TRAICIÓN PLANIFICADA

CAPÍTULO 9: CONOCIENDO A LOS MUGIWARAS

En unos minutos llegaron al río. Nami se mareó y cayó rendida en la espalda de Chopper; así que no pudieron guiarse gracias a sus indicaciones tan precisas y tuvieron que orientarse ellos mismos.

Encontraron la tan buscada mochila que se hallaba tirada en la orilla gracias a las muchas rocas que había en el río. Algunas de ellas retuvieron la mochila.

Como predijo Nami, la niebla se formó pero ya no suponía ningún contratiempo porque habían salido del laberinto de palmeras y el Thousand Sunny se encontraba delante de ellos.

—¡Chicos, salgamos de esta isla y pongamos rumbo a la siguiente! —gritó Luffy saltando de alegría.

—¡Sí, capitán!


El mecer del mar, el olor a antibióticos y una cama muy confortable fueron lo que acogieron a Nami mientras ella dormía plácidamente.

Se podía sentir mucha paz, su cuerpo había descansado por muchas horas y lentamente sus ojos se abrieron. Se encontraba en una pequeña habitación cerrada donde medicamentos ordenados en una estantería le hacían pensar estar en un hospital nuevamente. Se fijó que vestía un corto camisón blanco y que sus heridas habían vuelto a ser tratadas.

Ya descansada le era imposible obviar ese meneo tan reconocible para ella provocado por las olas del mar. Cuando abrió la puerta, una bocanada de aire fresco acompañado de un sol cegador le obligaron a protegerse los ojos con la sombra de su mano.

Una vez los ojos ya abiertos, un césped de un verde muy vivaz la volvía a dejar atónita. ¿Quién en su sano juicio sembraba hierba en un barco?

—¡Hey, que ya ha despertado! —exclamó Usopp el cual pescaba desde hacía más de media hora sentado en la borda del barco.

Todos salieron de sus respectivos sitios, algunos del interior del barco, varios que ya estaban en la cubierta y otros de la cocina para acercarse a conocerla.

—Has dormido un día entero... Aun así no deberías de hacer esfuerzos, si te sientes cansada o mareada avísame —dijo Chopper mirándola desde abajo, en el césped.

—Gracias, doctor... Chopper, ¿ese es tu nombre, no?

—¡Idiota, llamándome doctor no me harás feliz...! —canturreó el reno mientras bailaba alegre.

Obviamente Nami sabía de sobras quiénes formaban parte de esta tripulación, pues ya los tenía más que vistos y analizados. Estudió uno por uno enseguida que le asignaron la misión. Sin embargo, tenía que fingir que no los conocía.

—El sol hoy está tan brillante y resplandeciente en el cielo provocando que mi corazón palpite más rápido de lo habitual. ¡Pero jamás como lo haría una diosa enviada de los cielos! Oh, Mellorine, tu belleza es tan cegadora... ¡Ejem! Mucho gusto señorita, soy Sanji, el cocinero de este barc...

—Cállate ya, cocinero de tercera.

—¡¡No me interrumpas, marimo de mierda!!

—¡Oi, Sanji, tengo hambre!

Dado que Luffy había estado tomando la siesta en la cabeza de león, llegó el último a cubierta. En el momento que los ojos del joven entusiasta se posaron en los de la chica, ella involuntariamente apartó la mirada avergonzada de quién sabe qué, y él sonrió al verla despierta y en pie.

—Chicos, tenemos que celebrar la bienvenida de Nami. Ya sé, montemos un súper banquete para la cena —propuso Franky muy animado.

—¡¡Síii, un banquete con mucha carne, Sanji!! —dijo Luffy eufórico.

—Está bien, está bien... ¿Te parece bien Nami-san o aún estás cansada?

—Me parece perfecto.

Todos volvieron a sus quehaceres menos Robin que se ofreció para enseñarle las instalaciones a la nueva bienvenida.

—¿Aquí todos los días son así de animados? —preguntó cordialmente la pelirroja mientras caminaban por los pasillos del interior del navío.

—Sí, no hay día que no estén festejando algo.

