Azúcar, flores y muchos colores. Estos fueron los ingredientes elegidos para crear a la niñita perfecta, pero el Profesor Utonio agregó accidentalmente otro ingrediente a la fórmula: la Sustancia X...

¡Y así nacieron Las Chicas Superpoderosas!
Con sus ultra súper poderes, Bombón, Burbuja y Bellota dedican su vida a combatir el crimen y las fuerzas del mal.

La ciudad de Saltadilla, una tranquila y progresista metrópolis donde los ciudadanos conviven pacíficamente y en armonía. Múltiples villanos han intentado perturbar la paz de esta pacífica ciudad, pero ninguno ha logrado jamás su cometido, ya que Saltadilla, entre todas las cosas que la caracteriza, es el hogar de Las Chicas Superpoderosas, quienes se han encargado de mantener todo bajo control en sus más de diez años de labor.

No obstante, algo fuera de lo común ocurrió un día en particular: un gigantesco robot de más de diez metros se presentó en la ciudad haciendo estragos a su alrededor, pero no había señal alguna de las heroínas.

El robot detuvo su camino en la prisión de máxima seguridad de Saltadilla, a la cual le arrancó el techo con suma facilidad.

-¡Cierra la ventana que hace frío! -dijo uno de los guardias descansando.

-Ay, es que está muy lejos -le respondió su compañero moviendo ligeramente la mano.

Ambos guardias salieron volando hacia el mar por un manotazo del gigante de hierro, quien destruyó todas las celdas del establecimiento con un rayo láser.

Libres, todos los reclusos se formaron frente al gigantesco robot, y de su pecho se abrió una escotilla. Una atemorizante sombra con una inmensa capa comenzó a descender de la colosal máquina y se presentó ante todos los criminales. Aquella figura se trataba de nada más y nada menos que el más grande y temido villano de Saltadilla, además de ser el eterno némesis de Las Chicas Superpoderosas: Mojo Jojo.

-¡Queridos delincuentes de Saltadilla, me alegra hacerles saber que, esta noche, la ciudad es nuestra! -anunció el villano haciendo un puño al aire.

Temeroso, uno de los reclusos hizo una pregunta.

-¿Y qué hay de Las Chicas Superpoderosas?

Fue entonces que Mojo no pudo evitar formar una sonrisa de oreja a oreja.

-No tienen que preocuparse por esas mocosas entrometidas -aseguró sonriente-. Para cuando se den cuenta de lo que está ocurriendo, esas mocosas estarán... ¡Muertas!

Sorprendidos por la noticia, el público comenzó a alterarse.

-Verán: yo, Mojo Jojo, logré infiltrarme en el hogar de Las Chicas Superpoderosas haciéndome pasar por un humilde reparador de aires acondicionados, y mientras ellas no miraban, manipulé su tonto teléfono para convertirlo en una bomba de tiempo -explicó su plan con magnificencia-. Cuando el Alcalde las llame para pedirles ayuda... ¡BUM! ¡Volarán en mil pedazos!

Todos los criminales comenzaron a festejar a los gritos tras escuchar las palabras de Mojo.

-¡Ahora, delincuentes de Saltadilla, es hora de tomar lo que nos pertenece! -exclamó apuntando hacia la ciudad.

Saltadilla se había convertido en un completo caos: el crimen acechaba en cada esquina, y los ciudadanos no tenían de otra más que correr por su vida. Un hombre escapó a toda velocidad en su auto, pero en el camino chocó con algo que lo detuvo: una enorme criatura rosada vestida como granjero llamada Peludito.

-¡Estaba tomando una siesta! -gritó rojo de furia y arrojó el auto con el hombre adentro contra un edificio.

Afuera del banco, los policías rodearon a una mujer con una gabardina y sombrero sosteniendo bolsas cargadas de dinero.

-¡Las manos en alto, señorita! -ordenó uno de los oficiales.

-Como ordene -dijo la mujer y levantó las manos.

No obstante, de su sombrero salieron mechones de cabello de gran longitud que le arrebataron con suma facilidad las armas a los policías. Se trataba de la fatal mujer llamada Sedusa.

-Ahora, ¿quién de ustedes sería tan amable de llevarme a casa? -preguntó a punta de pistola.

-Por aquí, señorita -respondió temeroso el oficial y abrió la puerta de su patrulla.

-Muchas gracias, caballero -agradeció ella con sensualidad y subió al vehículo.

En otra parte, una mujer huía aterrada con su bebé en brazos. Sin embargo, tropezó y el niño salió volando a las manos de un hombre con lentes y piel verdosa.

-Qué lindo bebé, ¿lo quiere de vuelta? -preguntó el sujeto extendiendo el niño.

Justo cuando la mujer se acercaba para sostener a su hijo, el hombre lo lanzó sobre su cabeza.

-¡Atrápalo, Billy!

Otro verdoso sujeto de gran tamaño atrapó al bebé y comenzó a reírse torpemente.

-Billy ahora es mamá -dijo entre risas.

La pobre madre corrió para socorrer a su hijo, pero nuevamente fue lanzado, esta vez hacia un individuo con apariencia de serpiente, quien le sacó la lengua y volvió a arrojarlo. Quien atrapó al infante fue un sujeto de ojos saltones y gran joroba, que igualmente le sacó la lengua. La suerte de la horrorizada mujer empeoró cuando un pequeño hombrecito se trepó a su espalda y la jaló del cabello.

-¡Arre, arre! -exclamó.

Quienes le estaban jugando esa espantosa broma era La Banda Gangrena, conformada por Ace, el gran Billy, Serpiente, Genio y el pequeño Arturo.

Mientras tanto, una exorbitante cantidad de cucarachas se habían reunido en el centro de la ciudad, y formaron a un gigantesco monstruo que comenzó a destruir todo a su paso, incluyendo las vías férreas de un tren lleno de gente, el cual estaba a tan solo unos pocos metros de caer al vacío.

Todo el caos estaba siendo observado desde el ayuntamiento de Saltadilla por la secretaria del Alcalde, la señorita Sara Bello, quien horrorizada fue a despertarlo de su profundo sueño.

-¡Alcalde, es horrible! -gritó nerviosa mientras sacudía al Alcalde-. ¡Tiene que llamar a Las Chicas Superpoderosas!

El Alcalde, un pequeño hombre de menos de metro y medio, respondió ante el griterío de su secretaria.

-Ay, Señorita Bello, ¿por qué no lo hace usted misma? -sugirió entre bostezos.

- Usted decretó que era el único que podía llamar a las chicas, ¿recuerda?

-¿Yo hice eso? -preguntó confundido-. Bueno, no puede ser para tanto.

Inmediatamente, la Señorita Bello agarró a su jefe y lo colocó frente a la ventana.

-¡¿En serio esto no le parece para tanto?!

-Por favor, Señorita Bello -respondió el Alcalde completamente calmado-. Tenemos que dejar de depender tanto de Las Chicas Superpoderosas y comenzar a solucionar nuestros problemas por nosotros mismos. Juntos, debemos crear una sociedad trabajadora e independiente de soluciones externas.

-Acaban de destruir el puesto de helados -mintió.

-¡¿Hicieron qué?! -exclamó aterrado y comenzó a caminar hacia su oficina-. Esto es inaudito, ¿cómo se atreven esos malhechores a destruir un lugar tan importante para la progresión de la sociedad? Esta vez sí que cruzaron la línea. Definitivamente, es un trabajo para Las Chicas Superpoderosas.

Una vez llegó a su oficina, el Alcalde tomó el teléfono con la forma de una cara sonriente y se lo colocó en su oído.

-¿Aló? ¿Chicas Superpoderosas?

La única respuesta que recibió fue un ensordecedor estruendo que lo obligó a dar por finalizada la llamada.

-Bueno, supongo que no están de humor -concluyó optimista.

-¡Alcalde, mire!

Lo que tanto el Alcalde como la Señorita Bello vieron fue un enorme cráter en donde antes solía estar el hogar de Las Chicas Superpoderosas. Ante semejante imagen, los villanos comenzaron a reír sin cesar al dar por muertas a las entrometidas que siempre frustraron sus planes, pero ninguno estaba más feliz que Mojo Jojo.

-¡Por fin! ¡Yo, Mojo Jojo, he exterminado a mis más grandes enemigas! -exclamó satisfactoriamente-. ¡Ellas perdieron, y yo gané! ¡Mojo Jojo es el vencedor, y ellas las perdedoras! ¡Ahora Saltadilla me pertenece! ¡O, en otras palabras, le pertenece a mí! ¡A Mojo Jojo! ¡Solo yo, como individuo! ¡No un grupo colectivo de personas!

Mientras el villano seguía hablando solo, el Alcalde y la Señorita Bello buscaban otras alternativas para salvar la ciudad.

-¿Qué sugiere que hagamos ahora? -preguntó el gobernador.

-Bueno, ¿a quién más se le ocurre que podemos llamar? -sugirió la secretaria.

-¿Los Amigos de la Justicia?

-Se separaron.

