientos.


—¡ME ABURRO! ¡¡ESTA ISLA NO ES DIVERTIDA!! Llevamos aquí cuatro días y no nos ha pasado nada interesante! ¡Exijo que nos vayamos!

—¿Pero qué dices, Luffy? ¡No podemos irnos sin Zoro, Franky, Robin ni Chopper! —protestó Usopp —Y si nos vamos sin alguien que nos sirva de oficial lo llevamos claro, con los problemas que hemos tenido sin un navegante nada más entrar en el Nuevo Mundo...

—Es verdad, desde que se fue Vivi-chan, dejó un hueco que se tiene que llenar lo antes posible, ¡¡y más vale que también sea una bella mujer!! —añadió Sanji con corazones en los ojos.

—Yohoho, eso sí, una mujer que no le moleste enseñar sus bragas.

—Yo solo quiero largarme de aquí, no ha ocurrido nada interesante. Y tiene delito que los demás se hayan perdido... —reprochó Luffy haciendo pucheros.

—Probablemente el marimo era el que guiaba.

—Venga ya. Los demás no permitirían que los guiara él... Puede que no sea eso. ¿Y si se encuentran en una situación difícil...?

—¡Qué tonterías dices, Usopp! Ahora todos somos muy fuertes. Cálmate —le regañó el azabache.

Los cuatro se encontraban caminando por un camino rodeado de altísimas palmeras.

Se habían dividido para explorar Worsk Nian el primer día que llegaron. Habían acordado que el cuarto día por la mañana todos se reunirían en el Sunny para ver si alguno de los dos grupos hubiera dado con algún experimentado en navegación, pero como media tripulación no apareció, la otra media retrocedió a buscarlos.

—¿Dónde tenemos el mapa de Raftel? No me digáis que está en el barco...

—Lo tiene Robin-chwan. No seas tan puñetas, Usopp.

—¿¡Cómo quieres que no lo sea, Sanji!? ¿Es que no os acordáis del periódico ese que informa sobre que estamos en Worsk Nian? Alguien de por aquí nos habrá reconocido y nos habrá delatado... ¿¡Y si viene la Marina para capturarnos!?

—Ey, pues suena divertido, shishishi...


Lo primordial para Nami en esos momentos era adentrarse en el bosque de palmeras hasta llegar a la ciudad central y buscar auxilio para ser curada.

Su respiración era entrecortada, su vista borrosa, sus heridas le dolían con más intensidad y no podía caminar con total normalidad. Ahora que se había alejado de esos piratas debía juntarse con otros iguales de feroces.

Su magnífico sentido de la orientación le estaba fallando a causa de su estado. Se perdió entre el palmar. Dio vueltas y vueltas sin encontrar salida en esa especie de laberinto.

Decidió cruzar el arroyo que se mostraba enfrente suyo, esa rivera tenía poco caudal por lo que no le sería complicado pasar al otro lado. Tal era su agotamiento que no reparó en una de las rocas que carecía de estabilidad, y resbaló en ella, llevándose consigo un golpe en la cabeza al caer encima de otras piedras sucesivas. Al instante perdió los sentidos, quedando tirada en medio del afluente con la sangre emergiendo de su frente.


Sanji y Usopp discutían, y Brook y Luffy permanecían callados. De repente Luffy los hizo callar.

—Silencio... —posicionó la mano detrás de su oreja izquierda —Se oye un río cerca... ¡Es por ahí!

El alegre muchacho salió escopeteado perdiéndose entre las palmeras.

—¡Espera, Luffy! —gritaron todos al unísono.