Antes de seguir leyendo: El día de hoy decidimos lanzar dos capítulos. Este es el segundo que complementa al capítulo 34. Esperamos que ambos sean de tu agrado.
El Ascenso de un Científico Loco
¡Descubriré cómo Funciona el Mundo!
SS Brunhilde & Werdecraft: Un Compromiso Esperado
Aunque su compromiso se autorizó hace algún tiempo, Brunhilde aún no había realizado la ceremonia. Su prometido no era solo un candidato a archiduque del primer ducado y heredero de este, sino que también era el Sumo Obispo de Dunkelferger.
Coordinar sus tiempos resulto difícil, muy difícil.
Durante la conferencia de archiduques de primavera, Aub Dunkelfelger y Aub Eisenreich decidieron que se celebraría en la fiesta de invierno ya que, debido a las responsabilidades de ambos jóvenes, no podía celebrarse en otro momento.
Werdekraf deseaba que su adorada prometida pudiese celebrar ese momento junto a su preciosa familia y compañeros del templo. En un año ella seria suya. Completamente suya.
El Sumo obispo anterior de Dunkelfelger podía encargarse de los bautizos y el debut, después de todo, incluso Sieglinde estaba interesada en asistir a la ceremonia de compromiso.
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Por fin llegó el momento.
Si bien frente a su prometido trataba de comportarse con la dignidad que se esperaba de ella, su maná había subido y bajado todo el día anterior ante la emoción. Se sentía tan ansiosa y alegre que se despertó una campanada antes de lo debido, siendo regañada incluso por sus asistentes que insistían en que su piel se vería maltratada. Gracias a los dioses no fue así. Ahora, a pocos momentos de salir hacia el salón donde se celebraría su compromiso se miró al espejo, incapaz aún de creer como ella, una niña oculta, hija de una amante plebeya relegada al templo, no solo se había convertido en una noble, sino que además se le dio reconocimiento como candidata a archiduquesa y pronto, como futura primera dama de Dunkelfelger.
"Lady Brunhilde, deseo adoptar a Ferdinand como mi hijo. Y me gustaría adoptarla también a usted. Si bien todos los asistentes que Rozemyne entrenó son excelentes, veo en usted y en Ferdinand el talento de un noble merecedor de una adopción. El próximo invierno se dividirán en cursos especializados, podría iniciar el curso de candidatos. Su habilidad, maná e inteligencia se desperdiciarían si se mantiene solo como una archinoble. Sé que mi hija pensará igual."
"Agradezco sus palabras, Aub Eisenreich, pero no deseo dejar a mi señora. Ferdinand piensa igual…"
La conversación que mantuvo tras volver de la academia aquella lejana primera vez volvió a su cabeza. Se sintió alagada pero también temerosa e indigna. En esos momentos solo pensaba en ella como una niña oculta ingresada a la sociedad noble por la piedad de su señora.
La niña que fue le devolvió la mirada desde el espejo con el aspecto de una mujer. Su cuerpo, aunque delgado, se desarrolló en los lugares correctos. Sus mejillas regordetas se habían afinado, definiendo sus rasgos. Era irónico que pudiera reconocer en si misma a sus progenitores. Sacudió la cabeza apartando los pensamientos oscuros sobre su aspecto.
Observó primero su peinado, sujeto desde el lado derecho con una pinza ornamentada, regalo de su antigua señora, que se abrochaba un poco más atrás de su oído, exponiendo su oreja y el cuello largo y grácil. Por el lado izquierdo, su cabello caía suelto en suaves y controladas ondas.
Como decoración portaba una especie de tiara. La barra iba escondida por debajo del cabello dejando ver solo tres flores en metal dorado con una piedra Fey roja que contenía algunos encantos de defensa.
Miró su cuello. En el brillaba una delicada gargantilla poco ajustada en forma V. Era tan hermoso y aún así no superaba su vestido. Otro suspiro de admiración escapó de sus labios al verlo.
El diseño era de ella. Quería representar al que sería su nuevo hogar, escogiendo un diseño bastante diferente al de su ducado natal, aunque también decidió honrar el color ocre de Eisenreich, así como el color de su cabello y de los ojos de su prometido.
Su vestido, se podría decir que era una combinación perfecta entre femineidad y estilo militar en color rojo oscuro. Tenía una capa que cubría sus hombros, uniéndose a las mangas largas hasta el codo y cayendo libres hasta rozar el suelo. En los codos llevaba brazales o codal con un diseño de espigas, unidos a los guanteletes que terminaban en triángulo enganchado a los dedos medios.
