El Ascenso de un Científico Loco

¡Descubriré como Funciona el Mundo!

Descubriendo el velo de Verberger

La fiesta para vivir la primavera llegó con rapidez después de habernos encargado de las ceremonias de mayoría de edad y bautizos de los plebeyos. Fue entonces cuando el Aub llamó a Rozemyne por primera vez por la investigación que estaba en curso. Le pidió que dijera exactamente qué había pasado desde que llegó, hasta la cena con Zent y el momento en que entró en su jureve.

Por desgracia ella fue muy ambigua al responder, como si no quisiera que siguieran investigando el asunto.

"Cené con Zent y al volver a mi habitación, sentí los efectos del veneno. Lamento no poder decir nada que resulte útil."

"¿Estás segura?" inquirió su padre una vez más, pero ella solo asintió, "Muy bien. Antes de retirarte, ¿por qué Ferdinand pudo pasar la barrera?", preguntó el Aub y yo casi me atraganté. No había pensado en eso desde el inicio del invierno.

"Se necesitaba un permiso especial", explicó con una sonrisa de dama en el rostro.

"¿Por qué no dárselo a Margareth? ¿Por qué Ferdinand?"

"Sus… atributos. Para poder pasarla sin ser afectado se necesitaban los siete atributos. ¡Y tener más o tanto maná como yo!", aseguró ella provocando que tanto el Aub como yo suspiráramos. No había forma de corroborar o negar su afirmación.

Después de los infructuosos intentos por parte de Aub para que su hija hablara, se nos permitió regresar al templo y comenzar la oración de primavera. Esta vez, Rozemyne se encargó de toda la parte norte. En una de sus visitas a la biblioteca subterránea terminó encontrando información sobre los escenarios que llamaban la primavera y, tan pronto como lo tuvo transcrito, lo mandó a su padre.

Durante el invierno se construyeron los escenarios faltantes y ella quería probarlos en persona. Por ese motivo, no pude verla sino hasta que regresó a la capital.

Durante este tiempo, los adultos estuvieron ocupados rastreando los venenos, así como los compradores y vendedores. Gustav, el jefe del gremio de comerciantes, estuvo investigado también, pero sin llegar a un culpable. Muchos murieron de manera misteriosa y otros estaban desaparecidos.

Estábamos en un callejón sin salida.

Como Margareth dijo, toda la evidencia, aunque circunstancial, apuntaba a la primera dama de Eisenreich.

La mujer, cansada de todos los intentos de acusarla, como los llamaba, optó por permitir a su esposo que mirara sus recuerdos.

Habíamos mantenido al margen a Rozemyne hasta ahora. No entendíamos porque callaba, pero todos consideraron que era mejor mantenerla ignorante hasta que descubrieran algo sólido.

"Lord Ferdinand, Lady Rozemyne, Aub los espera en su despacho", nos informó uno de los asistentes del castillo, interrumpiendo nuestra improvisada cita en el jardín.

Vi el puchero de insatisfacción en el rostro de mi novia por un segundo, antes de sonreír y entregar su harspiel a Tusnelda.

"Parece que deberemos dejar la composición para otro momento", comentó mirándome con una sonrisa coqueta antes de aceptar mi escolta para ir a la oficina de su padre.

'¡Si claro! Lo último que haremos cuando vayas a mi habitación será componer.'

Caminamos manteniendo una charla casual hasta llegar al edificio principal.

"Lady Rozemyne y Lord Ferdinand están aquí, Aub."

Cuando entramos en el despacho, noté que Lady Verónica estaba sentada en una silla y frente a ella se encontraban mis guardianes.

La mirada del padre de Rozemyne viajó de su esposa a mí y de nuevo a ella. Vi como la mujer asentía despacio. Aub suspiró, hizo una seña a sus asistentes para que despejaran la habitación y rascó su mejilla, incómodo.

"Ferdinand, Verónica quiere que seas tú quien lea su mente". La joven a mi lado palideció entonces.

"¡NO!", me tomó de la mano y me jaló, tratando de ponerme detrás de ella, "¡No lo dejare! No quiero que él vea…"

"Rozemyne no confía en los nacidos nobles", la voz de Lady Verónica me sobresaltó. Parecía cansada. Era la voz de alguien que trabajó horas extras el fin de semana y que no pudo dormir antes de volver a la oficina el lunes por la mañana.

La primera dama miró a los hombres, frunciendo ligeramente los labios antes de soltar un suspiro bastante audible.

"Si dicen que soy inocente, ella no lo creerá. Decidirá que están mintiendo solo por cubrirme. No me importaría mucho si no estuviéramos tratando de encontrar al criminal que la ha estado envenenado. No hay tiempo para que ninguno de ustedes intente convencerla de que soy inocente. Rozemyne decidirá que mienten. Pero en definitiva confiará en el primer niño plebeyo que arrastró a la sociedad noble."

"¿Usted… usted sabia?", pregunte incrédulo, volviendo mi mirada a Aub y sus hermanos, pero parecían tan descolocados como yo.

La escuché soltar un nuevo suspiro, llevando una de sus manos a su frente, soltando su velo. Fue la primera vez que vi su rostro sin nada que se interpusiera. Sus ojos se veían cansados.

"Claro que sabía. ¡Soy la primera dama de Eisenreich después de todo!" la diversión y la incredulidad se mezclaron en su voz, "y ustedes tres ¿en serio creyeron que no me percataría del hecho de que Ferdinand no es de verdad hijo de Rihyarda, mi cuñada y pilar?", preguntó con exasperación, "¿En serio pensaron que no me enteraría de alguno de sus embarazos? ¡En especial uno que llegó a término! ¿o algo sobre ella, el año en que fueron degradados a archinobles? ¿Oh que creería que Rihyarda, de entre todas las personas, había abandonado a su hijo en el templo?"

Vi como mi padre desviaba la vista. ¡Por supuesto que esperaba que fuera así! Pensé que debía mantenerme callado y dejar a los adultos resolverlo, pero como siempre, mi curiosidad ganó y la pregunta escapó de mis labios antes de siquiera poder pensar en las consecuencias de hacerla.

"¿Sabía que soy un antiguo plebeyo y aun así intentó adoptarme?"

"¿Por qué no lo intentaría?", preguntó confundida, "Eres inteligente, innovador y tienes abundante mana. Eres exactamente el tipo de noble que uno busca para mantener el ducado en alto. Si te conviertes en archiduque, Eisenreich será más grande que nunca", sus ojos volvieron a Rozemyne un momento antes de regresar a mí, dejando que algo similar a una sonrisa de disculpa bailara en sus labios. "Si soy sincera, pensé que tú la habías envenenado."

"¿Qué motivo tendría yo…?"

"Un niño que acaba de quedar huérfano llega a la capital cuando la hija del archiduque está por morir envenenada y este niño, de manera misteriosa, conoce el antídoto. Sospechaba de ti, por lo que comencé a vigilarte", respondió. Expresándolo de ese modo, de veras me hacía lucir como un sospechoso. "… pero parecías enojarte cada vez que hablaban mal de Rozemyne o de tu nueva familia. Siempre parecías sentirte culpable o ansioso, como alguien que recibe más de lo que merece. Un astuto estratega que está dispuesto a arriesgarse por buscar una recompensa no puede ser tan transparente. Decidí que todo solo fue una coincidencia."

Lady Verónica se puso de pie para tomar uno de los anillos, acercando el segundo a mí, sosteniéndolo hasta que lo acepté. Vi entonces como recibía de mi padre una poción antes de volver a sentarse sin beber el contenido aún.

