Los principales personajes quedan a Stephanie Meyer la historia es mía totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización
Capítulo 6
El primer pecado.
"Los pecados escriben la historia, el bien es silencioso."
GOETHE.
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Rosalie rápidamente miró nerviosa en lo que estaba convirtiendo su vida. Si hace una semana le hubiesen dicho que la iban a contratar para escribir la biografía de una mujer que parecía haber vivido demasiado para su edad se habría reído de esas personas, se habría burlado de esas palabras. Ella era una pueblerina con sueños de escritora; no era nadie, no tenía reconocimientos. Lo más destacado que había hecho en su vida era estudiar letras y eso ya era mucho. Ni siquiera había podido conseguir un trabajo que valiera la pena después de eso. Se había convertido en una cajera de supermercado porque su madre era la mejor amiga de la dueña de las franquicias.
Miró su reloj y caminó puntualmente hasta la oficina en donde Isabella ya la esperaba. Grace estaba retirándose con una bandeja de comida en cuanto ella entró y la miró durante un segundo antes de irse.
—Grace puede ser aterradora, pero le agrada mucho tu comportamiento. Dice que eres silenciosa —Isabella le dijo antes de inclinar su taza de café y beber. Rosalie le sonrió a la señora; ella estaba bebiendo café como alguien normal, luciendo como si acabase de salir de una sesión de fotos para la portada de una revista. Llevaba una blusa rosa vieja y perlas en su cuello, tenía en lugar de unos lentes de sol, unos lentes de lectura con montura plateada que combinaban con sus ojos.
"No es perfecta"
Le recordó una voz en su cabeza. Era fácil olvidarlo puesto que cada que la sacaban en televisión ella estaba envuelta en la compra de un negocio de autos, aerolíneas o aeropuertos privados. Se sentó, abrió la laptop y encendió la grabadora ávida de información, sin dejar de mirarla. Isabella, por otro lado, se estaba armando de valor para poder continuar con su historia.
—Crecí en un departamento pequeño en el que tenía prohibido hacer ruido y mi habitación era del tamaño de un archivero. Mi madre me encerraba en esa habitación cada noche con llave. Alegaba que necesitaba tiempo a solas, pero yo podía ver entre la puerta; la veía llegar con un hombre diferente a casa cada noche desde que tuve memoria; a veces estaba tan borracha que olvidaba las llaves. Era una rutina suya por lo que siempre entraba golpeándolo todo, luciendo tan perdida, tanto como su cuerpo pudiera soportarlo. Ella me había enseñado a salir de esa habitación pequeña sin la llave, ya que más de una vez se le olvidó sacarme, y a cerrarla por dentro cuando ella lo necesitaba. Era una mecánica absurda, pero ahora sé que ella estaba solo protegiéndome; lo recuerdo porque a veces sueño que estoy en ese armario y, aunque hay muy poco que puedo recordar de René, sé que hizo lo que pudo con lo que tenía para ser mi madre. Ella no sabía el significado de ser madre, pero lo intentó.
Había muchas cosas de las que yo carecía, no tenía muñecas, juguetes, amigos, sabía que el alcohol era malo porque si mi madre no bebía, temblaba vomitando en abstinencia. Pero ella siempre me llevaba comida; no tenía los mejores abrigos para los inviernos, pero tenía un abrigo suave color morado chillón que podía usar sobre mi ropa, era grande en comparación a mi tamaño. René comenzó a perderse en las drogas cuando cumplí cuatro años. Recuerdo que decía "Niña, si muero algún día recuerda que debes encontrar a tu padre, se llama Charles". Me lo repetía a diario llamando a su muerte, creo. Aún cuando pienso en ella siempre dijo que cometió demasiados errores y se metió donde no debía con la gente equivocada.
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Rosalie la vio parpadear para despejar su mirada, que estaba perdida en sus recuerdos, que no parecían nada buenos. Y la mirada que Isabella le dirigió fue la que le confirmó que lo que ella iba a decir era trágico.
—¿Ella murió? ¿René?
Isabella le dio la espalda de pronto, parecía tensa esa tarde. Rosalie la observó. Tenía los brazos cruzados y una postura rígida, su cabello estaba suelto y un poco mojado quizás por la ducha y estaba mirando al jardín como si este fuera el que tuviese la respuesta a todas sus preguntas.
