Los principales personajes quedan a Stephanie Meyer la historia es mía totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización


Capítulo 22

Siete años.

Después de todas las cosas que había visto y por las que había pasado, sabía que las sombras podían ser peligrosas. Podían tener dientes. – Stephen King

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Cuando Emmett atrapó a Rosalie en sus brazos lo que menos esperó fue ver lágrimas en sus ojos. Estaba temblando y sollozando como si una parte de ella acabará de morir dentro del estudio y le dolió el tan solo pensar que parte de la historia acababa de salir de la boca de Isabella había sido así de dura como para hacerla llorar.

Él conocía mucho de esa historia pues había sido parte de ella y sabía que habían momentos dolorosos y tan tristes que seguro iban a dejar a Rosalie débil y vulnerable o quizás rota, pero pensar en que iba había llegado ese momento le partía el corazón.

—¿Estás bien? ¿Qué pasó allá adentro? —preguntó desesperadamente tratando de obligarla a encontrarse con sus ojos. Rosalie sorbió su nariz y negó un par de veces pareciendo descolocada y una sensación de pánico e impotencia se deslizó por su pecho asustándolo demasiado, obligándolo a soltarla y obligando a Rosalie a reaccionar.

—Estoy bien —le respondió Rosalie y sus ojos se encontraron haciéndolo jadear pues brillaban con miles de sentimientos. Rosalie parecía estar herida por dentro tanto que Emmett casi podía sentirlo.

—Sabes que puedes hablar conmigo. Si lo necesitas, estoy aquí para ti.

Rosalie asintió y sus manos temblaron mientras sus ojos se llenaron de lágrimas de nuevo pero ella dio un paso lejos de Emmett y caminó por la casa hasta llegar a su habitación y poder solo esconder su rostro en la almohada.

¿Cómo Isabella no iba a estar así? ¿Cómo no iba a sentirse tan dañada y miserable si había vivido un infierno? Golpeó la almohada y cuando levantó el rostro chilló asustada al ver a Emmett aún allí. Este estaba solo mirándola fijamente y seguro que tenía en la punta de la lengua las palabras "Te lo dije"; aún así él no le dijo nada, solo se acostó en su cama y tiró de ella haciéndola descansar en su pecho tratando de reconfortarla o darle alivio, pero ella no iba a decirle que él lo estaba logrando.

—A veces es difícil lidiar con recuerdos, la mayor parte del tiempo parecen fantasmas o monstruos sobre todo si cierras los ojos —le susurró haciéndola asentir y sentir un nudo en la garganta que le impidió hablar. Rosalie dejó que varias lágrimas escaparan de sus ojos antes de sollozar de nuevo y Emmett le puso una mano en su cabeza y acarició su cabello deslizando su mano dejándola llorar sobre él y cuando estuvo lista ella se irguió sin dejar de tocar el pecho de Emmett, quien estaba quieto, recostado en la cama sin dejar de tocarle la espalda.

—¿Cómo pudiste hacerlo? ¿Cómo puedes mirar a los fantasmas a los ojos y decirles que no les tienes miedo? Me siento impotente y furiosa. Pero imaginar lo que ella sintió, Dios, no puedo ni siquiera pensarlo. No es nada que se pueda evitar, me hace entender en parte el caos de su mirada, el dolor en cada palabra. Cada uno de sus recuerdos toma vida en mis ojos al oír su forma de pensar. Al oír su vida si es que puedes llamarlo así.

Él le sonrió y la sonrisa pareció triste y cansada era la primera vez que estaban tan cerca que daba miedo y a la vez los tenía a ambos queriendo acortar la poca distancia entre ellos.

—¿Quieres decir que, cómo pude vivir sabiendo lo que Isabella vivió? Isabella no es una santa Rosalie, no te desvivas defendiendola ¿De quién te habló hoy?

—Félix. Y la primera vez que la encontró sola después de que Hyõ la rescató.

Emmett se tensó bajo las manos de Rosalie y sus ojos se oscurecieron de una forma terrorífica haciéndolo ver cómo alguien que estaba listo para asesinar a sangre fría. De pronto Rosalie se sintió pequeña, nerviosa y, aunque estaba aliviada de estar en sus brazos, la mirada de asesino que brilló en los ojos de Emmett fue tan aterradora que la asustó mucho.

