El Ascenso de un Científico Loco

¡Descubriré Como Funciona el Mundo!

Bendiciones de Fortsente

"Yo le dije que no saliera hasta que pudiera asegurar un primer hijo. También convencí a Christine", confesó Lady Lavinia dos días después de la unión de las estrellas de Sylvester mientras tomaba el té conmigo y con Brunhilde en el Templo, luciendo de algún modo… abatida.

"¡Oh, dioses! ¡Lavinia, no debí preguntarte si estabas…"

"No te disculpes, Brunhilde. Somos amigas y tienes curiosidad. Estoy bien. Esto era inevitable."

Sin importar lo que dijera, se notaba deprimida en su mirada y en la lentitud de sus movimientos.

"Sylvester necesita asegurar un hijo con Christine lo antes posible, de ese modo, cuando sea mi turno de atar mis estrellas con él, no será necesario que nos preocupemos por mi propio control de natalidad. Habrá un heredero asegurado y alguien que pueda suplir mana en mi lugar si… logrará hacerme con la carga de Geduldh… ¿no es cierto?"

Estaba deprimida. Luego de más de dos meses conviviendo con ella podía notarlo, entonces recordé que ella se había puesto mala una semana antes del enlace de Sylvester y Christine. Esto no eran celos por Christine, no cuando había bajado tanto su voz al comentar sobre si… si lograba…

"Lady Lavinia…"

"Solo Lavinia, Ferdinand. Seremos familia en dos años."

Le sonreí con amabilidad y reformulé. Esta era una de esas raras ocasiones en qué Lavinia bajaba su guardia, después de todo.

"Prima Lavinia, ¿despertaste tu detección de maná?"

Ella solo asintió. Sus ojos se llenaron de lágrimas que no derramó en modo alguno. Brunhilde también lo notó, una de sus manos se apoyó de pronto en el hombro de Lavinia y yo me apresuré a ofrecerle mi pañuelo, mismo que ella declinó luego de agradecerme.

"¿Te preocupa que no puedas sentir a esos dos?" dijo Brunhilde de pronto y yo me aseguré de que la barrera antiescuchas siguiera en su lugar. Lavinia debió notarlo porque su gesto cambio en ese momento por una sonrisa noble, justo a tiempo para simular que todo estaba bien, cubriendo su boca en lo que simulaba tomar algo de té.

"No puedo sentir a Christine… y Sylvester está muy arriba de mí… no pensé que la brecha sería tanta."

Asentí comprendiendo. No estaba segura si solo sentía celos o miedo también, lo cierto era que de pronto tenía mucho sentido que volvieran a Christine parte de las personas autorizadas a dar maná a la fundación desde el día previo a atar sus estrellas, que la llevarán a proporcionar mana una campanada antes de la ceremonia y que pidiera prestado el cáliz de Geduldh por el resto de la semana.

Por alguna razón, quería consolar a Lavinia, quién ahora estaba tomando una galleta, observándola con tristeza y mirando los intrincados detalles en la decoración, tan similares a las decoraciones en los postres de Christine

"Le diré esto para estar a mano", anuncié en un suspiro, levantando mi taza y hablando lo siguiente dentro de ella, "Sylvester está enamorado de ti, aunque no lo diga. Supongo que no quería asustarte o solo está demasiado acostumbrado al circo que montan ustedes dos."

Bajé mi taza y la miré. Estaba conmovida de verdad. Brunhilde por su lado nos miraba de uno a otro como si estuviera perdida. Era obvio, ella no los había visto interactuando con Christine como para notar la diferencia en el trato… o cuan preocupado estaba de lo que Lavinia pudiera pensar de Christine.

"Si te preocupa tanto… te daré la primera parte de su método de compresión de mana. Tengo entendido que funciona incluso en adultos."

"¿De verdad? Pero ¿solo así?"

Miré a Lavinia. La joven parecía una niña tratando de controlarse frente al aparador de una juguetería en plena víspera de Navidad.

'Supongo que me toca ser Santa Claus.' Pensé, haciendo lo posible por no sonreír demasiado ante la idea. "Es el derecho de Sylvester poder compartirlo con sus Prometidas. Rozemyne te dará la otra mitad cuando la veas en Drewanchel, solo promete que tendrás cuidado de no enfermar de mana. Tienes dos años para alcanzarlos a ambos."

