TRAICIÓN PLANIFICADA

CAPÍTULO 26: PORVENIR

"De sopetón, un fuerte estruendo los ensordeció acompañado de una luz estridente. El almirante Kizaru había hecho su aparición y mil hombres más. En cambio, el pirata Eustass Kid ya no se encontraba allí"


—Ooh... ¿Pero qué es esto? Me defraudas, Mugiwara. Yo que te consentí escapar con ese alegre barco que tienes, y ahora me obligas a tener que enfrentarte de nuevo. ¿Tantas son tus ganas por que te envíe con tu hermano? —pronunció Borsalino de forma lenta y laxa.

—Te va a salir muy caro haber nombrado a Ace. ¡GEAR SECOND!

En el momento en el que Luffy se precipitó hacia el almirante a mano armada, los soldados aprovecharon sin un atisbo de diplomacia en acorralar a la pelirroja.

—¡Eh, no la toquéis!

Luffy retrocedió con hiper-celeridad, sin cavilaciones. Los mandó a volar de una patada dejando la pista libre. Fue consciente de que no podía actuar a la ligera y dejarla desprotegida. Craso error por su parte.

—Nami, te he dejado vía libre. Aprovecha la oportunidad. ¡Adéntrate!

—¿¡Qué...!? No puedo así sin más dejarte solo.

—¿¡Qué estás diciendo!? ¿No querías salvar a tu hermana? No te preocupes por mí, corre. ¡¡No hay tiempo!!

—Luffy... —se mordió el labio inferior. La ansiedad la estaba poniendo a mil.

—Te prometo que saldremos juntos de esta isla.

Y no titubeó más. Agarró su bolsa con el oro, el Clima-Tact y salió escopeteada hacia el telón, como el resto de Mugiwaras había hecho horas atrás.

Desapareció de la sala, desapareció de la vista de Luffy.

Tras lo cual, en el interior cuando ella estuvo a punto de bajar las escaleras flanqueadas por paredes de acero que daban paso a la planta baja, fue en solo una milésima que toda materia se iluminó por una luz deslumbrante, para después el auditorio venirse abajo: se derrumbó la edificación levantando consigo cantidades industriales de polvo, y los gritos desgarradores de los marines que quedaron comprimidos bajo las ruinas retumbaron en su cabeza.

Y de un segundo para otro, todo detrás de las cortinas y a sus espaldas quedó en un completo silencio.

Se le atoró un nudo en la garganta. Paralizada, sudando frío. Tuvo miedo mejor dicho terror de voltearse. Sabía que solo se encontraría con escombros que le impedirían volver al escenario, sin embargo, no le cabía la menor duda de que Luffy seguía ahí. Tal vez agonizando, tal vez muerto.

Se dominó. Tomó la situación de frente: seguir y no mirar hacia atrás porque antes había decidido que confiaría en sus palabras hasta las últimas consecuencias, y así había de ser: confiar en el hombre que amaba. Él ya le había demostrado en ocasiones anteriores que no debían subestimar su fuerza; que cara de inocencia no significa falta de experiencia.

Abrazó el sombrero de paja que le había concedido y se lo colgó en una de las presillas del pantalón. Acto seguido, bajó las escaleras aun el miedo circulando por sus venas.


"—Malditas sardinas, habrán dejado atrás a los que no deben tener tanto valor y solo se habrán llevado a Vivi-chan para subastarla en el exterior. Tsk... Hay que ser miserable. Va, ve a avisar al resto, Chopper. Yo me adelantaré a ver si consigo alcanzarlos —culminó Sanji."

Chopper gracias a su olfato consiguió dar con sus amigos, quienes habían estado divididos en grupos en ese sótano. Se sorprendió al ver que al grupo comprendido por Nico Robin, Usopp y Carina los seguía una multitud. Se trataban de los productos liberados que estaban por venderse ese día y que obviamente, habían sido abandonados. Una vez reunidos, el reno los condujo hasta los túneles y les explicó la situación: tenían que alcanzar a Sanji.

