Un monótono zumbido se percibía dentro del vagón del tren bala. Era como un extraño ruido blanco que Taki intentaba aprovechar para concentrarse, como si fuera un permanente mantra tecnológico. Pero en la cabeza del arquitecto competían por un lado el texto de la propuesta que él estaba modificando en un laptop, y por el otro la preocupación por el estado de salud de la abuela Hitoha.
Desde ese último mensaje que había recibido de Mitsuha, donde Hitoha le había dicho «gracias», él no había sabido nada más de ellas. Y ya había pasado más de una hora y media de eso.
«Tranquilo, todo debe estar bien, si hubiera pasado algo, Mitsuha me hubiera llamado», se dijo a sí mismo, reprendiéndose por su nerviosismo.
Antes de volver a intentar trabajar, volvió a revisar su teléfono. Ya eran las 21:20. Mitsuha ahora aparecía desconectada. La aplicación de mensajería no mostraba nuevos mensajes de ella. La incertidumbre ganó un punto en la competencia mental.
«Debería…» pensó Taki, considerando por quinta vez llamarla directamente. Pero se reprimió. «Lo último que necesitan es que yo las esté presionando», volvió a razonar, y devolvió el teléfono al bolsillo de su chaqueta.
Taki miró por encima de su asiento, y puso atención a la pantalla digital de color rojo que estaba al comienzo del vagón. Ahora indicaba "Próxima parada: estación Shizuoka. 8 minutos".
Después de respirar varios segundos intentando limpiar su mente, logró seguir trabajando en el documento de la propuesta por unos cuántos minutos más, hasta que sintió que el tren estaba comenzando a desacelerar. Guardó todas las cosas que tenía encima, y dedicó los últimos minutos del viaje a mirar por la ventana la oscuridad nocturna mescladas con las luces de la ciudad de Shizuoka.
Un puente sobre el río Abe hizo que la oscuridad venciera por un par de segundos la batalla del paisaje nocturno. Era un hito fácil de ubicar, así que Taki revisó el mapa en su teléfono. Confirmó que ya estaban por llegar a la estación.
Taki abandonó a toda prisa el shinkansen en cuanto se abrieron las puertas en la estación. Mirando su teléfono y las señaléticas, encontró el camino de combinación a la línea JR de Tokaido, y se abalanzó casi corriendo por los pasillos, intentando llega al andén lo antes posible. Cuando llegó casi jadeando, apenas si había unas pocas personas esperando el tren de combinación, que aún no estaba a la vista.
La espera por el siguiente tren local se le hizo eterna. Y se sintió aún más frustrado cuando lo abordó. Tanta espera por apenas dos minutos de viaje, cuando ya había llegado a la estación local Higashi-Shizuoka.
Al bajar, el aire nocturno lo envolvió. De alguna manera, Taki sintió que ya casi había llegado, pero aún no sabía cuánto le tomaría llegar. Bajó corriendo por la estación, lo que llamó la atención de las pocas personas que se movían a esa hora. Taki se dio cuenta de eso, así que redujo el ritmo al paso más rápido que podía dar sin parecer un poseso.
Cuando salió a la calle, se encontró con el aire cargado de humedad, el suelo mojado por la lluvia reciente, y la oscuridad de la noche. La salida de la estación daba a una pequeña plazoleta circular donde había un estacionamiento que dejaba ver unos pocos autos solitarios, totalmente oscuros. Algunas pocas personas caminaban desde y hacia la estación, y no había ningún vehículo en movimiento a la vista.
Lo solitario de la estación lo preocupó, y comenzó a mirar en todas direcciones, buscando cómo completar el último tramo de su viaje. Su corazón dio un brinco de alegría cuando vio que a unas pocas decenas de metros a su izquierda había un solitario taxi, detenido y con un aviso luminoso indicando "libre". Taki vio a la distancia a su conductor apoyado en la puerta del piloto, mirando pensativamente el piso. Era un hombre bajo de unos 40 años que vestía una camisa blanca y chaquete negra. De alguna manera su apariencia parecía desordenada. El hombre estaba fumando un cigarrillo en forma despreocupada, sin poner demasiada atención a su alrededor.
Al escuchar los apresurados pasos de Taki acercándose, el taxista se incorporó y se quedó mirando expectante al recién llegado.
—Buenas noches ¿El taxi está disponible? —preguntó apresuradamente Taki, sintiendo su voz salir dispareja debido a su respiración agitada.
El taxista dio otra pitada al cigarrillo, dejó salir el humo con algo de calma, y respondió en un tono calmado y con un fuerte acento Tōkai-Tōsan.
—Sí, claro ¿Necesita trasporte? ¿A dónde va?
Taki sacó su teléfono, buscó el mensaje de Mitsuha con la dirección y se la enseño al hombre.
—Miyamaechō… mmmh, eso es cerca de aquí —dijo el conductor con desgano cuando se dio cuenta que sería un servicio corto y de poco valor.
El taxista dio otro pitido a su cigarrillo.
Taki comenzó a exasperarse con la lentitud del hombre.
—Debo ir urgente ahí ¿puede llevarme de inmediato?
El taxista miró el cigarrillo, que estaba a la mitad, y suspiró desanimado por tener que perderlo por un viaje tan corto.
—Está bien, suba.
Taki casi saltó dentro del vehículo en los asientos traseros, mientras el taxista se acomodaba e introducía la dirección que le repitió Taki en la aplicación de navegación de un teléfono montado al lado del volante.
—Usted no es de acá ¿verdad? —preguntó el taxista cuando el auto se comenzó a mover, rodeando la plazoleta y comenzando a avanzar al costado de un pequeño parque.
—No, es primera vez que vengo a Shizuoka. Vengo a ver a una persona mayor que está enferma. Por eso mismo, necesito que se apresure.
—¿Necesitará llevarla a un hospital? —preguntó el taxista mostrando un repentino interés ante la posibilidad de un viaje más largo y lucrativo que el actual.
—No lo sé, primero lleguemos ahí ¿le parece?
El taxista apuró un poco el ritmo. Avanzaron por una ancha avenida con casi nada de tráfico. Las oscuras calles se veían vacías y mojadas por la lluvia, que hacía que las luces se reflejaran en todas direcciones.
Apenas unas pocas cuadras después doblaron a la derecha hacia una calle más pequeña, y se encontraron con un cruce de tren. Las barandillas estaban alzadas, así que cruzaron por sobre la línea férrea y para doblar de inmediato a la izquierda, continuando el viaje por una estrecha calle que corría paralela a la oscura vía férrea que acababan de cruzar. A la derecha del vehículo un oscuro parque flanqueaba el camino con frondosos árboles.
—¿Lo que está a la derecha es un santuario sintoísta? —preguntó Taki con curiosidad—. Cuando doblamos había un arco Tori frente al cruce de tren.
—Sí, hay un santuario Shinto Gokoku ahí. Debería visitarlo si tiene tiempo.
El vehículo llegó un punto donde el camino se curvaba a la derecha, alejándose de la línea de tren. El taxista siguió avanzando siempre con el complejo del santuario a la derecha, hasta entrar por una pequeña calle oscura, con árboles a la derecha y casas a la izquierda.
Taki iba mirando la aplicación de mapas en su teléfono, viendo que ya faltaban un par de cuadras, por lo que iba mirando hacia adelante por entre los asientos. Entonces vio que en la bocacalle a la que probablemente se dirigían, a una centena de metros de donde ya estaban, reflejos de luces rojas parpadeantes iluminaban parte de la calle y de los árboles del parque. Eran la señal inequívoca de una ambulancia que no estaba visible.
El corazón de Taki se encogió.
El taxi llegó a la esquina de la bocacalle. Al apenas doblar el taxista detuvo el vehículo. Había una ambulancia a mitad de la manzana con las balizas encendidas, bloqueando el paso de la estrecha calle.
—Oiga, no puedo seguir avanzando, pero… —el taxista revisó su teléfono mirando el mapa de navegación— usted de seguro va a alguna de las casas de ahí, donde está la ambulancia…
Taki estaba congelado mirando la ambulancia.
El taxista se giró para mirarlo y se dio cuenta que el chico estaba paralizado por la impresión.
—Señor, parece que lo de su familiar podría ser grave ¿Necesita que lo espere para ir un hospital o algo?
Taki salió de su estupor, y se quedó parpadeando, mirando al taxista, algo confundido.
—Eh, no, creo que no. Si se necesita transporte, bueno, estáeso… —y Taki apunto a la ambulancia.
—Entonces mejor baje aquí mismo, señor. Son 900 yen —indicó el taxista, ahora resignado a la pérdida de un viaje largo.
Taki aún algo turbado buscó un billete de 1000 yen, pagó la tarifa y se bajó del taxi luego de dar un escueto «muchas gracias» al taxista, sin esperar el cambio.
Caminó hacia la ambulancia, temeroso de lo que iba a encontrar. Pasó por el lado y llegó hasta la parte trasera que estaba con las puertas abiertas. No había nadie adentro. Sintió un cierto alivio. Miró las casas alrededor, intentando identificar cuál era la correcta; las placas indicaban apellidos de las familias, pero ninguna decía ser la residencia de las Miyamizu. Luego se giró hacia una estrecha casa, oculta tras un muro exterior de cemento. Las murallas de la casa estaban revestidas por latón acanalado, pintado de un tono rojizo, gastado por los años. Esa casa tenía una apariencia bastante más modesta y descuidada que las otras de enfrente que había revisado. Se acercó a la entrada, y encontró una placa. Decía "Miyamizu". Ese era el lugar.
Taki quedó dubitativo de qué hacer. No vio una campanilla o timbre para llamar a la puerta. Iba a abrir la reja exterior para entrar cuando la puerta de la casa, visible a unos cinco metros al fondo de un estrecho pasillo, se abrió de par en par dejando salir luz desde el interior. De la puerta salieron dos hombres vestidos de trajes celeste y casco blanco. Detrás de ellos iba Mitsuha, conversando con ellos.
—…y entonces, ¿la hora médica la solicitarán ustedes? —preguntaba Mitsuha.
—Sí, mañana por la mañana vendremos a retirar el suero y a evaluar a la paciente, y le traeremos la información de la cita —respondió uno de los paramédicos, que ya estaba abriendo la reja y se detuvo sorprendido al ver parado ahí a Taki.
Mitsuha se asomó desde atrás de los paramédicos para ver qué los detenía.
—¡Taki! —gritó sorprendida, pasando casi a empujones por entre los paramédicos que apenas si tuvieron tiempo de moverse en el estrecho pasillo para dejarla pasar — ¡Viniste, estás aquí!
Taki iba a responder, pero Mitsuha saltó a sus brazos antes de que pudiera decir nada, dándole un abrazo desesperado.
—Yo… yo pensé que no lo harías —dijo la chica hundiendo su cara en el cuello de Taki y poniéndose a llorar.
