El Ascenso de un Científico Loco

¡Descubriré cómo Funciona el Mundo!

Acomodando las fichas

'Si le digo a Roz que tomaré el asiento para mí, tratará de detenerme diciendo que ella fue señalada por los dioses, pero tengo tanto derecho como ella a ese puesto, el antiguo Dios me lo solicitó.'

Fue lo primero que pensé luego del compromiso entre Anastasio y Eglantine, acunando a Rozemyne que dormía plácidamente a mi lado en un pijama normal.

No reclamarle por faltar a su promesa fue complicado. Justo el día anterior, cuando conseguí mi sabiduría, descubriendo que ESA era el Gutrisheit, descubrí que ella había faltado a su palabra. Que ella llegara desnuda y demasiado demandante me hizo tragarme el fastidio de descubrirla.

Su fiesta de té con Galtero fue bastante mal, tal y cómo me informaría Laurenz al día siguiente. Ese principito inepto no dejó de ver a mi novia como un trozo de carne, tomando su cabello para olerlo justo antes de tomarla de una mano.

Según Laurenz, Alerah estaba bastante segura de que ese insecto le pasó mana a Rozemyne porque no solo la vio saltar, soltarse y disculparse antes de salir huyendo, Alerah tuvo que curar a su señora después del baño. Mi novia insistió en que se le tallara justo esa mano una y otra y otra vez hasta casi arrancarse la piel. No era de extrañar que cuando llegó a mí casi me suplicó que pintara sus brazos con mi mana o que tuviera los ojos llorosos todo el tiempo.

"¿Qué voy a hacer contigo, Roz?" Murmuré mientras cepillaba su cabello, dejando escapar un poco de mana sobre su espalda antes de besar su coronilla.

Yo no tenia sangre real, sin embargo no parecía importar, o quizás la tuviera… algún noble caído en desgracia podría estar entre mis antepasados y por eso mi padre sabia como tratar el devorador.

'Poco probable pero no imposible.'

También recordaba que en la tierra existían algunas culturas en las que las princesas no podían gobernar por lo que eran casadas con algún príncipe, plebeyo rico o algún militar condecorado, cuando no tenían un hermano varón.

Había algunas, muchas, cosas que no entendía. La información que necesitaba para entenderlo estaba dentro de la sabiduría de mi novia. La mayor parte de lo que poseía en la mía eran hechizos, círculos mágicos, herramientas mágicas… pero no tenía suficiente información política como para saber cómo asestar un golpe de estado sin que me mataran en el proceso.

Necesitábamos hablar.

La certeza de esto me llevó a rememorar el día previo al compromiso de mi hermana adoptiva con Anastasius.

.

Tenía todas las tablas en mi schtappe. El círculo mágico en el cielo no solo era claro y visible, también era fascinante. Encontrar un círculo mágico con todos los atributos no era usual debido a que el atributo de vida solo podía usarse junto con el atributo de la tierra.

Cuando mi clase terminó y me retiré a comer, envié un ordonnanz a Justus para informarle que estaría en la biblioteca subterránea buscando una información que no me terminaba de convencer.

"¿Al menos llevas tu pequeña herramienta que detiene el tiempo con comida?"

"Se llama bento y si, la tengo conmigo. Le pedí al chef que la llenara y me la diera después del desayuno."

Las herramientas que detienen el tiempo eran demasiado estorbosas y consumían mucho mana, pero al utilizar la misma función en una caja mucho más pequeña, podía tener comida fría o caliente a mi disposición en cualquier parte, así que llevaba dos semanas llevando comida en una de estas para poder investigar y… si… conseguir el resto de mis tablas.

Justus no molestó más. Estaba disfrazado como asistente rubia para atender y vigilar a Rozemyne junto a Alerah durante las mañanas. El resto del día lo tenía consiguiendo materiales de formulación junto a Laurenz. Planeaba llenar a Rozemyne de amuletos. Cubriría cada centímetro debajo de su ropa si era necesario, al menos mientras lograba terminar el amuleto anti hombres. En el invierno sus amuletos quedaron visibles, ella admitió haberlos diseñado para protegerse, como nueva princesa seria natural que usara más, y nadie sabría que eran de mi parte. Nadie dudaría de su honor… o el mío.

Cuando llegué a la biblioteca, bajé junto con los shumils a la biblioteca subterránea, notando que ninguno decía nada sobre bendiciones y oraciones faltantes. La barrera se oscureció y me llevaron a una pared en el fondo. Al poner mi mano fui rechazado. Eso fue raro, pero debía ser algo a lo que tenía acceso solo la familia real.

No sabía que había hecho para que me llevaran ahí, pero me alegré de estar solo. Cuando giré a los shumils y les indiqué que no podía pasar, me llevaron de nuevo a la entrada y fue como si nada hubiese pasado.

Revisé algunos materiales e hice una traducción rápida. No había nada que dijera algo sobre la ubicación de la sabiduría, solo que debíamos buscar a Mestionora… entonces recordé la estatua de Mestionora en el segundo piso y sonreí.

"Weiss, guíame con Mestionora."

"¿Ferdinand ve al abuelo?"

Lo consideré un poco. Si Schutzaria y los dioses pilares eran los tíos de ese par de autómatas, el abuelo debía ser algún otro Dios.

"Si" fue todo lo que dije, siguiendo de inmediato al shumil hasta la estatua a la cual comencé a dedicar maná hasta casi desfallecer.

