TRAICIÓN PLANIFICADA

CAPÍTULO 27: VIVE

Aquella bomba de luz amarilla acompañada con su estruendo retumbó en tierra y en mar, y roto con la armonía del cielo.

La gran bomba de luz había sido el detonante de la desintegración del cráter del famoso Gran Volcán de Erlandia. Y era evidente que de esa catástrofe el gran almirante Kizaru era dueño. Los Mugiwaras rezaban por que eso no hubiese sido lo suficiente para dejar a Luffy fuera de combate.

Tras el gran destello cegador difuminarse veloz como en un chasquido de dedos, el cielo recobró su respectivo azul cerúleo. Todos en el Sunny quedaron paralizados en sus posiciones sin ser capaces de mediar palabra. A algunos se les paró el pulso mientras a otros se les aceleró demasiado: aquello había ocurrido en milésimas que no hubo tiempo para reaccionar.

Aún sin haberle dado tiempo a procesar lo acabado de ocurrir, Nami se obligó a obrar. Se zafó de los brazos de Robin que la tuvieron aprisionada, los cuales desflorecieron al acto y con ansias se abalanzó sobre la baranda. Al asomarse y fijar la vista al volcán; o lo que quedaba de él, se le instaló una ansiedad indescriptible en el pecho. Desde esa distancia en la que se hallaba el barco, le era imposible interpretar alguna pista sobre el estado de Luffy. ¿Quién era la parte ganadora, y quién la perdedora?

Ella no se había recuperado del desmayo ni de la tragedia anunciada sobre la muerte de Nojiko. Estaba vulnerable en cualquiera de todos los aspectos de la salud humana y ahora con todo lo que estaba pasando, aún se sentía más presa de sus emociones. Juraba por su nombre que ya no tenía las fuerzas para volver a su mismo porte, a ser la misma, ni siquiera a intentarlo. ¿Pero a estas alturas qué importaba ya? Nada, absolutamente nada, exceptuando la vida de Luffy la cual pendía de un hilo muy fino, si es que no se había roto ya.

Tuvo el afán de saltar a tierra firme e ignorar el factor de que sus piernas no resistirían semejante impacto.

—¡Quieta! ¡No saltes o te lastimarás! —la voz de Vivi alertó a todos los presentes.

—Nami, escúchanos, por favor —acudió Chopper a contenerla en su forma humana —¡Tienes que relajarte, estás débil y a este ritmo acabarás con los nervios destrozados! Ey, venid. ¡Está empezando a delirar! ¡¡Que alguien me traiga uno de mis sedantes de la enfermería, es urgente!!

—Oe, oe... ¿No es eso un poco extremo?

—¿¡Usopp, es que no estás viendo la situación!? ¡Solo tráemelo!

—Oh. Voy, voy...

—Ya veo. Me queríais encerrar... ¿y ahora me queréis drogar? ¡Solamente apartaos de mi camino! Quitadme las manos de encima. Luffy... ¡¡LUFFY está en peligro!!

Nami apenas tenía voluntad para retorcerse bajo el sometimiento de Chopper en su forma humana. Y apenas la tenía para mantenerse racional. ¿Por qué todos ellos la miraban como si estuviera posesa? ¿Por qué? ¿Encerrarla en el camarote? ¿Sedarla como si fuera una bestia fuera de control? Era todo tan humillante. Aunque... eso mismo fue lo que le hizo a Luffy tiempo atrás en la isla de Arsiren, ¿no?. Lo anuló y lo encerró.

Las lágrimas que rodaron por sus mejillas fueron lo suficiente para que los demás se detuvieran en su lugar.

—¡No me miréis así! Yo os devolví el maldito mapa, y ya tenéis navegante, no una, sino dos. ¿¡Cuántas veces me vais a humillar haciéndome decir lo mismo!? —tembló de la frustración mirando de reojo a Carina y a Vivi —¡Os debería dar igual lo que pase conmigo! Solo déjame ir, Chopper. Él sí me necesita...

Los ojos del reno se humedecieron. Los cerró muy fuerte por el torrente de emociones que lo estaba abordando. Todo por ver a esa chica cuál pragmática siempre fue, ahora siendo cegada por tanta conmoción. No estaba lúcida ni sana. Había perdido completamente los estribos. Por lo menos tenía que hacerle entender que era una barbaridad presentarse en el campo de batalla en su condición.

