Abrió sus ojos, encontrándose con el color blanco del techo de aquella casa y un pequeño suspiro abandonó sus labios. Su cuerpo se sentía pesado, como si se hubiese convertido en plomo de repente, sin embargo, nada se comparaba con el dolor que sentía su alma.

Inuyasha.

Pensó, mientras sus ojos, hinchados por los golpes, comenzaban a enrojecerse y sus lágrimas lavaban la poca sangre reseca que quedaba. La imagen de su cuerpo frio se hizo presente, provocando que cubriera su boca con su brazo, ahogando su gemido de dolor

- ¡Inu...yasha! - el ardor de sus heridas se entremezcló con el de sus mejillas moradas, aumentando el sonido de sus alaridos.

Una parte de ella había muerto junto a él, en el mismo instante en que sus cálidos labios se aferraron a los suyos y sintió su vida escurrirse entre sus dedos. Lloró, lloró como hacia muchos años que no lo hacía, dejando salir todo el odio, el miedo y la incertidumbre que la perseguían en ese instante.

- ¿Qué le sucedió a Inuyasha?

- ¿He?

¿Yura?

Se inclinó sobre la cama, observando hacia un lado y la vio, acostada en el suelo, con su brazo encadenado en una de las patas.

- ¡Yura! - murmuró. - ¡¿Qué estas haciendo aquí?!

- ¿Pensaste que iba a poder escapar? - sonrió irónicamente. - Porque yo si...

- ¿Qué te pasó? - tapó su boca con su mano al notar el estado de la joven.

Parte de su cara se encontraba morada, una profunda cortadura se anunciaba en su labio inferior y sangre reseca descansaba en la parte interna de sus muslos, estaba semidesnuda y, al parecer, llevaba horas llorando.

- Yura, por dios... - se sentó en la cama, notando que ella no llevaba la misma ropa con la que había sido arrancada de su hogar.

¡¿Qué?! ¡¿Por qué...?!

- Yo te cambié. - pronunció, adivinando sus pensamientos.

- ¿De verdad? - una especie de alivio aplacó su pecho ante esas palabras.

- Si...

Inicio del flashback

- Lamento si fui brusco, hermosa. - besó su frente, mientras se elevaba y comenzaba a vestirse. - Pero de verdad necesitaba descargarme. - le guiñó un ojo.

El cuerpo de la joven temblaba sin parar, mientras que un dolor punzante en su vientre bajo provocaba que apretara sus labios, conteniendo sus lágrimas, las cuáles no quería regalar, no a él.

- Estas sangrando. - miró sus piernas. - ¿Eras virgen? No, no lo parecías, vaya... lo siento. - se encogió de hombros y volteó, saliendo de la habitación.

Maldito... bastardo... hijo de perra.

Pensó, mordiendo su puño, ahogando el deseo de ponerse de pie y romper todo en la habitación.

- No va a quedar así... no te vas a salvar, hijo de puta. - gruñó, hundiendo sus dientes sobre su piel blanca.

- Tú sola te lo buscaste. - miró la puerta y se encontró con los ojos azules de Bankotsu. - Viniste bajo tu propio riesgo.

- Tú serás el primero al que le corte la cabeza.

- Si, claro, como digas. - rio. - Ponte de pie y sígueme, si es que no quieres que te maten en este instante. - pasó su mirada por sus piernas. - Parece que la pasaste bien.

Si quería vengarse, debía permanecer con vida, por lo que sabía que obedecer era el único camino. Se puso de pie y lo siguió, sin siquiera cambiarse. Atravesaron en pasillo e ingresaron a uno de los cuartos.

Kagome.

Abrió sus ojos ampliamente ante la imagen de la mujer acostada y tapada con las sábanas.

- Quiero que te encargues de cambiarla, ya que, al parecer, si alguno de nosotros la toca, él nos matará. - miró a Magatsuhi, con una sonrisa en sus labios.

¿Qué? ¿Él la está protegiendo?

- De acuerdo, pero con una condición.

Fin del flashback.