—René murió un 6 de enero de 1991, a las doce del mediodía. Ella estaba drogada, apenas y me había servido una absurda tostada y una taza de café; no tenía dinero para comprarme leche, ella había dejado de hacerlo en cuanto pudo darme de comer, así que me calentaba con lo que tenía y el café era un lujo para mí. Hacía frío y recuerdo que empezaron a tocar la puerta desesperadamente una y otra vez y ella me puso mi abrigo. Quise quitármelo y ella se puso una mano en los labios haciendo una seña para que yo guardara silencio, negando con la cabeza. Tenía los ojos llenos de pánico y lágrimas, nos habíamos mudado hace tan poco tiempo que el hecho de que tocaran la puerta la alarmó. Recuerdo que estaba pálida y temblaba. La noche anterior me había dicho que iba a buscar ayuda, rehabilitación, e iba a ser mejor madre, había acariciado mi cabello y hasta me había dado un beso en la mejilla, se había reído conmigo de tonterías que apenas puedo recordar, y me había prometido comprarme una muñeca Barbie, por eso aún no olvido lo que pasó ese día; recuerdo que tocaron la puerta de nuevo esta vez más fuerte y le gritaron sandeces, insultos. Ella estaba tan asustada que me pidió esconderme, lo hice. Corrí y me escondí y cuando ella se acercó a la puerta esta se abrió de golpe. René estaba al teléfono llamando a la policía, pero unos hombres entraron a la casa. Uno de ellos la lanzó al suelo de un golpe y le hizo tirar el teléfono, el otro llevaba un bate de béisbol metálico y unas cadenas. La ataron a una silla. Luego la golpearon frente al armario, una y otra y otra vez. Sin piedad alguna, ellos solo la golpeaban y la golpeaban hasta que ella dejó de respirar. La vi desangrándose, la vi mirar al armario y formular con sus labios llenos de sangre un lo siento. Y fue entonces cuando ellos me descubrieron. Abrieron las puertas y recuerdo que uno de ellos me levantó del abrigo en el aire y me olió.
—Aún huele a bebé —dijo el hombre oliendo mi cabello.
—Déjala Gusano. Intacta. Vale más entera que en pedacitos.
Gusano. James Boake, una basura podrida de la calle de Nueva York, un proxeneta controlado por Ivanovic Volkov, un ruso que controlaba la mafia de Nueva York, San Francisco y Texas, fingiendo ser un simple dueño de una flota de taxis. El hombre era millonario, pero cada centavo que ganaba estaba tan sucio y lleno de mierda que bastaba solo con verlo para saber que estabas muerto si él mandaba a buscarte.
—Estás quitándole la diversión a las cosas, pero tienes razón, vale más entera que en pedazos. Al menos esa puta va a pagar algo de todo lo que se metió.
Esas fueron las palabras despectivas de Gusano. Luego me lanzó al piso y me hizo llenarme de sangre. La sangre de René. Patiné sin poder detenerme en la sangre de mi madre sin saber qué hacer. Quería verla despierta, quería que me comprara la maldita muñeca, quería que dejara esa vida que llevaba y solo fuera mi madre. Tenía seis años y ella se estaba muriendo frente a mi.
René dio su último aliento en el suelo de ese feo y casi destartalado departamento, conmigo a su lado llena de su sangre derramada. Derramó una lágrima pequeña de su ojo izquierdo sin dejar de mirarme.
—Lo siento.
Esas fueron sus últimas palabras. Parecía que sabía que no habría podido salvarme de lo que me esperaba, parecía que ella sabía que era lo que me esperaba. No fue hasta que cumplí dieciséis que me di cuenta de que ella no se estaba disculpando, no conmigo. No con todos y cada uno de sus huesos rotos. Ella estaba disculpándose con los que la habían estado golpeando.
Después de que ella murió, me tomaron en brazos y me metieron a una cajuela de un auto en la que viajé durante horas. Tras el viaje me metieron en una jaula y fui metida en un barco pesquero en medio de muchos niños más. Me vendieron como ganado a un traficante de infantes.
Malik Maroto.
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Rosalie rápidamente negó con la cabeza mientras se levantaba, sacando de su trance a Isabella, quien parpadeo asustada por el movimiento brusco de la silla.
—Malik Maroto era un desalmado. Leí sobre él, la gente le temía muchísimo. Fuiste víctima de trata de niños. De él. Dios. Joder. Ese hombre era un jodido loco.
