Los principales personajes quedan a Stephanie Meyer la historia es mía totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización
Capítulo 13
El medallón de San Miguel
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"Sabéis la angustia porque pasa mi alma. Intercede por la salvación de mi alma y, también ahora, por lo que tanto me preocupa."
Oración a San Miguel Arcángel.
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Rosalie tocó la puerta antes de abrirla. Parecía nerviosa y asustada de ver a Isabella sentada como si no hubiese estado bebiendo desde temprano esa mañana. Ella siempre parecía estar perfecta, tanto como una estatua tallada por los dioses. Estática, siempre en el mismo lugar. Isabella la miró fijamente intentando leerla. Cosa que quizás la hizo sentirse nerviosa.
—Parece que estuvieras viendo un fantasma a los ojos —le dijo llamándole la atención.
—No —tartamudeó Rosalie adentrándose en el despacho. Isabella dejó que Rosalie entrara antes de abrir los archivos que recién había recibido de los nuevos proyectos, sin evaluarlos, fingiendo estar ocupada. Rosalie se sentó y apretó sus manos entre sí, nerviosa, sin mirarla.
—Grace mencionó que Emmett estaba en tu habitación —le dijo sin tapujos haciéndola sonrojar furiosamente.
—No estábamos haciendo nada yo…
Isabella levantó una mano para que guardase silencio y se levantó de la silla antes de caminar hasta donde Rosalie estaba sentada y recostarse en su escritorio quedando a su lado. La chica al verla de cerca se sonrojó y parpadeó aturdida o confundida. Leer las emociones no era el fuerte de Isabella, pero iba a hacerla sentirse incómoda. Mucho. Y hasta cierto punto hacerlo le daba pena. La chica no se merecía que la hiciese sentirse incómoda tanto como Emmett no se merecía sufrir por ella.
—Escucha Rosalie, sea lo que sea que ustedes dos se traen entre manos realmente lo único que me interesa es que "su relación" —hizo las comillas con sus dedos y sonrió burlonamente — no afecte lo que estemos haciendo aquí —Rosalie se levantó roja como la grana y balbuceó
—Él y yo solo somos amigos.
Isabella bufó sin poder evitarlo y se giró dándole la espalda a Rosalie para sentarse tras su escritorio en su asiento.
—¿Quieres que te dé mi opinión? La verdad es que me sorprende mucho que ustedes estén intentando ser amigos cuando a leguas se les nota a ambos que arden por el otro.
—Creí que usted no creía en el amor.
—Creer —Isabella miró su escritorio como si este tuviese las respuestas que ella estaba buscando y luego suspiró lanzándose atrás en su silla mientras cruzaba las piernas —. No te estoy hablando de amor. El amor existe Rosalie, posiblemente esté en donde no podemos verlo, así como dicen que está Dios, pero el amor es una palabra pequeña que no describe nada. No quiero verlos lastimados.
—No…No entiendo.
—Emmett es un buen chico, pero no es de los que se comprometen. No quiero verte con el corazón roto dejando lo que estamos haciendo por huir de él. Así que si quieres follarlo y sacarlo de tu sistema está bien, hazlo en tu tiempo libre, pero no cometas el error de meter a tu ingenuo corazón en esto. Terminarás rota.
—Señora yo… —comenzó de nuevo Rosalie y Isabella se levantó interrumpiéndola.
—Vamos, aún hay que comprar las tarjetas que quieres para tu padre verdad. Además he dicho lo que tenía que decir y creo que no hay nada más que hablar. No tienes que convencerme a mí, eres tú quien tiene que saber que posiblemente está dando un paso hacia un abismo y la caída será larga. Solo asegúrate de prepararte lo suficiente para el golpe cuando el abismo llegue a su final.
Rosalie asintió y la siguió en silencio. En su vida la habían avergonzado tanto. Isabella le había confirmado que Emmett no era un santo y sin parpadear le había dicho que se lo follara sin complicaciones, pero le había advertido de alejar su corazón.
¿Es que llevaba ella un rótulo en la frente que decía que se estaba enamorando como una tonta? Ya había dado el paso al vacío y se había dejado caer sin importarle nada. Lo peor de todo es que nada podía salvarla del golpe que la esperaba al fondo del abismo. Ni siquiera las advertencias de su jefa.
Isabella le compró las tarjetas esa tarde sin decirle nada más y Rosalie no encontró las palabras para sacar el tema del que quería hablar por lo que en su lugar se enfocó en su trabajo.