- ¿Cuál fue tu condición? - elevó su mano, mostrándole la esposa en toda su magnitud. - ¡¿Qué?! Yura... tú...

- Al menos de esta manera me aseguraré de que no abusen de ti.

- Yura...

- Escucha. - su tono se oía seguro, todo lo contrario a lo que pasaba en su interior. - Al parecer, o Kirinmaru o Bankotsu, planeaban abusar de ti y, por alguna razón, Magatsuhi lo impidió.

¿Qué? Pero... ¿por qué? Después de todo, él era quién más deseaba desaparecerme, ¿verdad?

- ¿Por qué haces esto? - su pregunta abandonó sus labios antes de que su mente la procesara.

- Porque me metí en esta mierda, los jodí a ustedes y ahora estoy pagando las consecuencias. - sonrió.

- Yura... - observó sus piernas. - ¿Esa sangre es porque...?

- Si... no pude escapar de eso. - la secuencia de aquel brutal acto pasó por su mente, sin embargo, decidió apartarlo rápidamente. - Pero... supongo que es algo que comenzará a perseguirme cuando por fin pueda salir de aquí.

- Yura... - comenzó a llorar nuevamente. - Lo siento... nadie...

- No empieces. - se sentó. - ¿Quieres vivir? Guarda esos sentimientos para cuando volvamos a ver la luz del día, ¿de acuerdo? - sus ojos rosados pasaron por toda la extensión de su rostro. - ¿Kirinmaru te golpeó de esa manera?

- Eso creo. - una sonrisa llena de tristeza se formó. - Lo último que recuerdo fueron sus ojos rojos.

Ya veo... los mismos que aparecían mientras me...

- Son unos bastardos hijos de perra. - desvió su mirada. - Debemos hacerlos pagar.

- Yura... nosotras no podemos hacerlo solas.

- ¡Claro que podemos, Kagome! ¡¿Acaso creen que se metieron con unas cobardes que dejarán que las violen sin más?! No se que piensas tú, pero yo me llevaré la vida de alguno de ellos al infierno.

- Bueno... yo...

- No estoy para excusas. - suspiró. - Estabas llorando por Inuyasha, ¿Qué le sucedió?

La respiración de la morena se detuvo, mientras su rostro se contraía, tratando de no llorar e, inconscientemente, llevó su manos a su cuello, con la intención de acariciar la Perla de Shikon, sin embargo, sólo se topo con su piel.

- Inuyasha... él... está... - las lágrimas la abrumaron nuevamente. - Muerto. - susurró.

- ¿Qué? - susurró, mientras ella asentía. Comenzó a reír a carcajadas, sorprendiéndola notoriamente. - Ay, no es momentos para bromas, niña. - suspiró. - De verdad, ¿Qué le pasó?

- Ya te dije, está muerto. - desvió su mirada, apretando las sabanas bajo sus dedos.

- Es imposible. - se mostraba incrédula. - ¿Quién lo mató? ¿Cuando?

- Uno de los hombres de Kirinmaru... al parecer, le atravesó el pecho con algo, no logré ver que.

- Kagome. - se puso de pie. - Es muy serio lo que estas diciendo, ¿estas segura?

- ¡Yo lo vi! - gritó. - ¡Toqué su piel! ¡Busqué sentir su corazón y no estaba latiendo!

- Eso... eso es imposible, debes estar confundida. - cayó de rodillas nuevamente, con su mirada perdida en un punto del cuarto. - Él... él no puede morir.

- ¡¿Crees que no deseo pensar lo mismo?! - enterró su rostro entre sus rodillas. - ¡Él era el amor de mi vida!

- Inuyasha. - murmuró, al mismo tiempo en que varios recuerdos, de sus días juntos, pasaban por su mente.

Mi amado Inuyasha.

Ambas permanecieron en silencio, el cuál sólo era interrumpido por los sollozos de Kagome. En ese momento, la puerta se abrió y Bankotsu ingresó, con su móvil pegado a su oreja.

