Capítulo 5
Mary estaba preocupada por su madre, pero también por Lydia y Kitty. La señora Bennet había pasado los últimos días en cama porque no se sentía bien. Por eso le sorprendió mucho cuando la señora Hill que fuera a la habitación de su madre, Mary se preocupó mucho y fue inmediatamente. Cuando entró allí, encontró a Lydia y Kitty sentadas al lado de su madre.
"Pasa, Mary. Por favor, siéntate a mi lado. Hijas, quiero pedirles disculpas por no haberlas acompañado al desayuno, pero no me he sentido bien de salud. Las he llamado porque creo que debo compartir algo con ustedes, me imagino que se han dado cuenta que he cambiado mucho, y quiero que sepan que no es sólo debido a la muerte de vuestro padre sino también a otro evento que sucedió ya varios meses atrás."
"Mamá, a mí me gustaba más cuando me dejabas hacer cosas divertidas. Ahora eres igual de aburrida que las otras señoras de este pueblo," dijo Lydia, quejándose.
"Sé que para ustedes va a ser difícil cambiar porque estaban acostumbradas a comportarse de otra manera, sin embargo, deben hacerlo." La señora Bennet se acomodó y les contó a sus hijas todo lo que había escuchado sobre la familia Bennet en el baile de Netherfield. "Después cuando regresé al salón principal, por primera vez vi como nuestros vecinos nos miraban y hablaban de nosotros. Hijas, yo no quiero nunca más exponerlas al desprecio de otras personas y mi más ferviente deseo es que puedan ser felices," finalizó la señora Bennet llorando.
Mary, Kitty y Lydia quedaron muy afectadas al escuchar como su madre describía sus acciones. Mary se sintió ridícula por pensar que la gente admiraba su voz o su interpretación del piano. Por su parte, Kitty y Lydia sintieron vergüenza al darse cuenta que muchos pensaban que eran unas señoritas de poca moral.
La señora Bennet sintió mucha pena al ver a sus hijas tan tristes y les dijo que se quedaran a su lado, pero Mary se excusó y prefirió ir a su cuarto. Ella le había prometido a Jane que la mantendría informada de todo lo que pasaba en la casa, y pensó que debía escribirle para contarle sobre la salud de su madre, pero también de lo que ella acababa de contarles.
P&P
Jane no había dormido muy bien las últimas noches pensando en qué debía hacer. Esa velada, la señora Smith había invitado a algunos amigos a cenar y ella sabía que el Barón Norton estaría presente y probablemente intentaría hablar con ella. Jane se sentía muy triste y confundida, en un momento pensaba que esa era la solución a todos sus problemas, y al otro, pensaba que jamás podría casarse con un hombre al que apenas conocía.
El Barón Norton era tan distinto al señor Bingley, que Jane dudaba que alguna vez podría enamorarse de él. Andrew Taylor era un hombre serio que sonreía poco. Además, él no era tan guapo, aunque Jane reconocía que eso no era realmente importante. Lo que le preocupaba a Jane era casarse con un hombre que no la quisiera y tener un matrimonio como el de sus padres.
Jane bajó a la sala y esperó a la señora Smith para tomar el desayuno juntas. Una de las sirvientas le entregó la correspondencia que acababa de llegar y Jane aprovechó de leer la carta que Mary le había enviado. Por desgracia, aún no recibía carta de Elizabeth pero no le sorprendía. Su querida hermana ahora vivía tan lejos que sus cartas demoraría tiempo en llegar.
Jane le agradecía a mucho que se tomara el tiempo de mantenerla informada y pensaba escribirle ese mismo día para contarle las últimas novedades. La señora Bennet y sus hermanas menores no sabían que Elizabeth ahora trabajaba para la familia Darcy y que vivía en Derbyshire.
Jane se preocupó un poco al enterarse que su madre había estado enferma, pero ella comprendía que su madre estaba muy decaída y triste y que eso debía afectar su salud. Jane había notado que su madre había cambiado mucho un mes antes de la muerte de su padre, pero nunca comprendió muy bien por qué. Por esta razón, quedó muy sorprendida cuando leyó la razón por la cual la señora Bennet había alterado tanto su forma de actuar.
