Los principales personajes quedan a Stephanie Meyer la historia es mía totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización


Capítulo 16

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Rokudenashi no Oujo. Õjo.

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El dolor es su megáfono para despertar a un mundo adormecido. "El problema del dolor" (1940), Clive Staples Lewis

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—¿Qué significa Rokudenashi no Oujo?

Isabella dejó de lado la botella de whisky para responder mientras sonreía con la cabeza pegada a la pared, sintiéndose borracha. El dolor, la frustración que sentía era más fácil de llevar si el mundo giraba mareándola. Y estaba jodidamente mareada.

—Princesa bastarda.

—Dios —susurró Rosalie en respuesta e Isabella bufó

—Hyõ era un maldito. Había tenido el mundo a sus pies. En su tiempo fue uno de los más grandes y mejores diseñadores de aviones, uno de los más grandes ingenieros aeronáuticos y creó máquinas que creaban piezas que reemplazaron tecnología que veíamos imposible reemplazar. Puedes buscarlo en Google. Él era muy inteligente, un genio de su tiempo. Pero era humano y cometió un error.

Cuando lo hubo conseguido todo, se encaprichó de una mujer casada que estaba enamorada de su esposo. La envidia y los celos lo cegaron y lo convirtieron en una sombra de quien fue. Se convirtió en un hombre manipulador. Un día abrió los ojos y había cometido errores más grandes que casarse con una mujer que amaba a otro hombre. Había perdido su mundo, su vida, su visión. Todo cegado por la envidia; perdió su amor y pasión por construir aviones y tener el mundo a sus pies.

No perdió su dinero. Supo esconderlo del mundo, avergonzado de sus acciones se escondió en las calles y ocultó su identidad en silencio; se ganó el respeto de todos en la calle y la protección. Nadie lo cuestionó cuando lo vieron conmigo; nadie dijo nada en su contra o algo perverso. Y cuando limpiabamos casas la gente no preguntó tampoco. Un día estábamos limpiando la casa de un hombre rico, recuerdo más los días así porque fueron los mejores. La vida con Hyõ era fácil, era feliz y confiar en él me costó muy poco.

El hombre rico parecía amable pues nos dejó limpiar su jardín con su cortadora de césped de esas estilo carrito. Fue divertido. Hyõ me dejó conducirlo y nos reímos. Mucho. Él me enseñó a conducir esa cosa mientras recorríamos el enorme jardín de una mansión de manzanas de largo.

Si pudiera describir a Hyõ diría que era un hombre desamorado. Nunca me faltó el respeto ni se propasó, pero no me demostraba cariño; en cambió, él me enseñó sencillez y sensatez en los peores momentos. Aprendí muchas cosas buenas a su lado.

No me envió a la escuela, pero me obligó a hacer los exámenes para que me dieran los certificados como una homeschooling* y se preocupó porque entendiera y aprendiera lo suficiente del mundo. Me convertí en bachiller por él. Me gradué con honores aunque no iba a la escuela.

Me enseñó sobre finanzas, física, química, aeronáutica; convirtió mis manos en joyas. Pero ese día, siempre pienso en ese día porque fue la primera vez que dibujé un avión a su lado. El señor Heimken nos pidió limpiar el cobertizo de su casa y cuando fuimos juntos a abrirlo Hyõ silbó en apreciación diciendo

—¿Es un Dornier Do 228*?

—Sabes de aviones —murmuró el hombre sonriendo mientras le quitaba la capa que lo medio cubría. Era hermoso, tenía unas enormes alas blancas de metal y era la primera vez que veía uno de cerca. Había viajado en uno de pequeña con Jane, pero la mayor parte del viaje había estado inconsciente por las medicinas puesto que mi mano estaba rota y habían pasado algunos años de eso.

Hyõ lo rodeó mirándolo como quien mira a una estrella de cerca. El amaba los motores antiguos, los aviones con motores sencillos decía él.

—Es hermoso —lo halagó.

—La verdad es que no funciona. Lleva años aquí en mi casa. En fin. Tengan cuidado y dejen todo limpio.

