Los principales personajes quedan a Stephanie Meyer la historia es mía totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización


Capítulo 11

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Claustrofobia.

"Quien con monstruos lucha, que se cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti." Friedrich Nietzsche.

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Agosto de 1995

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"Querido diario, soñé con ella, con esa noche que marcó nuestras vidas. Aún puedo oírla gritarme que corra sin mirar atrás, aún puedo escucharla lanzando rocas y chillando por el esfuerzo. Si veo al cielo, si el sol se desliza en mi rostro y me da calidez puedo ver sus ojos grises. Aún me toco el pecho buscando el medallón que le regalé, aún la veo bajarme de ese maldito edificio y dejarme ir. Hubo disparos esa noche, pasaron muchas cosas malas.

¿Estará viva? ¿Habrá sido mi imaginación? ¿Es estúpido sentir más que gratitud hacia una chica que me cuidó y dio su vida por mi?

No podré ser feliz jamás. A veces cuando mi madre me lleva a la iglesia en silencio oro con gratitud y le ruego a Dios que ella esté viva y que me permita regresarle eso que ella me regaló esa noche en la que me ayudó a escapar.

Quiero regresarle su vida. Su libertad.

Edward"

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—Hubo un tiempo en el que creí que los sueños eran lo único bueno que me quedaba. Edward se sabía historias increíbles de piratas, cuentos sobre aventuras en tierras antiguas y hombres yendo al centro de la tierra. Los lugares jamás visitados por el hombre, superhéroes con capa salvando al mundo de la desgracia y destrucción de los humanos.

A él le gustaba el principito, se sabía la historia de memoria, y aunque no iba a admitirlo en voz alta, amaba los cuentos en donde los príncipes no eran los héroes, o en donde eran del tipo de antihéroes de esos que salvan el mundo sin buscar reconocimiento o recompensa.

Hablábamos de las estrellas porque él también las amaba, de las historias griegas, la mitología escondida tras ellas, de La Bella y la Bestia. A él le gustaba ese cuento porque decía "Todo príncipe esconde tras su belleza algo que da miedo".

No lo entendí en ese momento. Él era, por mucho, más educado que yo y más inteligente. Usábamos las noches para abrir el agujero, pero mientras lo hacíamos también nos tomábamos el tiempo de hablar sobre todo y nada.

Amaba el olor a lavanda ya que él desprendía ese olor, al menos cuando llegó había olido a esas flores. Es alérgico a las rosas, y a los melocotones, y le gustaban las estrellas y el mar. Cuando me lo describió me sentí allí con los pies en la arena y la calidez aunque estaba haciendo mucho frío últimamente.

En el día yo escondía dulces que le robaba a Lobo en mis bolsillos y comida como carne seca que podíamos guardar. Dejamos de comer la comida medicada; la botábamos en agujeros, enterrábamos la comida medicada y escuchamos también cómo se llevaban a los demás de las habitaciones de madrugada. Fue horrible, triste, difícil porque no solo se llevaban a los niños. A veces oíamos cómo los lastimaban y queríamos huir de eso.

Edward seguía amarrado a las cadenas y perdió mucho peso, pero yo trataba de alimentarlo lo más que podía. Me preocupaba que fuera a enfermarse. Él tenía una fuerza inquebrantable. Me había contado cómo Malik lo había atrapado, como lo habían metido en un coche y conduciendo por horas lo habían alejado de su familia. También que Malik le había quitado varias de sus pertenencias que siempre llevaba con él. Las cosas cambiaron, nos convertimos en amigos en poco tiempo, era distinto, bueno y malo a la vez. Porque yo estaba segura que un día iba a volver con su familia y él iba a olvidarme, porque sabía que mi destino no era en nada comparado al suyo. Un día iban a abrir mi puerta y llevarme lejos.

Pasaron muchos días, demasiados, no sé con exactitud cuántos, antes de que se desatara la tormenta.

