El Ascenso de un Científico Loco
¡Descubriré como Funciona el Mundo!
SS Lavinia: Los Candidatos del Viento
"Lavinia, ¿qué te parecería visitar Eisenreich este verano?" preguntó su madre poco después de que volvieran a Drewanchel luego de la Conferencia de Archiduques.
En realidad, le parecía una idea adecuada. Negar qué sentía curiosidad por su futuro Ducado sería tonto e ingenuo. Sin importar cuanto amara Drewanchel o que tan familiarizada estuviera con la ciudad principal, apenas se graduará y llegará la siguiente Conferencia Archiducal, se casaría con Lord Sylvester y se mudaría a Eisenreich.
¿Por qué no acelerar un poco el proceso de transición entonces?
"Creo que sería beneficioso para mí obtener la bendición de Besuchweg antes de asentarme en mi nueva Geduldh, madre. Sin embargo, intuyo que no es del todo para mí propio beneficio. ¿Podrías ser Anhaltung para mí entonces?"
En Drewanchel destacaban solo los más aptos. Los más inteligentes. Los que más investigaban. Los que desarrollaban más mana también. Ella lo supo en el momento en el que la presentaron con sus hermanos mayores algunas semanas previas a su bautizo, Drewanchel era la tierra de Mestionora y como tal, no podían ceder nada a nadie que no se lo ganara, después de todo, el conocimiento no solo se transmite, se forja y se gana a base del esfuerzo propio y conjunto.
Lavinia no tenía idea de quién sería el siguiente Aub Drewanchel y, a pesar de ser hija biológica del actual Aub Sebastián y de su primera dama, eso no le aseguraba de que fuera a tener éxito en ello. Incluso con todos sus esfuerzos y sus notas, no estaba segura de que ella sería la siguiente en ocupar el asiento. Conocía bien a sus hermanos. Sus motivaciones. Sus logros. Sus áreas de especialidad. La competencia era salvaje, por llamarlo de algún modo y aun cuando ella misma disfrutaba de la competencia, también era realista. No estaba entre los primeros cinco siquiera.
"Tu padre y yo hemos notado un incremento en la capacidad y calidad del maná de algunos no les de Eisenreich. Estoy segura de que tú también lo has notado, Lavinia querida."
La joven de trece años tomó un sorbo a su taza de té, recordando de inmediato a los sacerdotes ennoblecidos de Eisenreich y como destacaban siempre, no solo por ser sacerdotes o doncellas del templo, sino por sus propios esfuerzos
"Lo he notado, madre. ¿Qué tendría eso que ver con dejarme visitar la tierra del viento antes de que Dregarnuhr me conduzca a ellos de manera inevitable?"
Su madre le sonrió, llevándose un postre a la boca como si con eso pudiera considerar sus palabras un poco más.
"Imagino que notaste que tu padre y yo intercambiamos algunas palabras con el Aub de Eisenreich y su primera dama durante el Torneo Interducados."
"Si, madre. Lo noté." Respondió Lavinia sonriendo. Había sido bastante divertido solicitar que su prometido la escolta a recorrer los puestos de los otros Ducados mientras los adultos hablaban. La reticencia de Lord Sylvester a escoltarla o las muecas que hacía conforme hablaban solía ser refrescante y gracioso. No importaba cuántas veces le ganara en gweginen, o que comentarios hiciera ella al usar una herramienta antiescuchas, él no se separaría de ella hasta que ella o algún adulto lo liberara.
"Nosotros mostramos interés por mejorar nuestro templo y durante la Conferencia, ellos hablaron con nosotros sobre su interés por conocerte mejor. Es casi seguro que Lord Sylvester será el siguiente Aub de Eisenreich, así que Lady Verónica y yo acordamos un pequeño intercambio."
No sabía si molestarse o preocuparse. Optó por ir directo al punto.
"¿Quién vendrá mientras yo estoy allá?"
"Lady Rozemyne, por supuesto."
La infame Lady Rozemyne. Hermana menor de Sylvester. La muy amada por los dioses. La mismísima Princesa Santa cuyas notas impecables en cada asignatura provocaban dolores de cabeza en su dormitorio. ¿Cómo vences a la perfección misma? ¿Cómo la haces ceder terreno?
"Así que, ambas estaremos en el Ducado de la otra durante el verano. Es una verdadera pena que no tendré el honor de convivir con ella, entonces."
"Te equivocas, Lavinia querida. Tú solo estarás de visita en Eisenreich durante el verano para familiarizarte con tu nueva Geduldh e investigar su templo, a sus candidatos y su comercio. Lady Rozemyne estará aquí desde el ultimo mes de primavera, todo el verano y casi todo el otoño, hasta el festival de la cosecha, ya que debe ayudarnos con los rituales y otras actividades religiosas."
Sonrió. Tendría tiempo para concentrarse en la obtención de información, molestar un poco a Sylvester y después tendría una temporada entera para conocer mejor a su futura cuñada.
La Suma Obispa de Eisenreich.
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"Me gustaría encontrar una diosa de la luz tan linda como tú"
Lavinia soltó un suspiro, abriendo sus ojos y mirando el dosel de su cama como hacía en ocasiones. De nuevo había soñado con eso. El momento en que se decidió a casarse con Lord Sylvester.
Tenía siete años. Era mediados del otoño. Su bautizo había ido tal y como se esperaba para alguien de su rango. No era de extrañar que sus familiares de otros ducados viajaran para darle sus felicitaciones y conocerla.
Así fue como conoció a Lady Georgine, Lady Constance y Lord Sylvester. Era natural, Lady Verónica y su madre eran hermanas, bautizadas por la primera dama de Ahrensbach y el Aub de dicho Ducado, y dado que Eisenreich era un gran Ducado, sus primos asistieron.
"Felicidades por tu bautizo, querida prima" fueron las palabras sencillas y amables de Lady Georgine "que Anhaltung y Mestionora te llenen de sus bendiciones como digna hija de Drewanchel."
"Espero que Efflorelume y Geduldh te den sus bendiciones también" acotó una joven Constance con una brillante sonrisa.
"Felicidades, prima" fueron las palabras casuales de Lord Sylvester, quién miró a todos lados antes de deslizarle una herramienta antiescuchas entre las manos "cuando te aburras de toda esta gente dándote felicitaciones y esperando que los dioses te bendigan, podríamos ir a divertirnos de verdad."
Ella solo asintió en ese momento, observándolos irse junto a su madre para dejar que pasarán otros nobles de rango más bajo.
Tal y como él joven de cabellos azul índigo vaticino, terminó exhausta y aburrida. Estaba terminando de comer cuando su joven primo se paró junto a ella, mirándola con una sonrisa divertida.
"Lady Lavinia, he preguntado a sus padres si le permitirían mostrarme los jardines. Temo que todavía no soy tan bueno para socializar como mis hermanas y he oído mucho de sus célebres jardines por parte de mis maestros."
Ella miró y sus padres solo asintieron. Después de eso, todo fue evadir a sus guardias, a sus asistentes principales y jugar en el césped. Hacía meses que no podía jugar y reír debido a lo intenso de sus clases de preparación para su bautizo, de modo que poder salir a correr, esconderse y escalar árboles con otro niño fue revigorizante para ella, aún si no se atrevía a hablar mucho o a ser quien diera las ideas de a dónde ir, aguantando la risa todo lo posible para no deshacer por completo su fachada noble, construida con tanto esfuerzo.
Al menos media campanada después, estaban ocultándose de uno de los guardias de ella, respirando con dificultad entre algunas rocas gigantes que adornaban el jardín cuando lo notó mirándola de un modo extraño.
"Me gustaría encontrar una diosa de la luz tan linda como tú"
Eso la descolocó, haciéndola sonrojar, en especial cuando Lord Sylvester sacó un pañuelo para limpiarle algo de sudor del rostro y acomodarle el cabello que tenía sobre la cara.
"Tu cabello brilla como la diosa de la luz cuando sus rayos se posan en ti, primita. Ojalá el mío brillara del mismo modo."
Quizás debido a la sorpresa de recibir ese tipo de reconocimiento por primera vez o a la enorme sonrisa del niño junto a ella, ninguno de los dos notó cuando los guardias al fin los encontraron y los llevaron a cada uno con su respectiva asistente. Es cierto que les llamaron la atención y que al menos a ella debieron cambiarla y volverla a peinar luego de aplicarle un washen, fuera como fuera, cuando los tres hermanos se despidieron de ella más tarde, con el niño mayor que ella mostrando la misma brillante sonrisa fue que lo decidió.
'Voy a casarme con él cueste lo que cueste.'
Sabía que no era Bluanfah, lo sabía ahora al menos. No es que se hubiera enamorado del primer chico que le dijera cosas lindas, sino del halago ganado sin tener que competir antes por él. Quería una vida pacífica con alguien que le reconociera sus logros por ser de ella, no por haber vencido a los demás.
Años más tarde, volvió a encontrarse con el mismo joven en la Academia Real. Su sonrisa no era ni tan sincera ni tan divertida como cuando se conocieron, pero era lógico. Estaban en la Reunión de Confraternidad. Ella solo fue amable, preguntándose si Lord Sylvester recordaría a la pequeña niña recién bautizada a la que había dado un halago solo por como brillaba su cabello luego de media campanada de juegos… la respuesta no tardó mucho en llegar. Lord Sylvester apareció bastante frente a ella en los pasillos.
"Lady Lavinia, ¿qué tal le fue en su examen de matemáticas?" "Veo que hoy tuviste religión, espero que te hayas esforzado." "¿Practicaste tus giros, Lady Lavinia? Podría quedarme para ver cómo los haces, tal vez pueda darte una o dos recomendaciones para ayudarte a pasar."
