Kanan no pudo esconder lo divertido de la situación. Que un simple glenshin le hubiese tomado la delantera a Kurnet era sin dudas impresionantes, tanto para él como para el resto que lo alababa como un héroe de guerra, y no era para menos, pues en términos generales los pieles verdes de menor rango no son muy apreciados por ninguna criatura de la galaxia. Ni siquiera otros pieles verdes de mayor rango.

Kanan no podía aguantar su curiosidad y conocer a ese pequeño que tanta atención llamaba, pero apenas dio un paso sintió la tierra retumbar y una voz sumamente enojada y algo enredada hacerse presente.

Kurnet: - ¿¡Dónde eztá eze mequetrefe!? -

El enorme orko se acercaba a pasos agigantados, molesto por haber perdido su triunfo. Esa era su hora de brillar y su derecho era reclamar la cabeza del oficial enemigo al mando, así que alguien le quitase ese derecho no le era de sí agrado.

Kurnet: - ¿¡Dónde ezta!? ¡Cuando lo encuentre lo voy a dezafiar a un duelo! ¡Zi! ¡Un duelo! ¡Y azí reclamar lo que por derecho me perteneze! -

El enorme ocio de cuatro metros y medio con brazo mecánica finalmente llegó al grupo de pieles verdes que rodeaban a su supuesto adversario, pues era fácil saber que los orkos estarían cerca del que más sobresalió en batalla.

Lo lógico hubiese sido que un orko tan grande y fuerte como él se hubiese empezado a reír tan pronto hubiese visto al grentchins que le arrebato el triunfo, pero a pesar de su forma brusca y su lenguaje apresurado, Kurnet aprendió hace mucho a no juzgar a alguien por su tamaño. Una leccion que Kanan le dió personalmente. Así que tan pronto lo vio, fijo su mirada retadora sobre el pequeño. Pequeño para él, pues el grentchin era casi de metro ochenta de alto.

Kurnet: - ¡Tu! ¡Te reto a un duelo! ¡Aquí y ahora! - Sus palabras no parecían ser ninguna broma.

Para el grentchin fue imposible no sentirse intimidado. ¿Y como no hacerlo? Pues Kurnet era mucho más grande y fuerte que él, y en un duelo la posibilidad de derrotarlos estaba por debajo de cero. El pequeño piel verde no sintió más la valentía de ser vitorierado por los otros pieles verdad, y lo único que pudo hacer fue tragar en seco. Por suerte para él, la voz de la cordura habló en su lugar.

Kanan: - Jajajaja. ¿Qué ocurre Kurnet? ¿Te molesta que se te hallan adelantado? -

Kurnet: - Ka... Kaudillo. -

El orko rectifico a tiempo, pues en presencia de otros orkos él seguía siendo su jefe y debía tratarlo como tal, hasta el punto de arrodillarse seguido por todos los presentes.

Kurnet: - No sabría que vendría. - Ahora que se calmó, su lenguaje se había normalizado un poco. - Nos inspira vuestra presencia. -

Kanan: - De pie mis guerreros. Hoy dieron una buena pelea. Gorko y Morko estarán felices por eso sin lugar a dudas. -

Para alguien que estaba al frente de un ejército por cinco años era imposible no aprender a inspirar a sus tropas, aun cuando este ni siquiera se lo proponia, y Kanan parecía hacerlo a la perfección, pues su palabras no tardaron en subir los ánimos de los presentes.

Kurnet: - ¿Y que lo trae por aquí, Jefe? -

Kanan: - Al igual que tu. Quiero ver persobalmente quien aquel de adelantarsete en la batalla. - Un comentario perspicaz que saco una risas en algunos.

Kurnet: - Este... enano... no se me adelanto. Ahira mismo íbamos a resolver ese percance con un duelo. -

Kanan: - ¿Un duelo de sangre? -

Kurnet: - Por supuesto. ¿Qué otra manera mejor para hacer eso? - El orko de pelo blanco solo puede suspirar ante tanta simpleza.

Kanan: - No me resultaría divertido ver eso. - Dijo sin pizca de delicadeza. - Un duelo de sangre tan disparejo sería muy aburrido. -

Kurnet: - ¿S... señor? -

Kanan: - Si quieren probar quien es el más fuerte devén demostrarlo en el campo de batalla. Aquel que más logros acumule será el más fuerte. Nada más sencillo que eso. ¿No lo crees? -

Una solución sencilla para un problema complejo. Al menos con un resultado más favorable que una carnicería sin sentido. Kurnet acepto el reto gustoso, inflando el pecho y golpeándolo como un gladiador romano mientras pregonaba a los cuatro vientos los muchos méritos que conseguiría. Dándose la vuelta y retirándose entre palabras de victorias que ni siquiera estaban cerca de alcanzar. Pero al menos estaba feliz por eso, cosa que no se podía decir lo mismo de su retador.

El glenshin estaba bastante asustado. Puede que halla logrado un buen mérito en esa batalla, pero en cuanto a gerarquia orkoide él seguía siendo casi de los más bajo eslabones. Un golpe de suerte para ojo los de muchos, pero un buen candidato para aquellos que sí querían ver.