—Va, déjala, Chopper. No podemos hacer más por ella —se rindió Usopp negando con la cabeza.

—Que no. No voy a dejarla ir. Lo siento, Nami. Voy... voy a dormirte.

—¡No, detente! ¡SUÉLTAME! ¡Aleja eso de mí!

—Nami, es la única solución. Nosotros iremos a ayudar a Luffy.

—¡Yo también necesito ir, llevadme con vosotros! No quiero que piense que me he marchado de la isla y que lo he abandonado a su suerte cuando él me ha dado otra oportunidad de creer en mí. Si entiendes eso, no me duermas por lo que más quieras —desde el suelo extendió el brazo hacia el volcán para alcanzarlo, para alcanzar a Luffy —Lo he perdido todo ya. No quiero al despertar enterarme de que lo he perdido a él también. Antes de tener que pasar otra vez por esa incertidumbre, ¡prefiero poner fin a mi vida!

—Maldición... Esto es demasiado duro de presenciar —lamentó Sanji apartando la mirada.

—Va. Calma. Dejemos a Chopper hacer —respondió Zoro dándose media vuelta —Los demás vayamos a por Luffy. No hay más tiempo que perder.

—¡ESPERAD! —alarmó Usopp antes de que algunos abandonaran la cubierta —¡¡Que alguien traiga una cuerda!! Hay que amordazarla: Nami intenta morderse la lengua. ¡Quiere suicidarse!

—¿¡Pero qué...!?

—Apartad. Sois todos una panda de incompetentes, mucho pirata y muy poca psicología aplicada. Lo que necesita es una buena charla —se pronunció Carina.

—¡Confiamos en ti! —aprobó Usopp.

Carina se fue acercando mientras negaba con la cabeza, y la pelirroja desde el césped, inmóvil bajo Chopper, la escrutaba con resentimiento.

—Gata Ladrona... Estás arruinada. Te miro y no logro reconocerte. ¿Dónde quedó tu honor?

—No te atrevas a darme lecciones de honor. ¿¡Me oyes, Carina!? Tú a mí no.

—¿Tanto me odias? Yo no podría contigo. Recuerdo que en las noches en las que atendíamos a los peores clientes en aquel burdel en el que nos conocimos, yo solo pensaba en quitarme la vida... Solo nos teníamos la una a la otra. Y entonces, tus palabras me salvaron. Se convirtió en nuestro credo: "Mientras continúes viviendo, cosas buenas aparecerán en tu vida". ¿Lo has olvidado?

—Cierra la boca o juro que te mato a ti primero. ¡Sabes perfectamente a quien pertenecen esas palabras, y lo que han significado para mí! Y si tanto te interesa hablar del pasado, dime: ¿puedes conciliar el sueño sabiendo que aquel día en el que perfectamente podíamos haber escapado del prostíbulo LAS DOS, tú me delataste para asegurarte aún más la partida? ¡Me usaste de anzuelo!

—Veo que aún lo tienes muy presente. Cielos... No buscaba acabar discutiendo. Pero no voy a mentirte: lo volvería a hacer. Significa anteponer tu vida.

—Bien por ti, Carina. Ojalá el peso de la conciencia no te deje descansar una vez estés bajo tierra. ¡PORQUE SI TAN SOLO...! ¡Si TAN SOLO tú no me hubieses delatado, esos cerdos no me habrían castigado sumándome tu número de clientes, además con los que yo ya lidiaba...! Era algo innecesario para tu huida, lo podrías haber eludido de tu plan.

—Yo... Yo solo deseaba ser libre. Sé que no me creerás si te digo que cuando te miro a los ojos, aún quedan resquicios de aquella admiración que sentía por ti. Por eso y porque no es agradable ver a una mujer fuerte que siempre se ha aferrado a la vida verla ahora de este modo: acabada. Quiero ayudarte.

—¿No crees que vas tarde en redimirte? ¿Qué pretendes?

—Ojalá la respuesta fuera tan parecida a la pregunta... ¡Esto pretendo!