No solo la recordaba, estuvo pendiente de ella cuando entró a primer año. Estuvo pendiente incluso cuando ambos coincidieron en una fiesta de gweginen a la que solían invitar a archinobles y candidatos a Archiduques de Drewanchel y de otros ducados altos o bien a estudiantes sobresalientes. Por desgracia, Lord Ferdinand y todos los otros nobles sacerdotes y doncellas jamás podían presentarse. La fiesta de té de gweginen solía realizarse, al parecer, en la misma fecha que los rituales de dedicación que obligaban a los nobles del templo a volver a Eisenreich y luego también a Dunkelferger.
Fue por esa época que se aficionó a jugar con Sylvester. En su primer juego, el chico técnicamente la dejó ganar, molestándola. Para la segunda vez que se reunieron, ahora en la sala de té de Eisenreich, Sylvester se lo tomó más en serio cuando ella le hizo una tentadora apuesta de darle una de recta de un postre nuevo que el chico disfrutó demasiado. Para la tercera vez, Sylvester no solo se lo tomaba por completo en serio, en verdad se esforzaba para ganarle.
"¿Qué carajos fue eso, primita?"
"¡Oh! Solo una trampa básica de Drewanchel, Lord Sylvester. No pensé que caería en ella como si nada."
"No puede ser que me ganarás tan fácil, ¡soy mayor que tú!"
"La edad no siempre tiene algo que ver con Seheweit o Erwachleren, Lord Sylvester. Por favor, no vuelva a subestimarme solo por estar entrando en mi verano."
Y no lo volvió a hacer.
La siguiente vez que jugaron juntos fue ese mismo año, en la sala de té de Drewanchel durante la parte más atareada de la temporada social, con sus hermanos ahí jugando algunos partidos de gweginen con sus propios amigos de otros ducados luego de la fiesta de té de potenciales aliados. Fue ahí, con un montón de testigos, que se aseguró el compromiso con Sylvester.
"¡No puedes estar hablando en serio, primita! ¿Cómo que de premio quieres comprometerte conmigo?"
"Dijiste que me darías lo que quisiera si te ganaba y eso es lo que quiero."
"¿Pero, por qué? ¿No prefieres recetas nuevas? ¿Manuales de estudio? ¿Notaciones musicales de alguna canción nueva?"
"No, gracias. Esas puedo ganarlas otro día. Quiero un compromiso contigo. Pienso dejar de competir con mis hermanos por el puesto de Aub Drewanchel y en cambio prepararme para ser primera dama."
"Pero…"
"¿Está desdeñando a nuestra hermana, Lord Sylvester?" preguntó su hermano mayor, Sergei… el mismo que una vez se llamó Trois y que ahora estaba suplantando con demasiado éxito al verdadero Sergei.
"¡No, no! Yo solo… ahm… ¿En serio están bien con esto?"
Sus hermanos la apoyaron, ¿y como no? Una candidata menos contra la cual competir era más tiempo para competir y complotar contra el resto.
A Sylvester no le quedó más remedio que firmar un acuerdo que ella ya tenía listo desde antes y avisar a sus padres. Ella también avisó a los suyos, así como su determinación de salir de la competencia por el asiento de Aub. No tenía idea de si su prometido tuvo que disuadir a sus padres, recibir alguna amonestación o no, solo sabía que sus propios padres no pusieron muchos peros luego de escuchar su razonamiento… o parte de este. Esa fue la última vez que Sylvester la llamó primita y comenzó a llamarla Lady Lavinia en todo momento.
Para el año siguiente, Lavinia se dio cuenta de algo extraño que la hizo enfadar más de lo que estaba dispuesta a admitir. Sylvester en ocasiones dejaba de hablarle o de poner atención en lo que hacía a causa de una chica mayor de Frenlentag. Una rubia de ojos verdes… parecida a ella en eso nada más. Por supuesto, Lavinia no dudaba en tomar a Sylvester de la manga y arrastrarlo a alguna zona donde jugar gweginen con él y ganarle de formas bastante violentas.
"¿En serio debes jugar tanto a la ofensiva? Estoy comenzando a ofenderme. Esta no es forma de tratar a tu prometido."
"Si, bueno, parece que TENGO que educar a mi prometido antes de que cometa un error irreparable."
Él no lo entendió al principio. No hasta que en plena fiesta/torneo de gweginen sus hermanos comenzaron a hablar sobre los Ducados que parecía quedarían peor parados. Frenlentag entre ellos. La mirada de Sylvester fue de entendimiento repentino. Incluso le agradeció por estar tan atenta y salvarlo de, en efecto, cometer un error que metería en problemas a su Ducado. De pronto Florencia de Frenlentag dejó de ser una piedra en su zapato aún si la relación con Sylvester degeneró en una de competencia.
Así fueron los demás años.
Fue durante su tercer año cuando su compromiso fue oficialmente aprobado por Zent, quien comenzó a revisar y aprobar los compromisos de los candidatos en edad escolar. No era como si no aprobarlo hubiese sido una opción en primer lugar.
Entonces, repentinamente tras terminar su cuarto año, su madre le habló sobre enviarla a Eisenreich.
Por supuesto que aceptó y estuvo pendiente de cada pequeño detalle en la planeación… de modo que fue de las primeras en enterarse del retraso de Lady Rozemyne. Algo había sucedido dentro del Templo de Eisenreich que evitó que la joven que tanta curiosidad le provocaba pudiera salir en tiempo, lo cual fue en cierto modo frustrante. Lavinia contaba con conocer a la joven dos años menor que ella y sacarle tanta información como pudiera sobre sus intenciones dentro de la carrera por el asiento del Aub, sus modas y más en especial, sus sacerdotes y doncellas ennoblecidos.
Así fue como Lavinia terminó intercambiando solo saludos y un par de recomendaciones en la Academia Real durante el traslado de ambas.
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"¿Un gweginen tan pronto, Lady Lavinia? Un poco de té y unos bocadillos deberían ser una mejor opción para esperar a que sus aposentos estén listos luego del traslado hasta acá."
La actitud de Sylvester debería de molestarla demasiado, sin embargo, le parecía bastante divertido. De haber sabido que lo estaría visitando ese año habría evitado discutir con él durante sus partidas de gweginen o las de damas, pero no podía evitarlo. Estaba segura de que él seguía viéndola como una niña pequeña, que optó por comportarse como tal solo para fastidiarlo.
"¿Asustado, mi futuro Dios Oscuro?" se mofó ella apenas deslizarle una herramienta antiescuchas.
"Pfft. ¿Por qué tendría que estar asustado?"
"Bueno, ya te gané diferentes métodos de estudio, varias guías a las que les he estado sacando provecho además de un par de modas. ¿Qué debería sacarte ahora?"
"¿En serio, Lavinia? ¿Vas a desfalcarme en mi propia casa?"
Lo miró divertida, deteniéndose para que les abrieran la puerta sin soltarse del brazo de Sylvester o de su herramienta.
"Por supuesto que no. Solo voy a tomar ventaja de todo lo que pueda hasta que puedas ganarme en juegos de estrategia. Eres mayor que yo, es gratificante saber que te supero en algo."
No lo dejó responder, solo sonrió retirándole el otro extremo de su herramienta para poder responder a sus tíos y disfrutar de ver a su prometido arrastrando a Lord Ferdinand y por ende a Lady Brunhilde con ellos.
Estaba entusiasmada, no solo podría entretenerse jugando con Sylvester sino que también podría jugar con dos de los nobles del templo, precisamente los que lograron alzarse como candidatos a Archiduques, algo que solo se habría visto en su ducado. Para su sorpresa, no pudo ganarle a Lord Ferdinand. El tipo era un estratega comparable a sus hermanos mayores, los que ya eran adultos. Observarlo jugar con los demás fue interesante, tener otros jugadores que analizar era como un soplo de aire fresco luego de años de jugar con las mismas personas. Una pena que debido a sus arreglos, no pudo obtener información que le sirviera para algo. Lord Ferdinand parecía más que dispuesto a controlar cuánta información y de qué tipo se llevaba ella. Aún así, fue bastante divertido. Sylvester incluso se relajó, de modo que compartir la comida fue mucho mejor de lo que habría esperado no solo por los deliciosos y desconocidos platillos, sino por las interacciones de los otros candidatos en sí.
Ese, en definitiva, fue un gran inicio para un viaje interesante.
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"Sylvester, ¿te estás escudando detrás de Lord Ferdinand?"
Estaba siendo escoltada por su prometido en tanto caminaban por uno de los jardines del castillo al día siguiente, con Lord Ferdinand y los asistentes de los tres ahí mismo. Estaba un poco fastidiada por el exceso de gente, así que le dio una pequeña descarga de mana a Sylvester a través de la ropa, sonriendo al verlo tensarse para no saltar.
"Si dejaras de darme descargas cada vez que algo no te gusta, no temería por mi virtud."
Él estaba bromeando, eso era más que obvio.
"Y yo pensando que eran las damas las que debían proteger su virtud. ¿No los llevan a ustedes a aprender sobre el invierno cuando despiertan su detección de mana? ¿Qué les enseñan con exactitud?"
El cuello de Sylvester se coloreo de un encantador tono rosado en tanto su rostro se ponía pálido. Él la miró con algo similar a la angustia y una sonrisa tan falsa como la que usó para recibirla y eso fue suficiente para hacerla sentir mejor.
"Mi querida princesa serpiente, no deberías investigar cosas que en realidad no quieres saber."
"¿Y quién dice que no quiero saber?"
"No va a gustarte la respuesta."
"¿A no? ¿Te importaría elaborar más en tu explicación?"
El rosa pasó a volverse rojo. Sylvester intentó devolverle la herramienta antiescucha pero ella no lo dejó, sintiendo su sonrisa expandirse ante el contacto directo de su mano con la de su prometido.
"Porque… yo odiaría que te enseñaran lo mismo… por favor no preguntes."
