Solo por tí y para tí.
Un estruendo ensordecedor hace eco en los oídos de todos los presentes, mientras del arma emerge un pequeño humo negro. Nadie comprende lo que acaba de suceder.
Varios se cubren los oídos, sorprendidos por el estruendo repentino. Nadie esperaba esto. Solo los herreros estaban al tanto de esta arma, ya que no la mostré ni a Emilia ni a ninguna otra persona aparte de Beatrice. Fue ella quien me ayudó con las modificaciones en las balas.
—¡Miren! —Señalo la armadura, que fue atravesada por el proyectil sin problema alguno.
Incluso Emilia abre la boca sorprendida, ella sintió una pequeña fluctuación de maná pero era tan minúscula que es casi imperceptible.
Todos se quedan en silencio, esperando por lo que voy a decir.
—¡Esta es un arma única! No usa magia para activarse, no necesitas ser un mago o un caballero con años de entrenamiento para usarla —La vuelvo a alzar, mirando a todos determinado—. Mañana se abren las postulaciones al nuevo ejército, donde todos los que participen tendrán grandes beneficios.
»—Las personas que decidan entrar, tendrán un salario similar al en un caballero que son veinte monedas de oro mensual, pero eso solo es inicialmente. A medida que avancemos su salario ira aumentando, mientras más alto sean sus logros más beneficios tendrán —pongo mi mano en mi pecho—. Es una labor peligrosa, por lo que también entendemos que se preocupan por sus familias, por eso, en caso de que alguien perezca haciendo su labor, ofreceremos a las familias alimento y dos monedas santas cada cinco meses, además de trabajo y beneficios más allá de dinero.
Las personas comienzan a murmurar entre sí, aparentemente preocupadas por su seguridad. Comprendo que no es una decisión fácil para ellos, pero también entiendo que no desean que una tragedia similar se repita. Contratar fuerzas externas podría generar problemas, por lo que les pido que si sienten en su corazón el deseo de proteger a sus seres queridos, den un paso adelante y se postulen para unirse al ejército de Irlam.
Varios hombres gritan emocionados, emocionados por la nueva oportunidad que se les presenta. Es así como la fase tres da comienzo, la etapa que nos mostrará un nuevo horizonte.
—¡Celebremos este gran comienzo! ¡Brindemos por Irlam y su gente! —exclamo con entusiasmo. El bullicio se hace presente, la música envuelve el ambiente y los instrumentos llenan el aire. Las bebidas alcohólicas se reparten entre los presentes y la gente comienza a bailar. Una celebración en honor a aquellos que han perecido y con la mirada puesta en el futuro.
En realidad, las festividades no son mi fuerte, incluso en la Tierra solía evitar las discotecas. Sin embargo, ver a todos tan felices me hace comprender que el sufrimiento no fue en vano.
En ese momento, Roswall se acerca y me dice:
—Ha sido una sorpresa gratificante, ese rifle posee más potencia que un arco convencional y es más rápido que los hechizos lanzados por magos de nivel normal.
Es evidente que, si hablamos de magos como Roswall, no es necesario mencionar más. Su nivel está muy por encima del mío en este momento.
—Cualquier persona puede usarlo, incluso los niños, siempre y cuando entren en su puntería. Por eso preferí no recurrir a fuerzas externas, ya que sería complicado entrenar a personas con conocimientos de caballería.
Los mercenarios no son de fiar y los caballeros son demasiado orgullosos, así que solo nos queda formar a nuestros propios defensores desde cero. El único problema es el poco tiempo que tenemos, solo una semana antes de la posible llegada de Crusch, donde no habrá lugar para esperas.
Pasada la medianoche, todos regresan a sus hogares. Nosotros, por otro lado, iniciamos una pequeña celebración en una habitación vacía de la mansión.
Con unas copas de vino, empezamos a conversar sobre estos días tan intensos.