Malik entró en la sala de vigilancia esa mañana; recuerdo bien que sus manos temblaban, estaba sudando y parecía nervioso. Llevaba un medallón en su mano derecha y sangre en sus nudillos izquierdos. No se veía sofisticado y culto como siempre. Esta vez sus zapatos tenían lodo. El medallón me llamó la atención pues Edward lo había descrito una vez y algo en el fondo de mi corazón me decía que era ese medallón una de las cosas que Malik le había quitado.

—Alguien notificó a la Familia Cullen que tengo a su hijo.

Estaba haciendo frío ese día, mucho frío. Recuerdo que tiró el medallón en la habitación antes de darle vuelta a una mesa y gruñir frente a Lobo, quien no pareció asustado del arranque de ira o frustración que su jefe le estaba mostrando. Yo estaba asustada, más que asustada, estaba inquieta porque sabía que Edward era ese niño del que estaban hablando. Él era un Cullen.

—Vamos a tener que matar al chico. Esto no es un maldito juego, puedo terminar muerto.

Dejé caer una de las armas que estaba armando y Lobo me miró, al igual que Malik, ambos con diferentes expresiones en sus rostros. Malik parecía haberse dado cuenta que había cometido un error por no mirar a su alrededor y Lobo parecía saber que yo estaba en problemas por haberme hecho notar.

—Isabella —me llamó Malik, pero yo lo ignoré y levanté el arma. Él, en cambio, se me acercó y la quitó de mis manos antes de sacar la suya propia y quitarle el seguro tirando de mi cabello fuerte dejándome sin aire. Entonces lo mire a los ojos y en estos no había un solo sentido de piedad, nada, ningún sentimiento. Ese maldito era un asesino.

—Cuando el jefe habla tú respondes maldita chiquilla estúpida.

Cerré mis ojos y abrí la boca lista para hacerlo, sin saber que decir, pero Lobo le gruñó no dejándome hablar.

—Una chica sorda no va a poder responderte pendejo. A menos que pagues por enseñarle lenguaje a señas o por orejas nuevas. Si sigues tirando de su cabello así también vas a dejarla calva.

Malik me quitó el arma de la cabeza frunciéndome el ceño y yo cerré mi boca. Él me observó como buscando algo y luego se guardó el arma.

—¿Estás seguro de que es sorda?

Lobo asintió una vez, y me miró haciendo una seña para que yo continuara o eso fue lo que entendí. Me giré como un robot fingiendo que estaba bien, que nada había pasado aunque de verdad tenía miedo, muchísimo miedo. Malik me empujó al piso y entonces supe que todo iba a ir mal porque un dolor demasiado profundo se disparó en mi muñeca cuando caí sobre ella. Gemí y eso lo hizo sonreír abiertamente. Cuando parecía que iba a desatar su furia sobre mi Lobo le puso una mano en el hombro y llamó su atención.

—¿Cuándo vas a deshacerte del chico?

Me hizo señas para que me escondiera bajo la mesa así que lo hice. Malik estaba viéndome por eso no noto a Lobo salvándome en silencio.

—Mañana. Hoy tengo una cita con un informante. Llegaré a las tres de la madrugada así que mañana al amanecer ese chico estará muerto. Esa maldita familia va a lamentar haberse metido conmigo.

Quise gritar, pero guardé silencio y aunque las manos me temblaban no dije nada. Tenía que sacar a Edward de allí, tenía que salvarlo. Tomé el medallón del suelo y lo escondí en mi bolsillo antes de que Malik se fuera y luego Lobo me levantó y me vendó la mano en silencio. Gruñí cuando me apretó la muñeca y me dijo:

—No está rota, estarás bien niña. En unos tres días.

Después de eso me dejó sola en la habitación. Miré por toda la habitación desesperada sin saber que hacer; había unas llaves sobre una mesa y una libreta. Sabía que eran cosas de Gusano porque él las agitaba por todos lados. Las tomé y las escondí en mi ropa.

—Gusano te llevará a la celda. No comas la cena hoy. ¿Bien? —me susurró Lobo cuando regresó.

Asentí insegura sin responderle y cuando Gusano llegó, gruñó

—¿Has visto mis llaves?