Los rumores entonces eran ciertos. No solo eso, había un poco de Ewigeliebe en Sylvester, lo cual era reconfortante para ella, que quería ser su Geduldh en algún momento. Entonces devuelta la herramienta antes de mirar al chico de cabellos azul claro y un rostro tan atractivo, que con la ropa correcta y un poco de maquillaje pasaría por una verdadera dama sin lugar a duda.
"Tengo entendido que usted y mi prometido entrenan seguido para mantenerse en forma, Lord Ferdinand me hace preguntarme si están compitiendo por el puesto de Aub o el de Caballero comandante."
"Si le soy sincero, Lady Lavinia, Sylvester parece disfrutar bastante con el ejercicio que implican los entrenamientos, por otro lado, el que no sea Aub bien podría tomar el puesto de Caballero comandante, así que es normal que ambos entrenemos además de prepararnos como herederos."
"Comprendo. ¿Qué pasaría si fuera Lady Rozemyne quién tomara el puesto de Aub? No recuerdo que ningún primer consorte haya ejercido como Caballero comandante en ningún Ducado."
Lord Ferdinand sonrió en tanto Sylvester le daba un pequeño apretón en el brazo. Lo ignoró, estaba curiosa sobre que tanto estaban considerando los otros dos candidatos reclamar el asiento.
"Supongo que Sylvester asumiría como Caballero comandante entonces y yo como jefe de eruditos o algo así. A diferencia de una primera dama, no podría liderar las facciones."
Sonrió sin más. Al menos Lord Ferdinand no parecía estarse tomando en serio la competencia.
Los siguientes días la harían preguntarse el porqué, después de todo, solo necesitó de tres días jugando juegos de estrategia y acompañándolos a tomar algunas clases, sin olvidar toda la información que sus eruditos recaudaron sobre las empresas del joven sacerdote para saber que el chico estaba más que calificado para gobernar… más que ella o Sylvester según parecía.
También decidió que si Sylvester estaría llevando a Lord Ferdinand a todas partes para no quedarse solo con ella y sus asistentes, ella también podía solicitar el acompañamiento de Lady Brunhilde. Siempre era interesante tener un punto de comparación entre especímenes a observar
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Luego de más de un mes en Ehrenfest, Lavinia estaba segura de que Lord Ferdinand tenía serios problemas de aceptación y en realidad no alcanzaba a comprender por qué.
Se suponía que él y Lady Brunhilde fueron niños cuyos padres abandonaron en el Templo y que posteriormente fueron educados por Lady Rozemyne, logrando destacar tanto sus bendiciones, esfuerzos y habilidades que a los Aubs no les quedó más remedio que reconocerlos y ennoblecerlos. Lord Ferdinand incluso había sido aceptado de regreso con su familia, entonces… ¿Por qué Lady Brunhilde parecía mucho más segura y orgullosa que él mismo? No tenía sentido, tendría que ser al revés, en especial teniendo en cuenta que la adopción de Lady Brunhilde por parte del hermano del Aub se debía más que nada a que sería entregada a Dunkelferger. Lavinia incluso llegó a preguntar durante una de sus fiestas de té con la doncella candidata y se sorprendió bastante de su respuesta.
"Yo no deseaba una adopción. Yo deseaba seguir sirviendo a Lady Rozemyne y serle de utilidad, incluso temía avergonzarla si mi desempeño como candidata resultaba insuficiente, pero… descubrí que podía con las altas expectativas de Lady Verónica, que mi desempeño llenaba de orgullo a Lady Rozemyne y que yo de verdad merecía el trato que estaba recibiendo. Mi adopción pasó de ser un capricho de Bluanfah y Leidenschaft a algo decretado por Dregarnuhr."
"¿Entonces es cierto que Lord Werdecraft forzó su adopción?"
"Lo es, pero, le estoy agradecida." Respondió la joven con una enorme sonrisa y una mirada cargada de felicidad y determinación. "Yo no habría alcanzado mi máximo potencial de otro modo. Me sentí honrada cuando Lady Rozemyne vio que valía la pena invertir en mí. Me llené de orgullo cuando ella no fue la única en ver todo lo que tenía para ofrecer. Que Bluanfah y Liebeskuhilfe hayan decidido darme también sus bendiciones va más allá de lo que habría imaginado durante mi bautizo como noble."
Lavinia tomó un sorbo a su té, sonriendo divertida ante la confesión.
"Parece que me he ganado su confianza, Lady Brunhilde."
"¡Oh! Diría que eso es solo en parte, Lady Lavinia."
Eso la desconcertó un poco. La mirada aguerrida. La pose que gritaba confianza a todos los dioses. La pequeña sonrisa cargada de diversión y seguridad. La elegancia con que Lady Brunhilde pestañeaba y se movía. Todo en ella gritaba que había nacido para ser la primera dama o incluso la Aub de un Ducado sin lugar a duda.
"Ocultar mi origen o las razones de estar en esta posición sería infantil", prosiguió Brunhilde ante la mirada interrogatorio de Lavinia. "Me siento orgullosa de ser quien soy, de los pasos que he dado para llegar así de alto. Es posible que de haberme quedado con… los padres que me convivieron, no me habría esforzado tanto ni habría tenido una visión lo suficientemente amplia. Quizás de haber vivido siempre en la luz nunca habría aprendido a brillar de manera correcta. Glücklität puede parecer cruel, pero es bajo su guía que podemos seguir a Erwachleren y encontrar a Anhaltung y a Mestionora. ¿No lo cree?"
Lavinia sonrió, dándole la razón y pidiendo que se cambiara el té mientras se daba cuenta de algo. Lady Brunhilde era igual que su actual hermano Sergei. ¿Por qué entonces Lord Ferdinand era tan diferente?
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Estaba un poco harta de esperar para ir al Templo. Se suponía que su primer acercamiento sería para conocer a la futura tercera esposa de su futuro Dios Oscuro, pero la doncella y maestra simplemente no lograba encontrar un momento para recibirla, así que exigió que se le mostrará el Templo, de todas maneras, conocer el Templo de Eisenreich y cómo funcionaba era una parte importante de su viaje, después de todo.
Así fue como llegó su primera visita al Templo. Se suponía que conocería a la futura tercera esposa de Sylvester, sin embargo, por algún motivo la joven volvió a negarse, enviando sus sinceras disculpas y buscando reagendar.
"Sylvester, Lady Lavinia." Dijo Lord Ferdinand luego de recibirlos, vestido con sus hábitos azules y dando la impresión de estar tranquilo. Más allá de que se había pellizcado el puente de la nariz por un momento, no hizo más ademán de estar fastidiado. "Lamento mucho la situación. Por otro lado, ya que Lady Lavinia ha venido también con la intención de conocer el Templo, ¿les gustaría que les muestre las instalaciones?"
"¿Está bien si aprovecho para hablar con los azules en el curso de caballería, Ferdinand?" cuestionó Sylvester de inmediato "hay un par de estrategias que se me ocurrieron anoche, luego de nuestra partida de ajedrez que quisiera discutir con ellos antes de presentarla a mis estudiantes. Después de todo, tus aprendices también toman otros cursos."
Lord Ferdinand la miró como pidiendo permiso y ella lo pensó un momento, sonriendo antes de pasar su mano por el brazo de Sylvester para darle una descarga.
"De acuerdo, pero me gustaría que Lady Brunhilde nos acompañe también. Tener el punto de vista de otra mujer siempre es útil."
Sylvester se levantó en ese momento, disculpándose por las molestias y siguiendo a uno de los grises fuera en tanto una doncella salía de inmediato de la pequeña sala de té por indicaciones de Lord Ferdinand, el Sumo Sacerdote.
"Mientras esperamos, Lord Ferdinand, tengo entendido que usted fue criado aquí en el templo incluso después de su bautizo y que se volvió Sumo Sacerdote antes de ingresar a la Academia Real. ¿No era mucha responsabilidad para alguien tan joven?"
El chico levantó su taza de té, dando un pequeño sorbo antes de responderle con naturalidad, casi como si estuviera acostumbrado a ese tipo de cuestionamientos.
"Lo fue, sin embargo… debe comprender que Lady Rozemyne era Suma Obispa aquí desde antes y es más joven que usted y yo. ¿Cómo podía negarme a la petición de quién en ese momento era mi señora? Me esforcé para llenar sus expectativas y aprender tan rápido como me fue posible para ser su apoyo. No estoy seguro de que lo sepa, pero, en aquel entonces la Soberanía pidió que muchos sacerdotes dejarán los Templos de los Ducados para servir al Templo Soberano. Rozemyne necesitaba ayuda y yo estaba dispuesto a dársela. Ella me salvó, después de todo."
Podía comprender esa parte, querer esforzarse por quién le había salvado debido al chico que se hacía pasar por su difunto hermano Sergei… claro que Sergei no parecía dispuesto a dejar que los demás candidatos a Archiduque de Drewanchel lo sobrepasaron o lo opacaran. Si bien nunca hablaba de su origen real, tampoco mostraba su agradecimiento de esta manera. A Lavinia le parecía sospechoso.
"Lady Lavinia, es un placer que Dregarnuhr cruzará nuestros hilos de nuevo bajo el amparo de la casa de los dioses."
"El placer es todo mío, Lady Brunhilde. ¿Le importaría acompañarnos a recorrer el Templo y responder mis preguntas?"
"Será un placer para mí mostrarle nuestro Templo junto a mi hermano."
Lavinia y Ferdinand se pusieron en pie y el recorrido empezó.