Me tomé una poción de rejuvenecimiento y luego, en algún momento me encontré en una habitación extraña. Podía ver un laboratorio en un lado y luego lo que parecía una casa. Rozemyne estaba al otro lado, sentada en una silla con una pared llena de libros detrás… Pero Rozemyne no podía estar ahí, ¿o sí? Además de que sus medidas no coincidían con nada, ni con su apariencia puberta que lucía durante el día o con la apariencia juvenil y desarrollada que tomaba por las noches… no, esta Rozemyne leyendo se veía más elegante, refinada e incluso un poco más alta… y tenía un bebé en brazos, un bebé con cabellos azul claro como los míos.

Cuando me acerqué a tocarla me di cuenta de que nada de lo que veía era real.

Una casa con un laboratorio, una biblioteca, una Rozemyne adulta y un pequeño bebé con mi cabello entre sus brazos… era como si esta habitación mostrara mi mayor deseo. Una vida pacífica en la que pudiera investigar y tener una familia con Rozemyne. Una vida donde ella tuviera la paz suficiente para leer cuánto quisiera.

A continuación noté una puerta y un shumil dorado. Sé que me dijo algo pero no alcancé a registrarlo del todo, no con la visión de Rozemyne sosteniendo un hijo nuestro. A pesar de todo, la puerta se abrió y yo entré, encontrándome con una escalera de caracol y al llegar al final, el lugar donde conseguí mi schtappe tiempo atrás. La misma habitación blanca y vacía. El mismo árbol blanco, nudoso y carente de hojas… el cual se convirtió de pronto en un hombre de ojos cerrados… un hombre similar a mí. Era desconcertante.

"¡Myne! Veo que esta vez has decidido entrar por la puerta correcta… incluso te has apresurado a crecer lo suficiente. Tu contenedor tiene un buen tamaño ahora. Anwasch no tendrá que estirarte de nuevo."

Me pregunté quién era Myne, aunque tenía una sospecha de quién podría ser. Además de mi peluche con el maná de Rozemyne, y el hecho de que Anwasch había estirado a alguien… demasiado sospechoso.

"Temo que no soy Myne. ¿Quién es usted?"

El árbol, ahora convertido en hombre, ladeó un poco la cabeza con sus ojos todavía cerrados y el ceño fruncido.

"¿Qué no eres Myne? ¡Eso no puede ser! Tu maná es el mismo que el de Myne… a menos que sigas necia con que ese no es tu nombre. Ya te expliqué que ese es el nombre por el que todos te conocemos aquí arriba, no un apodo."

Mi sospecha estaba a nada de convertirse en certeza. Me acerqué más al árbol, preguntándome porque no abría los ojos, notándolo hacer un gesto extraño y luego mirando arriba.

"Los reyes de los cielos deben amarte mucho más de lo normal si han decidido darte dos de sus nombres. Es inusual, pero un simple siervo como yo, purgando sus pecados del pasado, no tiene derecho a cuestionar los designios de aquellos que gobiernan en las alturas. Ahora arrodíllate y comienza a orar. Mestionora te dará el resto de tu sabiduría."

Quería hacer preguntas y poner algunas quejas, incapaz de hacerlo cuando una luz amarilla cayó sobre mí como un reflector en un escenario y la certeza de que debía obedecer me hizo arrodillarme y rezar. Información de todo tipo comenzó entonces a entrar en mi cerebro. Era peor que meter toda la wikipedia y la enciclopedia médica al cerebro por medio de una USB.

"No te resistas de nuevo, Myne. Sabes que será peor si te resistes. Sólo deja que la información entre en tu mente."

Más fácil decir que hacer, sin duda.

Tomé aire y me concentré en rezar, ignorando tanto como pude el flujo de palabras e imágenes inconexas que luchaban por grabarse. Me forcé a centrarme en repetir la oración una y otra vez, tratando de hacer respiraciones profundas hasta que la información dejó de entrar en mi cabeza y la luz despareció. Estaba tan exhausto que me dejé caer al suelo, sosteniendo el puente de mi nariz con fuerza y notando con sorpresa que el dolor que amenazaba con hacer estallar mi cabeza, dimitía sustancialmente con cada respiración.

"Lo has hecho muy bien, Myne. Sólo falta que te pongas de pie e invoques tu sabiduría."

La certeza de que, en efecto, me habían metido una USB gigantesca con todo tipo de información me hizo pensar en un ebook donde almacenarlo todo. Invoqué entonces mi schtappe y una palabra que me desconcertó salió de entre mis labios.

"Gutrisheit"

Y ahí estaba la bendita sabiduría. La prueba del Zent… reducida a un pequeño aparato de mana similar a una tablet de lectura… de hecho era idéntica a la que Shuu me regaló por mi cumpleaños cuando todavía éramos estudiantes de ingeniería.

Giré el dispositivo en mis manos y en efecto, incluso había una molesta estampa de anime… no, esta no era una estampa de anime con un escudo de alas blancas y las palabras "Shingeki no kyojin" debajo… no, la imagen era el escudo de la Soberanía con el león de Eisenreich de un lado y un shumil con un libro en el otro, todo encerrado en las enredaderas del escudo de armas de mis empresas.

"Sigues utilizando una forma de lo más curiosa, debo admitir. Mestionora lo aprueba."

Decidí acercarme al árbol parlante hasta que solo quedó un paso entre nosotros. Teníamos la misma estatura y nuestros rasgos eran similares, incluso el largo de nuestro cabello, solo que él lo llevaba suelto, con una tiara de ramas y la frente descubierta mientras yo lo llevaba trenzado.