—Señor Marco, ¿está usted seguro de darme ese puesto? —pregunta Frederica, visiblemente preocupada.
—No hay nadie mejor para ello. Podrás dejar de ser sirvienta y trabajar en algo diferente —le respondo con una sonrisa, admirando la belleza singular de Frederica.
Sus dientes son peculiares, para aquellos que no están acostumbrados podría parecer grotesco, pero una vez que te acostumbras, puedes ver la belleza en las cosas. Sin duda, Frederica es una mujer hermosa.
Doy un sorbo ligero al vino, sintiendo su frescura deliciosa, con un sabor profundo y un toque dulce. Puedo apreciar la calidad de esta selección.
—Está exquisito, se nota su calidad —comento a Roswall, quien está sentado disfrutando de la bebida.
—Es una gran reserva que guardé —responde con una sonrisa amplia.
Emilia y Rem parecen curiosas acerca de la bebida. Les pedí que no tomaran durante la celebración en el pueblo para mantener las apariencias, pero ahora están emocionadas por probar su primer sorbo.
Ambas inhalan el aroma del vino y, en sincronía, toman un sorbo abundante, frunciendo un poco el ceño por su amargura.
—¿Qué les parece? —les sonrío mientras doy otro sorbo al vino.
Ambas iluminan sus ojos y parecen transportadas a otro mundo por el sabor. Toman otro sorbo rápidamente, vaciando sus copas.
—No beban tan rápido, no saben cuánto pueden resistir —les advierto, preocupado de que tomen de más.
Roswall suelta una risita junto a Frederica, ambos riendo por la reacción de Rem y Emilia, quienes parecen haber descubierto un elixir desconocido.
Yo miro hacía Ram, esta me sonríe y se bebe su copa al instante. Su mirada parece querer desafiarme.
La tensión entre nosotros se intensifica cuando ella me reta, insinuando que no soy capaz de ganar. Aunque nuestras relaciones están tensas, decido seguirle el juego. Agarramos una botella cada uno y empezamos a beber lo más rápido posible. No sé qué tan resistente al alcohol pueda ser un demonio, pero no me quedaré atrás. No me dejaré vencer.
Ambos bebemos a toda prisa, Emilia me anima mientras Rem decide a quién apoyar. Ram y yo cruzamos los brazos, dejando nuestras diferencias de lado y sonriendo, ansiosos por ver quién gana.
—Si gano, tendrás que cocinarme durante un mes —propone.
—Eso es malvado —sonrío—. Si gano, tendrás que llamarme "amo Marco" durante un mes entonces.
Una vena se asoma en la cabeza de Ram, pero acepta el reto. Con esta nueva motivación, tengo que ganar a toda costa. Seguimos bebiendo y bebiendo hasta que acabamos con la tercera botella. Rem y Emilia están tumbadas en el suelo, rendidas por los efectos del alcohol.
—¿Acaso eres humano? —pregunta Frederica, sorprendida por mi resistencia.
—Es un bastardo, ¡hic! No sabía que aguantaba tanto —dice Ram.
A nuestro alrededor hay ya varias botellas, ni siquiera puedo recordar en que momento se amontonaron.
—No me vencerás —digo, colocando mi mano en la boca para contenerme.
Ambos miramos la última botella, es el final de esta batalla, quien aguante, gana. Volvemos a entrelazar los brazos y bebemos todo el vino de un solo sorbo. Roswall nos observa con la misma sonrisa, vigilando al ganador.
Ram y yo nos miramos, esperando a ver quién no puede aguantar más. Estoy haciendo todo lo posible para resistir. No esperaba que Ram tuviera tanto aguante con el alcohol, pero está claro que también está afectada.
—¡Ja! —exclamamos al unísono al ver que el otro tropieza.
Ram cae al suelo y yo la sigo, pero pongo mi mano para evitar caer encima de ella. Nos miramos mientras estamos tendidos, pero para ser sincero, no puedo enfocar bien su rostro.