Cuando estuvieron en su despacho y la grabadora se encendió ella se atrevió a preguntar lo que llevaba dándole vueltas desde su última conversación de trabajo.
—¿Usted vio a Malik Maroto morir? —esa era la primera pregunta que estaba guardada en su listado. Isabella asintió con determinación antes de empezar a hablar.
—Muchos años después leí que dijeron que él había muerto a manos de la Interpol. Que llevaba a una niña como rehén y que la llevó a través del bosque. Pero Malik Maroto murió a manos de Lobo y fue Lobo quien murió a manos de la Interpol —Rosalie parpadeó aturdida y vio a Isabella sacar de su escritorio una caja que abrió frente a ella. Un medallón de oro de San Miguel Arcángel estaba guardado prolijamente en esa caja. Parecía antiguo y tenía roto el broche; Isabella lo estaba mirando con atención, como si este medallón fuese un tesoro.
—Cuando Malik levantó el arma hacia mí, en un parpadeo su cerebro voló en pedazos por toda la habitación en la que yo había estado encerrada por años. No sabía qué era exactamente lo que acababa de pasar, era obvio que él iba a acabar con mi vida y yo estaba resignada a aceptar mi destino. No vi una vida que no tuve pasar por mis ojos, solo los cerré y pedí tener una vida mejor al abrirlos, pero, en cambio, fue su vida la que terminó. Yo estaba en estado de shock o quizás demasiado asustada para comprender qué era lo que realmente estaba pasando.
Lobo le había disparado y me había salvado la vida, pero ¿A qué precio? Él me tomó en sus brazos y me llevó por el pasillo hasta la habitación, donde me llevaban para ayudar con las armas, y cerró la puerta atravesando muebles frente a ella. Lo vi revisando los muebles, lo escuché maldecir mientras sacaba dinero que escondió en un maletín y armas que se pegó en el pecho y la espalda. Era muchísimo dinero el que se puso en la mochila antes de decirme:
—Abre esa ventana.
Me tiró las llaves y no dudé en hacerlo. Él me estaba salvando así que iba a ayudarle. Puede que después tuviera que arrepentirme por irme con alguien a quien no conocía, pero a mi ver me estaba salvando abrí la ventana con dificultad. Tenía los dedos congelados y mi muñeca estaba rota, por lo que fue doloroso. Pero estaba asustada y entumecida. La adrenalina me había quitado el dolor de los golpes que había sufrido.
Lobo me sacó de esa casa del infierno y nos metimos en el bosque. Hacía frío, mucho, y estaba tan oscuro que yo tropezaba con facilidad, pero Harry me ayudaba evitando que cayera al suelo lleno de raíces.
Nunca pude preguntarle ¿por qué a mí? Yo era solo una niña pequeña que entendía muy poco de la vida, ¿iba a venderme? ¿Quería hacerme daño? No hay respuestas para esas preguntas. Lobo me ayudó a moverme y caminamos por horas. Durante esas horas me pregunté por Edward ¿Qué le había pasado? ¿Estaba a salvo? Él me tenía tan preocupada que no sabía qué pensar o decir.
Nos detuvimos porque estaba amaneciendo. Lobo sacó un teléfono de su bolsillo y yo me incliné sobre un árbol y vomité. Vomité agua porque apenas y si tenía nada en mi estómago. Mis manos empezaron a temblar porque la adrenalina se había ido. No lo sé. Explicar esta parte de mi vida a veces se me hace difícil porque ¿Cómo explicas el miedo? ¿Cómo describes el dolor, las acciones, las cosas que ves? Ni siquiera recuerdo a Malik asustado por morir en manos de alguien a quien le confiaba la espalda. O el dolor porque estaba lastimada de mi mejilla y mi mano estaba hinchada, casi morada.
¿Ese era el mundo al que había sido liberada?
Harry me acercó una botella con agua y entonces fue demasiado tarde. ¿Sabes? No lo habíamos notado, pero habíamos dejado rastros y nos venían siguiendo. Por supuesto Lobo lo supo cuando un policía habló, sus ojos me miraron con resignación.
—Malik Maroto —lo llamó y yo miré a Lobo quien solo se giró. Varios hombres emergieron de entre los árboles y yo me asusté cuando Lobo sonrió suavemente antes de girarse hacia mí y decirme:
—Corre.
