El Ascenso de un Científico Loco.

¡Descubriré como funciona el mundo!

Mi Nuevo Yo

Después de que la princesa dijo que yo tenía mana, todo se volvió una locura. Antes de darme cuenta estaban midiendo mi capacidad de mana, me hicieron exámenes médicos, exámenes sobre mi habilidad con la escritura, lectura y matemáticas.

Determinaron que mi mana estaba al nivel de un archinoble cercano a la casa archiducal. Tomaron una muestra de mi sangre y finalmente me dejaron 'libré' aunque no se me permitió salir.

Algunos días después se dieron cuenta que venía de un pueblo llamado Wolf. Me preguntaron que hacía en la capital y descubrieron que era huérfano.

Mi vida acabó…

"Que seas huérfano nos quita un problema de encima" comentó un hombre enorme de cabello castaño. Recordaba vagamente haberlo visto cuando esto comenzó "Niño, ¿qué edad tienes?" me preguntó.

"Nueve. Cumpliré diez en primavera"

"¿Qué hacemos? Rozemyne dijo que lo necesitaba…" murmuró el hombre que aprendí se llamaba Bonifatius.

"Hagámoslo pasar como un sacerdote azul. Digamos que es hijo mío y de Rihyarda, pero cuando era un bebé, tenía tan poco mana que lo enviamos al templo."

El hombre de ojos dorados y cabello castaño hablo, aún no había escuchado su nombre. "Que haya salvado a Rozemyne demostró su valía y debido a eso se le permitió regresar a la sociedad noble."

"También podemos decir que su mana aumentó más de lo esperado y ahora está en el rango de un archinoble" finalizó el Aub.

No se me permitió opinar o, mejor dicho, no se me pidió mi opinión y yo no era tonto. Sabía que no podía negarme. El hecho de que la princesa dijera que me quería como erudito me había salvado de ser un esclavo. Al menos debía agradecerle eso, pero…

¡¿Porque tuvo que pedirme en primer lugar?!

Me dieron la habitación del director del orfanato que se encontraba vacía, y revisaron mis pertenencias. Encontraron el polvo dorado que había querido estudiar, por fortuna lo compraron.

Resultó que era un recurso valioso.

Me dieron ropa, me enseñaron la etiqueta básica para conocer a alguien y me llenaron de lecciones. Tres días después conocí a la mujer que sería mi madre. Tenía el cabello gris claro y ojos prácticamente negros.

Tomé el té con ella y me preguntó sobre mí. Lo que me gustaba y sobre mi familia…

"Su educación parece estar al nivel de un mednoble. Considerando su vida hasta ahora, es sorprendente. Con un poco de tiempo tendrá el nivel adecuado para su rango" Me miró entonces "Lamento la situación en la que te ha puesto la princesa, pero deberías saber que esto es lo mejor para ti. Es sorprendente que hayas sobrevivió hasta ahora. Con tu nivel de mana, pronto hubieras subido la imponente escalera."

Suspiré de forma discreta.

¡Lo sabía! Lo sabía, pero no me gustaba.

Miré a la mujer que sería mi madre mientras la conversación continuaba sin mí. Parecía ser una mujer amable. No me miró con desprecio, ni con superioridad. Incluso me sonrío y me escuchó, no solo me estudió. Se decidió que sería bautizado en primavera y seria presentado como el elegido por la princesa santa.

Poco antes de que la reunión terminara se me explicó un poco del porqué del título de Lady Rozemyne.

Por lo que entendí, Lady Rozemyne había venido a Eisenreich hacía unos dos años. Ella era una princesa oculta, al igual que Lady Eglantine y Lord Galtero, sin embargo, a diferencia de los dos hijos del tercer príncipe que estaban aquí debido a la guerra civil, de la cual no tenía idea, Lady Rozemyne había sido confiada a Aub por un emisario de los dioses.

Ridículo.

Comenzaron a llamarla princesa santa, cuando se dieron cuenta de que la niña tenía un poder verdadero.

Ella era la mejor sanadora.

Además de eso, el año que fue introducida al ducado se las arregló para llegar a la orden de caballeros antes de una subyugación y había ofrecido una oración por su seguridad. En el invierno les había concedido la fuerza de Angriff para derrotar al señor del invierno. Ella había traído la primavera a todo el ducado y en el verano había ofrecido una bendición real a las nuevas parejas.

Como la princesa siempre parecía estar en lugares donde se necesitaba bendición, había sido colocada en el templo para su protección y nombrada sumo obispa pese a su edad.

