Los principales personajes quedan a Stephanie Meyer la historia es mía totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización
Capítulo 8
La niña que aprendió a construir un arma pero nunca a dispararla.
Incluso los pobres de espíritu se vuelven más inteligentes después de un gran dolor.
Dostoievski.
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Junio 1994.
Querido diario,
El hombre que me hizo preguntas cuando me encontraron me llamó loco; le dijo a Elizabeth que debía llevarme al psicólogo, que tenía un trauma y que no había nadie en ese castillo al que me llevaron a la fuerza; no hay pruebas de vida de que hubiesen habido más personas que yo. No es cierto, no es cierto.
Yo la vi, ella era real, estaba herida y la dejé ¿Soy un cobarde?
Ella estaba allí. Sin ella no habría escapado, y eso pudo haberle costado la vida. No quiero pensar que soy responsable de la muerte de alguien, quiero creer que ella está viva, que está en algún lugar, que es feliz. Por favor haz que no sea un sueño, dime que no estoy loco.
¿Volveré a verla alguna vez? Ella era tan pequeña, más que yo. Pero sus ojos eran tan hermosos.
Pensaré en ella para siempre.
Edward.
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Febrero 2015.
Había una sola cosa en la vida por la que Isabella estaba orgullosa, bueno quizás dos. Una de ellas estaba allí volviéndose real a cada segundo y eso le hacía volver a la vida; ver ese avión volviéndose real, volviéndose un hecho casi por un segundo la hizo olvidar todo.
Pero olvidar el pasado era algo tan imposible como querer borrar sus cicatrices. Nadie podía borrar el pasado, todos a diario fingían estar siguiendo adelante, pero siempre recordando.
Nadie detuvo su trabajo, todos estaban siguiendo las instrucciones de Jim, un hombre mayor experto en ingeniería aeronáutica, moviéndose como una máquina bien engrasada, trabajando en lo que hace demasiado tiempo para ella había sido no más que un juego para olvidarse del frío.
Jim le sonrió suavemente llamándole la atención antes de mandar a un chico, alejándolo con una señal, luego se acercó a ella limpiándose las manos con un pañuelo.
—No esperaba verla por aquí señora.
Le sonrió y extendió su mano llena de grasa hacia ella. Rosalie miró a Isabella Cullen tomar la mano del hombre sin hacer mala cara y con una muestra de respeto increíble ella hasta le palmeo el hombro y eso solo fue para Rosalie una muestra de humildad, una cualidad más que añadir a las buenas cualidades que esa mujer escondía tras esa capa de hielo.
—Es mi bebé al que tienes allí Jim. ¿Cómo van las cosas?
—Como si estuviésemos horneando un pastel, es perfecto.
Isabella asintió y caminó hasta la mesa en donde los planos estaban regados y miró el papel viejo allí bien cuidado. Jim sin duda se merecía un aumento.
—Estamos añadiendo las turbinas y poniendo el tren de aterrizaje¹. También el técnico vino ayer para empezar a trabajar con el PowerPlant².
Rosalie escuchó la conversación en segundo plano antes de que Emmett le extendiera una taza de café mirando al frente.
—Isabella dijo que no desayunaste.
La forma suave en la que Emmett le habló la hizo suspirar perdida. De lejos se veía que él no era un hombre que le llevara café, ni siquiera a Isabella que era su jefa.
—Gracias —murmuró y bebió de la taza. Emmett le restó importancia, mientras un chico de unos diecinueve años se acercó a ellos sonriendo como si hubiese visto a su ídolo. Era rubio y alto, parecía despreocupado y tenía unos lindos ojos café. A Rosalie le pareció haberlo visto en algún lado, pero le era imposible recordar de donde.
—Oye mamón. Deja de acaparar a todas las chicas hermosas para ti.
—Y tú deja de ser un pendejo mal educado Jackson, ¿Pagar tu educación me está sirviendo de algo? —le respondió Emmett antes de tomarle el cuello y despeinarlo, haciéndolo reírse a carcajadas.
Rosalie soltó una risita suave y a Emmett escuchar eso le hizo latir el corazón. Se maldijo y luego de empujar al chico lejos, viendo lo que quedaba de su difunta hermana burlándose de él por su nerviosismo, se alejó de Rosalie como si estuviera incendiando su trasero.
