Los principales personajes quedan a Stephanie Meyer la historia es mía totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización
Capitulo 38.
El alma enamorada de una mujer sin corazón.
1 Corintios 13:
Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.
Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido. Y ahora permanecen la fe, la esperanza el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.
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Querido diario.
Es la primera vez que veo a Elizabeth desde que llegué. Me he estado quedando con Jasper porque Katie vino a casa conmigo aún cuando le dije que no lo hiciera. No es sorprendente que ella y Elizabeth se lleven bien ya que ella es hija del senador Meyer pero no es de lo que quiero hablar.
No le había gritado, no había alzado mi voz. No desde que lo supe. No desde que supe lo que Elizabeth le hizo a mi madre. Nunca lo dije en voz alta, pero es un secreto a voces que soy un bastardo, soy como Isabella. También nací del pecado, de un error. Uno que me ha tocado pagar. No pedí venir al mundo, no pedí ser quien soy para todos y ante todos. No pedí ser un Masen Cullen. Hubiese sido feliz siendo el hijo de Esmerald Plat.
¿Todos guardamos secretos? Patrañas, los llevamos marcados como malditos tatuajes en la frente.
Isabella es mía. Ella es mía. No voy a alejarme. Soy egoísta porque es mía. Y ni siquiera quien lo toca todo y lo destruye va a lograrlo. Elizabeth no es mi dueña. Y yo no soy su hijo, así que use eso en su contra. Si ella toca a Isabella, le diré al mundo quién soy.
¿Me aceptará Isabella de esa forma?
Edward.
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—Lo eres todo para mí. Bella. Quiero que lo seas todo.
Estaba a dos meses de cumplir diecisiete años. Y quería ser su todo.
Isabella se detuvo en su relato y Rosalie espero a que continuará, pero ella no lo hizo. Parecía que habían momentos en los que sus recuerdos se robaban sus palabras. Hubo un punto en el que ella se vio, junto a la joven, vivir cada una de las memorias de Isabella quien narraba detalladamente; era como presenciar cada una de las vivencias con detalle y sentimientos que las transportaban a ambas en el tiempo.
—¿Qué sucedió luego? —susurró Rosalie ávida de información. Isabella se levantó y tomó una botella y dos vasos antes de mirar el reloj.
—¿Segura quieres continuar hoy?
La forma en la que Isabella hizo la pregunta le produjo a Rosalie dolor de estómago, pero aún así asintió intentando convencerse de que era lo correcto. Isabella sirvió dos copas y bebió la suya sin parpadear antes de decir:
—Cumplí diecisiete muy pronto quizás o muy tarde para cualquier adolescente. Edward estaba emocionado, Hyõ misteriosamente melancólico. Para mí no era más que un recuerdo de que Félix me había hecho daño y el miedo estaba allí sonando como alarma en mi mente. Emily ofreció su patio para celebrar mi cumpleaños, pensé que Hyõ iba a negarse porque el odiaba socializar, pero esta vez dijo que sí y no pude negarme.
Fue algo sencillo ¿Sabes? Los chicos de Sam, Quil, y Emily quien, por supuesto, se encargó de la comida. Todos nos estábamos riendo porque uno de los chicos de Sam estaba hablando acerca de cuándo su bebé nació. Pero como un mal augurio una taza cayó al piso haciéndome saltar y un auto hizo a sus llantas chirriar en el pavimento antes de que todos nos percatáramos de la gente de Félix. Hyõ se levantó y me puso tras él al ver a Félix, quien estaba en la entrada sonriendo abiertamente viéndose complacido, buscándome con la mirada.
—No eres bienvenido aquí Félix —Hyõ fue el primero en hablar y yo temblé entrando en pánico. Félix levantó una caja en sus manos. Era pequeña y la hizo sonar riéndose mientras avanzaba lentamente.
—Es el cumpleaños de Õjo. ¿Por qué no la dejas salir de tu ala y la haces recoger su regalo? Por educación ya sabes. Es su fiesta.
—¿Crees que mi hija quiere verte? Creo que quedó claro la última vez que te quiero muy lejos de ella —cuando Hyõ le preguntó eso él se rió en la cara de mi padre y tocó su boca de forma desagradable haciéndome tener flashes de él sobre mi, de su voz, de sus manos. El aire me faltaba y mi pecho dolía mucho del terror y la angustia.