—¿Por qué mierda tendría que saber dónde están? Las habrás dejado en casa pendejo —le replicó Lobo. Gusano bufó y me empujó haciéndome caer hacia adelante. Esta vez mis rodillas se rasparon y mi mejilla también. Supe que estaba sangrando porque un líquido caliente se deslizó por mi mejilla y cuando la toqué me llené de sangre.

—Camina pedazo de mierda —me dijo a la vez que me levantaba en el aire tirando del cuello de la camisa para ponerme de pie. Caminé aunque mis piernas estaban como gelatina, aunque mi mejilla ardía como el infierno, y mi mano dolía, pero no podía llorar, no podía.

Cuando Gusano abrió la puerta de mi celda y los ojos verdes de Edward me miraron con asombro y lástima supe que mi decisión de salvarlo era lo único por lo que quizás estaba viva.

Ninguno de los dos dijo nada hasta que Gusano se fue encerrándonos a ambos.

—Tengo que sacarte de aquí.

—¿Qué fue lo que te hicieron? —ambos hablamos al mismo tiempo, y él se levantó volviéndose a sentar frustrado por las cadenas. Saqué de mi pantalón las llaves y sus ojos se abrieron asustados.

—¿Cómo…?

—Ayúdame —no lo dejé continuar y le tiré las llaves. Él empezó a buscar y yo saqué de mi bolsillo la navaja que yo había encontrado en las cajas de armas y rompí la sábana en tiras.

—¿Qué e..¿Qué haces Bella?

Me detuve cuando no pude hacer el nudo y lo miré.

—¿Cómo me llamaste?

Edward sonrió suavemente hacia mi como si me hubiese dicho un secreto y susurró con las orejas rojas, por la vergüenza quizás.

—Bella. De la Bella y la Bestia, te conté esa historia hace unos días tu…

—Ese no es mi nombre. No me digas así.

—Pe…

—No —le dije y lo vi soltarse de las cadenas cuando encontró las llaves.

—¿Vamos a escapar esta noche?

Me quitó las tiras de las manos y empezó a amarrarlas entre sí haciendo una cuerda, pero yo no respondí nada. Cuando terminó amarró la cuerda a la pata de la cama y me ayudó a moverla hasta que vimos el agujero. Solo entonces saqué de mi bolsillo el medallón y lo extendí hacia él.

—¿Dónde lo encontraste? —me preguntó asombrado y lo tocó abriéndolo en dos —. Es de mi madre. Bueno ella me lo dio. Es un Ángel protector, San Miguel se llama. Hay una historia de él —susurró y luego de verme en silencio habló de nuevo nervioso

—¿Qué pasa Bella?

—No es mi nombre y lo sabes —respondí en un susurro antes de ponerle el medallón en su cuello con dificultad —. Vendrán a dejar la comida pronto, quiero que te vayas sin comerla.

—¿Estás hablando de que debemos irnos? —preguntó confundido y yo negué levantando mi mano.

—No puedo bajar la cuerda.

—No voy a dejarte. Puedo llevarte en mi espalda.

Me debatió y tragué el espantoso nudo en mi garganta antes de decirle mientras le daba la espalda.

—Vas a tener que hacerlo solo. La cuerda no va a soportarnos a los dos.

Edward me tomó el brazo bueno y me giró para que lo mirara a los ojos, pero era tan difícil hacerlo.

—No voy a irme, no sin ti.

—Van a matarte, tienes que hacerlo. Comeré la cena y fingiré que escapaste mientras…

Un estruendo hizo temblar el edificio y varios disparos me interrumpieron así que me acerqué al agujero y la casa en la que estábamos tembló.

—Tienes que irte.

—Tienes que venir conmigo.

Ambos hablamos al mismo tiempo, pero negué y tomé las cadenas en mis manos poniéndolas en la puerta para que quien entrara tropezara con ellas.

—Vete. Empieza a bajar, ellos no pueden encontrarte. ¡Ve, ahora! —le grité a Edward quien negó, pero luego se quitó el medallón y lo extendió hacia mí. Lo tomé y lo guardé en mi bolsillo.