'¡Lizzy siempre tuvo razón en todo lo que decía de Louisa, Caroline y el señor Darcy! Oh, pobre de mi hermana que tiene que trabajar para ese hombre que nos desprecia,' pensó Jane horrorizada.
'Si tenía alguna duda, ya no la tengo. Haré lo que sea necesario para poder sacar a mi hermana de la casa de ese hombre,' se dijo a Jane a sí misma. Ella estaba convencida que la única forma de poner fin al calvario que debía estar viviendo su hermana era casarse con Andrew Taylor.
P&P
Era el segundo día de Elizabeth en Pemberley y aún no lograba acostumbrarse a su nueva vida. La mansión de los Darcy era enorme y a veces parecía que nadie vivía allí. La señorita Darcy era muy amable, pero no era precisamente sociable, y al señor Darcy casi no lo veía, aunque eso no le incomodaba. Ella estaba acostumbrada a vivir en una casa llena de voces, de discusiones, gritos, pero también risas y alegría. En Pemberley reinaba el silencio y la tranquilidad.
Elizabeth le había escrito una carta a su madre para contarle que estaba trabajando para una familia muy rica y que le pagaban un excelente salario, pero prefirió no decirle que trabajaba para los Darcy para evitar que ella se preocupara. La señora Bennet tenía una pésima opinión del señor Darcy y no le agradaría saber que su hija se vio forzada a trabajar para él. Además, Elizabeth le había escrito a Jane para contarle sobre el viaje a Derbyshire y de la señorita Darcy. Pero también le escribió a Mary y le mandó algo de dinero para que le comprara algo a su madre y hermanas. No era mucho, pero eran sus últimos ahorros. Ahora ella tenía todo lo que necesitaba, y al fin de cada quincena recibiría un sueldo que pensaba ahorrar al máximo.
Elizabeth siempre había tenido la costumbre de levantarse temprano, y aunque tenía muchas ganas de salir a recorrer el hermoso jardín, hacía mucho frío aquella mañana por lo que prefirió admirarlo desde el ventanal de uno de los hermosos salones.
"Señor Moore, perdone que lo moleste, pero me gustaría hacerle una pregunta," dijo Elizabeth al mayordomo. Los sirvientes de aquella casa eran igual de serios que su máster y ella no deseaba importunarlos.
"Por favor, señorita Bennet, dígame cómo puedo ayudarla," replicó el mayordomo con su usual tono grave.
"Muchas gracias, sólo quiero saber cómo puedo mandar unas cartas que escribí para mi familia. Si usted me indica donde está el pueblo más cercano, yo puedo caminar. A mí me gusta mucho caminar, y si la señorita Darcy no me necesita, puedo hoy mismo hacerlo."
El mayordomo miró a Elizabeth por varios segundos entre sorprendido y divertido. Él y la señora Reynolds habían conversado sobre la nueva dama de compañía de la señorita Darcy y habían coincidido en que era muy distinta a todas las señoritas que habían conocido y que frecuentaban Pemberley. Cuando el viejo mayordomo iba a hablar, una voz profunda y autoritaria lo interrumpió.
"Señorita Bennet, entréguele al señor Moore las cartas que desea enviar y él se encargará de llevarlas al correo junto con el resto de la correspondencia de Pemberley," dijo el señor Darcy.
Elizabeth se volteó y replicó, "Entiendo, ¿y a quién debo darle el dinero para pagar por el envío de mi correspondencia? Usted puede descontarlo de mi salario, si eso le parece más conveniente.
El mayordomo no pudo evitar sonreír al ver la expresión en el rostro de su máster, "Señorita Bennet, puede entregarme sus cartas. Uno de los sirvientes irá más tarde al pueblo y se encargará de llevarlas a la oficina de correos."
"No es necesario que pague por la correspondencia que envía a su familia y amigos, señorita Bennet," dijo el señor Darcy y le hizo un gesto al mayordomo para que se retirara.
Elizabeth le entregó las cartas al mayordomo y después le dijo, "Señor Darcy, yo pienso escribirle todas las semanas a mi madre y hermanas. No quiero que usted crea que me estoy aprovechando de su generosidad. Por esa razón, preferiría pagar, me sentiría más cómoda. Además, como le explicaba al señor Moore, yo puedo caminar al pueblo más cercano si me indica donde está."