Hyõ asintió y yo me subí en una de sus alas para ver la cabina trepando por las cajas que rodeaban al avión. Era hermosa ¿Sabes?

Había asientos de cuero y varios paneles con botones de colores, un medidor de combustible y altura, también un radio de esos antiguos con un resorte de conector.

—Había visto aviones de cerca, pero ninguno como este —le dije a Hyõ. Este me sonrió sacando un cigarrillo de su bolsillo para ponerlo en su boca sin encenderlo. Señaló el avión en el que yo estaba montada y habló:

—Los aviones comerciales son sosos Õjo. Estos son los que fueron diseñados por los dioses —murmuró antes de levantar varias cajas del suelo. Muy poco sabía que él era uno de esos dioses que había diseñado ese avión. Tenía trece años y él estaba hablándome de aviones como si estos fueran las joyas de la corona de la reina de Inglaterra. Hyõ hablaba poco, pero ese día me contó sobre el primer hombre que había hecho un vuelo sin escalas por el mundo. Su abuelo. Me habló por horas sobre la historia.

Si pudiera cambiar la historia, sería yo la que estuviera enterrada bajo tierra y él quien estuviera sentado aquí, quizás estaría bebiendo un coñac y fumando un cigarrillo sin pensar en el tiempo que le hice perder cuando me cuido.

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—No es lógico que te veas de esa forma Isabella.

Isabella asintió una vez antes de mirar la botella casi vacía en sus manos.

—Soy el jinete que anuncia el Apocalipsis Rosalie. ¿Qué otro propósito podría yo tener en esta tierra más que anunciarle la muerte a todo el que se me acerca? Todo el que me ama termina muerto.

—¿Has escuchado tu historia? Es hermosa.

—Eso no es verdad. Es dramática quizás, o trágica como las historias griegas. Le dibujé un avión a Hyõ dos días después; él me observó hacerlo, me dejó dibujar por horas y horas antes de que yo se lo pusiera en la mesa y luego él se burló de mi dibujo.

—Puedes hacerlo mejor.

Estaba enfadada ¿Quién se creía que era? ¿Cómo podía estar riéndose de mí? No era un dibujo tan malo; cierto es que no era un dibujo con los trazos de Los hermanos Wright*, pero era un avión, mi primer avión. Y maldición estaba orgullosa de mi misma.

—Te hice un avión, no una maldita jirafa —le reclamé intentando quitarlo de sus manos, pero él no me dejo. Hyõ se rió de mi respuesta y tomó el papel en sus manos, luego me miró escéptico y murmuró con el cigarrillo que lo caracterizaba colgando de su boca.

—Si, es cierto. No es una maldita jirafa. Si fuera una jirafa con flores entonces te habría golpeado por cursi.

Me reí por lo estúpida que estaba siendo y él lo hizo conmigo antes de doblar el dibujo y guardarlo en su bolsillo mirándome de una forma extraña.

—¿Qué pasa?

—¿Cómo se llamaba tu madre?

La pregunta me hizo saltar en mi asiento. Miré a la nada sin mirarlo a los ojos y luego, para tener mis manos ocupadas y evadir ese tema, tomé una de sus camisetas viejas y la cesta de costura.

—No lo sé. Murió cuando yo era muy pequeña. —mentí, pero él sabía que yo le estaba mintiendo, por lo que insistió.

—¿Lo recuerdas? ¿Cómo murió?

—¿Por qué quieres saber mi pasado? ¿Por qué ahora? —fui evasiva quizás, grosera me diría él. Era una pregunta fácil de responder, pero para mí no lo era tanto. Él no tenía idea de eso, al menos eso creí en ese momento.

—Tengo que saber que decir cuando me pregunten. Algún día alguien preguntará quién eres. ¿Quieres ir a una casa de acogida?

—Recuerdo cómo murió mi madre, pero créeme, no quieres saberlo. He visto de frente a la muerte Hyõ. No necesitas saber más —le gruñí como un cachorro herido y Hyõ se sentó frente a mí, mirándome con algo que no supe leer en sus ojos.