Por el color y la situación fuera de lo común, estaba seguro de que debía ser una de las pociones sincronizantes que preparé en la academia. Pensé en preguntar como las habían conseguido, pero la respuesta era obvia. Justus.

"¿De verdad crees que no sabía cuántos plebeyos has estado trayendo a la nobleza?", preguntó mirando ahora a Rozemyne. "Soy la primera dama, por todos los dioses, ¡Claro que lo sabía!" declaró torciendo el gesto cuando Rozemyne comenzó a negar.

"No…"

"Tuuri, la hija del comandante de la puerta norte", comenzó interrumpiéndola, "Damuel, el hijo del comandante de la puerta sur. Dirk, el pequeño huérfano del templo. Brunhilde, la hija de la amante de un noble cuya madre pretendía ocultarla en el templo de su familia para que no pudieran usarla, y te la confió, aunque había sido bautizada como plebeya"

Eso me sorprendió, ni yo sabía eso.

"Freida, la nieta del maestro del gremio de comerciantes. Los mellizos cuyo maná estas esperando que aumente antes de reconocerlos nobles"

Lady Verónica mostró los dedos que había usado para contar a las personas. A mi lado, Rozemyne temblaba. No estaba seguro si se debía al miedo o a la incredulidad de que en realidad supiera, no solo cuantas si no quienes eran sus plebeyos protegidos.

"También sé cuántos plebeyos devoradores tienes bajo tu protección en la ciudad bajá. ¡Soy tu tutora, por los siete! ¡Se cuánto dinero ganas y como lo gastas! Y, aunque no lo fuera, parte de mi trabajó es aprobar las pensiones. Era claro que lo descubriría, además, ¡¿quién creías que sigue respaldando los bautizos bajo tu tutela?! ¿Tu padre? No, él no puede respaldarte, solo puede autorizarlos."

"No… ¡No puede saber eso! No he gastado una sola moneda de mi pensión ¡Jamás toqué ese dinero!"

"Soy la primera dama de Eisenreich y soy tu tutora. Estoy consciente de que no solo obtienes dinero de tu pensión. Pensé que fingir que no lo sabía era lo mejor para ti", su ceño se frunció un momento, "tú me tienes miedo, pero estas dispuesta a enfrentarme por proteger a los tuyos."

Lady Verónica parecía exasperada ahora.

Nadie más se atrevió a hablar.

La vi respirar como intentando calmarse, pero pronto estuvo de pie de nuevo, abrazándose a sí misma antes de volverse otra vez a Rozemyne.

"¡Y lo odio!" murmuró Lady Verónica en un tono mordaz, mirando un momento a Rozemyne antes de desviar la mirada, tomar aire y devolver su mirada a la joven a mi lado sin dejar de abrazarse.

"¡Odio que sepas sacrificarte por los tuyos! ¡Odio que poseas esa habilidad política que ninguna de mis hijas mostro! ¡Odio la forma en la que gestionas tus modas y empresas! ¡Odio tu habilidad para proyectar escenarios y opciones y elegir la que más favorezca a todos!"

La mujer parecía a punto de llorar, como si se estuviera rompiendo con cada aseveración, apretandose más y aguantando las lágrimas de un modo imposible de ocultar, girando su rostro un momento a Aub Adalbert antes de mirar de nuevo a Rozemyne y proseguir.

"¡Odio tu inteligencia y sabiduría! ¡Odio que puedas actuar como relevista junto a Bonifatius! ¡Odio que tengas el maná suficiente para abastecer la base tu sola!"

Estaba más que confundido ahora. Todas las cosas que la primera dama odiaba de Rozemyne eran cosas buenas y útiles. La jovencita a mi lado también parecía estar en shock. Era evidente que no esperaba que su madrastra reconociera esas habilidades, o que, por otro lado, no hubiera dicho que la odiaba ni una sola vez.

"¡Odio que la gente te muestre su lealtad sin miramientos! ¡Odio que los tuyos estén dispuestos a dar su vida por protegerte! ¡Odio que despiertes en la gente el deseo de cuidarte! ¡Y lo odio más a sabiendas de que lo heredaste de tu madre! Quizás nació como princesa, ¡pero era una simple flor!"

"¡Verónica!" grito el Aub.

"¿Mi madre que…?" murmuró Rozemyne en un tono que me hizo voltear. Estaba en shock.

"¡Nada de Verónica! Su madre pudo haber sido una princesa colateral, ¡pero era una flor! ¿Qué clase de mujer va por ahí teniendo hijos si no es para buscar un lugar en el panteón?" Vi a la mujer volver a sentarse, tomarse la frente y tallar sus ojos en un intento de relajarse, respirando un par de veces antes de volver sus ojos a Rozemyne, quien parecía haber perdido la capacidad de respirar.

"No confiarás en nadie y no puedo permitir que seas tú quien vea en mi memoria, así que dejaré que lo haga la única persona en quien confías realmente." Finalizó antes de beber la poción y colocarse el anillo en la frente, quedando dormida poco después.

Coloqué el anillo en mi propia frente y me arrodillé frente a Rozemyne, tomando sus manos y dejando escapar un poco de mi maná para calmarla.

"Veré su mente y te diré la verdad." Prometí dejando un beso en su mejilla, importándome poco o nada que fuera inadecuado, pero eso pareció traerla de vuelta a la realidad y tranquilizarla.

Avancé hasta Lady Verónica y me incliné sobre ella. Respiré hondo antes de sumergirme en la mente de la persona que parecía estaba torturando a Rozemyne sin saber muy bien qué esperar y recordando lo poco que se me había instruido en clase sobre interrogatorios.

.

"¿Por qué está tan oscuro?" pregunté a nadie en realidad ante la enorme oscuridad a mi alrededor, desconcertándome al sentir diversión y cansancio… que no eran míos.

"Bienvenido a mi mente, Ferdinand" me saludó la voz de Lady Verónica "Esta oscuridad es normal al iniciar un interrogatorio… aunque no creo que lo supieras, tengo entendido que las prácticas se realizan en sexto año."

"Comprendo. Entonces, ¿yo hago las preguntas y usted me mostrará?"

"Haré más que eso" dijo su voz y la sentí nerviosa y llena de fastidio.

"¿Por qué está tan nerviosa? ¿A qué le teme?"

La oscuridad se diluyó de inmediato. Dolor y resignación llenaron mis sentidos en tanto miraba a Lord Adalbert despidiéndose para ir a la habitación de Lady Irumilde, prometiendo volver por la mañana.

"Al parecer fui más bendecida de lo necesario por Ewigeliebe. Sabía que debía compartir a mi esposo por ser el Aub… solo no esperaba que el baile de Bluanfah lo hiciera tan doloroso… o tan desgarrador."

A continuación, la vi abofeteando al Aub y luego al hombre ocultando en su capa a una pequeña Rozemyne de cuatro o cinco años.

Odio. Celos. Dolor. Traición. Decepción.

Podía sentir como el corazón que soportaba apenas despedir a su amor a la entrada al territorio de otra mujer se rompía en pedazos con la llegada de una pequeña niña inocente… y lo que significaba su existencia.

"No es culpa de Rozemyne ser hija de Adalbert" comentó Lady Verónica de inmediato "tampoco fue su culpa llegar a Eisenreich, estoy segura de que ella ni siquiera pidió eso. La niña que conocí a menudo llamaba a su madre en sueños. Era claro que no quería estar lejos de ella y… aun así, cada vez que la miro es doloroso."

Pude ver a Rozemyne creciendo a través de los ojos de Lady Verónica.