"Señorita Bennet, Lambton está a cinco millas de aquí. Créame cuando le digo que no es necesario, entéguele las cartas al señor Moore y él se encargará del resto. Es hora de tomar desayuno, será mejor que vayamos al comedor porque Georgiana debe estar esperándonos." El señor Darcy dio por terminada la discusión e indicó el camino hacia el comedor.
Elizabeth supo que no podía seguir discutiendo sobre el asunto y que el señor Darcy había dado por terminada la conversación. Lamentablemente, ahora ella no estaba en libertad de decirle a aquel hombre todo lo que pensaba de él, por lo que se quedó en silencio y caminó hacia el comedor.
P&P
Jane estaba muy nerviosa. Las personas que la señora Smith había invitado a la cena eran muy simpáticas y la comida estaba deliciosa, pero ella no podía disfrutar de absolutamente nada. Jane había notado que el Barón Norton la había estado observando, pero ella no había tenido la valentía de mirar por miedo a ruborizarse. Además, tío y tía Gardiner no habían podido ir porque sus primos habían estado un poco enfermos y no quisieron dejarlo solo al cuidado de sirvientes.
Después de cenar, los invitados pasaron a la sala. La señora Smith tocaría el piano para sus invitados, pero antes de eso se acercó a su sobrino y le dijo, "Andrew, esta es la oportunidad de que converses con la señorita Bennet. La señora Parker me dijo que Agnes ha asumido el control total de Parkland y las niñas."
"Lo sé, tía. Por favor no te preocupes, conversaré con la señorita Bennet e intentaré entablar algún tipo de amistad con ella. Después de dos o tres semanas, y cuando ella me conozca un poco más, creo que podré explicarle mi problema y saber si está dispuesta a ayudarme," replicó Andrew.
La señora Smith sonrió a su sobrino y se sentó al piano. Andrew también había recibido una carta de la fiel ama de llaves de su finca en Somerset y sabía que la situación empeoraba. Así que respiró hondo y caminó hacia donde estaba Jane. Luego se sentó al lado de ella y escuchó a su tía tocar el piano mientras pensaba cuál era la mejor forma de iniciar una conversación con una señorita a la que no conocía.
"Disculpe, señorita Bennet, pero le gusta la música," dijo Andrew visiblemente incómodo.
"Sí, me gusta mucho aunque nunca aprendí a tocar un instrumento," replicó Jane intentando controlar sus nervios.
"Entiendo, a mí también me gusta la música y tampoco aprendí a tocar instrumentos," agregó Andrew sin saber qué decir.
"Pero aprendí otras cosas," dijo Jane mirando al suelo. Ella pensó que aquella conversación era bastante intrascendente pero no sabía qué decir.
"¿Y qué aprendió?" preguntó Andrew. Él nunca se había sentido tan tonto en su vida. Él jamás había sido tímido o había tenido problemas para mantener una conversación interesante ni con caballeros o damas. Pero jamás había estado en una situación como aquella.
"Aprendí mucho sobre flores y plantas, sobre todo plantas medicinales. En casa de mi padre, tenía un pequeño jardín y un invernadero donde me gustaba plantar y cultivar." Jane pensó que por lo menos había logrado hablar por un minuto de corrido y se sentía un poco menos incómoda.
"Qué bien, las flores y las plantas alegran cualquier hogar y requieren de mucho tiempo y dedicación," dijo Andrew. Luego, miró a Jane y no pudo evitar sentir pena. Aquella pobre señorita había perdido todo lo que tenía de un día para otro y ahora se encontraba sola y desvalida. "Mi tía me comentó sobre su situación, y debo decirle que siento mucho que haya tenido que enfrentar tantas cosas difíciles en tan corto tiempo."
La señora Smith comenzó a interpretar una segunda pieza musical que le produjo mucha melancolía a Jane. Mary y Elizabeth solían interpretar esa canción. Entonces, ella se acordó de su familia y de sus hermanas y decidió ser directa. Jane sabía por qué aquel señor intentaba ser amable con ella y no deseaba seguir perdiendo el tiempo.
"Le agradezco mucho sus sinceras palabras, mi Lord. Lo más difícil de todo esto no es perder mi hogar o vivir lejos de mis hermanas, sino saber que no puedo hacer nada para ayudarlas. Créame señor, que yo haría cualquier cosa para poder asegurar un hogar para mi madre y mis hermanas, y sobre todo para que mi hermana Elizabeth no tuviera que trabajar para una familia que no la aprecia ni respeta." Jane no pudo evitar derramar algunas lágrimas mientras hablaba y para evitar que Lord Norton la viera, bajó la cabeza.