—¿Gané? —pregunto, observando a Ram que se ve un poco roja por el alcohol.
—¡Empate! —responde, sin aceptar la derrota.
Aunque ella se ve que hubiese aguantado más, probablemente sienta pena por gastarle el licor a Roswall. A mi no me importa, así que solo tomé a muerte. Que buena suerte que se agotó el licor.
Sonrío, admitiendo que ha sido divertido. Me levanto y extiendo mi mano hacia Ram, ayudándola a levantarse. Entonces estrechamos nuestras manos, haciendo una nueva promesa.
—La próxima vez ganaré —decimos al unísono.
Frederica observa con preocupación la escena, pero en mi mente surge el recuerdo de alguien importante. Me dirijo hacia el balcón, donde una pequeña niña me observa fijamente. No puedo discernir qué expresión tiene en su rostro, pero le sonrío con la esperanza de que mi gesto le llegue. Me acerco a ella, pero la niña me habla con severidad, cruzando los brazos.
—Apestas a licor supongo —dice con tono desaprobador.
—Lo necesitaba, aunque no esperaba que Ram quisiera competir conmigo —respondo.
La noche se cierne sobre nosotros, el cielo estrellado nos envuelve en su manto oscuro. Estamos en un balcón, donde la delgada brisa del viento acaricia suavemente nuestros rostros. Las sombras danzan a nuestro alrededor, añadiendo un toque de misterio a este momento tan íntimo.
En ese preciso instante, un suspiro escapa de los labios de Beatrice mientras toma mi mano con suavidad, desplegando su don de sanación para aliviar los estragos del licor en mi cuerpo. Los efectos empiezan a disiparse lentamente, aunque antes de que pueda recobrarme por completo, retiro mis manos, evitando así que me cure por completo.
—Solo un poquito más —sonrío dulcemente, colocando mi mano sobre su cabeza con ternura.
No puedo evitar notar la expresión en los ojos de Beatrice, un profundo vacío que parece consumirla. Parece anhelar desvanecerse, escapar hacia algún lugar lejano. Por un fugaz instante, extiende su mano hacia el cielo, y puedo percibir como si estuviera a punto de desvanecerse entre las brumas del horizonte. Tal vez sea el efecto del alcohol, pero logro captar la intensa tristeza que yace en su interior.
—¡Beatrice! —exclamo con determinación, lanzándome hacia ella y envolviéndola en un abrazo apretado. El sonido del viento se mezcla con nuestras respiraciones entrelazadas, como si nuestros corazones latieran al unísono.
—¿Qué sucede, supongo? —responde sorprendida, buscando comprender mi arrebato emocional. Sus palabras se escapan suavemente, como suspiros cargados de incertidumbre.
La sostengo entre mis brazos, arrodillado ante ella, acercándola con delicadeza hacia mí. La abrazo con una fuerza desbordante, deseando fervientemente que no se desvanezca, que encuentre la felicidad y pueda sonreír, liberada de las cadenas de su propio sufrimiento. Mi pecho se infla con cada latido del corazón, como si quisiera transmitirle todo el amor y la pasión que albergo por ella.
Beatrice no rechaza mi gesto, aunque su semblante permanece sombrío, impregnado de una sensación de desesperanza. Sus ojos, tan profundos como el abismo, buscan respuestas en los míos, esperando encontrar una chispa de esperanza en medio de la oscuridad.
—Todos tienen conexiones en sus vidas, pero yo... —murmura Beatrice en un tono cargado de desaliento.
—¡Estoy aquí, Beatrice! —afirmo con voz firme, sosteniéndola con determinación para evitar que se escape de mi abrazo—. Siempre estaré a tu lado, dispuesto a ofrecerte mi apoyo incondicional.
—Vas a morir, tarde o temprano. Nuestro tiempo no se compara, de hecho... —responde Beatrice con una mezcla de tristeza y resignación.