"Ahm... señor Dios Árbol…"

"¡Soy Aivermeen, Myne! Que entraras por la puerta correcta esta vez no te da permiso a faltarme al respeto."

Conocía el nombre. Casi no había información de este Dios, sin embargo, no tenía mucho tiempo para discutir con él. Necesitaba volver antes de que anocheciera y Rozemyne fuera a buscarme a la biblioteca.

"Su Santidad Airvermeen… temo que me ha confundido con alguien, tal vez porque se empeña en mantener los ojos cerrados."

"¿De qué hablas, Myne? Solo puedo ver el maná, estoy seguro de que eres Myne."

"No lo soy. ¿Hay algún modo de demostrarlo, Santidad?"

El Dios pareció desconcertado luego de tocarme apenas un segundo, confundido e inseguro.

"Ferd. Ya veo. Debes ser el consorte de Myne o algo así. Sus manas son idénticos, no puedes culparme por no poder distinguirlos a uno del otro. Tampoco esperaba que aparecieran dos candidatos a Zent al mismo tiempo después de siglos sin que nadie viniera. Bueno, eso explica que tengas otro juego diferente de nombres de la Pareja Suprema. Es posible que ellos si pudieran discernirlos"

No necesité más explicaciones. Myne era el nombre de nacimiento de mi Rozemyne. Ella había estado aquí. Los dioses la habían forzado a crecer… mientras yo estuve sumergido en jureve. Mi novia debía estar usando algún artefacto mágico para evitar que su crecimiento se notara, uno de bloqueo cognitivo. ¿Qué demonios estaba pensando esa idiota?

"Esto es un problema, un verdadero problema." Murmuró el Dios, sacándome de mis cavilaciones y enfocándome en él.

"¿A qué se refiere?"

"Myne tiene aproximadamente un 35% de la sabiduría, tú tienes el resto. Tendrás que matarla para poder obtener la sabiduría completa, pero… los demás van a tener una buena pelea ahí arriba. Llevan algún tiempo discutiendo si deberían traerla de una vez o dejarla entre el resto de los mortales un poco más."

¿Matarla? No planeaba hacer eso, en definitiva. Tenía que haber otra solución y la iba a encontrar.

"Si ella muere, yo vendré justo detrás de ella. Encontraré otra forma de completar mi sabiduría."

El Dios asintió, relajando un poco su postura.

"En ese caso, le pedí a Myne que se a diera prisa en llenar la fundación y a tomar el asiento de Zent. El jardín está por colapsar. Que ella haya estado dando un poco de su mana a la fundación no es todavía suficiente. Toma su lugar, Ferd. Reclama la fundación y conviértete en Zent. Salva el jardín, por favor, después de todo, tu parte de la sabiduría es mucho mayor."

Asentí. Salvaría a Rozemyne y al jardín… después de hablar con mi novia, por supuesto.

.

"Buenos días, Ferdinand" me saludó Rozemyne con alegría en el comedor del dormitorio, como si no hubiera pasado toda la noche entre mis brazos ni la hubiera enviado de vuelta con un beso y un 'buenos días' a una hora adecuada.

"Buenos días, princesa Rozemyne." Sonreí notándola inflar las mejillas y torcer la boca, así que continué antes de que pudiera reclamar, "como actual princesa soberana, supongo que sabe que debe mantener el estándar de aprovechamiento que ya ha cimentado. Por otro lado, aún si es nuestro día libre, debo practicar como profesor."

Los ojos de Rozemyne se abrieron bastante, brillando en tanto sus mejillas se sonrojaban un poco y una sonrisa tímida y divertida aparecía en su rostro.

"Ya he pedido el permiso a Zent y a mis colegas, pero ¿le importaría acompañarme al salón de clases para darle una tutoría sobre el curso que tendrá este año?"

Sus mejillas se sonrojaron aún más. Detrás de mí solo pude escuchar a Laurenz haciendo lo posible por no reírse, notando que Alerah lo veía con mala cara y una sonrisa torcida, negando despacio.

"Sería un verdadero placer para mí ayudarlo a practicar para sus clases, profesor Ferdinand", suprimir el escalofrío bajando por mi espalda ante su voz ronroneando mi nombre y el nuevo título, además de ver el aire soñador que mostraba su rostro, fue algo complicado, aunque no tanto como disimular la erección escondida bajo la mesa.

Recordé que anoche, mientras ella dormía, yo había estado revisando algunas entradas de hechizos… íntimos… en mi sabiduría. Bajando la mano hasta colocarla encima del bulto, susurré una oración sonriendo como si nada pasara, sintiendo como toda la sangre agolpada volvía a circular despacio y mi libido a dimitir. Al menos eso había funcionado. Ya tendría tiempo de investigar las pociones y hechizos relacionados después.

Con nuestros alimentos terminados y Justus llevando mis materiales y Margareth los de Rozemyne, nos dirigimos hacia el salón vacío. Laurenz y Angélica venían detrás de nosotros como escoltas debido a que deberían quedarse afuera de la puerta para montar guardia. No tenía caso traerlos a todos.

Una vez dentro, recordé que Margareth era una juramentada, así que le di permiso de quedarse en tanto Justus salía, aliviado, para permitirnos tener nuestra clase con alguien supervisando por el bien del decoro.

"¿Y qué es lo primero que aprenderemos hoy, profesor? Estoy ansiosa por qué usted me enseñe."