- Lo lamento, socio, pero nada pude hacer para salvar su vida. - sonrió, sentándose al lado de la joven. - ¿Sigues sin creerme? Pues, deberías escucharlo de la boca de tu cuñada. - le extendió el teléfono.

- ¿Se... Sesshomaru?

- Kagome, ¿Qué sucedió? ¿Dónde está Inuyasha? ¿Dónde estas tú?

- Dile, preciosa. - sonrió. - Dile lo que viste.

- Inu...Inuyasha está muerto. - pronunció sin más.

- ¿De que estas hablando?

- Yo lo vi... él... no respiraba, su corazón... no latía.

- Kagome...

Ella pasó sus ojos por las manos de Bankotsu, percatándose de que no traía nada en ellas, luego miró a Yura, quién permanecía en estado de shock, entonces comprendió lo que debía hacer.

- La casa. - la sonrisa del moreno se desvaneció. - ¡La casa, Sesshomaru!

- ¡¿Qué demonios haces?! - se abalanzó sobre ella.

- ¡La casa de la última vez! - gritó, mientras el joven cortaba la llamada.

- ¡Eres una maldita...! - elevó su puño, con la intención de golpearla, sin embargo, una patada en su entrepierna lo lanzó al suelo.

- Ni se te ocurra tocarla. - pronunció Yura.

- ¿Tú también? - sonrió, elevándose y tomándola por el cuello, hasta hacerla trastabillar.

- ¡Déjala! - salió de la cama y, fue entonces, en donde se percató del yeso en su pie.

Mi tobillo.

Sin embargo, no fue ningún impedimento para que se lanzara sobre el joven, arañando su cara para que soltara a su, ahora, compañera de prisión.

- ¡Quítate de encima! ¡Maldita perra!

- ¡No ganarás así como así, imbécil!

Unos brazos la envolvieron fuertemente, alejándola del moreno y lanzándola de frente a la cama, en donde el peso de su cuerpo la apretó contra el colchón.

- Eres ruda, primor. - el roce de su aliento con su piel provocó que se estremeciera, tratando de alejarse lo más posible. - Y tu piel es tan suave. - aspiró su aroma, mientras sus manos elevaban la parte baja de su vestido.

- ¡¿Qué haces?! - gritó al sentir el contacto áspero de sus manos contra su trasero.

- Aguantando mis ganas de follarte. - apretó su agarre, mientras deslizaba uno de sus dedos por sus bragas.

- ¡Suéltame! - comenzó a removerse, sintiendo la necesidad imperiosa de alejarlo antes de lo peor.

Él se detuvo, al mismo tiempo en que ella miraba hacia uno de los lados al escuchar a Yura tratando de respirar. Bankotsu la soltó, dejándola caer de cuclillas, alejándose lentamente, al igual que Kirinmaru se despegó de su cuerpo.

Miró sobre su hombro y pudo ver a Magatsuhi sosteniendo un arma, cuyo cañón estaba sobre la parte trasera de la cabeza de su hermano.

- Creí que había sido claro, ¿verdad?

- Bah, ¿crees que me asustas?

- No pretendo hacerlo, hermano.

- Dijiste que no quieres que Kirinmaru la toque porque se parece a tu hija, ¿verdad? - el peliplata no respondió. - ¿Qué sucederá si la matas? ¿No sería como asesinar a tu propia hija? - sonrió, a sabiendas de que había dado en el blanco.

Las palabras de Bankotsu pasaron por su mente, provocando que sus ojos rojos se posaron en los de castaños de Kagome, quién lo observaba con sorpresa.

- ¿Qué sucedió? - guardó el arma y miró a la joven en el suelo, con las marcas en su cuello.

- ¡¿Qué sucedió?! - gritó. - ¡La maldita perra le dijo a Sesshomaru donde estaba!

- Eres un idiota. - sonrió Kirinmaru. - Te dije que no atendieras esa llamada.

- ¡¿Qué acaso ese no era el plan?!

- ¡Pero no darle el teléfono a ella, animal! - la miró, ampliando su sonrisa.