Carina, para sorpresa de todos, le asestó un golpe a Chopper todo lo fuerte que pudo, logrando así liberar a su compañera.

—¡Corre! Haz lo que tu corazón te pide, Gata Ladrona. Siempre reafirma tus intereses, y que le den por el culo al mundo entero.

Sorprendida al sentir cómo el agarre de Chopper se deshizo, Nami vio la oportunidad y se escurrió sobre la hierba. Se alejó de todos como pudo y trató de recuperar el aplomo.

Se volteó por un instante, y ahí estaba Carina sonriéndole fanfarrona tal y como el fantasma de su pasado. Eso es... El pasado siempre acompaña, para bien o para mal. Aunque no creyese la lista ahora que con el dedo se tapaba el sol, sin embargo, lo agradeció profundamente.

Era ahora o nunca.

Debía aprovechar la oportunidad que le había regalado: la navegante no tardó en formar una nube enorme y negra que emergió de su Cima-Tact. Ella no necesitaba explicarles que era una clara amenaza, porque con tan solo que uno de ellos moviese un mísero pie, esa nube iba a descargar en cubierta lo que no estaba escrito.

No vaciló más y aprisa bajó por las escaleras del Sunny. Cuando sus pies se enterraron en la arena, puso de inmediato rumbo hacia el Gran Volcán bajo el ojo crítico de los Mugiwaras.


—Realmente estaba determinada a quitarse la vida... —tartamudeó Usopp traumado.

—No solo eso —farfulló Sanji con un nudo en la garganta —Ella ha tenido que pasar por tanto... No olvidemos la desgracia de su hermana y también el intento de suicidio. ¡Joder! ¿¡Os dais cuenta de que no podemos darle la espalda a esta mujer!? Si es que ya lo decía yo; ella debe ser una pobre inocente que está o estaba siendo extorsionada por Kid. Y tampoco olvido lo que haya vivido esta chica en ese asqueroso e innombrable lugar... debe ser la muerte en vivo.

—Cejas. Serías el primero en visitar sitios como esos.

—¿¡¡Qué has dicho, alga pulgosa!!? ¡Te has pasado con eso!

—Chicos, de verdad ahora no... Parece que no hemos sabido calibrar bien el asunto. Era difícil adivinar quién era realmente Nami todo este tiempo si nos faltaban cartas —se apenó Robin.

—¡Tú, Carina! —explosionó Chopper esta vez —No debiste haberme empujado. No la has ayudado, si es lo que crees.

—Atiende, renito, cada uno haga con su vida lo que le plazca —defendió la aludida su postura —Solo dejadla en paz. ¿Aunque arriesgar su vida por un hombre después de lo que ha sufrido con ellos? ...Sí que se ha ablandado con los años...

—Olvidémonos ya de la Bruja —resopló Zoro decido a tomar acción —Qué molestia que nos tengamos que arrastrar por esta mujer. Aunque maravilloso cuando la basura se saca sola, pensándolo bien ¿cuál es el problema a resolver? Va, tenemos una prioridad que es ir a ayudar a Luffy. Ya no estoy tan seguro de si llegaremos a tiempo con tanto drama.

—Marimo idiota. Cuando diga capullo, tú di presente. Digas lo que digas, convendrás conmigo que no podemos darle la espalda a Nami-swan.

—Tsk. Que sí, joder. La Bruja sigue siendo importante para Luffy. Solo eso. No existe otro motivo más por el que yo blandiría una katana por proteger a una traidora.

Aun con un malestar en sus interiores tras acabar de presenciar el intento de suicidio de la navegante, procedieron sin lamentar más. Se fueron alistando todos para la gran batalla a la que irían en su busca. Aunque Luffy ordenó que pasara lo que pasara, se quedaran en el barco tras haber liberado a Vivi de la Casa de las Subastas, y ni se les ocurriese volver... ¿cuándo es procedente ir en contra de la palabra del Capitán? Bueno, ese momento podía ser un ejemplo válido: no recibiendo señales de vida por su parte por ninguna continuidad de la pelea a la vista, nadie se podría quedar sin ir a comprobar si el azabache aún seguía respirando. Ese almirante ya se las hizo pasar putas dos años atrás en el archipiélago Sabaody, y también hacía muy poco cuando su buque los interceptó a mar abierto. La fuerza de ese monstruo la conocían suficientemente bien para contar que la suerte no entraba en juego esta vez. Después de todo, enfrentarse a un almirante nunca fue baladí para ningún pirata.

