Los principales personajes quedan a Stephanie Meyer la historia es mía totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización


Capítulo 37.

Elizabeth Masen Cullen.

Nada más grueso que una cuchilla separa la felicidad de la melancolía. Virginia Woolf.

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Pasaron dos meses antes de que dejáramos de destilar felicidad por los poros. Teníamos miradas robadas de complicidad. Edward era cursi, lleno de detalles tan tontos como notas que solo decían que mi sonrisa o mis mejillas eran hermosas y besables.

Sabía muy poco de eso, del amor en sí, de lo que implica amar a alguien, pero me gustaba amarlo, me gustaba saber que él sentía lo que yo. La anticipación de sentirlo cerca, de ver sus sonrisas que solo eran para mí. Hay una nota, la primera, me hizo sonreír de una forma que casi rompió mi rostro y la leí por horas.

Isabella se detuvo y la sacó de su cajón para dársela a Rosalie. La letra estaba borrosa y se veía vieja; tenía una letra pulcra y sencilla.

"Te prometo siempre encontrar el camino que me lleve a tí y al verte perderme en tus brazos, respirar tus suspiros y bailar en tu sonrisa. Siempre voy a llegar a tí"

Tuyo Edward.

Rosalie sonrió sin poder evitarlo al oír a Isabella decir lo que estaba escrito en la nota de memoria. Isabella tomó la nota y la guardó antes de mirar de vuelta en sus memorias.

—Por supuesto no todo es felicidad. Tenía tanto miedo. Hyõ me decía que era tonto creer que algo podría pasar. Se aseguró de hablar con Edward y aunque pregunté, ninguno me dijo lo que hablaron. Tenía a tanta gente a mi alrededor protegiéndome, como un castillo de naipes en medio de un tornado al final de la calle que no la vi venir sabes. Ella fue la segunda persona en proclamarse en contra de nuestra relación. Tenía más poder que cualquiera en ese momento. Menos que Félix eso era seguro, pero era poderosa.

Había comprado la casa que estábamos arreglando y simplemente se apareció por allí para cambiarlo todo. Sam estaba furioso, pero no lo demostró. Aceptó las indicaciones y el dinero que ella pagó. Era la nueva dueña después de todo. Me sonrió y susurró:

—Voy a darle un punto a mi hijo. Eres agraciada.

Verla de pie entre medio de periódicos y escombros fue extraño. Era hermosa; una mujer de carácter fuerte, mucho más que el de Carlisle sin duda. Tenía el cabello naranja y los ojos más grandes y atrapantes, después de los de Edward; sus mejillas brillaban intensamente en un tono melocotón y sus labios iban pulcramente pintados de color vino. Vestía un hermoso traje blanco con negro y sus zapatos negros sobre las medias la hacían ver pulcra y educada. Refinada quizás sería la palabra correcta.

—Señora —le dije y eso la hizo sonreír de una forma aterradora porque parecía que por el hecho de decirle así ella ya había ganado una de las primeras batallas. Parecía que el hecho de decirle señora le afirmaba que yo entendía que ella era más que yo.

—Una vez, hace muchos años, leí un libro por el que mi esposo había estado molestando, impresionante. Sin duda era el tipo de romance que acaba en la muerte, pero amas ver a la protagonista morir y al protagonista crecer y vivir con la pena. Creí que iba a ser lo mismo contigo.

El odio en su voz me congeló las venas.

Ella parecía estar teniendo una conversación tranquila con una chica pobre. Era así como me estaba mirando. Como nada en comparación a ella. Yo obviamente no estaba preparada para verla aparecer de pronto.