—En estos tiempos eso es muy común en el mundo Rosalie, los niños que nacen sanos en hogares pobres son carísimos en el mercado negro. La gente los compra por sus órganos, por esclavitud, ya sea física o sexual. Hay organizaciones criminales que llevan esa vida y lideran países. África Subsahariana y Asia Oriental son los territorios donde más víctimas de trata se han encontrado en el exterior de sus fronteras. Hablamos de gente de Colombia, México, España, El Salvador. Y puedo seguir nombrando países. Esto no es nuevo, es un mal muy viejo que no se ha podido erradicar.
—Yo… Dios. No sé que decir, he leído historias terroríficas acerca de trata de personas, pero algo así…; leí sobre ese hombre era un hombre que no tenía alma, la gente hablaba de todo el daño que hizo, de la cantidad de mujeres que asesinó. Se dice que aún no hay un estimado correcto. Discúlpeme la interrupción yo… por favor continúe…
Isabella asintió
—No, no hay un número correcto. Es cierto que Malik Maroto asesinó a muchas mujeres, hombres, niños pero, vendió más gente de la que dijeron había vendido en las noticias. Nunca supe exactamente dónde estaba ni cómo llegamos allí. Algunas veces en mis pesadillas puedo recordar el color gris de las paredes de la enorme mansión a las que nos llevaron para encerrarnos. Estaba llena de hombres armados por todos lados y había cámaras en los pasillos. Era un fuerte. Me encerraron por días en una pequeña habitación fría que tenía una reja, parecía una cárcel; estábamos en la segunda planta, lo sabía porque nos habían subido cargados y estábamos rodeados de bosques por donde sea que lo viéramos.
Todos estábamos atados a unas enormes cadenas que no podíamos mover. Escuché por días a niños llorando hasta que dejaron de hacerlo. Nadie tocó mi jaula, me daban de comer muy poco por lo que estaba débil y la comida a veces me hacía dormir, sabía a medicina. No podía dejar de comerla porque les pegaban a los niños que no comían. Y, casi siempre que nos drogaban, al día siguiente había menos niños, era como si no quisieran que fuéramos testigos de cuando se los llevaban. Nunca vi los rostros de esos niños, me daba miedo llamarles la atención. Que escucharan que yo estaba allí. Tengo recuerdos esporádicos de cuando estuve encerrada en esa jaula; quizás recuerdo lo más importante o bloquee lo demás.
Estaba lloviendo ese día, uno de los días importantes, la bandeja que me llevaron tenía macarrones con queso y había jugo en lugar de agua, comí lentamente apreciando el premio que sabía no me había ganado. No sé si había sido descuido de quien cocinaba, pero mi plato está vez tenía un tenedor y un cuchillo de metal. El cuchillo no tenía filo, era de esos redondos pequeños que usas para cortar pan. Guardé los cubiertos entre la colchoneta que me dieron para dormir y esperé por dos días para que alguien se diera cuenta; no lo hicieron así que me tomé la libertad de mover la colchoneta y empezar a cavar usando el cuchillo y el tenedor. Funcionó muy poco, por no decir nada; era una pared de concreto, aunque estaba vieja y me aproveché de las grietas, así que logré un pequeño agujero para meter cosas y ocultarlas. Guardaba cucharas, cuchillos, rocas filosas; almacené todo lo que pude encontrar por semanas. No sabía si iba a poder escapar, pero no quería que me sacaran de allí.
El sonido estridente y los pasos pesados de alguien me despertaron esa madrugada. Escuché el grito de un chico. Había pasado tres años encerrada sin ser la atención de nadie y el hecho de escuchar a alguien llegando me asustó, no los escuchaba nunca, pero ese día todos estábamos oyendo.
—Esta mierda huele a establo. Trabajé en unas caballerizas en mi juventud. Me trae recuerdos malditos —dijo un hombre en voz baja.
—¿Les daba pienso a los caballos? ¿O te montabas a las yeguas? El chico está extraño, parece hecho de elástico. ¿Estás seguro que no le dimos mucho cloroformo?
—Estará bien. El maldito chiquillo de mierda me golpeó las costillas y el culo. Nos darán millones por él así que hay que alimentarlo, pero hay que dejarlo aguantar hambre uno o dos días. Quisiera golpearlo, pero Malik dijo que no. Solo pidió que lo metamos aquí.
—¿Estás seguro de que es un buen negocio? Casi perdimos a Joe por esto
—Es un maldito heredero ¿entiendes?. El chico es el dueño del mundo. Dicen que su padre inventó algo que lo hizo millonario, con dinero más que suficiente para varias vidas. Así que el crío vale la pena.
