Los principales personajes le pertenecen a Stephanie Meyer la historia es mía, queda totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización, esta historia esta registrada en safe creative por lo que tengo los derechos de autor
Capítulo 19.
Quil Ateara.
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A veces me pregunto ¿Cuál es el verdadero yo?¿ esta espléndida piel de metal que he creado, o la frágil cosa de carne que la lleva puesta?. Edward Anthony Stark- Iron man.
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Rosalie miró a Isabella conducir en silencio por lo que parecieron horas tratando de meterse bajo su piel y entenderla. Isabella no mostraba tener sentimientos y, por fuera, quien la veía podría afirmar que era una mujer con el corazón muerto aún latiendole en el pecho.
Esa era una forma práctica de describirla.
Sin embargo, había cosas que contradecían ese hecho. Por ejemplo, el hecho de que ella había ido, sin arrugar su rostro, a una casa desvencijada y descuidada en donde un chico que parecía ser un futuro ladrón de autos la había saludado fingiendo fastidió y en donde niños pequeños se habían enrollado en sus piernas gritando felices de verla.
También podía poner, por ejemplo, como todos la respetaban en medidas incontables que no tenían nada que ver con el miedo que en el mundo de la gente adinerada parecían tenerle cuando la veían y ella podía afirmar que esa gente no la conocía de verdad.
Cuando Rosalie entró en su mundo, pensó que quizás iba a encontrarse en esa mansión tantos esqueletos en los armarios que iba a terminar convirtiéndose en uno de ellos.
Era como Isabella lo describía; como lanzarse de un precipicio sin poder ver el final, sin poder ver a donde iba a caer; más bien era como caer al vacío sin paracaídas teniendo fe en que al final de la caída una tonelada de plumas iba a evitar el golpe. Pero también era saber que, al saltar, no habría nada que minimizará el daño al final de todo. Demasiados sentimientos juntos sin poder clasificar la tenían mareada.
—No lo hagas —Isabella la sacó de su trance quitándose la chaqueta y la blusa manga larga de vestir dejándola ver que tenía un tatuaje en su espalda pues llevaba una blusa sin mangas bajo todo eso. Y luego siguió conduciendo en silencio. Ella nunca había visto la espalda de la señora.
Mierda ahora tenía otra pregunta.
—¿Hacer que? —preguntó Rosalie examinando la piel sin poder ver bien el tatuaje en su espalda que parecía cubrirla. ¿Qué podría ser?
—No pienses que soy una buena mujer Rosalie. No lo soy —Rosalie no dijo nada impresionada de que ella le estuviese leyendo el pensamiento e Isabella tampoco lo hizo, pero luego ella solo respiró fuertemente en medio del tráfico —¿Llevas la computadora y la grabadora contigo?
Rosalie asintió sacando de su bolsillo la grabadora para mostrarsela.
—La conectaré con la computadora luego. Es por si quieres solo contarme algo cuando quieras hacerlo.
Isabella asintió y miró el tráfico del puente Hudson avanzando a paso de tortuga y luego de un buen rato ambas bajaron del auto al llegar a la mansión puesto que Isabella sentía que debía cambiarse de ropa.
—Puedes quedarte si quieres. Tengo que ir y solucionar esto de los aviones mientras esperamos a que lleguen los diez que tenemos en el aire. Si logramos reparar los que están en el hangar, los que vengan serán pan comido. Tras ello podemos seguir con la historia entonces.
Rosalie negó antes de entrar en la mansión.
—No sé nada de aviones, pero puedo ayudar a Lauren con algunas cosas. Puedo ser útil. Soy buena organizando y soy silenciosa. Emmett puede traerme a casa si te parece que estoy estorbando.
Se adentraron en la mansión para cambiarse de ropa. Rosalie dejó la ropa de oficina en su cama y sacó de su guardarropa unos jeans, unos tenis, una blusa sin mangas y una chaqueta antes de salir a esperar a Isabella quien llevaba un jeans descolorido y unos tenis.