—Ya estoy aquí, Mitsuha, tranquila, tranquila —dijo Taki, respondiendo al abrazo de la chica y acariciando su cabello.
—Tuve mucho miedo… no sabía que hacer… gracias por venir, gracias.
—No podía dejarte sola en esto, Mitsuha. Tú lo sabes… pero ¿cómo está tu abuela?
Mitsuha se separó de Taki, y se limpió las lágrimas de la cara.
—Está mejor. Los paramédicos la examinaron y le practicaron algunos exámenes. Dicen que no fue era infarto cardiaco ni tampoco un accidente cerebral, así que ella no corre peligro inmediato. Dijeron que podría ser un síncope, o algo así, y dijeron que su corazón podría estar comprometido, especialmente por su edad. La tendremos que llevar a un especialista lo antes posible. Así que le dejaron un suero con calmantes, y con eso debiera reponerse durante la noche.
Taki sintió como un gran peso se le quitaba de encima. «Al menos no está muriéndose o algo peor», pensó.
—Y, tu abuela, ella… ¿está despierta ahora?
—Sí, está consciente, pero al principio estaba algo desorientada. Cuando llegaron los paramédicos se tranquilizó un poco, pero seguía preguntando por ti, así que le dieron calmantes. Le estaban comenzando a hacer efecto, así que debe estar algo adormilada.
Los paramédicos habían terminado de guardar sus equipos. Uno de ellos se fue a la cabina, y el otro se acercó a la pareja.
—Disculpe que los interrumpa. Señorita Miyamizu, ahora nos retiramos. No dude en llamar si hay algún cambio inesperado en su abuela. Señor, que tengan buenas noches —dijo dirigiéndose a Taki, y despidiéndose de ambos con una pequeña reverencia con la cabeza.
—Gracias por venir y por ayudar a mi abuela —dijo Mitsuha, haciendo una reverencia mucho más pronunciada y larga.
Mitsuha se incorporó, y en cuanto el hombre se alejó, ella abrazó a Taki, apoyando su cabeza en su pecho, mientras ambos miraban como la ambulancia se retiraba del lugar, hasta que finalmente ellos quedaron solos, en silencio, abrazados.
Taki siguió abrazando por largo rato a Mitsuha. Cerró los ojos, mientras apoyaba su cabeza en la de ella. Sentir el cuerpo de Mitsuha tan cerca del suyo era embriagante. Pero en un punto comenzó a sentir algo de frio, y se dio cuenta que ella también estaba bastante desabrigada.
—Eh, Mitsuha —dijo suavemente Taki, separándose un poco de la chica, y mirándola directo a los ojos—. Creo que sería mejor que entremos. Hace frío. Y deberíamos ver cómo sigue tu abuela ¿verdad?
—Oh… cierto. Por favor, entra, estoy siendo muy descortés —dijo Mitsuha sintiéndose avergonzada por la forma egoísta en que se estaba comportando, al mantener a Taki afuera de la casa, a la intemperie, mientras ella se dejaba abrazar por él.
Mitsuha guio a Taki adentro de la propiedad. Cerró el portón de la reja y caminaron a la puerta de entrada.
Taki se dio cuenta lo estrecho que era todo, comparado con lo espaciosa que era la antigua casa de Mitsuha en Itomori. Al entrar, la casa tenía un salón un tamaño mediano, que formaba un solo ambiente junto a la zona de comedor de tatami. La cocina estaba contigua al comedor, sin muros divisorios, excepto por un mueble de media altura, que dejaba ver toda la cocina. El espacio era apenas una fracción de la antigua casa de las Miyamizu.
—Ven Taki, pasa, deja tu bolso ahí —dijo Mitsuha, llevando a Taki a la sala, y acercándolo a un sofá que estaba pegado un muro.
Taki dejó sus cosas y se giró hacia la chica.
—Mitsuha, tú… ¿estás de acuerdo… con que vea a tu abuela? O sea, todo esto partió cuando le estabas contando de nosotros ¿verdad? —preguntó Taki en voz baja, preocupado de provocar nuevos problemas.
Mitsuha asintió, y bajó la cabeza, y miró hacia el piso, compungida. Sintió que iba a ponerse a llorar de nuevo.
Taki se dio cuenta que la chica se estaba quebrando, así que la tomó de la mano, y con la otra acarició la cara de Mitsuha, levantándola hacia él.
—Escúchame, Mitsuha, no tienes de que culparte. Tú no sabías que ella se lo tomaría tan mal. Y ahora podemos intentar hablar con ella con más calma ¿verdad? Pero… cuando hablaste con ella ¿qué fue lo que le dijiste, exactamente?
—Yo… yo no sabía cómo hablar con ella. Entonces mi abuela le preguntó a Yotsuha qué le pasaba, porque mi hermanita al final nunca le contó nada de lo que pasó el fin de semana pasado. Al menos tengo que concederle que cumplió cuando le pedí que no le dijera nada a abuela Hitoha. Bueno, yo estaba nerviosa, así que le dije a Yotsuha que ella comenzara. ¡Pero Yotsuha le soltó de sopetón todo! Que habíamos estado muertas por el cometa, y que tú, mi novio, nos habías salvado a todas, en un mundo nuevo…
Taki se echó para atrás, sorprendido de la brusca revelación.
—¿Qué? ¿Se lo dijo así nada más? ¿Y eso fue lo que la hizo sentirse mal?
—No fue eso. Creo que mi abuela no le creyó ni le puso atención a nada de eso de los mundos nuevos, o que estuvimos muertas. Tal vez creyó que era algún tipo de broma. Pero ella se enfocó en… en que yo te tuviera como novio. Yo le conté que, bueno, que nosotros nos habíamos visto, que nos habíamos encontrado el fin de semana pasado, y que Yotsuha te había conocido. Y como Yotsuha estuvo tan mal durante todo el resto de la semana, mi abuela estaba preocupada y pensó que tal vez tú le habías hecho algo a ella.
—¿Cómo? ¡Pero yo jamás le haría nada malo! —dijo Taki levantando la voz sin darse cuenta.
Se escuchó un pequeño golpe al deslizarse una puerta, que hizo que ambos se sobresaltaran y miraran en dirección a un oscuro pasillo.
—¿Mitsuha? ¿Eres tú? ¿Qué sucede? —se escuchó la voz de Yotsuha, preocupada, fuera de la vista de la pareja.
Mitsuha miró a Taki y tomó su mano apretándosela.
—Sí… soy yo, todo está bien —respondió—. ¿La abuela está bien?
—Sí, está dormitando —respondió la adolescente en un grito amortiguado, tratando de no sobresaltar a su abuela.
—¿Podrías venir un segundo, por favor? —pidió Mitsuha, apretando un poco más la mano de Taki.
Se escuchó un murmullo de Yotsuha, aparentemente de protesta, que ni Taki ni Mitsuha lograron entender. Una ojerosa Yotsuha apareció en la sala caminando por el pasillo.
Taki se impresionó al ver a la chica despeinada y pálida, con apariencia algo enferma. Sus pómulos se veían algo hundidos, y tenía los ojos hinchados y enrojecidos. Claramente había estado llorando.
Yotsuha se detuvo en seco al ver a Taki parado al lado de su hermana.
—¡Tú! —dijo, quedando boquiabierta.
—Yotsuha, shhh, calma, está todo bien —dijo Mitsuha soltando la mano de Taki, y mostrando ambas palmas hacia su hermana, como señal de tranquilidad—. Recuerdas que llamé por teléfono a Taki, ¿verdad? Él estaba muy preocupado, y vino a vernos, y también viene para ver a abuela Hitoha.
Yotsuha movió la boca, como si fuera a decir algo. Pero la voz no le salió.
—Hermanita, de verdad está todo bien —insistió Mitsuha—. Ven, acércate.
Taki dio un paso adelante e hizo una reverencia de saludo.
—Yotsuha, muchas gracias por recibirme en tu casa. Vine en cuanto supe que tu abuela se encontraba mal.
Taki se incorporó, y vio que la adolescente estaba haciendo un puchero. Sin saber qué más decir, miró a Mitsuha, pidiendo ayuda con la mirada.
Pero la mujer ya había tomado la iniciativa y se acercó a su hermana menor y la abrazó.
—Ya no estamos solas, hermanita. Tranquila —dijo Mitsuha, mientras que Yotsuha luchaba por no volver a llorar—. Mira, ven conmigo al comedor, y seamos buenas anfitrionas.
Mitsuha tomó a su hermana del brazo y la dirigió hacia el comedor. Mientras caminaba le hizo un gesto a Taki para que las acompañara.
—Ven Taki, sentémonos un momento. Debes estar cansado por el viaje.
—Bueno, sí, un poco. La preocupación por abuela Hitoha me estaba matando.
Yotsuha miró sorprendida a Taki, por la familiaridad con que hablaba de su abuela, pero después de un par de parpadeos recordó que él la había conocido muy cercanamente, pero en circunstancias totalmente diferentes.
Mientras Taki y Yotsuha se acomodaban uno frente a otro en la mesa, Mitsuha trajo de la cocina una jarra con agua y tres vasos, los sirvió y se sentó en medio de los dos.
—Bueno, como te estaba contando —continuó Mitsuha, mirando a Taki—, con mi abuela la conversación se puso álgida…
—¿Qué… qué fue lo que le dijiste? —interrumpió Yotsuha—. ¿Por qué la abuela se puso así de mal?
—Es que, como tú le soltaste de sopetón todo, me sentí complicada. Abuela pensó que mi nuevo novio —dijo, tomando la mano de Taki y mirándolo—, que supuestamente conocí la semana pasada, y que tú también conociste la semana pasada… te había hecho algo, y que por eso tú estuviste tan mal esta semana.
—Pero eso no fue lo que… —dijo Yotsuha, pero se quedó callada, bajando la vista.
—Lo sé, Yotsuha, yo le expliqué a abuela Hitoha que Taki no te hizo nada. Pero quise explicarle quién era Taki, y se me ocurrió preguntarle primero a ella algo que me ha estado molestando toda esta semana, y eso la puso mal…
Mitsuha bajó la cabeza, y se quedó callada, comenzando a sentir culpabilidad por la situación, al darse cuenta que, después de todo, el detonante había sido ella.
Taki y Yotsuha se quedaron mirándola, y ante el repentino silencio de Mitsuha, su hermana menor no aguantó más.
—Y entonces… ¿qué fue lo que pasó? ¿Qué le dijiste que la puso así, Mitsuha?
Mitsuha miró a su hermana, y le tomó la mano.
—Creo que… que todo esto es mi culpa. Yo… yo me sorprendí mucho cuando Taki nos contó que él… que él había hablado con la abuela el día del cometa, y que la abuela sabía que yo… que yo no era yo. Y eso me molestó… y me molesta que ella nunca me lo dijera. Me di cuenta que, si ella me hubiera contado lo qué pasaba, yo tal vez habría buscado a Taki mucho antes, tal vez años antes, y ¡yo lo habría encontrado!