Isabella, quien había visto todo fingiendo poner atención a los planos, maldijo también, pero no dijo nada y luego de ultimar detalles dirigió a Rosalie a su oficina pues lo que le iba a soltar era difícil, no podía hacerlo en público y su oficina era el mejor lugar para decir las cosas que tenía que decir.
—Organiza la compra del nuevo equipo para mañana, dejé la lista en tu correo y que no me molesten —le dijo a Lauren quien asintió y miró de pies a cabeza a Rosalie antes de salir y dejarlas solas.
—Tiene una vida interesante. Es increíble todo lo que ha logrado —exclamó Rosalie con admiración mirando la oficina. Era enorme, había un sofá de cuero negro en una esquina, un librero, un enorme escritorio con una computadora blanca y todo armonizando junto. En una esquina, en solitario, estaba un cuadro que le pareció hermoso, extraño, pero hermoso con colores primaverales, amarillo, rojo, rosa y azul, de lejos no se distinguía más que los colores. Luego vio varios planos de aviones y reconocimientos al trabajo de Isabella.
—No siempre logré lo que quise. Hay cosas en la vida que requieren sacrificios y cuando pierdes, pierdes más de lo que ganas. Siéntate.
Rosalie la miró y caminó hasta el escritorio para dejar todas sus cosas allí, luego encendió la grabadora sin que Isabella lo notara, y ella la miró un segundo antes de fruncir el ceño
—¿Hay algo que quieras saber antes de que sigamos con la historia? Supongo que debes tener preguntas.
Tras ellas, una vista increíble de la ciudad de la tecnología se abría paso. Era hermoso. Rosalie sacó su libreta y miró las preguntas allí
—¿Por qué su apellido no es Swan? Si es hija de Charles Nicolás Swan.
Isabella sonrió, pero esa sonrisa no era suya, no la real dedujo Rosalie pues parecía que solo estaba moviendo sus labios. La vio tomar un lápiz y sacar de su pecho un collar que parecía viejo, pero delicado en su cuello. De él pendía un anillo de oro sencillo. Era una argolla de matrimonio.
—Una señora casada debe llevar el apellido de su esposo, no el de su padre. Enciende la grabadora.
Isabella escuchó el jadeo de Rosalie, pero no se atrevió a mirarla a los ojos. Habría más preguntas, preguntas que no estaba segura de estar lista para responder, pero si quería avanzar con la historia tenía que decirle a Rosalie ciertas cosas.
La primera y más importante de todas es que llevaba casada doce años.
—Conocí a mi esposo en el invierno de 1994. Él tenía doce años y acababa de ser secuestrado por los mismos hombres que mataron a mi madre. Recuerdo ese día porque escuché a los hombres hablar de que iban a dar un gran golpe y del frío que hacía, que entraba en los huesos.
Había estado tres años encerrada en ese cuarto sola, sin contacto, sabía que habían más niños porque los había escuchado llorar de noche, pero no veía a nadie. Aunque suponía mucho trabajo siempre nos hacían seguir una rutina solo hacíamos las cosas uno a la vez, nunca había más de dos niños en un cuarto y la mayor parte del tiempo todos hablaban diferentes idiomas. Era una rutina predecible; nos dejaban tomar un baño una vez al mes, comíamos dos veces al día si teníamos suerte y teníamos una cubeta para hacer nuestras necesidades. La cubeta era vaciada cada semana por lo que te puedes imaginar lo sucio y el olor.
La habitación era pequeña, de dos metros a lo mucho exagerando, la verdad no sé dar con exactitud el tamaño. Tenía nueve años, era una niña.
Esa noche lo metieron conmigo, a mi esposo. Gusano me miró como si fuese un mueble arrastrándome lejos del chico que estaba inconsciente. Los vi amarrarlo como lo habían hecho conmigo, pero no le pusieron las cadenas directamente sobre su piel, las pusieron sobre tela que arrancaron de una camisa vieja. Lo estaban cuidando.
El chico durmió durante horas antes de despertar y estaba asustado. No lloró, pero sus ojos estaban vidriosos y sus labios secos temblaban con miedo. Recuerdo que ese sentimiento ya me parecía ajeno, recuerdo la resignación y la derrota de saber que ese era mi futuro, no me veía como alguien diferente de una niña de la calle. Él no me miró, creo que estaba tan asustado en ese momento que por horas miró el techo acostumbrando sus ojos a la oscuridad, porque estábamos a oscuras. Luego empezó a intentar quitarse las cadenas oxidadas que habían usado para amarrarlo, estaba buscando escapar. Las golpeó con rocas, tiró de ellas, tiró de la base en donde estaban amarradas. No fui realmente consciente nunca en los años que llevaba allí encerrada que yo no hablaba, nunca, solo escuchaba los ruidos, el sonido de las voces. Pero quería decirle y, después de varios intentos, lo conseguí.