Isabella asintió y ambas caminaron a la entrada en donde un chófer las estaba esperando. La Señora se metió al auto y tomó su teléfono para contestar llamadas. Antes de tener que bajarse del auto en la empresa ella había contestado cuatro llamadas, en tan solo veinte minutos que fue lo que se tardaron en llegar a la oficina. Rosalie la siguió y ella se dirigió al hangar en donde Jim estaba trabajando junto al equipo.
Isabella no los saludo solo movió la cabeza hacia ellos un par de veces, pero como todos estaban haciendo algo o demasiado aterrados de tenerla cerca solo la observaron de lejos asintiendo hacia ella con respeto y alejándose de su camino. Isabella se quitó la chaqueta y sacó una liga para atar su cabello en un moño antes de subirse en las gradas y adentrarse en el avión. Sin poder evitarlo Rosalie la siguió en silencio en un intento de aprender un poco de ella e Isabella, sorprendiéndola por milésima vez ese día, se sentó en el piso y tomó una tablet antes de empezar a teclear y mirar a su alrededor para asegurarse de estar lista.
El avión aún no tenía nada adentro más que cables y metal, pero Rosalie se lo imaginó como un jet privado con asientos de cuero blanco y paredes color caramelo.
—Esto es magnífico —susurró para sí misma sin poder evitar asombrarse por la magnificencia de todo a su alrededor.
—¿Crees que puedes acercarla a mi? La caja que está allí.
Rosalie la empujó con esfuerzo; era una caja naranja extraña. En algún lado había leído sobre las cajas negras de los aviones, pero el tema le había parecido ambiguo y aburrido y ahora se arrepentía de no haber profundizado en el tema ya que supuso que ese sería un tema de conversación que la Señora parecía amar puesto que reviso la caja cuando la tuvo en sus piernas como si fuera una madre experimentada que revisaba a un bebé.
Isabella la abrió usando un desarmador que estaba tirado en el piso cerca de donde estaba sentada, sacando unos cables que conectó a la tablet hasta que esta sonó; luego empezó a trabajar en silencio. Rosalie la admiró por eso e intentó ayudarle en lo que pudo mientras Isabella trabajaba en el tablet y movía la caja de un lado a otro. Parecía que Isabella sabía muy bien lo que estaba haciendo y estuvo así por casi cuarenta minutos antes de verla maldecir y golpear su cabeza contra el metal del avión vacío
—Mierda —Isabella exclamó frustrada —. Ve con Emmett. Dile que necesito que llame a Yajora, es nuestro técnico de aviones de la sede de Korea. Él sabrá qué hacer.
La cosa era peor de lo que pensaba, el chico había jodido las cajas negras de esos aviones e Isabella no quería imaginarse como estaban la de los aviones que venían en camino. Así que, rindiéndose, se bajó del avión antes de ver a Quil Ateara adentrándose en el hangar. El chico había crecido muy bien en los últimos años; era alto, fornido, y parecía un motociclista de una banda pues llevaba un jeans que parecía colgar de sus caderas. La chaqueta de cuero no opacaba a la camiseta negra que estaba bajo esta y los lentes en sus ojos no le quitaban la dureza a su rostro.
Por un segundo Isabella lo imaginó como aquel chiquillo revoltoso que corría a su alrededor hace muchos años, lo imaginó así cuando él sonrió de una forma en la que, si ella no estuviera ciega de amor por Edward, se habría enamorado de ese niño. Sin embargo su corazón no latió en necesidad desesperado con esa sonrisa; este no se detuvo como si estuviera conteniendo la respiración cuando el chico estuvo a unos pasos de ella y le tocó el moño tirándole del cabello.
—¿Estás bien? —le preguntó al verla y Isabella negó molesta.
—Las cajas negras están inservibles. Tengo que pedir un reemplazo y mandar un jet a traerlas para tenerlas listas. El FDR está infectado y no podría ponerlas en el aire de ninguna manera. Los aviones en este hangar debían estar listos está semana, teníamos que pasar las pruebas de vuelo entre mañana y pasado. Perderé millones por esto. No puedo arreglarlas, no hay solución o alternativas.
Quil bufó tomando en su mano la tablet de Isabella y luego le dijo:
—Voy a necesitar café y algo más grande que está jodida tablet. Vamos a estar aquí toda la noche, las arreglaré —luego la miró y sonrió con picardía —. Tengo los dedos grandes.