"La comprendo perfectamente, señorita Bennet. Yo me encuentro en una situación muy similar a la suya. Las hijas de mi querido hermano están bajo la custodia de una mujer despiadada que está dispuesta a utilizarlas con tal de poder mantener sus privilegios y estatus social."
Jane levantó la cabeza y por primera vez miró a la cara a Andrew, "Tal vez yo pueda ayudarlo si usted puede ayudarme."
Andrew le tomó la mano a Jane, sonrió y le dijo, "Creo que mañana vendré a visitarla señorita Bennet. Sin duda alguna tenemos mucho de qué conversar."
Luego de eso, Jane y Andrew permanecieron en silencio escuchando como la señora Smith tocaba una nueva pieza musical.
P&P
Desde que llegaron a Pemberley, el señor Darcy casi no había pasado tiempo con su hermana. Él había tenido que visitar la finca de uno de sus vecinos y amigos para acordar algunas mejoras que debía hacer a los canales de regadíos que cruzaban ambas propiedades. Además, él prefería no interferir en la relación que se estaba forjando entre Georgiana y Elizabeth. Él deseaba darles tiempo para que se conocieran, y sobre todo, para que su hermana aprendiera a confiar en su nueva dama de compañía.
Finalmente, y después de resolver todos los asuntos que tenía pendientes con su vecino, el señor Darcy regresó a Pemberley. Aquella noche planeaba cenar con Georgiana Elizabeth para ver cómo avanzaban las cosas entre ellas.
Por su parte, Elizabeth había logrado conversar un poco más con la señorita Darcy, De hecho, cuando ella supo que su hermano no estaba en Pemberley se relajó mucho más y se atrevió incluso a caminar con ella por el jardín una tarde que no hizo tanto frío.
"Señorita Darcy, qué le parece si esta vez además de tocar el piano intenta cantar," dijo Elizabeth para animarla.
"No, me da mucha vergüenza cantar. Mi voz no es tan bonita como la suya, señorita Bennet," replicó Georgiana.
"Creo que ayer habíamos acordado que usted me llamaría Lizzy. No sé, pero eso de señorita Bennet suena muy formal. Me hace sentir como si fuera una señora muy vieja… y gruñona," dijo Elizabeth sonriendo.
"Lo siento, Lizzy. Y déjame aclarar que tú no eres ni vieja ni gruñona sino todo lo contrario. Pero si yo te voy a llamar Lizzy, tú deberías llamarme Georgiana… Si tú quieres," dijo Georgiana tímidamente.
"Por supuesto que quiero, Georgiana. Creo que nunca podríamos llegar a ser buenas amigas si nos tratamos de señoritas todo el tiempo."
"¿Quieres ser mi amiga, Lizzy?" preguntó Georgiana muy sorprendida.
"Claro que sí, Georgiana. Es cierto que estar aquí contigo es un trabajo, pero no tiene que ser sólo un trabajo. De cierta forma ambas nos necesitamos y debemos ayudarnos en todo lo que podamos."
"Gracias, Lizzy. Yo también quiero ser tu amiga," dijo Georgiana feliz.
"Bueno, ya que hemos aclarado el tema de nuestros nombres, ¿qué te parece si cantas para mí? Me encantaría escuchar tu voz."
"Es que me da mucha vergüenza. ¿A ti no te da vergüenza cantar?"
"A veces, dependiendo de quien esté en el público. Sabes que hay gente a la que le encanta criticar todo y a todos," dijo Elizabeth pensando en el señor Darcy. "Cuando empecé a cantar, para evitar que me diera vergüenza imaginaba que las personas que me escuchaban eran los animales que teníamos en Longbourn. La señora Long era mi gata Sophia, Sir William Lucas, era el burro Willy, el señor Morgan mi perro Bruno y la señora Lucas nuestra vaca Molly," explicó Elizabeth mientras describía a sus vecinos.
Georgiana no paraba de reír mientras conversaba con Elizabeth. "Pero yo no tengo tan buena imaginación como tú, Lizzy."