—Õjo, deberías decirme esas cosas.

—Si un día alguien te pregunta quién soy, puedes decirles que soy tu hija. A menos que, por supuesto, eso te de vergüenza.

Hyõ me golpeó la cabeza con un periódico; no me dolió, pero llamó mi atención y luego murmuró mientras encendía un cigarrillo:

—Me daría más vergüenza haberte dejado con Jane muchacha tonta. Aunque quizás deba regresarte con ella por insolente —me sonrió amablemente, luego de eso se levantó de la cama vieja y gruñó mirando a la puerta —. Quizás vaya a dar una vuelta.

Cuando estuvo frente a la puerta y a punto de salir al frío le dije, porque él se merecía la verdad y yo tenía que decirle o él iba a averiguarlo y no quería que me mirara con lástima después. Había sufrido, pero no me estaba dejando vencer a pesar de eso.

—René. Mi madre se llamaba René, no sé su apellido, ella nunca me lo dijo y yo tenía seis años cuando entraron a mi casa y la mataron frente a mi con un bate de béisbol porque era adicta y debía dinero a la gente equivocada. Me llevaron con ellos y no fue lindo porque, aunque mi madre estaba muerta, alguien tenía que pagar su deuda.

Hyõ no se giró, pero vi sus manos hechas puño y su espalda recta tensa y lo sabía porque lo había visto en esa postura defensiva una vez, la vez que él me había salvado de Félix.

—¿Quienes? —preguntó en voz baja. Sonreí y tomé la tijera para cortar el hilo de la camisa.

—Tú los conoces bien Hyõ.

—¿Si? Dime sus nombres.

Esta vez sí se giró y me miró con atención.

—Jane me rescató de ellos una vez y no dejó que me tocaran. Ella pagó lo que mi madre debía en drogas y me dejaron en paz. Luego de unos años llegaste tú. Los he visto un par de veces en las calles. Obviamente no tienen razón para acercarse. La deuda de mi madre se pagó.

—Isabella acabo de hacerte una pregunta. ¿Quienes?

—Gusano y Randazzo. Los sucios bastardos protegidos de…

—Ivanovic Volkov, el heredero del imperio de Malik Maroto. Ellos venían de Nueva York. Es donde naciste —dijo como una afirmación, no como una pregunta, antes de mirarme buscando algo en mi rostro, aún hoy me pregunto ¿Qué fue lo que él buscaba? ¿Me descubrió rota? Porque lo estaba, estaba rota. Era una casi adolescente que había visto demasiada mierda junta, que había vivido demasiadas cosas que a cualquiera podrían volver loco. Pero había sido inteligente. No era drogadicta o prostituta y estaba con él intentando con todas mis fuerzas convertirme en alguien, al menos, eso creo.

Era alguien con Hyõ a mi lado aunque la gente pensara que era una bastarda sin futuro Hyõ me estaba enseñando cosas que nadie aprendería solo porque sí.

—¿Estarás bien? —preguntó señalando la puerta como si me estuviera pidiendo permiso para irse aunque nunca lo había hecho y llevaba viviendo un año con él. Hyõ siempre desaparecía por horas en la noche y luego volvía revisando mi cama para tocarme los pies y asegurarse que estaba dormida, que estaba bien. Luego se iba a su camastro y se dormía.

—Ve. Sabes que no me importa lo que hagas mientras estés a tiempo para el trabajo mañana.

Hyõ asintió una vez y se marchó.

Al día siguiente me enseñó su primer dibujo. Y me enseñó a mejorar el mío. Fui la razón de que Hyõ Alcock volviera a diseñar aviones.

Hicimos juntos el dibujo de un avión plateado con el nombre de Luminix. Y me enseñó cómo diseñar la tecnología de la que él tenía conocimiento; me pidió soñar con cosas que aún no eran creadas por el hombre, me enseñó a dibujar aviones a mano, planos de motores y como mejorarlos, los nombres de cada pieza, todo. En el fondo creo que algo cambió en Hyõ ese día.