Los Mugiwaras asintieron. Y para cuando salieron del túnel, dieron a parar a cielo abierto, a una costa.

Los 7 piratas presentes pactaron con la pobre gente que ahora ya podían actuar por libre albedrío, que se largaran, que eran libres. Ellos ya habían cumplido y ahora tocaba acometer contra el barco de tritones que avistaban. Por lo que era hora de separarse, ya que solamente harían que estorbar en la misión. Sin embargo, ninguno de ellos reparó en la presencia de cierta persona que los había alcanzado y estaba entregada a seguirlos hasta el final, claramente manteniéndose en incógnita.

Vieron a Sanji que los esperaba un poco más adelante, escondido tras rocas.

—¿Qué haces aquí, inútil? —espetó Zoro.

—¿No lo ves? Estoy fumando.

—Eso ya lo vemos. Se te podrían haber escapado. ¿A qué esperabas, eh?

—Cálmate, marimo. No pensabas que me lanzaría así nada más, a la brava sin antes estudiarlos. Yo no soy como el idiota de nuestro capitán. La situación amerita cautela.

—Sí, es lo más sensato —halagó la arqueóloga —¿Y bien? ¿Qué sacas en claro?

—Pues verás, Robin-chwan... Son por lo menos una treintena. Se están alistando para arrancar el barco y están tardando lo suyo. En efecto, eso supondrá su perdición. Echadle un vistazo al de la chaqueta amarilla. Ese boquerón es Arlong y es el jefe. Tienen a Vivi-chan en la bodega. Todas esas sardinas... —exhaló el humo por la boca —...20 minutos y listas para el horno.

—¿20, dices? Con 15 y vamos más que sobrados —remató Zoro.

Con ceremonia, sin omitir el estilo fueron pasando todos:

El espadachín se acomodó las katanas en la cintura.

El cocinero se aflojó la corbata.

La arqueóloga se colocó las gafas de sol.

El francotirador ajustó el tirachinas.

El doctor engulló una píldora.

El músico extrajo el violín.

Y el cyborg hizo la SÚPER pose.

—Vamos allá.

Cruzaron la playa sin romper la formación, en pleno silencio con miradas serias en sus rostros. La única que se sentía fuera de lugar era Carina que cada hora que pasaba, más se cansaba de la pisicología de estos piratas.

Subieron las escaleras con aires que daban respeto. Ni se molestaron en presentarse ante las miradas asesinas de los hombre-pez. ¿Quiénes eran esos humanos?, se preguntaban en cubierta.

—¿A quiénes tenemos aquí? Al infame Cazador de piratas Roronoa Zoro, Pierna negra... ¡Uy! y la Niña Demonio también, entre otros más que no merecen mención —carcajeó Arlong relamiéndose los dientes de tiburón mientras reposaba en un sillón —Conque los Mugiwaras. ¿Y dónde tenemos al Capitán?

—Con nosotros te es más que suficiente —encaró Chopper.

—¿Un perro parlanchín?

—¡Soy un reno!

—¿Y qué es lo que buscáis en mi barco? ¿Negocios?

—La mujer. Ahora —demandó Zoro secamente.

—¿Mujer? ¿No me digas que es la princesita lo que venís buscando? Entonces me temo que todo negocio queda suspendido. La raza humana no es más estúpida porque no se entrena. Otros sentimentales más arriesgando la vida por esta fastidiosa humana. Igual que aquellos artículos que la defendieron en su primer debut de subastas. A esos pueblerinos, me los cargué uno por uno.

Nami de alguna forma había conseguido subir al barco y esconderse sin haber sido descubierta. Lo había oído todo y no se salía de su asombro. Tenía la sensación de que ese pez hablaba de los aldeanos de Cocoyashi, porque ella había examinado a cada uno de los cautivos que los Mugiwaras liberaron, y no reconoció a ninguno. Además, anteriormente se tomó la molestia de revisar las celdas de cabo a rabo por si se hubieran dejado a alguien. Y no fue así.