"¡Tendré cuidado!" dijo con la misma determinación de alguien preparándose para ir a la guerra. "Muchas gracias."

"No me agradezcas, sólo déjame burlarme un poco de Sylvester."

"¿Burlarte?"

Lavinia nos miró primero a mí y luego a Brunhilde, la cual estaba tratando de no reír demasiado detrás de su abanico.

"Nada muy extremo, solo echarle en cara que tiene un raffel por alguien que acaba de cumplir los catorce hace un par de días."

Los tres sonreímos en mutuo acuerdo. De más está decir que para la siguiente campanada Lavinia estaba terminando de firmar los acuerdos de no divulgación y yo le enseñé los primeros dos pasos de compresión del método de Rozemyne… o que apenas Sylvester salió de su habitación, no dejé de señalarle cuando se sonrojaba por Lavinia o cuanto parecía estar disfrutando de perder ante los pequeños pies de su aún pequeña prometida… incluso le ofrecí cubrirlo para que pudiera besarla, si no le molestaba besar una menor de edad. Verlo sonrojado y de malhumor tratando de ocultar lo obvio esa siguiente semana fue bastante divertido.

.

Ferdinand.

Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que pude enviarte una carta, por desgracia, el gasto de maná para usar el circulo de teletransporte, es muy grande.

La tía y el tío están complacidos con el avance en el templo.

He cultivado algunos materiales poco comunes, creo que te pueden interesar.

También, Drewanchel es un ducado forestal, creo que podrían surgir nuevos tipos de papel, ¿podrías avisarle a papá que Aub Sebastián se comunicará con él pronto?

Están interesados en la industria papelera y yo de verdad quiero más papel. Más papel significa más libros… por cierto, necesito que me envíes con Lady Laviana papel vegetal y tinta.

Tengo permiso para transcribir sus libros.

Oh, también estoy adjuntando un esquema para una versión mejorada de los Blatand, fusionándolo con el espejo de agua de comunicación directa para que podamos hablar incluso a través de la barrera del ducado, aunque gastará mucho maná y… no estoy segura de que vaya a funcionar correctamente, pero en serio te extraño y quiero verte.

Con amor

-Rozemyne

Sonreí a la carta y la guardé.

Estaba tomando un descanso de la práctica de esgrima. Al parecer, Sylvester no se estaba tomando muy bien mis bromas respecto a sus sentimientos por Lavinia a juzgar por la fuerza e intensidad de sus agresivos ataques de más temprano.

Yo debía estar bastante cansado y en mal estado luego de la práctica si mi hermano tomó la decisión de ir a ver si tenían correspondencia para mí, cosa que agradecí bastante, devolviéndole la carta para que pudiera guardarla por mí.

"¿Mi hermanita te mandó correspondencia? Debes extrañarla mucho si has decidido proyectarte en mí." Se burló Sylvester mucho más tranquilo también, dejando que su asistente le limpiara la frente y el cuello. Estábamos tan sudados que no tardarían en llevarnos a nuestros respectivos aposentos para tomar un baño y cambiarnos a ropas más adecuadas para ir a desayunar y luego pasar a tomar nuestras clases de política con mi padre.

"Nadie se está proyectando en nadie, Sylvester, solo te devuelvo un poco de tus amigables interacciones."

"¡Ja! ¡Amigables! Decirme que parezco un asaltacunas no es amigable."

"Gritarme que no vaya a lamer la tinta de las cartas de mi prometida frente a tu padre, Brunhilde y Lavinia tampoco lo es."

Sylvester soltó un largo suspiro, cubriendo su rostro por un segundo o dos antes de dejar que su mano se escurriera por su cara. '¡Tan melodramático como siempre!'

"Bien, bien, no volveré a burlarme de ti cuando recibas carta de mi hermanita."

"Gracias. Ya que has decidido volverte una persona de bien y ahora eres un adulto casado" le comenté conforme ambos caminábamos al ala del castillo donde estaban nuestras habitaciones. Una mirada atrás y constaté que nuestros asistentes iban a buena distancia para oír la conversación, así que no dudé en simular sacudirle un poco de toda la tierra que teníamos encima para colarle una herramienta antiescuchas "¿quieres que los distraiga para que puedas besar a tu prometida menor de edad o con tu esposa mayor que tú tienes suficiente?"

"¡Ferdinand!"