—Mi hijo hablaba de la hermosa niña pequeña que había dado su vida a cambio de la suya y creí que era una bonita historia que contarle a tus nietos, una aventura para contar en un café mientras intentas llamar la atención de la hija de un famoso senador que, por su puesto, odia a los corruptos y se la cuentas para casarte con ella, supuse —hizo una pausa que me causó terror —. Que contarle al mundo lo agradecida que estaba contigo por regresarme al único heredero de un gran imperio iba a ser suficiente. Deberias haber sido un fantasma. Ahora estás aquí y estorbas. Eres una piedra en el zapato de mi hijo que no lo deja avanzar. Y yo quiero un hijo doctor. Él tenía una vida en Londres y aún no acaba sus estudios, lo dejé regresar por su padre enfermo, pero hasta dejó de ir a sus quimioterapias por estar contigo. No sé qué te ve. Eres poco más que una adolescente que puede traerle problemas y manchar su reputación. No tienes dinero; para mí no eres nada. Voy a decirlo como agradecimiento a tu buen acto de hace siete años cuando salvaste su vida. Aléjate de él, lo más lejos que puedas. No me hagas venir a verte de nuevo niña, realmente detesto el polvo.

En un abrir y cerrar de ojos ella se había ido. Y mi conciencia me dijo que debía obedecer.

—Ella parece interesante.

—Mierda —jadeé y me giré asustada al escuchar a Hyõ tras de mí. Últimamente el cigarrillo colgaba de sus labios más seguido que otros días, pero nunca estaba encendido. Cuando le pregunté me dijo que era un recordatorio de que debía dejarlo.

—Es la madre de Edward. Tengo que pedirle que se aleje. Esto nos está trayendo problemas. Ella compró está casa y, por su ropa, estoy segura que podría comprar el país entero y dejarnos sin trabajo.

—Siempre podemos viajar a otros lados. No hemos ido a Silicón Valley en un tiempo. Entra en razón Isabella, el muchacho…

—No esta vez Hyõ. Y no me cambies el tema —lo interrumpí y él levantó sus manos frente a él pareciendo resignado —. Esa mujer tiene dinero, poder, puede comprar todo San Francisco en un parpadeó y echarnos lejos de aquí. Hay más gente trabajando, no somos solo nosotros. Sam necesita el dinero. Emily está embarazada —argumenté nerviosa.

—No todo en esta vida Isabella puede ser comprado con dinero. Ese chico te ama. Te mereces la felicidad que la vida puede traerte. Sam y Emily estarán bien.

—Yo no merezco ser feliz y lo sabes.

—¿Por qué siempre dices eso? —la pregunta me descolocó así que me senté y escondí mi rostro en mis manos.

—Aún quiero hacer mucho daño. Soy autodestructiva y Edward es todo lo contrario a mi; él es la calidez, la felicidad. Yo estoy rota y no es dramatismo o hormonas adolescentes estúpidas, es solo que quiero destruir algo y podría lastimarlo.

—Õjo, has pasado por mucho. Te tocó crecer a la fuerza. Y no eres la única dueña de tus cargas. Algunas cosas son normales en ti. En todos nosotros hay mal y bien —la lastima destiló en su voz así que me levanté dándole la espalda y apreté mis brazos intentando mantenerme serena.

—Hyõ, solo no puedo; no te culpes por qué soy así, no tiene nada que ver contigo. Me alejaste de las drogas, me enseñaste de la vida. Y si tengo que lastimar a Edward para alejarlo de mí, lo haré. Le haré un favor y lo dejaré ser feliz. El merece una vida lejos de esto. Lejos de mí y de todo el daño que podría causarle. Quiere ser un doctor algún día y si bien no estoy entorpeciendo sus planes aún, un día lo haré. No quiero ser una carga para ninguno de ustedes.

—Alejarlo de ti les hará daño a ambos.

—Puede que tengas razón pero ella también la tiene ¿Sabes? Yo no soy más que un fantasma que está ocupando el lugar de alguien que no debió aparecer nunca.

No esperé una respuesta de Hyõ y, sin dejarlo continuar, me alejé de él sin salir de la propiedad.