Kanan: - Pequeño. - El grentchin miró atónito al caudillo, incapaz de imaginarse que el jefe de jefes le estuviese dedicando unas palabras a un ser tan insignificante como él. Aun cuando todos conocían que Kanan tenía buen ojos incluso sobre los más débiles. O lo que el resto de pieles verdes creian más débiles. - Ven a verme a mi tienda más tarde. -

Fue todo lo que dijo antes de darse vuelta y retirarse del campo de batalla ensangrentado junto a su bestia blanca. Nadie podía creerlo, y ni el propio grentchin podía hacerlo, aunque debía reconocer que estaba asustado. ¿Qué destino podría tener alguien como él dentro de la guarida del jefe de la horda? Nadie era siquiera capaz de imaginarlo... En otros grupos de orkos, posiblemente se convertiría en la comida de esa noche.

Para bien o para mal, la hora acordada llegó y el pequeño grentchin caminaba por la zona donde los nobles orkos tenían sus tiendas de campaña. Estos eran la élite de la élite. Los pesos pesados de la horda. Monstruos de tres metros y medio de altura como mínimo. Aquellos que poseían las armaduras más gruesas y las armas más cool. Sus tiendas de campaña eran más ostentosas, decorados con pinchos y metal símbolo de sus triunfos. Y entre todas esas tiendas gigantes, una más pequeña se apartaba del resto.

El grentchin no podía creer lo que veían sus ojos. Ningún piel verde de bajo rango tenía permitido acercarse a la tienda del caudillo, y por eso se especulaba que su tienda de campaña sería la más grande, la más épica de todas. Pero ver que era tan modesta como la que el tenía sin duda lo dejo atónito.

Lo más curioso, fue toparse con Kurnet y Murrey, los brazos del caudillo que siempre estaban merodeando por allí. Curiosamente Murray solo le hizo un saludo silencioso inclinando la cabeza, una cortesía que aprendió de Kanan, mientras que Kurnet lo miraba desafiante, haciendole recordar su promesa de antaño.

Grentchin: - ¿Ca... Caudillo? - Pregunto temeroso, sin quitarle la vista de encima a la bestia blanca del caudillo, que si bien no mostraba ninguna señal de amenaza. Era mejor no confiarse demasiado.

Kanan: - Pasa. - Es escucho desde el interior.

El grentchin apartó el cuero que hacía de puerta para acceder al interior. Lo primero que lo golpeó fue ver la sencillez del lugar. Poco más que unas sillas comunes y corrientes, un trozo de cuero que tapaba lo que parecía ser el lugar donde dormía, y una pequeña chimenea en el centro donde descansaba una olla pequeña. Lo segundo que impacto al invitado, fue el estimulante olor que provenía del interior de dicho caldero.

Kanan: - Ponte cómodo Kanan: - Ponte cómodo. - Dijo sin mucha autoridad.

El grentchin asintió levemente y en silencio, solo para sentarse en el piso justo al frente. Kanan alzó la mirada. Lo miró finamente, luego miró una de las sillas que estaba justo al lado y luego lo volvió a mirar.

Kanan: - Puede sentarse... en la silla. - Dijo como si estuviese tramando con alguien medio tonto, pero entendía que el pequeño piel verde estaba muy asustado para pensar con claridad.

El grentchin accedió al comando, y se quedó en silencio mirando como Kanan revolvía el extraño líquido color amarillento que burbujeaba en el interior del caldero. Nunca había visto algo así, pero su olor era muy llamativo.

Aun así, la sorpresa del grentchin solo aumento cuando escuchó a Kanan salvar levemente, y antes de preguntarse que estaba haciendo, vio atónito como los grandes Murrey y Kurnet entraban hablando de cualquier tontería y se sentaron a alrededor del fuego.

Ya pedir modales en los orkos era demasiado pedir. Cada uno de los presentes tomó un tazon de metal y se sirvió de la olla sin preguntar. Pero para el anfitrión estaba bien así, tenía confianza en ellos después de todo. Pero no el grentchin. El grentchin se quedó atónito cuando vio al propio caudillo brindándole un tazón lleno de ese extraño líquido amarillo. El cual acepto más por miedo a ofenderlo si no lo aceptaba que por ganas de probar de que se trataba. Este simplemente vio a los otros tres tomando el contenido, y supo que al menos no era veneno. Así que se animo a probarlo.

Los ojos del grentchin se abrieron como platos al sentir el sabor. Para un piel verde de bajo rango el sabor de la carne cruda era todo lo que estaba en el menú, así que una buena sopa con especias era un deleite para el paladar. Una forma que Kanan tenía para identificar a aquellos que poseían una inteligencia superior a la promedio de un piel verde. Pues solo un ser inteligente aprecia un buen sabor cuando lo prueba. Y la forma de reaccionar de este grentchin le daba muy buena señal.