-¿Los Chicos del Barrio?

-En el espacio.

-¿Capitán Justo y Mano Derecha?

-Alcalde, por última vez: tienen más de cien años, y están muertos.

-Oh, supongo que es el fin de Saltadilla -concluyó en un tono pesimista.

Interrumpiendo su conversación, la mano del robot de Mojo atravesó la ventana y agarró al Alcalde por sorpresa, para luego introducirlo en su cabeza, en donde estaba el villano pilotando.

-¡Mojo Jojo! -exclamó el hombre mayor-. ¡Sabía que tú estabas detrás de esto!

-¿Le gustó lo que hice con su ciudad, Alcalde? Es algo que estuve planeando durante el último año. Admito que llevó su tiempo, pero la espera valió la pena -dijo entre risas-. Ahora, hay algo de usted que siempre quise.

El simio agarró entonces una pistola y se acercó lentamente hacia el temeroso Alcalde.

-¡¿Qué?! ¡¿Qué puedes querer de mí?!

-¡Su sombrero!

-¡No! ¡Malvado! ¡No puedes tener mi sombrero!

-¡Matanga dijo la changa! -expresó y le robó el sombrero.

Mientras el Alcalde lloraba de impotencia, Mojo se colocó el sombrero sobre el casco que cubría su prominente cerebro y comenzó a carcajear.

-¡Ahora que Saltadilla es mía, nadie podrá detenerme! ¡A mí! ¡A Mojo Jojo!

Con la ciudad hecha un completo caos y sin rastro de Las Chicas Superpoderosas, parecía ser el fin para los nobles ciudadanos de Saltadilla.

Al tren lleno de pasajeros solo le faltaban unos pocos centímetros para caer al vacío. No obstante, la máquina se detuvo bruscamente a último momento. Cuando el maquinista se dio cuenta, había un gran bache con la silueta de una persona en el frente del tren.

Mientras el policía conducía, Sedusa se maquillaba en el asiento del pasajero. De la nada, el vehículo frenó, lo que provocó que la mujer se pintase la mitad del rostro con el lápiz labial.

-¡Oye! ¡¿Dónde demonios aprendiste a manejar?! -interrogó furiosa.

Sin embargo, el policía había escapado.

-¡Soy un hombre casado! ¡Soy un hombre casado! -gritaba a lo lejos mientras corría.

El capó del auto tenía un profundo golpe. Sedusa salió con la esperanza de escapar, pero fue cubierta por una sombra que parecía venir desde el cielo.

-¡Ah, diablos!

La pobre madre que no paraba de llorar fue sorprendida por un resplandor tricolor que, a la velocidad de la luz, hizo desaparecer a La Banda Gangrena y devolvió su bebé a sus brazos.

Una vez más, los delincuentes se formaron frente al robot para recibir otro discurso de Mojo Jojo. De la escotilla, bajó rodando el Alcalde completamente sometido por una soga, y los villanos aprovecharon su momento de debilidad para patearlo incesantemente.

-¡Querida ciudad de Saltadilla! ¡Como su nuevo alcalde, decreto que, a partir de esta noche, todo crimen de cualquier tipo está permitido! Siempre y cuando no sean atrapados por Las Chicas Superpoderosas, claro -agregó-. Esperen... ¡No pueden! ¡Porque están muertas!

Todos los criminales comenzaron a carcajearse, pero tuvieron que cesar sus risas una vez vieron que Sedusa y toda La Banda Gangrena cayeron inconscientes frente a ellos. Sorprendido, Mojo se quedó con la boca abierta.

-¿Quiénes están muertas, Mojo? -dijeron tres voces femeninas al unísono.

El silencio se apoderó del público en cuanto vieron a un resplandor celeste, rosa y verde, similar a un arcoíris, descender del cielo a toda velocidad, provocando una intensa nube de polvo que cegó a todos los presentes.

Una vez el escenario volvió a ser visible, se presentaron ante todos los criminales tres adolescentes uniformadas con distintos colores; la comandante y líder Bombón, la pelirroja con moño rojo y traje rosa; la dulce y risueña Burbuja, la rubia con dos coletas y traje celeste; y la ruda peleadora Bellota, de alborotado pelo negro y traje verde.

-¡¿Las Chicas Superpoderosas?! -dijeron temerosos los criminales al unísono.

-¡¿Las Chicas Superpoderosas?! -exclamaron alegremente los ciudadanos.

-¡¿Las Chicas Superpoderosas?! -dijo la Señorita Bello sorprendida.

-¡¿Las Chicas Superpoderosas?! -expresó el Alcalde aliviado.

-¡¿Las Chicas Superpoderosas?! -gruñó Mojo Jojo enfurecido-. ¡¿Pero cómo?! ¡Las volé en mil pedazos!

-No estábamos en casa -declaró Bombón.

-Sí, fuimos a hacer las compras -explicó Burbuja inocentemente.

-¡¿Las compras?! ¡¿A altas horas de la noche?! -interrogó el simio.

-Pregúntale a Burbuja -dijo Bellota molesta-. Ella olvidó el puré de tomate para la cena y tuvimos que buscar por toda la ciudad.

Entre risas, la rubia se sobaba la cabeza.

-Vaya plan maestro, jefe -se quejó Sedusa adolorida.

-Oye, fue un fallo de cálculo, ¿sí? -se justificó Mojo-. Todo el mundo comete errores.

-Sí, pero este es como tu... octogésimo quinto plan maestro que falla -recordó Bombón después de contar.

-¡Claro que no!

-¡Claro que sí! ¿Hace falta que te recuerde cuando convertiste a todo el mundo en perros?

-O cuando iniciaste una rebelión de monos -agregó Burbuja.

-O cuando intentaste obtener nuestros poderes -añadió Bellota.

-O la vez que mandaste un misil en nuestro cumpleaños.

-O la tina de chicle.

-E incluso una vez nos dejaste encerradas en tu guarida y ni así pudiste hacernos nada -recordó Bellota con gracia.

-Es verdad, ya lo había olvidado -se rió Burbuja.

-Como sea, Mojo, ya llevas diez años haciendo esto y siempre terminas fallando -concluyó Bombón-. Ya búscate un trabajo honesto.

Rojo de ira, Mojo estalló contra ellas.

-¡BASTA! ¡Se suponía que debían estar muertas! ¡Yo lo planeé todo!

-¿Cómo? -preguntó la rubia.

-¿Cómo qué?

-¿Cómo planeabas asesinarnos exactamente? -interrogó la pelirroja.

-Sí, explícate, chango -dijo la pelinegra.

-Pues, yo implanté una bomba en su teléfono, así que ni bien el Alcalde las llamase... ¡BUM! ¡Muertas!

Las tres se quedaron en silencio absoluto al escuchar el plan.

-¿En serio? -cuestionó Bombón.

-¡Sí, en serio! Solo una llamada y... ¡BUM! ¡Las tres muertas!

De nuevo, el silencio fue la única respuesta de las chicas, hasta que Bellota decidió opinar.

-Qué plan tan estúpido.

-Ya basta de juegos -ordenó Bombón-. Irás a la cárcel por lo que le hiciste a la ciudad y a nuestra casa, Mojo -lo amenazó con el ceño fruncido.

-¡Nunca! -exclamó y volvió a meterse en el robot con el Alcalde como rehén-. ¡Se suponía que hoy sería la noche en la que ustedes muriesen, y me encargaré de que sea así! ¡ACABEN CON ELLAS! -ordenó señalando con la mano del colosal robot.

-Ay, este nunca aprende -se quejó Bellota.

-¿No se aburre de fracasar por diez años seguidos? -agregó Burbuja.

-¡Concentración, chicas! -interrumpió Bombón-. Es hora de enseñarles a estos cabezas de chorlito lo que pasa cuando se meten con Las Chicas Superpoderosas.

-Me encanta cuando hablas así -opinó la verdosa e hizo tronar sus nudillos

En un abrir y cerrar de ojos, las tres se abalanzaron contra el grupo de criminales para propinarles una paliza. Bombón les daba golpes certeros para noquearlos rápidamente. Burbuja prefería solo esquivarlos con pasos de ballet y hacer que se golpeen los unos a los otros. Bellota no tenía ningún cuidado y los molía a puñetazos.

Llegó un punto donde cada una sujetó a un criminal y los lanzaron para que se chocasen entre sí. Con los delincuentes menores despejados, el primero de los supervillanos en atacar fue Sedusa, quien no le costó nada atrapar a las tres hermanas con su cabello y estamparlas contra el piso.

-¡Giren como agujas de reloj! -ordenó Bombón.

Inmediatamente, el trío comenzó a dar vueltas a gran velocidad alrededor de Sedusa, hasta finalmente enredarla con su propio cabello y dejarla incapacitada de un golpe por parte de Bellota.

Las chicas se vieron obligadas a separarse tras el ataque combinado de La Banda Gangrena y Peludito, éste último usando su banjo como arma. Burbuja aprovechó y le arrebató el instrumento de las manos.

-Préstamelo un segundo, ¿sí? -dijo ella dulcemente.