Su bautizo sería el próximo verano.

Mi estado como antiguo plebeyo fue ocultado. Los maestros de etiqueta y harspiel comenzaron a venir todos los días.

En algún momento la nieve comenzó a caer. El dinero que había ahorrado para mantenerme durante el invierno seguía intacto.

Mi deuda solo está aumentando.

.

"Lord Ferdinand, la princesa desea reunirse con usted" me informó un sacerdote gris interrumpiendo mi estudio de harspiel. Había descubierto placer en tocar, me distraía de mi nueva realidad "Espera reunirse con usted a la tercera campanada."

"Entiendo. ¿Desea que la reciba en mis aposentos o espera que vaya a los suyos?"

"Espera que la reciba. Dijo que necesita de sus servicios."

Suspiré y asentí.

Faltaba media campanada para la tercera. Mis maestros salieron de la habitación y los sacerdotes qué eran mis asistentes se movieron para recibirla.

A la tercera campanada Lady Rozemyne llegó a mi habitación. La saludé como era debido y ella sonrió. Nos movimos al comedor y comenzamos una conversación casual por un tiempo.

"No me he disculpado con usted." Dijo ella en un tono apenado "Fui egoísta y no pregunté que era lo que usted quería."

Eso me tomó por sorpresa. Sonreí como me enseñaron "No se preocupe. Como ya sabrá, soy huérfano. Esto es bueno para mi."

Ella me miró un momento antes de ordenar a sus asistentes qué se dieran la vuelta. Activó una barrera anti escuchas, se deslizó de su silla, caminó hasta llegar a mi lado y escaló por mi túnica hasta hincarse sobre mi regazo, quedando sus ojos a la altura de los míos.

"Sé que no tengo ningún derecho a decir esto, pero quiero que viva una vida que lo haga feliz. No sé por qué lo pedí. Lo hice incluso antes de percatarme. Tampoco sé por qué afirmé qué tenía usted mana. No había forma en que lo supiera."

Ella me miró con tanta seriedad qué no me di cuenta de que estaba conteniendo la respiración hasta que sus manos fueron a mis mejillas, acariciándolas como solía hacer mamá, provocando que las lagrimas salieran, obligándome a respirar.

"Escuché lo de su madre. Lo lamento. Espero que su alma vaya a los dioses y pueda vivir feliz en su próxima vida …sea lo que sea que eso signifique" me sonrió antes de rodear mi cuello con sus pequeños brazos. "Puede llorar tanto como necesite. Esta vez yo lo consolaré."

Me aferré a ella y lloré. Lloré la pérdida de mi madre, la pérdida de mi padre, la pérdida de mi hermana y mi propia perdida. Nunca más sería Tetsuo. Nunca más podría ver a Shuu. Nunca podría disculparme con mi madre.

Antes había pensado que había llorado todo lo que tenia que llorar, pero no fue así.

Ella me acarició la espalda y tarareó para mí una canción de cuna. Recordaba vagamente haberla escuchado antes, cuando aún era Tetsuo, pero en ese entonces la música no me interesaba. Cuando al fin estuve satisfecho ella me soltó. Sonrió colocando sus pequeñas manos en mis ojos y oró a la diosa de la curación. Una luz verde inundó mi visión, aliviando la hinchazón en mis ojos.

"¿Cómo se llamaban tus padres?" me preguntó.

"Dina y Car."

Sus palmas se juntaron en un signo de oración qué no había visto nunca en este mundo. Ignoró por completo que seguía sobre mi regazo y se sentó sobre sus piernas. Inclinando la cabeza, habló.

"Señor Car, señora Dina, lamento haber tomado la vida de su hijo para mí, pero prometo cuidarlo y protegerlo en su lugar."

Sentí mis orejas calentarse y el calor se extendió a mi rostro. Cuando elevó su rostro para mirarme, se acercó hasta depositar un beso en mi mejilla. Su sonrisa era tan brillante qué casi me atraganté.

"Se supone que una dama noble no debe hacer estas cosas, así que guárdalo en secreto." Susurro en mi oído, aunque la barrera seguía activada.

Cuando se alejó noté que sus mejillas estaban sonrojadas. Quizás era cruel, pero esta niña me había puesto en una situación complicada, por decirlo de forma amable. Quería desquitarme, aunque fuera un poco, aunque fuera infantil, pero bueno, yo era un niño.

Coloqué mi palma sobre una de sus mejillas y besé la otra, notando cómo el sonrojo ahora cubría por completo su rostro.

