Preparativos.

Tomando su mano firmemente entre las mías, ambos somos transportados instantáneamente a la entrada majestuosa de la mansión.

Los sirvientes quedan momentáneamente sorprendidos ante nuestra aparición repentina, pero luego saludan con naturalidad como si nada extraordinario hubiese ocurrido.

Unos instantes después, las puertas se abren lentamente para revelar a Roswaal manteniendo su expresión seria. Intento controlar mi ira interna mientras siento cómo Beatrice refuerza su agarre en mi mano para transmitirme una sensación de calma imperante

Desafortunadamente, este no es el momento adecuado para hablar sobre nuestros asuntos pendientes.

—He venido tan rápido como me fue posible al enterarme de la situación del pueblo. ¿Qué ha ocurrido? —interroga Roswaal sin utilizar sus habituales muletillas y fingiendo una preocupación que parece forzada.

Me dirijo hacia él sin alterar ni un ápice mi semblante serio y saco una carpeta cuidadosamente oculta dentro de mi manga antes de entregársela en sus manos.

—Esta es la versión de los hechos hasta la fecha, aunque supongo que ya puedes imaginar lo sucedido. —Lo observo con una seriedad inquebrantable—. Será mejor que hablemos en tu despacho, pero por el momento, debo dirigirme al pueblo.

Roswaal asiente con gesto sombrío y se acerca a mí. Tomándome del hombro y agachándose ligeramente, me susurra al oído palabras cargadas de significado:

—La lista de las candidatas se ha filtrado desde el castillo de Lugunica.

Un escalofrío recorre mi cuerpo mientras absorbo esa revelación impactante. La conspiración parecía extenderse como un velo oscuro sobre nuestras cabezas, amenazando con desmoronar todo lo que habíamos construido hasta ahora.

Abro los ojos con incredulidad ante esta revelación impactante. Durante todo este tiempo, había estado buscando una explicación lógica y coherente para lo sucedido, pero si la filtración provino de la misma burocracia del castillo, eso significa que los miembros del culto se han infiltrado en el poder.

Un escalofrío recorre mi espina dorsal mientras considero las implicaciones de esta verdad atroz.

Sin embargo, también existe la posibilidad de que Roswaal esté tejiendo una red de engaños a su alrededor. Después de todo, su ambición desmesurada por encontrar a su amada perdida lo ha llevado a convertirse en ser despreciable.

Mantengo la calma y asiento serenamente frente a la información proporcionada por Roswaal. Necesito hablar con él detenidamente para discernir cuál es la verdadera naturaleza de sus intenciones.

En ese momento, Ram irrumpe en escena con una sonrisa radiante y emprende una pequeña carrera hacia Roswaal para saludarlo efusivamente. Él corresponde con una sonrisa cálida antes de despedirse y dirigirse junto a Ram hacia su oficina privada.

Mi mirada se dirige entonces hacia una sirvienta cercana y le pido amablemente que traiga a Luan hasta mí. Ella asiente diligentemente y se apresura hacia el lugar indicado.

Emilia debe permanecer resguardada en su habitación; aunque partimos mañana mismo, me gustaría que ella descansara adecuadamente antes del viaje agotador que nos espera.

Se merece ese reposo después de todos los desafíos que ha enfrentado.

—¿Te gustaría acompañarme al pueblo? —pregunto a Beatrice, quien parece sumida en sus propios pensamientos, mientras mantenemos nuestra conexión física.

Ella asiente con una sonrisa serena. En ese preciso instante, Luan aparece ante nosotros. Rem le ha proporcionado algunas prendas adecuadas para la ocasión, y ahora se presenta ante nosotros con un aspecto impecable y elegante. Su ropa casual combina de manera armoniosa con su cabello y sus ojos carmesíes, irradiando una apariencia llena de detalles exquisitos.

Sin embargo, en contraste evidente con su imagen externa radiante, el rostro de Luan refleja un profundo pesar que no puede ocultarse. Ha perdido todo lo que tenía y ahora se encuentra sola en este mundo cruel e indiferente.

Le daré el tiempo necesario para que pueda procesarlo a su manera; sin embargo, en este momento apremiante debemos darnos prisa para deshacernos de los cadáveres y obtener cualquier información valiosa posible.

Nos dirigimos hacia la carroza esperándonos afuera. Durante todo el trayecto hasta el pueblo vecino del caos reinante, ninguno de nosotros pronuncia una sola palabra.

Es mejor que Luan tenga su espacio para llorar y lamentar por sí misma; es triste ver cómo la juventud inocente debe enfrentarse a tragedias tan devastadoras como esta.