-¡ES MI PROPIEDAD! -gritó Peludito enfurecido.

Bombón y Bellota no tuvieron ningún problema con los criminales verdosos, salvo por el gran Billy, quien no parecía inmutarse ante ninguno de sus puñetazos.

-Jejeje, Billy ser muy fuerte.

Como contraataque, el grandote utilizó su panza para mandarlas a volar a ambas. En eso, Burbuja apareció y le ofreció el banjo.

-Toma, Billy. Te lo regalo.

-Gracias, Burbuja.

Cuando se dio cuenta, tenía a un rabioso Peludito saltando sobre él.

-¡ES MÍO!

Fue entonces que la rosada criatura comenzó a golpearlo salvajemente sin cesar.

-¡Por favor, Bellota, no lo hagas! -empezó a rogar Ace-. ¡Creí que te gustaba mi música!

-¡No debiste dejar la banda, Ace! -exclamó ella.

El líder de La Banda Gangrena terminó inconsciente de una patada, al igual que el resto del grupo. De la misma forma, Peludito cayó derrotado tras que Burbuja le rompiese su propio banjo en la cabeza.

-¡¿Esto es todo lo que tienes, Mojo?! -puso el grito en el cielo la verdosa-. ¡¿Solo un montón de villanos mediocres que ya vencimos mil veces?!

-¡Ah, no sé! -respondió el simio-. ¡Creo que todavía no has notado a la cucaracha de diez metros que tienes detrás tuyo!

-¡¿De qué estás... ?!

La chica se dio cuenta que, tal cual había dicho Mojo, tenía a una cucaracha de diez metros detrás suyo. El colosal insecto comenzó entonces a lanzar varios vehículos hacia las heroínas. Justo cuando Bellota estuvo a punto de freír a uno de los autos con su visión térmica, fue detenida por Bombón.

-¡No, Bellota! ¡Mira bien!

Burbuja detuvo uno de los vehículos con toda su fuerza, el cual tenía en su interior a una familia aterrorizada. Las chicas entonces volaron a toda velocidad para detener la caída del resto de autos.

-¡¿Por qué siempre tienes que actuar a lo bruto?! -regañó la rosada a su hermana en el aire-. ¡¿Podrías comenzar a pensar más con la cabeza y menos con los puños?!

-¡Lo dices como si tú nunca hubieses hecho lo mismo! -respondió molesta-. ¡Perdóname por ser humana y cometer errores, señorita perfecta!

-¡Claro que cometí errores, pero jamás estuve a punto de freír a una familia entera! ¡Tus tonterías ponen en peligro a gente inocente!

-¡Dile eso a todas las tiendas y almacenes que has destruido en tus peleas!

-¡¿Estás comparando un lugar con personas?! ¡No tiene ningún sentido!

-¡Claro que lo tiene! ¡¿Acaso crees que la gente crea dinero de la nada?!

La discusión se había agravado hasta el punto de que se olvidaron por completo del combate. Burbuja tuvo que detenerlas, pero no hubo resultado.

-Chicas. ¡Chicas! ¡Chicas! -aumentaba cada vez más su voz.

Harta, la rubia puso el grito en el cielo.

-¡CHICAS!

Aturdidas por el ruido, no tuvieron más opción que acabar con su discusión.

-¡¿Qué?! -dijeron las dos al unísono.

-¡¿Se olvidaron de que estábamos peleando contra una cucaracha de diez metros?! -preguntó molesta.

-Oye, es verdad -se dio cuenta Bombón-. ¿Dónde se metió?

En un parpadeo, el gigantesco insecto devoró a las tres de un bocado.

-¡Oh, no! -exclamaron los ciudadanos.

-¡Oh, no! -expresó la Señorita Bello.

-¡Oh, no! -dijo el Alcalde.

-¡Oh, sí! -festejó Mojo incapaz de contener su alegría-. ¡Qué poco les duró su patética esperanza, habitantes de Saltadilla! Ahora, ¡¿qué les parece si reanudamos las cosas en donde las dejamos?!

No obstante, el estómago del bicho comenzó a iluminarse con un fuerte resplandor de color rojo, el cuál liberó una gran explosión que desintegró al monstruo.

-¡Me vengaré, Chicas Superpoderosas! -gritó la cucaracha líder mientras caía.

-¡Se me metieron en la boca! -se quejó Burbuja mientras escupía y se limpiaba la lengua.

-¡Eso fue lo más traumático que me pasó en la vida! -expresó Bellota tiritando de miedo.

-¡Tengo cucarachas en el cabello! ¡TENGO CUCARACHAS EN EL CABELLO! -exclamó Bombón mientras pasaba sus manos por toda su cabeza.

Al ver que sus enemigas seguían con vida, Mojo Jojo largó un fuerte y prolongado quejido.

-¡Son una bola de inútiles! ¡Todo tengo que hacerlo yo!

Inmediatamente, el simio apretó un botón que hizo que el robot fuese cubierto por una armadura metálica.

-¡No importa! ¡Si tienen que morir, será por mis manos! ¡Las mías! ¡Las de Mojo Jojo!

Los dedos de la máquina se convirtieron en misiles, los cuales comenzaron a perseguir a las heroínas.

-¡Sepárense! -ordenó Bombón.

La rosada se deshizo de los misiles que la perseguían congelándolos con su aliento gélido y rompiéndolos de una patada. Burbuja dio varias vueltas en el aire hasta que consiguió que se chocasen entre sí. Para su sorpresa, uno de los proyectiles seguía intacto y se acercaba a toda velocidad hacia ella, por lo que trató de cubrirse. Inesperadamente, cuando el misil hizo contacto con la chica, una pequeña descarga eléctrica la protegió y destruyó el proyectil.

-¿Qué fue eso?

Bellota fue volando hacia un edificio, ascendió a gran velocidad, y provocó que impactaran contra éste. No obstante, el robot la estaba esperando en la cima.

-¡Sorpresa! -dijo Mojo.

La verdosa se estrelló contra el asfalto por un fuerte puñetazo de la máquina. Bombón se dio cuenta entonces que el edificio estaba a punto de caer sobre una madre y su pequeña hija, por lo que voló a toda velocidad para detener la caída con todo su cuerpo. Para su infortunio, el espacio era demasiado estrecho como para que la mujer y la niña pudiesen escapar, por lo que necesitaba ejercer aún más fuerza.

Para complicar aún más las cosas, Mojo comenzó a empujar el edificio con el pie del robot, obligando a Bombón a tener que esforzarse el doble. Con tal de ayudarla, Burbuja trató de atacar con su visión térmica al robot, pero la armadura lo protegía de cualquier ataque. En respuesta, la máquina giró su torso y aplastó a la chica con ambas manos, dejándola incapacitada.

-¡Ya no... puedo... más! -expresó Bombón mientras seguía tratando de levantar el edificio.

En eso, la pelirroja notó que la pequeña estaba aferrada a una muñeca cuya apariencia le llamó la atención: era una réplica suya en miniatura, hecha de trapo y con ojos de botón. Motivada por aquella imagen, la chica sacó fuerzas desde lo más profundo de su ser, y con un enorme esfuerzo, levantó el edificio hacia atrás, empujando al robot y haciéndolo caer.

Agotada por toda la fuerza que tuvo que ejercer, Bombón se dio un momento para poder respirar. Tras eso, notó que la niña, quien aún no se había ido, le ofreció su muñeca en un gesto de agradecimiento, cosa que ella apreció demasiado.

-Muchas gracias -le dijo a la niña y le revolvió el cabello.

No obstante, Mojo Jojo aún no había sido derrotado. Tras apretar todo tipo de botones, logró que el robot se pusiese de pie de nuevo.

-¡¿En serio todavía creen que pueden derrotarme con un insignificante empujón?! -gruñó-. ¡Esta vez será diferente!

Las tres hermanas se reunieron de nuevo para planificar su siguiente movimiento.

-Nuestros poderes son inútiles contra esa armadura -informó Burbuja.

-Genial, ¿y ahora qué? -preguntó Bellota.

Tras pensarlo detenidamente unos segundos, Bombón creyó hallar la respuesta.

-Creo que lo tengo: ¿qué pasa si un objeto imparable choca con un objeto inamovible?

-Eh, no sé. ¿Se destruye el universo? -respondió la de pelo negro vagamente.

-¡No! Los dos se rinden.

-Ah, qué interesante respuesta, cerebrito. ¿Me puedes decir cómo eso nos ayudará a derrotar al robot gigante?

-Lo que trato de decir es que tenemos que hacer que el robot se golpee a sí mismo.

-¡¿Y no podías decirlo directamente en vez de presumir tu conocimiento en filosofía barata?!

-Nunca está de más ejercitar la mente -afirmó arrogantemente-. Por eso nunca serás la líder.

-¿Podemos dejar de pelear entre nosotras y concentrarnos en el robot, por favor? -propuso Burbuja.

-¡Cierto! Bellota, haz lo que mejor se te da -ordenó Bombón.

-¿Qué cosa?