El debió verme diferente, creo, porque la próxima vez que fuimos a una casa de ricos a limpiar y le dijeron: "Tu hija parece tan lista como tú" recuerdo que sonrió con orgullo y me palmeó la cabeza como si fuera un maldito perro antes de decir:

—Es lista.

Desde ese día y en silencio me convertí en su hija. Y él fue mi padre. Siempre.

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Rosalie se levantó del piso cuando Emmett apareció entre ellas con los brazos cruzados. La verdad es que ni siquiera estaba segura de cuánto tiempo llevaba el gran rey de plomo escuchando a Isabella hablar pues la estaba mirando como quien mira a un animal herido en el suelo a punto de morir. Con lástima.

—¿Cuánto bebiste esta vez? —le preguntó a Isabella, quien solo sonrió perezosamente.

—Es media noche grandote.

—Eso significa mucho. Õjo, no me llamabas grandote desde que teníamos dieciséis.

Isabella se rió cuando escuchó su apodo.

—Vaya. Tenia años sin oírte llamarme así, también.

Emmett se inclinó sobre Isabella y le quitó el cabello del rostro con suavidad antes de suspirar pareciendo cansado.

—No debías haber estado sola Isabella. ¿Fuiste a verlo?

Isabella le quitó la mano de su rostro pegándole una palmada y luego buscó la botella de whisky para beber, pero Emmett fue más rápido y se la quitó de las manos.

—Deja de ser cabezota, joder —le gruñó y la alzó en sus brazos, no sin luchar con levantarla del suelo. Rosalie sintió su corazón estrellándose en su pecho con dolor en cuanto los vio. La complicidad que había entre ellos era algo que jamás ella podría igualar y eso la estaba matando.

¿Es que Isabella le había advertido sobre Emmett porque estaba celosa?

Ella ya había saltado al abismo ¿Era ese el golpe que estaba esperando al final del precipicio?

Isabella bufó alejándola de sus pensamientos destructivos y Rosalie la vio dejándose guiar a su habitación. Sin decir nada más ella los siguió con la grabadora en las manos. Emmett abrió la habitación de Isabella y la dejó sobre la cama antes de girarse sobre sus pies queriendo huir.

Isabella le recordaba tanto a su hermana y eso dolía demasiado. La herida aún estaba allí, fresca, en su corazón y odiaba recordar que su hermana había llevado esa vida.

Una vida sin vida. Ilógico, pero real.

Cada día que pasaba Isabella parecía más perdida en sus recuerdos, cada día que pasaba ella más parecía muerta en vida.

Era autodestructiva, obsesiva y sin sentido común o sentimientos. Rosalie y él se encontraron frente a frente y Emmett se aclaró la garganta intentando encontrar las palabras adecuadas, sin encontrarlas, así que dijo lo primero que se le ocurrió.

—Gracias por llamarme.

—Isabella se veía perdida. Intenté ayudarla, pero continuar con la historia la hundió más. Es bueno que estés aquí.

Se excusó Rosalie antes de girarse. Ella también quería huir. Se estaba empezando a cansar de ser la perdedora en esa historia y la montaña rusa de emociones la tenía mareada. Quería detener el mundo y respirar.

—Rosalie —la llamó Emmett sin dejarla irse. Rosalie no lo miró. Si lo hacía él iba a darse cuenta. Se sentía cansada, herida. Él estaba enamorado de Isabella; la protegía y aunque, quizás dándole el beneficio de la duda, él no sabía o estaba consciente de sus sentimientos, no había forma de que alguien como ella le gustara lo suficiente como para dejar de amar a una mujer como Isabella. Rosalie se sentía tan pequeña todo el tiempo al lado de aquella hermosa y agonizante mujer.

—Estoy muy cansada —le respondió Rosalie saliendo al pasillo buscando huir. Emmett la siguió y la tomó por el brazo deteniéndola, pero aún así ella no lo miró. Si lo hacía, si ella lo miraba, Emmett iba a ver en sus ojos el amor que ella se estaba negando a sentir e iba a huir despavorido en dirección contraria, alejándose de sus sentimientos porque él solo le había ofrecido lo único que podía darle.