Pero así es la vida inexorablemente implacable.

—¡Hemos llegado al pueblo! —exclama emocionado el conductor interrumpiendo mi reflexión sombría sobre las vicisitudes del destino.

Descendemos de la carroza y Beatrice suelta mi mano, anunciando con calma su intención de dirigirse a la academia por un tiempo. Es la primera vez que veo a Beatrice tomar esta iniciativa por sí misma; generalmente me sigue en todas mis actividades.

Sin embargo, presenciar este deseo de explorar el mundo sin mí resulta reconfortante para mi espíritu.

No es que no quiera tenerla a mi lado en este momento, pero como estaré lidiando con los cadáveres y llevando a cabo tareas tediosas, no es necesario que este conmigo. Saber que ella está ansiosa por descubrir nuevos horizontes me llena de alegría.

—Entonces nos encontraremos para almorzar —respondo con una sonrisa cálida mientras nos despedimos momentáneamente.

Camino junto a Luan, dándole espacio para que se vaya adaptando gradualmente al entorno cambiante. El pueblo ha recobrado vida después del caos previo, con sus habitantes moviéndose ágilmente mientras realizan sus labores cotidianas.

Observo cómo Luan mira sorprendida todo lo que le rodea; para alguien como ella, quien nunca había abandonado las fronteras de su pequeño pueblo hasta ahora, estas experiencias deben resultar completamente nuevas e impactantes.

Avanzamos juntos durante unos minutos hasta llegar al camino arbolado que nos guía hacia nuestra meta: la base donde se encuentran los cuerpos inertes esperando ser examinados y tratados adecuadamente.

Este sendero está rodeado por majestuosos árboles cuyas ramas acogen delicadas hojas danzantes bajo el influjo del viento suave.

Tomamos una nueva carroza que nos conducirá directamente al lugar de destino.

Percibo en Luan una ligera ansiedad, pero comprendo que no hay palabras que puedan consolarla en este momento. Fue su elección venir, y, por ende, respetaré su decisión mientras enfrentamos juntos las tareas pendientes.

Al llegar a la base, somos recibidos por los soldados y me dirijo de inmediato hacia el lugar donde se agrupan los cuerpos inertes. La tarea de limpiar este campo plagado de muerte es ardua y extenuante, pero su importancia no puede ser subestimada.

Aunque llevará varios días completarla, ya hemos progresado significativamente en nuestros esfuerzos.

Nos dirigimos a una zona abierta designada para albergar temporalmente estos cadáveres, evitando así que el pueblo y sus valiosos cultivos resulten afectados por tan macabra presencia.

Al aproximarnos, me encuentro con el capitán encargado del escuadrón de limpieza. Este hombre adulto posee una cabellera violeta resplandeciente y una estatura imponente junto a músculos bien definidos. Sostiene entre sus manos una carpeta repleta de anotaciones meticulosas.

Al notar mi llegada, camina hacia mí con paso decidido mientras realiza un saludo militar impecable.

—¡General Marco! Buenos días —exclama con júbilo evidente en su mirada mientras los demás soldados siguen su ejemplo realizando el mismo saludo.

—Capitán Dust, soldados... buenos días —respondo con solemnidad devolviendo cortésmente su gesto militar.

Dust procede entonces a informarme sobre las últimas novedades descubiertas durante nuestras tareas.

Menciona la existencia de unos cultistas cuyos rostros han sido deformados gravemente; según él pareciera que antes eran seres humanos corrientes hasta que algo ocurrió desencadenando tan espantosas alteraciones.

Además, hay otras personas que no presentan tal deformidad.

Las filas de cadáveres se extienden ante nosotros mientras los soldados meticulosamente los apilan en distintos montículos.

Según las palabras del capitán, la labor de limpieza demandará varios días y requerirá a los magos escarbar profundamente debido a la gran cantidad de cuerpos inerte enterrados bajo tierra.

Los magos especializados en el control del agua se dedican diligentemente a limpiar la sangre y la suciedad adherida, mientras que el resto del equipo se encarga de remover con cuidado cada uno de los cadáveres.

Luan observa todo este panorama con una repugnancia profunda grabada en su semblante; ya empieza a notarse el olor nauseabundo que desprenden estos cuerpos sin vida.

Dado que carecemos de medios adecuados para preservarlos correctamente, su fetidez resulta abrumadora e invasiva. Además, considerando las circunstancias adversas en las cuales estas personas perdieron sus vidas, es poco probable que hubieran tenido oportunidad alguna para disfrutar un baño antes del trágico destino que les aguardaba.