Taki quedó boquiabierto ante tal idea. Él nunca había pensado en esa posibilidad. La sola idea casi le hizo doler el pecho ante la impotencia de tanto tiempo perdido que ellos podrían haber aprovechado estando juntos. Pero había algo que no le cuadró.
—Mitsuha —dijo Taki con mucha pena en la voz—, si tu abuela te hubiera contado que estabas intercambiando con alguien, pero sin saber nada de mí, ni mi nombre, ni donde buscarme, no creo que eso nos hubiera ayudado. No tienes que martirizarte por eso.
—¡Es que tú no sabes! Cuando descubrí "Il Giardinno delle Parole", me senté a comer ahí, y yo sentía… no, yo sabía que conocía ese lugar. ¡Todo me era familiar! Pero no sabía por qué. Lo mismo me pasaba cada vez que pasaba por la estación Yotsuya o Shinanomachi. Si yo hubiera sabido que había olvidado a alguien, pero que había vivido su vida en sueños, si mi abuela me lo hubiera dicho desde el principio, entonces me hubiera dado cuenta de porque yo sentía que conocía esos lugares, y te hubiera buscado ahí, y te juro ¡yo te habría encontrado muchos años antes! —dijo Mitsuha con lágrimas en los ojos a causa la sensación de impotencia que sentía.
Taki puso su mano en el hombro de Mitsuha, intentando calmarla.
—Ahora no podemos hacer nada con eso, Mitsuha. Lo importante es que ahora estamos juntos, y no podemos dejar que el pasado perdido nos arruine el presente. Vamos, no llores.
Taki le acarició la cara, limpiando una lágrima solitaria que caía por su mejilla.
—Ahora soy feliz por haberte encontrado —dijo Mitsuha tomando la mano que Taki con la suya—. Pero me doy cuenta que esto me duele mucho. Y por eso… por eso, yo… yo encaré a mi abuela. Le hice ver que yo ya sabía que había intercambiado cuerpos con alguien en septiembre de 2013. Y eso la sorprendió. Y le dije que sabía lo que había pasado esa mañana, el día de cometa. Porque yo sabía quién era la persona que estaba ese día en mí, y que eras tú, Taki. Mi novio. Y ella… ella se conmocionó. No podía creer que te hubiera encontrado, me dijo que eso era imposible. Y se descontroló, se puso a tiritar, y se me tiró encima diciendo que tenía que hablar contigo, que tenía que conocerte, y entonces… ella se desmayó —concluyó Mitsuha bajando la cabeza.
Taki se incorporó y abrazó a la chica por encima de la mesa, y colocando la cabeza de la chica sobre su pecho.
—Ya, tranquila, tú no sabías que ella se lo tomaría así. Y lo importante es que ahora ella está mejor. Y yo estoy aquí así que puedo cumplir su deseo.
Y de pronto, las tripas de Taki emitieron un rugido tal que Mitsuha abrió los ojos de impresión, y hasta Yotsuha se sobresaltó.
—Oh, lo siento, yo… —intentó disculparse Taki soltando a Mitsuha y volviendo a su puesto.
—¡Taki! Tú…. ¿cenaste? —preguntó alarmada Mitsuha.
—Ehm… la verdad es que no. Cuando me llamaste, estaba a punto de bajar a cenar con mis colegas y… no pude ir, los dejé en el hotel, y vine de inmediato para acá.
—Pero… ¿cómo es que no compraste o comiste algo en el camino?
Taki negó con la cabeza algo avergonzado, sintiéndose regañado como un chiquillo.
—Lo siento, es que venía muy apurado, y… no lo pensé…
Mitsuha se dio cuenta de lo ingrata que estaba siendo al regañarlo cuando él había cruzado medio Japón sin previo aviso solo para venir a verlas a ellas y para ayudarles.
—¡Perdón! —exclamó Mitsuha, poniendo ambas manos frente a su cara en posición de oración—. No puedo ser tan mala anfitriona… tú tienes que comer algo… pero… ahora solo tenemos sobras frías.
—Yo… yo podría preparar algo para él —dijo Yotsuha, mirando hacia el lado, algo avergonzada.
—¿En serio lo harías, hermanita? —exclamó Taki entusiasmado, intentando apretar el estómago para evitar que otros rugidos salieran desatados de su vientre.
Yotsuha miró enfadada a Taki.
—Tú… no me llames "hermanita", por favor.
—Oh… lo siento, Yotsuha-chan —se excusó el chico sobándose la nuca con la mano derecha—. Es que, cuando te veo, no puedo dejar de verte así, como mi… perdóname.
Yotsuha levantó una ceja ante el inesperado tratamiento honorífico juvenil, y luego movió la cabeza de lado a lado, lanzando un sonoro suspiro de protesta.
—Yotsuha, ¡gracias por ayudar! —dijo Mitsuha, haciendo una reverencia de gratitud a su hermana, intentando calmarla—. Aunque…
Mitsuha miró por un segundo a Taki, y luego miró hacia abajo, intentando disimular una sonrisa pícara.
—…en cualquier caso —continuó—, recuerda que si… bueno, si Taki y yo nos casáramos, tú igual serías su herma-
—¡Pero no están casados ahora! —dijo Yotsuha enfadada, apoyándose en la mesa y poniéndose de pie de forma brusca—. Yo… voy a preparar algo para él, así que ustedes mejor vayan a ver a la abuela.
Yotsuha se dio media vuelta, y se fue a la cocina con paso molesto. Cuando llegó a la cocina, Yotsuha abrió el refrigerador, y comenzó a inspeccionar el contenido, pero de pronto su mente quedó en blanco.
«¿Por qué…? ¿Por qué me molesta tanto interactuar con ese chico?» pensó Yotsuha. Se sintió confundida de su propia enojada reacción cuando Taki la había llamado 'hermana'. Se tomó las sienes, presionando los dedos en ellas, intentando librarse de las raras emociones que la estaban embargando, y tuvo que hacer un esfuerzo extremo en concentrarse en el refrigerador para decidir qué cocinar.
Taki y Mitsuha habían quedado sorprendidos por la reacción de la adolescente, y se la habían quedado mirando en silencio. Pero como nada más pasó, Taki se enfocó en Mitsuha.
—Bueno… entonces ¿vamos a ver a la abuela Hitoha? —preguntó Taki en voz baja, intentando no llamar la atención de Yotsuha.
—Sí, vamos, pero yo voy a entrar contigo. Si notas que la abuela se comienza a alterar, por favor detengámonos. No quiero… no quiero que le vuelva a dar lo mismo de recién, o algo peor, o… que ella, que ella…
La idea de que su abuela se agravara o muriera pasó por la cabeza de la mujer, y no pudo evitar hacer un puchero.
—Shhh, tranquila —dijo Taki poniendo una mano sobre el hombro de Mitsuha—. Ya sabemos qué hacer, y voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para que nada malo le pase.
—¡Gracias! —dijo Mitsuha tomando el brazo de Taki por unos segundos y poniendo su mejilla sobre la mano del chico en su hombro. Cerró los ojos, y el calor de la mano de Taki la reconfortó como un bálsamo.
—Bueno… entonces… ¿vamos? —volvió a preguntar Taki después de varios segundos donde la chica se había quedado extática, casi como si se hubiera quedado dormida.
—Oh, sí, perdón —dijo Mitsuha algo ruborizada, sintiéndose algo tonta por dejarse abandonar ante las sensaciones que le transmitían el contacto con la piel del chico.
Ambos se pusieron de pie en silencio, y Taki siguió a la chica por el pasillo que iba hacia los dormitorios.
—Voy a ver primero si ella está en condiciones de hablar con nosotros. Te avisaré si está todo bien —dijo Mitsuha al chico, justo al lado de la puerta.
—Está bien. Esperaré aquí.
Mitsuha asintió, abrió un poco la puerta desplazándola con suavidad solo lo suficiente para dejar pasar su cuerpo, y desapareció en la habitación, cerrando la puerta de inmediato.
§
Mitsuha sintió una extra sensación al ver a abuela tendida en el futón, iluminada apenas por la tenue luz de una lampara que estaba detrás de ella. Lo primero que pensó es que estaba dormida. La observó por unos segundos, pero la inmovilidad de la anciana la comenzó a crispar. Una punzada de preocupación empujó a Mitsuha a acercarse rápidamente a su abuela. Se arrodilló al lado de su futón y tomo una de sus manos que descansaba a su costado.
—Abuela… ¿abuela? ¿Estás bien? —preguntó atemorizada, moviendo suavemente la mano de la anciana para animarla.
Hitoha abrió levemente los ojos, algo desorientada, y luego comenzó a parpadear pesadamente, fijando la vista en su nieta.
—¿Mitsuha?... oh, eres tú —dijo la anciana, volviendo a cerrar los ojos.
La chica no pudo evitar dar un suspiro de alivio. Su abuela parecía estar adormilada por los medicamentos y analgésicos, pero al menos estaba consciente.
—Sí, soy yo, abuela. ¿Cómo te sientes?
—Yo… me siento algo cansada. Siento el cuerpo pesado, embotado —dijo Hitoha, abriendo los ojos por unos segundos, y luego cerrándolos nuevamente.
Mitsuha miró la bolsa de suero que habían dejado los paramédicos, montada en un pedestal que habían dejado los paramédicos al otro costado del futón. Seguía goteando pausadamente, y ya le quedaba menos de la mitad. Mitsuha siguió con la vista la manguerilla transparente que bajaba hasta llegar al otro brazo de la anciana, y le pareció que todo estaba en orden. Se sintió más tranquila.
—Bueno, abuela… si estás cansada, tal vez… sea mejor dejar esto para otra ocasión, pero… pero mi novio vino a verte y está aquí. Tachibana Taki, de quién te hablé antes. Tú… ¿quieres recibirlo?
Hitoha no reaccionó por un par de segundos, pero luego fue como si las palabras de Mitsuha hubiera penetrado como un aluvión en su consciencia. Soltó la mano de su nieta e intentó incorporarse en el futón.
—¿Él está aquí? Yo… tengo qué hablar con él…
—Pero abuela, espera un poco, ¡déjame ayudarte! —protestó Mitsuha, intentando por una parte contener a su abuela, y por otra ayudarla a acomodarse sobre los almohadones para que estuviera cómoda, en una posición más vertical, semi sentada.
Mitsuha terminó de acomodarla, mientras que la anciana acicalaba su cabello como una adolescente, lo que sorprendió a su nieta. La chica se puso de pie y prendió la luz principal de la habitación, y luego se acercó a la puerta.
—¿Estás lista, abuela?
—Sí, dile que pase.
Mitsuha desplazó la puerta hasta abrirla de par en par, y dijo unas palabras hacia el pasillo. Entonces Taki se acercó y entró a la habitación hasta dar dos pasos dentro de ella.