—Vivi, —retomó el peliverde tan demandante como siempre —tú mejor quédate en el Sunny.

—Está bien... —Vivi tragó saliva ante tal presencia. Su voz sonó serena, pero percibió un cariz asesino en la majestuosidad, la dignidad y el vigor del ex cazador de recompensas.

Estaba segura de que ellos estarían bien, ahora eran piratas del Nuevo Mundo y su fama les precedía.

Sin demorarse más, Zoro, Usopp, Sanji, Chopper, Robin, Franky, Brook y Carina se lanzaron a tierra firme y emprendieron la marcha.


Tal vez le llevase un buen rato llegar hasta el Gran Volcán. En ciertos trozos de aquella superficie escabrosa su cuerpo le exigía usar el Clima-Tact de soporte.

"—¿No querías salvar a tu hermana? No te preocupes por mí, corre... Te prometo que saldremos juntos de esta isla."

Aquellas últimas palabras que Luffy le dedicó a Nami en la Casa de las Subastas le calaban hasta lo más hondo. Le dolían en el alma. Le vino unas apremiantes ganas de llorar. Oh, Dios. Se arrepentía de tantas cosas ahora mismo y una de ellas era que no se le hubiese presentado otro contexto distinto en el que haber conocido a Luffy y a su tripulación... Haber estado presente en su travesía desde sus inicios, ser de las primeras y ver viendo cómo reunían tripulantes en cada isla que pasaban. Hubiese sido fascinante. Estaba segura de que hubiese sido feliz siendo un pilar fundamental marcando el rumbo del barco y siendo ella y nadie más la que lo llevase a la cumbre. Así sí la hubiesen conocido al 100% cada uno de ellos, sin miedos de por medio ni mentiras de su parte.

Sí, lo daría todo por que cada día fuera brillantemente feliz, el sol brillando y gente cálida igual que los rayos del sol rodeándola, protegiéndola, considerándola de su familia.

Ella se podía hacer la idea, gracias a haber saboreado algo similar cuando estuvo con ellos. Aunque no fuera del todo sincero y real.

La verdad era que muy en su interior albergaba la esperanza de poder continuar el viaje con ellos. Aunque estaba segura de que no había lugar para ella, anhelaba que la perdonasen y que la entendiesen y le permitieran ser una más. Dentro de la desgracia, quizá había tenido suerte de conocerlos.

Miró el sombrero de paja que colgaba de su pantalón desde que él se lo confió en la Casa de las Subastas. Luffy iba a convertirse en el Rey de los Piratas, ¿verdad? No podía quedarse a medio camino y no cumplir su sueño.

Pero..., ¿y si una vez que ella llegara, se lo encontraba muerto? ¿Qué haría? ¿Su psique podría soportar otra muerte más? Frunció el ceño disgustada por la sola posibilidad de aquel panorama desalentador. Si él desaparecía entonces ella se quedaba completamente sola en este mundo.

Como producto de eso, se relegaría de por vida en una atmósfera gris y predecible. Tampoco encontraba consuelo en volver a Cocoyashi, al pueblo al cual decepcionar revelándole su misión fallida de haber errado en traer de vuelta a un cuarto de la población que había sido secuestrada. Su vida se componía de eso: de un desfiladero de decepciones y mala suerte.

Estaba... terriblemente cansada.

Amó siempre el mar, pero esos últimos años navegando en él, había momentos en los que no sabía qué tanto de sí misma aún le pertenecía y qué tanto había llegado a entregar.

Solo quería decirse: respira hondo y avanza lo que puedas, lo que aguantes.

Y si finalmente resulta que él no está, y quedo sola y muerta,

ya no habrá quien pueda necesitar nada más de mí. Ni tampoco poseer.

Ni cuerpo ni alma.

Y podré descansar al fin.