"Estaré a tu cuidado de ahora en adelanté" le sonreí.

Para mi sorpresa ocultó su rostro en el hueco de mi cuello, sentía su corazón contra mi pecho.

"¿Esta bien que haya elegido tu nombre por ti?" preguntó de pronto "Pensé que Ferdinand era adecuado."

"Me gusta. Gracias. Ahora ¿debería volver a su lugar? Sus asistentes comienzan a impacientarse" le señalé. Ella sonrío y volvió a su silla antes de darme una esfera dorada y guardar la herramienta de evita de escuchas.

"Ellos no saben que tengo una herramienta de rango especifico, así que mientras piensen que hablamos todo el tiempo con éstas, no habrá problemas" me dijo con una sonrisa antes de permitir a sus asistentes voltear.

Como dijo, se relajaron al notar las herramientas en nuestras manos. Cambiaron el té y seguimos conversando.

Me dio unas tablas para traducir las instrucciones del champú simple. Me dijo que nos reuniríamos con un comerciante la siguiente primavera y quería crear dos versiones de ese producto. Una para nobles y otro para plebeyos. Le sugerí que experimentáramos por nuestra cuenta primero, antes de ofrecer el producto a algún comerciante.

Por suerte para ella, tenía experiencia tratando con comerciantes.

Antes de irse me dijo que participaría con ella en la ceremonia de dedicación, así que debía pasar a su oficina para hacer la ceremonia de lealtad. También debía de asegurarme de aprender la oración.

Desde ese día ella comenzó a llamarme a su oficina a diario. La ayudaría con el papeleo. Aunque haría la mayoría, Lady Rozemyne era lista, pero era una niña en edad pre bautismal. Aun así, hacia todo con diligencia, tratando de hacer su trabajo.

Me encontré enseñándole palabras que no conocía durante los descansos en el trabajo, ella dijo que su hermano mayor a veces iba a ayudarla pero que se aburría y se la llevaba a jugar, aunque ella prefería leer.

Antes de darme cuenta fue el momento de la ceremonia de dedicación. Me prestaron unas túnicas ceremoniales, aunque debería preparar las mías, como elegido por la princesa santa estaba destinado a pasar mucho tiempo en el templo con ella.

"Me gustaría conseguir algo de parue."

"¿Parue?"

"Lo lamento princesa, es un feytree de invierno. Es dulce y ayuda a los plebeyos a alimentarse durante los meses de frío. Es una dulzura única que solo encuentras en los días soleados de la estación gobernada por Ewigeliebe."

"Suena delicioso. Vayamos el próximo día soleado," lo pensó un momento "¿te han enseñado como hacer una hieghbeast?"

"No, mis lecciones de magia no han iniciado. Mis maestros se han enfocado en enseñarme todo lo que debería saber un niño noble de diez años."

"Mi hermano me enseñó. Dijo que debía guardar el secreto, pero es útil para escapar si no quieres que nadie te vea" ella sonrío de forma inocente. Por lo que escuchaba, Lord Sylvester no era alguien en quien confiar y no era una buena influencia para la pequeña lady Rozemyne.

Tan pronto como decidió que recolectaríamos parue se dedicó a enseñarme, como su hermano le enseñó a ella. Me dio una feystone y me dijo que la tiñera. La mía tenia un color amarillo pálido, mientras que la de ella era de un hermoso color blanco perla.

Lady Rozemyne era una maestra muy buena pese a su edad, sus explicaciones fueron fáciles de entender.

Según entendí, lo más importante antes de hacer magia era tener una imagen mental clara. Me dijo también que podía elegir el animal que yo quisiera. Lady Rozemyne usaba un shumil alado como hieghbeast, pero parecía estar en una posición precaria sobre su montura.

"Quería usar un carruaje, pero mi hermano Sylvester dice que las alas son necesarias" me explicó.

Mientras la observaba volar, una pregunta surgió.

¿Realmente son necesarias las alas?

La duda se grabó en mi mente.

Ahora estaba usando un pegaso, el animal de la mitología griega qué nació al cortar la cabeza de medusa, pero sería más cómodo para mí si fuera un caballo, de ese modo podría usarlo para correr por el bosque sin que las alas me estorbaran.

Primero interne volar en la hieghbeast. La mantuve en el aire sin mover las alas, la eleve sin aletear y finalmente, algunos días después, elimine las alas por completo.

"Ferdinand, ¡eres increíble!" me alabó Lady Rozemyne "mi hermano Sylvester dijo que las alas eran necesarias, pero tú no las usas. Ferdinand, ¿crees que pueda usar un carruaje para volar?"