No pude suprimir la risa, solo cubrirla antes y tratar de que durara lo menos posible.

"Tienes razón. Si la besas serás tú el que quiera lamer la tinta de sus cartas" aproveché ese momento para dar un jalón a la cadena de mi herramienta antiescuchas y guardarla de nuevo, dedicándole a mi querido primo una sonrisa tan falsa como mis intenciones de dejar de molestarlo "Por cierto, Lady Lavinia se va en tres días. Espero que le hayas preparado un obsequio adecuado. Ya sabes. Protocolo interducados."

"Si, claro. Protocolo. Protocolo el que te voy a dar en el entrenamiento de mañana."

El asistente de Sylvester carraspeó detrás de nosotros y ambos nos sonreímos, despidiéndonos como correspondía antes de separarnos para ir a asearnos.

Mi diversión no duraría demasiado.

Justo el día previo a su marcha, en medio de uno de nuestros improvisados torneos de juegos de mesa, Sylvester se las ingenió para ganarle a Lavinia por primera vez en toda la temporada en nada menos que damas. El muy descarado decidió exigir como premio que Lavinia le dijera todas las cosas que le gustaban de él y luego, para bochorno nuestro, me lanzó una mirada desafiante antes de mirarla a ella con una ternura inusitada, tomando su mano y besándola tal y como yo besaba las manos de Rozemyne en ocasiones.

"No debería, ya que no fui yo quien perdió está vez, pero… ¿sabes? Luego de tu bautizo te veía como mi linda y tímida prima a la que debía apoyar en la Academia Real para que me admirara como si fuera un genial hermano mayor… gracias por ponerme en mi lugar con todos estos juegos de estrategia, Bluanfah no habría empezado a bailar con tanta fuerza si no me hubieras tratado tan desafiante todos estos años."

"¡Syl… ¿Sylvester?!"

Una mirada. Solo eso necesitó ese descarado para hacernos salir del rango de la herramienta a Brunhilde y a mí para comenzar a solicitar cosas que no teníamos en ese momento preparadas. Apenas los asistentes salieron, Brunhilde y yo nos encontramos con que el descarado de Sylvester bajó de su silla para decirle algo que ninguno pudo escuchar y luego la besó. Fue un gesto muy rápido, habría pensado que lo imaginé si Lavinia no se hubiera colgado de su cuello en cuanto él intentó poner distancia, escondiendo su rostro en el hombro de él. Sylvester no tardó en devolverle el abrazo y oler su cabello con una sonrisa tranquila y boba, besando a Lavinia en la frente en cuanto le hicimos señas de escuchar a los asistentes regresando.

Al final, cuando todos nuestros asistentes volvieron con los obsequios que le daríamos a Lavinia y la asistente de ella entró con un carrito con té recién hecho, tanto Sylvester como Lavinia estaba cada uno en su asiento simulando que nada había pasado.

De más está decir que al día siguiente, cuando Lavinia partió, era demasiado obvio que Bluanfah bailaba ante sus ojos mientras se despedía de Sylvester, aún si ambos estaban haciendo sus bromas usuales… o que a todos se nos cortó el aliento cuando Sylvester se arrodilló para besarle ambas manos en el último minuto, justo después de despedirse de ella y antes de permitirle subir al círculo de teletransportación.

"Besé a una menor de edad porque ya me cansé de fingir que no siento nada por ella. Y sí, me aseguré de rezarle a Bremwarme, Beischmacht y Entrinduge con Christine, que es mayor que yo, por cinco días con todo y sus noches. A ver ahora de que te burlas, mi pobre, desafortunado y celoso primo Ferdinand."

Tuve que sonreírle y admitir la derrota. Era divertido verlo fastidiarse porque yo seguía negando que amaba a Rozemyne. Un día yo también lo aceptaría sin más frente a otros, de momento seguía siendo divertido decirles que no era así… aún si la extrañaba demasiado y me esperaba más de media temporada sin ella.

.

"¿Puedes culparlo? Nadie es tan terco como tú para seguir fingiendo demencia ante lo obvio solo por molestar a los demás, Ferdinand." Dijo Laurenz en japonés por medio del blatand.

Tenía una semana de que Lavinia se fuera y cada vez que intentaba defenderme de las bromas de Sylvester con bromas sobre su esposa o su prometida, él me las devolvía con tanto cinismo, que me tenía extrañado.