El peto, también en metal dorado, formaba un escote de corazón que, aunque dejaba un poco de piel expuesta, tapaba lo suficiente para no ser incorrecto. Justo debajo de los senos, el peto moldeaba su cintura, uniéndose por el centro y cubriendo casi en su totalidad su torso superior.
La falda del vestido era una maravilla. Con un corte en A, caía en múltiples capas hasta el piso. La capa superior se abría dejando en una V invertida dejando a la vista el intrincado bordado en hilos dorados, que formaban cadenas de rombos y triángulos retorciéndose en algunos lugares simulando el trigo en otoño.
Debía agradecer a Rozemyne. Si bien el diseño era propio, ella le ayudó a perfeccionarlo. También le dio la maravillosa idea de usar el rojo para su atuendo.
"Creo sinceramente que se verá mejor en ese tono."
"Pero… ¿no debería usar los colores del otoño?", pregunto un poco consternada. "Mi estación de nacimiento…"
"Bueno, tu compromiso se celebrará durante la fiesta de invierno." Rozemyne había sonreído con complicidad, "amarillo o rojo, cualquiera estará bien."
"Mi señora, es momento" la suave voz de su asistente la sacó de sus cavilaciones.
Con una última mirada a su traje, la comprobación de su piedra de compromiso y un retoque a su maquillaje, partió rumbo al salón de eventos sintiendo el corazón acelerado, las diosas bailando en sus entrañas y una sonrisa imposible de suprimir o cambiar por su máscara noble.
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Werdekraft se levantó temprano esa mañana sintiéndose ansioso. Aun si esta era la segunda vez que se comprometía con alguien, la anticipación de saber que una piedra con su mana colgaría pronto del cuello de Lady Brunhilde.
Ingenuamente pensó que no sería diferente a comprometerse con Sieglinde. Que equivocado estaba.
Brunhilde despertó en él sentimientos que ni Sieglinde logró a pesar de conocerse de toda la vida.
Su primera prometida era una joven Dunkelfelger en toda regla. Una dama educada para ser su segunda esposa. Sieglinde era su amiga, su compañera y su confidente desde la sala de juegos.
Sin embargo, la doncella del templo le inspiraba un sentimiento de admiración que chocaba con el deseo de protegerla.
Si bien tenía el porte digno de una dama, algo en su forma de hablar y referirse a sí misma en ese primer Ditter provocó que él quisiera esconderla en su capa, ocultarla de todo aquel que la mirara y destruir a todos los que le causaron dolor.
Estaba dispuesto a desafiar a ditter a aquellos que la dejaron en el templo. Enseñarles una lección. Más Sieglinde lo detuvo, indicando que demasiada atención podría abrumar a Brunhilde.
"…además, la doncella del templo fue acogida por Lady Rozemyne, ¿no deberías estar agradecido por el tejido de Ventuchte?", lo cuestionó su mejor amiga aquella vez. "Si esa joven no hubiese sido abandonada, ¿realmente crees que sería quién es?"
Las palabras de Sieglinde hicieron eco en su cabeza y, por primera vez, oró a Duldsetzen.
Aunque esa charla y esa oración funcionaron solo para calmarlo de manera temporal.
Werdekraft estaba listo y arreglado desde antes del desayuno, incapaz de dejar de caminar de un lado a otro al sentir su cuerpo entero vibrando como si estuviera por salir a enfrentar al mejor contrincante en el campo de ditter que se le pudiera presentar. Sus asistentes lo obligaron a arreglarse, ya que temían que terminara escapando al campo de entrenamiento y volviera cubierto de moretones, cortes y sudor.
Una vez finalizado, observó su apariencia en el espejo a causa de los nervios, esperando que la imagen que lo miraba fuera del agrado de su prometida.
El traje fue diseñado para combinar con el de Brunhilde según le informaron al tomarle las medidas.
Se preguntó cómo el estilo militar podría ser acomodado al atuendo femenino, imaginando varios escenarios que no resultaban elegantes en forma alguna. Se rindió ante ese pensamiento. Esa no era su área.
'Sin embargo, viendo mi atuendo, sé que ella se verá magnífica.'
Una túnica o, más bien, una chaqueta a medio muslo estilo militar era lo primero en atrapar la vista.
Los contornos de la chaqueta estaban hechos en tela roja mientras que el centro eran azabaches. Las mangas negras finalizaban con un puño rojo, así como parte de la espalda y la cola larga hasta debajo de las rodillas. En los hombros se desplegaban unas charreteras doradas y desde el cuello duro y erguido salía un amuleto con una gran piedra Fey roja, del que nacían hilos trenzados de metal de maná que se unían a la charretera derecha.