La piel que había estado bajo sus manos había comenzado a quemar, producto del miedo que le generaba el saber las intenciones que poseía hacia ella. Desvió sus ojos a Yura, quién parecía completamente ajena a la situación.

No quiero ni imaginarme lo que es para ti, luego de que este bastardo te hiciera esto, Yura.

Pensó, deseando que ella pudiese oírla en ese momento.

- ¿Qué haces? - elevó su mirada al notar que, nuevamente, los brazos de Kirinmaru la tomaban.

- Tenemos que irnos, preciosa. - acercó sus labios a su cuello. - O tu descaro nos costará caro.

Buscó la mirada de Magatsuhi y notó que no estaba, ¿en que momento se había marchado?

Por eso se comporta de esta manera...

Cerró sus ojos, tratando de no llorar, mientras sus manos recorrían su cuerpo descaradamente, mostrando su claro desafío hacia el peliplata.

- Te prometo que, cuando mi hermano desaparezca, estaré dentro de ti todas las veces que me sea posible.

- Para... - alejó su cara, mientras su lengua recorría su cuello. - ¡Qué pares! - empujaba su torso mientras él apretaba su agarre.

- ¡Te dijo que la dejes! - Yura se puso de pie, sin embargo, Bankotsu la tomó por detrás, inmovilizándola.

- ¡SUÉLTAM...!

Se quedó en silencio, mientras una mezcla de emociones la invadía. El miedo, la incomodidad, la rabia y el dolor se entremezclaron en su pecho, mientras dos de sus dedos viajaban más allá de lo inimaginable. Aquel acto repulsivo provoco que sacara fuerzas de donde no las tenía, logrando aventarlo lo suficiente como para correr al otro lado del cuarto.

Ma... Maldito.

Pensó, apoyándose contra la pared, intentando olvidar aquella sensación que había quedado en su cuerpo. Él sonrió, introduciendo sus dedos en su boca.

- Deliciosa, como esperaba.

- Eres... un bastardo. - gruñó Yura, dificultada por la presión del brazo del moreno.

- ¿Quieres que vuelva a desquitarme contigo? - se acercó, tomándola por el mentón, obligándolo a mirarlo. - Tú no sabes nada mal tampoco.

Son... son unos monstruos.

Kagome cayó de rodillas, cerrando sus piernas con fuerza, reteniendo en lo más profundo de su ser, aquellas lágrimas que pedían a gritos saltar de sus ojos.

- Y tú. - volvió a mirarla. - Será mejor que no digas una palabra... o un dedo será lo más pequeño que sentirás.

Su amenaza logró su objetivo, ya que no tenía ninguna duda sobre que él era capaz de cumplirla sin más, aún si eso implicaba asesinar a su hermano.

- Señor. - Kyokotsu ingresó. - Aquí están las cosas que el señor Magatsuhi ordenó.

- De acuerdo. - soltó a Yura. - Tú encárgate de ella. - miró a Kagome. - Y yo me encargaré de ti, mi amor... no creas que me olvide de nosotros. - tomó las sogas y la venda. - Sólo que ya sabes, los visitantes tienen prioridad.

- Me das asco. - desvió la mirada, sintiendo sus piernas temblar con cada paso que él daba.

- Tranquila. - la elevó por el brazo. - Yo no soy un degenerado como él. - susurró en su oído. - Prometo tratarte bien.

- Oye. - sus ojos verdes se posaron en Renkotsu. - ¿Dónde está el idiota de mi hermano?

- Se fue, señor. - respondió con seriedad. - Sólo nos indicó el lugar a donde debíamos llevarla.

- Será mejor que se apresuren, Sesshomaru no debe tardar en llegar.

Inuyasha, por favor, si estas viendo esto, desde donde quiera que estés... ayúdame a no morir en sus manos, por favor mi amor, protege mi alma.

Pensó, cerrando sus ojos en el mismo momento en que aquella tela gruesa los cubría por completo.


