Recomendación de hoy

The A Word (Serie de TV): La historia de la familia Hughes, que trabaja, ama y lucha como cualquier otra familia. Cuando le diagnostican autismo a su hijo menor, los Hughes ya no se sienten igual al resto de las familias. Disponible en Disney+.


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Capítulo 31 ~ Felices para siempre

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Este es el último capítulo de esta historia. Hay un pequeño epílogo, pero este será el final.

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Hoy es el día. Todo será maravilloso, y no habrá crisis, y todo irá bien. Me lo repito a mí misma tumbada en la cama, mirando al techo. Tengo otros cinco minutos antes de que Alice y Rose echen la puerta abajo y empiecen a acicalarme y pulirme.

Mientras disfruto de la calma que precede a la tormenta matrimonial, pienso en los últimos cuatro meses. Han sido tan caóticos y rápidos. Entre el café, Edward trabajando, Sebastian yendo a la escuela y tratando de pasar tiempo con Carlisle en el café, la vida ha sido agitada. Pero ha sido muy divertido.

Rose ha sido una ayuda increíble y ha hecho la mayor parte del trabajo preliminar para la boda, en cuanto a vestidos y otros preparativos. Alice ha tomado las riendas de la decoración y Esme, por supuesto, se ha ocupado de los arreglos florales.

El único problema que Edward y yo tuvimos, durante la planificación, fue nuestro cortejo nupcial. Al principio quería a Alice y a Esme, pero en el último momento le dije a Edward que en realidad quería a Rose. Había trabajado mucho y era mi forma de agradecérselo.

Él, por supuesto, se lo había pedido a Sebastian, lo que me derritió el corazón. Luego me dijo que le había pedido a Jay, su abogado y amigo desde hacía mucho tiempo, que estuviera en la boda, junto con Felix, que ha sido el chófer y confidente durante más de cinco años. Me alegré, pero luego pensé en Carlisle. Así que tuvimos que sacar a Esme, para que pudiera estar con Carlisle. Sentí un vacío, y literalmente tuve mi propia crisis.

Recuerdo una noche llorando en la sala de estar mirando una pequeña lista de amigos que tenía. Toda mi vida ha sido siempre el trabajo y Sebastian, por lo que una vida social nunca entró en la mezcla.

Esa noche, Seb se sentó a mi lado y puso su manita sobre la mía.

—Mamá, ¿qué te pasa?

Resoplé. —Nada, Seb, solo que me he dado cuenta de algunas cosas y me he estresado un poco. —Le doy una pequeña sonrisa tranquilizadora.

—Sí, a veces me pasa —dice Seb asintiendo con la cabeza—. Siempre me dices que lo hable. Así que, ¿quieres hablar?

Miro a mi hijo en ese momento y veo a un chico más adulto de lo que estoy preparada.

—Gracias, cariño, pero no creo que funcione. Es complicado.

Suspira. —Soy muy bueno con los rompecabezas, mami, puedo intentarlo. —Parece tan decidido.

Así que le cuento mi dilema, y el sabelotodo que es tiene una respuesta.

—Bueno, Katie es la niña de las flores, o sea, la persona que lleva los anillos, así que no puede hacerlo. Así que parece que tu única opción es el Sr. Emmett —responde con naturalidad.

—¿Emmett? —Jadeo ante su elección.

—Claro, ¿por qué no? Que sea un chico no significa que no pueda participar. —Sus ojos se abren de repente—. A no ser que tenga que llevar vestido. Puede que no le guste.

Me río un poco. —¡Ay, Seb!, el señor Emmett es tu profesor. Aunque dijera que sí, dudo que quiera hacerlo.

—¿Cómo lo sabes si no preguntas? —dijo Seb.

Y tenía razón. Le pregunté a Emmett, y él estuvo más que feliz de ayudarme.

Así que Alice, Rose y Emmett estarán junto a mí. En realidad, ha sido la más interesante de las experiencias, tener a Emmett asistiendo a las pruebas de vestuario.

En un momento dado, Emmett incluso dio su opinión y tomó el té con nosotras en la boutique.

Jasper es un juez de paz certificado, lo que me sorprendió. Así que nos casará a Edward y a mí. Y, por supuesto, mi padre me llevará al altar.

En un solo golpe, hemos sido capaces de incluirlos a todos. Menos a mi madre. La invité, pero declinó, diciendo que no estará en el país. C'est la vie, supongo.