Sentí mis orejas calentarse, tomando aire y recordando el último informe sobre las fiestas de té que obligaban a Rozemyne a tener con Galtero, sintiendo como me hacía en control de la ira en lugar de la lujuria. Una respiración profunda detrás de una sonrisa noble y miré a Margareth.

"Rozemyne, ordenarle a la kunoichi que no diga nada de lo que verá o escuchará aquí."

Quizás por la petición o tal vez por mi tono mordaz, todo rastro de coquetería y juego abandonó del todo a mi novia, la cual volteó a ver a su asistente, pidiendo una disculpa y llevando su mano a la jaula en su cadera. Yo me apresuré a elevar la barrera antiescuchas a nuestro alrededor y luego me senté frente a Rozemyne, con la mesa de por medio antes de adelantar mi mano y cantar el hechizo para desvelar la sabiduría.

Su rostro era una verdadera película, mostrando como pasaba del asombro, al nerviosismo, luego a la angustia, después a la preocupación y finalmente al enojo, cruzándose de brazos para que no notara como sus manos se cerraban con fuerza, bajando el rostro sin dejar de verme con el ceño fruncido y una fina línea recta en lugar de labios.

"Su Santidad Aivermeen te manda saludos, Myne. Dijo que uno debe matar al otro porque compartimos sabiduría."

Margareth adoptó una postura defensiva de inmediato. Rozemyne palideció y yo guardé mi Gutrisheit cruzándome de piernas y brazos antes de soltar un suspiro de fastidio.

"Lo cual, de hecho, estoy considerando porque recuerdo BASTANTE BIEN haberte hecho prometer QUE NO IBAS A RECORRER EL RESTO DE LOS TEMPLOS SOLA."

"¡Ferdinand, yo…! NECESITABA hacerlo. ¡El jardín está en peligro y…!"

"¡El jardín se puede ir al carajo! ¡ME MENTISTE! ¿Cuándo planeabas decirme que te volviste la ÚNICA candidata a Zent?"

"¡No te mentí, crucé los dedos!" bramó confundiéndome. Ella no podía saber sobre eso, Urano sabría, pero Rozemyne no. La idea de que Urano realmente hubiese surgido y ella lo ocultara atravesó mi cabeza por un momento antes de que la viera negar, haciéndome imposible preguntar a que se refería.

"¡No lo entiendes! ¡Me tenían muy presionada! ¡No sabía que hacer! ¡Estaba tan desesperada por hablar contigo! ¡Y TÚ estabas DURMIENDO en ese maldito jureve! ¡ME DEJASTE SOLA!"

"¡ME ESTABA CURANDO!"

"¡Y YO ESTABA INTENTANDO NO SUBIR LA ALTÍSIMA ESCALERA!"

Ambos nos miramos fastidiados y molestos, los bancos en los que habíamos estado sentados yacían ahora en el suelo y nuestros rostros estaban tan cerca, que solo necesitaba un pequeño acercamiento para besarla y reclamarla sobre la mesa… entonces lo noté.

Mi mano se fue hacia el adorno que colgaba de su ropa. Un broche de buen tamaño cuyos adornos eran bastante sencillos pero elegantes en comparación con los adornos que yo le había regalado.

Ni siquiera pude pensar cuando mi mano ya le había arrebatado el artefacto, inspeccionándolo un momento antes de mirar a Margareth y luego a una Rozemyne bastante crecida, al borde de su otoño.

"Sabía que no era normal que solo estuvieras desarrollada por las noches."

Ella se sonrojó, sus manos se crisparon sobre la mesa y luego se alejó de mí.

"Así que lo notaste."

"¿Cómo no lo iba a notar? La primera vez estaba desorientado, así que pensé que estaba soñando. Mi Rozemyne no podía haber crecido TANTO en solo tres meses… si no hubieras estado tan nerviosa, habría pensado, ingenuamente, que de verdad era un sueño… y me habría sentido culpable y asqueado al día siguiente."

Eso pareció lastimarla. Margareth, arrugó el ceño detrás de ella. Aun así, asintió sin dejar de vigilarme. Tenía que ser firme entonces. Tal y cómo pensaba, sus asistentes de mayor confianza estaban al tanto de que su señora me buscaba TODAS las noches y no siempre con la mejor y más inocente de las intenciones.

"No pensé que sentirías asco por tocarme cuando fuiste TÚ el que me pidió que fuéramos novios para poder besarnos en secreto hace varios años."

Decidí ignorar a Margareth. Casi podía sentirla cortando mi garganta, sin embargo ella seguía en su lugar.

"Fui inmaduro, estúpido y estaba tratando de convencerme de que sentía atracción y no amor. Me disculpo por mis errores, no volveré a repetirlos. En cuanto a el asco… ¿de verdad crees que me habría sentido bien sabiendo que me robé tu virtud sin estar del todo consciente? ¿A ti, que eres menor de edad?"

La vi tensarse. Al parecer era consciente desde hace algún tiempo. Estaba apenada y molesta ahora.

"Si, bueno… me parió una flor. ¿Qué se podía esperar de alguien de mi calaña?"

La tomé de los hombros, zarandeándola un momento, fastidiado e iracundo, obligándola a verme.