Dolor y orgullo.

Envidia y arrepentimiento.

Ira y Felicidad.

Las emociones contradictorias eran cada vez más fuertes y Rozemyne se volvía más grande, más hábil y más hermosa a través de los ojos de Lady Verónica.

"¿Sabes lo difícil que es amar a alguien que te muestra a la persona que más odias?" me preguntó entonces "No hay nada en ella que me recuerde a Adalbert. ¡Nada! Ni siquiera el tono de sus ojos dorados… todo es esa otra mujer."

La imagen de una mujer parecida a Rozemyne y a Mestionora, brillante, joven, con una sonrisa escalofriante y seductora apareció entonces, mirándonos con burla antes de aparecer a Lord Adalbert entre sus brazos, besándolo y haciéndome percibir un dolor similar al de un corte o una quemadura.

"¿Es la madre de Rozemyne?" pregunté entonces.

"No lo sé. Jamás la he visto… eso no evita que Schlaftraum me juegue bromas de vez en cuando y me torture de la forma más aberrante y retorcida posible. ¡Por favor, pregúntame otra cosa!"

Lo pensé un momento, recordando lo poco que Margareth dijo el día que encontré a Rozemyne en su jureve.

"¿Cómo educas a las candidatas a archiduquesa?"

La imagen cambió, así como las emociones.

Calma seguida de una preocupación que solo podía calificar como maternal me llenaron entonces mientras miraba una sala de té. Al principio solo podía ver a Lady Georgine sentada en un sillón bordando, debía tener seis años y parecía contenta. Más allá apareció una Constance de ocho años declamando una poesía en tanto la luz que entraba por la ventana la bañaba, haciendo relucir sus cabellos rubios. Eglantine se materializó sentada en la mesita del té con una sonrisa noble y una buena postura en tanto frente a ella había una taza humeante y un plato con una rebanada de pastel de miel y un pequeño tenedor. Bernadette sostenía el harspiel entre sus manos, mientras tarareaba una canción. Brunhilde hizo acto de presencia también, mucho más grande que todas con algunos libros sobre la cabeza mientras caminaba despacio, equilibrando la carga en su cabeza.

Al final pudimos ver a Rozemyne… una Rozemyne pequeña. Su aura daba la impresión de ser un pequeño shumil atrapado en una jaula y sus ojos contenían las lágrimas al tratar de concentrarse en copiar un texto pequeño.

Mortificación. Dolor. Resignación. Angustia.

La contradicción entre sentimientos negativos y positivos se hizo presente de inmediato. Rozemyne no era la única que sufría durante esas clases.

"Lady Verónica, ¿por qué da castigos físicos a las niñas bajo su tutela?"

"Porque son necesarios", respondió y vi algo diferente.

Una sala con cortinas muy delgadas y aroma a sal en el ambiente. Sentí un dolor agudo en mis dedos y noté que una vara caía con rapidez sobre manos pequeñas que intentaban bordar. El hielo en el agua de un lavamanos mordió mi cara cuando sentí que mi cabeza era empujada por un segundo o dos, luego aire cálido inundando mis pulmones y después la voz de una mujer que no conocía advirtiendo de cerrar bien la boca y apretar la nariz… un waschen dejó todo limpio y seco de nuevo.

"La primera dama de Ahrensbach me educó de esa manera y funcionó. Soportar el castigo y seguir es difícil, pero necesario. Un candidato a archiduque debe endurecerse para que sea capaz de sacrificarse por su Ducado. Un niño que jamás conoció la exigencia o el dolor se volverá un adulto que se rinde con facilidad, que renuncia con facilidad."

Pude ver cómo el bordado y la escritura iban mejorando en tanto el castigo físico disminuía. Experimenté la sensación de orgullo al recibir una felicitación por el trabajo bien hecho, por mantener una postura adecuada, incluso por guiar una conversación de manera satisfactoria. El dolor y el miedo de los castigos eran equivalentes a la felicidad y el orgullo de las felicitaciones.

Después ya no veía el proceso en primera persona, sino en tercera.

Miré como Lady Verónica observaba y evaluaba cada actividad. Puntadas muy largas, muy cortas, hilo enredado o desviado de las líneas que marcaban el patrón recibían un golpe con una vara y las niñas siseaban, arrugaban el ceño o la nariz… excepto por Rozemyne. Ella parecía tragarlo todo, forzándose a no mostrar su dolor aun cuando el miedo era visible en sus orbes dorados. Lo mismo sucedía con la escritura y la postura.

La vara de Lady Verónica encontraba dedos, muñecas, codos o espaldas apenas cometieran un error pequeño.

La sentí lamentarse por tener que sumergir los rostros de las niñas por un segundo o dos en agua con hielo cuando pronunciaban mal, se manchaban la cara con té o dulces, usaban mal un Eufemismos que, al parecer, debían comprender para ese momento o hacían algún gesto que demostrara lo que estaban sintiendo. Brunhilde solo apareció un par de veces luego de fruncir el ceño y rechinar los dientes con fastidio, las demás desfilaron ante mis ojos conforme iban creciendo. La única que parecía atemorizada todo el tiempo era Rozemyne y eso nos dolía a Lady Verónica y a mí.

"Te preocupas por ella más de lo que admites" se burló la dueña de las memorias que estaba observando.

El recuerdo de aferrarla entre mis brazos mientras temblaba, ataviada con sus pequeñas túnicas de la Suma Obispa destelló en ese momento para ambos y pude escuchar un resoplido de fastidio por parte de la primera dama.

"Más que preocupación, según parece." Se quejó ella en lo que yo retomaba el control de mis propios pensamientos.

Según sabia, esto era unidireccional, pero ella había visto mi recuerdo. Lo investigaría más tarde.

"¿Qué hay de las amenazas y los insultos?"

Fue entonces que la escuché una y otra vez hablando frente a niñas de seis o siete años en casi todos los casos. Brunhilde era la única adolescente y las palabras eran casi las mismas. Todas cargaban las mismas advertencias.

Los desperfectos se castigarán de manera física.

Si no te esfuerzas, solo empeorarás la situación.

Si dices algo a otros, tú y la otra persona serán castigados.

Si no puedes con esto, tomaré a alguien que aprecies y lo mandaré con la pareja suprema.

Si no sirves para esto, quizás deberías volverte una sucia flor…

Ese último iba cargado de un poco de desprecio cuando era dicho a Lady Georgine y Lady Constance. Con dolor y odio al ser dicho a Rozemyne. Con repulsión y angustia cuando fue el turno de Brunhilde, Eglantine y Bernadette.

Lady Verónica odiaba hacer esas amenazas, pero al final escuché las mismas palabras que le había dicho a Rozemyne… dirigidas a ella. Una aterradora implicación de llevar los genes de una puta se repetía con exactitud en ambos discursos.

"¿Por qué ensañarse con usted?" pregunté entonces "¿O con Rozemyne?"

Dolor, miedo y vergüenza me rodearon entonces mientras la primera dama de Ahrensbach preguntaba quién hacía ofrendas de flores en mis aposentos, si los asistentes… o Lady Verónica. La pregunta se repetía una y otra vez. La respuesta al principio había sido algo sencillo que se castigó con un golpe de guante.

"¿Ofrendas? ¿Flores? ¿Por qué tendría que dar ofrendas si soy humana?"

"Muy mal, Verónica. Eres hija de una sucia flor de un solo dueño. Bien podrías decir que tú y tus asistentes son todos iguales y que todos hacen ofrendas en tu alcoba."

La pregunta y la respuesta se repitieron un par de veces más, con Verónica diciendo que todos en su habitación hacían ofrendas por un tiempo.