—Abuela Hitoha, perdona mi tardanza, pero estaba lejos y fue complicado venir aquí. Pero estoy aquí, vine a verte, como prometí. Mi nombre es Tachibana Taki —dijo el muchacho dando una profunda reverencia.
Taki se incorporóy se sintió conmovido por la visión de la anciana Hitoha, que apenas lograba estar sentada en su futón. Con un suero a su costado, lucía enferma y demacrada. Taki sintió como un duro golpe verla así, postrada. La Hitoha que ahora veía estaba mucho más anciana, arrugada y enflaquecida que la que él tenía en sus recuerdos.
La anciana observó a Taki en silencio por un par de segundos, y luego le indicó con una mano que se acercara.
—Gracias por venir, muchacho. Yo de verdad necesito hablar cosas contigo. Ven, siéntate a mi lado.
Taki miró a Mitsuha, y ella asintió con la cabeza. Caminó hasta el lugar que la anciana le había indicad.
Mitsuha se puso al lado de Taki, acomodándose para acompañarlo, pero fue interrumpida por su abuela.
—Mitsuha, ¿sería posible que me dejes hablar a solas con él?
La chica abrió los ojos sin saber si sentirse molesta o sorprendida.
—Pero abuela, te dije que hablaríamos y te lo contaría todo, y Taki está aquí por esa razón. Yo quería que habláramos los tres…
—Sí, lo sé, pero hay cosas que quiero saber, y que necesito decirle sin que tú estés presente.
—Pero ¿qué podría él…?
—Por favor, Mitsuha… —rogó la anciana, sintiendo que sus fuerzas comenzaban a flaquear.
—Está bien, Mitsuha, déjame hablar con ella a solas —dijo Taki, acercando su mano a la de la chica y tomándola con suavidad—. Te prometo que, si algo pasa o te necesitamos, te llamaré de inmediato.
Mitsuha no pudo evitar hacer un puchero como una niña pequeña que hizo que Taki sintiera deseos de reír, pero se contuvo.
—¡Bueno, me iré entonces! Abuela, estaré en la cocina con Yotsuha. Por favor llámenme pronto.
Mitsuha se levantó, salió de la pieza y se quedó unos segundos mirando a Taki y a su abuela desde afuera de la habitación. Taki le devolvió la mirada y le hizo un gesto con la cabeza, diciendo «todo estará bien». Mitsuha suspiró, cerró la puerta y se fue.
Taki volvió a mirar a la anciana, algo cohibido, sin saber cómo continuar.
—Dame tu mano, muchacho —pidió inesperadamente la anciana.
Taki estiró la mano, y Hitoha se la tomó, cerrando los ojos. La anciana tomo una profunda bocanada de aire, y se quedó en silencio varios segundos. Luego abrió los ojos y lo miró directamente.
—¿Quién eres? —preguntó sin quitarle los ojos de encima.
—Eh, pues, mi nombre es Tachibana Taki. Yo… bueno, vivo en Tokio, y me encontré con Mitsuha la semana anterior. Pero creo que ella ya le contó que nosotros nos habíamos conocido mucho antes, en 2013. Un mes antes del cometa.
—Pero ¿quién eres realmente? —volvió a insistir Hitoha—. Nosotras desde siempre pudimos vivir la vida de otros. Soñar siendo otros. Pero nunca… nunca pudimos recordar. Y nunca pudimos volver a ver a esa persona. Y tú estás aquí. Musubi te eligió por alguna razón, y además… ¿de verdad tú recuerdas loque viviste con ella?
Taki sonrió, y apretó cariñosamente la mano de la anciana.
—Sí. Ahora recuerdo todo. Pero por muchos años lo olvidé. A pesar que Mitsuha era muy importante para mí, a pesar que vine a Itomori tres años después del cometa, buscándola, yo la había olvidado. No porque quisiera. Algo nos forzó a olvidar todo. Mitsuha sentía lo mismo. Y desde 2016 viví con la angustia de sentirme incompleto. De estar buscando algo, o a alguien, sin saber qué, a quién, o porqué. Y eso duró hasta la semana pasada, cuando vi a su nieta por casualidad en el tren. De hecho, íbamos en trenes distintos. Apenas si nos vimos por unos segundos, y ambos supimos que el otro era alguien importante. Ambos nos bajamos en la siguiente estación, y corrimos como posesos buscándonos, y nos encontramos a mitad de camino. Pero no sabíamos por qué. De hecho, hablamos, pero… no podíamos recordar.
—Entonces… ¿cómo lo supieron…? ¿Cómo pudieron recordar…?
Taki soltó la mano de la anciana, y se arremangó la chaqueta, dejando al descubierto su muñeca.
—Fue por la cuerda de Mitsuha —dijo Taki, levantando su brazo y dejando la muñeca frente a su pecho, a la vista de Hitoha.
Hitoha abrió los ojos, y luego los cerró, y se comenzó a reír.
—¿Cómo es que… la cuerda de mi madre… tiene que ver en todo esto?
Taki bajó el brazo y se quedó mirando su muñeca, tocando con sus dedos la cuerda. «Entonces sí es una cuerda muy vieja», pensó Taki, sintiéndose aún más conectado con un pasado remoto que no lograba desentrañar.
—Todo comenzó un día cualquiera de principios de septiembre de 2013, para Mitsuha. Nosotros no lo sabíamos, pero cuando ella despertó en mi cuerpo, y yo desperté en el de ella, ambos pensamos que era un loco sueño muy realista, y ambos nos dejamos llevar en ese sueño donde teníamos que ir al instituto como otra persona y lidiar con un montón de gente desconocida que nos miraba raro…; eso se repitió día por medio, varias veces a la semana, durante todo septiembre. Yo iba dejando notas en los cuadernos de Mitsuha, en su teléfono, y ella dejaba notas en el mío. Y entonces nos dimos cuenta que todo era real, que lo que vivíamos no era un sueño. Realmente estábamos intercambiando nuestros días. Pero ella no se dio cuenta que yo no vivía en 2013, sino que yo vivía en 2016. Nuestros intercambios ocurrían los mismos días, pero con 3 años de diferencia.
Hitoha abrió los ojos, asombrada.
—¿Por eso tú sabías que ese día caería ese cometa?
Taki asintió.
—Yo venía de su futuro —continuó Taki—. De un futuro donde… donde todas ustedes habían muerto. Yo tampoco sabía que había estaba viviendo la vida de Mitsuha en el pasado. Ese septiembre estuvimos así por semanas, hasta que a principios de octubre los intercambios dejaron de ocurrir. Yo me desesperé, y con los vagos recuerdos que tenía, que se iban desvaneciendo como en un sueño, viajé a Gifu, buscándola. Llegué a Hida-Furukawa, preguntando a todos los que encontraba, hasta que logré llegar a Itomori. Y entonces descubrí que la Mitsuha que yo había conocido, a la que había estado buscando… llevaba 3 años muerta.
—¿Pero, entonces… cómo es que…? ¡Nosotras estamos vivas! Nosotras nos alejamos de ahí porque…
Taki miró a la anciana, y le dio una sonrisa de complicidad.
—Ustedes se alejaron ese día porque yo esa mañana pude volver a intercambiar por última vez con Mitsuha. Porque en mi búsqueda desesperada de ella, cuando estaba en Itomori en 2016, en mi desesperación recordé que aún existía la mitad de Mitsuha en el Goshintai. La mitad de Mitsuha era kushikami-sake, tal como tú nos dijiste ese día, abuela ¿lo recuerdas? Yo lo llevé hasta la montaña, porque ese día yo desperté siendo ella. Y por eso sabía que eso estaba ahí. Y en 2016 subí a la montaña, desesperado por encontrar lo último que quedaba de Mitsuha en el universo, y bebí su kushikami-sake, rogando a Musubi por tener una oportunidad de salvarlas, volviendo al pasado. Y… él me la concedió. Y por eso volví a despertar por última vez siendo Mitsuha, viviendo de nuevo ese día siendo ella. Esa mañana fui yo el que bajó y habló contigo. Fui yo el que te advirtió que el cometa caería ¿Lo recuerdas?
Hitoha cerró los ojos, y puso sus manos sobre su pecho. Una lagrima comenzó a caer por su mejilla, pero no quiso detenerla.
—Yo supe que ese mes Mitsuha… no era ella misma —dijo la anciana con voz algo temblorosa—. Eso era algo por lo que todas las mujeres de la familia Miyamizu… pasamos alguna vez. Por eso ignoré todas… todas tus excentricidades y errores, muchacho. Y nunca te dije nada… ni le dije nada a ella, porque esa era su experiencia, una que ella debía atesorar… pues es única. Yo también lo viví… y de hecho ese día te lo dije. Pero yo olvidé. Y ustedes también lo olvidaron… entonces ¿Cómo hicieron para recordar?
—El día que nos reencontramos en Tokio con Mitsuha, hace una semana atrás, ella me contó que ella era de Itomori, y me mostró su cuerda, que era el único recuerdo de su madre. Y yo la reconocí, porque esta era también mi cuerda.
—¿Tu… cuerda? —repitió Hitoha, sin entender.
—Yo tuve esta cuerda por tres años. Mitsuha me la entregó el día antes de que cayera el comenta. Abuela Hitoha, ¿recuerdas cuando ella volvió triste a casa la noche anterior a la caída del cometa, y te pidió que le cortaras el cabello?
Hitoha abrió los ojos pesadamente, y asintió con la cabeza. Luego miró al muchacho, mirándolo con tristeza.
—Sí, lo recuerdo, pero nunca me dijo por qué llegó así. Y después de cometa, su memoria… se había ido, y nunca insistí ni le pregunté. Sentí que le haría más daño si le hacía saber que había perdido algo que… que pensé que nunca recuperaría. Ya lo habíamos perdido todo. No quise ahondar su dolor…
Taki tomó la cuerda y la comenzó a desanudar de su muñeca, hasta que la dejó en la palma de su mano. Comenzó a hablar mirando la cuerda, como si los recuerdos provinieran de ella.
—El día antes del cometa, cuando ella volvió triste, fue porque ella viajó en secreto a Tokio, a buscarme. O sea, ella pensaba que me encontraría a mí, al muchacho con quien estaba intercambiando, y de hecho lo hizo, pero yo en ese instante, vivía mi propio 2013, cuando yo aún no la conocía. Ella me habló, y me preguntó si la recordaba. Yo aún no la conocía, y como un mocoso inmaduro, yo simplemente la ignoré. Ambos íbamos viajando en el tren, y cuando la ignoré, ella se entristeció y se estaba bajando desconsolada, pero yo le pregunté su nombre. Ella me lo dijo, se desanudo esta cuerda del cabello, y me la arrojó. Y yo me quedé con esta cuerda por 3 años, hasta mi 2016. Llevé esta cuerda conmigo cada día, cada vez que podía. Era mi cuerda de la suerte. Cuando viajé a Itomori en 2016 buscando a Mitsuha, fui al goshintai llevando esta cuerda conmigo. Cuando rogué a Musubi volver a ser ella en 2013, mi único deseo era salvarla. Y al parecer Musubi me escuchó. Y yo volví a entrar en su cuerpo, a vivir de nuevo el día del cometa. Y ella, ella… ella volvió de la muerte, y despertó en mi cuerpo en el goshintai, en 2016.