"Tú NO eres una flor. ¿Cuándo te lo vas a grabar en esa cabeza dura que tienes? ¡Una flor no tendría la sabiduría del Zent! ¡Una flor no estaría preocupada por casarse con un príncipe o con un mero candidato de un Ducado! Y, en definitiva, tal y como te lo dije hace años, NO estoy interesado en tomar flores. No eres mi flor ni la de nadie más, en este momento eres mi alumna y en algún momento vas a ser mi esposa y no me importa lo que diga ese Zent sin sabiduría o el maldito idiota de Galtero ¿entendiste?"

La mesa fue jalada hacia un lado, las manos de Rozemyne me tomaron del rostro y pronto ambos estábamos metidos en un beso apasionado, con mis manos sujetando su cintura con fuerza para acercarla más.

'¡Esto NO está bien!' pensé, murmurando de pronto la oración que estuve memorizando la noche anterior, sintiendo como ambos nos relajábamos cuando mi mana fue succionado por mi anillo. El beso se rompió por completo y Rozemyne solo ocultó su rostro en mi pecho mientras yo apoyaba mi propio rostro sobre su cabello, cuidando de no despeinarla.

Hasta ese momento me digné mirar a Margareth. Estaba sonrojada y aliviada de alguna forma… con una cuchilla en cada mano.

"Antes de darte la asesoría, debo advertirte que vas a ser la primera y única dama del próximo Zent, así que deja de meterte en problemas. Crearé un hechizo para tomar la pequeñísima parte de sabiduría en tu libro."

"¿Perdón?" dijo ella, soltándome y empujándome un poco, molesta y algo fastidiada ahora.

"No te preocupes, no me refería al inepto de Galtero."

"Pues aún así estás en un error. Espero que no te moleste que tu nombre cambie a Ferdinand Lutna Yurgensmith, porque el futuro consorte del Zent ¡vas a ser tú!"

"¡En tus sueños, niñita!" le respondí con una sonrisa malévola, disfrutando la terrible amenaza silenciosa que me estaban dando sus ojos.

'¡Oh! Así que mi tablero de juegos no era uno, sino contra dos oponentes. Muy bien. No es como si no pudiera aprovecharme de eso para ganar este parchís.' Pensé en lo que reacomodaba el escritorio y levantaba mi banco.

Ninguno volvió a mencionar el asunto durante esa asesoría o el resto de la semana, después de todo, cada jugador debía proteger su propia estrategia. No me dejaría vencer.

.

Antes de que el verano terminara, envié a casa una solicitud de reunión con mis guardianes. Me respondieron con rapidez y regresé de forma temporal a casa en lo que sabia, seria una de las ultimas visitas a mi Ducado de origen.

Sebastián, el mayordomo del castillo me guió a una sala de té donde me esperaban.

"¿Cómo te sientes, Ferdinand?", preguntó mi padre después de que me sentara, sirviendo vize para mí en lugar de té. Tomé un trago antes de levantar la vista, esbozando una sonrisa que no era alegre en absoluto.

Mi padre, mi padre adoptivo y el tío lucían cansados. Todos parecían haber envejecido varios años en los meses que no los vi. Que me recibieran en una sala de té y no en la oficina, pese a que mi solicitud era formal y no social, me indicó que la oficina no estaba en condiciones para recibir visita. La culpa en sus miradas me reveló que todo este tiempo siguieron buscando alguna forma para negarse al decreto real.

"Sinceramente frustrado, enojado, dolido, y confundido. Somos el SEGUNDO ducado, deberíamos poder negarnos a una petición así, pero no fue una petición."

El tío suspiró antes de darle un trago a su propia copa.

"Que él rey ordenara primero la adopción de mi niña en su familia nos ató de manos. Como princesa soberana, la privó de la protección del Escudo de Schutzaria."

Mi copa se detuvo antes de poder beber de nuevo, confundido por las palabras de mi tío. Me miró unos momentos, confundido por mi reacción antes de que la comprensión inundara sus ojos.

"Lo lamento, es información que reciben los candidatos a herederos tras su graduación, pero con todo lo que ha pasado, olvide que aun no te lo hemos enseñado. ¿Recuerdas la ley de protección a Gedulh?"

Le tomó a mi cerebro pocos segundos recordar todo lo que sabia sobre esta ley.

Era principalmente usada por mujeres, sin embargo, la ley establecía que una persona podía invocar el escudo de Schutzaria para librarse de un matrimonio o una situación que la pondría en peligro. En la mayoría de los casos terminaba con la joven abandonando a su familia, pero para esto, se debía esperar a tener quince años. Recordé también que la madre de Christine se casó desde otro ducado, por lo que la esposa de Sylvester no conocía esta ley, lo que la llevó a buscar un modo de aumentar su maná para no poder casarse. Cuando se enteró de la protección de Gedulh, renunció a su casa. El hecho de que su padre ocultara la ley a su hija, sumado al maltrato que recibió la joven por parte de las esposas de su padre, fue suficiente para justificar su causa.

Alerah invocó esta ley cuando abandonó a su familia para vivir en el templo ya que sus padres la ignoraban desde que las cosas se complicaron dentro de su familia.

"Como sabes, un candidato a archiduque solo puede abandonar su ducado por matrimonio, pero existe otra excepción, y es si solicita la protección del escudo de Schutzaria."

Mi padre entonces me explicó que esta ley permitía a un candidato a archiduque mudarse a Eisenreich, ya fuera que estuviera en peligro dentro de su ducado o por algún motivo más personal. Al parecer, existía una herramienta mágica llamada el juicio de Schutzaria que era como una puerta. El candidato debía atravesarla y si lo lograba, se le recibiría dentro del ducado.