Así pues ¿se trataba de su familia? ¿Quiénes sino? Nadie más los tenía tan bien puestos como su gente. Solo de pensarlo el corazón le dio un vuelco, ella que llevaba en el ADN el amor por su pueblo ¿cómo iba a permanecer en silencio por más tiempo?

Hizo acopio de valor y salió de entre los barriles pillando a todos por sorpresa.

No se quebró ante el escrutinio de los ojos más crueles y fríos que jamás había visto. La omnipotente presencia de Arlong, un tritón tiburón sierra azul, claro, grande, musculoso, y cuyo rasgo más distintivo era su nariz-sierra no fue suficiente para derrotar la desatada ira de la pelirroja.

—¡Escoria inmunda! Nojiko y la gente de Cocoyashi nunca morirían a manos de un tirano como tú. ¡Jamás lo harían! ¡Jamás!

Le importaba un bledo sentir las atentas miradas de los Mugiwaras clavarse como cuchillos en su espalda, juzgándola, midiéndola, dejándola hacer como si realmente fuera una completa loca que no conocían. Como si ella fuera un maldito espectáculo en sí. Ni Carina, su más enfermiza rival; cómo se regodeaba ante su situación.

Sabía que estaba perdiendo la compostura y los nervios.

—¿Cocoyashi, dices? Humana, no voy a poder contestarte a la pregunta. Lamento decirte que yo no recuerdo el origen ni historia de mi mercancía. ¿O recuerdas tú de dónde proviene cada moneda que tienes en esa bolsa?

La burla era patente tanto en el tono de voz como en sus ojos. Nami no pudo más. De un arrebato arrojó dicha bolsa a los pies del tritón. Al tiempo que las monedas y oro repercutían en el suelo sus ojos vidriados de humillación tomaron un brillo indescriptible.

Con la rabia interiorizada, alistó su Clima-Tact e intentó golpearlo, pero acabó en un burdo intento: Arlong la aventó al aire dispuesto a reventarle la yugular con la dentadura de tiburón.

—Eres un maldito miserable...

—¡HAHAHAHA! ¡¡Muere, humana!!

Un corte centelleante, muchos brazos, una patada flamígera, pezuñas, etc. Todos aquellos ataques impactaron en la espalda de Arlong impidiendo que este acabara con la vida de Nami.

La muchacha cayó al suelo y no se atrevió a hilar palabra. Estaba desconcertada: ¿por qué ellos...?

—Nami —se acercó Chopper —¿No pensarías que nos quedaríamos sin hacer nada, verdad?

—Chicos... —musitó conmovida —¿P-por qué lo habéis hecho?

—Porque le importas a Luffy.

Se estremeció ante esas palabras.

A pesar de que ellos no sabían nada acerca del trato que ella mantuvo con Kid, tuvieron que dejar el rencor de lado y salvar a una traidora, a la navegante de una banda pirata enemiga; la de Eustass Kid, sus eternos rivales.

Entendieron al ver el sombrero de paja colgando de su pantalón lo que Luffy les pedía: NO ES UNA ENEMIGA. NO LA TOQUEN. Captaron el mensaje de inmediato.

En los siguientes 15 minutos, acabaron con el resto de tritones, tal y como apostó el peliverde. Para piratas del Nuevo Mundo como ellos, la organización de Arlong no les supuso ningún reto, que quizá años atrás sí. Nadie tenía la respuesta absoluta.

Sacaron de la bodega a Vivi. Estaba hecha un ovillo atada con rasposas sogas, ida, mareada y algo maltratada.

Mientras, una tensión se ceñía sobre el cuerpo de Nami, quien se mantenía ajena, como si tuviera que ver poco o nada con esa gente.

Nefertari Vivi...; esa era la chica por la que su hermana había dado la vida ¿pero a razón de qué? en el caso que así fuera, ya que aún no sabía a ciencia exacta qué había sido realmente de Nojiko, si se encontraba en ese difunto grupo de esclavos que se habían revelado, o con anterioridad ya había sido vendida.