-Ser un grano en el trasero.

Terminada la planificación, Bellota se colocó bajo el pie del robot y comenzó a patearlo.

-¡Oye, Mojo! ¡¿Cuánto a que no me pisas?!

-¡Ajá! ¡¿Te crees muy escurridiza, mocosa?!

El villano procedió entonces a pisar a la chica, pero falló en su primer intento.

-¡Uy, qué lento!

Volvió a intentarlo, fallando por segunda vez.

-¡¿Con esa velocidad piensas conquistar el mundo?!

Lo intentó por tercera vez, volviendo a fracasar.

-¡Mi abuelo en silla de ruedas es más rápido!

-¡TE VOY A EXPRIMIR COMO A UN LIMÓN! -exclamó Mojo rabioso.

El robot comenzó a correr a toda velocidad hacia Bellota, quien emprendió vuelo hasta llegar a un edificio en construcción.

-¡Está bien, te doy otra oportunidad! ¡Demuéstrame que no eres una tortuga!

-¡Mojo Jojo no es ninguna tortuga! ¡Mojo Jojo es tu amo y señor! ¡Y Mojo Jojo te enseñará a respetar a Mojo Jojo! ¡Mocosa insufrible!

El robot extendió el puño en dirección hacia Bellota, quien lo esquivó a tiempo, provocando que quedase atrapado en cemento fresco. Inmediatamente después, Burbuja lo golpeó con una viga, haciendo que la mano se desprendiera de la máquina.

-¡Ahora, chicas! -ordenó Bombón.

Velozmente, las tres sacaron la mano del cemento y la arrojaron con fuerza contra el robot, atrapado entre las vigas de la construcción.

-¡Ay, mamá! -gritó Mojo Jojo al ver el puño volar hacia él a gran velocidad.

-Otra victoria aplastante de Las Chicas Superpoderosas -sentenció Bellota arrogantemente.

-¿No creen que olvidamos algo? -sugirió Bombón.

-Si lo olvidamos es porque no era importante.

-¡EL ALCALDE ESTÁ EN EL ROBOT! -exclamó Burbuja.

Desesperadamente, Mojo Jojo buscaba entre todos los botones del panel de control.

-¡¿DÓNDE ESTÁ?! ¡¿DÓNDE ESTÁ EL BOTÓN DE EYECCIÓN?!

El puño estaba a tan solo centímetros de alcanzarlo, por lo que cobardemente se cubrió con la mínima esperanza de no sufrir daño alguno. Tras unos segundos donde no ocurría absolutamente nada, el simio volvió a abrir los ojos, solo para darse cuenta de que la cabeza se había desprendido del robot y ahora estaba volando.

-¡Ajá! -dijo con una sonrisa-. ¡Sigo vivo! ¡Tomen eso, Chicas Superapestosas!

Mojo comenzó a carcajearse al pensar que la victoria aún era suya. Sin embargo, se dio cuenta de que Burbuja lo estaba saludando desde la ventana del frente.

-Oh, diablos.

Las hermanas atravesaron la ventana violentamente y se presentaron ante su enemigo.

-¡No tan rápido! -dijo Bombón.

-¡Mojo! -le continuó Bellota.

-¡Jojo! -concluyó Burbuja.

-¡Atrás, o el Alcalde se muere! -exclamó mientras apuntaba al susodicho con un arma.

No obstante, la visión térmica de la pelirroja calentó su pistola y lo obligó a soltarla, cosa que aprovechó la verdosa para darle un puñetazo que lo mandó a volar contra la pared.

-Muchas gracias, chicas -agradeció el Alcalde.

-No es nada, Alcalde. Es nuestro trabajo -aseguró Bombón.

-Y aún así no nos paga -se quejó Burbuja.

-¿Qué cosa?

Rápidamente, sus hermanas le taparon la boca y la hicieron callarse.

-¡No! ¡Esto aún no se terminó! -dijo Mojo Jojo con una espada ninja en manos-. ¡No me rendiré sin antes luchar!

Al grito de un chimpancé, el villano saltó sobre sus adversarias y atacó, solo para que la hoja de la espada se partiese en la cabeza de Burbuja.

-¡Auch! -se quejó la rubia y comenzó a sobarse la cabeza.

-Bueno, no importa -comentó y tiró la espada rota a un lado-. ¡Todavía tengo mis puños!

Fue corriendo a atacar a Bellota, quien no necesitó más de un dedo para detenerlo, mientras él lanzaba golpes al aire.

-Mojo, ya ríndete -recomendó Bombón-. Hace ya diez años que haces esto y jamás consigues nada. ¿Por qué no usas tu inteligencia para dedicarte a otra cosa?

-¡NUNCA! No sé si acaso lo han olvidado, pero yo, Mojo Jojo, las creé a ustedes, y ustedes me crearon a mí, a Mojo Jojo.

-¡¿Otra vez con eso?! ¡Ya supéralo! -comentó Bellota.

-Sí, Mojo: nosotras no tuvimos la culpa de haber nacido y que te hayas convertido en... Eso -agregó Burbuja.

-Siempre fuiste un mono feo y gruñón -se burló Bombón-. Nosotras no tuvimos nada que ver con eso.

-Ustedes no están enteradas de nada. El mero hecho de que nuestros orígenes estén conectados significa que tenemos la obligación de ser rivales eternos. Lo que quiere decir que Mojo Jojo nunca dejará de ser Mojo Jojo, a menos que Las Chicas Superpoderosas dejen de ser Las Chicas Superpoderosas. Lo que quiere decir que nuestros destinos están conectados por las leyes del equilibrio del universo. Lo que quiere decir que yo, osea Mojo Jojo, no me rendiré hasta que Las Chicas Superpoderosas lo hagan primero, aún si eso me lleve a mí, a Mojo Jojo, cientos de años. Lo que quiere decir que...

De repente, Mojo se dio cuenta de que estaba dentro de un camión de policía con el resto de villanos derrotados.

-¡Oigan, no me dejaron terminar!

-Lo siento, Mojo -dijo Bombón-. Pero hablas demasiado.

-¡Mojo Jojo no habla demasiado! ¡Mojo Jojo solo habla lo justo y necesario! ¡La forma de comunicarse de Mojo Jojo es clara y concisa! ¡Mojo Jojo no necesita que nadie le diga que habla demasiado porque Mojo Jojo sabe cuando... !

Sin dejarlo terminar, el camión arrancó y el viento consumió sus palabras.

-¡Argh! ¡Maldito súper oído, todavía lo puedo escuchar! -se quejó Bellota.

-Y una vez más, todo está bajo control gracias a... ¡Las Chicas Superpoderosas! -anunció el Alcalde.

Los ciudadanos aplaudieron y festejaron a los gritos luego de que la ciudad volviese a ser salvada de nuevo. Parecía ser otra victoria de las incontables que habían tenido las invencibles heroínas.

-¡Justo a tiempo para mi renuncia! -agregó el anciano.

Un incómodo silencio se apoderó del ambiente tras aquella repentina noticia, arruinando por completo el momento de celebración.

-Está bromeando, ¿verdad? -sugirió Bombón preocupada.

-Nop -reafirmó el Alcalde-. Los ciudadanos han votado de forma unánime para que deje la alcaldía... otra vez. Y como la voz del pueblo es la que importa, me temo que no puedo hacer nada al respecto.

Un tanto apenado, el político dejó su sombrero en el suelo.

-Pero ahora puedo dedicarme a mi más grande sueño: ser campeón mundial de golf -añadió mientras subía a su carrito junto a la Señorita Bello-. ¡Adiosito!

Y el Alcalde se marchó, dejando a los habitantes de Saltadilla confundidos por el futuro de la ciudad.

-¿Y eso cuándo pasó? -comentó Bombón.

-Sé realista: ¿en serio esperabas que fuese alcalde toda su vida? -agregó Bellota.

-Bueno... No, pero no creí que se iría tan pronto.

-¡Ya quiero conocer al nuevo alcalde! -opinó Burbuja-. Estoy segura de que será una persona muy agradable.

Ni bien terminó de formular sus palabras, una limusina apareció frente a ellas, cuya matrícula tenía escrito en dorado la palabra "Morbucks". Una mano robótica se asomó por la ventana de la puerta del pasajero, y del vehículo bajó un hombre pelirrojo con cola de caballo, vistiendo un traje cuyo costo no dejaba nada a la imaginación, y cubriendo sus ojos con unas gafas de sol completamente negras.

Las chicas sentían un extraño escalofrío con tan solo tener a ese sujeto tan particular frente a ellas. Claramente no representaba ningún peligro, pero había algo en la energía que emanaba a su alrededor que resultaba atemorizante.

-Qué desastre -criticó el hombre con una voz ronca y rasposa al ver como había quedado la ciudad después de la batalla-. Esto tomará varios meses en arreglarse.

-Disculpe, señor -se animó Bombón a hablar-. ¿Usted es el nuevo alcalde?

El sujeto volteó a verla, no sin antes acomodar sus gafas con su mano robótica.