"Creo que puedo ayudarte", dijo Elizabeth. Fue hasta una mesita que había en la sala de música y en un papel dibujó lo mejor que pudo algunos animales. "Aquí tienes, mira a estos animales y canta."
"¿Qué animales son esos? Lizzy, definitivamente no eres muy buena dibujando. Yo te enseñaré a dibujar," dijo Georgiana sin parar de reír.
"Y yo acepto las lecciones de dibujo si tu cantas para mí," dijo Elizabeth.
Georgiana respiró hondo y mientras miraba a los ridículos dibujos de Elizabeth comenzó a cantar una hermosa canción. Elizabeth estaba encantada con la hermosa voz de Georgiana y pensó que podrían cantar dúos para entretenerse y alegrar un poco el lúgubre ambiente que reinaba en Pemberley.
La señora Reynolds le informó al señor Darcy que Georgiana estaba en el cuarto de música y él se encaminó hacia allá para saludar a su hermana y conversar un poco con ella. El imaginó que Georgiana llevaba probablemente horas encerrada allí repitiendo una y otra vez las mismas notas hasta conseguir entonarlas perfectamente. A él le daba mucha pena ver a su hermana sola tocando el piano por horas sin decir una palabras encerrada en su mundo de dolor y tristeza. Al menos esta vez, Elizabeth estaba acompañándola y no estaba tan sola.
Por eso, él se sorprendió mucho cuando escuchó como su hermana reía de buena gana y después cantó una hermosa canción. Cuando él entró al cuarto de música, vio a Georgiana cantando muy concentrada mirando a las partituras. A su lado estaba sentada Elizabeth escuchándola atentamente.
Cuando Georgiana vio a su hermano inmediatamente paró de cantar. "William, yo…"
"Georgie, querida, por favor no te detengas. Siento mucho haberte interrumpido, la canción que estabas cantando es muy hermosa."
Georgiana miró a Elizabeth y ella le indicó el dibujo de los animales. Georgiana sonrió y siguió cantando sin mirar a su hermano. En ese momento el señor Darcy supo que su tía tenía razón y que su querida hermana necesitaba a alguien como Elizabeth Bennet en su vida.
"¿Te gustó mi canción, William?"
"Me encantó, Georgie. Fitzwilliam y yo siempre te hemos dicho que tienes una voz muy linda."
"Lizzy y yo pensamos preparar algunos duetos para cantar en las veladas, si a ti no te molesta."
"¿Lizzy? Preguntó el señor Darcy sorprendido.
"Es que la señorita Bennet…" Georgiana intentó explicar muy nerviosa. Ella pensó que su hermano estaba enojado.
"Yo le pedí a la señorita Darcy que me llamara Lizzy. Así me llaman mis hermanas…"
"Entiendo, no es necesario que me dé explicaciones señorita Bennet. Si Georgiana se siente cómoda llamándola de aquella forma, yo no tengo inconvenientes."
"Es que por su tono de voz, señor Darcy, pareció que sí tenía inconvenientes," dijo Elizabeth e inmediatamente se arrepintió. Ese hombre ahora era su patrón y ella no podía desafiarlo como lo había hecho en Pemberley.
"Pues no se equivoque, señorita Bennet. Aunque debo ser honesto y me parece que su nombre, Elizabeth, es mucho más elegante y sofisticado que como la llaman sus hermanas," explicó el señor Darcy. Él no podía decirle a la acompañante de su hermana que el nombre Elizabeth le sentaba perfectamente.
Elizabeth no podía creer que ese hombre no tuviera ningún pudor para decirle en su cara que el apodo que sus hermanas le decían con tanto cariño era poco elegante y sofisticado. "A mí me gustan ambos, mi nombre Elizabeth y mi poco sofisticado apodo Lizzy."
El señor Darcy no pudo evitar reírse ante tan impertinente y solapado comentario de Elizabeth. Georgiana no podía creer que su amiga le hablara de aquella forma a su hermano y también le pareció gracioso. Ella estaba muy contenta ese día y se sentía muy feliz.
"La señora Reynolds me dijo que en media hora más servirían la cena. Si no les importuna, me encantaría escucharlas cantar después de la cena," dijo el señor Darcy sonriendo.