La luna, majestuosa y radiante, se alza en lo alto del cielo estrellado mientras nos encontramos en el balcón, envueltos en una delicada brisa nocturna. Cada suspiro del viento parece llevar consigo el susurro de nuestros corazones entrelazados.
Las palabras de Beatrice llegan a mis oídos como un eco cargado de melancolía y resignación. Su voz, llena de tristeza, penetra en lo más profundo de mi ser, haciéndome comprender la fragilidad de nuestra existencia. En ese instante, el deseo de salvaguardar su corazón se agita en mi interior, como una llama que arde con una pasión indomable.
—Es cierto, tarde o temprano moriré —respondo con calma, permitiéndome admirar su rostro en la suave luz lunar.
Los ojos de Beatrice, cristalinos y llenos de lágrimas contenidas reflejan la sombría oscuridad que ha cargado a lo largo de su vida. Contemplo su gesto, cómo lucha por evitar que las lágrimas se derramen.
—¡Es cruel! —susurra con dolor, una lágrima solitaria deslizándose por su mejilla—. Es cruel hacerme creer que puedo ser feliz si solo eres un breve instante en mi vida.
Mis ojos se abren de par en par, sorprendido por la profundidad de los sentimientos ocultos en Beatrice. Nunca imaginé que nuestro vínculo fuera más que una simple distracción de nuestros problemas cotidianos. En ese preciso instante, entiendo la magnitud del anhelo que tengo de iluminar su existencia y ser su guía en la oscuridad.
Con una sonrisa que nace desde lo más profundo de mi corazón, deseo fervientemente su bienestar, su felicidad inquebrantable. Mis brazos se extienden hacia ella, invitándola a acercarse, a sentir mi amor y protección.
—Aunque mi carne pueda desvanecerse, siempre estaré contigo —declaro con voz firme, mis palabras cargadas de sentimientos profundos—. Viviré en ti cada vez que me recuerdes, cada vez que desees evocar con alegría que Marco Luz estuvo aquí, que vino de otro mundo para encontrarte y anheló con todas sus fuerzas verte feliz.
Beatrice me mira, sus ojos inundados de lágrimas que parecen reflejar un arcoíris de emociones. Sus labios tiemblan en un intento de sonreír, mientras lucha valientemente contra los miedos que la atormentan.
En un instante inesperado, Beatrice cambia su expresión y, de la nada, extrae un libro idéntico al de Roswall. Con ternura, presiona ese libro contra su pecho y su sonrisa se tiñe de cariño. Sin embargo, sus ojos revelan una tristeza profunda que la consume.
Con determinación, Beatrice me mira con fuerza, buscando en mis ojos una respuesta. Pero en lugar de reproche, encuentro en su mirada el deseo ardiente de ser amada. Sin alterarme, sonrío serenamente, agradecido de conocer la verdad, de saber que su corazón anhela ser salvado.
—No seas arrogante, humano —susurra, acariciando suavemente su mano mientras abre el libro y hojea sus páginas—. Este libro, un regalo de mi amada madre, me fue dado para tomar decisiones de un futuro, me muestra los camino que mi madre quiere que siga supongo.
Las lágrimas y la oscuridad inundan sus ojos, y en un grito desgarrador, Beatrice exclama:
—¡Todo lo que hice por ti! ¡Todo se basó en este libro, de hecho! —su voz se quiebra, perdida entre lágrimas y desesperación. Recorre las páginas del libro, esperando mi rechazo.
Sin embargo, mantengo mi calma. Conozco su anhelo, su necesidad de encontrar un propósito y de seguir el camino que su corazón anhela.
—Y bien, el hecho de que el libro te muestre el futuro no implica que no tengas consciencia, en realidad, significa que tomaste esas decisiones y el libro las muestra. Simplemente indica las decisiones que tomarás en un futuro, pero no estas obligada a seguirlo —prosigo con suavidad—. Todo lo que haces es porque así lo deseas. Ese libro es solo una guía de tus elecciones futuras.