Para su suerte, las calles estaban vacías a esa hora, de lo contrario, probablemente, hubiese ocasionado un accidente. La manera en la que apretaba el volante, reflejaba el calor que recorría su cuerpo, producto de su segunda sangre.

- Señor Sesshomaru. - la voz de Rin sonaba preocupada, lo que lo molestaba más. - Dígame, ¿usted sabe lo que está sucediendo?

- Ya conoces todo, ¿verdad?

- ¿Qué?

- La noche en la que Kagome se quedó en tu casa, debió contarte todo sobre Magatsuhi.

- Magatsuhi. - murmuró. - Si, mencionó que es el padre de Kikyo...

- Él es el causante de que Kagome e Inuyasha no estén.

Y estoy seguro de que Bankotsu también está involucrado.

- Kagome dijo... que parecía una mala persona.

- ¿Mala persona? Hm... - hizo una pausa. - Rin, ¿recuerdas que dije que quería hablar contigo?

- Si...

Comenzó a relatarle todo sobre lo acontecido la noche anterior, en donde había ido en busca de Kagura y Naraku, salvándoles la vida a ambos, de las manos del financiero.

Los ojos de la castaña estaban abiertos de par en par y es que no concebía la idea de todo lo que había sucedido mientras ella dormía plácidamente.

- Fue... ¿por eso que anoche se marchó? - el asintió. - Pero... ¿Qué hace aquí conmigo?

- ¿Qué? - sus miradas se encontraron por un segundo.

- Debería estar con ella... es decir, estuvo al borde de la muerte... usted fue su pareja, estoy segura de que ella...

- Ella querría irse de mi casa en el mismo instante en el que despertara y me viera a su lado.

- ¿Cómo puede estar seguro?

- Porque ya me ha dejado en claro, que no siente nada por mi y quiere tener el menor contacto posible.

- ¿Y usted? ¿Siente algo por ella?

Un pequeño silenció invadió el ambiente, tensionando el cuerpo de la joven. Él extendió su mano, colocándola sobre su pierna desnuda.

- Confía en mi, no hay nada entre los dos.

Una pequeña sonrisa se formó en sus labios, mientras entrelazaba su mano a la de él, sellando una promesa implícita que florecería cuando todo esto terminara.

Llegaron al lugar, en donde ella descendió y comenzó a correr escaleras arriba sin siquiera reparar en los móviles policiales estacionados a unos metros de ellos.

- Señor, ¿Quiénes...? Oh, señor Sesshomaru, disculpe. - pronunció el oficial. - ¿La señorita...?

- Es mi pareja. - respondió seriamente. - Y su familia vive en esta casa.

- De acuerdo, entonces, pueden pasar.

Se hizo a un lado, mientras el peliplata comenzaba a subir las escaleras con la calma que lo caracterizaba, observando detenidamente el lugar. Se detuvo al lado de la gran mancha de sangre y, por su tamaño, pensó que podía tratarse de su empleado.

- ¡Tía! ¡Tía! - gritaba mientras corría. - ¡Tía Nohami!

- ¡Rin! - salió por la puerta abierta de par en par. - ¡Rin! ¡por fin estas aquí!

- Tía... - la abrazó fuertemente. - ¿Qué pasó? ¿Qué les dijeron?

- Rin...

- Abuelo. - soltó a la mujer y se acercó a abrazarlo. - Tranquilo, abuelo. - cerró sus ojos, tratando de no llorar frente a él. - Todo... todo estará bien, te lo prometo.

- Gracias, hija. - emitió una leve sonrisa y, por el color de sus ojos, supo que había estado llorando.

Sin soltarlo, volvió su mirada a su tía.

- ¿Dónde está Sota? - posó sus ojos castaños sobre los policías que iban de aquí para allá.

- Los Tendo vinieron por él, Akane y Ranma se ofrecieron a cuidarlo, por suerte. - suspiró. - Y, por suerte, el abuelo no lo dejo entrar a la casa.

- No podía permitir que viera... eso.

- ¿Qué dice la policía?

- Están buscando rastros, pruebas, algo que les indique de quién se trata.