—Eso no servirá.
Recuerdo que se golpeó la espalda contra la pared en cuanto escuchó mi voz. Me sorprendí de sonar tan segura de mi misma, mi voz sonaba sin tartamudeo o con las palabras entrecortadas e inocentes como las de la niña de seis años que había sido secuestrada hace tanto tiempo, recordaba cada segundo, cada cosa. No era ya una niña inocente, sabía que habían cosas malas pasando a mi alrededor, sabía que un día iban a dormir e iba a pasarme lo mismo que a los demás y el odio y los malos sentimientos ya estaban allí, así como estaba el miedo. El chico se sorprendió de no estar solo, él me miró desde la cama.
—¿Quién eres? —gruñó.
—Nadie. —le susurró y eso le hizo fruncir el ceño. Recordaba muy poco de mi, no estaba segura de saber mi nombre real así que esa fue la única respuesta que me pareció correcta; recuerdo que pensé que sus ojos eran lindos, tenía unos enormes ojos verdes que parecían pinos de navidad, había visto una tan sola vez un árbol grande y lleno de luces así que era lo único con lo que podía comparar sus ojos en ese momento y llevaba brackets de colores en sus dientes, sus cejas eran pobladas y su nariz roja por el frío o las pecas. Tenía granos por todo su rostro. Estaba entrando en la adolescencia, supongo.
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Rosalie sonrió sin saber por qué y se imaginó a aquel chico. Era un sentimiento agridulce porque ambos estaban encerrados y atrapados en circunstancias peligrosas.
¿Cómo habría lucido Isabella? ¿Cómo es que habían terminado casados? ¿Por qué nadie lo sabía?
Todos hablaban de Isabella Cullen, nadie sabía que tenía un esposo. Pero la pregunta más importante era ¿Dónde estaba él?
—Nuestros mundos chocaron por primera vez ese día.
Isabella se detuvo porque un nudo se ató en su garganta y apretó quitándole el aire. Estaba tan asustada de los sentimientos que estaba recorriendo su cuerpo, eran cosas que no había sentido en años; era como regresar en el tiempo.
—Gusano entró más tarde. Llevaba una fusta, era una de esas usadas para golpear a los caballos y una silla vieja. También llevaba una cámara de video. Era color negro, con un tubo extraño en el que tenías que poner el ojo. Antigua supongo.
—Levántate muchacho —gritó tirando de sus cadenas. El chico se resistió y pataleo, pero Gusano le golpeó el rostro tirándolo al suelo.
—Escúchame bien— le dijo escupiéndole al hablar, tirando de su cabello haciendo que su cara estuviese cerca de él —. Voy a disfrutar matándote si no cooperas pedazo de mierda. No me hagas perder la paciencia.
Los ojos del chico se llenaron de lágrimas, pero no lloró y eso, hasta cierto punto, me asombró. Era valiente aunque estaba asustado. Yo estaba asustada por él, pero no podía meterme o decir nada. Cuando Gusano iba a golpearlo de nuevo Malik Maroto tiró de su chaqueta haciéndolo golpear la puerta. Era la primera vez que lo veía de cerca.
—Te dije que no lo golpearas. Estúpido gusano de mierda.
Malik Maroto era asiático, usaba trajes hechos a la medida y zapatos de vestir negros. Tenía una imitación de un reloj caro que brillaba y sus dientes eran blancos. Su cabello iba prolijamente pegado a su cabeza en un corte militar, tenía cejas pobladas, una nariz grande y olía a colonia. Tenía una altura promedio quizás de metro setenta. Si ves en los periódicos de esos años su empresa estaba triunfando demasiado, se estaba convirtiendo en un hombre millonario y créeme, no parecía ser la maldita rata de alcantarilla que en realidad era. Él miró al chico en la cama y lo levantó, arreglándole la chaqueta. Cuando el chico estuvo de pie, delante de la cámara, Maroto sacó su arma y se la puso en la frente antes de ordenarle.