"Soy una candidata a archiduquesa de Ahrensbach, Lady Gabrielle. Yo no hago ofrendas florales y mis asistentes tampoco. ¡No soy como mi madre y nunca lo seré!" afirmó con vehemencia la voz infantil de una niña de tal vez ocho años. El ardor del guantazo no se hizo esperar y la sentí sonriendo de manera noble. "No importa cuánto me golpee o cuánto insista, Lady Gabrielle. Por favor, deje de escuchar los falsos ordonannz que Chaocipher ha soltado y tráteme con el mismo respeto que le muestro a usted."

No hubo otro golpe. En su lugar encontró una mirada orgullosa detrás de un velo traslúcido y una sonrisa amable y maternal.

"Tienes razón, Verónica. Recuérdalo siempre sin importar lo que pase. Incluso si descubres un raffel creciendo en tu interior por un hombre que no sea tu Dios Oscuro, tú eres una candidata a archiduquesa. Tus errores son los errores de tu Ducado. Tus indiscreciones son las indiscreciones del Ducado. Tu reputación es la reputación del Ducado. Jamás permitas que te falten al respeto ni des lugar a dichas faltas, Verónica. Si eres una verdadera candidata, caminarás con la frente en alto incluso en medio del trueno de Verdrena."

Todas las niñas bajo su tutela se negaban a seguir repitiendo esa respuesta después de pocos días o semanas, luego apareció Constance y el terrible castigo que le otorgó cuando la descubrió seduciendo a un caballero, o la carta que le envío cuando escuchó de su comportamiento inadecuado en la soberanía. Pude ver incluso la reeducación de Alerah después de que la atraparon compartiendo cama con Laurenz en la soberanía y sentir terror y náuseas cargadas de preocupación en Lady Verónica por las implicaciones de dichos comportamientos.

Luego vi la escena repetirse con Rozemyne una y otra vez. La diferencia era que Rozemyne no mostraba signo alguno de defenderse o de comprender lo que estaba diciendo. Por el contrario, repetía la respuesta una y otra vez. El miedo en su mirada, su aura aterrada fue remplazada en poco tiempo por una sonrisa noble y una postura perfecta, repitiendo las palabras como si solo estuviera hablando de las oraciones o el clima… y noté que al cabo de un año Lady Verónica se rindió.

"Pensé que no comprendía lo que le estaba diciendo o el tamaño del insulto, así que dejé de insistirle. Duele demasiado escucharla repetir esa respuesta absurda. Cuando me informaron que había prohibido las ofrendas forzosas en el templo, decidí que solo tenía miedo de llevarme la contraria. Como si deseara evitar todo tipo de confrontación."

"¿Qué sabe de los intentos de envenenar a Rozemyne?"

La secuencia de imágenes cambió de manera drástica.

Estábamos en una habitación elegante y refinada. Aub Adalbert se encontraba sentado mostrando su pesar en el rostro y avejentándose varios años solo con eso. Podía sentir preocupación, angustia y frustración en tanto me movía de un lado al otro con Lady Verónica.

"¿Flores venenosas? ¿Quién se atrevería a cometer semejante estupidez?" se quejaba ella de verdad preocupada "¡Es traición! El culpable debe ser atrapado para que suba la imponente escalera cuánto antes y…"

"La doncella gris que le llevó las flores está muerta, Verónica. No sabemos cuánto tiempo la estuvo envenenando y no hay nada que podamos hacer. ¡Mi niña casi muere sin que nos diéramos cuenta!"

Mi niña. Esas dos palabras quemaban como hierro al rojo en su pecho. El deseo de que esa niña hubiera sido hija suya y no de… la otra… la sensación de que todo estaba mal…

"¡Sácala de ese sucio templo, Adalbert! Deja que Irumilde la críe hasta su bautizo y hazla pasar por su hija. Nadie sospechará que no es suya, es mayor que Bernadette y…"

"No puedo, Verónica… no me gusta dejarla en ese… lugar de depravación… pero no hay nada que pueda hacer."

"¿Por qué no? ¡Eres el Archiduques, por el amor de los siete! ¡Y ella es tu hija!... Sin importar de dónde la hayas sacado, su lugar es aquí arriba en el castillo y no allá abajo con los huérfanos y los desechados."

"Son órdenes de la diosa, Verónica"

"¡Los dioses no existen, Adalbert!... Si los dioses existieran… esa niña habría salido de mi vientre… no me estarían castigando al desvelarme su rostro." Murmuró lo último y comprendí que ya no hablaba de Rozemyne sino de su madre.

"Si los dioses existen o no, no lo pondré en duda, Verónica. El enviado la trajo ante mí. Me encargó cuidar de ella y esconderla en el Templo. Dijo que ella lo reformaría, que era lo mejor para Eisenreich y para ella…"

"¡Casi muere en ese maldito lugar! ¿Cómo es eso mejor que el castillo?"

Estaba furiosa, podía sentirlo como si fuera algo sólido. Verónica había estado furiosa de que intentaran matar a uno de los hijos de su esposo… también estaba angustiada, asqueada consigo misma…

"¿Por qué se avergonzaba de usted? No lo comprendo."

"¿No es obvio? Debí ofrecerme a asilarla, a criarla como mía y al final… no pude. Preferí exigir que se la entregara a Irumilde que cargar con su crianza. ¿Qué tipo de madre sería para ella si soy incapaz de amarla o siquiera verla sin sentir odio y dolor? Una madre ama de manera incondicional a sus hijos" declaró ella y los rostros sonrientes de Georgine, Constance y Sylvester aparecieron de inmediato colmándome de una sensación cálida y hermosa "No puedo amarla de esa manera. No puedo mirarla sin encontrar sus fallas… sin recordar su origen. Incluso ahora, no puedo ofrecerle una adopción."

La imagen cambio. Una secuencia que se repetía. Un pergamino doblado que se estrujaba y escondía entre sus mangas. El momento de mi adopción fue uno de esos momentos, por eso su discurso cambió. Pretendía adoptarla. Pero no pudo.

"¿Supo de otros intentos de asesinato?"

Ante mis ojos vi el momento exacto en qué se enteraban de que Rozemyne estaba en el jureve. Me vi a mí mismo, notando cuánto había crecido a través de los ojos de Lady Verónica y luego nada.

"Lady Verónica, ¿intentó matar a Lady Rozemyne en alguna ocasión?"

"No". fue la respuesta sincera, sumiendo todas las imágenes en completa oscuridad.

"¿Sospecha o sospechó de alguien que quisiera matar a Lady Rozemyne?"

"No", respondió de nuevo la voz de la dueña de aquella mente sin que la oscuridad se levantara de modo alguno.

"¿Tienes más preguntas?", inquirió ella después de un rato de silencio, "si no es así, puedes cortar la conexión, solo deja de proporcionar mana. Debería ser fácil para ti"

"Tengo una pregunta… pero no tiene que ver con esto, solo…"

"¿Por qué intenté adoptarte?", me preguntó y pude escuchar la diversión en su tono, sentirla también.

"Si, no lo entiendo. También, ¿por qué sigue respaldando los bautizos que Rozemyne solicita?"

"Ferdinand, soy la hija de una amante. A diferencia de la madre de Rozemyne, mi madre era reconocida como amante de Aub Ahrensbach".

La imagen de una mujer cuyo rostro se parecía mucho al de Lady Verónica se formó entonces, pero sus ojos eran rojos en lugar de verdes y su cabello verde en lugar de rubio. La mujer estaba sentada en una sala con té y dulces. Frente a ella se encontraba Lady Gabrielle y quien presuntamente era Aub Ahrensbach.