"¿Por qué no intenta esto en lugar de un carruaje?" sugerí mientras formaba el cat-bus qué aparecía en esa vieja película de anime que Shuu me había obligado a ver en mis días de universidad.

"Me gustan más los shumil qué los zantzes, pero lo intentaré."

Ni siquiera noté el momento en el que Lady Rozemyne había entrado en mi hieghbeast. Estudió el interior. Incluso se sentó en el asiento "Creo que lo tengo."

La niña comenzó a formar un cat-bus imitando el qué yo había hecho. Se subió en él y comenzó a volar. Sinceramente ella me parecía más increíble que nadie. Logró recrear algo que había visto por primera vez a la perfección.

Cuando volvió al suelo observe qué había pequeñas diferencias entre el cat-bus y su heighbeast, para comenzar usaba riendas en lugar de volantes

"Me gustaría usar un shumil… lo intentaré" decidió antes de comenzar a reformar su heighbeast

El siguiente día soleado fuimos al bosque de los plebeyos y recolectamos parue. Ese día descubrí que la planta absorbía mana para soltar el fruto.

La princesa santa cultivó varios árboles para los plebeyos y otros tantos para los sacerdotes grises y azules.

"Puedes tenerlos." Me dijo al volver al templo, dándome dos feystone blancas con un ligero remolino rojo en el centro que me recordaba a los dulces de menta de mis días como Tetsuo "Cuando los toqué se convirtieron en feystone."

Los días grises, Lady Rozemyne me llamaba a su oficina y me pedía que leyera para ella. A veces se quedaba dormida a mi lado, otras, se sentaba en mi regazo, para pesar de todos sus asistentes, y leía conmigo.

Los días soleados, Lady Rozemyne siempre conseguía parues para todos.

Tomé algunos para mí y los separé en materiales. Si el parue podía convertirse en feystone…

¿Qué propiedades tendría el aceite? ¿las sobras? ¿la leche?

Había pasado mucho desde la última vez que las preguntas explotaron en mi cabeza. Mientras pasaba tiempo con Lady Rozemyne, la princesa santa, me encontré queriendo investigar, pero no era el momento. No era posible.

Los eruditos eran los encargados de vigilar los pueblos, cobrar los impuestos, revisar las muertes. No había lugar para la investigación. No para mí. No en esta vida.

Mi bautizo se realizó la primavera siguiente, siendo Lady Rozemyne quien lo oficiará. Ella cubrió su rostro con una capucha porque no había sido bautizada aún.

"En general, solo el hijo del archiduque se bautizaría en la fiesta para vivir la primavera, pero la princesa insistió en que fuera hoy. También insistió en que debía oficiarlo ella."

"Lady Rozemyne suele aparecer sin que nadie se dé cuenta del momento en el que llego, así que lo mejor es hacer como pide. Sería un caos si de repente apareciera en medio de la fiesta contigo a rastras" me sonrió Lord Edgar, mi nuevo padre.

Aub Eisenreich se paró a su lado y explicó cómo su hija, la princesa santa, había sido envenenada usando la gracia de Efflorelume para adornar sus aposentos. Contó cómo yo, un simple sacerdote azul, había sido quien descubriera que estaba siendo envenenada y preparó el antídoto.

"La flor que la enfermaba no fue reconocida ni siquiera por los médicos, pero Ferdinand lo descubrió al instante, develando de este modo que tiene la protección de Lungschmer y Mestionora. Por haber salvado a mi hija, se le concede el privilegio de entrar en la sociedad noble." Finalizó el Aub.

"Hoy cumples diez años, Ferdinand" dijo Rozemyne, quién me dio un palo que absorbió mi mana y luego coloqué sobre una medalla, la cual brillo suavemente con los colores del arcoíris "parece que, al salvarme, todos los dioses han decidido darte su bendición" anunció ella, provocando que el salón se volviera ruidoso.

Lord Adelbert también observaba la medalla con el ceño fruncido, mirando entre ella y yo.

"Los siete dioses te han dado su bendición" continúo ella, ignorando la confusión que había causado, "Si te dedicas a hacerte merecedor de estas bendiciones, seguramente recibirás muchas más" me sonrió "Felicidades, Ferdinand. Quizás es un poco tarde, pero ahora eres reconocido como hijo de Edgar."

Mi nuevo padre miró un momento el anillo antes de dármelo, "Regalo este anillo a Ferdinand, ahora reconocido como mi hijo por todos y por los dioses."