—Ahora, di tu nombre a la maldita cámara chico. O dejaré que él te golpee —le quitó el seguro al arma y luego encendió la cámara. El chico lo miró y luego a la cámara
—Edward Anthony Cullen —dijo entre sus dientes y la quijada le tembló.
—Buen chico.
Los vi cerrar la cámara y entonces el verdadero infierno empezó para mí. Malik me vio en una esquina y me sonrió como si estuviera jugando la lotería y él se hubiese llevado el premio mayor.
—¿Quién es? —le preguntó a Gusano, quien se lamió los labios con una sonrisa bobalicona.
—La hija de la puta a la que matamos en York, ¿Me la regalas? Me merezco un bono ¿No?
Malik se giró a Gusano y le puso una mano en el cuello en un parpadeo antes de ponerle la pistola en las sien y gruñir:
—Te mereces una bala en los sesos, no me tientes. Realmente tengo ganas de hacerlo hoy. Ella es dinero. Mira sus malditos ojos.
Lo soltó y luego se me acercó. Recuerdo que me encogí. Tenía tanto miedo y me temblaba el cuerpo, mi corazón apretaba duro en mi pecho; recuerdo el olor de su colonia y sus manos tocando mi cabello, su mano levantándome el rostro para verme a los ojos como si yo fuera ganado.
—Llévala con Lobo, quiero que empiece a pagarme lo que su madre me debía. ¿Cómo se llama?
Gusano sacó una libreta del bolsillo trasero de su pantalón y buscó.
—Isabella. Su nombre es Isabella.
—Tu madre tenía el cerebro de un maní Isabella —se inclinó hacia mí y me acarició la mejilla —. No era más que una bitchi* drogadicta de la calle. Ahora tú vas a pagar cada centavo de su deuda.
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— Eras una niña pequeña. Dios.
Isabella se detuvo y se recostó en su silla cruzando su pierna cuando Rosalie habló con la voz entrecortada por la furia.
—¿Qué significa bitchi?
—Puta. Es japonés. Malik Maroto era un experto en ese tipo de insultos.
Rosalie asintió y lo anotó en su libreta. Isabella miró a la nada antes de volver a narrar.
—Me llevaron ese día con Lobo, su nombre real es Harry Clearwater. Era un hombre gordo que olía a queso. Siempre que lo veías, fumaba y bebía mucho, luego se quedaba mirando a la nada quizás perdido en sus recuerdos o quizás drogado. Era extraño. Pero no un mal hombre. No me trató como lo hicieron los demás, pero tampoco me protegió. Él no me demostró nada, en ese mundo no hubo una sola palabra de afecto.
—¿Por qué Malik la quiere conmigo?
—Porque su madre nos debía mucho dinero. Enséñale a armar las pequeñas, y también puedes enseñarle a pesar la mercancía. Debe servir de algo ¿No? —preguntó Gusano con desprecio. Recuerdo que Lobo me levantó poniendo sus manos bajo mis brazos y me puso de pie en un sillón, recuerdo que me sonrió amablemente y me preguntó si había comido. Cuando negué él asintió y me preparó macarrones y luego me dio ropa nueva; me quedaba grande, pero era abrigada y hacía frío, siempre hacía frío allí.
—Estarás aquí por un tiempo supongo —me gruñó y luego me preguntó —¿Sabes leer? ¿Qué idioma hablas?
Su Inglés no sonaba exacto. Tenía un acento extraño, las palabras sonaban como si no pudiera o fuera experto en el idioma. Había escuchado a los demás niños hablar en español, italiano, ruso e Inglés. Los había oído gritar hasta llamar la atención indeseada. Y había aprendido palabras de esos idiomas sin ser consciente de ello.
—Es de York imbécil, habla Inglés. Al menos creo que habla aunque no la he escuchado decir una palabra.
Lobo asintió y me miró esperando una respuesta cuando no se la di se dirigió a Gusano.
—¿Cuándo la trajeron?
—Hace tres años. Mierda mira el culo de esa mujer.
Fue entonces que reparé en mi entorno. Estaba en el cuarto de seguridad, había pantallas de las cámaras de seguridad por toda la habitación, cajas y mesas por todos lados. Parecía que estaban vigilando un antro de mala muerte.
Lobo no me dejó mirar lo que Gusano estaba viendo. Le apagó la televisión y le dijo
—Vete a la mierda y deja a la niña. Ven a recogerla a las ocho.