Magatsuhi...

El nombre del hombre que no conocía, pasó por su mente, sin embargo, no estaba segura de revelar lo que sabía, después de todo, ya suficiente tenían con todo lo que habían encontrado.

Mientras tanto, Sesshomaru, quién había llegado a la cima, se mantenía alejado, observando todo el lugar, como si buscase indicios por su cuenta.

- ¿Qué saben hasta ahora? - le preguntó al oficial que pasó a su lado, provocando que se detuviera.

- No mucho, señor, pero, al parecer la entrada no fue forzada para nada, eso suele ser un indicio de que la persona conocía el lugar el lugar.

- Hm...

Como se nota que no tienen ni la menor idea de con quién están tratando.

Pensó, ingresando a la casa. Sus orbes dorados se dilataron al observar el gran charco de sangre que se alzaba en el suelo, era la sangre de su hermano, no necesitaba pruebas, estaba seguro. Cualquier persona podría haberse derrumbado en ese mismo instante, sin embargo, él no se inmutó. Tomó su celular y marcó el número de alguien que, pensaba, podía ser de su ayuda.

El tono se marcado se hizo eterno, sin embargo, la voz que deseaba escuchar llegó a su tímpano.

- ¿Quién habla? - preguntó sin siquiera saludar.

- Koga, ¿Dónde está tu hermano?

- ¿Sesshomaru? - se sorprendió. - ¿Qué sucedió? - por alguna razón, el hecho de recibir su llamado lo alertó, sobre todo al escuchar su pregunta.

- Tú hermano se llevó a Kagome e Inuyasha.

- ¡¿Qué?!

- Al parecer no estas enterado de nada... ¿Dónde está ese bastardo?

- Al parecer, tú tampoco estás enterado de que él y yo ya no hablamos... me sorprende, siendo que tú mismo nos viste... ¿Cómo sabes que él tiene a Kagome y ese idiota?

- Tienes dos opciones, o vienes a la casa de Kagome y lo corroboras tú mismo o esperas mi llamado y te diré el siguiente paso.

- Oye, yo no sigo órdenes de nadie...

- ¿Ni siquiera cuando ella está en peligro?

- No me dejaste terminar, imbécil. - gruñó. - Sólo por eso es que esperaré tu llamado, de nada sirve que vaya si ya estás ahí.

- De acuerdo. - cortó y salió.

Sus ojos se posaron en las estrellas, entrecerrándose. Su sangre se mantenía tranquila, ¿por qué? después de todo, al ver eso, lo esperado era que tuviese que controlarse para no derribar media casa.

Volvió a encender la pantalla y marcó el siguiente número. Nuevamente, el tono de marcado se hizo esperar demasiado.

- Estaba esperando tu llamado. - su tono soberbio lo enfermó. - Pensé que serías más rápido, socio.

- ¿Dónde los tienes?

- ¿Tenerlos? ¿A quienes?

- No te hagas el imbécil, si es que no quieres morir en mis manos.

- Si claro. - rio. - Te aviso que sólo tengo a tu querida cuñada, mejor dicho, mi futura mujer. - apretó su puño. - Tú amado hermano murió a manos de otra persona, lo siento, pero no pude hacer nada por él.

- ¿Acaso crees que soy un idiota?

- ¿No me crees? Bueno, ese es tu problema, pero... - pudo escuchar que comenzaba a caminar. - Lo lamento, socio, pero nada pude hacer para salvar su vida, ¿sigues sin créeme? Pues, deberías escucharlo de la boca de tu cuñada.

- ¿Se... Sesshomaru?

- Kagome, ¿Qué sucedió? ¿Dónde está Inuyasha? ¿Dónde estas tú? - las tres preguntas abandonaron su boca en un momento de impulsividad.

- Dile, preciosa. - escuchó la voz de Bankotsu a su lado.

- Inu...Inuyasha está muerto. - pronunció sin más.

- ¿De que estas hablando? - entrecerró sus ojos.