Felicidad, tristeza, orgullo y miedo fueron los sentimientos que nos embargaron tras recibir la noticia.

Nos pusimos de pie. Recibimos un último abrazo de madre antes de despedirnos de ella y salir de la mansión que llamaba hogar.

"Fui bautizada como hija de la primera esposa de mi padre. Si no hubiera sido así, ahora sería una doncella azul… siempre que mi mamá se comportara. Si mi padre hubiera cortado con ella, me habría visto obligada a vivir entre los plebeyos, comprando herramientas mágicas para sobrevivir o convirtiéndome en la flor de algún noble como pasó con mi mamá… es por eso que no desprecio a los plebeyos y creo que todos deberían tener una oportunidad de mostrar su valía del mismo modo en que se me permitió a mí mostrarla."

Un suspiro y una nueva imagen. Niños siendo despedidos por Rozemyne debido a que no tenían el nivel que ella esperaba. Padres molestos por el despido injustificado. Aunque no lo decían.

Un recuerdo más antiguo surgió de inmediato. Estábamos en la oficina de Aub, frente a nosotros estaba un pergamino. Rozemyne solicitaba permiso a su padre para bautizar a sus azules.

"Ella es menor, no puedo autorizar que ella se encargue. Como su tutora tendrías que respaldar los bautizos. ¿Qué opinas?"

Incertidumbre mezclada con diversión. Curiosidad también con una pizca de esperanza. En la carta, además de solicitar las adopciones se pedía que enviaran al templo eruditos adultos de preferencia con educación médica, además de asistentes para educarlos y que pudieran matricularse en la Academia Real.

"Lo haré", decidió recibiendo el pergamino en el que se comprometía a respaldar los bautizos, "si tiene más gente con ella, será más difícil que alguien pueda dañarla…"

Alguien toco a la puerta, interrumpiendo a Lady Verónica. Mi sorpresa fue grande cuando vi a Esteben y a Katharina entrar en la oficina, vistiendo atuendos nobles y no las túnicas azules con que los conocí. Ellos dos eran de los pocos adultos que quedaron tras la purga.

"Es la información que nos solicitó, Aub", dijo él. "Sus nombres y familias originales."

"Hablé con los aprendices. Todos entienden lo que significa aceptar el bautizo, y todos están dispuestos."

"Gracias, Esteben, Katharina. Regresen al templo antes de que Rozemyne se dé cuenta de que no están", dijo ella. Ambos se cruzaron de brazos con deferencia antes de salir del despacho. Nuestra mirada volvió a Aub, "hablaré con Hirschur en caso de que los mayores fallen los exámenes."

Lo siguiente que vi, fue los reportes de calificaciones de mis compañeros. Lady Verónica se sentía asombrada… y aliviada.

"No entiendo porque ella no confía en los nobles, pero después de ver lo que hizo con ustedes pensé que valía la pena dejarla continuar con lo que estaba haciendo. Creí que era lo que ella necesitaba."

"¿Por qué no bautizó a Rozemyne?", pregunté dejando que mi curiosidad se interpusiera, "su madre era una amante y fue bautizada por la primera esposa, entonces ¿Por qué?"

"Adalbert me lo pidió", dijo y la escena volvió a cambiar, "pero cuando me confesó que ella era hija de una princesa…" resignación, miedo, incredulidad, la sensación de que no fue suficiente, pánico.

Las sensaciones me oprimieron el pecho al punto de que sentí que no podría seguir respirando, "hasta ese momento había esperado que la madre de Rozemyne apareciera y se casara con mi esposo como tercera esposa, pero al descubrir que su madre era una princesa, no supe cómo sentirme. Escapé antes de que mi Aub me ordenara bautizar a su hija."

Otros escenarios aparecieron en rápida sucesión en ese momento. Ideas para conseguir a la mujer o encontrarla. La desesperación llegó tan rápido que entendí muy bien porque, incluso ahora, no podía adoptarla.

"Cuando terminó tu primer año le plantee a mi esposo por primera vez la idea de adoptarte. Insistí tras el entrenamiento que mi cuñado les estaba dando. En ese momento, creía que contigo a su lado ella se sentiría más cómoda en el castillo. Creía que, si te volvías su hermano mayor, eventualmente las cosas mejorarían. Pensé que contigo se sentiría segura en el castillo y tal vez así comenzaría a pasar más tiempo aquí, y yo podría comenzar a verla a ella y no a su madre. Pero… bueno."

"Gracias Lady Verónica. Es todo." Dije y corté la conexión.

Me sentía un poco aturdido por los sentimientos y recuerdos que no me pertenecían, pero que ahora estaban en mi memoria. Aguantando para no tambalearme, me enderecé como pude en el asiento.

"¿Ferdinand?", me llamó Rozemyne, pero solo negué.

"No fue ella. Lady Verónica no es la culpable."

La vi abrir los ojos en shock, temblando y luchando consigo misma. Parecía segura de que su madrastra estuvo tratando de asesinarla todo este tiempo.

"Rozemyne, ¿me dejas ver tus recuerdos?"

"¡¿Piensas tratar a mi hija como una criminal, Ferdinand?!", gritó el Aub, indignado.

"No. Pero debe haber algún motivo por el que Rozemyne y Margareth estaban tan seguras de que la culpable era su primera dama, Aub Eisenreich. Tal vez, si veo sus recuerdos, podré encontrar algo para llegar al culpable. Alguna pista al menos."

"Entiendo, ¡está bien!", Rozemyne accedió de inmediato para consternación de su padre, tomando el anillo que Lady Verónica acababa de retirarse.

Mi novia sonrió antes de tomar una poción sincronizante, quedando dormida al instante.

"Vamos, Adalbert", lo instó Lady Verónica, "Dejemos que él se encargue", agregó, tomando a su esposo del brazo y arrastrándolo fuera de la oficina antes de detenerse y mirarme. "Te veremos en la sala de reuniones, Ferdinand."

"Aub, perdone lo que diré, pero… quizás debería hablar con Lady Verónica sobre la madre de Rozemyne", sugerí, "Creo que ella lo necesita", agregué mirándolo a la cara.

Vi los ojos del hombre brillar conflictuados antes de asentir y darle una herramienta de evita de escuchas a su esposa conforme salían de la habitación. Me incliné entonces sobre Rozemyne, sujetando su mano antes de invadir su privacidad

"Muéstramelo todo", le pedí tan pronto como la conexión se estableció… sin imaginar la terrible pesadilla a la que iba a someterme.

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"¡Por todos los dioses!" fue lo que dije cuando corté el suministro de mana, tomando aire como si me estuviera ahogando en lo profundo de un mar embravecido.

Me separé de Rozemyne sintiéndome asqueado. Demasiadas cosas estaban mal en ella, pero ahora debía concentrarme en las relevantes para la investigación. Sus ojos se abrieron mirándome con una sonrisa boba antes de sentarse en la tumbona.

"Rozemyne, ve a dormir", le pedí, "Debo darle a tu padre la información que conseguí."

"¿No puede esperar hasta mañana?", me preguntó con un lindo puchero.

"No. Me esperan en la sala de reuniones, pero ha sido un día difícil para ti. Ve a dormir", volví a instarla, "No puedo ofrecerte una escolta ahora, pero hablaremos mañana". Prometí.

Ella asintió antes de salir de la habitación. Margareth la esperaba afuera y a mí Justus, junto con otros de mis asistentes y caballeros.