"…es por eso por lo que la cultura interna de Eisenreich es tan variada. Aunque es normalmente Aub quien solicita la protección para un hijo o una hija, todo candidato tiene derecho a solicitar la protección de Schutzaria."

"¿Fue por eso por lo que nos mantuvimos neutrales en la guerra?", aventuré y los vi asentir, pensando que esa debía ser la razón de que Galtero y Eglantine terminarán siendo educados aquí durante su infancia.

"Hasta hace unos doscientos años, este derecho también pertenecía a los príncipes y princesas, pero… después de que varias princesas la solicitaron y pusieran a Zent en una situación difícil, se restringió su uso. Zent podía solicitar la protección de Schutzaria para sus hijos y los príncipes y princesas pueden solicitarla para sus hijos, aunque hay algunas restricciones…" murmuró y lo oí suspirar, "de cualquier modo un real no puede solicitarla para sí mismo."

Asentí analizando la información que acababa de recibir. Tenia una idea de cuál era la excepción de la que hablaban. Mi padre entonces me explicó que habían estado buscando una forma de ir contra la orden real, sin encontrar nada hasta ahora.

"Lo lamento, Ferdinand. Yo…"

"Por favor, no se disculpen. Puedo ver que han hecho tanto como pudieron… ¿Cómo está mi tía?"

"… no muy bien", confesó mi tío, "está en un estado similar al que tenia cuando traje a Rozemyne por primera vez, pero… en fin, ¿sobre qué querías hablar, Ferdinand?"

Terminé el contenido de mi copa y respiré hondo, mirándolos de frente y enderezándome en mi asiento.

"Tío, padre, padre adoptivo, estoy aquí para presentar mi renuncia a la competencia por el puesto de archiduque."

Me miraron en un silencio atónito por algunos segundos. Volví a respirar y comencé a enumerar los motivos de mi renuncia. Oculté el hecho de que tenía la sabiduría y ahora estaba apuntalando a Zent. Aun era pronto para revelar esa información. Necesitaría su apoyo, pero no quería agobiarlos, no aun.

"… después de pensarlo mucho, me di cuenta que no puedo permanecer en el ducado. Si me convierto en ministro, habrá quienes protesten al respecto y exijan me den el asiento de Aub, sin embargo la facción de mi primo esta creciendo. No tengo tiempo de formar una facción propia. No como maestro soberano y, aunque encuentre a otra joven que pueda igualarme…" me detuve, soltando una risa antes de continuar, "de cualquier modo, es por esto que me gustaría solicitar su ayuda para mudarme de forma permanente a la soberanía como profesor. Si después de los cuatro años que duraría mi servicio, se decide que no puedo mantener mi estatus como candidato, entonces anularé mi adopción con mi padre adoptivo y regresaré a mi estatus original."

"Ese maldito… solo nos esta dando problemas", masculló mi padre adoptivo con evidente frustración, "muy bien. Apoyaremos tu solicitud, Ferdinand y te daremos una carta donde mostremos nuestro apoyo."

"Asegúrate de escribir tus motivos correctamente, no queremos ordonnaz mal intencionados hacia ti."

.

En el ditter, uno no suele ser consciente del momento en que su contrincante comienza a preparar sus suministros, sin embargo, fue imposible no percatarme del momento en que mi novia lo hizo.

La primera semana del otoño, justo después de los bautizos de los plebeyos en la Soberanía, Rozemyne se mudó del dormitorio por algunos días. En ese tiempo, los exclusivos de Rozemyne comenzaron a llegar desde Eisenreich. Fue extraño. Según Justus, los exclusivos de la familia real eran excelentes en sus ramas, pero el rey acepto que la villa de Rozemyne fuera habilitada por su gente de confianza.

'Parece que está tratando de compensarla…', o eso fue lo que pensé hasta que vi un rostro conocido entre la gente que se mudaba a la soberanía.

Effa, la madre de Tuuri llegó junto a la señorita Liz y Corina. Todo indicaba que mi novia estaría estrenando una nueva moda en invierno, lo cual era parte de su debut como princesa soberana.

Cerca de la sexta campanada las modistas regresaron al dormitorio para volver a casa. Tuuri venía con ellas. Se despidió de su madre con un abrazo, aprovechándose del hecho de que no había mucha gente en el dormitorio y los que estaban presentes conocíamos su origen.

"Las bendiciones de los dioses pueden ser un verdadero problema cuando son tan desmedidas como las que recibe y da mi señora…" murmuró antes de que sus ojos me encontraran. "Deberías tener cuidado, Ferdinand."

Tuve que parpadear dos veces debido a la forma en que me llamó. Me sonrió antes de activar el Blatath.

"Mi lady es muy amada por todos los dioses. Supongo que lo sabes. Tus asistentes siguen viajando al baño de la diosa, pero eso podría ponerla en peligro o poner a otros en peligro."

"No entiendo, ¿qué quieres decirme?"

Una sonrisa y su abanico se abrió ocultando una risa antes de comenzar a irse sin decirme nada más, deteniéndose un momento antes volver a mirarme.

"Estaré fuera de servicio por un tiempo y volveré a casa junto a mi esposo. Volveré al servicio en primavera. Cuida de mi señora, Ferdinand, realmente eres el único que puede protegerla, y más ahora."

La vi subir al puerto de teletransporte junto a Dirk, quien me dedicó una sonrisa de disculpa antes de que el circulo mágico se activara.

