TRAICIÓN PLANIFICADA

CAPÍTULO 23: ¿TRES NAVEGANTES?

—Me enamoré de tu rival —exhaló Nami destrozada, cansada de todo —Del futuro Rey de los Piratas..

La sorpresa que la cara del pelirrojo transmitía cambió bruscamente a una de rencor mal contenido.


Nami iluminada por los últimos rayos de sol permanecía sentada en la tina, absorta en sus pensamientos, en pleno silencio y calma. Su mirada se perdía en el ojo de buey que permitía adivinar el bellísimo cielo bañado en oro. Sus largos cabellos naranjas semejantes a las fibras de cobre flotaban en el agua de la bañera.

Cabellos de cobre, labios de coral, dientes de marfil y ojos de cristal transparente que se habían cansado de llorar líquidas perlas.

En los labios rosados tenía una herida abierta, esos dientes de marfil estuvieron a punto de saltar de la boca y aquellos vidriosos ojos habían perdido brillo la noche anterior.

Nami tanteó su pierna derecha. Era tan leve el toque y aun así le dolían tanto las contusiones que no pudo contener un pequeño gemido.

Se debió a que a Kid no le sentó bien lo que le contó. Aquella confesión de amor que sentía por su mayor rival tuvo como respuesta un poco de violencia, pero suficiente agresión para magullar el cuerpo de un ser humano ordinario como lo era Nami.

Había sido una gran locura lo que hizo; sin pensarlo, sin razonar, algo tan innecesario pero al mismo tiempo tan necesario como el agua en la vida... Se había jugado el cuello. Suerte que Kid no la mató.

De repente, la puerta se abrió.

—Ya hemos llegado. Vete preparando —ordenó Killer.

Ella salió de la bañera con la intención de dirigirse al camarote, sin decirle nada.

—¿Ya tienes pensado qué hacer con tu vida después de salvemos a tu hermana?

—Buena pregunta.

—Seguramente tenías pensado volver con los Mugiwaras, pero ya te lo puedes quitar de la cabeza, nada más que una traidora eres para ellos —dijo mientras le tendía una toalla.

—De hogar al que regresar siempre tendré y es una pacífica isla, no me compares con gente de tu calaña.

—Muy directa pero déjame que prosiga: como bien sabes, el Capitán accedió a llevarte hasta aquí y a luchar a tu lado, no obstante, tú nos has engañado con una réplica del mapa, por eso él ha sumado otra condición más.

—No es noticia. Seré vuestra navegante por el resto de mi vida, ¿no es así?

—Me sorprende que aceptes tu destino con tanta facilidad. Suerte la tuya que el Capitán no te aniquiló ayer, motivos suficientes había.

—Ayer esa bestia parda ya lo intentó, pero por lo que ves, acabó compadeciéndose de mí —en su cara se reflejaba un rictus de frustración —¿Tú también me tienes lástima?

—Nosotros somos piratas y tú una mujer con todas las letras. Aunque no ahondaré en ese tema.

—Ya sabes que a mí hace tiempo esas palabras ya no me valen.

Las malas lenguas decían que la isla de Erlandia, situada en el Nuevo Mundo, tenía agrupadas en la zona sin ley de la isla un gran número de casas de subastas; más que en el Archipiélago Sabaody.

La isla gozaba de renombre internacional por la belleza de sus calas y playas y la calidad de sus aguas, así como por casinos y clubes, que atraían a numerosos turistas.

Los habitantes disfrutaban de un clima cálido que se daba en buena parte de las zonas costeras. Lo más destacable venía a ser esos vistosos volcanes, y predominando en altura solamente uno, llamado el Gran Volcán.

—Toma, —le lanzó Kid mientras bajaban por la escalera del barco —te regreso el oro que te prometí, te servirá de consuelo cuando nos enteremos de que tu hermana está muerta o vendida.

Nami aceptó la bolsa.

—Tenía razones suficientes para matarte y no lo hice —prosiguió Kid —Me engañaste, me traicionaste... Pero no quise matarte. Te quiero con vida y a mi lado, Nami.

La chica se quedó sorprendida por aquellas palabras. Pero siguió caminando, no se detuvo. No iba a dar rienda suelta a las manipulaciones de ese hombre.

—Ayer me enfadé porque me dijiste que estabas enamorada de ese crío. Solo fue una broma, no te pongas así, mujer —se pitorreaba de ella con aquellos gestos innecesarios.

—¿Una broma dices?