Mi hermano me guio hasta la sala de reuniones donde la familia archiducal me esperaba. Apenas entré les pedí a todos que dejaran a sus asistentes fuera de la conversación. No sabía qué clase de rostro estaba poniendo, pero todos aceptaron de inmediato y pronto solo estuvo la familia archiducal y mi padre en la habitación.

"Pensando en lo que sugeriste, Ferdinand, llámanos también a Karstedt, Sylvester y a Bruhilde. Pensamos que es probable que tu hermano y primo se cruzaran con el culpable en el castillo, en tanto tu hermana quizás lo haya visto en el templo. según la información que conseguiste, podríamos obtener un sospechoso. Por favor, comienza", dijo el Aub en el mismo momento en que la herramienta de rango especificó se instaló.

Comencé contando los momentos en los que Rozemyne era envenenada o drogada. En el castillo siempre que estaba con Lady Verónica, después de su educación de dama o en sus fiestas de té. En el templo, siempre después de regresar del castillo, por lo general después o durante sus reuniones con la primera dama de Eisenreich.

También como todas herramientas para niño que 'rompía' en realidad eran robadas, dejándola a merced de su maná durante días siempre que permanecía en el castillo.

"Yo también hubiera sospechado de mí", murmuró Lady Verónica tomando un sorbo de su té.

"Eso nos indica que la persona que la ha estado envenenando en realidad trabaja en el castillo", razonó mi padre, "posiblemente en el ala de la primera esposa, ya que parece usar sus reuniones para envenenarla".

Asentí.

"En todo caso, ¿deberíamos retirar a Verónica como su tutora?", preguntó Aub, "de ese modo el responsable no tendrá acceso a la agenda de Rozemyne y…"

"Si haces eso, querido esposo, tu hija decidirá que soy la responsable y que solo me están cubriendo", señaló con cansancio, "pensará que incluso amenazaron a Ferdinand o que lo obligaron a firmar algún contrato mágico para no poder decirle la verdad".

"Como dice Lady Verónica", coincidí antes de frotar mi frente y apretar el puente de mi nariz. "También descubrí el origen de su desconfianza en los nobles, ella… ella no confía en los nobles porque cada vez que confió en uno, su niñera, su asistente de compañía, la asistente principal… todas ellas, desaparecieron después de que la lastimaron con venenos más potentes que de costumbre. Para ella, todas esas personas la traicionaron. Se ganaron su confianza solo para poder eliminarla…"

"Todas ellas están muertas", me interrumpió mi padre, "Cada que una desapareció. Cada investigación nos llevaba a descubrir que habían muerto. Tú debes recordar un caso. La asistente que murió en su debut", dijo recordándome ese día.

"¿Ella nunca se enteró?"

"Nunca quisimos decirle, no queríamos que cargara con la culpa de sus muertes, porque no era su culpa… ahora entiendo que fue un error", se lamentó Aub.

"Si me permite sugerir algo, llámenla para investigar a las mujeres desaparecidas. Pregúntenle si recuerda algo e infórmenle que todas murieron… eso debería ayudar a reducir su desconfianza."

Respiré hondo antes de continuar mi informe. Eligiendo con cuidado las palabras siguientes.

"El motivo por el que Rozemyne creía que la culpable era Lady Verónica se debe a que, si no completaba la lección de forma satisfactoria además del castigo físico, la envenenaban. Si Lady Verónica le decía que no tenía caso educar a una flor como ella, la… drogaban."

"¿Por qué nunca dijo nada?", preguntó ahora Sylvester.

Abrí y cerré la boca, confundido sobre como continuar. Primero quería desvelar todo el perjuicio que ella recibió para que pudieran entender la magnitud del daño que Rozemyne recibió.

Karsterdt pareció notar mi incertidumbre y miró a nuestro primo antes de hablar, dándome tiempo para organizar mis ideas.

"Sylvester tiene razón. No tiene sentido que se quedara callada. Es hija de Aub. Una candidata a archiduquesa. Atentar contra su vida es traición."

"Como candidatos a archiduque no importa quién nos agravié, se considera traición", coincidió Brunhilde, "Solo tuve que decirle a mi padre adoptivo que Lady Verónica estaba abusando con los castigos físicos y todo se volvió más tolerable".

No estaba a favor de los castigos físicos, pero aquí eran parte de la educación para fortalecer al candidato y crear carácter.

"No se detuvieron, pero al menos redujeron su intensidad", agregó mi hermana adoptiva sobando sus dedos y brazo, como recordando el último golpe recibido.

Un sabor metálico invadió mi boca y me di cuenta de que me estaba mordiendo la mejilla con demasiada fuerza. Cuando tomé mi pañuelo para limpiarme, noté que también mis palmas estaban heridas. Me estaba lastimando sin darme cuenta. Lo mejor era terminar con esto rápido.

"Después de cada golpe, después de cada castigo, Rozemyne terminaba postrada en cama incapaz de hablar… todos decidieron que tenía una naturaleza enfermiza como su padre, pero la realidad era otra. Para ella decir algo era una sentencia de muerte."

Me quedé callado después de eso, dejando que todos analizaran lo que había dicho, que pensaran en mis palabras. Respiré hondo antes de continuar, pero… ya no quería seguir hablando.

"¿Qué más, Ferdinand?", preguntó Aub, "Parece que aún hay algo que quieres decir."

Me reacomodé en mi asiento, incómodo. Tuve que respirar profundo mientras asentía despacio para controlarme y seguir.

"Rozemyne ni siquiera se considera humana", los miré a todos, rezando a Angriff para poder decir las siguientes palabras "Rozemyne piensa que es una flor."

Plumas golpeando la mesa, tazas rompiéndose, alguien que se había atragantado con su té. Todos y cada uno de los presentes me miraban estupefactos. Sus ojos me decían con claridad que dejara de jugar, pero esto no era una broma de mal gusto, era la verdad.

"¿Cómo es posible?", pregunto Lady Verónica con la culpa reflejada en su mirada, "¡¿Por qué ella cree que es eso?!"

"Rozemyne… el sentido común de Rozemyne está demasiado distorsionado… por su educación…"

"Las drogas que le administraron, ¿qué eran?" exigió Aub, "Si es esa flor maldita seguro que…"

El hombre se interrumpió cuando comencé a negar con una calma que no sentía. No sabía de qué planta hablaba, pero no era una flor lo que distorsionó su sentido común.

"Las drogas que le administraron eran afrodisiacos", escuché jadear a la primera dama y su esposo la atrajo para cubrirla con su capa. "Margareth aumentó su paranoia por accidente. Sus intenciones eran buenas, solo pretendía advertirle para que pudiera sobrellevarlo."

Sentí mi garganta secarse y tuve que tomar un poco de té antes de proseguir, luchando con la sensación de llanto en mis ojos.

"Margareth no sabía cómo eran sus lecciones. Rozemyne nunca hablo de las clases, o lo que Lady Verónica decía más allá del motivo de su silencio. Por eso, para ella todo terminó durante el torneo de caza… el año en que Brunhilde y los demás entraron en la academia real."

Les expliqué entonces como ese día ella bajó la guardia, recibiendo los alimentos que Lady Verónica le ofrecía en lugar de rechazarlos, demasiado hambrienta de afecto y aprobación, demasiado encantada de estar recibiendo halagos y reconocimientos para mantenerse en guardia… como en esa ocasión además de algunos venenos ocultos en sus platos de comida, durante el postre la drogaron con un coctel de afrodisiacos que me hicieron sentir incómodo al recordar cómo se aferraba a mí. Ahora entendía los sonidos que estaba haciendo o su necesidad de contacto físico.