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Isabella se detuvo en cuanto tocaron la puerta y cuando insistieron un par de veces ella gruñó un "Adelante" antes de que Grace la abriera y un hombre rubio entrara junto con una mujer con un uniforme azul de enfermera. Ambos parecieron sorprendidos de ver a Rosalie allí sentada, pero cambiaron sus expresiones faciales rápidamente. El hombre rubio asintió sin saludar y la mujer parecía estar nerviosa.
—No sabía que estabas ocupada.
Isabella no pareció sorprendida por la forma en la que el hombre la tuteo sin mostrar ningún temor o cautela hacia ella. Parecía estar familiarizado con Isabella puesto que ambos tenían algo en su mirada. Era un sentimiento que parecía que ambos compartían y era extraño.
Rosalie rápidamente cerró la computadora para que nadie viera lo que se estaba escribiendo, pero rápidamente la volvió a abrir, asustada de que se hubiese perdido la información. Por suerte todo estaba allí. Era como tener miles de eventos históricos y no saber por dónde empezar. Había cosas que ella quería agregar, había preguntas que quería hacer. Tenía frente a ella a una mujer que había visto de frente al más grande traficante de personas del mundo entero. Y si sus cuentas estaban correctas, ella lo había visto morir.
—Sabes que puedes subir no es necesario que me interrumpas.
Subir. Eso le llamó la atención y la sacó de sus pensamientos. Él podía ir a la segunda planta. Era algo que ella también quería hacer, se sentía como una niña frente a un mueble alto con estantes. Quería escalarlo aunque le habían dicho que no podía hacerlo. Pero ella quería subir y descubrir los secretos escondidos en la enorme mansión en la que la señora se recluía. Sola.
—De hecho estoy aquí para presentarte a Sioban. Ella es una colega, quiero que revise…
—Si es aprobada por ti creo que lo que ella hará sale sobrando.
— Es una de las mejores especialistas en… —comenzó el hombre de nuevo.
—Jasper… Realmente creo que sería bueno que suban. No quiero incomodarte, pero la señorita Hale aún no lo sabe.
Rosalie no entendía ni una palabra de lo que estaban diciendo, pero el hecho de que hubiese una mujer que parecía doctora la hizo sumar dos más dos y empezar a marearse por todas las teorías locas que empezaron a golpearle. El hombre la miró extrañado de nuevo antes de mirar a Isabella y asentir girándose a la salida del estudio sin decir nada más.
—¿Está enferma? Es por eso que quiere que sepan su historia ¿no es cierto?. Se está muriendo.
Isabella pareció sorprendida un segundo por el arrebató antes de negar.
—Si me estuviera muriendo Jasper Withlock sería el último hombre que me ayudaría a curarme. Él no dudaría en inyectarme el virus más letal de todos si pudiera. No somos amigos.
Una risa vacía en la puerta las hizo girarse a ambas sorprendidas. El hombre que las había interrumpido estaba allí y se estaba riendo de una forma extraña pareciendo herido por lo que acababa de escuchar. Sin embargo no parecía sorprendido y eso solo llenó a Rosalie de más preguntas sin respuesta.
—Supongo que a pesar del paso de los años, hay cosas que no cambian, Isabella.
—Bueno, no soy estúpida, sé lo que piensas de mí —se defendió rápidamente Isabella sin parpadear.
—Pensaba. Los años te hacen cambiar ¿Sabes? Hay cosas que hacen que uno cambie, y cosas por las que uno se arrepiente; quizás perdimos ese tren hace mucho. Me retiro. Veo que Emmett no mintió y de verdad estás haciendo que alguien escriba sobre ti. Al menos me hiciste caso en algo, estás hablando con alguien. Espero que la chica tenga pantalones grandes. Los necesitará.
Isabella pareció sorprendida por la declaración de Jasper, pero su rostro cambió enseguida y luego miró a Rosalie.
—Necesito ir a la oficina mañana, tienes que estar lista a las siete.
—¿Puedo preguntar algo?
—¿No lo estás haciendo ya?
—Quiero saber si usted está delicada de salud.
—Para mi pesar estoy sana, muy sana de hecho. No estás escribiendo la biografía de una moribunda, lo siento. Solo te pido una cosa más antes de que te retires, no me compadezcas, no lo merezco. Y lo veo en tu mirada, crees que voy a morir. Solo te diré que no te equivoques conmigo, yo no estoy viva Rosalie, pero tampoco estoy muerta.