Justo esa mañana, Sylvester me notó demasiado feliz, adivinando que había recibido correspondencia de mi novia, sin saber que en ella venía el nuevo prototipo para hacer videollamadas entre los Ducados y que pude escuchar su voz y verla como si fuera una pintura de Monet luego de una temporada entera.

"No seguiría fingiendo si él dejara de insistir con sus bromas."

Sabía que sus bromas eran completamente mi culpa, al inicio, como archinoble, no sentía correcto responderle, incluso cuando me volví candidato a archiduque, aun me sentía inferior a él, mi propio autodesprecio junto con lo que queda de mi sensibilidad japonesa me lo impidieron. Ahora que teníamos el mismo estatus y finalmente lo acepte…

"Bueno, pues lo mío no es broma." Respondió Laurenz sacándome de mis cavilaciones. "Extraño a mi Alerah y no hablo en el sentido sexual, ya sabes… extraño platicar con ella antes de dormir o mientras nos estamos arreglando para empezar el día. Extraño mucho asomarme sobre su hombro cuando tengo tiempo libre para ver qué está diseñando ahora y darle sugerencias. Y su olor, ¡cómo extraño despertar con su aroma!"

"No es sexual pero extrañas su aroma, ¿en serio, Laurenz?"

"Como si tú no buscaras cualquier excusa para oler el cabello de milady. ¿Crees que no lo notó?"

Sentí que me sonrojaba un momento, luego ambos nos reímos un poco. Era un alivio estar de vuelta en mis túnicas sacerdotales recorriendo el Templo luego del desayuno y verificar que todo marchara como debía.

Nuestra conversación se detuvo cuando entramos al despacho y cada uno comenzó a trabajar en sus asignaciones del día. Llevar el templo era casi un juego de niños en comparación con el trabajo del Aub. Luego de experimentar a apoyar en el despacho de mi tío por tres meses, estaba más que seguro de que podía gobernar sin problemas, incluso podía seguir haciéndome cargo del Templo junto a Rozemyne si me organizaba de manera adecuada. Mi duda, sin embargo, seguía siendo si debía tomarme en serio la competencia o seguir como hasta ahora.

'¿Quiero ser Aub?'

La súbita revelación de que Rozemyne también se lo tomaría en serio cuando su autoimagen se reestableciera en una positiva y acordé a su puesto me emocionó. Una de las razones de que tomara Licenciaturas, ingenierías y especializaciones tan dispares como Tetsuo era la posibilidad de competir con otros y ponerme nuevos retos. Nada me subía más la moral que tener un nuevo reto conquistado. Nada me hacía más arrogante tampoco.

"Ferdinand… ¿O debo llamarte, Tetsuo justo ahora?"

Levanté la mirada de la tablilla que estaba analizando. Laurenz acababa de hablarme de nuevo por medio del blatand y me miraba con la misma preocupación con que me miraba Shuu cada vez que tenía alguna discusión con el rival de turno en la carrera que estudiamos juntos.

"¿Sucede algo?" le pregunté.

"Eso quiero saber. Tengo la impresión de que estás a punto de sepultarte en trabajo solo para ganarle a alguien."

"No… todavía no lo decido."

"Estoy seguro de que estás por decidirte. ¿Planeas acabar con Sylvester y volverte Aub?"

"Eso no sería muy estimulante. Sylvester no es un reto."

"¿A no? ¿Entonces a quien…? ¡¿No?!"

Lo miré del todo, captando el momento exacto en que todo el panorama se proyectaba en sus ojos… o casi todo. De pronto tenía la sensación de que Laurenz comenzaría a correr por toda la oficina como un ave al que han cortado la cabeza sin amarrarle las alas y las patas para desangrarla sin hacer un desastre en el bosque de los plebeyos. Por fortuna su amigo se abstuvo, mirando el trabajo pendiente en su escritorio y luego el que aún estaba en el mío, observando en derredor como si estuviera evaluando cuánto tardarían los demás en terminar. De algún modo, me recordaba esas tardes que pasamos en los laboratorios de informática haciendo trabajos en equipo, con él bullendo por salir de ahí para arrastrarnos a la biblioteca a buscar a Urano, a la librería a comprar el nuevo número de la shounen jump o insistir en que fuéramos al karaoke o a las salas de arcade por algún evento.