La sorpresa se refleja en los ojos de Beatrice, quien queda sin palabras. Observa más páginas del libro, pero luego cae de rodillas, desanimada. Me acerco sin dudarlo, notando que las páginas del libro están en blanco, sin mostrar nada durante siglos.
—Desde hace cientos de años dejo de mostrarme un camino supongo, desde hace cientos de años no es más que mi profunda soledad, abandonada en un lugar del que no puedo salir de hecho. —Beatrice aprieta fuerte el libro, dejando caer unas gotas de su tristeza en sus páginas—. Este libro dejo de guiar a Betty hace mucho tiempo, así que Betty no tiene un propósito para seguir de hecho.
Pongo mi mano en su mejilla, compartiendo mi calor y mi ternura con ella.
—Hay innumerables futuros posibles, miles de decisiones por tomar. Ese libro solo muestra hasta dónde tu madre quiso que vieras. Tal vez te lo dio esperando que algún día comprendieras que debes ser dueña de tu propia vida, avanzar siguiendo los deseos de tu corazón. —Acaricio su mejilla con suavidad—. Desconozco qué sucedió con ella, pero por lo que dices, parece que ha fallecido hace mucho tiempo. Créeme, entiendo ese sentimiento.
Ella me mira a los ojos, con una expresión de tristeza mezclada con un anhelo por conocer la verdad.
—Yo también desearía volver a ver a mi madre, quien, por mi culpa... —Mi mirada se pierde en el cielo, mientras intento contener mi propia tristeza.
«Debo ser fuerte, por ella, Marco Luz».
—Hay tantas cosas que desearía decirle, oírla de nuevo, pero ya no es posible. Las personas cometemos errores, sin importar cuán perfectas parezcamos. Después de la muerte, no queda nada por hacer.
Sus labios tiemblan y lágrimas brotan de sus ojos. Con una expresión compleja, arquea sus cejas mientras llora.
—Has estado prisionera durante tanto tiempo, pero eso ya no importa —proclamo, extendiendo mis brazos hacia ella—. No importa cuánto tiempo haya transcurrido, lo verdaderamente importante es cómo vivimos cada instante juntos. Si el libro esta en blanco, entonces llenémoslo de momentos felices, hasta acabar con todas sus páginas.
El asombro brilla en los ojos de Beatrice ante mis últimas palabras. Aprieta los labios, rechazando inicialmente mis palabras, pero esta vez no aparta la mirada. En ese momento, puedo percibir cómo el amor empieza a abrirse paso en su corazón, disipando los temores que la atenazan.
—Los meses que hemos compartido han sido los más felices de mi vida —confieso, con una sonrisa cálida y sincera iluminando mi rostro—. Aunque mi pasado esté marcado por experiencias dolorosas y la pérdida de seres queridos, aunque esos recuerdos ataquen mi mente constantemente, siempre recordaré con alegría el tiempo que pasamos juntos. No entiendo cómo funciona el tiempo y la vida para un espíritu, pero puedo ofrecerte alegría en el presente. Hasta que llegue mi último aliento, me quedaré contigo para hacerte feliz, Beatrice.
Arrodillado en el balcón nocturno, la suave brisa acariciando mi rostro, extiendo mis brazos hacia Beatrice con una sonrisa cálida que ilumina mi rostro. En ese momento, el tiempo se detiene y solo existe ella y yo, envueltos en un amor que trasciende las palabras.
—Por favor, quédate conmigo. Cada latido de mi corazón clama por no perderte —susurro con una voz que tiembla de amor y anhelo—. Cada vez que tus ojos se cruzan con los míos, puedo sentir el anhelo que arde en tu interior, la desesperación por escapar de las sombras que te rodean. Pero déjame decirte que no estás sola, que siempre estaré a tu lado para ser tu apoyo, tu protector y tu refugio.