Estaba sorprendida. El Templo estaba mucho más limpio que algunas zonas del castillo en Drewanchel y que el castillo en Eisenreich. Los sacerdotes grises que veía mostraban sonrisas en el rostro sin dejar de ir de un lado al otro limpiando, acomodando cosas o escoltando a los sacerdotes azules que se encontraban. La sala de libros, a la que no pudo entrar, solo asomarse, estaba llena de verdad de libros y todas las sillas y mesas estaban ocupadas por sacerdotes azules y un par de grises leyendo y haciendo transcripciones. Los patios también resplandecían. Había niños en hábitos grises acarreando agua, leña, canastas con comida y material de estudio en el patio del orfanato. Cuando entraron ahí, pudo notar que los niños hacían un poco de todo. Los mayores cuidaban de los pequeños y les mostraban como hacer tal o cual cosa. Doncellas grises con el cabello recogido les daban clases a otros enseñándoles las letras, los números e incluso como tocar algunos instrumentos de percusión, por no hablar del agradable aroma a limpio y a comida flotando en el ambiente. Por supuesto, en cuanto entraron, todos los niños, incluso los que apenas caminaban los recibieron arrodillándose y cruzando sus manos al pecho.
"Buenos días, Sumo Sacerdote y hermana Brunhilde" saludaron a coro los pequeños, como si estuvieran acostumbrados.
"Buenos días a todos. Los dioses derramen sus bendiciones sobre ustedes en este día auspiciado bajo los rayos de Leidenshaft" respondió Lord Ferdinand dejando que algunas luces de bendición salieran de su anillo para llover sobre los pequeños.
"Estamos presumiendo a una visitante lo bien portados que son todos nuestros hermanos menores" intervino Lady Brunhilde "espero que se estén esforzando."
Hubo muchas respuestas afirmativas y luego Lord Ferdinand pidió que todos regresarán a sus tareas.
Lavinia estaba de verdad sorprendida. Ella solo había puesto el pie una vez en el Templo de Drewanchel y no estaba tan limpio ni tan cargado con ese aire de felicidad y camaradería que sentía ahí… tampoco parecía haber zonas restringidas para ella de modo extraño.
Le mostraron los dormitorios y el ala de las niñas. Limpio y agradable. Por motivos de decoro no la llevaron al ala de niños, solo le señalaron esa parte del edificio, sin embargo no escuchó ruidos inapropiados ni se mostraron nerviosos, por el contrario, era como si le estuvieran mostrando el castillo.
El despacho del Templo fue más sorprendente que la sala de oración. Grises y azules iban y venían con papeles, tablillas, pergaminos, dípticos y diversos materiales de escritura. Varios de los jóvenes sentados en los escritorios haciendo trabajo movían los dedos de manera curiosa en el aire antes de hacer anotaciones como si fuera la cosa más normal del mundo y en general, solo se escuchaban pasos, el rasgueo habitual de las plumas sobre el material de escritura y el pasar de hojas, pergamino y tablas. Era casi como ver el despacho del Aub con sus eruditos trabajando en completa concentración.
Por último, observaron a Sylvester debatiendo estrategias con varios azules, moviendo fichas sobre un tablero de gweginen en uno de los patios donde entrenaban varios jóvenes en ropas que nada tenían que ver con los hábitos de los sacerdotes o las doncellas.
"¿Por qué sus sacerdotes entrenan? Pensé que solo los que eran elevados a nobles entrenaban para ser caballeros"
"¿No es obvio?" preguntó Lady Brunhilde con orgullo y una chispa en los ojos que solo podía hablar de las bendiciones recibidas por Angriff y Leidenshaft, "todos ellos fungirán como caballeros o soldados en algún momento. Deben estar en forma para poder proteger a los demás sacerdotes en caso necesario, además, hace tiempo descubrimos que el cuerpo se mantiene más saludable si se ejercita de forma regular por no hablar de los dioses. Esta es una forma de venerar a Leidenshaft."
"Aquí también ahí estudiantes de su ducado… no sabia que los estudiantes también estaban ordenados como sacerdotes." Murmuro mirando a sus guías.
Lady Brunhilde sonrió misteriosamente antes de soltar el aire de forma discreta y mirar a su hermano.
"No lo eran, los estudiantes que reconoce de la academia entraron como parte de su castigo por malas calificaciones y lentitud, aunque dudo que dejen los hábitos ahora que están tan habituados."
"Mi querida prima, dijo que deberían esforzarse el doble, los hizo ordenarse y dedicar maná a los dioses y cumplir con trabajo extra. Fue su castigo. Eso dijo."
Lord Ferdinand solo asintió y Lavinia, que no dejaba de observarlos, decidió organizar un pequeño torneo de juegos dentro del Templo mientras tomaban el té, después de todo, Sylvester los acompañaría para ello.
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De pronto fue hora de tener, al fin, la fiesta de té con Christine, una doncella azul elevada a noble que en la actualidad daba clases de música y danza en la Academia Real a los chicos de primer y segundo año más que nada. La mujer que fungiría como tercera esposa para Sylvester.
En realidad, no sabía que esperar luego de todas las disculpas recibidas y las veces que esa fiesta de té fue pospuesta y reagendada. Lavinia no podía creer que una profesora fuera así de… ¿Irrespetuosa? ¿Desinteresada?
En realidad, no comprendía muchas cosas.
No entendía porque está mujer los recibía en el Templo y no en casa de su familia. Preguntó apenas pudo.
No entendía porque la doncella gris que parecía ser la principal era la misma que había visto asistiendo a la profesora en la escuela como si fuera una asistente laynobles… peor aún, ¿Qué hacía Lord Ferdinand ahí? Eso último no se atrevió a preguntarlo, pero no fue necesario, Lord Ferdinand parecía preguntarse lo mismo.
De pronto la idea de que quizás la profesora Christine tenía un raffel por Sylvester y que en realidad no quería conocerla la hizo sentir incómoda y molesta mientras ellos dos y Lord Ferdinand caminaban hacia la sala de té particular de la profesora Christine. Pero, eso era extraño. ¿Sylvester le había dado a entender que él tampoco conocía a la mujer fuera de la escuela para aparentar que no tenían un romance? ¿Cómo debería sentirse ante eso?
De pronto no podía esperar a desarrollar su sensibilidad del maná. Quería humillar un poco a esta mujer del Templo y ver el rostro de Sylvester mirándola a ella con anhelo así fuera solo por la sensibilidad del maná.
Sus hermanas mayores ya le habían hablado al respecto, incluso su madre. Que una vez pudiera sentir a sus iguales ella se sentiría atraída por jóvenes dentro de su mismo rango y ellos se sentirían atraídos a su vez, por ella. Sylvester al fin dejaría de verla como una niña problemática y podría empezar a verla cómo la mujer con la que gobernaría Eisenreich… claro que todo esto se le fue de la cabeza al ver a Christine entrando tarde sin un ápice de preocupación, vergüenza o… interés en ellos dos.
Lavinia decidió observar y escuchar, confundida por completo ante la mujer que sería su hermana por medio del matrimonio a pesar de no tener ningún tipo de interés en el asiento del Aub… entonces lo notó. Christine estaba enamorada de Kuntzeal y por ello su principal era Lady Rozemyne… que estuviera culpando a Lord Ferdinand por una serie de problemas en la pequeña Suma Obispa la hizo recordar la noticia sobre la desaparición de la joven… o la respuesta helada y cortante de Lord Ferdinand al respecto tres días atrás.
En ese momento, Lavinia aprendió a nunca más cuestionar algo sobre su prima frente a su prometido. Él peliazul no la miró directamente, pero ella lo noto, sus ojos tenían un tenue arcoiris que parecía querer controlar mientras guardaba las fichas en señal de que el torneo finalizo, aplastándolos ligeramente sin percatarse.
A Lavinia le quedo bastante claro que lord Ferdinand daría su vida por su prometida. Era como encontrar la encarnación de Ewigeliebe, pero algo se sentía mal, el hombre era bastante dócil para alguien profundamente bendecido por el dios de la vida. Ese hombre, que estaba sobre todos en maná, era un misterio.
Luego de darse cuenta de que Sylvester casi no conocía a Christine y que la profesora de artes tampoco albergaba sentimiento alguno por su prometido, pero si muchos proyectos para mejorar Eisenreich, lo decidió. Formaría un vínculo fuerte con ella para tomarla como un pilar. El primer paso era, sin lugar a dudas, ayudar a Lord Ferdinand a dejar de menospreciarse. Era posible que esa actitud suya de ser tan blandengue y tomarse la competencia a broma estuviera alterando de algún modo a Lady Rozemyne y, por tanto, tuviera molesta a Christine, así que les comentó uno de los secretos en su Ducado. La verdad sobre Sergei. Eso pareció complacer a Christine, lo cual significaba que Lavinia la había evaluado de manera correcta. La doncella artística era una genio sin lugar a dudas, mejor tenerla de su lado y aprender de ella cuánto pudiera.
"Parece que Dregarnuhr ha hilado con singular presteza" anunció Sylvester luego de que la plática murió de forma natural "ha sido un placer conversar contigo, Christine…"
"Opino lo mismo, Lord Sylvester, por cierto, ¿cuánto tiempo va a permanecer con nosotros, Lady Lavinia?"
"Hasta que finalice el verano, Lady Christine."
La mujer en hábitos azules le dedicó una cálida sonrisa y luego, con un movimiento de su mano, la asistente gris principal estaba de pie junto a ella y su propia asistente, díptico en mano.
"Es muy poco tiempo. ¿Le gustaría que nos reuniéramos de nuevo para tomar el té una o dos veces más antes de que se vaya?"
Lavinia sonrió. Le sería de mucha ayuda conocer mejor a esta mujer antes de irse.
"Por supuesto. Será un placer venir a visitarla al Templo una o dos veces más antes de que ate sus estrellas y antes de volver a Drewanchel."
Christine sonrió y pronto las dos asistentes estaban verificando las agendas de ambas para apartar una campanada dentro de una semana y otra campanada antes de la ceremonia estelar.
Cuando salieron y subieron al carruaje, Sylvester le pasó una herramienta antiescuchas con un rostro que no dejaba leer nada en él mientras miraba por la ventana.