"Brunhilde, ¿me pasas por favor tus tablillas sobre los insumos del orfanato? Matthias, ¡te cambio mis papeles de contabilidad por los papeles de renovación de espacios! Damuel, ¿te importaría apoyar a Harmuth con la contabilidad para la próxima fiesta de la cosecha?"

Todos me voltearon a ver. Ellos nunca habían visto a Laurenz dando indicaciones porque ese idiota nunca tenía interés en terminar más rápido con nada. Era un idiota demasiado feliz.

"Hagan lo que pide. Me haré responsable si su iniciativa no funciona."

Yo, en cambio, pude verlo liderando a nuestros equipos con bastante frecuencia porque ese Otaku insufrible siempre tenía un evento al que acudir, un manga que leer o una oferta que aprovechar si terminábamos a tiempo. La idea de que de seguro terminó trabajando como supervisor, líder de equipo o incluso gerente de la empresa donde estuviera trabajando me pareció algo bastante obvio. Shuu siempre había sido carismático y tenía facilidad para encontrar los puntos fuertes de los otros para asignarles los trabajos en los que avanzaría más rápido. De pronto la idea de que su influencia podría haber modelado la habilidad de mi Rozemyne para delegar y educar a un nivel subconsciente me golpeó.

Menos de una campanada después, el trabajo de oficina del día estaba terminado y todos nos encontramos con que teníamos un cuarto de campanada libre.

"Laurenz, si podías hacer esto, debiste empezar a asignarnos papelería desde antes." Se quejó Matthias al salir, dándole una sonrisa y un pequeño puño en el hombro a Laurenz.

"¡Eso fue como tener a nuestra señora guiando!" murmuró Grettia, mirando a Laurenz con nuevos ojos.

"Debe ser que las bendiciones de nuestra diosa han alcanzado a Laurenz y por eso ha despertado en él una nueva habilidad. ¡Alabada sea la santidad de la Suma Obispa de Eisenreich!"

Laurenz se frotó la nariz un momento con una sonrisa ladina y una mirada divertida.

"Fue solo suerte, amigos. No estoy seguro de poder repetirlo otra vez. Seheweit no me ha bendecido tanto, justo igual que Anhaltaung. De hecho…" el muy idiota soltó un suspiro, dejó caer su cabeza sobre uno de sus hombros y se miró las manos mientras flexionada los dedos "extraño tanto rezarle a Bremwarme."

"¡Laurenz!" se quejó Tuuri en tanto Briggite le daba un fuerte golpe en la espalda, antes de salir tan ofendida como su mi amigo hubiera insinuado que quería invocar al invierno con ella.

"Y nuestro Laurenz volvió" sonrió Roderick pasando por su lado "lo que hiciste fue increíble, Laurenz, lástima que la eficiencia no sea algo que te importe demasiado."

Pronto se vacío la oficina y Laurenz sonrió aún más sin dejar de sobar ahí donde Briggite le había golpeado con más fuerza de la necesaria, esperando a que yo lo alcanzara.

"Muy bien, ya no tenemos el tedioso trabajo de oficina encima. ¿En serio crees que milady va a tratar de conseguir el asiento del Aub."

"Solo espera a que reconozca cuánto bien le ha hecho al Ducado y cuánto más podría mejorarlo si decide volverse Aub. Lo siento por Sylvester, pero no va a tener oportunidad contra nosotros. Ninguno va a querer ser solo un consorte."

"Por favor, no vayas a volverte el engreído de antes. Tu madre y yo ya te soportamos lo suficiente en nuestra vida anterior, no hagas que Rozemyne sepa con quién iba a casarse como Urano. No creo que le agrade demasiado ahora."

En ese momento guardé silencio, mirándolo y sintiéndome avergonzado. Ambos salimos al patio y subimos al techo, buscando una sombra donde sentarnos a seguir con nuestra conversación. Ya no tenía esos prejuicios sobre de mí. Ya no me infravaloraba. De hecho, era la primera vez que podía verme con claridad en dos vidas.

"Lo lamento" dije de pronto, cuando ambos estuvimos acomodados mirando las nubes "Debí agradecer que el terco otaku fiestero del grupo empezará en jalarme por toda la ciudad y que se tomará la molestia de tratar de juntarme con su amada hermana por mi propio bien."