Monkey D. Luffy se encontraba tumbado sobre la grava volcánica negra dejando que la brisa meciera sus mechones ensangrentados. Sus ojos a medio abrir se esforzaban por no cerrarse tal vez por siempre más. No ayudaba que le deslumbrara aquel cielo de arriba, que se veía de un azul muy intenso desde que el almirante Kizaru desintegró el cráter.

Borsalino, alias Kizaru, a unos metros de un Luffy más muerto que vivo se limitaba a ver las nubes pasar. Unos cientos de soldados de la Marina se quedaban impasibles a espaldas de él hasta nueva orden, de alguna forma ya acostumbrados a las rarezas de ese señor.

—Se terminó para ti, Mugiwara.

—...

—¿No vas a alegar nada? Parece que tus amigos no han abandonado Erlandia aún. Tu lindo barco aún se puede divisar en la costa. ¿Vendrán?

—Confían en mí. He acabado con muchos oponentes como tú.

—No dudo de tu experiencia pero tú no olvides la mía. Y ya no puedes ni moverte. ¿Te advertí o no que esta vez no podría hacer ninguna concesión más y que tu huida no se va a dar? De hecho, en cualquier momento puedo desintegrar vuestro barco desde esta distancia. ¿Qué te parece la idea...?

—¡Bastardo, detente!

—¿Con qué derecho me pides que no haga mi labor, Mugiwara? ¿Eres mínimamente consciente de los problemas que has causado a la Marina?

Se fue acercando hacia Luffy vago y lento tal como su forma de expresar.

Preparó su pierna de luz para retomar el acribillamiento que había dejado hacía rato.

—Has llevado tu burla demasiado lejos. Es hora de ponerle fin.

Luffy vio la pierna brillante alzarse ante su cara. Su cuerpo de goma hacía rato que no respondía. Iba a resultarle imposible esquivar ese ataque.

Pero de pronto, la última voz que querría oír allí, resonó en toda la explanada.

—¡LUFFY!

Los soldados se voltearon inclusive Kizaru se detuvo ante el grito procedente de la mujer pelirroja. La escrutó con curiosidad. Le sonaba haberla visto en la Casa de las Subastas y, tal vez, en alguna otra ocasión más. Cabía destacar el tan famoso sombrero de paja que oprimía contra su pecho con clara preocupación. ¿Quién era? Ya que según los registros de la Marina, ella no formaba parte de la tripulación. ¿Qué relación había entre ellos? ¿Era una aliada?

Dio por sentado que sí.

—¿N-Nami...? Eres tú... —pronunció Luffy como pudo.

A ella se le vino el mundo encima al verlo en ese estado. Se horrorizó al verlo cubierto de sangre. Pero él estaba vivo, y su voz..., su voz aún no se había apagado.

—No... ¿Por qué? Vete... —él tosió sangre hasta recobrar el aliento —¡HUYE! ¡¡SAL DE AQUÍ!! ¿¡Por qué has venido!? ¡TE MATARÁ, NAMI! ¡Regresa de donde hayas venido!

El moreno hizo el desesperado intento de incorporarse ante el asombro de Kizaru y de los demás soldados. Maldición. Su cuerpo no quería, no respodía.

¿Qué diablos hacía ella allí? No tenía sentido. Nami debía de estar celebrando la reunión con su hermana y la gente de su aldea que por eso había acudido a esta isla, a liberarlos, en vez de estar plantada exponiéndose a la muerte. Esta era su pelea, él la había propiciado, nadie más debía salir herido de allí. Y además ella era la última persona que desearía ver envuelta en esa situación tan sofocante, sin poderle él ayudar.

Mierda. El ambiente allí se había vuelto irrespirable. Las cosas iban de mal a peor.

—Mocosa, has venido a interrumpir y ahora tendré que castigarte —sentenció Borsalino.

Todo fue muy rápido: un rayo amarillo que se hizo paso por el aire, y el grito de Nami que le desgarró el corazón.

Luffy presenció todo desde el suelo y su expresión se le desfiguró. No pudo hacer nada por evitarlo. Ahí tenía el resultado: el hombro derecho de Nami había sido perforado por el ataque de luz que Kizaru había mandado sin ningún tipo de reserva.