Kanan: - Así que... ¿Tu fuiste el que le pateaste el trasero a Kurnet hoy? -

Dos de los presentes casi se atragantan con la sopa ante el comentario. Uno de ellos era Murrey, el cual comenzó a reírse ante la burla. Y el otro fue el grentchin, quien sintió como si un martillo le hubiese caído sobre la cabeza.

Murrey: Cof... cof... cof... Perdiste contra un grentchin. Eso debió ser vergonzoso. JAJAJA. -

Kurnet: - Hey... No perdí contra él. Él simplemente fue más rápido. No es mi culpa tener esta montaña de músculos y fuerza para enfrentarme a miles de enemigos a la vez. -

Murrey: - Ja. La peor justificación que he oido en mi vida. -

Kurnet: - Hm... Pero mi honor aun esta intacto. Ganaré más batalla y lo verán. Además... No es la primera vez que un canijo me gana. Jajaja. -

Grentchin: - ¿Alguién a logrado derrotarlo a usted... ze... zeñor Kurnet? -

"Buen lenguaje. Una buena señal." Otro pensamiento surgió en la mente de Kanan.

Kurnet: - Ja. Solo el jefe a podido derrotarme. Y lo más increíble es que lo hizo con un solo golpe. -

Grentchin: - Wao... - Los ojos del pequeño brillaban como un niño ante la ilusión de una buena historia.

Kanan: - Ya ya... Kurnet. No es necesario hablar sobre mi. Después de todo. No es por eso que estamos aquí.-

Murrey: - Tiene razón. Hasta yo tengo curiosidad por saber como paso. -

Grentchin: ‐ ¿Cómo pazó que? -

Kanan: - Como fue que lograste llegar al coronel enemigo antes que la fuerza principal. - Para el grentchin fue imposible no sentirse intimidado ante la mirada de esos tres enormes orkos. - Empecemos de otra forma. ¿Cómo te llama? -

Grentchin: - Yo... No tengo nombre... Señor. -

Murrey: Los orkos no usamos nombre, Kanan. Solo aquellos que creen ser dignos de usar nombres lo tenemos. Lo hemos hablando antes. -

Kanan: - Aún así. No logro adaptarme. -

Grentchin: A nosotros nos suelen llamar enanos, pequeños, canijos y esas cosas. Los únicos grentchin que tienen nombre son los que acompañan al señor Kurnet. -

Kanan: - Uno, Dos, Tres y Cuatro... Si... Muy original. - Más risas surgieron del interior de Murrey.

Kurnet: ¡Eh! No tienen nada de malo. Son simples y fáciles de recordar. Eso es suficiente.

Murray: - Si si... lo que tu digas amigo. -

Kanan: - Bueno... Eso tendrá que cambiarse. Pero primero. ¿Por qué no nos cuentas qué pasó exactamente? -

Aunque algo chapucero en su relato, el grentchin fue capaz de contar el motivo de tal avance. Y todo comenzó con la caída del noble orko que comandada esa parte de la horda a causa de una salva de artillería. Cuando esto ocurrió, los pieles verdes quedaron desamparados, incapaces de pensar por su mismos que hacer, pero el grentchin dijo que se negaba a morir de esa forma, y se lanzó de frente contra el enemigo.

El resto de pieles verdes compartieron el mismo sentimiento al verlo lanzarse contra el enemigo, y con una furia la marea verde lo siguió de cerca con más ímpetu que el resto de tropas que aún se mantenía avanzando tras el muro de escudos de metal.

Esta brecha fue vital, ya que el oficial al mando de las fuerzas de la humanidad tubo que asignar unidades para defender el frente en peligro. La peor decisión que pudo tomar segundos antes que Kurnet apareciera en el campo de batalla. Y sin siquiera planificarlo, fue un ataque en pinza combinado lo que hizo caer las fuerzas lo que hizo sucumbir el cuartel general enemigo.

Aunque claro, el grentchin solo contó su punto de vista y no tenía conocimiento del resto de la batalla. Solo Kanan y Murrey podían saber lo que realemnte ya que vieron todo desde un punto de observación estratégico.

Kurnet: - Uzar armas de esos debilitados. Que patético. - Se burlaba el gran orko.

Grentchin: - Era lo único que teníamos. Al menos los grentchins podemos usar las armas humanas. -

Un comentario muy perspicaz que causó reacciones muy diferentes. Kurnet solo refunfuñó en desacuerdo, Murrey abrió los ojos como platos ante tal idea, y Kanan comenzó a reír ante el ingenio del más pequeño del grupo.

El orko de pelo blanco miró al grentchins y a Kurnet discutiendo, mientras una rivalidad entre ellos comenzaba a surgir aún cuando ninguno de los dos era conciente de ellos. Y entonces... una historia del pasado vino a su mente. Una historia tan antigua como el tiempo mismo. De eras antes que el humano conociera los combustibles fósiles.

Kanan: - Muy bien. Tu nombre sera... David. - Le dijo al grentchins. - Y estarás a cargo de una division de grentchin bajo tu cargo. - Terminó con una mirada certera y una sonrisa desafiante en su rostro.