"Vas a hacer que me sonroje. No quería que me agradecerás entonces y no quiero que lo hagas ahora. Por alguna razón siempre me pareciste alguien interesante que necesitaba ayuda. Puedes culpar de eso a Urano. La cuidé por tanto tiempo, que cuando ya no estuvimos en el mismo salón tuve que buscar al bicho raro más difícil para cuidarlo."

Ambos nos miramos y luego reímos a carcajadas. En el pasado me habría sentido insultado por ser llamado bicho raro o porque me dijeran a la cara que me estaban arrastrando para cuidarme por un trauma o algo así causado por otra persona tan problemática como yo. Ahora de verdad me sentía agradecido… y avergonzado también. Laurenz siempre supo que yo era Tetsuo, lo confirmó incluso antes de asegurarse de que Rozemyne fuera Urano.

Urano, la chica a la que consideraba su hermana porque cuidó de ella toda la vida de la misma Urano.

"Debí notar antes que eras tú…" le comenté entonces en tono de disculpa. Yo no fui el único amigo de Shuu. No fui tampoco su mejor amigo en aquel lejano entonces… pero él si fue mi único amigo a lo largo de toda una vida.

"No digas eso, Ferdinand. ¿Qué posibilidades había de reencontrarnos de este modo, señor la lógica lo es todo?, además, lo dices como si te sintieras responsable de mi vida actual y mi vida actual es mejor que lo que hubiera soñado siendo japonés."

"Laurenz… es que, bueno, para nosotros que vivimos como adultos, la guía de un padre se vuelve muy necesaria, porque de lo contrario crecemos pensando que sabemos lo que estamos haciendo sin percatarnos de las complicaciones que tiene nuestro sentido común adulto con el desarrollo del cerebro de un joven… de haberlo notado, le habría pedido a mi padre que te adoptara. Lamento no haberte ayudado cuando lo necesitabas. Lamento no haberme dado cuenta de que mi único amigo de verdad renació tan cerca."

La sonrisa de Laurenz seguía ahí. Una sonrisa complicada, acompañada de un ligero rubor.

"¿Lo arruiné, verdad? Mi reputación y la de Alerah."

'Ella sola arruino su reputación…', pensé, pero no le diría eso a mi amigo, me sentía en parte responsable por eso, cuando supe que era él, acabábamos de terminar tercero, una adopción hubiese sido viable y las cosas podrían haber tomado otro rumbo, pero yo… en verdad fue mi autodesprecio lo que impidió que hablara con mi padre y le pidiera un favor, no quería molestar más de lo que ya lo hacía.

Solté el aire y traté de convertirme en Anhaltung para él, le debía eso al menos.

"Todavía puedes arreglarlo, si lo deseas, claro. Sé que somos adolescentes, pero sería bueno que te comportas menos como un pervertido y más como el Shuu confiable de antes."

"Le quitas lo divertido a la vida, pero, supongo que tienes razón. Y con respecto a no reconocerme antes…" dijo Laurenz dejando de mirar a las nubes para mirarme a mí con esa sonrisa de gato de Chezaire que puso el día que me dejaron varado en el distrito rojo "¿Quién puede culparte de no reconocerme? Te volviste un verdadero lolicon besando a nuestra pequeña señora y buscando consolarla cada que era posible."

"¡Laurenz!"

El idiota reía ahora a pierna suelta en tanto yo aguantaba a sentir como me sonrojaba de manera furiosa. Yo no era un Lolicon… me enamoré de una joven que me necesitaba, que me había dado demasiado y a quien quería hacer feliz con todas mis fuerzas mientras sentía que no tenía derecho de pararme a su lado.

"Bien, bien, no eres un lolicon, jajajajajajaja, pero lo pensé por bastante tiempo, Ferdinand. No puedes culparme"

Suspiré cubriendo mi cara sin dejar de sonreír. Laurenz no era el único que debía arreglar su comportamiento. También yo.

.

Con el paso de los días dejó de ser bizarro que Laurenz dirigiera el trabajo de la oficina y se volvió la norma.

Llegaba antes que todos para revisar las tareas del día y reasignarlas de forma más efectiva. Para el siguiente día del agua ya había preparado pequeñas cajas con los nombres de todos en las cuales ponía el trabajo que harían, estaban dividas en tres.

Mi amigo explicó que era: urgente, del día y 'puede esperar a mañana', por supuesto, con lo eficiente que se volvió la oficina, nada quedaba para después.