—Entonces es verdad que… en tu época, ¿habíamos muerto? —preguntó Hitoha asombrada.
Taki asintió con la cabeza.
—En mi vida original de 2016, todas ustedes murieron. Más de 500 personas de Itomori murieron o desaparecieron. Y sus nombres estaban en un gran libro negro. Encontré el nombre de ustedes tres en ese libro, en la biblioteca de Hida-Furukawa. No podía entenderlo, y el corazón me dolía como nunca nada me ha dolido, al saber que a la chica que yo buscaba con desesperación estaba muerta, y yo no podía hacer nada…
—Entonces ¿por qué estamos vivas ahora?
—No lo sé con certeza. Ni Mitsuha ni yo lo entendemos bien. Solo sé que cuando Mitsuha despertó en mi cuerpo el goshintai, ella volvió a la vida, pero ella estaba en 2016. Y yo mientras tanto desperté como ella en la mañana del día del cometa en 2013. Pero en una segunda oportunidad. En esa nueva mañana yo hablé contigo, y fracasé en convencerte de hacer algo. Más tarde fui a ver al padre de Mitsuha, a pedirle que ordenara la evacuación del pueblo y también fracasé. Yo estaba frustrado, porque pensaba queno lograría salvarlas. Incluso Yotsuha pensaba que su hermana estaba loca; solo los amigos de Mitsuha, Sayaka y Tesshigawara, solo ellos me creyeron y ellos me estaban ayudando en el loco plan para lograr que todos evacuaran. Pero como el padre de Mitsuha no me creyó, sentí que necesitaba verla a ella, necesitaba su ayuda, solo ella sabría cómo convencer a su padre. Y de pronto sentí que ella sí estaba ahí, en el goshintai, esperándome. Era ya la tarde, así que corrí allá y alcancé a llegar antes del minuto mágico, antes del kataware-doki. Y nos pudimos ver, físicamente. Ella apareció frente a mí, pero yo volví a mi cuerpo, y ella volvió al suyo. Entonces le expliqué el plan, y le devolví esta cuerda. Al poco rato ella desapareció de golpe, pero volvió aese nuevo 2013, viva, llevándose de vuelta su cuerda, y ella se encargóde salvarlos a todos ustedes. Y yo me quedé en 2016, y lo olvidé todo. En ese nuevo 2013, Mitsuha tuvo éxito en lograr que todos ustedes evacuaran. Y por eso todos ustedes están vivos, aún si no recuerdan que antes murieron. Pero ni Mitsuha ni yo recordábamos nada de eso...
Taki estiró la cuerda con sus dos manos, y la examinó, mirándola con cariño.
—La semana pasada cuando su nieta me mostró esta cuerda, yo reconocí que era la cuerda que yo tuve por 3 años, nada más. Pero para ella, solo la había dejado de ver por una noche, y al día siguiente la recuperó, así que ella sentía que jamás la había perdido. No podíamos entenderlo, entonces, nosotros nos acercamos, con esta cuerda en las manos, y de pronto fue como si la cuerda se hubiera encendido Fue como si en mi mente innumerables imágenes me fueran golpeando, volviendo, apareciendo en mi memoria. Y comencé a recordar todo. Todo, cada día, cada intercambio, cada hecho… Y Mitsuha también recordó todo, y entonces supimos quienes éramos…
Taki puso levantó la cuerda, frente a la cara de Hitoha.
—Todo fue a causa de esta cuerda, abuela. La cuerda, el kushikami-sake, el goshintai… todo parece estar conectado. Musubi ¿verdad? Conectado era lo que significaba Musubi ¿verdad, abuela?
—Musubi es un dios misericordioso —dijo Hitoha, pensativa, como recordando tiempos antiguos. Demoró en continuar—. Esa cuerda no es una cualquiera. No por su diseño… muchas veces hicimos cuerdas con ese mismo patrón… pero la cuerda que tienes en tus manos… esa tiene hilos que vienen de una o más cuerdas mucho más antiguas, unas pasaron de mano en mano… por decenas de generaciones. Esa cuerda ha estado en la familia Miyamizu desde siempre. Es lo único… lo único que ha sobrevivido desde tiempos inmemoriales donde… de donde ahora no sabemos nada.
—Entonces ¿esta cuerda es mágica? —preguntó Taki mirando la cuerda con una mezcla de admiración reverencial y súbito miedo.
—¿Tú… crees en la magia, Taki? —preguntó Hitoha.
—Después de lo que vivimos Mitsuha y yo, no sé si llamarlo magia, pero sé que hay cosas que están más allá de lo que puedo comprender.
—Entonces, entiendes bien que lo que vivimos… está más allá del mundo humano —concluyó Hitoha.
La anciana estiró su mano hacia la cuerda, haciendo un gesto de pedirla. Taki entregó la cuerda a Hitoha, y ella la tomó y la puso sobre su pecho, cubriéndola con ambas manos. La anciana cerró los ojos y se puso a recitar algo en forma apenas audible, algo que Taki supuso era algún tipo de oración, porque veía mover a la abuela sus labios, pero sin entender ni una palabra de lo que decía. Cuando terminó, abrió los ojos y miró al chico.
—Esta cuerda la recibió mi madre de su madre… la madre de mi madre la hizo con los restos de una cuerda aún más antigua… de una cuerda que había sobrevivido desde los tiempos antiguos. Yo se la entregué a mi hija… ella se la entregó a su hija mayor, la heredera del clan Miyamizu. Y ella… ella te la entregó a ti. No sé si puedo estar de acuerdo con eso.
Taki tragó saliva con fuerza. Sabía que esa cuerda era importante para Mitsuha y su familia, pero esto que acababa de aprender sobrepasaba sus expectativas.
—Para mí es importante también—dijo Taki, poniendo toda la sinceridad que pudo en sus palabras—. Y la cuidé bien el tiempo que la tuve, abuela Hitoha. Lo juro, la cuidé porque sabía que era especial. No sé por qué, pero lo sabía. Era mi cuerda de la suerte.
—¿Por qué me llamas… abuela, muchacho? Yo… yo no soy tu abuela.
—Lo sé. Eres la abuela de Mitsuha. Pero, recuerda que yo fui ella. Yo viví siendo ella, viví bajo tu techo, y en esos días, tú eras mi abuela. Y tú sabías que yo no era tu nieta ¿verdad? Y aun así me cuidaste, me respetaste, y me permitiste aprender cosas a pesar de que veías que cometía errores que Mitsuha nunca cometería. Recuerdo como Yotsuha ponía los ojos blancos cada vez que yo cometía un error, pero tú… tú no me decías nada. Y por eso, te aprecio mucho. Aunque no seas mi abuela por sangre, eres como una abuela para mí.
—Yo nunca pensé que… volvería a hablar con el soñador que estaba en Mitsuha… —dijo Hitoha, pensativa—. Y ahora, ahora entiendo que la familia Miyamizu te debe la vida. No, no solo nosotras… mucha más gente. Es una pena que esto sea… algo que nadie más debiera saber, esto es algo mucho más grande que nosotros… Gracias, Tachibana Taki… gracias.
—Yo soy feliz de haberlas salvado, y de haber salvado a su nieta. Porque ahora que por fin la encontré, estoy feliz.
—¿Y qué van a hacer ahora? ¿Entiendes que ella… ella es mi nieta mayor? ¡Ella es la heredera del clan Miyamizu! Ella debería seguir la tradición… de más de mil años, sirviendo al santuario Miyamizu… ¡Mil años, muchacho… mil años!
—Pero abuela, todo se perdió ese día del cometa. Ya no hay un santuario.
Hitoha entrecerró los ojos, mirando a Taki con atención, como sopesando su carácter.
—Después que Itomori se perdiera… yo tenía la esperanza que Mitsuha se sobrepusiera… que retomara su papel… que continuara todo aquello por lo que yo… por la que todos nuestros ancestros… vivieron… y murieron. Hemos sacrificado nuestras vidas… por generaciones. Pero ella en cambio se fue de nuestro lado… quiso vivir en el mundo moderno… vivir en Tokio una vida citadina, siguiendo los pasos de ese hombre… del traicionero de su padre. Y eso me ha roto el corazón todos estos años…
—Pero, abuela Hitoha, ella de verdad te quiere, no ha querido traicionarte ni nada…
—No es a mí… no a mí a quien ella está traicionando. Ella está dándole la espalda… al servicio de Musubi, a nuestro dios. ¡Él es Shitori-no-kami Takehazuchi-no-Mikoto!... Y ahora tú sabes… tú lo sabes mejor que nadie en este universo, muchacho… que esto no es una simple superstición… esto… esto es real.
Taki se mordió el labio. Las palabras de Hitoha las sintió como un torpedo en la línea de flotación a la vida que Mitsuha siempre deseó y que había elegido vivir. Mitsuha había luchado por emanciparse de la esclavitud de ser una doncella miko, quiso dejar de ser una sacerdotisa de un santuario Shinto perdido en las montañas por el resto de su vida. Y había tenido éxito. Ahora vivía la vida que ella quería, en Tokio, como siempre ella soñó. Y él ahora se estaba dando cuenta que tal vez el verdadero destino de la mujer que amaba de verdad era ser esa sacerdotisa, ese rol que ella siempre odió.
—Pero ella… ella quería otras cosas, abuela. Mitsuha nunca quiso ser la sacerdotisa. Acaso… ¿no podría ser Yotsuha la que tome ese papel?
Hitoha miró con tristeza a Taki. Se sintió vieja y anticuada ante la simplicidad ingenua de la lógica de los jóvenes, esa alegre despreocupación en la vida era algo que ella ya no tenía el lujo de tener.
—Así que, ¿tú decidirás… el destino de la vida de alguien más? Quieres decidir… el destino de mi nieta menor ¿Le dirás tú a Yotsuha… que ella debe tomar el papel de la heredera… que en realidad le pertenece a su hermana mayor porque tú así lo decidiste?
—No, yo… yo no puedo hacer eso.
—Yo tampoco, muchacho. En mi vida he presionado a mucha gente… he hecho muchas cosas…. para que las personas aceptaran su rol. Así lo hice… con el padre de Mitsuha, pero él finalmente nos dio la espalda… se volvióun político. Luego presioné a Mitsuha, pero ella… nos dio la espalda también. Tenía mi última esperanza en Yotsuha… pero no sé si ella pueda… si Yotsuha pueda soportar todo ese peso sola. Y debo… debo confesarte algo, muchacho…
Taki se acomodó, algo preocupado por lo que iba a seguir.