Sue, la novia de mi padre, ha accedido amablemente a cuidar de los niños mientras nos preparamos. Así que sé que todo está en orden, pero sigo acostada en la cama con mariposas bailando en mi estómago.

—Toc, toc, toc, dormilona —la alegre voz de Alice suena mientras abre la puerta de mi habitación—, Rose y yo te hemos traído el desayuno.

Rose entra detrás de ella cargando una bandeja. —Buenos días, Bella, ¿estás lista para tu gran día? —pregunta.

Suspiro y me siento, permitiendo que coloquen la bandeja en mi regazo. —Sí y no —respondo con sinceridad.

—Vaya, ¿te estás acobardando? —pregunta Alice con inquietud en la voz.

—No, quiero casarme con Edward, de eso no tengo ninguna duda. Es que... —Dejo escapar un suspiro y doy un pequeño mordisco a la tostada.

—¿Tienes miedo de caerte de bruces? —pregunta Rose.

—Gracias por eso —respondo con una risita—. Pero no, me preocupa todo el cambio. Seb es...

Alice me interrumpe. —Seb adora a Edward. Y ustedes lo han preparado muy bien para la nueva situación. ¿No me dijiste que Seb sólo habla en el colegio de que ahora tendrá dos papás?

Asiento y ella continúa.

—¿Y que le va increíble en los estudios?

Vuelvo a asentir.

—¿Cuándo fue su última crisis? —pregunta con suficiencia.

—Supongo que hace tiempo, tal vez un mes —respondo.

—Exacto, verás, lo está haciendo bien. Tienes que dejar de preocuparte. Ahora, come —Alice señala mi plato—, Rose y yo volveremos en quince minutos exactos.

—De acuerdo —murmuro con una pequeña sonrisa— Gracias, Alice.

—El placer es mío.

Con eso, me dejan con mi desayuno.

~BoaB~

A eso de las once, Sebastian entra en mi habitación. Se deja caer en mi cama, cruza los brazos sobre el pecho y pone mala cara.

—¿Qué pasa, amigo? —le pregunto sentándome a su lado.

—Quería ponerme la capa con el traje, porque Edward dijo que yo era su copiloto. Quiero decir, ¿cómo voy a volar sin mi capa, mami? —Parece tan triste y confundido.

—¿Qué capa, cariño?

—La negra y roja que me regaló papá en Navidad —responde solemne.

—¿Quién te dijo que no podías ponértela?

Resopla. —Alice, dijo que desentonaría o algo así.

—Ya veo. Bueno, ¿qué tal si traes la capa y después de la ceremonia te ayudo a ponértela para la fiesta? —cuando digo esto, Seb pone cara de haberle dicho que puede cenar caramelos el resto de su vida.

—¿En serio? —pregunta exultante.

—Por supuesto, tienes la promesa de la novia. —Sonrío y salta a mis brazos.

—Gracias, mamá.

—De nada, cariño, y recuerda, la próxima vez pregúntame, ¿de acuerdo? —Asiente cuando nos separamos.

Bien, la crisis del día se ha extinguido.

~BoaB~

—Perfecto, Bella. —Alice acaba de terminar de recogerme el pelo en un perfecto moño rizado, con mechones cayendo en cascada a los lados de mi cara.

—¡Guau, gracias, Alice!, quedó increíble. —Sonrío a mi reflejo. Ha conseguido que mi pelo parezca natural y elegante.

—El placer es mío. Ahora, el maquillaje. —Abre una maleta tipo caja de herramientas y mis ojos se abren de par en par al ver todos los compactos, brillos, perfiladores y coloretes.

—No tengas miedo, Bella, vamos a hacerte brillar, no a convertirte en una drag queen. —Se ríe entre dientes.

Se pone a trabajar deprisa y, justo cuando me está pasando el brillo por los labios, se abre la puerta de mi habitación y entran Esme, Katie y Rosalie.

—¡Bella, estás impresionante! —me felicita Esme.

—¡Gracias! —No puedo evitar el rubor que se apodera de mis mejillas. Siempre he odiado ser el centro de atención.

—Mamá, no hagas que se ponga toda roja, que estropea el proceso —bromea Alice.

—Estás muy hermosa, Bella. —Katie se acerca a mí con su vestido de niña de las flores perfectamente rosa. Lleva el pelo rizado y peinado como Cenicienta.

—Katie, me vas a avergonzar con este vestido. —Le paso la mano por la falda.