—Voy a volver con ayuda.

—Corre lo más rápido que puedas y no mires atrás; no te preocupes por mí, no te detengas. Tienes que correr lejos. No mires atrás Edward, hagas lo que hagas no voltees.

Escuché cómo empezaban a abrir las puertas. Por el estruendo parecía que estaban tirandolas; algo estaba pasando fuera y no sabíamos que era así que empujé a Edward al agujero y él me miró dos veces antes de empezar a bajar. La puerta de al lado se abrió, me sabía el chirrido de memoria, y me preparé sacando las rocas que habíamos juntado y cuando empezaron a golpear nuestra puerta espere hasta que esta cedió. No deje a Gusano dar la cara y le tiré una roca al rostro tomándolo por sorpresa.

—¡TERMINA DE BAJAR! —le grité a Edward quien me gritó mientras seguí lanzando piedras hasta que una le dio a Gusano tan fuerte que lo lanzó al piso y se golpeó quedando inconsciente.

—VOLVERÉ POR TI CON AYUDA. LO JURO.

En ese momento Malik entró y sacó su arma. Esa fue la segunda vez que vi a alguien morir.

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Rosalie miró las manos temblorosas de Isabella así que sin detenerse a pensar en un segundo. Le puso una mano en las suyas y las apretó.

—Debió haber sido la cosa más difícil que tuviste que hacer.

Isabella sonrió y sus ojos se llenaron de sentimientos que rápidamente escondió antes de suspirar como si se estuviera tragando algo desagradable para comer.

—No. No fue la cosa más difícil. Creo que hemos terminado por hoy Rosalie. Necesito tiempo a solas.

Rosalie asintió antes de recoger las cosas de la mesa del comedor para marcharse. Isabella en cambio se sirvió otro trago y lo bebió de golpe sintiendo el maldito dolor y el miedo apretarle el corazón tan fuerte que le dolió hasta la garganta.

Se levantó de la silla y tomó la botella en una mano, llevándose el vaso en la otra yéndose a su despacho. Dio tres pasos antes de que Emmett le quitara la botella de las manos y le abriera la puerta de la oficina mirándola con cautela.

—Sienna me llamó. Dice que no respondiste sus llamadas —le dijo viéndola entrar en la oficina. Isabella bebió de su vaso y trató de quitarle la botella a Emmett quien se la llevó a la boca y tragó antes de ponerla en la mesa —. Marcus no sabe dónde está Félix —continuó Emmett nervioso de verla borracha desde tan temprano.

—Lo sé. Ella no habría llamado a tu celular si Marcus supiera en dónde está ese bastardo. Ella estaría aquí —susurró ella de vuelta y tomó la botella para llenar su vaso de nuevo ¿Por qué el alcohol ya no tenía ningún efecto en ella? Maldijo antes de lanzar el vaso al piso, furiosa, haciéndolo pedazos.

Emmett se sentó y cruzó las piernas mirando los vidrios en el suelo antes de mirar a su jefa, quien parecía estar en el infierno.

—Hay mucha gente buscándolo Isabella. Es solo cuestión de tiempo. Sienna puso a su gente a hacer el trabajo sucio. Todo el mundo está buscándolo. Ese maldito tiene que salir de su escondite pronto. Ya no le quedan armas. Ya no tiene recursos.

Tiempo.

¿Tenía tiempo?

—Quiero repetirte una pregunta —Emmett le frunció el ceño y cruzó sus brazos sin decir nada, sin parecer asombrado por su voz rasposa o su olor a alcohol —¿Sabes la definición correcta de tiempo Emmett?

—Creo que estás borracha —le contestó él rodándole los ojos antes de ponerse de pie. Isabella sonrió puesto que él estaba a punto de enojarse con ella, pero ella no sabía lo que era el miedo y quería ver su reacción.

—Y yo creo que tú estás enamorado.

La espalda de Emmett se tensó y cuadró sus hombros como si ella lo hubiese golpeado tan fuerte que lo había dejado sin aire.