_¡Pero si son Las Chicas Coquetas!

-Superpoderosas -corrigió Bellota molesta.

Él no la escuchó.

-Mi nombre es Samuel Morbucks. Es un placer por fin conocerlas. Mi hija se la pasa hablando sobre ustedes.

Fue entonces que el nuevo alcalde comenzó a estrechar su mano mecánica con las chicas, pero al llegar a Burbuja, se la arrancó por accidente. Tanto sus hermanas como los demás ciudadanos presentes reaccionaron con miedo.

-¡Ups! -dijo ella.

No obstante, y para la extrañeza de todos, Samuel no hizo más que reír.

-No te preocupes: pasa más seguido de lo que me gustaría admitir -la tranquilizó y volvió a colocarse el brazo-. Creo que debería despedir a mi mecánico.

Pese al carisma del nuevo alcalde, Bombón todavía se sentía intranquila por su presencia.

-Y bien, señor Morbucks, ¿qué será lo primero que piensa hacer como alcalde?

-Bueno, dado que dejaron la ciudad hecha un desastre, me temo que tengo que arrestarlas -respondió amenazante.

Aquella declaración fue tan repentina y exagerada que las chicas y los ciudadanos de Saltadilla no se la tomaron para nada en serio, por lo que comenzaron a reír por un largo rato, cosa a la que el alcalde también se sumó.

-Hablo completamente en serio -volvió a declarar, deteniendo todas las risas.

De la nada, soldados armados hasta los dientes descendieron de helicópteros; otros salieron de la limusina del alcalde; otro grupo salió entre el público; todos rodearon a Las Chicas Superpoderosas y les apuntaron con sus armas.

-A partir de este día, Saltadilla será gobernada bajo un nuevo régimen: no más Chicas Superpoderosas -sentenció Morbucks con una sonrisa, mientras las caras de horror de las hermanas se reflejaban en sus gafas.

Las Chicas Superpoderosas pasaron casi toda la noche encerradas en una celda de máxima seguridad, cuya única vista hacia el exterior era una ventana por la cual eran vigiladas por el alcalde. En un arranque de ira, Bellota comenzó a golpear repetidamente las paredes en un intento desesperado e inútil por salir.

-¡¿Qué demonios le pasa?! ¡¿No sabe que nosotras nos encargamos de proteger la ciudad?!

-¿Y de destruirla y generar daños colaterales adónde sea que vayan? Porque si es así, entonces hacen un excelente trabajo -comentó Morbucks-. ¿Tienen alguna idea de cuánto dinero se desperdicia reparando los daños ocasionados por sus batallas?

-Por favor, alcalde, todo lo que hemos hecho fue para proteger a la ciudad -explicó Bombón-. Sin nosotras, Saltadilla no tendrá cómo defenderse de los villanos.

-Qué bueno que menciones eso, porque ya me he encargado de resolver ese asunto -respondió sonriente.

El hombre procedió entonces a encender el televisor detrás suyo. En la grabación se podía ver a un monstruo gigante emergiendo del mar y dirigiéndose hacia Saltadilla. De repente, la criatura es bombardeada por varios proyectiles provenientes de helicópteros de guerra.

-Verán: todo el dinero generado por mi compañía lo he destinado a preparar al más grande y letal ejército de soldados con la misión de proteger a Saltadilla de cualquier tipo de amenaza. Lo llamo "Misión Armamentística para Garantizar Nuevas Uniones para Saltadilla", o MAGNUS para abreviar.

-¿Y cuáles son esas nuevas uniones? -preguntó Bombón confundida.

-¡Shhh! -la calló-. Ya viene la mejor parte.

Uno de los helicópteros dejó caer un artefacto de gran tamaño sobre el monstruo, del cual salieron varios látigos de energía que lo neutralizaron con una fuerte descarga eléctrica.

La grabación cambió a la misma criatura inconsciente y atada de pies a cabeza, siendo analizada por varios científicos dentro de un gigantesco laboratorio.

-Y no solo nos dedicamos a destruir a los monstruos -agregó el alcalde-. También experimentamos con ellos, y descubrimos nuevas formas de hacernos aún más fuertes.

Tras otro corte, se podía apreciar como el monstruo fue reducido a solo un gigantesco esqueleto, cuyos huesos eran utilizados para crear todo tipo de armas: desde cuchillos hasta piezas de armadura. Finalmente, la grabación se detuvo.

-¿Y bien? Aún creen que esta ciudad necesitará de su protección -preguntó Morbucks sin esperar respuesta alguna.

Burbuja rompió el silencio dentro de la celda.

-¡Pero no puede encerrarnos por el resto de nuestras vidas! -trató de razonar desesperadamente-. ¡No somos malas! ¡Solo queríamos ayudar y usar nuestros poderes para el bien!

-Bueno, es verdad que ustedes no tuvieron la culpa de que el Profesor decidiese crearlas en su laboratorio.

Aquel comentario llamó poderosamente la atención de las tres.

-¡¿Qué?! ¡¿Cómo lo sabe?! -dijeron al unísono.

No obstante, el momento fue abruptamente interrumpido tras que alguien apareciese corriendo y gritando a todo pulmón.

-¡Niñas! -exclamó el Profesor Utonio.

-¡Profesor! -volvieron a gritar las tres.

-¡Qué bueno que estén bien! ¡Regresé a casa y solo había un enorme cráter! ¡Creí que las había perdido para siempre!

-Hola, yo también estoy aquí dijo Morbucks.

-¡Por favor, Sam! -empezó a rogar-. ¡Tienes que liberarlas! ¡Apenas tienen quince años!

-¿Sam? -señaló Bombón.

-Profesor, ¿usted conoce a este orate? -interrogó Bellota.

-¡Ey!

-Claro que sí: el Señor Morbucks fue quien financió el proyecto para la creación de la Sustancia X que les dio vida a ustedes -explicó un tanto nostálgico.

-Íbamos a la misma universidad y le debía un favor. Eso es todo -agregó Samuel.

-¡Si eran amigos, entonces libérenos! -exigió Burbuja enojada.

-No tan rápido, chiquilla. Las dejaré ir, pero a cambio, deben pagar por todos los desastres que le ocasionaron a la ciudad -explicó.

-¿Y cuánto sería eso? -preguntó el Profesor.

-Veamos...

Fue entonces que el alcalde agarró una carta, la cuál era tan larga que se extendió hasta fuera de la habitación.

-Cien billones de dólares.

Aquella cantidad fue tan exorbitante e imposible de pagar que el Profesor sufrió un pequeño ataque y cayó al suelo.

-Aunque... también está la otra opción -añadió Morbucks.

Utonio se levantó con dificultad del suelo.

-¿Y cuál es esa otra opción?

-La otra opción es que tus chiquillas no vuelvan a golpear otro monstruo o criminal, ni a bajar a otro gatito de un árbol, ni a rescatar a una anciana mientras YO esté a cargo. Lo que quiere decir que no volverán a ser heroínas nunca más en su vida mientras estén en MI ciudad -sentenció mientras hacía un puño con su mano de acero.

La condición que les había puesto el alcalde resultaba cuanto menos impactante, tanto para las chicas como para el Profesor: toda su vida la habían dedicado a salvar el mundo, y ahora, de una noche a la otra, debían renunciar a su deber.

Por la ventana de la celda, Samuel les entregó un bolígrafo y un papel que debía ser firmado por las tres. No obstante, las hermanas aún estaban dudosas sobre si debían firmar o no.

-¿Qué hacemos? -preguntó Burbuja desesperanzada.

-Podemos reunir cien billones de dólares, ¿verdad? -sugirió Bellota-. Tal vez, podemos venderle nuestros derechos cinematográficos a una empresa multimillonaria.

-No seas ridícula -discutió Bombón-. Ninguna empresa pagaría cien billones solo por nosotras.

En eso, el Profesor se asomó a la ventana para hablar con ellas.

-Niñas, en serio que lamento mucho que las cosas hayan salido así -dijo apenado-. Sé cuán importantes son para Saltadilla, pero no pueden pasar el resto de su vida en prisión. Solo por esta vez, piensen en ustedes mismas y no en la ciudad. Por favor, ¿por la familia?

Tras escuchar las palabras de su figura paterna, Bombón pensó en silencio cuál sería la elección que tomaría, la cual decidiría el destino de toda su familia de ahora en adelante. Finalmente, tomó el bolígrafo y firmó el decreto. Bellota hizo lo mismo. Burbuja se tardó un poco más, pero al final cedió ante la presión.

-¿Ven? Al final no era tan difícil -opinó Samuel mientras abría la celda.

Como un torpedo, las hermanas salieron volando a toda velocidad a abrazar al Profesor.

-Lo sentimos mucho -se disculpó Bombón.

-Usted nos creó para proteger la ciudad -agregó Bellota.

-Y nosotras le fallamos -concluyó Burbuja.

-Lo único que importa ahora es que están bien y estamos juntos de nuevo -dijo el Profesor y procedió a abrazarlas.

Sin embargo, Samuel interrumpió el momento familiar.