Lo que sí sabía la pelirroja era que no residía en ella enfado, consternación, ni tampoco menosprecio hacia la monarca... Simplemente se limitaba a observar la escena: cómo Vivi era rodeada por los Mugiwaras recibiendo las atenciones de cada uno.

No pudo sentir más que añoranza. Era duro de ver.

—Vivi-san, ¿sería tan amable de enseñarme sus bragas? Yohohoho.

—¿¡PERO QUÉ HACES!? Maldito saco de huesos, ¿no ves que ahora no está para tus pervertidas preguntas? ¿cómo le preguntas eso a mi delicada Vivi-chwan? ¡¡A MI QUERIDÍSIMA Y SENSU...

—Eh, cocinero pervertido, que te calles.

—CÁLLATE TÚ, MARIMO.

—Me alegra que estés de una pieza —la abrazó Robin —Por lo que ves hay cosas que no cambian ni con el tiempo.

—¡SÚPEEEEEEEER! Ahora sí que estamos la banda de los Mugiwara al completo —celebró Franky.

La aclamada un poco grogui aún solo pudo enfocar la vista en la mujer que se mantenía alejada observándolos. Las dos conectaron miradas y ninguna desistió.

Semejante beldad: portaba una belleza que la encandilaba, aunque tenía una imagen borrosa sentía que tenía carisma, de esas mujeres de armas tomar, sumándole esa preciosa cabellera cobriza...

—¿Nami-san? ¿Eres tú, Nami-san? —Vivi liberada ya de las cuerdas se incorporó y se aproximó —Claro que lo eres, solo puedes ser tú.

—¿Cómo sabes mi nombre? Alto ahí, no te acerques.

Vio que Vivi se detuvo y empezó a llorar. Eso la confundió aún más. Ella sí que estaba emocionalmente para el arrastre y aun así se mantenía. Qué tan frágil era la alteza.

—Nami-san... No me malinterpretes. Estoy inmensamente agradecida con vosotros, con Nojiko, con los habitantes de Cocoyashi que dieron la vida por mí y contigo por supuesto. ¡Tú eres la razón por la que estoy aquí sana y salva!

Ya está, ya lo tenía confirmado. Sí se trataban de ellos. Sí estaban muertos.

Nojiko sí estaba muerta.


~FLASHBACK~

La llegada de la heredera de la corona de Arabasta a la Casa de Subastas de Arlong sorprendió hasta al más impasible de todos los cautivos. Esa bella joven de apenas 18 años peliazul y de tez pálida poseía el alma más pura que pudiera existir en la Grand Line.

Los días trascurrieron y dentro de esas celdas afloró algo parecido a un vínculo de hermandad entre la alteza y Nojiko, esta última avocaba en ella el recuerdo de otra persona: cada madrugada, cuando apenas se colaba la luz del sol entre los pequeños barrotes en lo alto de la pared, esta le decía que era su pequeño rayo de sol, porque se parecía toneladas a su tontorrona hermana pequeña Nami, que era lo que más amaba en este mundo y que su melena anaranjada deslumbraba cuando los rayos solares colisionaban en ella.

Mas el tiempo y la ocasión especial de sacar a Nefertari Vivi de la celda para subastarla llegó, y Nojiko no dudó en enfrentarse a los tritones, a aquellos que tuvieron como intención arrebatarle su único rayo de esperanza.

Los demás aldeanos presos de Cocoyashi conmovidos por el ansia de esta se sumaron a la pelea. Una chica tan hermosa que no tenía culpa de nada no iba a ser vendida. Debía permanecer entre esas rejas por todo el tiempo que pudiese porque nadie dudaba en que su reino hubiese mandado a alguien a su rescate y ese alguien estaba de camino, y en lo personal, no iban a consentirlo y menos viendo reflejada en ella la pequeña pelirroja que tanto querían.