—¿Crees que soy estúpida? ¿Se te olvida quién soy Emmett? Porque a mi no, no se me olvida quién eres tú —Emmett no le respondió, se quedó allí con las manos hechas puño y ella siguió —. No seas un pendejo.

—Eso no te concierne —dijo él al fin y ella lo ignoró.

—Te daría la razón si te estuvieras enamorando de una chica que no va a terminar rota como lo haría Rosalie. No voy a permitir que le hagas daño.

—Creo que dejaste claro tu punto Isabella, pero voy a pedirte que no te metas en lo que no te importa. No lo hagas. Ambos sabemos que ese es un tema del que no vamos a hablar —remarcó Emmett girándose para mirarla duramente con la barbilla alzada en señal de terquedad moviendo los brazos efusivamente

—Es una niña —debatió pero Emmett le gruñó.

—Tiene veintiuno. Y repito, no te importa.

—Le dijiste que no te agrada. Ella me pidió ayuda para no tener que encontrarse contigo. ¿Qué eres? ¿Un párvulo? Lo próximo que sabré es que le tiras del cabello o le metes el pie para hacerla tropezar. Ten los huevos suficientes como para enfrentarla y decirle que es lo que quieres de ella —lo desafió y Emmett, impaciente, alzó los brazos golpeándose las piernas frustrado.

—¿Por qué te importa lo que yo haga con mi polla? Demonios. Es mi maldita vida.

Isabella movió su mano rechazando las palabras de Emmett

—Tu polla no es la que está en juego en esto. Si lo único que quisieras fuera remojarla en su coño, tú y yo —los señalo a ambos —, créeme, no estaríamos teniendo esta conversación. Pero ella es distinta o ¿vas a negarlo? Porque si solo quieres cogértela entonces creo que tienes los pantalones grandes para ir y decírselo aunque sabes que de igual manera vas a romperla en pedazos. Ella no es Charlote y tú aún tienes cosas que solucionar, lo sabes.

Emmett abrió la boca para replicarle, quería debatir, defenderse, pero acorralado era una palabra pequeña que describía un poco de lo que estaba sintiendo. Quería gritarle a Isabella, si bien no era la primera vez que quería gritarle y asustarla, esta vez sí estaba de verdad a punto de hacerlo. Inhalo, exhalo. Eso no funcionó.

No está vez.

Le sorprendió un poco el hecho de que Isabella la estuviera defendiendo como si la chica fuese hasta cierto punto más importante que él, aunque también se recalcó que él podía defenderse solo y lo hacía muy bien. Rosalie, por el contrario, no era más que una niña que se estaba enamorando de la idea de lo que él representaba. Y estaba muy consciente de que eso no era bueno porque cuando ella escuchara lo que él tenía para contar, las cosas no iban a ser buenas. Ella iba a darle esa mirada que todos le daban cuando descubrían su pasado y sus errores.

—Ella —señaló Isabella hacia la puerta y él se giró asustado de que ella estuviese allí pero la puerta estaba cerrada y solo estaban ellos dos —. Ella no está lista para lo que tú y yo somos.

—¿Tú y yo? —se burló Emmett sin poder evitarlo señalando a ambos —¿Qué somos tú y yo Isabella? ¿Qué es este show que estás haciendo? ¿Estas celosa? —le preguntó frunciendo el ceño sin comprender qué es lo que ella no le estaba diciendo.

—Caos. Y lo sabes; sabes que no puedes ofrecerle el cielo a alguien cuando estamos acostumbrados a vivir en el infierno. No son celos Emmett, es ser racional; no le hagas daño ni te hagas daño. No seas estúpido —respondió luego de un momento en silencio y Emmett no tuvo de otra más que darle la razón. Aunque caos era una palabra pequeña para lo que ambos representaban.


¡Nenas! Muchas gracias por leer de verdad estoy más que feliz de que el lado oscuro de nuestra señora no las asusté. Gracias Jo por subir los capítulos cada domingo. Pasen una linda semana.


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