Isabella rodó los ojos sin poder evitarlo mientras lo veía caminar hacia el avión. El hombre tenía un buen culo, pero no le atraía, aunque verlo de espaldas le recordaba a cuando era joven y veía a Edward intentando verse como un hombre duro. Después se giró hacia Jim quien le entrecerró los ojos en su dirección y le murmuró en voz audible.
—Los jóvenes de hoy en día solo piensan en una maldita cosa. Y no es amor.
Ella negó en su dirección y le palmeó la espalda alejándose de él hacia la salida del hangar para pedir el café e ir por una laptop. Si Quil podía arreglar las cajas ella iba a comprarle una maldita mansión y a volverlo millonario así el testarudo se negara a aceptar su sueldo.
Hombro con hombro Isabella y Quil trabajaron por horas sin ver el reloj avanzar hasta que Quil encendió una de las cajas y esta empezó a trabajar armoniosamente con el AIR que se le había equipado. Isabella exhalo aliviada y Quil se rió cuando estas pasaron las pruebas de vuelo.
—Quiero un trago —murmuró Isabella a la nada y Quil gruñó mirando las cajas que les hacían falta.
—Aún hay trabajo que hacer Õjo. No es momento de jugar. Ayúdame con esa.
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Rosalie sonrió abiertamente hacia Jim quien le dio un sándwich y un vaso de jugo que ella aceptó gustosa
—Te ves hambrienta muchacha.
—Ha sido un día largo.
Jim señaló a Isabella quien parecía inmersa en una conversación con Quil y varios chicos que parecían más preocupados en las computadoras en sus mesas que en su ropa.
—¿No son todos los días a su lado largos? Isabella es la mujer más inteligente que conozco, después de mi esposa, pero también sé que trabajar con ella es como trabajar con un robot, nada puede detenerla cuando empieza. Es bueno que Helen, mi esposa, sepa que la señora me respeta mucho, porque si no, seguro no me dejara entrar en la casa. Mira qué horas son y parece que ella se acaba de levantar y no ha estado doce horas trabajando con aviones.
Rosalie sonrió abiertamente antes de asentir dándole la razón. Emmett se dejó caer a su lado sorprendiéndola de nuevo y le quitó la mitad del sándwich.
—Isabella quiere que vayas a casa. Te llevaré para que descanses. Es tarde.
—Y yo quiero un San Bernardo como mascota —le respondió ella dándole la mitad de su jugo antes de levantarse y tomar en sus manos una computadora y girarla hacia Emmett.
—Los diez aviones llegan en unas horas. Y Lauren pidió permiso para traer unas cajas, pero tardará veinte horas con las que no contamos. ¿Llamaste a Yajora? Sé que no puedo arreglar una de esas cajas, pero soy buena organizando cosas.
—Lo hice, pero el hijo de puta no vive a dos horas de aquí como Quil. Tenemos que esperar a que llegue y faltan ocho horas para que lo haga. Así que tampoco estará a tiempo.
Rosalie siguió la mirada de Emmett quien parecía frustrado y cansado y tenía la corbata de lado. El pobre estaba mirando a los aviones en el hangar así que sin pensarlo mucho acercó sus manos al nudo y lo enderezó mientras se sentaba en la silla a su lado. Emmett le tomó las manos con una de las suyas, sorprendiéndola, y la movió hasta que el rostro de Rosalie estuvo cerca del suyo.
—Tenemos una conversación pendiente.
—¿Quieres discutir conmigo como siempre señor Mccarthy? —le susurró Rosalie sin mirarlo.
—Quiero hacer muchas cosas contigo Rosalie, no me hagas decírtelo. Pero primero te llevaré a una cita.
Si Rosalie no hubiese estado sentada se habría ido de culo con las palabras de Emmett, quien se inclinó y le besó la mejilla antes de levantarse y caminar hacia Isabella, quien parecía inmersa en su mundo.
