TRAICIÓN PLANIFICADA

CAPÍTULO 7: DESPIERTA

Manchas surgieron de la nada tiñendo el cielo de un gris apagado impidiendo el paso de los rayos solares.

Luffy ansiaba con poder verla despierta y conocerla y esas nubes que parecían cargadas de agua no le hacían la menor gracia, ya que trotar por barro no era algo muy agradable que digamos. Por suerte para ellos la lluvia no se presentó en esos momentos.

Pequeñas casas de piedra fueron lo primero que deslumbraron, más al fondo había edificios más importantes. Como la tripulación ya había rondado por ahí los tres días anteriores ya sabían situarse un poco, por lo que se dieron prisa para buscar el pequeño hospital. El centro consistía en una gran plaza con bancos, árboles en hilera y poco más.

Antes de entrar en el hospital, Luffy le tendió a Usopp la chica. Abrumado se dirigió al mostrador.

—¡Tenemos una chica gravemente herida, os ruego que la atendáis lo antes posible, por favor!

—Inaceptable. Usted no puede entrar con ese comportamiento salvaje y exigirme que por arte de magia les consiga atención médica. Le comento que el coste estaría fuera de su alcance si lo juzgo por su aspecto —increpó el recepcionista —Lo mejor será que vaya a otro lugar, nosotros no nos hacemos cargo de forasteros.

—¡Si no viene un médico ahora mismo y la atiende juro que te pateo el trasero! —replicó poseído por la cólera mientras agarraba al hombre por las solapas de la camisa.

—Cálmate, cabeza hueca. ¿Siempre tienes que armar estos jaleos o qué pasa? Déjame hacer a mí Luffy. Aparta —Sanji que se interpuso entre ellos —¡Escúchame escoria, esta pelirroja maciza necesita un médico que la revise o sino morirá, como caballero que soy no puedo dejar que eso suceda y si para impedirlo he de amenazar a muerte a un recepcionista de mierda como tú, lo haré sin dudarlo!

El hombre que nunca en su vida trató con hombres tan agresivos como esos se acobardó. Tímidamente les comunicó a los piratas que ya podían pasar a la habitación 707 donde los esperaba el doctor Kerl.

Tal vez eran alucinaciones suyas y era un disfraz pero uno de ellos era un maldito esqueleto, además algo tenía el chico de la cicatriz bajo el ojo izquierdo que le inquietaba. Entonces algo en la cabeza del pobre hombre hizo "click" cuando se fijó con más detenimiento. Se le perló la frente de sudor, y la boca se le secó: ¿¡cómo no los había reconocido antes!? ¡Ese joven era ni más ni menos que Monkey D. Luffy! Con torpeza agarró nervioso el teléfono y llamó a la Marina.


Todo fue como la seda, al entrar el doctor Kerl los recibió con cortesía a diferencia del presuntuoso recepcionista. Ellos le ilustraron todo lo que sabían acerca de la muchacha, que sin saber quién era ni de dónde provenía ellos se comprometían a pagar lo que fuera falta, ya que fueron ellos quienes la encontraron. Una vez hablado todo, dejaron a la chica reposar en la cama para ser revisada por el médico mientras los cuatro varones salían fuera de la habitación.

Se sentaron en unos bancos del pasillo y no pasó mucho tiempo cuando se presentó la otra mitad del grupo.

—¡Luffy! ¿a qué se debe todo esto? —exclamó Zoro un poco mosqueado pero sin parecer realmente enfadado.

—Chicos... Han ocurrido cosas, por cierto ¿dónde estabais y cómo nos habéis encontrado?

—Os hemos perseguido y al ver que entrabais aquí hemos preguntado en recepción. Ahora que yo te he contestado hazlo tú.

Sin más dilaciones, Luffy les relató todo a sus compañeros. Él quiso mostrar indiferencia al explicarlo pero en sus adentros estaba nervioso por si sus amigos le pudieran cuestionar el porqué de tanto afán en salvar a esa desconocida, que en realidad ni él sabía la respuesta.

—Dicho en otras palabras, Luffy quiere que esta chica se recupere para invitarla a la tripulación ¿o me equivoco? ¿Si no por qué tanto interés? —medio bromeó la arqueóloga.

—Coincido con ella. Plausible que la rescatéis y tal, pero no entiendo por qué nos tenemos que quedar aquí esperándola a que despierte, le pagamos al hospital y nos piramos —refunfuñó el peliverde.

—Si tantas ganas tienes de largarte no sé a qué esperas, marimo de mierda, tu presencia aquí molesta —lo remató Sanji.