"Cuando Margareth le explicó que eran esas drogas y para que las usaban, Rozemyne simplemente acepto que era una flor. De alguna manera terminó pensando que todo lo que las drogas hacían eran desvelar su naturaleza. Rozemyne aceptó que era una flor y se dispuso a evitar que las flores bajo su cargo sufrieran lo que ella."

No estaba seguro de que hacer con la información sobre sus intenciones hacia mí o como reaccionarían si lo descubrían, por lo que decidí guárdame esa pequeña parte.

"¿Qué podemos hacer…?" preguntó alguien en el silencio que se instaló.

"¡Comprométanla!" dije tragando mi malestar, "comprométanla y agréguenla a la competencia por el puesto de Aub, eso debería ayudarla a restaurar su autoimagen…" respiré hondo, tratando de mantenerme sereno.

Las ideas y planes de acción se agolparon en mi cabeza y seguí hablando aun si no me lo pidieron.

"Que reciba su educación de dama junto a Brunhilde y alguien más. Que vea la respuesta que se espera que dé. Será difícil, pero debería poder salir de esto… también es posible que mientras ella mejore, la persona o personas que la han estado tratando de matar, trate de seguirla perjudicando, entonces podremos atraparles."

"Gracias, Ferdinand" me dijo Lady Verónica de inmediato "tomaremos tus recomendaciones en consideración. Por mientras, puedes estar seguro de que llamaré a las asistentes de Brunhilde, Eglantine y Bernadette, además de a Margareth para reagendar todas las lecciones."

Vi a la primera dama tomar una piedra amarilla de ordonnaz antes de contactar a Margareth a la sala de reuniones. El Aub tomó una campana y la sonó. Los asistentes entraron entonces, limpiando el desastre que había antes de preparar más té, la reunión aun no terminaba.

Los ojos de Lord Adelbert me encontraron, sonriendo de forma comprensiva por un momento antes de hablar.

"Ve a descansar ahora, Ferdinand. Creo que hemos abusado demasiado de ti." Dijo y yo me levanté de inmediato para poder retirarme a mi cuarto, agradeciendo. No creía ser capaz de permanecer tranquilo por más tiempo, no con la misión amarga que tenía por delante.

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No podía conciliar el sueño. Las imágenes que había visto en las mentes de ambas me daban vueltas por la cabeza de manera incesante, así como las continuas provocaciones de Rozemyne… esas que yo estúpidamente atribuí a sus hormonas y cuando en realidad eran fruto de algo aterrador.

Fue entonces que noté hasta donde llegaba mi egoísmo… ¿Cómo podía estar tratando de dormir con ella esta noche? ¿Cómo podía estar abrazándola como si no hubiera descubierto que se percibe como una meretriz? ¡MI meretriz! ¡Era inaudito!

Cómo si pudiera percibir la tormenta en mi mente, Rozemyne se giró lo suficiente para quedar por completo oculta en mi pecho. Abrazándome con fuerza y pegando su rostro a mi cuello de tal forma, que sus labios en mi piel y su respiración fueran imposibles de ignorar.

No quería renunciar a ella. Su presencia confortable. Su dulce mana. Su calor. Sus sonrisas sinceras cuando estábamos solos en la intimidad de mi habitación… La aceptación incondicional en sus ojos al verme… Sus besos y nuestras citas…

'¡Deja de darle vueltas, idiota! ¡No estás en Japón!¡No hay forma de justificar nada de lo que le has hecho! Todo este asunto del noviazgo secreto no ha hecho más que retorcer aún más su sentido común y su forma de percibirse.'

forma de percibirse.'

Dolía tanto que me aferré a ella con la misma fuerza que ella se aferraba a mí. Pasé toda esa noche peinándole el cabello. Oliéndolo. Besándolo. Tratando de grabar en mi memoria la sensación de su cuerpo buscando refugio en mí. Sabía de antemano que esta relación tenía fecha de caducidad. Sabía que tendría que cortar con ella y liberarla en algún momento… solo no esperaba que fuera tan pronto o por una razón como ésta.

La primera campanada sonó en la lejanía y no pude más. La moví tratando de despertarla. Era hora de despedirse.

"¡Rozemyne! Despierta. Es hora."

Me soltó a regañadientes, tallando sus ojos de un modo adorable, haciendo que me doliera en lo profundo al saber que no sería yo quien viera esta escena cuando se hubiera desarrollado por completo… no volvería a ser yo quien despertara a su lado nunca más. Si quería que comenzara a percibirse como una persona valiosa, debía acabar con su fantasía de una vez.

"Rozemyne. Es hora de levantarse." Le pedí de nuevo desde un poco más cerca.

"Ferdi" murmuró ella con una sonrisa preciosa y los ojos a medio abrir justo antes de tomarme del cuello y acercarme a ella, besándome con tanta naturalidad que mis labios comenzaron a danzar con los de ella y mis brazos a cobijarla.

Mi cabeza encontró de nuevo la almohada. Su lengua se abrió paso entre mis labios y le seguí el juego, acariciando la curva de su cintura un momento, sintiéndola a ella tratando de guiar mi mano a una zona menos inocente de su cuerpo, recordándome de pronto lo que tenía que hacer.

Apreté la suavidad de su cadera en medio de su desarrollo, maldiciéndome por ser tan idiota, soltándola y alejándome de ella en cuanto su mano me soltó. Tenía que hacerlo antes de que esto escalara y la dañara de manera irreversible. El color de mi mana y el suyo siempre serían similares de todas maneras… era parte de lo que nuestros estudios de este año sobre las bendiciones y el maná habían arrojado.

Ella me había teñido, decolorando para siempre los pequeños cúmulos de maná en mi sistema… y yo la había teñido a su vez, incluso luego de sumergirse en su jureve y deshacerse del veneno, desmoronando todos los cúmulos de mana… mi color sería el suyo para siempre. Ya no tenía una razón real a la cual aferrarme.

"Rozemyne… tenemos que terminar."

"¿Terminar? ¿Dejamos algo pendiente?" preguntó ella confundida y yo me moví hasta dejar un espacio adecuado entre ambos antes de sentarme, cubriendo la mitad de mi rostro con una mano para respirar y llenarme de valor, rezando a Angriff, Leidenschaft y Erwachlehren para hacer lo correcto.

"No podemos seguir siendo novios." Dije antes de mirarla con el rostro más sereno y neutral que conseguí "Lo lamento, Lady Rozemyne, pero por su propio bien debemos poner distancia entre nosotros."

"¡No quiero! ¡Me niego! ¡No puedes hacerme esto, Ferdinand!"

Apreté mis puños debajo de la sábana, aguantando mi deseo de retractarme y consolarla. Esto era lo mejor. Si la apreciaba, aunque fuera un poco, debía ser un hombre y hacer lo que era mejor para ella.

"Rozemyne, se terminó. ¿No lo entiendes? Me aproveché de ti y de tu confianza… podría haberte mentido sobre las relaciones en mi mundo anterior solo para robar algo que no me pertenecía." Bajé la mirada, incapaz de sostener la suya que mostraba con claridad que lloraría de un momento a otro. "Por favor. Lamento haberte confundido con mi impertinencia. No puedes seguir durmiendo conmigo y no podemos seguir besándonos. Esas son cosas que debes guardar para tu Dios Oscuro, ¿Lo entiendes?... ¡¿Rozemyne?!"

No solo estaba llorando, acababa de desabotonar del todo su pijama y estaba terminando de retirarse el corpiño, quedando en topless frente a mí, levantándose en mi cama antes de limpiarse las lágrimas con violencia para caminar hasta mí, hincándose en la cama para dejar sus pechos frente a mis ojos.