—…yo, después que perdimos a Itomori… presioné más que nunca a Mitsuha, porque ella tenía que revivir nuestro santuario, nuestras tradiciones… Cuando ella nos dejó… me dolió mucho. Me dolió su traición. Yo comencé a… yo comencé a odiar su estilo de vida despreocupado… irresponsable con nosotras. Y ahora que ya no teníamos un santuario… yo sentí que todo estaba perdido. Que más de mil años… de todo nuestro esfuerzo… iba a morir conmigo. Todo… todo por la desidia y la indolencia de Mitsuha. Y yo… yo sentí rabia. Y esa rabia explotó en mí esta semana. Cuando Yotsuha… cuando ella volvió de Tokio, después de estar con ustedes… primero pensé que ella estaba soñando, pero luego… yo vi que era ella misma, pero esa niña estaba en shock. Yo… yo nunca la había visto así. Y yo culpé a Mitsuha. Yo la culpé… y sentí que el odio me invadía…
Taki vio como la anciana comenzaba a tiritar, y se comenzó a preocupar por el estado de ella, de que volviera a tener un episodio de desmayo o algo.
—Abuela, espera, no es necesario que te alteres… te creo, pero por favor tranquilízate.
—¡Debo decirte esto! ¡Debo expiar este rencor en mí, muchacho!
—Está bien, pero primero debes detente un momento. Te prometo que te escucharé, abuela, pero detente por un minuto, y respira.
La anciana se detuvo. Se dio cuenta que su corazón estaba súbitamente acelerado. Comenzó a respirar, y poco a poco fue calmándose. Cuando se sintió más tranquila, miró a Taki, y continuó.
—Gracias por ayudarme. Yo… yo ya no soy la de antes…
—Lo sé, abuela Hitoha. Quiero que te recuperes. Prometí a Mitsuha que no te haría enfermar, así que tienes que evitar alterarte.
La anciana miró al chico agradecida, y le tomó la mano.
—Eres un buen muchacho, Tachibana-san.
—Gracias, pero… por favor, puede llamarme por mi nombre. Solo Taki.
Hitoha asintió, y continuó.
—Yo nunca he querido odiar a mis nietas. Pero eso es lo que sentí anoche por Mitsuha. Y, de pronto… algo ocurrió. Futaba, su madre…mi hija…ella vino a mí anoche, en el momento en que sentía que el odio me consumía… ella vino a mí, y me habló…
—Espere, ¿la madre de Mitsuha? Pero… pero ella ¿acaso ella no está…?
—Sí, ella falleció hace muchos años… es Futaba la que debería estar viva y no yo…. Pero Musubi tenía otros planes… él tenía planes diferentes para mi hija. Ahora yo lo entiendo… ella era mucho mejor que yo… mejor en tantas cosas… y se fue tan temprano… pero ella vino anoche, en mi momento de mayor debilidad. ¡Yo escuche su voz! No la vi… pero sé que era ella, y Futaba me pidió solo una cosa. Que escuchara… que yo escuchara lo que Mitsuha tenía que decir… porque ella me traería muchas respuestas… y creo que la principal respuesta eres tú, Taki Tachibana.
Taki frunció el ceño, extrañado y confundido.
—¿Yo? ¿Por qué si hija le diría tal cosa?
—No lo sé… muchacho. No lo sé… Todo esto que me has dicho… y lo que me ha contado mi nieta… solo me confirma una cosa. Musubi no nos abandonó. ¡Él nunca nos abandonó! ¡Nos trajo de vuelta… de vuelta de la muerte! ¡Ay de mí… que soy una vieja sosa y torpe… como pude yo en dudar de él!
Hitoha estiró su mano y tomó la manga de la chaqueta de Taki, tirándola con la poca fuerza que le quedaba.
—Ahora, Taki Tachibana… ahora más que nunca me urge pedirte algo.
—Pues, claro, si está en mi poder —dijo Taki algo azorado por la súbita responsabilidad que Hitoha estaba dándole.
—Tú eres quien nos trajo de vuelta a la vida ¿verdad? Fue Musubi quién te trajo a nosotras. … Musubi te llevó a mi nieta, para ser su soñador… Musubi te hizo unirte con ella… de una forma que nadie podría jamás. Y tú nos salvaste… por ti… gracias a ti la familia Miyamizu sigue viva. Si Musubi te dio esa bendición… e hizo todo eso… para que esto pasara, significa que nuestra misión, la misión sagrada de la familia Miyamizu… nuestro llamado no ha terminado. Nuestra responsabilidad con él es más fuerte… más fuerte que nunca ¿Lo entiendes? ¡Tú eres la respuesta a mis plegarias, Taki Tachibana! Y ahora… ¡debes hacer entender a mi nieta… tienes que hacer que Mitsuha acepte su papel de heredera… la verdadera heredera de la tradición de los Miyamizu!
—Espere, yo entiendo que la tradición sea tan importante para su familia, pero… yo no podría forzar a Mitsuha a algo que le cause dolor o infelicidad.
—¿Es que aún no lo entiendes, muchacho?
—No, creo que no entiendo a donde quiere ir…
—¡Esto es más grande que tú, que yo… o que ella! Nuestras vidas están unidas… están hiladas, ¡Eso es Musubi! Y debemos ser humildes… ser agradecidas… y aceptar nuestro rol.
—¡Pero ella no quiere eso!
—¡Ella no lo quiere ahora! Pero tú debes hacerle ver… que esto es la verdad… es la verdad que tú nos estás revelando.
—¿Cuál… verdad? Yo no sé de qué verdad me habla.
—Musubi necesita más que nunca… merece más que nunca… nuestra fidelidad. Y él te eligió a ti, muchacho… de entre todo el mundo… te eligió a ti… para este papel.
—Pero yo ya cumplí mi papel, yo, yo las salvé, no creo que yo deba hacer nada más.
—Si lo único que importaba… era que nosotras viviéramos, pero que dejáramos todo atrás, para olvidar nuestras tradiciones…y que dejáramos el santuario Miyamizu desapareciera para siempre… ¿crees que Musubi te habría mostrado su poder, uniéndolos a ustedes… haciendo que volvieras para cambiar todo… solamente para que siguiéramos viviendo sin volver a servirlo? ¿Acaso crees… acaso puedes creer… que Shitori-no-kami es una marioneta de tus caprichos?
La respiración de Hitoha estaba siendo agitada de nuevo, y se quedó callada. Taki la miró en silencio sin saber qué responder.
—Dime, muchacho —insistió Hitoha—. Cuando tú rogaste a Musubi… por una oportunidad de salvar a mi nieta ¿qué estabas dispuesto a sacrificar… a dejar atrás en el goshintai?
Taki bajó la vista y cerró los ojos. Pensó en ese momento, cuando en la máxima desesperación, él sostenía la botella de kushikami sake de Mitsuha, lo único que quedaba de ella en todo el universo, y recordó como él quería poder salvarla, darlo todo con tal de traerla de vuelta. Recordó cómo en su interior su deseo se fundía en una petición a Musubi.
—Yo estaba dispuesto a dar mi vida por ella —respondió con voz decidida.
—Y ahora… ¿ya no lo estás? —preguntó Hitoha, mirando con intensidad a Taki.
—¡Claro que lo estoy! Yo… yo… —Taki se detuvo un segundo, pero él sintió que ya no podía dar vuelta atrás—. Abuela Hitoha, yo amo a su nieta. A ella la amo como a nada más en este mundo, y por eso la defendería, daría mi vida y más si estuviera en mí hacerlo, con tal de salvarla, de evitar que sea infeliz. Y por eso… yo no sé, no sé si pueda forzarla a… a asumir una vida que ella no quiere, abuela. No sé si podría traicionar la confianza de Mitsuha para forzarla a vivir algo que ella no quiere.
—¿Y si Musubi te puso en su camino… justamente para que la salvaras… para que ella viviera, y así tú la convenzas… de ser la próxima sacerdotisa Miyamizu? ¿Prefieres entonces que su vida… esta nueva vida que Musubi nos concedió… a todas nosotras… sea igual que si estuviéramos muertas?
—Eso no es cierto, no, no puede serlo —protesto Taki.
—Entonces… ¡respóndeme muchacho! ¿Por qué Musubi te dio… esa oportunidad? Tú no eres nadie importante para Musubi… no eres un Miyamizu… tú ni siquiera sabías que él existía… y aun así… Musubi te eligió. Cuando le pediste salvarla… Musubi te lo concedió ¿Para qué, muchacho? ¡Respóndeme!
—Yo… yo no lo sé —dijo Taki, amargamente.
—Pues yo creo que sí… tú si lo sabes, Tachibana Taki —dijo Hitoha, soltando finalmente la mano de Taki.
Taki se quedó callado, confundido y angustiado por sentimientos que no podía entender. Ni siquiera podía mirar a la anciana a la cara.
Hitoha se echó hacia atrás, cargando su peso en los almohadones, y cerró los ojos.
—¿Tú realmente amas a mi nieta? —preguntó Hitoha, con los ojos cerrados.
—Sí, abuela —dijo Taki, con la voz algo gruesa.
—Si de verdad la amas… deberás desposarla… y formar una familia con ella. Pero no cualquier familia… debe ser una familia Miyamizu. Deberás renunciar… a tu apellido … adoptar el de nuestra familia… ¿Estás dispuesto a eso… Taki-san?
—Te lo dije, abuela Hitoha, daría mi vida por ella. Yo… yo no me detendría por esas formalidades.
—Y si no te detendrás… tendrás que ser el esposo de la heredera… de la líder del clan Miyamizu… y deberías aceptar el papel que tomaste… cuando decidiste traerla de vuelta a la vida… tendrás que ser el nuevo sumo sacerdote… del futuro santuario Miyamizu.
Taki quedó helado. Así que ¿esas eran las condiciones que Hitoha Miyamizu le imponía, para hacer una vida con su nieta? De pronto, Taki comprendió lo duro que había sido para Toshiki Miyamizu, el padre de Mitsuha, enfrentar esa misma situación y esas mismas condiciones, todo para desposar a Futaba Miyamizu, la madre de Mitsuha.
Hitoha abrió los ojos, y miró a Taki, que estaba cabizbajo. Y volvió a tomar su mano con más fuerza de la que Taki esperaba dado el delicado estado de la anciana.
—Realmente estoy feliz… muchacho, creo que Mitsuha…podrá formar una familia contigo… y dedicarse a la vida a la que está destinada. Eres un hombre… un hombre que podría superar con creces el fracaso que fue su padre. Por favor… piensa en todo esto, piensa… en lo que esta anciana te pide. Sé que es mucho…pero todo lo que está en juego es mucho más. Esto es lo que Musubi puso sobre tus hombros… así que sé el hombre que estás destinado a ser… Taki Tachibana… y ayuda a Mitsuha a cumplir su destino.