Rosalie sonrió. El rey plomo le había dicho que quería una cita y ella quería hacerlo esforzarse para conseguirlo. Isabella se sentó a su lado un par de horas después y Rosalie le ofreció un jugo antes de verla suspirar pareciendo agotada.
—¿Lo han logrado? —preguntó Rosalie interesada en la respuesta. Isabella asintió una vez antes de tomar un sándwich y empezar a comer —¿Puedo preguntarte algo? —continuó Rosalie, mientras la veía con la mirada puesta en Quil, quien estaba trabajando mientras seguía comiendo sin responderle. Aún así Rosalie insistió —¿Cómo conociste a Quil?
Isabella mordió su sándwich de nuevo, masticó y luego miró a Rosalie antes de mirar a Quil, quien estaba hablando entre sus hombres pareciendo dueño del lugar.
—Yo tenía catorce, él ocho ¿sabes? a veces cuando miró hacia atrás y me doy cuenta de lo difícil que fue mi vida me enorgullece mucho el hecho de ver que hay personas que crecieron conmigo y se volvieron alguien. Quil Ateara es uno de los mejores ingenieros en aeronáutica que he conocido, después de Hyõ y eso que nunca terminó los estudios. Pero bueno yo tampoco fui a la escuela después de todo. ¿Tienes la grabadora? Es parte de la historia —señaló a Quil y volvió la mirada a Rosalie solo para ver si ella tenía la grabadora encendida. Esta la levantó en su mano, mostrándosela y encendiendola en el acto.
—Quil era hijo de una de las mejores y más puras mujeres que existió en este mundo. Nació y se crió en Montana, en una granja junto a su perro Spike y tenía la manía de correr desnudo. Lo vi desnudo varias veces en su casa cuando fui a cuidarlo. Se mudaron a San Francisco cuando Emily, su madre, necesitó un trabajo que les ayudara a pagar sus deudas. Hyõ me buscaba trabajos de cuidadora a veces. Así que me convertí en su niñera y descubrí que no era la única persona inteligente, Quil tiene un IQ impresionante. Sam, su padre, era un militar muy bueno en el campo. Hoy está retirado. Su madre una enfermera a tiempo completo. Ella era buena, diferente a las mamás que yo había conocido; quiero decir, yo no sabía nada sobre qué significaba la palabra mamá, pero Emily me lo enseñó; ella era dulce, respetuosa, dedicada. Quil, en cambio, era un desastre total; sabía muchas cosas porque era inteligente, pero le interesaba más estar en el taller de su abuelo que estudiar y odiaba que las personas lo forzaran a hacer las cosas. Aún así ganó becas de estudio y las universidades hicieron fila en su puerta intentando llamar su atención.
Recuerdo que me quedaba dormida en el sofá de su casa y su madre llegaba y me pagaba por eso, así que agradecía cuando ella me daba cinco dólares por dormir en su sofá.
Ella me compró mi primer sostén y bragas de niña grande y me enseñó cosas que una adolescente debía saber. También me dijo:
"Isabella, un día vas a sangrar y no te estarás muriendo. Ven y toca mi puerta cuando eso pase"
Y fue estúpidamente cómico porque cuando mi periodo llegó. Yo estaba terriblemente asustada pensando en que estaba muriendo desangrada.
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Rosalie dejó que una risita suave se le escapará e Isabella sonrió también, perdida en sus recuerdos antes de mirarla con miles de sentimientos que no supo identificar. Estaba recordando y era increíble ver que, escondido tras ese corazón muerto, aún había chispas pequeñas de sentimientos.
—Era una niña tonta viviendo con un hombre hosco; era obvio que Hyõ no sabía nada de criar adolescentes y mucho menos a una chica con sus tetas creciendo y convirtiéndose en mujer, así que le pidió ayuda a Jane, de todas las personas que conocíamos, él le pidió ayuda a ella. Jane me puso en control con el ginecólogo de sus chicas, también pagó por implante anticonceptivo para mi brazo y habló conmigo sobre sexo. Jamás había visto a Hyõ avergonzado ¿Sabes? Pero sus orejas se pusieron rojas y evitó mirarme mientras tenía la charla con Jane. Fue divertido.