"Que Flutrane, la Diosa del agua, te bendiga, Ferdinand."

"Que la Suma Obispa y los presentes sean bendecidos" recité cómo se me enseñó, feliz de que esto estuviera por terminar, observando como mi mana caía como una bendición sobre todos.

"Parece que los dioses no solo te otorgaron sus bendiciones al salvarme, sino que también consideraron oportuno aumentar la cantidad de tu mana, que originalmente era como el de un mednoble. Felicidades Ferdinand. Como mi erudito y salvador, te nombraré también Sumo Sacerdote. Gracias por tu ayuda en el templo, continuare apreciando tus servicios" La sonrisa que me dedicó apenas hizo el anuncio me dejó en claro que esa había sido su intención desde el inicio.

Los saludos nobles fueron tediosos. Lady Rozemyne me había colocado en una situación ridícula antes de desaparecer, sin embargo, muchos intentaron entablar buenas relaciones conmigo, aunque me advirtieron que esto se debía más que nada a que querían un enlace con Lady Rozemyne. Ella me había nombrado su erudito, así que los que estaban interesados en servirle me acosaron con sonrisas falsas.

Conocí también a Lady Eglantine quien había sido bautizada en el invierno, y a Lord Galtero que cumpliría nueve en el otoño.

Ambos eran hijos del difunto tercer príncipe y habían sido bautizados como hijos de lord Bonifatius, porqué como familia colateral, ellos podrían caer a archinobles y serían adoptados por su padre, o al menos, esa había sido la intención, según escuché de Lord Sylvester.

Lady Eglantine se lucía como la diosa de la luz, con su cabello rubio y brillantes ojos naranjas. Ella me saludó y me felicitó. Parecía sincera. Su hermano por otro lado, me miraba con desprecio y no por ser un antiguo plebeyo. Así descubrí que los sacerdotes azules y el templo eran despreciados por los nobles.

Cuando todo finalizó estaba feliz de volver al templo, pero primero me llevaron a la finca de mi nueva familia. Ellos pertenecían a una rama cercana a la casa archiducal. Mi madre y padre habían nacido como candidatos a archiduque, pero habían caído a archinoble tras su mayoría de edad y matrimonio, mi madre se convirtió en asistente y niñera, mi padre fungía como ministro y asesor. Ahora tenia dos hermanos mayores. Justus de doce y Gudrun de catorce.

Irónicamente ambos nacidos en primavera, como yo

Mi nueva madre me dio algunos regalos que me serían útiles para mi posición como erudito. Mi hermano mayor dijo que me ayudaría a estudiar, ya que él estaba haciendo los cursos de erudito y asistente.

Cuando al fin pude volver al templo, Lady Rozemyne me recibió con un pastel y galletas. No era fanático de los dulces, pero al parecer, se había esforzado en leer lo que había escrito, utilizando mis traducciones para obtener ella misma la receta.

"Felicidades Ferdinand, y otra vez, disculpa mi egoísmo, pero quiero asegurarme de tenerte cerca" confesó antes de regalarme un libro. "Espero que te ayude en esta vida que te he impuesto"

Me quedé con ella el resto del día leyendo la biblia para ella hasta que se quedo dormida, usando mi regazo como almohada… Esta niña les iba a provocar problemas cardíacos a sus asistentes. Comencé a acariciar su cabeza de forma inconsciente, disfrutando de la suavidad de su cabello ahora que los prototipos de champú se habían completado, mientras leía el contenido del libro que me regaló.

Conforme mi lectura avanzó me di cuenta de una cosa.

Este mundo, donde la magia es real, tiene sus propias reglas, sus propios límites, sus propias especificaciones y restricciones.

Por primera vez desde que mis recuerdos volvieron me dejé envolver en la inquietud por investigar, una sensación que había enterrado en lo profundo de mi mente y corazón, resignado a nunca poder a hacerlo de nuevo, pero ahora…

Sonreí, con lo que fue mi primera sonrisa sincera desde que renací. Tomaría cada parte de este mundo y descubriría como funciona.

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Notas de una de las Autoras:

Semana de estreno, semana de doble capítulo, jejejeje.

Anemolti95 y yo esperamos que hayan disfrutado de este capítulo tanto como nosotras de escribirlo. Ya nos dirán que les parece este Ferdinand/Tetsuo al que amamos con todo el corazón.

Cuídense mucho, que esté domingo sea fantástico y nos estaremos leyendo la próxima semana.

SARABA