Amistad.

—El padre de Isabella falleció el dieciséis de marzo. Ella lo amaba tanto como a Edward, es por eso que te pedí avisarme cuando ella llegara a casa. Isabella es destrucción cuando se siente herida.

—Se le olvida, señor McCarthy, que estoy escribiendo la historia de Isabella —lo enfrentó Rosalie y Emmett impaciente retrocedió dos pasos. Cuando ella al fin lo miró Emmett se maldijo; había dolor en sus ojos, un dolor que él conocía bien y, lo peor, es que él estaba asustado, asustado porque se veía igual, dolido. De una forma u otra ambos iban a hacerse daño y eso ya estaba pasando. Ninguno de los dos podía detener el choque o la tragedia y el dolor que esto iba a causarles.

—No. Por supuesto que no lo olvido. Sin embargo quiero que recuerde también que ella es mi mejor amiga y que usted no debe malinterpretar esto. Edward nos pidió cuidarla. No hay nada más que eso Rosalie, quiero que quede claro.

Rosalie sonrió con el sarcasmo brillando en sus ojos y asintió.

—Usted no me debe explicaciones señor McCarthy.

Tras eso se giró de nuevo. Emmett maldijo por lo bajo antes de poner sus manos en sus hombros, deteniéndola, y bajarlas hasta sus brazos sin dejarla irse.

La forma en la que sus corazones latieron los hicieron jadear en busca de aire. Era como si el universo se alineará de forma perfecta y les estuviese ofreciendo entrelazar sus destinos.

—Rosalie —susurró Emmett pegando su pecho a su espalda antes de bajar su rostro a su cuello. Rosalie jadeo sin aire.

—Dime que lo sientes.

Rosalie no supo cómo responder; se sintió estúpida y el pasillo en el que estaban se sintió pequeño. Emmett le apretó los hombros de nuevo trayéndola de vuelta a la realidad.

—Dime que tu corazón se detiene como el mío cuando estamos cerca.

Cuando Rosalie abrió la boca para contestar Jasper Whitlock apareció a unos pasos de ellos interrumpiéndolos.

—¿Cómo está?

—Hecha un desastre hombre —respondió Emmett alejándose de ella. Jasper asintió hacia Rosalie una vez antes de meterse en la habitación y ambos la dejaron sola. Pero Emmett salió antes de que ella diera dos pasos y la señaló.

—Tenemos una conversación pendiente.

Rosalie sonrió abiertamente sin poder evitarlo antes de irse. Sí, ella iba a morir un día de estos y lo iba a hacer gustosa. Después de todo, si Emmett estaba dispuesto a intentar amarla, ella podría darle una oportunidad a sus sentimientos o morir en el intento. Porque su corazón no hacía más que detenerse cuando Emmett estaba cerca, pero ¿Estaba Emmett listo para escuchar eso?


El homeschooling – o educación en casa – es una opción educativa por la que optan cada vez más personas en todo el mundo. Los padres deciden educar a los hijos fuera de las instituciones educativas públicas y/o privadas.

El Dornier Do 228 es un avión comercial bimotor de corto alcance y con características STOL, fabricado por la compañía alemana Dornier Flugzeugwerke entre 1981 y 1998. El primer prototipo realizó su primer vuelo el 21 de marzo de 1981. Puede transportar hasta 19 pasajeros.

Los hermanos Wright fueron dos aviadores, ingenieros, inventores y pioneros de la aviación, generalmente nombrados en conjunto, y reconocidos mundialmente como los que inventaron, construyeron y volaron el primer aeroplano del mundo de manera exitosa.


Como si nada ya llevamos dieciséis capítulos de esta hermosa historia, se que todas ustedes quieren saber de Edward, verlo despertar, y enamorarse de él como lo hizo Isabella, y lo harán, pronto, pero Isabella aún tiene que contarnos su pasado, y las razones de su forma de ser. Ámenla, ya luego nos enamoramos de nuestro Edward. Jo, eres un apoyo incondicional enorme.

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