—No volveré a ponerte una mano encima en ese sentido. Ahora sé que echarás raíces en mi barco. Ya somos una familia ¿no, Gatita?

En unas milésimas de segundo se vio envuelta en sus brazos. El pelirrojo marcaba terreno comiéndosela a besos de forma sucia. La quería suya y de nadie más. Su estupor cobró auge tras los tocamientos desvergonzados. Ahí en medio de todos la tocaba para memorizar cada cresta y cada valle del esbelto cuerpo. Le gustaba humillarla y ahora más sabiendo que a ella ya no le quedaba otra que ceder a quedarse en su barco hasta la eternidad.

Que la pelirroja se fuera acostumbrando porque a su lado, ese iba a ser el pan de cada día.


El Thousand Sunny hacía acto de presencia lejos del barco de Eustass Kid. A diferencia de Kid, Monkey D. Luffy optó por ingresar en el puerto y olvidarse de las molestias que conllevaba una entrada silenciosa, consiguiendo así atraer la atención de una demasía.

La multitud corría de arriba abajo exaltada. Monkey D. Luffy había arribado al puerto de esa maravilla de isla, y eso solo significaba problemas. La mirada desdeñosa del joven capitán hacia los habitantes atemorizaba; aquellos ojos emitían un frío atroz helando todo aquel que se cruzaba en su camino.

—Estás asustando a damiselas con esa cara de mierda —bufó Sanji.

—La gente no para de mirarnos. Siempre tiene que dar la nota nuestro capitán —ostentaba Usopp saludando como si fuera un famoso.

—Espero que Vivi se encuentre bien. Enseguida vamos a por ti, querida amiga —se estimuló Chopper.

—Yo lo que quiero es pasarme por un bar antes de entrar en acción —sugirió Zoro.

—Imposible. No hay tiempo para relajarnos —respondió Franky.

—Esta isla está catalogada como isla tropical, pero tiene un clima bastante seco. Qué curioso —añadió Carina, la nueva navegante.

—¡Yohohoho! Qué buenas playas, qué majestuosos volcanes. ¡Dichoso paraíso!

—Parece mentira que Erlandia esconda tantos secretos con tan espectacular panorama que se nos ofrece... —suspiró Robin.

—Quiero de vuelta a Vivi y si eso significa poner patas arriba la isla entera, que así sea. ¡Adelante, chicos! —bramó Luffy con cara de pocos amigos.

Fueron infiltrándose en distintas casas de subastas. Amenazaban al jefe del local preguntando por la princesa de Arabasta y si no daban con ella, se iban a otra. Así estuvieron por largas horas hasta dar con una que estaba atestada de gente. Llamaba la atención por su decorado tan antiestético y en desacorde con la función del edificio. Tenía complejo de parque acuático o de un pequeño imperio.

La puerta estaba cerrada y unos guardias impedían el paso de los Mugiwaras, el espectáculo ya había comenzado dentro de ella: motivo suficiente para formar un boquete en la pared.

Los espectadores quedaron mudos dejando la sala en un silencio sepulcral. Todo el mundo se giró con presteza a ver quiénes eran los causantes de tal jaleo.

Se oyeron pasos pesados bajando por las escaleras que fueron como el tañido de un difunto acercándose al escenario; allí se encontraban el presentador y el "artículo" que se quería subastar.

—¡DEVOLVEDME A MI NAVEGANTE! —rugió Luffy, el dueño de aquellos pasos —¡Vivi, ¿estás aquí?!

—Deja de gritar, joder —soltó Sanji.

—La que hemos armado... —lloró Usopp.

—¡Ey! ¿Qué está pasando aquí? ¿¡No se supone que vuestra navegante soy yo!? —reprochó Carina.

No tardaron en recrear una escena cómica, sin embargo, la tensión subyacente en el anfiteatro no mermaba y casi podía palparse. En el público hubo varias reacciones cuando se percataron de que se trataba de la tripulación de los Mugiwara al completo. Muchas de ellas fueron de espanto y de desaprobación.

—¡Pero mira a quién tenemos aquí...! —se oyó decir una voz predominante entre la multitud.

—Tú... —musitó el moreno sorprendido —¿Qué rayos haces aquí, Kid?

—Lo mismo podría preguntar de ti —se incorporó dejando la butaca vacía —Bueno, yo te lo diré: he venido para resolver unos asuntos de mi navegante —dijo señalando con la cabeza a la mujer que estaba sentada a su lado —Ah, espera... Tú ya la conoces.