El grito de dolor de ella, el cuerpo de Luffy lo absorbió hasta lo más profundo. El corazón le empezó a latir con furor y como si la cólera fuera su combustible, se alzó en toda su altura de la grava volcánica. No supo de dónde sacó las fuerzas, pero sí sabía que la fuente de ello fue la tremenda ansiedad que le provocó verla a ella desprotegida y al borde de la muerte.

"Una vez más", le exigió Luffy a su cuerpo mientras se apoyaba en una de sus rodillas para levantarse.

—¡GEAR SECOND!

—Mugiwara, confundes. Supongo que es así cómo derrotas a tus enemigos. Qué pena que conmigo vaya a ser la excepción y no la regla.

—Tsk...

Maldijo todo. El curso de los segundos le pesaba.

La observó a ella desmayada en el suelo, rodeada de soldados, mientras la grava del suelo absorbía los ríos de sangre que manaba su hombro perforado. Todo aquello aderezado con la lanza de culpabilidad que sentía de no haber evitado tal daño lo estaba llevando al extremo. Hizo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban. El vértigo de la situación lo embargó y su espíritu flaqueó por un momento. ¿Conseguiría vencer a Kizaru y salvar la vida de Nami?

—De esta isla no sales con vida, Mugiwara. No tardarán en venir los refuerzos que solicité. Rodearemos Erlandia y entonces, tu viaje se habrá acabado de verdad.

¿Se refería a la Buster Call? Si no mentía, eso era todo menos una provocación vacía. La nueva noticia generó niebla mental en Luffy, y al visualizar al Sunny a lo lejos una oleada de pánico y furia se apoderó de su ser.

—¡UOOOOOH...!

Arremetió contra el marine, pero cuando quiso arrearle un puñetazo su vista perdió foco. Se tambaleó y estuvo a punto de perder el completo equilibrio. No se lo permitió. Sus ojos se clavaron en el marine, con odio y asco. ¿Qué podía hacer? La encerrona de buques pillaría a sus nakamas desprevenidos en el Thousand Sunny, y él desde ahí no podría hacer nada por protegerlos. Y es más, cada segundo que pasaba era un segundo menos para Nami.

Apretó la mandíbula. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿¡Qué alternativa le quedaba!?

Seguía pensando en una solución cuando a lo lejos marines empezaron a salir disparados por los aires. Un tornado se los tragaba para luego expulsarlos.

—Ey, Capitán, ¿llegamos a tiempo? —se anunció Zoro bribón. A su lado venían los demás.

—Miradlo... Cómo le gusta preocupar siempre a los demás. Pero si está más fresco que una lechuga —le sonrió Sanji.

—Sí, vaya, fresco al punto de cosecharlo —convino Robin.

—Chicos... Habéis venido —Luffy relajó los músculos. Su expresión rezumó esperanza.

Si sus nakamas estaban allí, eso solo significaba una cosa y es que habían logrado cumplir: habían sacado a Vivi de la Casa de las Subastas. Se alegró tanto. No pudo pensar en más. Dejó todo su peso sobre sus rodillas. Sus piernas se doblaron y cayó tendido de la sobrecarga.

—¡Luffy! ¡No te preocupes, ahora mismo te trato las heridas!

—No. Chopper... N-Nami. Ayúdala a ella, no a mí.

Sus ojos negros se fueron cerrando paulatinamente a medida que visualizaba a Sanji y a Zoro ocupar su lugar de batirse contra el almirante, y a los demás también poniendo toda su convicción contra los soldados. Estaba agradecido. Qué idiota había sido queriendo sobrellevar todo él.


Luffy abrió los ojos muy lentamente. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que los cerró? Ahora se sentía menos drenado del cansancio, pero el dolor de las heridas de la batalla seguían latentes. Él se había prometido que después de unos minutos de tregua volvería al ruedo, pero se había dormido y ahora se sentía desorientado.

Como si un ángel le hubiese caído del cielo, en medio del fragor, el bombardeo y la polvareda, se encontró con los ojos miel de Nami que lo miraban acuosos. Ella tenía el hombro derecho vendado.

—Nami... Me alegro de verte bien... —la miró como pudo —¿Dónde se encuentra tu hermana, por qué no estás con ella?, ¿huyó ya de la isla o está en el Sunny reposando?