Tenía tiempo sin saber de Félix, pero eso no significaba que él no estuviera en las sombras esperando verme tropezar. Yo iba a cumplir diecisiete pronto así que no estaba lista para cometer más errores de los que ya había cometido en mi vida.

Evité a Edward cuando llegó esa tarde tras la quimioterapia de su padre. Su madre se había equivocado en una cosa porque yo lo obligaba a ir y cuidarlo. Me subí al techo de la mansión de su madre con Sam a cuestas y me quemé el rostro ayudándole a pintar las tejas usando colores que harían que la casa se viera como un circo.

Cuando bajé y él me ofreció agua embotellada la tomé pero me alejé. Él me dejó alejarme porque no me iba a forzar a hablar hasta que no estuviera lista y yo sentía que me estaban atravesando la garganta con palabras que no quería decir. Aún así, egoístamente, la voz en mi oído me recordaba a gritos que tenía que hacerlo, intentando hacérselo fácil e indoloro.

Aquí los dos podíamos o ser blanco o negro, no había grises. Cómo cobarde me escondí en la casa a solas intentando encontrar las palabras correctas.

—Evitarme no hará lo que sea que tengas que decir más fácil —me llamó la atención la forma sencilla en la que dijo que yo le estaba escondiendo algo. ¿Cómo podía leerme de esa forma tan tonta?

—No sé de qué hablas —lo ignoré, pero cada segundo que pasaba el dolor se volvía peor. Un sordo y doloroso golpeteo que me estaba dejando sin respiración. Quería ahogarme en ese maldito dolor, solo dejar de respirar y de alguna forma dejar de sentirlo todo así de forma intensa.

—Eres una pésima mentirosa.

—Bien —me erguí y lo miré a los ojos recordándome que no debía quedar como la débil, que debía lastimarlo, pero él tan solo pensar en hacerle daño de alguna forma me hacía querer vomitar. Nuestro amor era inmaduro en ese entonces porque él trataba ser mi polo tierra.

—Quiero que te vayas. Edward vamos a hacernos daño. Voy a hacerte daño y no quiero hacerlo, esto, nosotros — nos señalé — no está bien. Yo no puedo hacerlo.

Edward me sonrió y yo quise golpearle la cara con mis puños cuando lo hizo porque esa sonrisa me hacía estremecer de anhelo.

—No hagas esto más difícil —susurré sintiéndome una tonta sentimental y eso no borró su sonrisa ni la hizo vacilar. Edward dió un paso hacia mí y tomó un mechón de mi cabello entre sus dedos sin tocarme.

—Sea lo que sea vamos a superarlo. Bella, tú no quieres que me vaya. Mírate. Estás temblando de miedo, me ignoraste desde que llegué. Puede que sea un poco distraído, pero no soy tonto.

Quité su agarre de mi cabello palmeando su mano y gruñí.

—No. Esto no es para superar. Edward, tú no lo entiendes, tu madre tiene razón.

Como si le hubiera golpeado el rostro Edward dió un paso atrás y su ceño se frunció. Esta vez su sonrisa desapareció por completo y una furia que nunca esperé ver brilló en sus ojos cuando entendió de alguna forma que era lo que estaba pasando

—Elizabeth estuvo aquí

No dije nada más. No me estaba haciendo una pregunta, él estaba de alguna forma asimilando que su madre había estado aquí entre el polvo y la suciedad de una casa en construcción para hablar conmigo y que también había dicho algo que me estaba haciendo retroceder.

—Es tu madre —creí que justificarla iba a apaciguar la mirada airada de Edward.

—¿Qué te dijo? —la duda, la incredulidad, y quizás la comprensión, llenó su rostro de nuevo de emociones que lo hicieron levantar su mano en mi dirección al verme abrir la boca para hablar —. No, no me lo digas. Creo que lo sé.