-Sí, sí, sí. Muy triste todo. Pero piénsenlo de esta forma: ahora podrán vivir sus vidas como chicas completamente normales. ¿Nunca han soñado en recibir llamadas para organizar fiestas en vez de combatir el crimen? -le preguntó a Bombón-. ¿Ver a más hombres además de su padre y el alcalde? -le sugirió a Bellota-. ¿Hablar sobre cuántos chicos les pidieron sus números en vez de a cuántos malos golpearon? -le planteó a Burbuja-. Todavía están en la adolescencia: disfrútenla mientras puedan. Yo no disfruté de la mía y me volví en un solitario millonario al que ni su hija le dirige la palabra... Rayos, ahora estoy deprimido.

Un más que incómodo silencio se apoderó de la habitación por un largo rato.

-¿Estás bien, Samuel? -interrogó el Profesor.

-Váyanse, quiero estar solo -exigió, apuntando hacia la salida.

Sin otra opción, las hermanas tuvieron que cumplir con el decreto, permaneciendo ocultas sin combatir el crimen. La noticia no tardó en llegar a los medios de comunicación.

-Han transcurrido un total de tres meses desde la última vez que se ha visto a Las Chicas Superpoderosas, coincidiendo también con el ascenso del nuevo alcalde, Samuel Morbucks -comentaba la reportera.

La televisión cambió abruptamente de canal.

-Otro peligroso villano de Saltadilla, el temible Peludito, ha caído a manos de MAGNUS, la poderosa organización para prevenir amenazas contra la ciudad, liderada por el alcalde Morbucks. Durante los últimos meses, la ciudad de Saltadilla jamás había experimentado mayor paz y tranquilidad, ni siquiera con la protección de Las Chicas Superpoderosas.

De nuevo, el reportaje se interrumpió bruscamente por quien manejaba el control de la televisión. Esta vez, se estaba transmitiendo un debate entre dos importantes eminencias de la televisión.

-Tras la repentina desaparición de Las Chicas Superpoderosas, muchos nos hemos hecho esta pregunta: ¿Realmente necesitamos a Las Chicas Superpoderosas? ¿Usted qué opina, Señor Tartakovsky?

-Bueno, considero que Las Chicas Superpoderosas son una parte fundamental de Saltadilla y su historia, y estoy igual de preocupado por su desaparición que muchos de los televidentes que nos están viendo en este preciso instante. Aún así, ¿jamás han pensado en que son una fuente de poder incontrolable y que eventualmente nos condenaría a la destrucción? Quiero decir, son niñas, maldita sea: ¿qué les hace pensar que, un día de estos, no destruirán toda la ciudad por un berrinche? ¿Y cuál es su postura, Señor McCracken?

El debate se vio interrumpido una vez que la pantalla del televisor se volvió completamente negra.

-Qué aburrido -se quejó Bellota sosteniendo el control remoto-. No hablan de otra cosa que no sea sobre nosotras.

-Yo creo que lo hacen porque realmente nos extrañan -sostuvo Burbuja optimista mientras veía por la ventana-. Cuando se vaya el alcalde, hay que hacer una súper fiesta con todos los ciudadanos de Saltadilla para festejar nuestro regreso.

-Viendo como se ganó el cariño de la gente tan rápido, dudo que eso sea pronto.

De repente, Bombón levantó el sillón donde estaba sentada Bellota y pasó la aspiradora por debajo.

-¿Podrían dejar de pensar en fiestas imaginarias y concentrarse en la de verdad? Por si no se dieron cuenta, hoy es el cumpleaños número cincuenta del Profesor. ¿Por lo menos limpiaron como les dije?

-Por favor, ni que la casa estuviese tan sucia -sostuvo la verdosa.

Justo cuando terminó de decir eso, la mugre acumulada encima de una de las alacenas provocó que esta cediera y cayera al suelo.

-¡¿Por qué no limpiaste como te dije?! -regañó Bombón a Bellota.

-¡¿Por qué no limpiaste como te dije?! -culpó Bellota a Burbuja.

-¡¿Por qué no limpiaste como te dije?! -le dijo Burbuja al pulpo de peluche.

-¿Todavía tienes esa porquería? -se quejó la pelinegra-. ¿Qué tienes? ¿Cinco años?

Bellota fue hacia el peluche con tal de arrojarlo a la basura, pero su hermana le agarró el brazo para impedírselo.

-¡No, espera!

De la nada, un chispazo de energía electrocutó el brazo de Bellota, cosa que dejó sorprendida tanto a ella como a Bombón.

-Oye, ¿cómo hiciste eso? -interrogó la pelirroja.

-¿Cómo hice qué cosa? -preguntó confundida.

Interrumpiéndolas, las tres escucharon el auto del Profesor estacionarse afuera de la casa, por lo que volaron velozmente hacia la puerta para impedirle el paso.

-¡No entre! -exclamaron al unísono y cerraron la puerta principal.

Fue entonces que un resplandor rosa, celeste y verde comenzó a dar vueltas tanto dentro como fuera de la casa. Nuevamente, la entrada principal se abrió.

-Ahora sí puede pasar -aclararon las tres.

Al entrar al hogar, el Profesor Utonio se encontró con la sala de estar y la cocina completamente relucientes y con varios adornos de cumpleaños.

-¡Feliz cumpleaños!

Complacido, el hombre no pudo disimular su emoción.

-¡Niñas, pero qué detalle!

-Estuve preparando esto durante semanas -afirmó Bombón y lo tomó de la mano para que la siga.

—No es nada comparado con lo que hace por nosotras—agregó Bellota tras colocarle un sombrero de cumpleaños.

-Lo que ya de por sí es mucho -añadió Burbuja y cambió su pipa por un espantasuegras.

Finalmente, dirigieron al Profesor hacia el comedor, donde lo sentaron frente a la mesa. A la velocidad de la luz, la pelirroja trajo un plato de comida.

-Su favorito: hígado encebollado.

-Muchas gracias, Bombón -dijo complacido-. ¿Ustedes no quieren?

-Nosotras ya cenamos -afirmó ella.

-¿De verdad? -preguntó Bellota.

Sin dejarla terminar de hablar, su hermana le pegó un codazo en las costillas.

-Sí... es verdad -afirmó adolorida.

-Está bien, pero no comeré demasiado porque quiero guardar espacio para el pastel -explicó el Profesor mientras sostenía los cubiertos.

En ese momento, las chicas se intercambiaron una mirada completamente en silencio.

-¿Y el pastel? -susurró la rubia.

-¿Nos disculpa un momento, Profesor? -preguntó la pelirroja.

Rápidamente, las tres volaron hasta el piso de arriba, donde empezaron a discutir.

-¡¿Cómo que todavía no tienes el pastel?! -regañó Bombón a Bellota.

-¡¿Cómo que todavía no tienes el pastel?! -culpó Bellota a Burbuja.

-¡¿Cómo que todavía no-

-¡Ya basta! -exclamó la pelirroja-. ¡Que alguna de ustedes tome la orden y vaya a buscarlo a la repostería! ¡Ahora!

-¿Y dónde está esa dichosa orden? -interrogó la pelinegra.

-Estaba por... -Bombón comenzó a buscar en sus bolsillos, pero no encontraba nada-. Estoy segura de que lo dejé en algún lado -siguió buscando por toda su ropa, solo para darse cuenta de que no tenía el pedazo de papel-. ¿Ustedes no la tienen?

-No -negaron las dos.

-¡No, espera! -dijo Burbuja-. Creo que me la diste y luego la dejé... en algún lado.

-¿Estás segura? Hubiese jurado que yo la tenía en todo momento.

-Ahora que lo mencionas, creo que me dijiste que la sostuviera mientras limpiábamos -recordó Bellota.

Inmediatamente, las tres hermanas volaron por toda la casa en busca de aquella orden. Bombón husmeó por su propio cuarto. Buscó por debajo de la cama, sin encontrar nada. Revisó cada uno de sus libros, esperanzada de que se hubiese metido en alguna de las páginas, pero no fue el caso. Hizo a un lado aquel muñeco que fue un regalo que le hizo aquella niña, pero tampoco hubo caso.

Por otro lado, Burbuja inspeccionó su habitación de arriba a abajo. Dio varias vueltas alrededor de sus muñecos, no hallando absolutamente nada. Tampoco lo encontró al buscar entre los dibujos colgados en su pared, pensando en que a lo mejor lo confundió con uno.

Finalmente, Bellota hizo un revoltijo con su colección de videojuegos, no teniendo resultados. Abrió su saco de boxeo y vació su relleno en el suelo, donde tampoco encontró nada. Sin tener buenos resultados, las tres se volvieron a reunir.

-¿Y si la tiramos a la basura mientras limpiábamos? -sugirió Bellota.

-¡Es verdad! -exclamó Bombón-. ¡¿Cómo no se nos ocurrió antes?!

Para su infortunio, el camión de basura justo había pasado por su casa y se llevó la bolsa consigo. No obstante, detuvieron el vehículo y lo pusieron de cabeza para que dejase caer todo su contenido. Fue entonces que las tres comenzaron a revisar cada bolsa de basura.