Los pantalones en el mismo diseño que la chaqueta estaban hecha en dos telas. Roja por los laterales y negro al centro. Todo el conjunto lo finalizaba un cinturón negro con una gran hebilla dorada, y desde el brazo izquierdo salía una media capa en diagonal que se iba a la espalda y a la cola del conjunto.
Sus ojos se detuvieron por más tiempo admirando los patrones del bordado en dorado que decoraban todo el traje. Por el pecho, el hilo trenzado fue cosido para formar cuatro rectángulos que de alguna forma ocultaban los botones con los que se abrochaba la chaqueta. El trabajo delicado y detallado era una obra de arte. Debía recordarse de felicitar a sus exclusivos.
Su cabello fue arreglado de manera diferente a lo usual.
Werdecraft tenía el hábito de cortarlo a la usanza de todos los varones de la casa archiducal. Extremadamente corto alrededor y largo en el centro, atándolo siempre atrás para mantenerlo bajo control en todo momento. En esta ocasión, sin embargo, su cabello no estaba atado como era usual.
Su cabello fue peinado con una partidura lateral, con la mayor parte descansando en ondas cubriendo de forma parcial el lado derecho de su cráneo a la altura del ojo, dejando por completo descubierto su cabello apenas insinuado al lado contrario, con el escaso cadejo de cabello largo a la izquierda de la partidura acomodado hacia atrás.
"Ya no puedo esperar más, ¡necesito hacer algo!" hablo a su séquito, demasiado ansioso como quedarse allí a esperar, haciendo un verdadero esfuerzo por no llevar su mano a su cabello y peinarlo hacia su nuca, evitando a duras penas arruinar todo el esfuerzo de su asistente.
"Mi señor, si quiere podemos dirigirnos hacia el salón. Todavía falta tiempo, pero al menos podrá ver el lugar" comentó su erudito.
"Si, vamos. ¡Hay que hacer un reconocimiento del lugar!"
"No es un reconocimiento, milord. ¡Esto no es un campo de ditter! Pero si, ya pedí autorización anticipando su ansiedad."
Werdekraft ignoró la implicación oculta en las palabras de su erudito y salió de la habitación.
Lo que encontró al llegar lo dejó sin habla.
El amplio salón estaba dividido en dos con sillas blancas a ambos lados. En el centro se encontraba un pasillo cubierto por alfombras blancas que llevaba directamente al escenario donde se entregarían las joyas de compromiso.
Flanqueando la alfombra podía ver pilares que simulaban ser árboles como de cristal. A pesar de la blancura del lugar, notó que pusieron luces que le daban una tonalidad azulada y dorada como una noche despejada en la soberanía, justo después de una tormenta de nieve. El lugar se veía mágico y casi etéreo.
Caminó despacio hacia el escenario para poder beberse la escena completa, deteniéndose con sorpresa ante la decoración de este, también en tonos blancos, azul y dorado. Cientos de lo que parecían ser flores talladas en hielo decoraban el lugar.
La imagen fue tan impactante, que por un segundo se sintió abrumado. Luego recordó que ese era el ducado de esos dos, y de alguna extraña manera sintió que todo era… normal.
"Hasta mi sentido común fue dañado por ellos", murmuró para sí, moviendo la cabeza de un lado a otro. "Vamos a la sala de espera, creo que necesito un té."
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Brunhilde se detuvo de golpe cuando sus ojos encontraron a su prometido esperándola. Se veía magnífico, apuesto, galante y confiable, fue quizás la primera vez que apreció el porte del hombre con quién uniría sus estrellas.
Una extraña ansiedad se instaló en su estómago. No sabía si sería lo suficientemente digna de volverse su primera dama, pero si sabía que haría todo lo posible por serlo.
Pronto dio un paso solo para volver a detenerse. Esta vez sus ojos se encontraron con los de él, y lo que vio allí la paralizó. Era como si Leidenshaft estuviera danzando con sus llamas en ellos. Werdecraft la miró con un calor tal que sintió que ella misma podría quemarse. Si no fuera por la pequeña tos que hizo su asistente detrás de ella, dudaba que hubiera podido avanzar.
Sintiendo sus mejillas arder caminó hacia el joven quien le tendió un brazo para escoltarla. Sin palabras ni saludos. La mirada de ambos hablaba por ellos.
Caminaron juntos por el blanco pasillo como si estuvieran solos en medio de aquel paisaje de hielo y luz. Hermosas sonrisas adornaban sus labios.