—Yo… lo pensaré, abuela, te lo prometo —dijo Taki, rindiéndose ante la lógica de la anciana.
—Sé que lo harás, muchacho… oraré para que Musubi guie tus pasos… oraré para que los guie a ambos.
La anciana lo soltó por última vez, y puso sus manos a los costados, y cerró los ojos, mientras dejaba salir un suspiro mezcla de cansancio y alivio.
—Siento… mis fuerzas no me dejan seguir… ahora necesito descansar.
—¿Abuela? ¿Estás bien? —preguntó preocupado Taki.
—Sí… tranquilo, no me estoy muriendo, no todavía. Es que… ésta tal vez sea… la conversación más importante de mi vida. Pero este cuerpo cansado… de esta vieja anciana… ya no está en condiciones de seguir… yo necesito descansar…
—Abuela, entonces te dejaré. Te he escuchado. Prometo que pensaré lo que me dijiste.
—Por favor dile a Mitsuha que venga… que me ayude a recostarme. Y gracias… gracias por lo que hiciste por nosotras, antes y… por venir a verme esta noche, muchacho… gracias.
Hitoha se quedó en silencio, y poco a poco comenzó a respirar más pausado, y más profundo.
Taki se dio cuenta la anciana se estaba quedando dormida, y que la conversación la había agotado. Se puso con cuidado de pie, y se alejó en silencio. Hizo una reverencia desde la puerta en dirección a la anciana.
—Gracias por recibirme —dijo el muchacho, y desplazó con suavidad la puerta hasta cerrarla.
§
Yotsuha había decidido preparar para Taki un plato de oyakodon, porque era simple y rápido de preparar ya que no requería demasiados ingredientes. Ya había terminado de cortar las cebollas y el pollo cuando Mitsuha llegó de vuelta de la habitación de la abuela.
—¿Qué haces aquí, está todo bien? —preguntó a su hermana mayor cuando la llegó llegar de improviso a la cocina, con una cara de pocos amigos.
—Sí, tranquila. Todo está bien, pero… la abuela decidió echarme de su habitación para hablar a solas con Taki… ¿acaso yo no viajé también desde lejos para verla? —se quejó Mitsuha, frustrada.
Yotsuha miró la cara de su hermana y no pudo evitar ponerse a reír. Cuando Mitsuha se frustraba siempre ponía una cara de niña taimada. Y esa era una cara que Yotsuha hacía mucho tiempo no había visto.
—¡Oye, que no es gracioso! —se quejó Mitsuha con aún más vehemencia, cruzándose de brazos.
—Perdona, es que cuando te veo así, me recuerdas cuando éramos niñas.
—¡Tú aún eres una niñita, Yotsuha! —dijo Mitsuha intentando desahogarse molestando a su hermana.
—Hey, ¡cuidado con lo que dices! Recuerda que esta niñita está preparando la cena a tu novio —retrucó Yotsuha, sin pensarlo.
Mitsuha iba a responder cuando se dio cuenta lo extraño que sonaban esas palabras saliendo de la boca de su hermana.
—Mi novio… —dijo, mirando inconscientemente en dirección a la habitación donde había dejado a Taki algunos minutos atrás.
Yotsuha se dio cuenta que había hablado sin pensar. Y que acababa de hablar de Taki como novio de su hermana de forma tan natural que incluso la hizo molestarse consigo misma; ella aún no lograba concebir cómo esa relación siquiera podía funcionar, y por lo mismo solo pensar en ello hizo que su ánimo se descompusiera.
Mitsuha se dio cuenta que su hermana se había quedado callada y que ahora tenía una cara que era la antítesis de la cara risueña que tenía hacía segundos atrás, y se sintió culpable por enfadar a Yotsuha de forma tan inmadura.
—Perdona, no quería molestarte —dijo Mitsuha, acercándose a su hermana, intentando captar su atención—. Es que… solo quería estar ahí también, y me estaba desquitando contigo. Y gracias por hacer la cena para Taki… ¿qué estás cocinando?
—Oyakodon —dijo Yotsuha casi como un gruñido.
—Oh, buena idea, déjame ayudarte…
Yotsuha se movió hacia un lado, y dejó espacio a Mitsuha. Ambas siguieron trabajando en silencio por largo rato, casi sin necesidad de conversar.
Yotsuha terminó su parte del trabajo, y vio que Mitsuha estaba preparando más arroz. Así que solo quedaba dar la cocción final a los ingredientes. Decidió dejar eso en manos de su hermana, así que se puso a lavar la loza.
—Uhm, ¿dónde guardan el dashi? —preguntó Mitsuha, después de haber abierto algunas gavetas y puertas de los muebles de cocina sin encontrarlo.
—Creo que está allá en la alacena, cerca de donde guarda el arroz —respondió Yotsuha, apuntando a un viejo mueble que estaba al fondo de la cocina.
La adolescente se quedó mirando como su hermana revisaba el mueble, dejando a la vista una serie de ingredientes que su abuela guardaba ahí. Al ver esos ingredientes, Yotsuha cayó en cuenta que ella había elegido el plato sin preguntar si al chico le gustaba.
—Eh… Mitsuha, ¿a Taki le gusta el oyakodon?
Mitsuha había encontrado el dashi y estaba cerrando la alacena. Se quedó pensativa, mirando primero el dashi que tenía en la mano, luego miró los ingredientes que había dejado sobre la mesa, y al final miró a su hermana con la cara en blanco.
—La verdad… no lo sé.
—¿Eh? —preguntó Yotsuha con la voz cargada de incredulidad—. ¿Cómo es que no lo sabes?
—Pues… ¡no lo sé! Nunca le he preguntado si le gusta el oyakodon… ¿cómo lo voy a adivinar?
—Pero… tú sabes las cosas que le gustan ¿verdad? ¿Cuál es su plato favorito?
Mitsuha volvió al lugar y continuó preparando las cosas, pensando, pero sin responder.
—¿No lo sabes? —preguntó Yotsuha, extrañada.
—No —respondió Mitsuha con un tono molesto.
—Espera… pero ¡él es tu novio! Acaso no deberías…
—Sí, es mi novio, pero hay muchas cosas que no sé, y que él tampoco sabe de mí. ¡Nos estamos recién conociendo, entiendes! —respondió Mitsuha en un tono algo vehemente.
¿Recién conociendo? Algo en la cabeza de Yotsuha se quebró. Ella los había visto el fin de semana pasado de forma tan acoplada, había algo tan fuerte que parecía tirar de ellos el uno hacia el otro, al punto que al principio la asustó y hasta le dio vértigo, viendo a su hermana lanzada en los brazos de quién ella creía era un perfecto desconocido. Pero ahora su hermana le acababa de confesar ¿Qué no conocía los gustos de Taki?
—Espera…, espera un momento, Mitsuha… ¿de verdad no sabes cosas tan simples acerca de él?
—Mira, sé que suena raro, pero también todo esto es raro, nuevo para mí…
—Pero ustedes se supone que se conocían de antes ¿verdad? Y han estado toda esta semana juntos ¿Qué acaso no hablan?
—¡Claro que hablamos!
—O es que han estado… solamente…
Yotsuha, se giró hacia su hermana y la quedó mirando con los ojos entrecerrados, de arriba abajo, como intentando descubrir alguna pista que le diera asidero a la sospecha que cruzó su cabeza.
Mitsuha sintió el silencio y también se giró, y vio a su hermana escaneándola como si tuviera rayos X en los ojos.
—¡Oye! ¿Qué estás insinuando?
—Acaso ustedes… ¿se han dedicado toda la semana… solo a cosas… uhm… íntimas?
—¿Íntimas? —repitió Mitsuha de forma ingenua, sin entender a qué se refería su hermana.
Yotsuha resopló de impaciencia ante lo corto de entendimiento de su hermana mayor. Miró hacia los dormitorios, aguzando el oído para confirmar que estaban solas. Entonces se inclinó hacia su hermana, y le habló en un tono disimulado.
—Si casi no sabes nada de él, es porque no han hablado demasiado… pero se han estado viendo toda la semana… así que ¿es que se han dedicado solo a acostarse o qué?
Mitsuha se escuchó a sí misma dentro de su cabeza repetir la pregunta como un autómata. «¿Solo acostarme…?». Y de pronto sintió que toda su cara se puso roja como un tomate.
—P-pero ¡qué…! ¡No! ¿Cómo se te puede ocurrir eso? —protestó.
Yotsuha entrecerró los ojos y la miró con cara de «¿me estás diciendo la verdad?»
Mitsuha abrió los ojos sintiéndose acusada en forma injusta.
—Yotsuha, ¡absolutamente no! Yo con él, aún…
—¿Nada?
—¡Nada! ¡Y no vuelvas a preguntarme algo así jamás! —dijo Mitsuha volviéndose hacia el mesón de la cocina, y sintiendo su cara caliente y agitada.
Yotsuha volvió a suspirar. No lograba entender a su hermana, por más que lo intentaba. Así que volvió al contra ataque.
—Entonces, si ustedes no están… en eso, y… se han visto toda la semana ¿de qué hablan entonces? ¿Y cómo puedes quererlo si no sabes ni lo que le gusta de comer?
—¡Es que no necesito saber qué le gusta comer para quererlo, Yotsuha!
—Entonces ¿por qué están juntos? ¡Si apenas se conocen!
Mitsuha dejó lo que tenía en la mano, y se apoyó contra el mueble con todo su peso. Cerró los ojos y se dio cuenta que la pregunta de Yotsuha era importante. Su abuela probablemente le preguntaría lo mismo, y… ella misma debería saberlo. Pero, cuando se puso a pensar, nada claro vino a su mente.
—Yo… no lo puedo decir con certeza… —respondió al final.
Yotsuha se quedó perpleja mirando a su hermana. Cada vez la entendía menos.
—Pero entonces ¿por qué están juntos?
Mitsuha se giró y miró a su hermana.
—No tengo justificación. No sé por qué. Solo sé que cuando estamos cerca, siento algo, no lo sé, una conexión que nada… que nadie antes me provocó. Siento cosas por él que nunca antes sentí por nadie. Siento que quiero estar con él, y cuando lo veo, todo parece brillar, todo… ¡todo se siente que está bien! No sé cómo explicarlo, no sé por qué me ocurre eso, pero ¡es lo que siento! ¡Yo soy feliz estando con él, y él también lo es! ¿Acaso no podemos entonces estar juntos?
Yotsuha se quedó pasmada. Definitivamente no la entendía. Pero ni la propia Mitsuha lo hacía. Aparentemente su hermana era todo un mar de sentimientos extraños que eran tan ajenos a ella, que no podía siquiera imaginarlos. Se giró hacia los platos que aún seguían sin lavar, y continuó su tarea.
—No te entiendo, Mitsuha —simplemente respondió, sintiéndose algo derrotada.