"Parece que ella y tú van a llevarse bien. Creo que me preocupé por nada."
"Debo agradecer que arreglaras está reunión. Fue reconfortante conocerla. Por cierto, tu siguiente esposa la escogeremos entre Christine y yo."
Lo notó tensarse, casi podía ver su expresión angustiada antes de volver a disimular a pesar de que no la estaba viendo.
"Supongo… que estará bien. ¿Podrían no empezar a buscar una este año? Me sentiría más tranquilo si antes termino de asentarme contigo."
Una risa se le escapó de los labios. Quería alguien confiable… y que no fuera rubia. Estaba segura de que Christine nunca albergaría un raffel por Sylvester, pero no estaba segura de que la siguiente esposa que tuviera sería igual. Debía asegurarse de que no fuera del tipo de mujeres que le llamaban la atención a Sylvester. Quería que su opinión pesará más que la opinión de las otras esposas.
"De acuerdo. Te buscaremos a tu segunda esposa cuando haya nacido nuestro primer hijo, si te parece bien."
La nuca de Sylvester pasó a tomar un lindo tono rosado y la herramienta antiescuchas desapareció de su mano. Después de eso invirtieron el resto del tiempo en el carruaje a discutir la agenda de esa semana.
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La primera fiesta de té de solo chicas con Christine fue tranquila. A diferencia de la vez anterior, la doncella la recibió a tiempo y conversó con ella sobre sus planes para embellecer Eisenreich y exaltar las bondades de las artes por todos lados. Le pareció divertido y reconfortante. Quizás no hubo juegos de estrategia o de tablero, aún así, su visita fue de verdad encantadora.
Una pena que ella estuviera tan ocupada con sus clases y los horarios para ir a conocer a las damas de las diferentes facciones en Eisenreich con Lady Veronica o bien con Lady Irumilde porque la siguiente fiesta se pasó para una semana antes de la ceremonia de unión de las estrellas… misma que tuvo que posponer cuando se despertó su detección de mana.
Aquella fue una experiencia más que terrible. El primer día fue tan doloroso, que Lady Verónica le permitió permanecer en su habitación oculta la mayor parte de ese día. La fiesta de té con Christine tendría que haberse realizado al día siguiente, pero tuvo que posponerla porque todavía se sentía demasiado incómoda.
Su siguiente fiesta de té con Christine ya no se movió. Llegó al templo a la hora acordada, sin embargo, la doncella gris, asistente de Christine la observó con una mirada compungida, solo unos momentos antes de comenzar a guiarla hasta la habitación de su futura hermana, en el tercer piso.
La doncella azul no la recibió como era la norma, parecía demasiado ocupada como para notarla entrando en el dormitorio.
Otra joven doncella palideció al verla mientras ella permanecía de pie en la puerta sin saber muy bien que hacer.
"Hermana Christine, le estuvimos recordando que se preparara." Casi lloró la doncella gris. Lavinia sonrío, la personalidad de la joven resultaba refrescante, de algún modo.
Christine era un alma libre.
"Si, sí, pero tenía que terminar este molde nuevo para mí preciosa hermanita. ¡Este versículo sobre Mestionora le ajusta lo suficiente para ponerlo en un pastelillo!", celebró con verdadero entusiasmo. Y luego volteó a verla, "¿No crees que sería divino tomar un pastelillo solo para ti con esta hermosa dedicatoria?"
Se acercó en ese momento. La caligrafía era hermosa, coincidía con la usada para decorar los postres el día que se conocieron, pero… miro a la joven que sonreía amablemente.
"En realidad lo seria." Coincidió.
"¿Le gustaría preparar uno?", preguntó la mayor ofreciéndole papel vegetal y una pluma. "Milady adora las historias de los dioses, siempre las uso para ella, pero puede escribir cualquier cosa." Explicó antes de continuar con su molde.
Permanecieron en un silencio agradable por un tiempo, al menos hasta que se percató de que algo la estaba molestando.
Su detección de maná tenia poco que se desarrolló, noto como podía sentir a los asistentes azules de Lady Rozemyne, no tenia ninguna esperanza de poder sentir a Ferdinand, ya que Sylvester le conto que él no podía sentir a nadie. Pudo sentir también a Brunhilde, aunque la joven estaba sobre ella, apenas podía sentirla. Pero a Christine, a ella no lograba sentirla en absoluto…
'¿Cuánto maná tiene Sylvester?'
Ya que su fiesta de té con su prometido también se pospuso por el despertar de su detección de maná, tuvo que asistir a esa primero. Aun no veía a su prometido, pero… si estaban comprometiendo a la doncella del santuario con el presunto heredero, significaba que sus niveles eran compatibles.
Lavinia nunca pensó que existiera la posibilidad de que su matrimonio con Sylvester fuese un matrimonio blanco.
Un malestar que no supo reconocer la embargo, pero lo enterró dentro de si misma.
Inicio una conversación superflua, antes de abordar el tema principal.
"¿Hijos?", Christine parecía desconcertada. "No tengo prisa por rezar a Intrinduge o a Beischmacht. Puedo esperar uno o dos años, después de que tengas tu primer hijo."
"Es… es posible que necesite adoptar a un hijo… no puedo sentirte Christine. Sylvester necesita asegurar un heredero."
Lavinia sabia que no era usual fuera de Drewanchel que un hijo adoptivo se volviera Aub, incluso en su ducado, daban preferencia a los hijos biológicos sobre los adoptados, aunque no era imposible que sucediera. Sin un heredero, la posición de Aub se debilitaba. Claro, podrían adoptar a alguno de sus sobrinos, pero Sylvester era el menor, los niños serian muy mayores y ella no podría ser Wiegenmilch para ellos, lo que volvería aun más precaria su situación como primera dama.
La doncella la miró por algunos momentos en silencio antes de soltar un suspiro tranquilo.
"Entiendo. Cinco días, es todo lo que puedo prometer. Lord Sylvester en realidad no querrá intentarlo por más tiempo."
"¿Porque…?"
"Oh, Lavinia", sonrió la mayor. "Quizás aun eres muy joven."
Lavinia pensó que se burlaba de ella, pero no había nada de eso en su mirada, una sonrisa que rayaba en lo maternal era lo único que podía ver en los labios de la mujer… y lo primero que le vino a la mente el día del enlace estelar.
¿Por qué tenía que estar presente para su enlace? ¿Por qué tenía que presenciar como intercambiaban votos, piedras y firmaban un documento que ardía en llamas doradas?
Contener las lágrimas fue doloroso. Asistir al banquete posterior y observarlos irse juntos en cuanto ambos terminaron de comer fue una verdadera tortura.
Quizás Lavinia no tuviera experiencia en el invierno, pero había escuchado y leído cosas… cosas que ahora no dejaban de darle vueltas en la cabeza.
Era probable que su noble semblante le estuviera fallando porque la mano de Lady Verónica no tardó mucho en posarse sobre su brazo, obligándola a voltear y encontrarse con el rostro detrás del velo parecía tan compungido como ella misma.
"Lady Lavinia, tengo entendido que ha llenado su agenda para los próximos cinco días desde muy temprano. Debería retirarse ahora para descansar. ¿Le gustaría que la acompañe? Hay algo que quisiera mostrarle."
"Se lo agradezco mucho, Lady Verónica. Ahm… si no es mucha molestia que me acompañe…"
"¡Para nada, querida! Apenas terminemos te dejaré ir a descansar."
Lavinia se despidió de todos dando un último esfuerzo para mantener una sonrisa en su lugar y luego se retiró.
Lady Verónica la guío a su habitación oculta y estando ahí se removió el velo. No había sido su imaginación. Su tía parecía saber lo que estaba sucediéndole.
"Ya que tu madre no está aquí y que no podemos darte una habitación oculta… Lavinia, esto que sientes, temo que vas a sentirlo cada vez que Sylvester tenga que ir con Christine o con la mujer a la que tome como segunda esposa. Está bien llorar. Va a ser muy duro enfrentarlo, después de todo, ciertas bendiciones llegan con su propia maldición. ¿Quieres que te acompañe o prefieres que espere afuera?"
Habría sido agradable tener a su madre para que la sostuviera, pero no estaba ahí. Agradeció y pidió que la dejara sola un rato. No recordaba la última vez que lloró tanto y no comprendía del todo porque le dolía, porque le preocupaba tanto que Sylvester se mantuviera encerrado con Christine cuando fue ella la que lo había pedido.
Cuando volvió a salir, casi no podía abrir sus ojos. Lady Verónica la curó entonces, la acompañó hasta su habitación y le dio una bendición de Schlaftraum tan potente, que pudo descansar sin soñar nada en absoluto.
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"Sylvester está enamorado de ti, aunque no lo diga. Supongo que no quería asustarte o solo está demasiado acostumbrado al circo que montan ustedes dos."
'¿Él… me ama? ¿De verdad?' una mirada a Lord Ferdinand y tuvo la certeza de que era verdad… entonces lo comprendió de verdad. Bluanfah había estado bailando para ella poco a poco a lo largo de los años, dejando que un raffel brotara por Sylvester. Por eso no toleró que le prestará atención a Florencia de Frenbeltag. Por eso le era difícil controlar el impulso de darle descargas de maná cada vez que se enfadaba con él. Quería la atención de Sylvester. Quería estar a su lado… quería formar una familia con él y no solo gobernar.
Tenía apenas dos días del enlace estelar y está era la primera vez en esos dos días que intentaba relajarse fuera de los estudios. Incluso dormir se había vuelto complicado y apenas estaba comenzando a entender la razón.
"Si te preocupa tanto… te daré la primera parte de su método de compresión de mana. Tengo entendido que funciona incluso en adultos."