Arlong dirvertido ante tal panorama, ese día les concedió el deseo, sin embargo, después de haberle hecho perder su valioso tiempo, no creyeran que iban a salir impunes.

~FIN DEL FLASHBACK~


Después de haber escuchado la historia en el interior de Nami algo se oyó romper. Lo maldijo todo, absolutamente todo. Solo le quedaba atormentarse a sí misma con que no había servido para nada toda aquella odisea recorrida, todos sus esfuerzos en reunir oro, todas las humillaciones y abusos por los que había pasado durante la travesía... No lo había hecho a tiempo y punto.

A Nami le dolían los pulmones de tanto hiperventilar. Su vista perdió foco. Flaqueó y cayó de rodillas.

Ya todo carecía de sentido.

—¡Cuidado! —la sacó del trance Vivi quien la recibió antes de que su cabeza golpeara con el suelo —Resiste, por favor. ¡Entiendo perfectamente por lo que estás pasando ahora! ¡¡Somos iguales!!

—¿Iguales? No te rías de mí... En lo único que coincidimos es en lo que corresponde a la navegación, porque yo también les serví a los Mugiwaras como navegante, al igual que tú. En lo demás, ¿qué me va a entender una princesa que lo tiene todo asegurado? Un trono al que regresar, un reino que gobernar, millones de personas que claman por tu regreso y... unos nakamas que te guardan el auténtico puesto de navegante durante años —cerró los ojos derrotada, le estaba fallando la voz —Yo estoy podrida. Me vendí a piratas a cada cuál peor, robé, maté. Me rebajé a tan nivel, no sabes bien ¿y a fin de qué? A fin de conseguir nada. Fallé a mi gente y es eso con lo que me quedo.

Vivi no pudo más y estalló en lágrimas. Las palabras de Nami cortaban y escocían. Era así cómo se sentía al fin y al cabo, y ciertamente la estaban calando desde lo más profundo. Ella la comprendía.

—Yo también hice cosas horribles en el pasado, Nami-san. Horribles... Eso no quita que tengas un gran corazón. Sé lo que es dejarse la piel por tu pueblo y aun así perder vidas en el intento, conozco ese sentimiento de impotencia. Lo conozco muy bien. Pero ahora no puedes abandonar, por favor no lo hagas aunque te sientas al borde del abismo. ¡Tienes que levantar cabeza!

No era algo fácil de hacer pues a la pelirroja le dolía todo. Era como si su cuerpo hubiese perdido matices, como si se negara a ponerse de pie. Se sentía muy débil.

—¿Será que tanto disfrutas hacer analogía entre ambos pasados para desestimar el mío? ¿Tan poca cosa te parece?

—No, Nami-san. ¡No son así las cosas! Si supieras cómo de mal me siento respecto a ti y cómo te admiro...

—Era una broma, tonta. Ya sé cómo te sientes... No hace falta que digas más —la abrazó compasiva —Que Nojiko diera la cara por una llorona como tú no lo considero un error, en lo más mínimo. Así lo decidió ella, y yo debo respetarlo. De hecho, ahora empiezo a comprender el porqué lo hizo. Nadie te está culpando de nada ¿me entiendes? No quiero que llores.

—Me es imposible no sentirme así. ¡Lo siento de todo corazón! Te debo tanto. Ella debería estar viva.

—Ya veo que Luffy no se equivocaba en absoluto cuando daba a entender lo especial que eres para él. Eres una chica con muy buen fondo —esbozó una sonrisa antes de caer desmayada sobre su hombro.

—"Especial para él". Tiene delito que me lo digas tú siendo la que custodia su sombrero de paja... Tu hermana no se quedó corta al describirte. Y tanto, eres única.


Abrió los ojos y se encontró en el camastro de la enfermería del Thousand Sunny. Los Mugiwaras la habían llevado hasta ahí después de haberse desmayado. Lo agradeció internamente.