- Yo lo vi... él... no respiraba, su corazón... no latía.

- Kagome... - pronunció con suavidad, sin embargo, no logró terminar.

- La casa... ¡La casa, Sesshomaru! - abrió ligeramente sus ojos.

- ¡¿Qué demonios haces?! - la comunicación se volvió intensa, sabía que del otro lado ella estaba forcejeando con el joven.

- ¡La casa de la última vez! - gritó, al mismo tiempo en que la llamada se cortó.

Volteó y salió inmediatamente, acercándose a Rin y su familia.

- Buenas noches. - pasó fugazmente la mirada por la mujer y el anciano. - Rin, quédate aquí, regresaré en cuanto pueda. - decidió no decir nada, sólo para no arriesgar más vidas.

- ¿Sucedió algo? - preguntó, al notarlo un poco alterado, algo inusual en él.

- Te llamaré luego, lamento no poder quedarme. - aquello último lo mencionó mirando los ojo de Nohami.

Sin decir más, regresó sobre sus pasos, en dirección a su auto.

- ¿Recuerdas la casa de la última vez? - pronunció apenas el moreno respondió la llamada.

- ¿El lugar de donde sacamos a Kagome y Rin?

- Ve hasta allá... y cuida tus espaldas. - cortó, marcando el número de sus hombres, con la finalidad de conseguir refuerzos.

Están muy equivocados si piensan que caeré en sus juegos.

Pensó, encendiendo el vehículo y partiendo hacia su destino.


Kagome

Unas nuevas manos tomaron mi cuerpo al momento en que la oscuridad me envolvió por completo, sin embargo, no se trataba de Bankotsu, mucho menos de Kirinmaru, ¿Cómo lo supe? porque su agarre se sentía mucho más suave y sin intenciones de dañarme, lo cuál sonaba paradójico, teniendo en cuenta la situación. Quién quiera que sea que sostenía mi brazo, me guio por la casa con sumo cuidado, sólo apretándome levemente cuando, al parecer, trataba de desviarme o mis pasos eran dudosos.

- Baja con cuidado. - fue la primera frase que pronunció desde que salimos de la habitación.

Descendimos las escaleras y, al llegar al final, mi cuerpo se tensó al escuchar la voz de aquella chica, la cuál no conocía.

- ¿A dónde me llevan? - preguntó, completamente asustada. - ¿Dónde está mi hermana?

¿Hermana?

- ¿Me van a matar?

Nadie respondía.

- ¿Abi? - la voz de Yura se escuchó a unos pasos de los míos.

- ¿Yura? ¡Yura! ¡Oh por dios! - comenzó a llorar, no podía verla, pero si visualizaba su llanto. - ¡Tengo miedo!

- Tranquila. - supe, por su tono, que estaba completamente quebrada, pero no deseaba demostrarlo. - Nadie te va a lastimar, lo prometo.

Por un momento pensé que Bankotsu o Kirinmaru iban a pronunciarse al respecto, sin embargo, no pronunciaron una palabra, lo que me llevó a preguntarme si seguían ahí.

- Caminen. - un hombre habló de repente.

Supe que habíamos salido hacia afuera en el momento en el que aire frio de la noche abrazó mi cuerpo, el cual sólo estaba cubierto por aquel delgado vestido, el cuál parecía haber sido usado para dormir.

- Yura. - pronuncié, para asegurarme de que estaba cerca de mi, sin embargo, no oí su respuesta. - ¿Yura?

- ¿Te doy un consejo? - mi captor me detuvo. - Preocúpate por ti.

- ¿A donde nos llevan? ¿Qué planean hacernos?

- Yo sólo sigo órdenes, linda.

Antes de que pudiese pronunciar otra palabra, el ruido de un auto deteniéndose frente a nosotros, me hizo enmudecer. Sentí sus manos nuevamente en mis brazos y volvió a guiarme, ésta vez, hasta alguna parte del vehículo, en dónde sentí abrirse la parte de la cajuela.

- ¿Qué? - murmuré.

- Lo lamento, pero es lo que me dijeron.

