Título: Una Doncella Misteriosa.

Emparejamiento: Kagome x Harem Inverso.

Género: Romance / Angustia / Familia / Humor.

Historia Crossover: Inuyasha and Nanatsu no Taizai.

Resumen.

UA: Por más que intentaban, ninguno de ellos podía sacarse ese par de hermosos ojos azules de la mente. Era oficial, estaban irremediablemente jodidos.

N-A: El harem de Kagome estará conformado por Zeldris, Estarossa, Gloxinia, Meliodas, Ban y King.

Fin de N-A.

Disclaimer: no soy dueña de los personajes deNanatsu ni del anime y manga. Estos son propiedad de su increíble creador Nakaba Suzuki. Tampoco soy dueña de el Manga y Anime de Inuyasha, son propiedad de su creadora Rumiko Takahashi.

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Prólogo.

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Zeldris, el hijo más joven del rey demonio, y portador del mandamiento de la piedad, caminaba por los pasillos vacíos del castillo del reino de Camelot con un notorio ceño fruncido.

Y uno se pregunta..., ¿cuál será la causa del enojo del príncipe demonio?, pues simple, hace cuatro días atrás, el pelinegro había reunido dos grupos conformados de demonios rojos, azules y grises, para atacar los pueblos de la zona sureste y este de Britannia, no obstante, para su gran consternación, solo los demonios que atacaron la zona sureste regresaron, del segundo grupo no volvieron a saber nada.

Todo es muy extraño, pensaba con seriedad el verdugo del clan demonio. Los únicos capaces de acabar con la gran cantidad de demonios enviados a estos lugares eran Los Siete Pecados Capitales, sin embargo, estos últimos habían estado enfrascados en batalla contra ellos, así que no era posible que los pecados fuesen los responsables de eliminar a los demonios que enviaron.

La situación tendría que ser investigada más a fondo, de preferencia, por uno de ellos. No le gustaba para nada la idea de algún otro posible enemigo o enemigos de identidad desconocida, lo suficientemente capaces de convertirse en una futura amenaza rondando por ahí.

Llegando finalmente a su destino, la sala del trono, el príncipe demonio tomó asiento en éste, sin perder el hilo de sus pensamientos. Haciendo uso de su poder de telepatía, mandó a llamar a uno de los demonios que resguardaban el castillo.

El demonio al llegar delante del príncipe, se inclinó con respeto, luego se postró un par de metros frente al trono.

"¿Me ha llamado, Lord Zeldris?"

"Así es Raiser. Dos demonios de tu elección irán bajo tu mando de misión al este de Britannia, para investigar que ocurrió con el grupo de demonios que fueron enviados a atacar esa zona días atrás. Y de ser posible, encontrar al responsable de sus muertes si este es el caso, y eliminarlo". Le ordenó serio Zeldris al demonio postrado delante de él.

"Entendido, Lord Zeldris. Comenzaré a arreglar todo para irme con mis otros dos compañeros esta misma tarde". Respondió el demonio.

"Excelente. Puedes irte".

Raiser solo asintió, y salió de la sala planeando lo que haría en la misión.

Esa misma tarde, como Raiser había dicho, se marchó a cumplir las órdenes de Zeldris junto a dos demonios más. Zeldris se sentía más tranquilo, seguramente tres demonios de más alto nivel que un albion podrían exterminar lo que sea que estuviese diezmando a los suyos, sin embargo, dos días más tarde esa tranquilidad se esfumó cuando Raiser y los otros dos demonios nunca regresaron.

En ese momento, Zeldris y el resto de los sobrevivientes Diez Mandamientos, estaban reunidos en la sala del trono discutiendo seriamente el caso.

Ninguno se sentía cómodo con la situación nada común, además, ya tenían suficiente con Los Siete Pecados Capitales como para agregar un o o más enemigos a su lista. Finalmente, tras un par de horas aportando ideas de que hacer ante la situación, quedaron de acuerdo en ir mañana a primera hora ellos mismos a averiguar lo que sucedía, concluyendo así con la reunión.

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Los Diez Mandamientos y un pequeño grupo de demonios azules volaban a gran velocidad surcando los primeros mencionados con serias miradas en cada uno de sus rostros el cielo de Britannia. El sol apenas iba levantándose en el horizonte, no obstante, todos ellos solo necesitaban pocas horas de sueño para sentirse en optimas condiciones, con lo cual llevar acabo su misión sin problemas.

A la velocidad que iban, no pasó mucho tiempo para que llegaran al este del país, y poder ver a lo lejos el primer pueblo en el área.

Al llegar a las fronteras del pueblo, Melascula sonrió maliciosamente, escuchando como los humanos que vivían en el lugar, empezaban con su día, sin darse cuenta que pronto serían el desayuno de esa mañana.

La pelirrosa no pudo evitar relamerse los labios, al imaginarse el sabor de esas pobrecillas almas incautas, y sabiéndo que a sus compañeros no les importaría, ella se adelantó preparando unas enormes lanzas de materia oscura, para arrojarlas sobre el pueblo e iniciar con dicha acción, el pánico general en los humanos, pero, dicha acción no fue ejecutada por la mujer demonio, pues cuando estuvo apunto de emitir su ataque, sintió como algo venía hacia ella a una gran velocidad rompiendo su concentración al moverse, esquivando con éxito el ataque, el cual la dejó sin palabras a ella y al resto de sus compañeros, ya que aunque el Mandamiento de la Fe no recibió daño alguno por evadir el proyectil, notando que era una flecha envuelta en una resplandeciente luz rosácea, los demonios azules que volaban detrás de ella no tuvieron tanta suerte y recibieron de lleno el ataque, que los eliminó a todos en cuestión de segundos, shoqueándolos a todos.

Como uno, todos los demonios giraron sus cabezas al escuchar leves pasos sobre la hierva húmeda por el rocío de la mañana viniendo en su dirección, solo para encontrarse con la visión de una mujer muy hermosa de largos cabellos negros y brillantes ojos azules, que los observaba fríamente, vestida con unos extraños ropajes (ropa de sacerdotisa) y sujetando entre sus elegantes manos un majestuoso arco con otra flecha que irradiaba una enorme energía sagrada ya lista, apuntando justamente en su dirección.

"Creo... que acabamos de encontrar a quien ha estado diezmando nuestras fuerzas..." Dijo Melascula fríamente, saliendo del shock, sin apartar su mirada de la mujer recibiendo asentimientos del resto de sus compañeros quienes compartían su misma expresión estoica.

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Fin del Prólogo.