No se oía ningún ruido mas las olas chocar contra la madera. Hacía tiempo que Nami no pisaba ese barco. Una extraña sensación como si algo no acabara de estar bien se apoderó de su ser.

Salió a cubierta y se encontró con los semblantes serios de cada uno de los tripulantes dirigidos hacia el mismo punto: el Gran Volcán de Erlandia. Cuánta tensión se mascaba en el ambiente. Ni se dieron cuenta de la aparición de la chica.

¿Qué tenía ese volcán de especial? ¿Por qué lucían tan inmersos en él? La pelirroja se acercó a la baranda y obtuvo la respuesta: ese cono pelado de arriba abajo estaba siendo acribillado por algo, por alguien. De ahí provenían varios destellos de luz que deslumbraban de lejos, seguido de nubes de polvo. Una batalla se estaba librando en el mencionado escenario.

¿Acaso Luffy había conseguido trasladar la pelea contra el almirante Kizaru a ese volcán? Entonces sí que había salido ileso del desmoronamiento de la Casa de Subastas.

—Luffy...

No entendía nada. ¿Por qué sus nakamas no estaban apoyando a su Capitán en momentos como esos? Y también ¿por qué ella seguía haciendo lo mismo, sin mover ficha?

—¡Eh! ¿A dónde crees que vas, Nami?

—Eso debería de preguntártelo yo, Zoro —forcejeó Nami del agarre —¡Sabéis perfectamente en el lamentable estado en el que quedó Luffy la última vez que se enfrentó a ese almirante! ¿¡Por qué vosotros que sois fuertes no estáis allí ayudando!? ¿¡Qué rayos hacéis permaneciendo como espectadores!?

"—Zoro, si no se han llevado a Vivi y tenemos la suerte de que aún esté aquí... ¡HACED LO IMPOSIBLE Y LLEVÁOSLA AL BARCO! —ordenó Luffy —¡No volváis pase lo que pase!"

—Es un duelo. No eres quién para cuestionar nuestras acciones, Bruja.

—No le hables así a Nami-swan, imbécil.

—Tsk. No te metas, cocinero.

La mujer estaba que no podía con su alma. Se volteó a ver a Vivi quien había roto a llorar. Después a Usopp quien se pellizcaba la pierna para contener la impotencia que debía sentir... y los demás estaban en las mismas, igual de nerviosos, realmente angustiosos por el porvenir del Capitán. Menos Carina, que parecía que poco le importaba.

Respiró hondo y pensó en todas las veces que él le había salvado la vida, ¿y ahora tenía que quedarse de brazos cruzados? Cualquier detalle que pudiera aportar ella en ayudarlo, lo haría. Ella también tenía honor.

—¡Mujer, que es peligroso ir! —Zoro la sujetó con más fuerza —¿Te tengo que explicar lo que significa un duelo para un pirata?

—Mira, me trae sin cuidado el código de piratas, el protocolo y la compostura que queráis que siga —repasó a todos con la mirada —Sé perfectamente que ninguno me considera de la tripulación, no nos engañemos yo tampoco lo haría. Por ende, no tengo por qué acatar nada concerniente a la piratería.

—Nami... —se acercó Chopper con preocupación.

—¡No me toques! ¡Acabo de perder a mi hermana, ¡¡no quiero perder a nadie más!! Y si muero en el intento que así sea.

—No creía que la muerte de tu hermana te convirtiera en una estúpida suicida —expuso el espadachín hastiado —Sabes que serás un estorbo si te presentas pero aun así sigues insistiendo. Por mí dejaría y tan campante a una traidora como tú, pero a cierto cabezahueca le importas. ¡AHORA, ROBIN!

—¡DOCE FLEUR!

Florecieron en Nami 12 brazos que la inmovilizaron.

—Llévatela a tu camarote, que no la vuelva a ver por cubierta hasta que regrese Luffy.

Antes de que las dos féminas entraran en el interior del barco, los cegó a todos una gran bomba de luz que se extendió por los cielos.

El cráter del volcán había sido desintegrado...