Le hice caso; era el único hombre en el que podía confiar porque no conocía nada más que eso. Así que corrí y cuando varios disparos sonaron me detuve y lo vi caer. Uno de los hombres allí me tomó en brazos cuando chillé y patalee porque quería alcanzar a Lobo, porque le hicieron daño, porque ese día él murió por intentar ayudarme a salir de ese infierno aunque el muy maldito tenía una sonrisa en el rostro cuando golpeó el suelo y porque, como años después descubrí, él había perdido a su hija a manos de Malik.
De forma muy extraña también descubrí que yo me parecía un poco a aquella chiquilla en ese entonces.
Logré patear al hombre que me llevaba en brazos y cuando me soltó comencé a correr sola por el bosque, escapando de la policía. El abrigo se atoró así que hubo un momento en el que lo perdí.
Vi el color gris del cielo aclararse mientras corría en línea recta sin detenerme hasta que mi pie se enganchó de una rama gigante y caí de frente al suelo del bosque.
No es una descripción sencilla, había lodo y raíces y yo estaba temblando de frío y dolor. Había perdido a la gente que venía persiguiéndome por el bosque en la oscuridad. Estaba segura que llevaba horas lejos de ellos y que dudosamente podrían encontrarme entre los arbustos y la maleza.
Estaba exhausta. Empecé a arrastrarme sobre la tierra y fue aún más doloroso. Estaba sola. Recuerdo quedarme dormida entre un arbusto pensando en que esa vez sí iba a morir.
Escuché animales a lo lejos, pero apenas podía moverme. Estaba frío y oscuro, ni siquiera podía ver mis manos.
Recuerdo que los ojos de Edward me acompañaban en mis sueños. Era extraño estar viendo sus ojos y escuchar su sonrisa a lo lejos.
Sentir una caricia en mi mejilla que él nunca me dio. Éramos unos niños pequeños, pero yo estaba ávida de amor. Necesitada de cariño supongo, porque soñaba con sus manos en mis mejillas.
Estaba alucinando quizás. O quizás no. Era imposible saber en donde estaba, pero luego de un rato de incomodidad la tierra del suelo se sentía como las nubes.
Cuando desperté había una mujer cuidándome. Ella tenía los ojos amables. No era una mujer muy joven, pero tampoco era vieja. Ella curó mis heridas. Tenía las manos suaves y era cuidadosa. Me llevaron a una casa en donde me cambiaron de ropa y hablaban otro idioma. Era siempre en el campo y solo entonces supe por la gente que hablan en inglés donde realmente estábamos.
Fue la primera vez que subí a un avión. Y fue un viaje tan largo. En mi inocencia creía que estábamos atravesando las nubes y desee por un segundo que Edward estuviese allí conmigo.
Era egoísta desear verlo. Rogué porque él estuviera a salvo. Sabía que la mujer no era policía, ella se veía diferente. Parecía triste y resignada, me miraba como si yo tuviera respuestas a preguntas que nunca me hizo.
Cuando llegamos pasamos por migración y esa mujer se hizo pasar por mi madre. Me dio un nombre falso y papeles. Y luego, a nuestro lado, pude ver a mujeres inmigrantes con monos naranjas. No hablé, pero no porque no pudiera hacerlo si no porque estaba asustada.
Me habían puesto una escayola en mi muñeca y me trataban como si fueran a cuidarme, me daban comida que yo olía antes de comer por miedo a que me drogaran. Pero la mujer probaba la comida frente a mi antes de dármela.
Ella me inspiró confianza. Eso hasta que la mujer abrió la puerta de su casa. Fue entonces que me di cuenta el porqué esa mujer me había salvado. Había salido de estar encerrada en una cárcel a otra. Si podría describirse de una forma fácil.
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Isabella se detuvo y Rosalie ávida de más información se inclinó en su asiento.
—¿Quién era la mujer?
—Su nombre era Jane Vulturi. Ella conocía a Harry, era su exesposa. Y él estaba muerto. Él había muerto salvándome.
》Ella no me obligó a hablar, pero me observó y me dejó recuperarme. No supe que ella era la esposa de Harry hasta años después.
Jane me salvó de muchas cosas. Me cuido mucho. Las personas que escaparon de la redada de Asia se dispersaron por el mundo y yo tuve la mala suerte de estar en el país que la mayoría de los traficantes eligió. Un día ellos aparecieron, no supe de qué manera me rastrearon, ellos rastrearon a muchas de las personas que escaparon y las atraparon, pero yo estaba escondida. Aún así me encontraron, yo era una esclava así que cuando me vieron en la calle, con Jane a cuestas, quisieron tomarme para venderme.