-¡La encontré! -dijo Burbuja triunfante y levantando la orden.

-¡Rápido, ve! -ordenó la pelirroja.

A toda velocidad, la rubia ascendió a los cielos, pero regresó con sus hermanas a los pocos segundos.

-¿Cuál repostería?

-¡La que está seis calles abajo!

Nuevamente, Burbuja emprendió vuelo hacia el local indicado. Para su fortuna, no había nadie además de ella en el local, y así como entró, salió con el pastel en manos. No obstante, a tan solo unas pocas calles de dónde estaba, logró escuchar con su oído ultrasónico un llamado de auxilio. En otras circunstancias, ella hubiese acudido de inmediato, pero luego recordó que ya no se le tenía permitido luchar contra el crimen, así que, con mucho pesar, no tuvo más opción que ignorar el llamado.

Mientras tanto, sus hermanas la esperaban impacientemente en la sala de estar.

-Niñas, solo por curiosidad, ¿de qué es el pastel? -preguntó el Profesor.

Las dos forzaron una sonrisa y se asomaron al comedor.

-¡Es una sorpresa! -contestó Bellota.

-¡Sí, y no queremos arruinarla! -añadió Bombón.

-¡Uy, me encantan las sorpresas! Solo espero que no sea de durazno porque soy alérgico.

Hecha esa declaración, las chicas volvieron a la sala de estar, donde Bellota interrogó a su hermana.

-Es de durazno, ¿verdad?

-Sí.

Finalmente, Burbuja llegó con el pastel y lo primero que hizo fue llevarlo al comedor, ignorando por completo a sus hermanas.

-¡Aquí está su pastel, Profesor! -dijo ella alegre.

Sin embargo, antes de que la rubia pudiese abrir la caja por completo, Bellota la mandó a volar por la ventana de una patada. Rápidamente, Bombón agarró un cupcake y le colocó una vela de cumpleaños encima.

-¡Aquí tiene! -exclamó la pelirroja, en un intento desesperado por hacer que lo ocurrido sea olvidado-. Pida su deseo.

Mientras sus hijas lo observaban con una sonrisa, el Profesor cerró los ojos, pensó detenidamente en su deseo, y al cabo de unos segundos, sopló la única vela que tenía el cupcake.

-¿Y qué fue lo que deseó? -preguntó Bellota curiosa.

-¡No! ¡No se cumplirá si lo dice! -regañó Burbuja.

-Tranquilas, lo que deseé era una tontería -afirmó él entre risas.

-Uy, ahora tengo curiosidad -comentó Bombón.

-Es que me da vergüenza decirlo.

Entonces las tres chicas lo rodearon y empezaron a hablar a la vez.

-¡Por favor, dígalo! ¡Por favor, dígalo! -repitieron sin cesar.

Ante la insistencia, el adulto no tuvo de otra más que ceder ante el pedido de sus hijas.

-Lo que deseé fue que... ustedes... me dijeran... "papá" -confesó con dificultad.

Las hermanas permanecieron en silencio ante la confesión.

-¿Sólo eso? -expresó Bellota, recibiendo un codazo por parte de Bombón.

-No tenía que hacer otra cosa más que pedirlo, Profesor... digo... papá -dijo Burbuja.

-¿Por qué no lo dijo antes? -interrogó la pelirroja.

-Bueno, es que ya han sido demasiados años del "Profesor" que creí que ustedes ya se habían acostumbrado, y no quería complicar las cosas -explicó él.

-No se preocupe: a partir de este momento, nos referiremos a usted como "papá", Profesor -sentenció Bombón, ingenua de su elección de palabras.

-Ahora que su deseo ya no es un deseo, ¿no hay otra cosa que desee? -preguntó la pelinegra.

El Profesor se levantó de su asiento y fue a buscar un retrato de la sala de estar: se trataba de la primera foto que tomó de las chicas junto a él, el mismo día en que fueron creadas.

-¿Qué más podría desear? Tengo el trabajo de mis sueños y una hermosa familia que me ama.

No obstante, hubo algo en la foto que le llamó la atención e hizo que su alegría se convirtiese en melancolía: en el fondo, se podía apreciar a un pequeño y triste chimpancé con el cerebro expuesto, escondido detrás del sofá.

-Pero ¿saben quién no tiene ninguna de esas cosas? -preguntó sin despegar la vista de la foto.

-¿Quién? -dijeron las tres al unísono.

-Mojo Jojo -respondió de inmediato-. Ya deberían saber que, antes de que ustedes nacieran, él era como un hijo para mí, pero después del accidente que las creó, les di más atención a ustedes, y eso hizo que él comenzase a detestarlas, hasta que... bueno, se convirtió en lo que es ahora. Así que díganme: ¿no existe una pequeña posibilidad de que lo perdonen y le den una segunda oportunidad?

-¡NO! -exclamaron al mismo tiempo.

-¡Es un chango mugroso y malvado! -sostuvo Bellota.

-¡E intentó matarnos miles de veces! -argumentó Burbuja.

-¡¿Por qué íbamos a darle otra oportunidad?! -cuestionó Bombón.

-A lo que me refiero es que no puedo dejar de sentirme culpable de que se haya convertido en un villano, ¿saben? No he sido el mejor padre con él, y les daba más atención a mis experimentos que a otra cosa, pero con ustedes fue distinto: tuve una segunda oportunidad para ser un mejor padre, y ustedes se convirtieron en las protectoras de Saltadilla como resultado, ¡y todo producto de un accidente! ¿Quién sabe cuántas vidas se salvaron gracias a que tuve una segunda oportunidad para hacer las cosas bien?

-Ay, no: ya se puso a filosofar -se quejó la verdosa.

El Profesor dejó de mirar la foto y rodeó a las tres con sus brazos.

-Lo que trato de decir es que las segundas oportunidades aparecen cuando menos te lo esperas -declaró-. Por favor, no tienen que perdonarlo por todas las cosas que les hizo, pero eso no significa que no pueden dejarlo en paz y que sea alguien completamente distinto. ¿Pueden prometerme que harán el intento de darle una segunda oportunidad?

La propuesta comenzó a dar vueltas en la cabeza de las hermanas: jamás se habían planteado algo así, y no estaban seguras de si aceptar era lo correcto, pero que sea el Profesor quien se los propusiera hacía las cosas más complicadas. Finalmente, fue Bombón quien decidió responder.

-Está bien, lo intentaremos.

-Sí, haremos lo que podamos -añadió Burbuja.

-Pero eso no quiere decir que no le partiremos la cara si se pasa de listo -concluyó Bellota.

El Profesor se alegró de escuchar que sus hijas aceptaron su propuesta.

-Ahora, ¿qué les parece si vemos una película?

-¡SÍ! -exclamaron ellas.

Rápidamente, las chicas se sentaron en el sofá, y Bombón fue la primera en agarrar el control.

-Oye, tú ya elegiste la película la última vez -se quejó Burbuja.

-No es mi culpa ser la que más sabe de cine de la familia -sostuvo ella arrogantemente.

-Seguro vas a poner otra de esas películas aburridas con basura filosófica y esas cosas -opinó Bellota.

-No es basura, se llama Blade Runner 2049, y es una fascinante historia de ciencia ficción con una fuerte carga psicológica y que critica los aspectos más oscuros de la sociedad -explicó la pelirroja, sin darse cuenta de que su hermana le había quitado el control-. ¡Oye!

-¡Aburrido! Mejor hay que ver Drive: una película llena de adrenalina y violencia con un protagonista guapo pero misterioso -sugirió la verdosa.

-¡No! ¡No me gustan las películas violentas! -opinó la rubia.

-Pero si tú te la pasabas golpeando a los malos -señaló Bellota-. ¿Cuál es la diferencia?

-No es lo mismo usar la violencia con el fin de proteger al prójimo que disfrutar de ella por cuenta propia -argumentó-. ¡Mejor veamos La La Land!

-¡Ya la viste mil veces! -expuso la pelinegra.

-Nunca está de más verla otra vez.

-Esperen -interrumpió Bombón-. ¿Por qué no mejor dejamos que el cumpleañero elija la película?

-Por mí está bien cualquiera que elijan -dijo el adulto-. Mientras ustedes escogen la película, yo iré a... hacer algo en mi laboratorio.

Sin dar mayores explicaciones, el Profesor abrió la puerta y descendió hacia su laboratorio, no sin antes cerrar con llave, cosa que preocupó a las chicas.

-Pasa demasiado tiempo en su laboratorio últimamente -señaló la pelirroja-. ¿Qué creen que esté haciendo que sea tan importante?

-¿Por qué no lo averiguamos nosotras mismas? -sugirió Bellota.

-¡No! Recuerda lo que nos enseñó.

-"No usen su visión de rayos X ni su oído ultrasónico para espiar a los demás porque es de mala educación" -recitaron al unísono.

En ese momento, Burbuja recordó algo que le venía inquietando en las últimas horas.