Beatrice baja la cabeza, lágrimas caen como estrellas fugaces al suelo mientras sus manos se aferran con fuerza al borde de su falda, luchando por contener la oleada de emociones que la embarga. Mi corazón se aprieta al verla sufrir de esa manera, deseando borrar cada tristeza y reemplazarla con un torrente de dicha y alegría.
—Desconozco las batallas que has librado en el pasado, pero permíteme ser el faro que disipe tus tinieblas, el abrazo que te envuelva en paz y consuelo. Quiero ser aquel que ilumine tu camino, la presencia constante que te haga sentir amada, valorada y protegida.
Al levantar su rostro, encuentro en sus ojos un brillo de sorpresa y esperanza. Es un momento de vulnerabilidad compartida, donde nuestras almas se encuentran en el abismo, buscando cobijo y tranquilidad en el otro.
—Provengo de un mundo desconocido, sin más que la determinación de encontrar algo de valor en mi existencia. Y cuando te encontré, comprendí que tú eres parte de lo que siempre he querido. En ti hallé la razón para luchar, para entregarme por completo y verte sonreír. Cada día agradezco al destino por haberme permitido cruzar nuestro camino, por tener la oportunidad de ser parte de tu vida.
El asentimiento de Beatrice, entre lágrimas, es una respuesta cargada de significado. Es el pacto silencioso que nos une en un propósito común: buscar la felicidad y superar juntos cualquier tormenta.
—Entonces, en un abrazo que nos envuelve con fuerza, permíteme ser la persona más importante en tu universo. Permíteme ingresar a tu vida y convertirme en el ancla que sostiene tus días más oscuros, en el refugio al que siempre puedas acudir en busca de amor, consuelo y apoyo incondicional —mis palabras emergen con una pasión arrolladora—. Deseo ser ese vínculo indestructible que une nuestros destinos, la melodía que armoniza cada latido de nuestros corazones, el soplo de vida que te haga sentir completa y amada en cada instante.
Mantengo mis brazos extendidos, anhelando con toda mi alma que ella sienta en cada fibra de su ser mi amor incondicional y mi deseo inmenso de verla feliz.
—Lo único que anhelo en este vasto universo es contemplar a mi princesa sonreír, ser testigo de su dicha y sentir cómo corres hacia mí en busca de amor y ternura. Quiero ser el motivo de tus risas más hermosas, el reflejo de tu alegría más pura, el compañero que te haga sentir plena en cada momento de tu existencia.
En un instante mágico, su cabello ondea en el aire mientras Beatrice se aferra con fuerza a mi cuerpo, sus brazos envolviéndome como si temiera perderme en la vastedad del universo. Es un abrazo lleno de necesidad y anhelo, un encuentro que supera todas las palabras, trascendiendo los límites del tiempo y el espacio.
—¡Has tardado mucho! —exclama con una voz quebrada, mezclando tristeza y anhelo acumulados—. Betty ha estado esperando, sola, durante tanto tiempo, anhelando con todas sus fuerzas que alguien como tú apareciera en su vida.
—Sí, tardé en encontrarte —susurro mientras la sostengo con ternura, acariciando su cabeza con delicadeza—. Roswall me ha revelado el vínculo que te ata a un contrato que te impide abandonar la mansión. Y puedo imaginar que tu contratista es alguien a quien amas profundamente, se que es tu madre, por quien has estado dispuesta a soportar esta soledad y tristeza.
Beatrice asiente, aún apoyada en mi hombro, y en ese momento supe que, unidos, podríamos enfrentar cualquier obstáculo. Tengo que encontrar las palabras correctas para liberarla de sus ataduras y construir un futuro rebosante de amor y felicidad.
—Sé que romper los lazos es una tarea desgarradora, pues son lo más valioso que poseemos. Sin embargo, el contrato no es lo que realmente te une a esa persona. Aunque no comprenda completamente cómo funciona para un espíritu, sé que lo que verdaderamente te conecta con ella es el amor que sientes, los recuerdos compartidos con ella. Romper el contrato no hará que esos lazos desaparezcan, porque siempre conservarás en tu corazón el tiempo preciado que han compartido juntos.