A Nami no le salieron las palabras. Le generaba una voz interna que le aconsejaba evitar exacerbar el dolor de Luffy en su situación actual. No era fácil. Su estómago se le revolvió. Se tapó la boca para ahogar cualquier mínimo gemido. Quiso suprimir cada uno de esos deseos de romperse ante él. ¿Cómo iba a estar Nojiko a salvo? Nojiko estaba muerta seguramente en el fondo del mar.

—No te preocupes, Luffy... Todo ha ido bien.

—Te dije que saldría bien. ¡Shishishi! Ahora podréis recuperar el tiempo perdido.

De fondo se oían el choque de espadas y el estrépito que hacen los cuerpos inertes al caer.

Luffy escupió sangre. Estaba hecho un colador, pero en algún momento debería volver a luchar y apoyar a sus nakamas, que ahora lo estaban cubriendo en aras de que él pudiera tener ese momento con ella.

—Debes irte de aquí, Nami. Buques de la armada no tardarán en rodear Erlandia.

El terror pobló la cara de la pelirroja. ¿Había oído bien?

—¿Qué...? No pueden ser capaces... ¿Es la famosa BUSTER CALL lo que quieren llevar a cabo? Pero y... y los civiles, ¿¡¡que no piensan evacuarlos!!?

—Esos bastardos poco les importa con tal de aniquilarnos... Sabes... ellos van a venir aquí a por nosotros, no hay necesidad de que tengas que sufrir este declive tú también, y menos cuando te espera una nueva vida que retomar junto con los tuyos. ¡Encuentra la manera y márchate ahora que estás a tiempo, también tu hermana y Vivi!

—No, imposible... No me iré.

—¡Claro que sí!

—¿¡Y qué será de vosotros!? ¿Qué hay de ti?

—Nosotros nos quedamos. Lucharemos hasta el final, somos piratas y hacemos lo nuestro sin miedo a nada. De hecho, ya sobrevivimos a una antes. Además ¿sabes que caímos de una isla que estaba en el cielo a unos 10.000 metros sobre el mar? ¡Shishishi! Quiero decir... Ya nos conoces, ¡somos difíciles de derrotar!

Ella lo contempló suspensa y atónita. ¿Cómo tenía el ánimo de reír en medio de la guerra?

Entendía que si se quedaba ahí, era cortejar a la muerte, aunque lo cierto era que había llegado a un punto donde su vida le había dejado de importar. Pero a sabiendas de que cada uno de ellos ya tenía suficiente con mirar por sus vidas, su presencia no les ayudaría en nada. Ella suponía una carga.

Sin embargo, ¿realmente debía resignarse a aceptar que esta iba a ser su última conversación con él?

Aturdida le devolvió el sombrero de paja.

—Está bien. Abandonaré. Perdóname por haberme enamorado de ti justo cuando me iba la vida en no hacerlo... Te he causado problemas hasta el día de hoy, eh —intentó sonreír pero se le quebró la voz. Hizo una pausa antes de proseguir —Las segundas oportunidades nunca se olvidan a quien se las da. Por eso... Por eso yo jamás podré olvidar que no me soltaste la mano y me diste fuerza cuando todos me dieron la espalda. Ha sido divertido mientas duró, ¿verdad?

—Nami... Perdóname, sé que no podré cumplir con la promesa que te hice de salir juntos de aquí. ¡Maldición! Pero si te pido que te quedes con nosotros a luchar sin importar lo que venga, ¿a cuál precio sería? Ni siquiera he podido impedir que te hirieran —golpeó el suelo por la gran impotencia. Las cosas eran más que evidentes y asumían un riesgo muy elevado, debía enfrentar la dura realidad. Y lo único que le quedaba en sus manos era que ella lograra escapar —No quiero que sientas que estás en deuda conmigo. Yo te llegué a detestar, Nami. Dudé de ti.

—Ese siempre será el precio de las farsas, me lo merezco. Mírame, no quiero que bajes la cabeza ahora, porque todo lo que pudiste hacer por mí, lo has hecho y más. Por eso yo me aseguraré de que Nefertari Vivi llegue a su país a salvo.