—El sexo no es una abeja y una flor Õjo. Así que si vas a tenerlo asegúrate de hacerlo solo por una de dos de las razones que voy a darte —me empezó a decir Jane.
Ella era hermosa ¿Te la describí alguna vez? Ella tenía unas enormes y largas piernas, siempre enfundadas en tacones, y sus ojos eran del color más extraño del mundo puesto que parecían turbulentas aguas color turquesa. Llevaba su cabello color negro de una forma prolija al igual que su maquillaje. Sus uñas recortadas haciéndola parecer una dama. No había hombre que no se girara al verla y siempre tenía los mejores y más locos consejos.
Continuamos con la conversación sobre sexo, mientras ella me puso las manos en las piernas haciéndome sonrojar ¿Quien en su sano juicio habla de sexo a las catorce?
Yo amaba pintar casas, subir a los tejados, correr en un carro de cortar césped fingiendo que era rápida. Amaba dibujar, resolver crucigramas o leer alguna historieta de superhéroes que, de casualidad, encontré tirada en la basura. Estaba enamorada de Bon Jovi y me encantaban las paletas de fresa. También a veces odiaba a Hyõ por no dejarme sola, pero secretamente le agradecía que no me dejara deambular por las calles a mi edad.
Me gustaban mucho los números, todavía amo resolver una buena operación científica o matemática. Odiaba bailar, así que nunca lo hice a esa edad.
Si me veías por la calle podías ver que yo era escuálida. Tenía un cabello largo y este siempre estaba hecho un maldito desastre despeinado, pero no tenía piojos y lo lavaba casi a diario. No sabía de maquillaje porque no tenía amigas que me enseñaran a usarlo y siempre usaba ropa holgada para hombre, pero era joven.
Y luego, allí estaba Jane, disfrutando de ver a Hyõ escucharla tener aquella estúpida y vergonzosa conversación.
Ella dijo:
—Si tienes sexo hazlo porque amas a ese hombre y él te ama también y tienes como comprobar que ese amor es real. O hazlo porque vas a ganar tanto maldito dinero que no va a caberte en las manos ni en los bolsillos. Una virgen en el mercado vale mucho. Avísame si quieres vender tu cereza.
Recuerdo a Hyõ gruñir como un pitbull y a Jane guiñarme un ojo con picardía mientras él la sacudía intentando llamar su atención. También recuerdo que él le dijo advirtiéndole:
—Si ella viene a ti con esas intenciones voy a estrangularte y no va a gustarte.
No lo entendí en ese momento, pero Jane sí lo hizo porque se sonrojó y sonrió como si Hyõ le hubiese ofrecido un premió y no un castigo.
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—¿Eran pareja? —preguntó Rosalie deteniendo sus recuerdos. Isabella negó antes de destapar una bebida y sin beber continuó:
—No una pareja "normal" que va de la mano, pero quizás fueron compañeros de cama aunque Hyõ, por supuesto, se quejaba de que Jane siempre se comportó como una niña tonta inmadura. En el fondo creo que Hyõ no llegó jamás a sentir nada por Jane, y Jane por supuesto siguió amando a Harry toda su vida.
Hyõ nunca tuvo una novia y cuando le pregunté por qué, él me miró con esa típica mirada suya y me palmeó el hombro jodiendome
—¿Quieres una mami? —recuerdo que le golpeé el pecho con mi codo y lo dejé sin aire y él se rió a carcajadas de mí burlándose de la estúpida pregunta que nunca respondió. Nunca me dijo. ¿Por qué no era capaz de amar a alguien? Aunque si soy pretenciosa sé que me amó como un padre amaría a su hija de sangre.
—¿Quisieras saberlo?
—No. Sé que quizás Hyõ pensaba que él no tenía esperanzas, que había cometido demasiados errores grandes en su vida como para merecer un amor, y, sin embargo, él me decía siempre que yo tenía ese valor y que era merecedora. Que merecía todo el amor que el mundo pudiera darme.
Todas piden a Edward, quiero decirles que el aparecera en el capítulo 22. Así que esperenlo, él tiene amor para descongelar el frio y hermoso corazón de nuestra Isabella.
dejenme saber que les parece esta hermosa historia.
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