Beatrice incrementa la presión de su abrazo, rozando su cuerpo con el mío mientras solloza y me aferra con fuerza. En ese momento, todas sus emociones convergen hacia mí. Su rostro refleja la oscuridad que lleva dentro. Mientras siente mi intención, Beatrice finalmente habla:
—¿Te harás responsable? —pregunta, clavando sus ojos en los míos, anhelando una respuesta.
Con delicadeza, la libero de mi abrazo y la coloco frente a mí para que pueda verme claramente. Tomo su mano suavemente y, aún arrodillado, doy un suave beso a su mano y le digo:
—He venido a rescatarte, mi princesa —sonrío con ternura—. Estoy aquí para evitar que manches tus manos, para que en ti solo exista la felicidad. Por eso, me fortaleceré para protegerte de todo. ¿Te gustaría hacer un contrato conmigo?
Beatrice sonríe, como si finalmente pudiera verme. Su sonrisa, aun entre lágrimas, es radiante. Suelta mi mano y regresa a mis brazos, abrazándome con fuerza.
—No quiero que luches, no quiero que manches tus manos ni presencies cosas desagradables. Solo deseo tu felicidad. Juguemos, trabajemos y vivamos plenamente. Siempre te protegeré y me haré más fuerte que cualquier adversario. No necesito que luches por mí —la sostengo con firmeza—, te necesito para que ambos seamos felices juntos.
Una luz conmovedora nos envuelve mientras ella apoya sus manos sobre las mías y repite mi nombre con determinación. Ambos sonreímos el uno al otro, mientras la luminosidad nos envuelve, purificando cualquier negatividad que pueda haber en mí.
Experimento una tranquilidad reconfortante mientras la sostengo entre mis brazos. No deseo que ella luche, todo lo que quiero es que sea libre. No quiero mostrarle las sombras del mundo, solo deseo que ella perciba la belleza que existe en él. Sé que soy egoísta, pero es lo que anhelo desde lo más profundo de mi corazón.
Con nuestra luz eclipsando a las estrellas, formalizo un contrato con Beatrice, anhelando verla feliz.
—¡Marco! — exclama, mirándome directamente a los ojos.
Sorprendido, la observo mientras sonrojada, pero con una sonrisa que ilumina su rostro, se inclina ligeramente y deposita un cálido beso en mi mejilla.
Mi corazón late con fuerza, conmovido por su cariño. Nunca he tenido una hermana, pero ahora tengo una nueva familia. Alguien que estará a mi lado y a quien no tengo que temer.
—Sí, estoy aquí por ti.
Continuamos abrazados, ansiosos por lo que depara el futuro. Las reglas de nuestro contrato se van formando poco a poco.
—Tonto, eres un tonto de hecho —dice, sonriendo.
No aprovecharé su poder, no la haré luchar. Yo puedo valerme por mí mismo y ser más fuerte que cualquiera. Cuantas más adversidades enfrentemos en nuestro contrato, más poder podremos desatar, pero lo utilizaré para la creación, no para la destrucción.
Así, mientras establecemos las reglas, la noche avanza. Me sorprende la espontaneidad del mundo y, con una sonrisa, espero un futuro prometedor en el que me fortalezca para protegerla.
Para verla sonreir cada día por el resto de mi vida.
SS Beatrice.
En caso de que no vivas para siempre.
En la suave oscuridad de la noche, me encuentro en el balcón, contemplando el cielo estrellado con un anhelo profundo. Deseo ser parte de él, desvanecerme y finalmente dejar atrás este sufrimiento. He sido feliz durante estos dos meses, pero también me invade el miedo, porque, al fin y al cabo, él es solo un humano.
El...
Mientras mis ojos se pierden en el firmamento, soy sorprendida cuando sus brazos me atrapan, y su voz me suplica que no lo abandone.