Estaba sorprendida y llena de agradecimiento. Los métodos de compresión no eran algo que se dieran solo porque sí, incluso dentro de las familias no siempre se compartían de padres a hijos o incluso entre hermanos. La cantidad de mana era una parte crucial para un candidato a Archiduque.
"¿De verdad? Pero ¿solo así?"
Su primo Ferdinand le sonrió entonces. Por alguna razón parecía estar batallando para no sonreír demasiado, lo cual era extraño. Desde que les preguntara sobre lo que definía un archiduque, Ferdinand había estado tomando todo el asunto de la competencia con mucha más seriedad. El cambio era sutil pero progresivo. No debería estarle ofreciendo algo que podría ponerlo en desventaja.
"Es el derecho de Sylvester poder compartirlo con sus Prometidas. Rozemyne te dará la otra mitad cuando la veas en Drewanchel, solo promete que tendrás cuidado de no enfermar de mana. Tienes dos años para alcanzarlos a ambos."
"¡Tendré cuidado!" proclamó consciente de que tener hijos dependía de esto. "Muchas gracias."
"No me agradezcas, sólo déjame burlarme un poco de Sylvester."
Eso la descolocó por un momento.
"¿Burlarte?" pensó que había comprendido mal, así que miró a Brunhilde, quién parecía batallar para no dejar escapar una carcajada repentina, oculta detrás de su abanico.
"Nada muy extremo, solo echarle en cara que tiene un raffel por alguien que acaba de cumplir los catorce hace un par de días."
Tendría que sentirse insultada, sin embargo, no era así. A ella le gustaba molestar a Sylvester e intimidarlo para tratar de olvidar la diferencia de edad entre ambos y a Sylvester le gustaba demasiado burlarse del raffel más que evidente que Ferdinand albergaba por Lady Rozemyne, así que sonrió divertida. Obviando el hecho de que en realidad aún tenía trece y su primo se confundió al respecto, Sylvester no se confundiría, y esa pequeña confusión podría volver las cosas un poco más divertidas.
"Por favor, búrlate tanto como quieras, pero trata de aparentar que yo no sé nada al respecto. Incluso puedes ser tan descarado como él. Siempre es divertido verlo hacerse el ofendido."
"¡Oh, dioses!" dijo de pronto Lady Brunhilde sin dejar de sonreír igual que su hermano "parece que me voy a divertir demasiado durante mis últimas estaciones en Eisenreich."
"Hermana, sabes mejor que nadie que vivir en el templo no nos hace santos."
"Estoy más que consciente, hermano. Solo no metas a Laurenz esta vez."
Ambos rieron en lo que parecía un chiste. Fue lo de menos. Apenas terminaron con la fiesta de té, su primo Ferdinand la guio a una de las salas donde ya tenían preparado algo de material y contratos de no divulgación a nivel país que firmó de inmediato.
Dos años pasarían con rapidez. No podía solo deprimirse, necesitaba ponerse en acción de inmediato para incrementar su nivel de mana.
Para cuando terminó su clase con su primo, el caballero sacerdote de cabellos verdes que siempre parecía seguir a Ferdinand en completo silencio y solemnidad pidió permiso para comentarle algo, elevando sus expectativas.
"Lady Lavinia, tenga cuidado de no enfermar. Mi prometida era mayor de edad cuando Lady Rozemyne le compartió su método. En ese entonces no podíamos sentirnos en absoluto. Antes de que ambas partieran a Drewanchel empezamos a sentirnos, así que, comprima de manera disciplinada y con calma. Estoy seguro de que Duldsetzen y Forsernte le darán su bendición."
"Muchas gracias. Lo tendré muy en mente, Sir…"
"Laurenz, milady."
Ella asintió y luego de despedirse, volvió al castillo para cumplir con su agenda y empezar a comprimir.
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Para la siguiente semana, Ferdinand cumplió con su parte del trato. No tenía idea de que cosas le decía a su prometido, el cual volvió a unirse a ellos para tomar el té, algunas clases y jugar diversos juegos de mesa, lo cierto es que en lugar de encontrarse con el rostro fastidiado al que estaba tan acostumbrada, Sylvester se notaba demasiado serio, con una mirada cargada de enojo y un sonrojo demasiado visible en su nuca y parte de sus pómulos.
'Hice bien en pedirle que se burlara con discreción, Sylvester se ve adorable, pero no soportaría que me mirara de esa forma.'
Christine no tardó en volver al Templo la mayor parte de su tiempo, claro que como esposa actual de Sylvester, estaba obligada a pasar algunas noches en el castillo aún si era en su propia habitación, de modo que ambas pudieron festejar otras dos fiestas de té para estrechar sus vínculos.
No la odiaba, solo estaba celosa de que Christine pudiera tener lo que ella quería. Una suerte que la mujer centrará sus conversaciones en cualquier tópico que no tuviera nada que ver con el hijo más joven de Aub Eisenreich.
Steifebrise debía estar ayudando a hilar a Dregarnuhr porque cuando se dio cuenta, faltaban tres días para volver a casa. Debía rezarle más a Duldsetzen porque con cada día que pasaba su angustia aumentaba un poco y terminaba comprimiendo más.
Ese día en particular se sentía un poco cansada, la noche anterior estuvo demasiado cerca de caer enferma por exceso de mana, así que su concentración no era la mejor. Que Sylvester le ganara por primera vez esa temporada no fue una sorpresa la sorpresa fue que no le ganara antes.
"Bueno, bueno, ya que he ganado… hmmm. ¿Qué debería preguntar?"
Sonrió divertida. Sylvester siempre actuaba de ese modo cuando ganaba en los juegos de mesa.
"Ya sé. ¿Qué te gusta de mi, Lavinia?"
De milagro ella no estaba comiendo o bebiendo nada porque seguro se habría ahogado. Podía sentir sus mejillas colorearse, su respiración acelerada y su órgano de mana golpeando con más fuerza de la usual. Sus ojos se dirigieron a Ferdinand y Brunhilde, pero ambos parecían tan sorprendidos como ella.
"¿Necesitas el permiso de esos dos? Vamos, ¡reglas son reglas! Quiero saber si mi prometida encuentra alguna parte de mi atractiva."
"¿Ah? Bueno, yo, ahm…" lo escuchó resoplar de mal humor. Estaba un poco sonrojado, sí, pero sus ojos mostraban tristeza y algo de decepción. Un último vistazo a los otros dos candidatos en la mesa, debajo de la herramienta antiescuchas y decidió tragarse la timidez. De sobra sabían esos dos como se sentía ella.
"Creo, que eres atractivo, Sylvester. Me gusta mucho ese fleco tuyo que nunca parece estar en orden o la mirada divertida que pones en ocasiones. Creo que tienes ideas interesantes de vez en cuando durante las clases… y te ves muy bien en armadura."
Se cubrió la boca, incapaz de continuar. Había más cosas de él que le gustaban, como su perseverancia para tratar de ganarle cuando tenían algún juego, la forma en que mostraba su preocupación por ella al preguntarle cómo le iba en sus clases y sus estos ofrecimientos para explicarle algo. La manera en que se movía en el campo de entrenamiento por las mañanas. El aroma que emanaba de él cuando la escoltaba, su tono de voz y esa mirada coqueta que ponía en clase de música cuando interpretaba alguna romántica en las clases que les estuvieron dando durante su breve visita. Cómo se lamentaba no haberlo escuchado en la Academia Real, habría tenido tiempo suficiente para criticarlo y obligarlo así a mejorar un poco. Sylvester era muy orgulloso.
Una enorme sonrisa iluminó el rostro de su prometido y de repente lo encontró dedicándole una mirada extraña a Ferdinand y luego una adorable a ella, tomándola de las manos para besarle los dedos, provocándole pequeñas cosquillas que le robaron el aliento.
"No debería, ya que no fui yo quien perdió está vez, pero… ¿sabes? Luego de tu bautizo te veía como mi linda y tímida prima a la que debía apoyar en la Academia Real para que me admirara como si fuera un genial hermano mayor… gracias por ponerme en mi lugar con todos estos juegos de estrategia, Bluanfah no habría empezado a bailar con tanta fuerza si no me hubieras tratado tan desafiante todos estos años."
"¡Syl… ¿Sylvester?!"
¿Había subido la escalera o Schlaftraum estaba jugando con su raffel? ¿Él en verdad había dicho eso?
Lavinia sintió un ligero tirón en sus manos y de pronto tenía los labios de Sylvester sobre los suyos, dándole pequeñas descargas que no eran dolorosas de modo alguno. Una de las manos de Sylvester la soltó antes de acariciar su mejilla y acunar su rostro, obligándola a mirarlo, notando en ese momento que la diosa de los brotes no danzaba solo para ella o que Sylvester estaba arrodillado frente a ella.
"Si tan solo pudieras crecer más rápido, Lavinia… te estaré escribiendo tanto como pueda. Temo que no podremos vernos de nuevo sino hasta el interducados."
"Yo… te escribiré también. Me esforzaré para crecer más y rezaré para poder esperar con paciencia hasta nuestro nudo."
"Por cierto, Lavinia, Christine me dijo que fue idea tuya tenerme encerrado con ella. Fueron cinco largos días y me los voy a cobrar" el desvergonzado muchacho la besó de nuevo, acercándose a su oído para poder susurrarle con un tono tan bajo, que la hizo sentir la llamada de Brennwarme por primera vez "Mi futura Diosa de la luz, vas a tener que quedarte a mi lado para invocar al invierno por al menos una semana entera. Espero que lo tengas en mente porque no saldré de tu habitación antes de eso."
Sylvester intentó alejarse pero ella no lo dejó. ¿Cómo podía luego de una declaración semejante?
Ni siquiera lo pensó. Tan solo se lanzó al cuello de Sylvester para ocultar su rostro en el hueco del cuello de su prometido, dejándole abrazarla y oler su cabello.
"Ahora tengo algo más que esperar con ansias además de nuestra unión. Agradezco a Liebeskuhilfe por guiarme a ti, Sylvester."