Cuando pude volver del error de procesamiento en el que caí, me di cuenta de que el ángel del templo se convertiría en Wiegenmichte…

¡¿Qué pasa con el pésimo timing?!

Esto era un dolor de cabeza; no solo Tuuri se retiró del servicio al igual que Clarissa; Dirk y Hartmut volverían al servicio activo en invierno, lo cual les daría tiempo para preparar piedras de maná para sus esposas. Al final, ellos volvieron al servicio el segundo mes de otoño. Por supuesto los regañé por eso, pero descubrí que fue Rozemyne quien lo solicitó.

"Con el nacimiento de nuestros hijos, formaremos una casa a su servicio. Dijo que era importante y que debía ser más pronto que tarde."

Con el estatus de familias nobles, como su tutora, Rozemyne finalmente podría asignarles un nombre. Dos casas archinobles al servicio de Rozemyne serian fundadas en primavera.

Cuando volví a verla, descubrí que fue adoptada por la primera reina, Magdalena de Dunkelferger.

'Muy bien, no te contengas en nada, que yo no lo hare.' Pensé divertido, observando como mi tablero se volvía más difícil. Demasiadas cosas bajo el sudario de Verbergen.

.

"Hablé con mi madre…"

Estaba quedándome dormido, pero ese murmullo me despertó por completo.

Rozemyne solía llamar madre a la reina Magdalena solo cuando estaban en público, por lo cual me sentía confundido. Me senté para verla. Mi novia se colocó boca arriba en la cama y cubrió su rostro por un momento antes de continuar explicándome.

"Mi madre biológica… Seradina." Guardó silencio después de eso cubriendo sus ojos y tomando aire como si le costara un poco hablar. "Es una doncella en el templo soberano."

"Creía que decías eso antes para convencerme" le confesé.

"No te culpo."

Su sonrisa se suavizó un poco y comenzó a hablarme de su vida en ese lugar. Lo que aun recordaba de su madre, y cosas que ella le contó.

"No me atreví a preguntarle como terminó en el templo soberano, pero si me dijo que está bastante segura de que mi padre si es mi padre. Papá le envió feystone llenas de su maná para mí con regularidad. Creo que planeaba comprarla y sacarla del palacio, pero…" se detuvo siendo incapaz de continuar. La vi soltar el aire antes de proseguir, "mi madre es bastante joven y tiene educación noble. Al menos de forma parcial. Podría haber lavado su identidad, pero no ahora."

Volví a acostarme, recargándome sobre mi brazo mientras seguía viéndola, entonces giró para verme también, acercándose un poco más antes de abrazarme y que yo le devolviera el abrazo.

"Sabes, mi nombre debía ser Camile o el nombre de alguna flor, pero se negó a nombrarme así y me llamó Myne. Ella me dio mi nombre con la promesa de que un día me iba a librar de ese destino." La sentí frotar su rostro en mi pecho y soltar el aire, "mamá estaba confundida cuando le dije como me llamaba ahora. No entendía porque mi padre me dio un nombre de flor, tampoco es como si se lo pudiera preguntar ahora."

"Siempre me ha gustado tu nombre", le confesé mientras comenzaba a acariciar su espalda, "significa mi rosa, siempre pensé que te quedaba bien; una rosa es hermosa y se ve delicada, pero puede ser peligrosa si la tratas sin cuidado."

La escuché reír y la sentí acomodarse para dormir acurrucándose aún más entre las sábanas. El otoño estaba finalizando, lo que significaba que pronto dejaríamos de compartir cama, otra vez.

"No lo digas. Sé que no es correcto, pero me hace sentir que todo estará bien. Por cierto, sugerí que la villa que estaban preparando para mí se usara como edificio para los maestros del curso de candidatos ya que la usaré por poco tiempo. Si la construían con eso en mente, Eglantine y Anastasius también podrían usarla durante el invierno. Fue una verdadera sorpresa que Galtero apoyara mi idea. Según Margareth él está seguro que eso será una tortura para ti debido a que 'yo ya he aceptado que mi futuro ahora es el mejor.'"

Me reí un poco atrayéndola aún más, pensando la mueca de disgusto e incredulidad que pondría ese idiota si supiera donde dormía Rozemyne y por qué.

Galtero tomó el cambio en la actitud de Rozemyne como una aceptación de su compromiso cuando lo que en realidad estaba pasando era que mi novia solo estaba preparando su tablero para volverse Zent, claro que yo estaba haciendo lo mismo.

La mañana siguiente, cuando volví de mi capacitación, me encontré con Joseph empacando mis cosas. Al parecer se me asignó una habitación en el futuro edificio de maestros del curso de candidatos. Mientras lo veía empacar, una ola de nostalgia me invadió. Si bien Justus era mi asistente principal, por lo cual estaba acostumbrado a tenerlo conmigo todo el tiempo, ahora mi hermano estaba en Eisenreich. Según supe, al fin había encontrado una mujer con quien comprometerse, de modo que fue con madre para decirle, aunque no quiso decirme quien era su prometida.

Dos días después de la notificación, finalmente pude dormir ahí.

Mi habitación estaba bastante lejos de la de mi novia. La forma de la villa me recordaba un poco a la estructura del orfanato, aunque no era exactamente igual. Los dormitorios para los quedaban bastante lejos de los femeninos.

Cuando me quedé solo, mi novia apareció por los pasillos de servicio. Me sorprendió que pudiera llegar tan pronto. La construcción no se parecía a las del castillo o el templo, pero ella solo me sonrió de forma socarrona.