Se ríe y se acerca a Esme, que está colocando mi vestido de novia en la cama.

—Es el vestido perfecto para ti, Bella —exclama Rose.

—Más vale que lo sea. Si no, será demasiado tarde. —Me río entre dientes mientras camino hacia donde están todos esperándome para ponerme el vestido.

Me pongo el vestido y me quedo tan quieta como puedo. Rose, Alice y Esme me abrochan la cremallera. Sus rostros esbozan una pequeña sonrisa mientras sus ojos se concentran en la tarea que tienen entre manos.

—Gracias —susurro.

Todas me miran y sus sonrisas se amplían.

—No tienes que agradecérnoslo nunca — dice Esme mientras me besa la mejilla y me abraza.

—En serio, Bella, nunca he conocido a dos personas que merezcan más un 'felices para siempre' que tú y Edward —dice Alice—. Están hechos el uno para el otro, literalmente.

—Me siento como si me hubiera ganado la lotería. —Me trago las lágrimas que amenazan con arruinar mi maquillaje.

—Estoy segura de que mi hijo siente lo mismo. —La sonrisa de Esme es cálida y sus ojos brillan—. Por mucho que me guste todo esto de los lazos afectivos y la sensiblería, tenemos que llevarte al parque —dice Rose con seriedad—. Tenemos treinta minutos.

Con un último botón, bajamos las escaleras, donde veo a mi padre de pie junto a la puerta principal.

Nunca lo había visto de esmoquin. Incluso cuando me llevaba a los bailes de padre e hija, vestía un sencillo traje y corbata.

—Vaya —susurra—. Bella, estás... —traga saliva y puedo ver la emoción que pinta sus facciones—, estás preciosa.

No espero, me abalanzo sobre él y lo envuelvo en un abrazo. —Te amo, papá —le digo al oído.

—Yo también te amo, princesa —me responde mientras me aprieta un poco más.

~BoaB~

Nunca me molesté en preguntarle a Edward cómo pudo alquilar un lugar en Central Park para celebrar nuestra ceremonia. Cuando llegamos y veo el montaje, casi dejo de respirar.

Está claro que Esme ha desplegado su magia floral, añadiendo riachuelos de gardenias a través de los árboles que convergen en un toldo sobresaliente donde estará Jasper. Se han colocado sillas con hiedra enrollada alrededor de su estructura. Me doy cuenta de que Carlisle ha tenido algo que decir cuando me fijo en los crisantemos de marfil que forman un círculo perfecto alrededor del altar improvisado.

—¡Santa madre de los cielos! —digo—. Esme, has hecho un trabajo extraordinario. Parece un sueño.

—Bien, esa era la idea —responde con una risita.

Emmett entra en la pequeña tienda donde me han ordenado esperar. —¡Bella, guau! —grita.

—Gracias —es todo lo que puedo decir. Cada vez que intento pensar, siento que voy a vomitar por todas partes. Parece miedo escénico.

—Edward acaba de llegar con Seb, Jay y Felix. Así que me pidieron que viniera a buscarte. —Sonríe, y sus adorables hoyuelos me hacen sentir extrañamente a gusto.

—Bien, hagámoslo antes de que me desmaye —digo.

Desde donde estoy, cogida del brazo de mi padre, veo a Sebastian jugueteando con su traje blanco. Parece un hombrecito, y me cuesta todo lo que soy no correr hacia él y abrazarlo.

En cuanto empieza la música, veo a Katie caminar por el pasillo, esparciendo pétalos de rosa sobre el corredor de alabastro.

—Me alegro de que Edward y tú se hayan encontrado —me susurra mi padre al oído cuando Katie llega a la mitad del camino.

—Yo también. —Respiro—. Es extraño. Ni siquiera sabía que estaba buscando a alguien hasta que él irrumpió en mi vida.

Se ríe entre dientes. —Así es como empiezan todas las grandes historias de amor —dice, y empezamos a hacer el camino hacia Edward.

Cuando levanto la mirada, veo que Edward gira la cabeza hacia mí. En ese momento, cuando nuestros ojos se cruzan, sé que para él soy todo lo que hay en el mundo. Aunque sólo sea por este momento, somos las dos únicas personas que existen.

Cada paso es como volar. El agarre de mi padre me sujeta, y menos mal, porque de lo contrario correría por el pasillo para abrazar a Edward y no soltarlo nunca.

—Ya casi hemos llegado —dice Charlie en voz baja mientras tira de mi brazo. En algún momento debo de haber acelerado el paso.