—Ese bastardo merece estar pudriéndose lentamente y no en el infierno Rosalie. Lamento saber que tengas que enfrentarte a esa parte de la historia. Es difícil de oír. Félix le robó muchas cosas a Isabella. Cosas que eran de ella por derecho.

Rosalie le tocó el rostro a Emmett y luego le tocó las ojeras antes de mirar sus labios y sentir su garganta seca por el anhelo y las ganas de besarlo o de aliviar el dolor que de repente parecía brillar en su rostro. Mirarlo era como ver a un hombre que cargaba más peso del que podía llevar. No es que él no tuviera un buen porte ya que ella tenía que alzar los ojos al cielo para ver sus ojos, pero su frente, a veces, se fruncía y sus hombros siempre estaban tensos; Era un hombre seguro por fuera, pero había tanto que estaba escondido dentro que no la sorprendería que fuera tan oscuro como lo era Isabella.

—Parece que lo conoces. Félix. ¿Es así? —susurró y Emmett, impaciente, le atrapó la mano traviesa que ella estaba usando para grabar sus facciones con las suyas antes de dejarle un beso en el centro de su palma.

—Tarde o temprano ibas a venir y preguntarme ¿Por qué lo conozco? Entonces tendrás que escuchar algo que te hará daño y no voy a disculparme. Pero no es el momento. Lo único que puedo decirte es que sí, lo conozco. No más que eso. No es mi historia aunque Félix fue parte de mi vida un tiempo.

—No lo entiendo. Yo…

—Soy parte de la historia de Isabella, Rosalie. Y ella no mintió cuando te dijo que me conoce. Ella realmente me ha visto. No al Emmett empresario, al que se convirtió en abogado y vicepresidente de Global High. Ella me vio sin esto. Sin trajes caros, sin zapatos de marca y relojes con diamantes. Isabella me vio, al verdadero Emmett.

La quijada de Rosalie tembló en cuanto Emmett terminó de hablar y él se maldijo por estarle haciendo ver la realidad, pero quizás era eso lo que Rosalie necesitaba. Si había estado dispuesta a saltar también tenía que estar preparada para el golpe así que Emmett se quitó la corbata y se desabrochó los botones de su camisa sin abrirla del todo antes de buscar aire y obligarlo a llegar a sus pulmones. Hablar de su pasado era como meterse un hierro ardiente en la garganta, pero iba a hacerlo cuando estuviera listo. No era que se sintiera preparado, pero Rosalie no iba a esperar a que voluntariamente él llegará a ella sin conocer su pasado.

—Isabella y yo fuimos víctimas y verdugos. No somos unos santos —dijo sin decir más y aunque sonaba repetitivo era la forma más fácil de explicarlo sin ahondar en lo que habían hecho. No sé arrepentía ya que todo era con el propósito de desbancar y quitarle el poder a Félix quien se merecía algo peor que el infierno.

—Ella ha sufrido tanto. Está sufriendo y los sentimientos que derrama sin saberlo son aterradores.

Emmett resopló y la atrajo a su pecho de nuevo entrelazando su mano con una de ella antes de poder respirar profundamente inundándolo de su suave olor. La paz que Rosalie le hacía sentir era tanta que el podría pasar días perdidos en su cuerpo.

—Isabella sabe lo que es estar ardiendo en llamas constantemente buscando la forma de solo respirar en carne viva. No sientas lástima por ella. Escúchala y prepárate. Si Isabella ya empezó a hablarte de Felix las cosas que vas a escuchar, las tumbas de los fantasmas que vas a abrir van a causarte pesadillas.

—¿Por qué no me estás pidiendo irme?

Emmett se tensó bajo su agarre y la apretó a su pecho sin dejarla moverse antes de inclinarse sobre ella y deslizar su nariz sobre la suya. Rosalie se sonrojo haciéndolo sonreír por su inocencia y él se acercó más casi pegando los labios con los suyos antes de susurrar:

—Porque si te vas ahora mismo, no podría besarte.