-Oigan, ¿ustedes creen que lo que dicen en la televisión sobre nosotras sea verdad?

-¿Qué cosa? -interrogó Bellota.

-Lo de que nuestros poderes son peligrosos y que podemos destruir la ciudad si no nos controlamos. ¿Qué tal si tienen razón?

-¿En serio crees que una cosita como tú podría ser un peligro? -comentó Bombón mientras comenzaba a hacerle cosquillas.

Burbuja no fue capaz de defenderse de las cosquillas, hasta el punto de que no pudo contenerse y por accidente disparó su visión calorífica al techo de la casa.

-¡¿Qué fue eso?! -preguntó el Profesor en el laboratorio.

-¡Nada! -respondieron las tres.

Improvisando, Bombón pegó uno de los dibujos de Burbuja en el hueco que había en el techo.

-Listo, así no se notará.

-Mientras no llueva, claro está -objetó Bellota.

Las dos notaron entonces la intranquilidad que invadía el cuerpo de la rubia.

-Oye, no pasa nada, solo es un agujero.

-No es eso lo que me preocupa -aseguró-. ¿Ustedes cómo creen que sean las personas de nuestra edad?

-Pues... supongo que son buena onda: se sacan selfies, juegan fútbol americano, se visten a la moda... Esas cosas -respondió Bombón.

-Ves muchas películas estadounidenses -señaló Bellota.

-¿Y creen que tengan miedo de nuestros poderes?

La pelirroja dejó escapar una pequeña carcajada.

-Por supuesto que no. ¿Por qué lo harían? Al contrario: pensarán que somos geniales -la calmó dándole caricias en el hombro-. Vamos... Dejemos de hablar de tonterías y veamos esa película... La cual yo escogeré, por cierto.

-¡Oh, claro que no! -objetó la pelinegra.

Pese a que seguía un tanto asustada, Burbuja trató de relajarse y su prioridad se convirtió en ayudar a Bellota a quitarle el control a Bombón.

Al mismo tiempo que Las Chicas Superpoderosas desaparecían del ojo público, el alcalde construyó una prisión de máxima seguridad para retener a los villanos más peligrosos de Saltadilla. Cumpliendo con su agonizante jornada, el encargado de darle de comer a los villanos encerrados en la nueva prisión se paseaba entre las celdas con su carrito.

-¡Peludito! -se detuvo en una de las celdas y, tiritando del miedo, deslizó una bandeja con comida por debajo de esta.

El rugir de una bestia devorándose hasta la bandeja lo espantó e hizo que chocara con el carrito.

-¿Por qué acepté este trabajo? -se quejó y continuó con su labor.

El encargado pasó por las demás celdas a repetir la misma acción con los demás maleantes.

-¡Banda Gangrena! ¡Sedusa! ¡Roach Coach! ¡Mojo Jojo!

Para su sorpresa, este último no respondía en lo absoluto.

-¡Mojo Jojo! -alzó la voz, recibiendo nada más que silencio como respuesta.

En eso, un guardia de seguridad llegó.

-¿Qué demonios está pasando aquí?

-Es Mojo, señor: parece que no quiere comer.

-Déjame ver.

El hombre utilizó la llave para abrir la celda y entró junto al joven encargado con bandeja en mano. Los dos se encontraron con una figura dándoles la espalda, siendo cubierta por la oscuridad.

-¡Oye, mono asqueroso! ¡Te estamos hablando! -exclamó el guardia.

Nuevamente, no recibió respuesta alguna.

-¡¿Qué te pasa?! ¡¿Le tienes miedo a la cucaracha de al lado?! -interrogó y comenzó a sacudirlo.

Para su sorpresa, aquella figura cayó al suelo, y un relámpago iluminó por completo la celda: en vez de Mojo Jojo, había un montón de almohadas apiladas y vistiendo las características capa y casco del villano.

-¿Pero qué cara-

Repentinamente, la celda se cerró, alcanzando a ver por el rabillo del ojo cómo alguien se desplazaba entre las sombras. Todas las alarmas de la prisión saltaron, y un gran ejército de personas armadas comenzaron a patrullar por todo el establecimiento, sin saber que Mojo Jojo ya se había escapado por las alcantarillas y ahora estaba suelto de nuevo en Saltadilla.

En su camino, un periódico voló hasta su pierna, así que lo sujetó y leyó la primera plana: "LAS CHICAS SUPERPODEROSAS DESAPARECIDAS". Con ira, redujo el periódico a cientos de pequeños pedazos de papel que el viento se llevó. El villano fue a parar a su guarida: la enorme torre con el observatorio ubicada en el parque central de Saltadilla.

-Bienvenido de nuevo, amo Mojo Jojo -lo recibió la inteligencia artificial que manejaba la torre.

-No es hora de bienvenidas -anunció él-. Es hora de huir de este asqueroso lugar y maximizar la seguridad.

-Como ordene.

Inmediatamente, dos pares de patas mecánicas emergieron de la torre y comenzaron a movilizar el observatorio lo más lejos del parque que se le fuese posible. Dentro, Mojo Jojo volvió a vestirse con su túnica y cubrió su prominente cerebro con un casco.

-Ese maldito alcalde y su estúpido ejército -maldijo mientras caminaba por su guarida-. Me retuvieron y me trataron como a un perro de la calle. Mojo Jojo no es el perro de nadie. Mojo Jojo se vengará de él y lo hará añicos. Pero antes de eso, Mojo Jojo debe destruir a Las Chicas Superpoderosas de una vez por todas. Pero ¿cómo? Si cada idea que Mojo Jojo ha tenido ha sido un... ¡FRACASO! -gritó de ira.

El chimpancé terminó su recorrido en su sala llena de inventos. Fue entonces que agarró un arma y empezó a destruirlos uno por uno en un desquite de ira.

-¿Máscara de Anubis? ¡FRACASO! ¿Cohete rastreador? ¡FRACASO! ¿Tina de chicle? ¡FRACASO! ¿Rayo pulverizador de Chicas Superpoderosas? ¡FRACASO! ¿Todas las versiones del Robo Jojo? ¡MEGA FRACASO! ¡¿Qué tiene que hacer Mojo Jojo para liquidar a esas mocosas de una vez por todas?!

En medio de su furia, Mojo arrojó el arma contra la pared, destrozándola y revelando un muro secreto, en donde se encontraban todas las fotos que tenía cuando aún era el mono del Profesor Utonio.

-¡No! ¡Mojo Jojo ya te superó! ¡Mojo Jojo ya no es el simio que era en ese entonces!

Rabioso, jaló el muro y lo estampó contra el piso con todas sus fuerzas. Sin nada más con lo que desquitar su ira, el villano se derrumbó en el piso, donde tomó una de las fotos con el marco roto.

-¿Por qué, papi? ¿Por qué cambiaste a Mojo por esas apestosas? Sé que Mojo no fue un buen mono, pero no tenías que ser tan cruel -dijo melancólico mientras acariciaba el retrato.

De repente, Mojo notó algo que le llamó la atención de aquella foto: el Profesor sostenía un tubo de ensayo con una espesa sustancia de color negro.

-¡Claro! ¡La Sustancia X! -alzó la voz emocionado.

Entusiasmado, el simio fue hacia un pizarrón a escribir una larga y elaborada fórmula.

-¡Tan solo necesito averiguar la fórmula, y así podré utilizarla para tener los mismos poderes que esas mocosas! No, espera... Eso ya lo hice... ¡Aún mejor! ¡Puedo crear clones de ellas para que peleen y las destruyan! ¡No! ¡Todavía mejor!

Mojo borró la X en la fórmula y la reemplazó con una Z.

-¡Puedo modificar la fórmula y hacerla aún más poderosa de lo que ya es! ¡Con eso crearé un ejército de Chicas Superduperpoderosas para que destruyan a Las Chicas Superpoderosas, y de esa forma conquistaré el mundo! -comenzó a carcajear de forma maléfica, pero se detuvo bruscamente-. Pero primero necesito la Sustancia X original. ¡Entonces la extraeré de la sangre de Las Chicas Superpoderosas! Pero ¿cómo? Han desaparecido y nadie tiene idea de dónde viven ahora. ¡Piensa, Mojo, piensa! -comenzó a golpearse la cabeza.

Mientras se daba golpes en la cabeza, el simio notó un lugar bastante particular en su telescopio gigante: se trataba de la Secundaria General de Saltadilla.

-¡Claro! Hay un lugar al que ningún adolescente puede evitar ir ni con todas sus fuerzas: la secundaria. Me haré pasar por un modesto profesor de ciencias, y cuando menos se lo esperen... ¡BUM! ¡La sangre de esas mocosas será mía! ¡De Mojo Jojo!

El chimpancé comenzó a reírse incesantemente, hasta que el crujido del vidrio roto de aquella foto lo interrumpió.

-¿Qué me dices ahora, papi? ¿Ahora sí estás orgulloso de Mojo?

Mojo continuó con sus carcajadas mientras no dejaba de mirar la foto del Profesor Utonio.