Las dos mujeres se hicieron amigas enseguida. Eran diferentes pero se entendían a la perfección. Robin le mostró el acuario dejándola fascinada. Después recorrieron todas las habitaciones indicándole la suya la cual sería compartida con ella. Más tarde se pasearon por el exterior. Nami pensaba que ese barco era una maravilla.

Una vez ya exhibido todo, Robin se dirigió a la biblioteca para seguir con el libro que dejó a medias y la pelirroja se ausentó para hacer una llamada con su Den Den Mushi, y contactar con Kid en privado.

...Bip Bip Bip...

—Vaya... pero si eres tú. Ya pensaba que te habían descubierto. ¿Ya estás con ellos? ¿Sabes dónde está el mapa?

—Me subestimas, son solo un grupo de retrasados jugando a ser piratas. En fin, llegué ayer y no sé dónde está el mapa. Confía en que lo tendrás en cuanto nos veamos... —cogió aire —Kid, no olvides tu promesa.

—¿Cómo quieres que me olvide si es lo único que hace que me harte de risa...?

—Eres la ruina humana, Kid.

—Parece que te encanta mi nombre, incluso cuando estábamos en la cama tampoco parabas de pronunciarlo.

—Que te jodan —tiró el Den Den Mushi al suelo y se apoyó en la pared. Odiaba con todas sus fuerzas a ese cretino.


—¿He oído bien o esa zorrita te ha gritado? —carcajeó una rubia con copiosas proporciones.

—Lo que pasa es que echa de menos que la folle y por eso ha llamado. Dejemos de hablar de esa y sigamos con lo nuestro...


Nami salió del baño. Un poco abrumada por las circunstancias decidió ir a descansar en su habitación. De momento se echaría una siesta en la cama de Robin hasta la hora de la cena, ya que ella no tenía cama.

Sus grandes y gélidas manos tocaban todo lo que alcanzaban. No había delicadeza por su parte pero eso la ponía aún más. Era bruto como una bestia.

La desnudó con la mirada y luego le desgarró la ropa que vestía. Fuera esos jeans ajustados y ese top que tapaba menos de la mitad.

Kid se relamía los labios y Nami solo con verlo le ofrecía unos gemidos tan placenteros que hacían despertar el lado más fiero del capitán.

—Voy a dejarte tan tiesa que mañana te será imposible caminar.

—Hmm... Eso dijiste ayer, entonces explícame cómo he llegado hoy hasta tu habitación...

Los muelles del colchón rechinaban. El mismo suelo del camarote temblaba, los gemidos y golpe tras golpe de la cabecera de la cama contra la pared hacían enterarse a todo dios del sexo salvaje de esos dos.


Se despertó con sudor frío por toda la cara. Había soñado con él otra vez. Una pesadilla que le recordaba cómo ese hombre la tocó y encima ella lo acabó disfrutando.

La noche llegó y mientras ella había estado descansando en su habitación, los demás organizaron una increíble cena llena de abundante y exquisita comida, música y muchas risas, todo al exterior aprovechando la cálida temperatura.

—Empecemos esta noche tan movida con las presentaciones, comenzando por mí. ¡Yo soy el gran Usopp y navego para convertirme en un bravo guerrero que no le tema a nada!

—Yo me llamo Sanji y...

—Soy Brook, el músico del grupo. ¿Serías tan amable de enseñarme esas pantis que no pude ver esta mañana?

—Como dije esta mañana, yo soy Chopper. Comí por accidente la fruta Hito Hito y fui dotado de inteligencia humana.

—El súperrrr carpintero yo no hace falta que se presente. Esta tarde te construí una súper cama propia, así esta noche te la instalaré y la tendrás a punto en tu habitación.

—Soy Zoro.

—La navegante y yo ya tuvimos el placer de conocernos un poco pero te diré más, yo provengo de una familia de arqueólogos. Y soy usuaria de una fruta del diablo: la Hana Hana.

—¡Poy Puffy y pe ponvertipé en el pey de pos pipatas!

—Qué cerdo eres... A una señorita no se le habla con la boca a rebosar —le regañó Sanji.

Bebieron, cantaron, comieron hasta reventar y se quedaron durmiendo en la cubierta. Nami que aguantaba bien el alcohol, estirada se quedó contemplando el cielo.

Le parecía que las estrellas brillaban con más intensidad en ese barco.