Cuando Rosalie quiso responder Emmett se inclinó más y capturó sus labios en un hambriento y descuidado beso que la dejó mareada viendo luces de colores. Le tomó la boca como rehén de una forma que debería ser ilegal, pues se comió sus labios hasta hacerla sentir ganas de arrancarle la ropa.

Rosalie se le subió en el regazo y Emmett la apretó impaciente a su pecho haciéndole sentir su excitación. Demasiado perdida en las sensaciones, enredó sus manos en su cabello tirando y Emmett gruñó antes de girarse para atraparla en la cama y luego se detuvo y olió su cuello tratando de pensar en elefantes grises y arrugados aunque lo único que deseaba era desnudarla y hundirse en ella hasta que no hubiera mañana

Pero no iba a hacerlo, no cuando su teléfono llevaba un buen rato vibrando en su bolsillo y ella aún no conocía su pasado.

—Tengo que irme —le acarició el rostro y salió de la habitación abrochándose la camisa encontrándose de frente a Isabella, quien no pareció sorprendida o afectada de verlo allí de esa forma.

—Tenemos que hablar.

Emmett asintió y la siguió y cuando la puerta del estudio se cerró, Emmett maldijo sin disimular al ver a Sienna de pie, pareciendo un volcán anunciando su erupción.

—¿También estás en esto? ¿En esta estupidez?

Emmett levantó sus cejas y Isabella le rodó los ojos

—¿Sabías que Isabella le está diciendo a esa estúpida chiquilla su historia? Nuestra historia. Está hablando de su pasado como si le perteneciera solo a ella.

Isabella se sentó despreocupada en su silla y se recostó en ella cruzándose de brazos

—No te debo explicaciones Sienna, de nuevo. Lo que yo haga…

—¡VAS A AFECTARNOS A TODOS! —le gritó Sienna perdiendo el control —. Esto, tu vida, la mía, la de Emmett. El mal que hemos hecho. Hay muchas personas que tienen las manos manchadas con sangre por nosotros. Hemos hecho…

—Si crees que hemos hecho mal, Sienna, entonces es momento de que des un paso atrás y limpies tus manos como Pilato. Lávalas y vete. Porque a mi parecer hemos hecho justicia. Volveré a repetirlo, no hemos cometido errores, no hemos hecho daño a gente inocente, solo cobramos facturas de deudas que tarde o temprano ellos iban a pagar. Con nosotros las pagaron más temprano —gruñó Isabella levantándose de la silla. Emmett se recostó en la pared más cercana y esperó. Sienna negó pero no respondió ella solo cerró los ojos y luego, cuando hubo respirado profundamente, sacó de su chaqueta un papel dejándolo sobre el escritorio.

—No voy a dudar de ti si nadie lo hace. Pero no me gusta y se lo diré a mi madre. Ahora, solo quería decirte que vieron a Felix en Colombia. Envíe a mi gente a verificar. Esa es la foto que me enviaron. Tendré noticias mañana. Me voy, no puedo no portarme como una chiquilla malcriada al pensar en lo que estás haciendo.

Tras eso salió de la oficina y dejó a Isabella y a Emmett mirando el papel en el escritorio como si fuese una bomba nuclear que estaba a punto de explotarles en el rostro. Isabella tomó la hoja de papel y la abrió; luego la arrugó en sus manos hasta hacerla puño.

—Envía un jet a Colombia con Sam. Quiero que lo atrapen antes de que vuelva a su alcantarilla.

Emmett asintió y salió del estudio dejándola sola, mientras ella miraba el papel hecho puño en sus manos, temblando furiosa. Ese maldito bastardo tenía que caer y cuando lo hiciera ella iba a tener su momento.

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Rosalie tocó la puerta unas horas más tarde sacándola de sus pensamientos pareciendo perdida en los suyos. Aún así ella necesitaba avanzar en su historia pues no podía esperar más tiempo. Estaban cerca de atrapar a Félix y miles de cosas podrían pasar cuando él estuviera frente a ella.

Esperó hasta que Rosalie hubo conectado la grabadora a la laptop y tomara un lápiz en su mano para entretenerse antes de dejar que el pasado la arrastrarla con fuerza hacia atrás para recordarle lo que había tenido y se le había deslizado como arena de las manos.