«Ah, qué puedo hacer», pienso, ya que parece capaz de leerme como un libro abierto.
—Todos tienen conexiones en sus vidas, pero yo... —digo, intentando cortar el hilo que nos une.
Debo poner fin a esto, aunque algo en lo más profundo de mi ser grite que no quiero volver a sufrir como cuando perdí a madre y a Roswall. No quiero enfrentar la soledad nuevamente, no quiero.
—¡Estoy aquí, Beatrice! —exclama, mientras busca reconfortarme—. Siempre estaré a tu lado, dispuesto a ofrecerte mi apoyo incondicional.
«Detente».
—Vas a morir, tarde o temprano. Nuestro tiempo no se compara, de hecho... —digo, negando su existencia.
La luna, majestuosa y radiante, se alza en lo alto del cielo estrellado mientras nos encontramos en el balcón, envueltos en una delicada brisa nocturna. Cada suspiro del viento parece llevar consigo el susurro de nuestros corazones.
Pero yo, cortaré eso.
Él me mira con calma, como si mis palabras no tuvieran efecto en él. Es extraño cómo parece ver más allá de mí, como si no pudiera ocultarme de sus ojos.
—Es cierto, tarde o temprano moriré —responde con una calma intimidante.
Cuando me doy cuenta, mi visión se distorsiona, y una vez más, estoy diciendo cosas que no quiero decir.
—¡Es cruel! —susurro con dolor, y la primera lágrima se desliza por mi mejilla—. Es cruel hacerme creer que puedo ser feliz si solo eres un breve instante en mi vida.
Por primera vez, se ve sorprendido.
«Al fin, me va a abandonar», pienso, deseosa de ese destino.
Con una sonrisa hermosa, sus ojos cafés se iluminan mirándome solo a mí. Como si fuera a secuestrarme con su mirada.
—Aunque mi carne pueda desvanecerse, siempre estaré contigo —declara con voz firme—. Viviré en ti cada vez que me recuerdes, cada vez que desees evocar con alegría que Marco Luz estuvo aquí, que vino de otro mundo para encontrarte y anheló con todas sus fuerzas verte feliz.
«Detente».
Luego de haberle dicho todo, desde mis más profundas penas hasta inventarme cosas para lastimarlo, me rindo. Caigo al suelo derrotada, sin poder decir nada más.
Mis lágrimas no cesan y esa persona, en vez de asustarse, parece más determinada.
Desde que me contó su historia, me he sentido cautivada por los relatos de princesas. En ellas veo reflejada mi propia realidad, la profunda soledad que atraviesan y cómo anhelan que alguien venga a rescatarlas. Después de haberme dicho tantas cosas, de haber abierto su corazón y pronunciado las palabras más hermosas que siempre anhelé escuchar, él se acerca y me dice:
—Lo único que deseo en este vasto universo es contemplar la sonrisa de mi princesa, ser testigo de su dicha y sentir cómo corres hacia mí en busca de amor y ternura. Quiero ser el motivo de tus risas más hermosas, el reflejo de tu alegría más pura, el compañero que te haga sentir plena en cada instante de tu existencia.
En ese preciso instante, no pude más. La pequeña parte de mí que estaba sumida en la oscuridad, la Beatrice que había encerrado para protegerme de la soledad, la Beatrice que anhela ser feliz sin importar qué suceda en el futuro, todas esas preocupaciones se desvanecieron.
Ahora, nada más importa.
En un abrir y cerrar de ojos, me encuentro entre sus brazos, derramando lágrimas por su tardía llegada. En ese momento, solo puedo pensar, sin atreverme a decirlo por la vergüenza que me embarga:
«En caso de que no vivas eternamente, te recordaré por siempre».
Y así es como mi príncipe ha llegado por mí, rescatándome de la oscuridad y ofreciéndome la promesa de un amor que trascenderá el tiempo.