—Tú cállate cocinero de mierda. Tu horrorosa cara me repugna y además me agobian los hospitales, así que aquí os quedáis.

—A mí tampoco me hacen gracia los hospitales, acompañaré a Zoro para que no se pierda —dijo Franky.

—Yo quiero colaborar con el doctor, supongo que si le digo que soy médico no habría problema alguno ¿no? —añadió Chopper.

Así fue como un espadachín y un cyborg salieron de allí queriendo dar a entender que se desentendían del tema y que un reno entró en la habitación 707 en forma humana luciendo una larga y ancha bata blanca.

Zoro y Franky charlaban mientras caminaban por las estrechas avenidas. De repente del cielo apagado empezaron a caer frías gotas de agua que amenazaron a esos dos en cubrirse en algún lugar. Fueron a parar en una anticuada y pequeña taberna y ahí se quedaron bebiendo hasta que parase de llover.


Unas nubes negras cada vez se pronunciaban más y la lluvia parecía que en ningún momento cesara. Como Robin leía un libro pacíficamente Sanji se limitó a contemplar la lluvia arañando ferozmente los cristales de una de las tantas ventanas del pasadizo; Luffy y Usopp conversaban y Brook simplemente bebía su té. Unos veinte minutos transcurrieron con excesiva lentitud para el moreno que si no fuera por una voluntad auto impuesta, ya estaría renegando.

Inesperadamente Chopper y Kerl salieron del consultorio sobresaltando a todos. No faltó esperar mucho para que las preguntas sobre el estado de la muchacha empezaran a llover sobre el pobre reno.

—¡Chicos, calma por favor! Lo primero que debéis de saber es que no es tan grave como me temía. Me inquietó el hecho de que os la encontrarais desmayada pues es signo de que sufriera algún daño cerebral pero por suerte parece ser que su cerebro está intacto. El doctor Kerl y yo suponemos que sufrió un politraumatismo que le hizo perder la consciencia durante un tiempo no muy prolongado, pero en su caso lleva dos hora y pico en ese estado, por lo que deduzco que debe de ser también una mezcla de cansancio. Además su cuerpo presenta agresiones en el estómago, brazos, piernas... aunque creo que es irrelevante —tomó aire —Volviendo al tema, no sé cuándo despertará. Hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos, ahora tiene que recibir atención médica hasta que se recupere totalmente.

—Muchas gracias, Chopper y viejo Kerl... ¿Puedo verla? —pidió Luffy.

—No es lo más recomendable, pero si solo es usted y es poco tiempo, se lo permito —consintió el médico más mayor.

Al tomar la manilla de la puerta, su corazón se aceleró; y es que debía de admitirlo, estaba realmente contento. Por fin se encontrarían "cara a cara".

La abrió y cuidadosamente la fue cerrando con sigilo. Ya entró antes cuando la colocaron en la cama pero ahora la habitación le parecía algo distinta ya fuera porque antes eran seis personas metidas contando con ella y ahora eran solamente ellos dos. El olor del cuarto le recordó al de la enfermería del Thousand Sunny, ese olor que a duras penas soportaba. Dejó a un lado los pensamientos para acercarse a la camilla en la cual dormía la pelirroja. Sorprendido y a la vez aliviado al observar el cuerpo de la joven, sonrió inconscientemente. Su piel había tomado más color y ya no estaba tan pálida, sus mejillas ahora tenían una tonalidad más cálida y sus labios habían alcanzado un rosado más notable. Primero se fijó en esa venda que envolvía completamente su frente con el flequillo encima, luego en sus párpados que aún seguían sellados como la primera vez que la vio, y finalmente en sus brazos que eran lo único que no estaba tapado por las sábanas y que estaban llenos de morados, pequeños cortes y rasguños. Eso le hizo recordar lo que comentó Chopper anteriormente.

"—Además su cuerpo presenta agresiones en el estómago, brazos, piernas..."

Si algún día atrapaba al infeliz dueño de esas acciones le daría una tunda que recordaría toda su vida.

Por inercia, acercó su mano para tocar ese pelo que le había hechizado, que le hacía sumergir a cualquiera en una tarde de otoño rodeado de árboles, o bien, en un atardecer con el cielo pintado de naranja. Pero su mano nunca llegó a rozar un mísero mechón de su larga cabellera, pues antes de que pudiera ocurrir tal hecho, él se detuvo al encontrarse con una mirada clavada en su mano derecha.

—¿Quién eres...?

—¡Soy Monkey D. Luffy, el hombre que se convertirá en el REY DE LOS PIRATAS!