"No hemos preparado nada aún, pero podemos improvisar. ¿Qué le parece, señorita Darcy?" preguntó Elizabeth. Ella prefería no decirle Georgiana en frente de aquel hombre.
"Podemos intentarlo." Georgiana se puso de pie, besó a su hermano en la mejilla y se fue a su cuarto para cambiarse de ropa.
Elizabeth tomó las partituras para colocarlas en el baúl donde estaban, pero una hoja cayó y el señor Darcy la recogió. Después de mirarla por varios segundos no pudo evitar preguntas, "¿Qué es esto?"
Elizabeth se sorprendió porque pensaba que el señor Darcy ya no estaba allí. Cuando él le entregó el papel, ella no pudo evitar sonrojarse pero sin bajar la mirada respondió, "Esos son algunos de los animales de Longbourn."
"¿Animales?"
"Sí, señor, animales. Si me disculpa, debo cambiarme de ropa. No quiero llegar tarde a la cena."
"Yo también debo cambiarme ropa, tal vez mientras caminamos rumbo a nuestras habitaciones pueda explicarme que tipo de animales son esos."
"No, señor Darcy, no puedo explicarle. Verá, se necesita un ojo artístico para poder ver lo que hay más allá de este dibujo."
"Señorita Bennet, ese dibujo no tiene nada de artístico. Creo que yo dibujaba así cuando tenía cuatro o cinco años."
"Entonces, me va a disculpar, pero probablemente, señor, tenía mucho más sentido de lo artístico cuando era niño que ahora."
"Estudié un año de historia del arte en Cambridge y usted quiere insinuar que no sé lo que es el arte o lo artístico."
"Señor Darcy, hay cosas que no se pueden aprender en los libros ni en ninguna universidad," dijo Elizabeth feliz de haber llegado al final del pasillo y al pie de la escalera que conducía a su habitación.
"¿Y qué es eso que no se puede aprender en libros o en una de las más prestigiosas universidades de Europa, señorita Bennet?" preguntó el señor Darcy mientras no podía dejar de mirar a Elizabeth y como sus hermosos ojos brillaban mientras pensaba en cómo responderle.
"Supongo que eso tampoco se lo enseñaron en Cambridge, señor. Hay muchas cosas que no se aprenden estudiando, y una de las más importantes es apreciar las cosas sencillas y entender que el valor de las cosas está en lo que nosotros apreciamos de ellas. Sin duda alguna para usted Pemberley es el lugar más hermoso del mundo, mientras que para un Duque puede ser una casa sencilla y hasta pequeña."
"Entiendo, ¿pero qué tiene eso que ver con aquel dibujo?"
"Si usted supiera apreciar las cosas simples y no estuviera siempre en busca de la perfección, podría haber comprendido lo que representaba," contestó Elizabeth triunfalmente. Ella estaba feliz de poder haberle dicho a ese hombre todo lo que pensaba de él, pero de una manera tan indirecta que él no podría reprocharle nada.
"Señor, disculpe que lo interrumpa," dijo la señora Reynolds.
"Bueno, señor Darcy, nos vemos a la hora de la cena," dijo Elizabeth y se alejó lo más rápido que pudo.
"Dígame, señora Reynolds," dijo el señor Darcy, pero no escuchó nada de lo que ella le dijo. Él aún estaba pensando en lo que le había dicho Elizabeth. Sin duda alguna una vez más, ella se había salido con la suya y le había dicho cosas sin querer decirlas. Él no se iba a quedar así, y durante la cena finalizaría esa conversación. Su corazón se le aceleraba de sólo pensar lo divertida que sería esa velada conversando con Elizabeth.
"¿Qué cree, señor?" preguntó la señora Reynolds.
"Yo… Sí, haga lo que corresponda," respondió el señor Darcy y se excusó. Él no sabía que acababa de autorizar que sirvieran la cena en el comedor pequeño porque estaban puliendo el piso del comedor principal.
La señora Reynolds había observado a su joven máster y no sabía si alegrarse o sentir pena. 'Espero que esta vez no piense en lo que debe hacer sino en lo que lo hace feliz a usted, mi querido señor Darcy.'
P&P
Gracias a todos los que siguen la historia y dejan comentarios de apoyo.
En el próximo capítulo Jane conversará con Andrew mientras en Pemberley las cosas se siguen complicando.
¡Nos vemos pronto!
Saludos,
Yo