—¿Estás segura en lo que dices? ¿Hasta Arabasta?

—Sí, la escoltaré hasta Arabasta. Tengo la intención, encontraré el modo. Nadie me va a detener. Por ti y porque esa es mi manera de vengar la afrenta de alguien especial, ya que su última voluntad fue esa: el bienestar de Vivi.

—¿A quién te refieres? ¿Última voluntad de quién? Pero entonces... ¿qué será de ti después de dejar a Vivi en Arabasta?

—Estaré bien.

La miró con circunspección. Esos ojos brillaban para él, sin embargo, algo había que se le escapaba. Algo había en su mirada que evidenciaba una plena contradicción con lo que predicaba con las palabras.

Sus brazos musculosos y malheridos se acercaron a su cuerpo. Nami sintió su tibio aliento junto su cuello. Aquel abrazo que Luffy le daba iba cargado de aprecio, abrigo y protección. Había mucho detrás del gesto.

La pelirroja se deshizo en lágrimas una vez más.

—¿Por qué no puedo creerte, Nami? Cuéntame qué pasa, por favor.

—No me preguntes eso... ¿Por qué lo tienes que complicar más? Antes de llegar hasta ti encontré alivio en morir. Y ahora tengo miedo de mí misma. Aunque lo que acabe ocurriendo conmigo es irrelevante para ti, porque vosotros una vez salgáis de aquí seguiréis con vuestras aventuras y yo pasaré a ser... un recuerdo del pasado. Es inevitable y lo sé.

En el descuido, Usopp y Chopper dejaron una brecha abierta. Lo cual dos marines aprovecharon para lanzarse sobre Luffy y Nami.

—¡Cuidado, chicos!

Pero el Capitán con una versatilidad a las circunstancias espectacular esquivó a los marines, la cargó en brazos como a una reina y huyó ladera abajo.

—Tú nunca podrías ser solo un recuerdo del pasado, eres difícil de olvidar. ¡Claro que nos volveremos a reunir, porque yo quiero volver a navegar contigo! Y será el día en que los diarios me proclamen como el Rey de los Piratas, solo entonces podré volver a reaparecer por el East Blue a buscarte. Y mi primer destino será Cocoyashi.

—Luffy... —dudó por un segundo por las constantes emociones entrelazarse —Está bien. Allí te esperaré.

—¡Así se habla! Sé que ese día llegará. Y ahora, de aquí en adelante has de seguir tú sola... Corre. Yo te cubriré. Nadie más te perseguirá.

Le hizo caso. En cuanto él la bajó y sus pieles se despegaron, la chica emprendió la marcha sin objetar más, sin esperar más.

Él notó el corazón estremecerse al ver que la distancia entre ellos se volvía realidad.

Tal como llegó, se iba.

No tenía sentido la tristeza honda que lo embargó ya que era eso lo que buscaba, que saliera de allí indemne y fuese libre y nueva ¿entonces por qué no se daba lugar al sentimiento de éxito, y en cambio solo había vacío?

Se dio la vuelta. Tenía un deber, y era volver al campo de batalla. Ahora que ya no la tenía enfrente, dejó sus ojos romper mostrando su contenido. Se restregó los ojos llorosos con la manga, y con una sonrisa como bandera en esa cara ensangrentada gritó con los brazos alzados en el cielo:

—¡Sé feliz allá donde vayas, Nami! Ya no vas a estar sola. Y si de verdad te tiene que venir la muerte a buscar, que te encuentre viviendo.

Directo, infalible y puro. Así es como recordaría a Monkey D. Luffy hasta su próximo reencuentro. Sabía que llegaría. Se embebía en deseos de que ese momento llegase y que pudiesen retomar intacto lo que sellaban ahí.

Era cierto que se quedaba moribunda y llena de dolor sin nada por lo que había luchado, no obstante, no quería ser más una víctima de la vida. Nadie se puede dar por perdido y ella lo había hecho.

Vertiendo todas sus fuerzas en su correr mientras evitaba mirar hacia atrás se sintió pletórica y esperanzadora.

Comprendió que no debía vivir en el pasado, no desde que Luffy le daba una razón para mirar hacia el futuro.