"También le agradezco… los asistentes vienen de vuelta."
Un beso más y Sylvester la soltó, sentándose de nuevo sin dejar de sonreírle. Lavinia se apresuró a tomar una galleta y llevarse la taza de té a sus labios, notando en ese momento que Ferdinand y Brunhilde habían estado fuera de la herramienta y que sus asistentes no estaban.
Por suerte, los asistentes no tardaron en volver y Lady Brunhilde desactivó la herramienta en ese momento.
Los últimos materiales de escritura y un tablero de reversi con el escudo de Drewanchel, pintado en los colores de su Ducado y de su temporada de nacimiento fueron entregados por Ferdinand en tanto Brunhilde le obsequiaba algunos pañuelos de encaje de colores, un par de peinetas y un abanico, todo a juego con el obsequio de Sylvester, una tela de lo más fina teñida con las técnicas de Eisenreich en colores que le sentaban bien.
"Esto de aquí te lo envía Christine, algo de que puedes decorar dulces. Quería darte más cosas pero… creo que enviaré un obsequio a Drewanchel cada mes, si estás de acuerdo. Soy un adulto ahora, debo empezar a cortejarte de un modo adecuado."
Su asistente soltó un sonoro suspiro y luego le entregó una pequeña caja que venía junto con la tela. Ahí dentro de encontraba un lindo palo para el cabello con flores de hilo y diminutas piedras Fey que simulaban gotas de lluvia. En definitiva, lo primero que haría al llegar a casa sería llamar a sus costureras para que le prepararán un vestido para el torneo interducados con esa tela.
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"Es una pena que ya no nos veremos en la Academia Real, Sylvester. No podré seguirte ganando cosas en el tablero de juegos."
"No siempre me ganas, ¿sabes? Tengo días en que me despierto inspirado por los dioses de la guerra."
"Deberías rezarles para que te iluminen más seguido. De hecho, deberías repasar tus lecciones y orar por inspiración divina o no seremos nosotros quienes ocupen el asiento de tu padre."
"¡¿Ahhh?! ¿Te preocupa que pierda ante mi hermanita o mi primo?"
"Siendo sinceros, mi futuro Dios Oscuro, tienes un largo historial de perder contra rivales más jóvenes que tú."
Podía escuchar a los adultos tratando de no reír por su pequeña discusión. En realidad, quería tirarse a los brazos de Sylvester y exigirle que se casara con ella en ese momento y la llevara a su habitación… por supuesto no podía hacer eso. Por el bien del decoro, su mejor opción era tratar de actuar lo más normal posible con él, aún si eso incluía golpearle un poco el orgullo.
De hecho, necesitaba que Sylvester se esforzara más por el Ducado o ambos serían meros ministros de Ferdinand.
"Déjame que te corrija, mi futura Diosa de la luz. Tengo un amplio historial perdiendo contra ti en juegos de mesa. Te recuerdo que el tablero no es lo único importante para ser Aub."
Sonrió y ambos guardaron silencio cuando llegaron al círculo de teletransportación. Las palabras que Sylvester le dijo el día anterior, así como los besos que le dio no dejaban de darle vueltas en la mente por más que lo intentaba. Quizás algo del anhelo de volver atrás en el tejido para experimentarlo de nuevo una y otra vez se reflejó en ella de algún modo porque justo cuando se soltó de Sylvester para subir al círculo, su prometido la obligó a girar para dar media vuelta, sorprendiéndola.
Sylvester se apresuró a arrodillarse, posteando una rodilla al suelo sin soltarle la mano, tomando la otra y llevando ambas a su boca sin dejar de mirarla, besando sus nudillos y dejando escapar algo de mana en todas las áreas de contacto. De pronto Lavinia sabía con exactitud porque Sylvester siempre saltaba incómodo y fastidiado por las descargas de maná con que ella solía "castigar" sus malos comportamientos. La sensación era una mezcla placentera e incómoda a la vez. Sus colores no eran contrarios, lo que era un alivio, pero tampoco estaban tan cercanos para que todo fuera dulce miel.
"Que Dregarnuhr, la diosa del tiempo tenga a bien hilar ayudada por Steifebrise para que Liebeskuhilfe y Sterrat unan con fuerza nuestros hilos, que Duldsetzen nos brinde sus bendiciones hasta ese momento y permita que el baile de Bluanfah no nos llene de angustia antes de que nuestros hilos se vuelvan a cruzar."
Sonrió. Si la declaración del día anterior había sido estimulante, esta era romántica, demasiado romántica en realidad. Lavinia podía sentir sus pómulos colorearse y su órgano de mana latiendo como si Schlageziel la persiguiera… quizás la había atrapado con ayuda de la diosa de los brotes.
"Mi futuro Dios Oscuro, mientras Duldsetzen me permite disfrutar del baile de Bluanfah lejos del confort de tu capa, estaré orando para que los dioses, en su misericordia, nos llenen de tantas bendiciones que parezca que dos vueltas de hilo pasan en solo dos puntadas para que nuestros hilos no vuelvan a separarse de nuevo."
La amplia sonrisa de Sylvester y su mirada cargada de afecto y promesas fue todo lo que pudo notar antes de ser envuelta por las luces negras y doradas del círculo activándose casi en el mismo momento que las manos de Sylvester la abandonaban y él se ponía en pie, cruzándose de brazos para ella y robándole un suspiro que debió perderse entre el Ducado del viento y la Academia Real.
"Milady, ¿qué fue eso de hace un segundo?" la cuestionó si jefa de asistentes, la mujer que había cuidado de ella casi desde su nacimiento.
"Eso fue… bueno… creo que mi matrimonio ya no será solo político", respondió la joven con una sonrisa sincera en tanto bajaba del círculo de transportación y comenzaba a caminar hacia él dormitorio de Drewanchel escoltada por sus dos asistentes de confianza y los caballeros que ya esperaban por ella. "¿No es una verdadera bendición de los dioses?"
Ni sus asistentes ni sus caballeros dijeron nada más, volviendo a casa en medio de un silencio agradable y relativo. Lavinia no era consciente de que iba tarareando algo o que dejó de hacerlo cuando apareció, al fin, frente a sus padres.
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Volver a Drewanchel fue curioso. Su rutina volvió de inmediato, como si nunca hubiera salido del Ducado. Sus hermanos la trataban igual que siempre. Sus clases se desarrollaban del mismo modo. Incluso los torneos de juegos de mesa se desarrollaban con Angriff, Mestionora, Glücklität y Anhaltung merodeando entre los tableros como era usual. Lo único que la hacía recordar que había salido y que su relación con Sylvester de verdad había mejorado eran dos acontecimientos.
Las cartas que intercambiaba cada semana con su prometido y Lady Rozemyne.
La joven de doce años que parecía una joven y delicada Mestionora era una amena compañera de clases y una figura menos misteriosa luego de haber visto su huella indeleble en el Ducado del viento y conocer a sus sacerdotes. Por todo lo grandiosa de la sola existencia de la chica, en su modo de hablar y de actuar le recordaba mucho a Ferdinand.
¿Qué problema podía tener la princesa Santa, amada por los dioses, para actuar de ese modo tan humilde en todo momento?
Dudaba mucho que se debiera a la piedad, sus doncellas eran casi tan piadosas como ella, pero ninguna era tan sumisa, en realidad Lavinia aún estaba tratando de descubrir quienes eran las antiguas plebeyas, si tuviese que adivinar, diría que esa era Rozemyne, sin embargo, estaba muy segura de que ella no lo era.
Por otro lado, la joven no era tan santa como parecía, desde su primer año en la academia, ella fue tema de controversia y el año anterior comenzaron a llamarla, 'reina demonio', 'señora del mal' y algunos pocos, solo los más valientes, la llamaban 'Shinigami' debido a la historia del subordinado oculto del dios de la oscuridad que se encargaba de sesgar los hilos cuando llegaba la hora de subir la imponente escalera. Lavinia sabía que ese sobrenombre que originalmente juzgo de inadecuado tenía bastante sentido, después de todo, muchos se enfrentaban a la muerte cuando jugaban contra ella.
"Veo que ya has incorporado a la perfección los dos primeros pasos de mi método de compresión", comentó Lady Rozemyne una semana después del regreso de Lavinia a Drewanchel, encerrada en una sala de té con ella y las dos asistentes más cercanas a la pequeña Suma Obispa.
"Gracias. Me tomó tiempo, pero creo que es en parte a las indicaciones que me dio el primo Ferdinand. Parece que es buen material para maestro."
Una mueca de desconfianza seguida de otra de orgullo y comprensión pasaron por el rostro de Lady Rozemyne conforme Lavinia hablaba, haciéndola sonreír.
'Así que Ewigeliebe no solo le dio su bendición al primo Ferdinand. ¿Quién lo hubiera pensado?'
"¡Ferdinand es increíble, ¿verdad?!" afirmó la peliazul con una sonrisa orgullosa y un porte todavía más elegante que antes "Espero poder enseñarte tan bien como él. Si tienes alguna pregunta, no dudes en hacerla, según entendí, estás muy interesada en aumentar tu mana."
Eso fue más que suficiente para saber que en verdad, Ferdinand y Rozemyne se comunicaban seguido, también que su primo no le había explicado la situación a su prometida, cosa que agradeció. Sería terrible que se supiera sobre su diferencia de mana con relación a Sylvester.
"¡Por supuesto! Como futura primera dama de Eisenreich, debo tener bastante maná para ayudar al Ducado y tener hijos saludables con un buen nivel de maná. En ese sentido, es más que necesario que me esfuerce en mejorar en todo aspecto posible, ¿no lo cree?"
"¡En efecto!" sonrió Lady Rozemyne, "una primera dama necesita mejorarse a sí misma. Si eres diligente, seguro lo consigues. Bueno, empecemos entonces con las siguientes dos partes."