—Te lo vuelvo a preguntar por última vez ¿Estás completamente segura? —le digo mirándola fijamente mientras ella aprisiona sus manos entre sí y responde con determinación:

—Sí... necesito saberlo.

Con asentimiento, emprendemos nuestra marcha, ella examina los cadáveres uno a uno. Pasamos varios minutos recorriendo el sombrío escenario mientras reflexiono sobre lo que Dust me mencionó.

Algunos cuerpos presentan deformaciones más grotescas que otros, mientras que otros permanecen intactos. Si esto es efecto del miasma, constituiría un hallazgo de gran relevancia.

Sé que el miasma afecta a todas las formas de vida, pero los estragos que causa son desgarradores. Algunos han perdido por completo sus narices, otros carecen de orejas, y así sucesivamente, deformándose gradualmente.

Si tan solo hubiésemos capturado a uno de ellos con vida, sería intrigante estudiarlos y entender qué ocurre con sus órganos.

Le pido al capitán que lleve dos cuerpos a una sala especial: uno deformado y otro sin alteraciones, para verificar si existen diferencias entre sus órganos. Es un aspecto importante que considerar en nuestro análisis.

Luan escudriña el área a su alrededor, pero solo puede negar con la cabeza. Tal vez no tengamos éxito hoy, pero quizás mañana o más adelante tengamos la oportunidad.

El miasma sigue siendo un misterio para mí. La información que encontré en la biblioteca de Echidna no resultó tan detallada como esperaba; da la sensación de que ciertos datos han sido omitidos a propósito o que faltan piezas cruciales.

En medio de mis pensamientos, Luan se detiene repentinamente. Mi mirada se posa sobre ella, pero sus ojos reflejan una desesperanza profunda, como si hubiera perdido toda esperanza en ese instante.

La figura de ella permanece inmóvil, sus ojos clavados en la carroza que se aleja lentamente. Indiferente a las personas a su alrededor, su rostro pierde todo matiz de color, como si estuviera presenciando el paso de un espectro.

Con pasos cautelosos, Luan se acerca al cuerpo y luego corre hacia él con premura desesperada. Lo abraza con una fuerza sobrenatural mientras deja escapar un grito desgarrador que resuena en los oídos de todos los presentes.

Su lamento provoca una pausa en cada movimiento circundante; sin embargo, ella sigue ajena a todo lo que le rodea, aferrándose frenéticamente al cadáver.

Sus gritos llenan el aire con una intensidad indomable hasta que ya no puede más; toda la angustia reprimida, el dolor soportado y la calma aparente se disipan ante esta pequeña esperanza hecha añicos.

Ahora solo queda ella misma sosteniendo a alguien amado entre sus brazos.

Me acerco sigilosamente para contemplar aquel cuerpo caído en el suelo. La bala incrustada en su frente es lo primero que capturo con mi mirada; pero es su rostro contorsionado por el tormento lo que me hiela la sangre en las venas.

Al morir, nuestros músculos retienen nuestra última expresión facial como testigo mudo del último momento vivido.

Este hombre esbelto de cabello azul llevaba consigo un collar perlado negro y rojo que llama poderosamente la atención de todos los presentes. Con la boca abierta y unos ojos penetrantes, su presencia resulta inquietante.

Trato de apartar la mirada, pero sé que debo ser fuerte. Me agacho a su lado y poso mi mano en su espalda mientras ella continúa llorando desconsoladamente, sumida en un abismo de desesperación y emociones avasalladoras.

Sus gritos no cesan, confirmando mis sospechas más sombrías. Para convertirse en cultista no se requiere devoción al culto; esto implica que el control puede ser forzado sobre una persona vulnerable.

Esto sugiere una magnitud desconocida: no sabemos cuántos pueblos han sido afectados por esta calamidad, pero si consideramos que Ultem es igualmente poblado que Irlam, entonces debemos preocuparnos profundamente.

Ignoro si Petelgeuse utilizó el poder del pecado de la pereza para lograr esto o si hay otros arzobispos capaces de hacer lo mismo. Si estos individuos lograron adentrarse sin ser detectados por el todopoderoso Santo de la Espada y sus caballeros...

A medida que profundizo en la investigación, todo se vuelve cada vez más complejo y amenazante.

Corro el riesgo de ser abrumado por los detalles. Necesito fortalecerme, crecer en conocimiento y actuar con astucia.

Me agacho y coloco mi mano sobre su espalda mientras ella sigue aferrada a aquel hombre. Observo detenidamente ese rostro, percibo su aroma, pero decido ignorar todo eso por respeto hacia su ser querido.

Supongo que puedo mostrar un poco de solidaridad hacia ella; es lo mínimo que puedo hacer.