Rosalie rápidamente se levantó, pero antes de salir se giró para mirar directamente a la Señora:
—Usted se proclama villana, pero mirándola de cerca no es más que alguien quien sufrió demasiado. Aunque no entiendo muchas cosas, pero déjeme ser clara. Le haré preguntas que no van a gustarle porque para escribir su historia debo saberlo todo.
—Aún no has escuchado la historia completa Rosalie. La ignorancia hace que pequemos y declaremos a favor de un villano. Cuando vemos más allá de donde se tiene que ver nos damos cuenta que metimos las manos al fuego en defensa de nuestro propio asesino. Así que no quemes tus manos por meterlas al fuego por mi. Soy la dueña de muchos pecados y puedo asegurarte que haber estado despierta esa noche hace tantos años fue el primero. Por favor deja la puerta cerrada cuando te vayas. Hemos terminado por hoy. Te veré mañana.
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Rosalie miró su computadora personal y sonrió abiertamente cuando sus padres la saludaron en la pantalla asombrados de verla tras ella. Ellos nunca habían hecho una videollamada y verla allí era increíble para ellos. Eran muy chapados a la antigua en cuanto a la tecnología. Aunque su padre era quien con sus instrucciones había logrado conectarse con ella a través de Skype*.
—Estas hermosa hija —le dijo su madre sin dejar de sonreírle; parecía que no la había visto en meses y habían pasado solo unos días.
—¿Estás comiendo bien?
—Sí mamá.
—¿En dónde estás quedándote? Y porque no me has mandado la dirección, ¿Sabes lo feo que está el mundo hoy? Tengo que saber dónde estás siempre.
—Es San Francisco mamá y estoy bien. Te enviaré lo que me pediste hoy, a más tardar mañana. Esto parece un fuerte así que no te preocupes.
—¿Has ido por las tarjetas?
—Papá llevo menos de una semana aquí, días para ser exactos, no he salido fuera.
—Bueno hija, la esperanza es lo único que no pierdo contigo. Tengo fe de que tus caminos estarán llenos de muchas guerras, pero todas vas a librarlas.
—Jazmin trajo a la pequeña Aphril, es una bebé adorable con las mejillas rojas; te hubiera gustado conocerla.
—Es bueno saber que no están solos mamá. Los amo.
Cuando sus padres terminaron la llamada el hecho de que Emmett estuviera mirándola fijamente sentado en la mesa en la que ella estaba la asustó haciéndola saltar. Ella no lo había visto llegar y él parecía llevar rato allí solo viéndola.
—No quería asustarla —le dijo sin sonreírle. Rosalie en cambio se sonrojó y su corazón empezó a latir demasiado rápido dejándola sin habla.
—Estaba distraída y lo siento. Me voy señor McCarthy, no quiero incomodarlo y sé que no le agrado.
—Su concepto de desagrado tiende a rayar en la exageración. No me conoce lo suficiente como para suponer que no me agrada, yo tampoco la conozco mucho a decir verdad; por su puesto no creo que deba perder su tiempo e intentar conocerme. No soy sencillo.
Rosalie se giró impresionada por su declaración y Emmett se puso de pie ante ella.
—No creo que haya diferentes conceptos de agrado. Más cuando suena como un hombre que acaba de salir de una de las obras de Jane Austen. ¿Es usted Inglés?
¿Que escondía su mirada? Y ¿Por qué parecía tener tanto que decir o esconder y a la vez no querer decir nada, detrás de aquella faceta suya? Era un hombre al que podría analizar por días y para el que al final no habría una definición correcta o una exacta descripción. Emmett McCarthy parecía que podía ser quien quisiera y nadie le diría que no y también no ser nadie a la vez.
—Soy de Queens. No esperaba que lo hiciera, no soy comprensible señorita Hale. No me gusta que me analicen. Que tenga una buena tarde.
Tras de decirle eso se dio la vuelta y se fue, dejándola con mil dudas en la mente y mil mariposas en el corazón.
Skype es un software que te permite comunicarte con las personas que más te importan de tu vida personal y laboral.
Isabella empezó a contar lo que va ser un camino escabroso de malos y buenos recuerdos, ¿Están listas? Espero que si, Rosalie lo sabe, ella sabe que será un caos lleno de cosas que darán más miedo que ternura. Así que prepárense chicas. Gracias por leer y comentar. Joana, gracias por ser mi pilar, sin ti todo esto no será posible.
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¡Nos leemos la semana que viene!
Un saludo