—Pasé días escondida en la casa de Jane antes de que Hyõ me arrastrara fuera. Me costó recuperarme, tenía pesadillas, era un desastre. No podía, estaba asustada de Félix y lo estaba tanto que de verdad tenía miedo de salir a las calles. Pero Hyõ me llevó fuera y me dijo, obligándolo a mirarlo.

—El miedo nos ata y aprieta hasta que el aire nos falta y termina matándono. Tú no estás malditamente muerta ni pudriéndote, así que vamos a salir y vas a levantar la cara Õjo. Mi hija no va a vivir aterrada.

Asentí una vez y me llevó a casa. Me sorprendió ver nuestras cosas en cajas y cuando le pregunté Hyõ se metió las manos en los bolsillos y sacó una llave.

—Necesitamos una casa mejor. Estás creciendo, así que pedí favores y van a rentarnos un apartamento en el primer piso de un edificio viejo. Vas a tener un baño, quizás no agua caliente…

—No tenemos dinero para eso.

—Isabella no te estoy preguntando. Llevas mirando el callejón y temblando como un maldito conejo frente a un león desde que entramos. Podemos pagarlo, trabajaremos más. Llevo años guardando dinero para que no nos cueste así que tenemos unos cuatro meses antes de preocuparnos. Mi espalda ya no es la misma de hace siete años y necesitamos alejarnos de las calles un tiempo.

El miedo de estar en ese callejón sola me paralizaba dejándome sin aire, pero los días pasaban y no podía seguir con eso.

Hyõ me dijo una vez que hay mundos que son demasiado absorbentes, que hay momentos en los que te niegas a volverte esa persona porque los escrúpulos y el sentido de sensibilidad se niega y trata de evitar que seas alguien malo, pero que al final, al final sin saberlo, el mismo mundo te arrastra y te convierte en alguien que juraste no ser.

Juré que no iba a disparar el arma que Hyõ me dio para defenderme, porque me dio una, pero el mundo me obligó a convertirme en alguien que no quería ser. No había nacido con ese propósito, con las intenciones de llenar mis manos de sangre y dañar a otro ser humano, sin embargo, tampoco es que tuviera un propósito claro en mi vida.

Así que aprendí a disparar y a usarla bien. Hyõ me enseñó.

—Cuando vayas a disparar no lo pienses, no parpadees, no cierres los ojos y, sobre todo, no te arrepientas.

Me arrepiento ¿Sabes? Debía haber matado a Félix la primera vez que le mostré mi arma. Debí haber disparado sin dudarlo aunque eso me hubiese llevado a la cárcel.

Aún recuerdo mucho ese día. Era 3 de agosto del 2001. Estábamos a 29 grados así que era un día caluroso. Llevaba una semana sin hablar o decir algo. No podía hacerlo, sacar las palabras de mi era cada vez más difícil, como lo era dormir, y Hyõ me había dado mi espacio. Trabajábamos en lo que sea, pintábamos paredes, limpiabamos jardines en las zonas altas y teníamos un trabajo fijo que pagaba bien. Nos esforzábamos demasiado. Y Felix no estaba, pero aún lo veía en las esquinas.

El departamento era bonito, sencillo y tenía una cama cómoda. No había lujos, pero sí lo suficiente. Ya no estábamos en la calle, no había frío que soportar y Hyõ no me dejaba salir sola. A pesar de que se iba más seguido siempre volvía dos días después. Había dejado de fumar y cuando yo le había preguntado por qué, él solo me había dicho "Si hubiera guardado todo lo que gasté en cigarrillos hoy tendríamos una mansión".

No lo cuestioné después de eso. Ese día, casi siete meses después del ataque, Hyõ me llevó en silencio por las calles de Atherton y admiré las mansiones, asombrada de lejos porque todas eran hermosas. La casa a la que entramos era oscura, parecía que había estado abandonada por años, pero había gente trabajando en ella cuando llegamos.

—Trabajaremos aquí. Samuel Ateara acaba de volver de la guerra y tú conoces a Quil, lo has cuidado. El chico es su hijo. Dejaron a Sam encargarse de reformar esta mansión y quieren construirle un buen jardín. También las paredes hay que pintarlas.