—Le daremos un entierro digno —aseguro con voz apacible—. Por ahora lo trasladaremos a otra área designada. Quédate aquí; el capitán se encargará de ti y te llevará a la mansión durante la noche.

Ella asiente mientras continúa abrazando fervientemente al amado difunto. Por mi parte, ordeno al capitán que se haga cargo de ella y también instruyo separar a las personas indicadas por ella misma. El capitán asiente en señal de obediencia y finalmente me alejo del lugar rumbo a la enfermería.

Necesito hablar con alguien en la enfermería.

Al llegar, me encuentro con una sorpresa inesperada: Emilia aparece ante mis ojos enfundada en su uniforme militar, conversando animadamente con un hombre postrado en una camilla.

Este último parece haber perdido una extremidad, pero gracias a la expresión en su rostro pareciera que Emilia ha logrado calmarlo.

Indudablemente todos han cambiado considerablemente; cada uno está haciendo esfuerzos para convertirse en una versión mejorada de sí mismo.

Emilia voltea hacia mí, irradiando una hermosa sonrisa que ilumina todo el lugar. Inclina ligeramente la cabeza con gracia y ternura mientras me saluda.

—Buenos días, Marco —dice con alegría.

—Buenos días, señorita Emilia —respondo inclinándome en muestra de respeto.

El hombre intenta incorporarse para saludar también, pero lo detengo. La situación de los heridos ha mejorado; les hemos proporcionado una alimentación adecuada para que recuperen la sangre perdida y poco a poco la enfermería va vaciándose.

Emilia me explica que ha venido desde temprano para ayudar en la recuperación de los heridos como forma de compensar su ausencia del día anterior. No le digo nada al respecto; es su propia decisión. Observo a mi alrededor buscando a Otto, el chico de cabello gris, pero no logro encontrarlo por ningún lado

—Ese chico se fue hace unos minutos con el coronel —explica Emilia ante mi mirada inquisitiva.

Me despido de ellos y salgo de la sala. Es probable que Otto esté buscando encontrarse con el marqués o conmigo. Dirijo mis pasos hacia mi oficina, justo cuando comienzo a subir las escaleras del segundo piso, me encuentro con ambos bajándolas.

—¡General Marco, buenos días! —exclama Alsten, a lo que le respondo con un saludo cortés.

Los tres nos dirigimos hacia mi oficina y al llegar, Alsten se despide y sale de la sala dejándonos solos a Otto y a mí. Observo detenidamente su situación: ha perdido su mano izquierda, pero parece estar en buen estado de salud en general.

Su semblante denota tristeza; sin embargo, en un instante se inclina ante mí.

—¡Muchas gracias por salvarme! —dice gratamente sorprendido mientras explica que se enteró de que fui yo quien lo rescató de la cueva.

Otto había escuchado acerca del cambio económico ocurrido en una localidad cercana llamada Irlam; había tenido malas experiencias comerciales anteriormente y buscaba un nuevo comienzo allí.

Había partido de Ultem poco antes que los demás y se dirigía hacia ese lugar cuando fue interceptado por los cultistas

Cuando recuperó el conocimiento estaba amordazado dentro de aquella oscura cueva donde los cultistas lo habían golpeado brutalmente.

—Solo recuerdo haber vuelto a perder el sentido —expresa con pesar en sus palabras.

Lo extraño es la razón por la cual decidieron mantenerlo vivo; quizás planeaban utilizarlo como moneda de cambio o hacerle algo similar a lo que le hicieron a Luan.

Beatrice no detectó ningún rastro de miasma en él, por lo que realmente no sé qué pensar al respecto.

—Solo quería agradecerte, así que partiré hoy mismo —dice Otto aferrándose con fuerza a su brazo.

Para él debe ser extremadamente difícil enfrentar esta situación; ha perdido sus inversiones, ha perdido una parte esencial de su cuerpo y su carroza aún no ha sido encontrada debido a la falta de una investigación más profunda.

—Si te quedas unos días más, podríamos intentar recuperar tu carroza. ¿Estás seguro de querer irte? —advierto, tratando de infundirle un poco de esperanza.

Otto niega con la cabeza mientras dirige su mirada hacia el suelo y con una voz despojada de toda energía dice

—No, creo que regresaré junto a alguien conocido. Estoy agotado —se despide y se encamina hacia la salida.

Necesito a Otto para llevar a cabo mi plan. Él es la única persona útil que puede contrarrestar a Roswaal. A pesar de su mala fortuna, puedo utilizarlo en mi beneficio.

—Si te ofrezco un hogar, un trabajo bien remunerado y la oportunidad de limpiar tu nombre...