—Ah, ahora eres un padre abnegado. De una niña a la que recogiste de la calle cuando vendía drogas para Jane. Hipócrita tú hijo de puta —lo señaló y miró a sus hombres antes de sacar su arma y quitarle el seguro. Ellos lo imitaron. Hyõ alzó la suya también y luces de colores desagradables me hicieron inclinarme en busca de aire. Emily me vio y caminó hasta mí sin importarle nada y me abrazo susurrando en mi oído.
—Respira —me susurró en el oído
Pero yo no podía hacerlo, solo quería que Félix se fuera, que él se alejara, que dejara de existir.
—Dije que quiero que Õjo venga por su regalo. No voy a jodidamente repetirlo.
—Deberías irte. Ella no quiere verte.
La voz de Edward me hizo reaccionar y me levanté para verlo y buscar alejarlo de la mira de Félix, pero este solo tuvo que mirarlo antes de deducirlo, no había podido esconderlo, era imposible. Edward era mi interruptor y no quería que nadie lo viera. Él era mi debilidad, mío.
Y Félix lo supo y sus ojos brillaron como diamantes llenos de sangre encontrando a su presa.
—Así que el muñeco de pastel es tuyo después de todo.
Me miró cuando lo dijo y la forma repugnante en que su cara se distorsionó me hizo querer vomitar.
—No todo dura para siempre, niña. No serás una chiquilla con gente a tu alrededor protegiéndote. Un día tendrás que salir de tu agujero y abrir tus piernas para mí. Soy el dueño de tu coño.
No sabía que era una amenaza y no podía dejar de verlo, estaba aterrada. La blusa de Emily me distrajo, ella no lo sabía, no sabía qué era lo que estaba pasando, y fue mi culpa, fue tanto mi culpa.
—Creo que es hora de que te vayas hijo. La policía estará aquí en dos minutos.
Las patrullas se escucharon a lo lejos y Sam habló fuerte esta vez.
—La chica no está sola. Es mejor que des marcha atrás.
—Ella es mía. Ustedes son estorbos fáciles de quitar. No lo olvides Õjo. Un día vas a rogarme de rodillas que no te maté —replicó Félix suave antes de girarse. Él se había ido en un parpadeó. Las cosas fueron un declive de mierda que empezó a llover y embarrarme después de eso.
Hyõ se volvió paranoico por semanas. Edward, extrañamente, me dejaba sola. No pude volver a trabajar y ambos pasábamos la mayor parte del tiempo encerrados en el departamento. Eso nos volvió unidos. Habían palabras que no podíamos decir, es imposible describir cuanto y como amas a alguien.
El amor es un sentimiento que no puede ser cuantificado, no puede ser descrito y si bien es una palabra que intenta abarcar todos los sentimientos envueltos creo que hasta es una palabra pequeña.
Podía mirar por horas los ojos de Edward, me perdía en el brillo travieso de estos cuando él sonreía. Sabía todas y cada una de las cosas que pensaba con sólo verlo. Era imposible no saber cuando estaba molesto, cuando estaba hambriento, cuando tenía sueño. Las palabras sobraban entre nosotros aunque los recuerdos de nuestras conversaciones me hacen perder el sentido de la realidad.
Él era quien más hablaba ¿Sabes? Yo podía sentarme por horas en el sofá viejo de mi departamento con mi cabeza en su regazo y escuchar sus historias de países que creía que no iba a poder conocer. Era ingenua pero amaba escucharlo contarme cosas pequeñas. Él amaba las zonas costeras, el mar, la calidez del sol. A veces me burlaba de él porque decía que mis ojos le recordaban al momento exacto en el que el sol estaba a punto de salir.
Ahora me lamento mucho.
Hay cosas que nunca le dije y quisiera decir. Hay cosas que mataría por decirle mirándolo a los ojos. Sé que se reiría a carcajadas o me frunciría el ceño, pero no se burlaría jamás de lo que quiero susurrarle. He leído muchos libros que dicen que la imperfección nos hace odiar a las personas que amamos. La imperfección, los defectos de Edward. Yo amo eso. Amo su forma dulce y tonta de ver el mundo. La forma en la que un pan y un trozo de carne podría significar una cena gourmet para él porque no era exigente.
La forma de encontrar el momento exacto de solo suspirar a la nada y dar gracias por todo, incluyendo las desgracias y decepciones. Había momentos de silencio también, no voy a decir que estos nos eran eternos porque él es un parlanchín.