Pronto llegaron al escenario, posicionándose en sus lugares. El Sumo Sacerdote comenzó con la ceremonia, explicando el motivo y a la unión.
"Lady Brunhilde, por favor presente su joya de compromiso" dijo Ferdinand para que todos pudieran escuchar.
Ella avanzo un paso antes de arrodillarse, alzando los brazos en alto con su ofrenda dentro de una delicada caja decorada.
"Mi Dios Oscuro, siempre pensé que Jugereise sería la única diosa que bailaría para mí, más Liebeskhilfe decidió intervenir trayendo consigo a quien me elevaría junto a él hacia la oscura noche que era mi vida. Veo ahora que la oscuridad no siempre significa dolor, sino que también puede estar acompañado por Heilschmerz y Verdräos. Es por eso que aquí, frente a familia y amigos, te pido que aceptes esta piedra y me dejes acompañar tu oscuridad con mi luz."
Werdekraft tomó la caja de las manos de Brunhilde, impaciente por ver lo que contenía. Una mirada de sorpresa se reflejó en su rostro, no por la calidad de la joya, que sin duda era excelente, sino por el diseño. Si hubiera tenido dudas sobre ese compromiso, que no las tenía, habrían desparecido todas en ese momento. Ellos se parecían en más de una forma y esto lo comprobaba.
Acomodado de forma cuidadosa sobre el terciopelo de la caja descansaba un delicado dije de tamaño medio. La piedra Fey hermosamente pulida y trabajada estaba rodeado de lo que parecían ser picos de metal de maná. El diseño era una representación del sol, tan bello y delicado que a punto estuvo de soltar un suspiro como el de sus hermanas ante algo bello.
Con delicadeza tomó la piedra e inyectó un hilo de mana. Las palabras brillaron en el centro de la joya haciendo que una emoción abrumadora creciera en su estómago.
Seré tú luz guía en la oscuridad y un refugio en el caos.
Sin poder evitarlo le sonrió conmovido. La belleza de la mujer frente a él lo abrumó. Deseaba ocultarla en su capa más aún no terminaban. Entregó la caja a su asistente y recibió la suya a cambio, sus ojos fijos en los de ella.
"Mi Diosa de la Luz, Ventuchte unió tu hilo al mío mucho antes de que Verbergen intentara ocultarte bajo su sudario. Fue Duldsetzen quien esperó a que Verdränner desgarrase tu jaula para que pudieras brillar. Aquí frente a todos, debo confesar que admiro tu valentía, tu bravura y alevosía. El que nunca te rindas ante ninguna adversidad y que siempre luchas hasta el final. Ganaste este Ditter con tu valor como lanza y tu sonrisa como escudo, por eso te pido que aceptes esta piedra como una promesa eterna de este caballero a su dama. Protegeré lo que amas y destruiré todo aquello que te traiga dolor."
Brunhilde tomó la caja que le ofrecía, incapaz de creer lo que veía. En el centro de la caja se encontraba una piedra Fey hermosa y brillante, encajada en lo que parecía una luna hecha de metal de maná. La delicada filigrana se estiraba y retorcía con delicadeza sobre la luna y parte de la piedra Fey, formando bellos patrones.
Con la emoción a flor de piel, inyectó en la joya solo un poco de maná para que una exclamación de asombro seguida de una gran sonrisa que dedicó a su prometido escaparan de su autocontrol.
Déjame oscurecer tu mundo para que brilles con más fuerza.
Werdekraft alzó la manga entonces, cubriendo el hermoso rostro de la dama y agachándose un poco para que nadie más pudiera escucharlo.
"Adoro tu sonrisa, pero por favor, que solo la vea yo o tendría que retar a ditter a todo el ducado" murmuró Werdecraft haciendo que Brunhilde soltara una risita antes de recomponerse y el Sumo Sacerdote volviera a elevar su voz.
"Nobles presentes, eleven sus schttapes y saluden a la nueva pareja comprometida. Que Sterrat ate sus estrellas al final de su otoño."
El compromiso terminó con éxito. Pasarían años hablando de como la dama caminó vestida en fuego derritiendo hielo y corazones convertida en la mismísima Geduldh. ¿Su destino? Su Dios Oscuro que la escoltaba con fiereza y gallardía.
Lo que nadie además de ellos podría recordar, sería que la joven buscaría un descuido de sus asistentes para lanzarle a los brazos de su futuro Dios Oscuro a fin de besarlo para asegurarse de que todo era real. Tuvo que besarlo una segunda vez al encontrarse con un agradable sabor similar a la miel en los labios de su prometido, sonriendo feliz al sentir por primera vez, el maná confortable y agradable de su prometido.