Me ayudó a ingresar, ya que mis manos se encontraban atadas detrás de mi espalda y mis ojos completamente privados de la visión, debido a la gruesa venda que los cubría. Me acosté de lado, suspirando levemente y, segundos después, la puerta se cerró.

¿En que momento llegamos a todo esto?

Aquella duda, inevitablemente, rompió mi corazón en dos.

¿Recuerdas como comenzó todo?

Me pregunté internamente, al recordar aquel instante en el tren, en donde lo único que había llamado mi atención esa mañana, era aquella larga y perfecta cabellera plateada, la cuál, un mes después tuve entre mis dedos, junto con sus labios, su cuerpo y su alma.

- Inuyasha. - murmuré, permitiéndome llorar con total libertad al saber que estaba completamente sola. - ¿Por qué, mi amor? ¿Por qué te arrancaron de mi lado?

Yo siempre te protegeré Kag, jamás te dejaré sola.

Imaginarme aquellas palabras, pronunciadas con su suave y cálida voz, me generaba una falsa sensación de seguridad, una a la que debía aferrarme, si es que deseaba salir con vida.

- Te amo, Inu... te prometo que jamás olvidaré todo lo que nos prometimos. - mi voz temblaba y mi respiración se volvía dificultosa, en parte por la angustia y en parte por lo estrecho del lugar.

Decidí comenzar a revivir en mi memoria cada momento compartido, cada caricia, cada beso, cada palabra, cada promesa, sonriendo por momentos al recordar algún chiste o momento ameno, sobre todo aquellos en donde lo observaba interactuar con su hermano, su padre o Miroku.

Aún no caía en la cuenta de que, si lograba sobrevivir, él se convertiría en un recuerdo, uno que permanecería dentro de mi, sin embargo, su presencia en mi vida dejaría de ser una realidad, ¿de verdad estaba preparada para afrontar lo que venía? La respuesta era obvia, pero no me quedaba opción... no cuando la muerte era lo único irremediable.

Lloré... lloré hasta que mis ojos ardieron y la venda me molestaba, lloré hasta que mi propia respiración me ahogaba y mi abdomen comenzaba a doler por la fuerza ejercida en cada pseudo grito que trataba de contener. No me importaba que iba a ser de mi, ya que sólo él estaba en mi mente, él y el deseo de volver a escucharlo.

Ni siquiera me di cuenta en el momento en que el auto se detuvo, ya que fui consciente de que habíamos llegado a nuestro destino cuando la cajuela del auto se abrió y, la misma voz masculina, me indicaba que debía salir.

Con su ayuda, descendí y, una vez más, me guio por donde sea que estuvieramos.

- Déjala, desde aquí, me encargo yo.

Kirinmaru.

Apreté mis puños a mis espaldas y sentí mi cuerpo tensarse como si estuviese a punto de convertirse en roca.

- Tenga cuidado al descender. - murmuró el hombre, antes de soltarme.

¿Descender? Estamos al aire libre...

El agarre de la áspera y espantosa mano de Kirinmaru era mucho más fuerte que la del otro joven, sin embargo, decidí no pronunciarme al respecto. Nos detuvimos y sentí su aliento sobre mi oído.

- Volveré por ti cuando nos hayamos desecho de ese molesto Sesshomaru... espérame, primor.

Acto seguido, me lanzó por lo que quedaba de las escaleras, arrancándome un grito de dolor, producto del golpe que me di en mi tobillo fracturado, pero sobre todo, porque aterricé sobre mi rostro, el mismo que su puño se había encargado de marcar.

Jamás sentí tanto dolor en mi vida, ni físico ni emocional... esta gente, sólo es feliz si causa dolor, sufrimiento, muerte...

Estaba a punto de volver a romper en llanto, mientras trataba de sentarme, pero mi corazón se detuvo, al igual que mi respiración, en ese mismo instante en que escuché mi nombre.

- ¡Kagome!

No puede ser... por dios, ¡No puede ser!

- ¿¡Inuyasha!?.