Pero aún siento sus dedos deslizándose entre los míos. La sencillez de sus caricias y la forma en la que contaba historias. Nunca me faltó el respeto, aunque yo esperaba que un día me besara y se volviera un adolescente caliente conmigo. No lo hizo en ese momento. Hay cosas que no puedo expresar. Y moriría por expresar. Quizás la forma más sencilla de hacerlo es decir que lo extraño. La forma más difícil es decir que el mundo está vacío sin sus palabras. Sin sus ojos, sin él.
—Él no está muerto Isabella.
—No, pero tampoco está vivo. Realmente no hay forma de saber su estado, quiero decir, la tecnología, la medicina ha avanzado tanto en estos años pero él sigue allí, congelado en el tiempo en el que fuimos felices.
Envidio el hecho de que sea él quien no sufre y sea yo la que se esté llevando la peor parte. Hay historias trágicas, demasiado. Creo que la nuestra entra en esa categoría, ¿no?
—¿Puedes contar una de sus historias? De esas que te emocionaban tanto.
Isabella asintió y sacó un álbum de fotos de su buró. Lo abrió y sacó la foto de un colibrí de colores hermoso.
—El colibrí orejimorado es un picaflor, tiene hermosos colores y es llamativo. Muchas chicas lo seguían cantando para llamar su atención. Ven y cásate conmigo orejimorado, que tendremos bellos hijos
Le decían intentando encantar al loco picaflor. Nadie entendía que él no había encontrado aún a ninguna hermosa picaflor para atar su vida y ser feliz.
Hasta que un día ella llegó, tras una tormenta que fuerte azotó los árboles y las flores de aquella región, abrazo su mundo y con un ancla grande lo convirtió en un pajarito domado y cantor. Era más pequeña que él pero tenía los ojos bellos, grandes y aunque no lo sabía brillaba en colores similares a los suyos.
El pícaro picaflor había sido atrapado por una pequeña y mística ave quien tenía abierta una jaula a la que él había entrado voluntariamente a vivir.
Rosalie sonrió como una niña pequeña antes de decir
—Es hermosa.
Isabella asintió una vez antes de susurrar:
—Es tu historia y la de Emmett. El valiente picaflor ha sido atrapado por una hermosa pajarita que brilla con colores.
—No quiero que él esté en una jaula por mi. Aún hay mucho por resolver ¿Crees que estar en una relación es eso?
—Hay libertad en el amor, así como hay dolor, tristeza y ansiedad. También hay madurez, inmadurez. El amor envuelve bien miles de sentimientos que nos dan dos opciones. Somos nosotros quienes tomamos la decisión de qué camino seguir. Podemos amar libremente o enjaular y extinguir ese amor.
—¿Qué quieres tú del amor?
—¿Yo? — El sarcasmo brilló en los ojos de Isabella quien sin pensarlo añadió —. Creo que el amor tiene una deuda que de ninguna manera podría pagar conmigo ¿Qué quieres tú del amor?
—Si pudiera pedirle algo, en este momento le pediría que tú fueras feliz. Con Edward. Que le despierte del coma y que tú seas feliz.
—¿Qué hay de ti y Emmett?
Rosalie le tomó la mano a Isabella y la apretó con cariño antes de sonreírle.
—Esa también es una de las cualidades del amor Isabella, el amor es dadivoso. Creo que Emmett debe solucionar las cosas con Charlotte, pero no puedo rendirme, no si él no se ha rendido. Si él cree un poco en mí, en lo nuestro creo que podemos hacer las cosas bien.
Isabella se soltó del agarre de Rosalie levantándose de la silla en la que estaba sentada, abrumada por la forma en la que su garganta se había cerrado con un nudo grande que le hacía querer gritar.
—Creo que es todo por hoy —murmuró sin mirarla a los ojos, huyendo fuera de su propia oficina en busca de una botella de alcohol. Necesitaba anestesiar el dolor que estaba empezando a ahogarla. Y las botellas de su oficina estaban vacías.
Creo que todas saben que mis historias tienen final feliz. Cuando escribí Señora pensé en portarme mal y darle un final distinto, pero ella fue quien dio paso a su final feliz y se lo merecía. Estamos a más de la mitad de la historia y está a punto de explotar, Félix no es un santo recuerden que es nuestro villano. Y Edward al parecer también tiene secretos marcados. ¿Despertara? Lo sabrán chicas, pronto.
¿Reviews? Hasta el próximo capítulo chicas!