Jane pagó por mi mucho dinero en un trato sucio a las personas que en un principio me habían encerrado en el castillo en Asia, pero su mundo era tan oscuro como el de su difunto marido. Ella dirigía una casa llena de drogas, prostitución y armas. No había menores de edad allí trabajando en sus cosas sucias, pero ella era temida en las calles y era obvio que la mayor parte del tiempo estaba siendo vigilada por la policía.
En ese entonces comprendí que era un mundo oscuro al que yo estaba destinada. Ni siquiera pensé en escapar. Me resigné y me dejé llevar.
Meses después de estar cien por cien recuperada Jane me pidió un favor. Ella me enseñó las calles de San Francisco, pero antes de comenzar a mostrarme lo que hacía ella me dio el medallón de Edward.
—Llevabas eso en tu mano cuando te encontré en el bosque —la recuerdo susurrando. Luego me lo puso en la mano y me dijo —. Si trabajas conmigo puedo ayudar a arreglarlo. Debe ser importante para ti ya que golpeaste a uno de mis hombres cuando quiso quitártelo.
—¿Dónde están las otras cosas que traía conmigo? ¿Por qué me rescató? ¿Qué hacía en el bosque?
—¿Por qué haces tantas preguntas? ¿Por qué me cuestionas cuando salvé tu vida? No tenías más que ese medallón cuando te encontré. Agradece porque te salvé la vida y servirme es lo menos que puedes hacer —me frunció el ceño mintiendo. Sabía que estaba mintiendo porque evitó mírame y le quitó importancia con la mano.
—Bien —acepté. Recuerdo que estuve aprendiendo las calles de San Francisco durante meses antes de ser capaz de correr por ellas y pasar desapercibida entre la gente. O al menos eso fue lo que creí.
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Isabella se inclinó sobre el escritorio y apagó la grabadora cuando su teléfono empezó a sonar.
—Jasper —susurró antes de levantarse del escritorio y darle la espalda a Rosalie, quien la miró tensarse y apretar el teléfono y taparse la boca.
—Encontraron a Marcus. Están investigando. Lo trajeron al hospital y parece que está mudo, no tiene lengua ¿Me explico? Ni dedos. No creo que pase la noche. No se como es que aún está vivo, parece que le hicieron pasar un infierno.
—¿Cuándo? —susurró Isabella antes de girarse porque la puerta de la oficina sonó con varios golpes. Isabella no parpadeó o se preocupó por lo que estaba escuchando.
—Ese debe ser Emmett —dijo en voz alta escuchando a Jasper hablar.
—No me dijiste que lo habías encontrado. Fue una sorpresa para mi la verdad verlo así. ¿Sienna llegó a él antes que tú cierto? ¿O lo encontraste tú? —reclamó Jasper en el teléfono.
Isabella gruñó un "Adelante" antes de mirar su teléfono y sentarse.
—No lo encontré yo, Sienna lo hizo. No soy una santa Jasper, ayude a Sienna si es lo que estás preguntando.
—¿Él lo sabe? —la interrumpió. Isabella negó como si Jasper pudiera verla y luego recordó que no podía hacerlo antes de responder a la pregunta no hecha
—No. El no sabe dónde está Félix.
Jasper suspiró audible en el teléfono y susurró:
—Lo lamento. De verdad.
—Yo más Jasper. Yo más.
Emmett se sentó junto a Rosalie quien le sonrió suavemente antes de que Isabella colgara la llamada.
¿Por qué de pronto la habitación que antes le había parecido espaciosa hoy parecía una cárcel pequeña y fría? Se preguntó Rosalie al ver la mirada desolada que Isabella tenía. Y de pronto, al lado de Isabella, Rosalie se imaginó a una pequeña niña con el abrigo sucio y el rostro triste, con la barbilla pegada al escritorio mirándola fijamente con el collar de San Miguel colgando de su cuello.
Esa era la imagen más desoladora y triste que pudo haberse imaginado y le causó dolor sin saber por qué.
La historia de Isabella es muy dura como poco a poco vamos viendo. Salió de una cárcel y cayo en algo peor ¿o no? Hay que esperar para ver como sigue.
Review?