—Tal vez algún día conozcas a alguien y me entenderás.
«¿Conocer a alguien?» Yotsuha se preguntó. Dejó de enjabonar el plato que tenía en la mano y se puso a pensar ¿a quién podría ella conocer?
De pronto el recuerdo de senpai Watanabe vino a su mente. Él era un chico de tercero que estaba en el club de fútbol el mismo año en que ella había entrado a primero en el instituto de Shizuoka. Ella se había incorporado club femenino de fútbol, y solía ver al equipo masculino entrenar los mismos días que ellas. Y se había descubierto a sí misma más de una vez mirando a Watanabe más que a los otros chicos. Y cada vez que lo miraba, algo en ella se movía, sin que nunca supiera qué era, o por qué. Y una vez Watanabe se había percatado de sus miradas y por algunas semanas ella sintió que él también la miraba con disimulo, pero con intensidad. Y cuando ella descubría que Watanabe la miraba, sentía que su corazón se aceleraba. Pero todo acabó cuando una de sus compañeras de equipo, que estaba en segundo año, se declaró a Watanabe, y él había aceptado salir con ella. Entonces ella nunca más lo miró. Yotsuha entonces recordó lo bien que se había sentido esa incipiente conexión con un chico mientras duró, y también recordó cuán doloroso había sido cuando todo terminó. Y desde entonces, ella había rechazado volver a mirar a otros chicos con interés, ya fueran de su clase o del instituto, para evitarse el dolor de la pérdida.
—Si alguna vez siento algo así por un chico… ¿estará bien? —preguntó Yotsuha, casi pensando en voz alta.
Mitsuha se giró y sintió el peso de la pregunta de su hermana. Dejó las cosas que estaba manipulando sobre la mesa, se acercó a su hermana por la espalda y la abrazó.
—Si sientes alguna vez algo así por alguien, créeme que lo sabrás. Lo sabrás porque será diferente a todo lo que has sentido antes. Y si ese chico siente lo mismo por ti, entonces puede que ustedes estén destinados a estar juntos y ser felices ¿verdad?
Yotsuha dejó las cosas dentro del lavaplatos, sacudió el exceso de agua de sus manos, y tomó los brazos de Mitsuha abrazándolos contra ella con más fuerza.
—Y si eso ocurre ¿será real? —preguntó Yotsuha—. ¿Podré vivir sabiendo que eso no será un sueño que desaparecerá?
—Yo pienso que lo es. Que todo esto es real. Porque aún si es que lo dudas… cuando viste a la abuela tirada en el piso, desmayada ¿acaso no sentiste miedo? ¿O acaso pensaste que no importaba, porque no era real?
—Yo… tuve mucho miedo.
—Yo también —confesó Mitsuha—. Y no me importa si esta realidad no es la verdadera realidad. Es la realidad que estoy viviendo ahora, y voy a disfrutarla y experimentarla al máximo, porque aún si no es la única que existe, es la única que es real para mí en este instante. Si estoy equivocada y hay otras realidades, no habré perdido nada. Pero si no viviera bien cada día a causa del miedo de que esto es un sueño, y si esta es de verdad nuestra realidad ¿no sería lamentable perder de vivir mi vida por causa de un miedo infundado?
Yotsuha se giró para ver a Mitsuha a la cara. Su hermana la soltó y dio un paso hacia atrás. Una lágrima iba cayendo por la cara de la adolescente.
—¡Gracias, hermana! —dijo Yotsuha.
Mitsuha puso su mano en el hombro de la chica.
—Somos iguales, Yotsuha. Ambas volvimos a vivir de alguna forma, por la razón que sea, así que estamos juntas en esto. No lo olvides. No tengamos miedo, y apoyémonos en lo que pase en el futuro ¿está bien?
—Sí… está bien.
Mitsuha soltó a su hermana y volvió hacia el mesón donde estaba cocinando.
—Esto no está avanzando demasiado rápido, y creo que Taki va a desfallecer si no come pronto —dijo, cambiando de tema e intentando relajar el ambiente.
Yotsuha se giró, y se quedó con los ojos cerrados por un minuto. Si esta era su realidad actual, entonces decidió que la viviría. La viviría mientras pudiera. Entonces, su abuela estando enferma, su hermana de novia con un muchacho que las había traído de regreso de la muerte y ella terminando su último año de instituto eran su realidad. Y decidió aceptarla. Pero algo en esta realidad sintió que aún seguía fuera de lugar. Casi un par de latidos después supo la respuesta: Taki. Ella podía lograr entender que su hermana y ese chico sintieran cosas entre ellos, pero ella sentía que algo de él le irritaba. Algo le molestaba y no podía saber qué era. Pero era algo que estaba ahí.
Yotsuha abrió los ojos, y se dio cuenta que tenía las mejillas mojadas. Se secó la cara con una toalla de papel, y siguió trabajando en silencio, mientras Mitsuha continuaba de la misma manera cocinando a su espalda las cebollas y el pollo.
§
Cuando Taki llegó a la sala, después de ser despedido por la abuela Hitoha, vio a Mitsuha de espaldas a él, haciendo algo en la cocina. Delante de ella estaba Yotsuha terminando de secar unos trastes. Se quedó parado mirándolas sin saber qué decir.
Yotsuha levantó la vista, y vio a Taki. La cara del chico le preocupó.
—Eh, ¿Mitsuha…? —dijo Yotsuha, intentando llamar la atención de su hermana, sin alarmarla.
—¿Qué pasa? —preguntó la chica girándose a mirar a su hermana.
Mitsuha vio a Taki con el rabillo del ojo, y casi dio un gritillo por la sorpresa de verlo parado ahí.
—P-per… ¡Taki! ¿Está todo bien? —preguntó sobresaltada, mirando de forma inconsciente por un segundo hacia la habitación de su abuela.
—Sí, está todo bien. Lo siento, yo… terminé de hablar con tu abuela, y ella me despidió. Me dijo que estaba agotada. Se estaba quedando dormida. Y me pidió que fueras a ayudarle a acomodarse para dormir.
Mitsuha se limpió las manos en un paño, y luego se acercó al chico y lo abrazó.
—¿Salió todo bien? —le preguntó casi en un susurro cerca de su cara.
—Yo… supongo que sí.
Mitsuha se separó de él y lo miró extrañada.
—¿Supones? ¿De qué hablaron?
Taki no pudo mirar a Mitsuha a la cara.
—Pues, le conté todo lo que nos pasó… tú sabes, nuestra historia juntos.
—¿Y lo aceptó bien?
—Sí, creo que ella está más que dispuesta a creernos, mucho más de lo que hubiera esperado.
—¡Pero eso es bueno! —dijo Mitsuha, alegre—. Ven, siéntate a la mesa. Recién habíamos terminado tu plato. ¿Te gusta el oyakodon?
Mitsuha tomó de la mano a Taki y casi lo llevó a tirones hacia la mesa.
—Eh, sí, es un plato muy sabroso —respondió Taki algo sorprendido por la inesperada pregunta.
—¡Genial! ¿Viste, Yotsuha? ¡Le gusta el oyakodon! —dijo Mitsuha guiñándole el ojo a su hermana—. Eh ¿Podrías tú servirle el plato a Taki? Yo iré a ver a la abuela.
Mitsuha dejó a Taki al lado de la mesa, y se alejó encaminándose a las habitaciones, pero de pronto una corazonada le hizo girarse para mirarlo.
Taki sehabía quedado parado a lado de la mesasin sentarse. Miraba al piso en un estado de ánimo extraño, algo taciturno.
—Taki, espera… ¿pasó algo más? —preguntó preocupada la chica.
Taki la miró, e intentó sonreír, aunque sintió que lo logró de una manera algo fingida.
—Bueno, es… complicado de explicar. Pero todo está bien ahora. Creo que ustedes y su abuela tendrán muchas cosas de qué conversar, y no tengo dudas de que ella… estará interesada en escuchar todo lo que tú le tienes que decir, Mitsuha.
Mitsuha sintió que la respuesta de Taki era algo ambigua, y no se condecía con el estado de ánimo que él estaba mostrando, pero no supo qué más decir. Miró hacia la cocina, y pensó que tal vez era el cansancio.
—Taki, por favor siéntate y come antes que se enfrié, yo vuelvo en unos minutos —dijo Mitsuha antes de desaparecer en el pasillo.
Taki miró a la mesa y se sentó en un sitio donde podía mirar tanto hacia la cocina como al pasillo por donde había desaparecido Mitsuha.
A los pocos segundos Yotsuha llegó con una bandeja, y dejó frente a Taki una taza de té verde tibio, una sopa miso con muchas verduras y un gran bol con oyakodon recién preparado. Luego miró en todas direcciones sin estar segura de qué más hacer, y al final decidió sentarse a la mesa frente a Taki, para acompañarlo, mientras abrazaba la bandeja en frente de ella, como si fuera un escudo.
Taki miró la comida y sintió casi desfallecer de hambre, pero dudó si esperar a Mitsuha para comer.
—Es mejor que comas pronto —le dijo Yotsuha notando lo complicado que estaba Taki.
—Sí, tienes razón. ¡Itadakimasu! —dijo Taki, tomando el plato de sopa y probándola. Simplemente la sintió deliciosa.
Taki se concentró en la comida, y probó varios bocados con deleite. Pero entonces se dio cuenta que estaba siendo observado con mucha atención por Yotsuha. Al mirarla de vuelta, la chica se cohibió y miró en otra dirección.
—Lo siento —dijo Taki mirando de nuevo al plato y concentrándose en comer.
—Y… entonces… ¿lograste convencer a abuela Hitoha de tu relación con mi hermana? —dijo Yotsuha sin mirar a Taki.
Taki sintió que casi se atragantó con la pregunta. «¿Por qué ella siempre es tan directa?» se quejó en su mente.
—Pues… diría que tengo posibilidades —dijo Taki, intentando no traicionar el agobio que le trajo la pregunta. «Si supieras lo que tu abuela realmente quiere de nosotros…» pensó para sí mismo.
—Ya veo —dijo Yotsuha, pensativa—. Así que fue una conversación difícil.
Taki miró a Yotsuha sorprendido, sintiendo que la muchacha casi le estaba leyendo la mente.
—¿T-tanto se nota? —preguntó casi con temor, pensando en que pronto volvería Mitsuha y se podía dar cuenta de cosas.
Yotsuha miró a Taki con algo de tristeza por el chico.
—Pues, así es a veces hablar con mi abuela. Bienvenido a la familia, supongo —dijo, y se paró en silencio, volviendo a la cocina a terminar de guardar las cosas que había estado secando.
Taki la observó por algunos segundos, y luego siguió comiendo en silencio, pensativo.
«No sé si pueda decírselo a Mitsuha. No sé cómo», pensó Taki mientras saboreaba la comida, que seguía siendo fantástica, pero de alguna manera ya no le sabía tan bien como antes.