Aprender los siguientes dos pasos fue tan fácil de comprender como los primeros dos. La idea de que Ferdinand solo estaba imitando la forma de enseñanza de Rozemyne le pasó por la cabeza al notar que su prima ponía mucha más atención a si estaba poniendo atención y comprendía.
Para cuando su pequeño curso terminó, Rozemyne le advirtió que no abusara de la compresión, pero que siguiera llevándola a cabo todos los días de a poco para ver resultados.
"Gracias, Lady Rozemyne. ¿Le parecería bien jugar al gweginen conmigo durante nuestra próxima fiesta de té?"
"¿Gweginen?" respondió su prima antes de sonreír un poco divertida "parece que en Drewanchel están tan fascinados con el gweginen como los dunkelfergianos con el ditter."
No lo había considerado, estaba por decir que no, pero, de hecho era posible que así fuera. De todos modos, se sintió un poco ofendida y desconcertada por la comparativa, ocultando todo tras una sonrisa noble.
"Ahora que lo recuerdo, Sylvester, Ferdinand y Brunhilde me enseñaron bastantes juegos de mesa durante mi estancia en Eisenreich. ¿Hay alguno que sea de su preferencia?"
La pequeña versión de Mestionora lo consideró un momento, apoyando su rostro de forma adorable sobre su mano antes de enderezarse de nuevo y sonreír.
"Reversi o Go sería divertido. No he jugado ninguno de esos desde que llegué aquí."
"Por supuesto, Lady Rozemyne, podemos jugar una ronda de Go y una de Reversi, sin apuestas. ¿Está bien con eso?"
"Estaré encantada de jugar con usted, Lady Lavinia."
Su asistente entró entonces, haciéndole saber que era hora de cambiar de actividad. Tendría que separar camino por el día, así que, antes de irse o dar la despedida de rutina hizo otra cosa.
"Por cierto… ¿podrías llamarme solo Lavinia? Somos primas, ambas somos candidatos a Archiduquesas y yo estaré mudándome a Eisenreich en dos años, después de mi enlace con Sylvester."
No estaba segura del porqué, pero la mirada de Rozemyne cambió en ese momento. Parecía más brillante, más cargada de emociones a duras penas contenidas. Las manos de Lady Rozemyne se movieron hasta que la joven se tomó a sí misma de las manos, como conteniéndose de hacer algo indebido y le sonrió con afecto.
"Solo si tú me llamas Rozemyne o prima."
Adivinando las intenciones de la menor, Lavinia dio un paso al frente y tomó a su prima de las muñecas por sobre las mangas, asintiendo cuando los ojos dorado oscuro se abrieron antes de que las manos de su prima la tomaran del mismo modo.
"En ese caso, ha sido un placer aprender tu método, querida prima Rozemyne. Espero que Dregarnuhr vuelva a cruzar nuestros hilos muy pronto y de manera repetida mientras estás aquí."
"Lo mismo digo, prima Lavinia. Espero que Dregarnuhr nos permita cruzar nuestros hilos de manera constante y amena para que podamos conocernos aún mejor."
Luego de eso, Lavinia fue a su asignación del día en los laboratorios de investigación. Tenía un proyecto empezado que se quedó en pausa para ir a Eisenreich. Era un buen momento para retomarlo si quería presentarlo durante el Torneo Interducados.
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El tiempo que pasó con su prima en el otoño fue divertido y ameno. Con el fin de seguir apoyando a la limpieza y mejoramiento del templo, Lavinia pidió permiso a sus padres de asistir con su prima al Templo.
Aunque la premisa de su viaje en un principio se presento como 'ella asumiendo como sumo Obispa', la verdad era, no estaba segura de tomar ese puesto, ahora no parecía ser una idea tan descabellada.
El templo de Drewanchel se estaba convirtiendo rápidamente en una copia del templo de Eisenreich.
Toda su agenda tuvo que reajustarse, pero era lo justo luego de notar la estrecha relación de los candidatos a Archiduque de Eisenreich y el Templo.
Pronto su relación con Rozemyne mejoró de manera significativa. Lo mejor era que a pesar de que su prima volvería a su Ducado, podrían verse todavía en la Academia Real.
Fue durante una de estas salidas al Templo, mientras ambas supervisaban algunos arreglos en el orfanato y el jardín, antes de pasarse a la sala de reuniones para verificar lo referente al Festival de la Cosecha que Lavinia decidió tocar un tema que le preocupaba ahora que tenía una idea de que era lo que parecía fuera de lugar en Rozemyne.
Ella era como Sergiuz.
Venían del mismo lugar, claro que Sergiuz era un orgulloso Drewanchel ahora.
Cuando se lo pregunto directamente a su madre ella lo confirmo y le dio una advertencia parcial, Rozemyne era muy sensible a muchos temas, sus alborotos de maná, no era algo que pudieran o supieran como controlar, y realmente no querían averiguar si ella podría salir del ducado sin que nadie se percatara.
Su madre también le explico que los primeros meses en el ducado, ella era más pasiva, por decirlo de forma amable, ahora era un poco más asertiva, aunque aún había un largo camino por recorrer.
"Es como si no tuviera motivación alguna. Ella solo espera ser una buena esposa." Le había dicho su madre. Y eso, la tenia incomoda.
Era como si la joven estuviera segada a su propio potencial.
Como Drewanchel, hija de la primera dama, eso no era algo que pudiese ignorar.
"¿Qué sucede, Lavinia?" preguntó Rozemyne aceptando la herramienta antiescucha que acababa de pasarle con discreción.
"Estaba pensando que, en realidad me sorprende que no estés interesada en el puesto de Aub… ¿prima?"
La mirada dorado oscuro de su prima se posó en ella por un latido o dos antes de devolver su atención a las mejoras en el cuarto de las niñas. La notó guardando su lado de la herramienta en el Sash alrededor de su cintura para dar algunas indicaciones, felicitar a los niños que estuvieron colaborando y luego retomar el extremo de la herramienta antiescucha que acababa de prestarle.
"¿Por qué lo dices, prima?"
Una de las doncellas grises se acercó a ellas y ambas ocultaron los dispositivos entre la ropa para poder responder. La junta para comenzar a organizar las salidas del Festival iniciaría en un momento, así que era hora de encaminarse a la sala donde se llevaría a cabo. Apenas ambas comenzaron a caminar, tomaron de nuevo las herramientas, dando un poco de mana para hacerlas funcionar.
"Independiente de que como Aub te sería difícil conseguir otro consorte además de Ferdinand" comentó con una sonrisa traviesa, notando el ceño de su prima fruncirse con fastidio apenas disimulado, "debo decir que lo que hiciste en el dormitorio de la Academia Real fue impresionante. Lo mismo en el Templo de Eisenreich. Estoy sorprendida de que hayas conseguido todo esto en el templo Drewanchel… Solo puedo imaginar qué harías en todo el… ¿Rozemyne?"
Su prima se había detenido, provocando que la cadena se jalara solo un poco. Lavinia se detuvo también, mirando a las doncellas que las asistían y haciéndoles una señal de esperar un momento.
Por su parte, Rozemyne parecía estar analizando algo, dándose un par de golpecitos en la mejilla de manera similar a como Ferdinand golpeaba su frente.
'¿Qué tan influidos están el uno por el otro?'
No pudo evitar sentirse un poco celosa de lo unidos que eran ambos, pese a que tenían menos tiempo comprometidos que ella y Sylvester, y ella fue la señora de Ferdinand, por mucho que estuvieran enamorados, el tiempo que pudieron comenzar a convivir libremente como iguales no era mucho.
"¡Y eso solo en Eisenreich!" murmuró Rozemyne como si hubiera olvidado que estaba hablando con ella "Umm. Tal vez pueda aceptar esa adopción y volverme Zent bajo la tercera reina… Sería hermana de mi prima… Umm. Me pregunto si Ferdinand estaría bien como príncipe consorte…"
Solo quería motivarla un poco, que viera un poco de su potencian, ¿Cómo fue que su pequeña prima termino hablando de convertirse en Zent?
'Debería enviarle una carta a Sylvester' pensó Lavinia sin dejar de sonreír algo nerviosa.
No sabía de qué adopción hablaba la pequeña Mestionora, pero quizás sería mejor enviarlos a ambos a la Soberanía.
Sylvester parecía estarse esforzando según sus propias cartas, las de Brunhilde y las de Ferdinand, claro que, sin industrias a su nombre, dudaba de que podría dar una verdadera pelea por el asiento y ella no estaba segura de que el proyecto en el que estaba trabajando pudiera formar una industria o empresa que pudiera competir con el par de feybeast a los que parecía haber ayudado a dar pelea.
"¿Rozemyne?"
"¿Oh? Lo lamento, Lavinia. Creo que me perdí en mis pensamientos, ojojojojo." Río sin disimular la mirada determinada en sus ojos "¿Nos apuramos un poco para llegar a la junta?"
"¡Por supuesto! Ya quiero ver cómo organizas a los sacerdotes que vas a empatar conmigo y con mis hermanos para recorrer las provincias. ¡Estoy segura de que disfrutaras de este viaje y podrás conocer un poco más de mi Geduldh!"
La junta fluyó de manera interesante.
Lavinia tenía la impresión de que Rozemyne estaba cambiando algunos planes en ese preciso momento porque parecía reflexionar antes de responder algunas preguntas o dar ciertas indicaciones.
Incluso se corrigió de pronto, alegando que acababa de notar una forma más eficiente para recorrer el Ducado y pasarse el cáliz de Geduldh.
Cuando salieron de la junta, Lavinia estaba bastante segura de dos cosas.
Rozemyne iba a adelantar su regreso para estar presente durante la fiesta de la cosecha de Eisenreich y sería una excelente Zent a la que no le importaría seguir.