Maldijo un par de veces antes de girarse y dar varios pasos alejándose de mí sin irse completamente. Esperaba que eso lo hiciera alejarse completamente, pero se detuvo y retrocedió, aún de espaldas, antes de girarse para enfrentarme. Esta vez con una mirada de convicción.

—No voy a dejarte, no voy a alejarme de ti. Esto no es su maldita decisión. ¡Es nuestra! —exclamó alzando sus brazos y tomó mi mano entre las suyas —. No puedes pedirme que me aleje de ti, porque te lo dije, no voy a hacerlo. No cuando tus ojos me ruegan que me quedé.

—Mis ojos…

—Tus ojos, tú Isabella, toda tú, eres lo que siempre soñé. Por amor a Dios —tomó mis mejillas entre sus manos y pegó su nariz en la mía casi rozando mis labios —. Lo que sentimos es nuestro. No puedes dejarla decidir sobre mi cuando cada latido de mi corazón dice tu nombre.

—No me conoces —susurré sintiéndome aterrada de que él estuviera expresando lo que yo sentía de una forma que parecía sencilla.

—Bon Jovi —fruncí el ceño haciéndolo sonreír. Y él continuó hablando —. Subes el volumen de la radio de Sam cuando lo escuchas. Te gusta calentar tus manos con el chocolate de Emily y la acompañas a la iglesia los domingos aunque te aterra pensar en Félix —jadeé y eso no le impidió seguir adelante porque ¡Vamos! Él me conocía como a un mapa que te aprendes de memoria o como a tu libro favorito. Era el libro que él amaba leer aunque se lo supiera de memoria.

—Odias los colores sencillos, como el rosa o el morado, pero amas el verde y eso me hace sentir presuntuoso porque quiero creer que te gusta por mi. Por mis ojos —admitió haciéndome bufar.

Arrugas tu nariz cuando te llamo Bella aunque no lo he hecho frente a los demás. Te gusta que todos te digan Õjo, porque fue tu padre quien te llamó así después de Jane, a quien por supuesto le caería bien ponerse pantalones alguna vez.

Sonreí sin poder evitarlo porque él solo la había visto una vez. Y ella apenas llevaba ropa.

—Niegas que sientes algo porque nadie puede leerte tanto como yo y lo odias, pero también me amas porque, si no lo hicieras, lo sabría y ya me habría alejado. Sé que tú corazón late como el mío descontrolado al verte; sé que sería fácil perderme en tus ojos y que soy egoísta porque también quiero poder verlos para siempre. Y sé que es muy pronto para decir algo así, pero Isabella, es que tú no eres la mujer más fácil del mundo y mierda si no me haces querer solo seguirte a ciegas y decirte todo esto para que me aceptes porque no tengo nada más que ofrecerte más que a mí.

—Esto va a hacerte daño —susurré tomando sus manos aún en mis mejillas y dándoles un apretón —. Edward no quiero que por mi culpa lo pierdas todo. Tienes sueños que cumplir. Tenías una vida en Londres donde quiera que eso esté y aún tienes tus estudios, una familia.

—Sería nada sin ti Isabella. Y no quiero creer que te pasaría lo mismo si un día por alguna razón yo… —me negué rotundamente a dejarlo terminar esa frase tocando sus labios.

—Sería nada sin ti, Edward. Y quiero creer que serías feliz sin mi porque no te merezco. No soy nada en comparación contigo.

—Lo eres todo para mí. Bella. Quiero que lo seas todo.

Estaba a dos meses de cumplir diecisiete años y quería ser su todo.


Y aquí tenemos un nuevo capítulo de esta novela. Esperamos que os esté gustando mucho. Es la historia con la que Ann estuvo durante varios años, con cambios de historia durante este tiempo hasta que le ha ido dando forma y tenerla ahora aquí, para que la disfrutemos todos nosotros.

Estáis preguntando en los reviews si Edward despertará, pero si os lo decimos os hacemos un spoiler de narices, no creéis?

Nos leemos la semana que viene.

Jpv.