"¿Quién crees que diseño el edificio, Ferdinand?"

Entonces se dirigió a mi habitación oculta y la abrió.

"¿Qué estas…?"

"¿Sabes? Nuestros manás son idénticos, no solo porque te teñí por accidente cuando eras un niño, sino porque fui teñida por ti a la vez y ambos teníamos la marca de Ewigeliebe, es por eso por lo que los dioses no pueden distinguirnos… si yo no hubiera tenido los grumos de maná, bueno…" se río antes de mirarme y sacar algo de entre sus mangas. "Este círculo te permitirá llegar a mi habitación a través de mi habitación oculta. Será más fácil cuando tengamos o queramos reunirnos."

Dejó un pequeño beso en mis labios y se fue usando el circulo que acababa de darme.

Cuando volví en línea me di cuenta de lo que hizo. Invoqué mi propia sabiduría y busqué el circulo que estaba bordado. No lo tenia.

Necesitaba darme prisa para encontrar como copiar la información

'Si esto fuera una verdadera tablet solo necesitaría copiar los archivos, pero no puede ser tan sencillo como copiar y pegar… ¿o sí?'

El invierno nos alcanzó y con él llegó lo inevitable.

Los estudiantes no dejaban de cuchichear mientras veían a Rozemyne caminando hacia el frente del alumnado. Un estudiante siempre debía portar la capa de su ducado, por lo que resultaba extraño que ella no la usara.

Muchos me lanzaban miradas confundidas. Podía sentirlo, pero mis ojos no se apartaron de mi novia.

Su vestido estaba inspirado en un estilo Gothic lolita militar, o eso fue lo que me susurró Laurenz. Era casi por completo negro. La falda plisada y un cinturón con cadenas. Dos líneas rojas paralelas adornaban el bajo de su falda, así como la pequeña capa negra sobre las mangas, más similares a las de un caballero que a las de una princesa. Todos los pequeños detalles de color eran rojos.

Zent entró entonces. Sabia que estaba hablando, pero mi cerebro se negaba a registrar las palabras, aun si era consciente de que esto solo era una farsa. Rozemyne era mía y solo mía, aun si estaría usando el collar que ese bastardo le daría.

Me di cuenta del momento en que anunció su adopción solo porque la primera reina colocó sobre sus hombros una capa. Una vez que la capa fue asegurada y la reina dio un paso atrás, Zent retomó la palabra. Hablando ahora de como la piedad y el obvio favor de los dioses a mi novia eran lo que se necesitaba para recuperar la sabiduría perdida… o algo así.

"… presenten las piedras de compromiso." Finalizó el rey.

Rozemyne miró a Zent Traokvar antes de asentir. Aceptó la piedra que Margareth le daba. Una sonrisa pegada en su rostro que la hacia parecer lista para la guerra.

"Este matrimonio fue ordenado por los que gobiernan en las alturas…", inició, arrodillándose un momento. Su discurso eufemínico narrado en lenguaje antiguo, como si cantara una profecía incluso a mí me hizo perder el hilo de su mensaje, "te daré esta piedra como muestra del futuro que decidí."

Galtero sonreía abiertamente, aunque su sonrisa se esfumó un momento al leer lo que decía la piedra. Su ceño se frunció en confusión antes de recuperar su sonrisa principesca.

Podía adivinar que el mensaje estaba escrito en lenguaje antiguo, y no era algo muy amable. Ella se puso de pie entonces sin dejar de sonreír. Sentí el momento exacto en que todos me miraban, incluso escuchaba a los alumnos cuchichear sobre como ella no estaba haciendo nada para ocultar su desacuerdo.

El principito se arrodilló entonces, cantando sobre cómo había esperado paciente para que llegara este momento, sobre cómo se aseguraría de que ella obtuviera su legítimo lugar en las alturas y no sé que más. Rozemyne se veía extraña, parecía muy incómoda.

"…acepta esta piedra como prueba de mi devoción por ti."

Rozemyne no se movió. No alzó las manos ni intento tocar la piedra. Un ligerísimo gemido escapó de sus labios mientras comenzaba a moverse de forma antinatural, casi mecánica.

"No lo soporto…" lloró al tiempo que sus piernas perdían fuerza y Margareth se apresuraba a sujetar a su dama. La piedra de compromiso se volvió polvo de oro en su mano en el mismo momento en que yo entendía lo que estaba pasando.

"¡Margareth, llévala a su habitación!" ordené de inmediato, logrando que la ninja me mirara confundida. Igual que todos. "¡Si se queda seguirá sufriendo!"

"¡Lord Ferdinand, ¿Qué…?!"

"Maldición, ¡Despertó su detección de maná!"

"¡¿De qué hablas?!", gruñó Galtero, "¡No puedo sentirla, no…!"

"¡Pero yo sí!", grité mientras la veía perder la conciencia. "¡Seguirá sufriendo si no se la llevan ahora! ¡Tiene más maná que yo!" Todos me miraban estupefactos ahora.

Eso fue suficiente para que Christine racionará, así como sus asistentes adultos que la tomaron en brazos antes de sacarla de ahí.

En ese momento, en medio del silencio que quedó me di cuenta del error que acababa de cometer. Nunca había desvelado el hecho de que no podía sentir a nadie, pero ahora lo había gritado frente a todos y gritado que Rozemyne era la única a la que podía sentir y tenía más maná que yo… justo después de que la piedra de compromiso de Galtero se deshiciera en polvo dorado.