"¡Tíñeme!"

"¡No voy a hacer eso!"

"¡Tíñeme, Ferdinand! ¡Hazme una flor completa! ¡Tíñeme! Si eres tú, que no tiene una diosa, no habrá problema alguno. Por favor."

La sentí abrazar mi rostro, obligándome a enterrarlo en su escote antes de alcanzar una de mis manos. Estaba en shock. No podía reaccionar. Sus lágrimas caían sobre mi cabello. Su cuerpo se movía para rozar sus senos contra mi boca y su mano guiaba la mía para que pudiera tocarla. No fue sino hasta que sentí piel desnuda contra mi palma y tela sobre el dorso de la misma cuando pude volver a pensar, tomándola con cuidado de la cintura para despegarla de mí, girando mi rostro para no seguirla viendo.

"¡¿Porqué, Ferdinand?!"

Podía escuchar el llanto y el dolor de mi rechazo en su voz. Me mantuve firme, sosteniéndola lejos de mí, mordiendo mi labio inferior para no atraerla de regreso y perderme en sus labios.

"¿Es porque me falta habilidad? ¡Estudiare para poder complacerte! ¡Me esforzaré para que mi cuerpo te dé todo el placer que desees! ¡Ferdinand, por favor!"

"No estoy interesado…"

"¡La teñiste a ella!"

Mis ojos se abrieron confundidos. Sin soltarla giré mi rostro para verla a los ojos, evitando a toda costa ver por debajo de su cuello.

"¿De qué estás hablando?"

"De tu hermana de prácticas. La flor adulta a la que tú… el año pasado… ¡Estuviste con ella! ¡Entonces dame una oportunidad! ¡Seré mejor que ella y…!"

"¡No he tomado a nadie!" le solté con más brusquedad de la debida.

Pronto escuché que alguien tocaba a mi puerta, luego me llegó la voz de Justus.

"Milord, ¿está usted bien?"

"¡Lo lamento, hermano! ¡Es solo una pesadilla! ¡Vuelve a descansar!"

Ni ella, ni yo hicimos ruido alguno. Tampoco Justus hizo ruido por un momento.

"¿Seguro que estás bien? ¿No quieres que te traiga un té o…?"

"¡Justus, vuelve a dormir! ¡Estoy bien!"

"Si estás seguro…"

"¡Lo estoy, gracias!"

En el silencio de mi alcoba, los pasos de Justus alejándose de la puerta nos hicieron soltar el aire que teníamos atrapado en el pecho.

Solté a Rozemyne sintiéndome más determinado que antes. Esto iba a ser doloroso y terrible, pero tenía que hacerlo. Alcancé entonces una herramienta antiescuchas que descansaba en mi mesa de noche y le di el otro extremo, en caso de que alguno volviera a gritar.

"Rozemyne, tú no eres una flor y yo no soy tu dueño. No hice nada con la hermana de prácticas porque las flores me repugnan."

"¡¿Qué?!"

Estaba conmocionada. Necesitaba darle el golpe final. Matar de una vez por todas esa perversa fantasía y darle el empujón que necesitaba para salir de su trauma por propia voluntad.

"La mera existencia de una mujer que desea ser una flor me parece aberrante y asqueroso. ¿Tienes idea de cuantos hombres tienen a la misma mujer para recibir sus ofrendas?"

"¡Pero yo… seré solo tuya, Ferdinand!"

"No, claro que no. Una flor no puede ser de un solo hombre. Una flor debe estar siempre al servicio de otros. No puedo aceptar a alguien que quiera vivir de esa manera."

La miré a los ojos, sintiendo mi corazón estrujarse al ver lágrimas corriendo por sus mejillas o sus pequeños brazos cubriendo sus senos.

"Novia o prometida, la mujer a la que tiña será solo mía. Una mujer que sepa lo que vale. Una mujer que se respete y comprenda que vale por sus esfuerzos y sus conocimientos, no por su cáliz o sus pétalos. No quiero una flor, quiero una diosa de la luz dispuesta a compartir conmigo su vida entera, no solo su cuerpo. ¿Lo entiendes?"

"Entonces no tengo oportunidad, ¿cierto?"

Su voz destrozada y sus hombros tensos iban a provocarme pesadillas todo el resto de la temporada… necesitaba darle algo por qué luchar ahora. El primer paso siempre era reconocer el problema para poder combatirlo. El primer paso para rehabilitarla era que dejara de pensar en sí misma como una flor y comenzara a ver la maravillosa persona que era.

"Eso depende de ti, Rozemyne."

Ella me miró. Sus ojos húmedos brillaban con un poco de esperanza. Quería estirar mi mano y retirar los cabellos de su rostro, acomodarlos detrás de sus orejas y besarla en la frente, pero no podía.

"¿De mí?"

"Eres una candidata a archiduquesa de Eisenreich. Eres la Suma Obispa y la princesa Santa, amada por los dioses. Recupera tu dignidad. Reconoce tus méritos. No quiero una simple flor para compartir mi lecho, quiero una compañera valiosa. Esfuérzate en amarte. Cuando te des cuenta de que eres una persona y no una flor podrás comprometerte con un Dios Oscuro que valga la pena. ¿Lo entiendes?"

La vi limpiarse los ojos antes de asentir. Había decisión en su mirada y una meta fijada en ella. Rozemyne tomó aire y miró hacia abajo, sonrojándose antes de levantar su vista.

"¿Podrías girarte, por favor? Necesito vestirme de nuevo."

"Con gusto." Respondí dándome vuelta, escuchando la tela rozar con su piel y con su indumentaria antes de sentir un ligero toque tímido en mi hombro.

Cuando volví a voltear, ella estaba perfectamente vestida y con la espalda derecha. Cubrí sus ojos sin dejar de sonreírle de manera amable y la curé. No debían verla con los ojos hinchados.

"Me esforzaré entonces para que puedas sentirte orgulloso de mí." Prometió antes de tomar mi rostro entre sus manos y depositar un beso entre mis cabellos "Gracias por consolarme y ser mi soporte todos estos años, Ferdinand."

"Gracias a ti por salvar mi vida y darme un propósito. Ahora ve a tu habitación. Estarás bien. Lo prometo."

Ella solo asintió antes de dar la vuelta y bajar de mi cama. La seguí para observar, notando hasta ese momento que ella tomaba los túneles de la servidumbre usados por los asistentes.

'¿Cómo no se me había ocurrido antes? ¡Era obvio que estaba usando los túneles del servicio en todos lados!' tampoco era como que importara ahora.

Ella no volvería a ir a mi habitación y yo jamás iría a la suya… entonces noté las lágrimas bajando por mis ojos, sintiéndome un verdadero animal, golpeando con fuerza mi cama y cubriendo mis ojos con mi antebrazo.

Esto no era Japón, ella no era mía y yo había sido un completo imbécil.

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Notas de las Autoras:

Antes que nada, esto no es algo sacado de la manga o un recurso de último minuto. Es algo que se ha venido cociendo desde el inicio. Las pistas están en los capítulos.

El SS solo era la perspectiva de Rozemyne porque debido a las situaciones, necesitábamos comprender el impacto psicológico de todo lo que estaba pasando y resaltar que ella pensaba que Verónica era la culpable.

Les deseamos mucha suerte encontrando al culpable real de este lío, estaremos felices de leer sus teorías, aunque no podremos responderlas porque sería spoiler y eso le quitaría lo divertido al misterio.

SARABA