Trabajamos una semana antes de que Hyõ tuviera que irse y yo me hice amiga y parte de la manada de los chicos, todos eran jóvenes que Sam y Emily habían sacado de las calles, eran geniales. No confiaba en ellos del todo pero ellos por el contrario me mostraron ser de fiar al tratarme como su hermana pequeña. No me dejaban cargar cosas pesadas aunque yo podía hacerlo y cuando Hyõ desaparecía Emily venía a cuidarme. Ella me llevaba a casa y me traía junto a Sam, no dejándome sola.

Esa semana fue una de las peores. Mis moretones y los puntos se habían ido, pero las cicatrices me traían recuerdos que parecían fantasmas acechando. Cuando me quitaron los puntos las pesadillas volvieron con fuerza. Todos me dieron mi espacio y tiempo, pero no podía soportar que nadie me hablara. No pude hablar por meses. Recuerdo que bajé la colina esa tarde y me senté durante horas mirando el portón gigante a la calle para ver los autos pasar. Me sentía atrapada en una jaula siendo acechada por un león que solo esperaba su momento para despedazarme. No reaccioné hasta que un estúpido volvo se detuvo en la mansión de enfrente y un joven bajó del auto siendo seguido por un guardaespaldas. Había una chica rubia con él, ambos miraron a la mansión de enfrente y la chica se rió de él burlándose.

—Tienes un sentido de la dirección terrible aquí.

El acento de la joven me pareció extraño. En ese momento yo solo conocía el acento normal de Estados Unidos, no el de alguien que venía de otro país, y era obvio que ella era extranjera. El chico bufó y tomó su teléfono antes de marcar y me pareció entretenido que él estuviera mirando a todos lados menos atrás a donde yo estaba sentada viéndolos. Era alto y tenía un buen trasero, una espalda grande, hombros anchos y un cabello castaño con un corte militar nada fuera del otro mundo.

—Papá ¿Podrías enviarme la dirección de nuevo?

Entonces se giró y mi mundo se detuvo. Él no me vio aunque yo contuve el aliento y me tiré a esconderme entre los arbustos como si lo hubiese hecho, pero no. No me vio.

Yo en cambio si lo hice. Tenía los mismos ojos, verdes como un bosque del Amazonas, honestos y brillantes, suaves, indescriptiblemente líquidos y aunque sus facciones no eran las mismas pues ya era un adulto él se veía igual que hacía siete años. Se veía como la felicidad, se veía como la libertad. Mi corazón se detuvo y luego empezó a latir como si le hubiesen dado vida con choques eléctricos. Mis manos me sudaron y quise tocarlo, ¿Hacía cuántos años que no pensaba en él?

Di un paso hacia el portón como un imán siendo arrastrado y luego me detuve. La chica se colgó de su brazo y se rió de algo que él dijo. El aire me faltó y di tres pasos atrás negando. Como si de un balde de agua fría se tratase la maldita realidad me golpeó el rostro.

¿Qué iba a decirle? ¿Para qué iba a buscarlo? Él no parecía necesitarme. Vestía bien, bastante bien de hecho. Miré mi ropa vieja y manchada y mis manos llenas de ampollas por el trabajo. Mi cabello despeinado, las cicatrices en mi rostro.

¿Quién era yo?.

Siete años. Era la cantidad exacta de tiempo para olvidar a alguien, entonces ¿Por qué mi piel picaba buscando desesperadamente tocarlo? ¿Por qué mi corazón latía como si hubiese corrido un maratón? ¿ Por qué no miré a mi alrededor y solo al frente cuando lo vi? ¿Por qué mi corazón me gritaba en mis oídos que él era mi luz al final del túnel?


¡Y Edward apareció! Con su mirada hermosa despertando el corazón de Isabella de sus sueños. (Grita y hace bailecito) nenas espero que amén está historia tanto como yo. ¿Creen que nuestra Isabella lo busque? ¿Creen que el destino los une? Díganme cuáles son sus teorías, amo leer sus reviews. Jo, como siempre, gracias por estar allí conmigo. Hasta el próximo domingo!

Reviews?