Luego lo empujó por la puerta. Gusano no renegó, parecía tenerle respeto a Lobo quien me paró en una silla frente a una mesa de metal y abrió una de las cajas, luego sacó varias partes de un arma de fuego.
—Espero que seas rápida —comenzó poniendo las armas en la mesa —. Si no me sirves te enviarán a otro lado peor y no creo que quieras. Pon atención.
Me miró y asentí una vez antes de que el explicara
—Esta es una semi automática. Viene en varias partes como puedes ver, es más fácil de transportar así. Tienes que ponerle las miras y las correderas; las deslizas así
El arma sonó. Recuerdo que ese sonido con el tiempo me enseñó a estar en paz aunque un arma jamás trae paz. Sé que aprendí cómo armar esas armas y que me pareció fácil, como un juego, luego Lobo orgulloso me enseñó a armar rifles de caza y escopetas. El confío en mí aunque yo lo traicioné para tratar de huir con Edward más tarde.
—¿Le disparaste?
La voz de Rosalie tartamudeo, Isabella sonrió suspirando y se levantó.
—¿Realmente quieres saber si lo asesine a sangre fría siendo tan solo una niña? ¿Te decepcionaría escucharlo? —preguntó caminando tras ella mirando su oficina como si fuera la primera vez que la veía. Rosalie cuadró sus hombros y firme giró su rostro hasta encontrar la mirada de la señora.
Valiente, reconoció Isabella en su interior. Pero esas serían palabras que nunca serían pronunciadas por ella.
— Sé que me lo diría, si usted le hubiese disparado, es razonable que lo hubiese hecho. Estaba salvando su vida y la de su esposo. ¿Aprendió a disparar?
—Puedo armar todo tipo de armas que puedas mencionar. Soy buena en eso, pero jamás dispare una sola no a una persona. Sé que la venganza no es algo que te cobres disparando. Te dije que no defiendas, Rosalie, a quien es el monstruo de esta historia. Soy la villana si quieres verlo de esa forma.
—Discrepo. La he escuchado y usted no me parece la villana de esta historia señora. ¿Ha leído alguna vez al Conde de Montecristo? —refutó Rosalie con convicción. Isabella caminó hasta el librero en su oficina, tomó la copia que tenía del libro de Alejandro Dumas y lo dejó sobre el escritorio. Después, empuñando sus manos en el escritorio, se acercó a Rosalie para dar énfasis a lo que iba a decir
—Pedí la cabeza de todos los bastardos que me hicieron daño en cuanto pude hacerlo, eso no es mentira. Baile sobre sus tumbas como una jodida loca. Y fui feliz con su desgracia. Por supuesto me encargué también de sus generaciones. Si estas no tenían que ver conmigo estaban a salvo de mi. Pero los quería lejos. Los que no, estoy segura se están quemando en el infierno. Déjame aclararte una cosa. La muerte es fácil para los villanos. La vida. La vida es el infierno en donde pagas todas y cada una de tus deudas. Me encargué de que pagaran las suyas con sangre.
Rosalie sintió escalofríos y el miedo en su garganta. Aún así fijó su mirada en Isabella diciendo sin saber palabras que Isabella ya sabía. Palabras que ella ya había escuchado. Palabras que trajeron recuerdos desde lejos. Recuerdos dolorosos y burdos. Recuerdos de su vida que también iba a guardar en el libro que Rosalie estaba escribiendo.
—Eso solo la hace una vengadora. Una villana no tiene corazón, usted lo tiene. No habría cuidado de los demás si sólo hubiese querido venganza, no hubiera alejado a las generaciones de las personas que le hicieron daño.
Isabella bufó con desgana y sus ojos se volvieron fríos y crueles.
—Mi corazón está en coma, y el infierno arderá si no despierta Rosalie. Esta no es una historia de cosas lindas, de un amor lindo; esta es la historia de un amor desgarrador, triste y doloroso. Sin un final. Y maldita sea mi vida si ese corazón se detiene.
Powerplant. En cuanto a su estructura, es el lugar en donde se alojan los motores.
Tren de aterrizaje. Es el conjunto de ruedas, soportes, amortiguadores y otros equipos que un avión utiliza para descender.
¿Quién gritooo? Jajajaja, tenemos un pequeño vistazo de Edward y a nuestra Bella confirmando quién es el hombre de la camilla. ¡Ahora viene lo bueno! ¿Están listas?
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¡Nos leemos la semana que viene!