En algún momento Laurenz se aburrió y comenzó a revisar también el trabajo de los asistentes y al final creó mejores rutinas para los caballeros. Aparentemente la esposa que tuvo en su vida pasada era una marcialista experta.

"Akane nunca logró que yo hiciera ejercicio, pero me gustaba verla entrenar, y ocasionalmente la ayudé con sus lecciones, así que tengo una idea clara sobre cómo mejorar el rendimiento."

También comenzó a trabajar en varios proyectos que tenía pausados.

Laurenz simplemente pospuso todo lo que quería hacer y decidió disfrutar su vida.

"¿Quién eres y que hiciste con Laurenz?" preguntó Matthias en cuanto tuvo un día libre.

"Los adultos creen que tanta abstinencia le arruinó la cabeza", comentó Damuel, "¿O era que tantos juegos invernales le tenían mal de la cabeza?"

"Al menos ya no va por ahí haciendo esos comentarios desagradables", concedió Briggitte, "o tal vez decidió que quiere ser un adulto decente."

Hubo algunas risas, incluido Laurenz. Cuando todos terminaron de reír, mi amigo me miró. Fue durante uno de esos pocos días en los que todos estábamos tomando el almuerzo.

"Bueno, si soy sincero… quiero una vida mejor que la que estaba ofreciéndole a Alerah y a mí mismo. Supongo que estoy madurando, eso es todo. Lamento que tuvieran que tolerar mi… irresponsable forma de proceder."

"¡Oh, dioses!" comentó nuestro ángel en ese momento, cubriendo su boca asombrada antes de sonreír "parecer que mis oraciones a Erwachleren y Anhaltaung fueron escuchadas."

Para cuando la Fiesta de la cosecha estaba a pocos días de distancia ya nadie se extrañaba por el comportamiento de Laurenz. Se volvió normal que los otros caballeros y aprendices lo buscaran durante o después de los entrenamientos para reajustar sus rutinas. Tuuri y Grettia discutían con él formas cada vez más ingeniosas de tener el Templo en perfecto estado e incluso como enseñar a los aprendices grises y a los huérfanos para que tuvieran más tiempo para cultivarse en otras áreas y por supuesto, algunos de los aprendices a asistentes en el castillo también lo buscaban para preparar sus cronogramas.

El chico de pronto se había vuelto un ejemplo a seguir... al menos en público.

En ocasiones todavía me hacía algunos comentarios inapropiados cuando nadie estaba poniéndonos atención y yo solo suspiraba antes de seguirle el juego. Ese exceso de confianza conmigo parecía que no iba a cambiar. Mientras se comportará frente a los demás, estaba bien con eso.

Entonces fue hora de que Rozemyne volviera. Muchas de sus cosas comenzaron a llegar desde la noche anterior, motivo por el cual me negué en rotundidad a dormir en el Templo. No fui el único. Laurenz también decidió dormir en las barracas del castillo con tal de estar ahí cuando volvieran.

Faltaban dos días para el Festival de la cosecha y hacia media campanada que la tercera había sonado cuando el círculo de teletransporte se iluminó de nuevo.

Ahí estaba la luz de mis ojos, apareciendo junto a Margareth y Alerah, mirándonos a todos con una sonrisa cordial y un aura distinta. Más confiada entre otras cosas.

"Padre, Lady Verónica. He vuelto."

Sus ojos se posaron en mí y ambos nos sonreímos luego de estudiarnos por un par de segundos.

"Bienvenida de vuelta, hija", saludó el Aub, desviando su mirada hacia mi apenas un par de segundos para luego sonreír, "hay mucho que debe ser discutido, noticias que deben ser intercambiadas y preguntas que responderse, pero eso puede esperar. ¿Ferdinand?"

Yo solo asentí dando un par de pasos al frente para ofrecerle mi brazo y ayudarla a bajar, escoltándola hacia la sala de té de su habitación dejando que su aroma me alcanzara.

"Espero que Fortsente haya bendecido tu viaje a Drewanchel." dije tratando de contener mi repentina necesidad de abrazarla y ocultarla del mundo.

"Lo hizo más de lo esperado. Sin embargo, es bueno estar de nuevo con mi Geduldh."

Sus dedos se apretaron en mi brazo y asentí sin más. Ambos nos habíamos extrañado y ambos estábamos felices de volvernos a ver.