Tres pasos más... dos... uno.

Edward me tiende las dos manos y yo las cojo sin dudarlo. Mi corazón palpita la palabra «hogar».

Mis ojos recorren al hombre con el que me voy a casar. Su esmoquin está impecable, y él parece la perfección. Una pequeña rosa roja da, a su ya elegante aspecto, un toque de ternura.

Veo cómo se fija en mi vestido. La emoción en sus ojos no hace más que avivar mi deseo de unirme a él en corazón, mente, cuerpo y alma.

—Hoy quiero que sepas lo afortunado que me siento por haber encontrado a la persona perfecta para mí, la que me hace sentir tan a gusto y me proporciona alegría e ilimitadas esperanzas e ilusiones para el futuro. Cada día que estamos juntos, no haces más que hacerme feliz. El día en que nos conocimos fue el día en que volví a vivir de verdad, y hoy, el día de nuestra boda, declaro mi amor y devoción por ti ante el mundo entero. Hago votos por permanecer a tu lado en los mejores y en los peores momentos, y por darte lo mejor de lo que tengo desde ahora hasta el final de nuestros días. —Edward me dice sus votos y se me saltan las lágrimas mientras el corazón me duele de amor por este hombre.

—¿Bella? —Jasper se vuelve hacia mí y me aclaro la garganta antes de empezar.

—Mucha gente se pasa la vida buscando a su alma gemela, a su único y verdadero amor. Algunos tienen la suerte de encontrar a la persona a la que realmente pueden llamar su media naranja, mientras que otros se pasan el resto de la vida buscando y nunca encuentran. Estoy feliz de contarme entre los afortunados porque te encontré. Te amo, Edward. Sé que eres el único para mí, mi único y verdadero amor. Estoy feliz y agradecida de que hayas llegado a mi vida, de que donde otros han pasado toda su vida buscando al otro, yo te haya encontrado. Y ahora que lo hice, nunca te dejaré ir. Te prometo, Edward, que te abrazaré y te apreciaré y te daré mi corazón, que te apoyaré y te cuidaré. Fielmente, siempre permaneceré a tu lado con tu mano en la mía, sin importar lo que la vida nos depare. Te tomo ahora como esposo, y lo seguiré siendo el resto de mi vida. —Se me seca la garganta y se me humedece la cara de lágrimas de alegría cuando termino.

Cuando Jasper nos declara marido y mujer a Edward y a mí, la multitud nos aclama mientras nos besamos y nos atamos el uno al otro con nudos que sabemos que nunca desharemos.

—Te amo, Bella, con todo lo que soy —me susurra al oído mientras me acaricia la mejilla con la mano.

—Y yo te amo a ti, Edward, hasta que se acabe para siempre. —Sonrío—. Puede que incluso más tiempo. —Nos besamos por última vez antes de que nos alejarnos del altar y subir a la limusina.

~BoaB~

El café está adornado con luces centelleantes y torrentes de telas de satén color marfil. Lazos de ébano se atan a los respaldos de cada silla blanca y centros de mesa de velas y cristales decoran las mesas maravillosamente.

Está sacado de un cuento de hadas. Hay amor en cada centímetro de este salón y sé que todo tiene que ver con mi familia y mis amigos.

—Todo el mundo, por favor, de pie, y vamos a escuchar sus gritos de alegría para el señor y la señora Edward Cullen —grita emocionado el maestro de ceremonias, y los vítores de todos me hacen reír de alegría absoluta.

Cuando Edward y yo nos dirigimos a la pista de baile, Seb salta y nos choca los cinco.

Su chaqueta hace tiempo que ha desaparecido y ha sido sustituida por la capa roja y negra. Y mientras Edward y yo bailamos nuestro primer baile como marido y mujer, Sebastian corre a nuestro alrededor en círculos todo el tiempo.

—¿Qué se siente al estar casada, Sra. Cullen? —Edward pregunta con una sonrisa gloriosa.

—Se siente como si todo lo que sentía que me faltaba se hubiera encontrado y puesto en su en su lugar —respondo y soy recompensada con un beso cariñoso.

Después de nuestro baile, Edward es arrastrado en una dirección y yo en otra. Hablo con todos los parientes y amigos presentes. Justo cuando creo que tengo un momento para encontrar a Edward, Carlisle me saca a bailar. Naturalmente digo que sí.

—Este vestido es perfecto para ti, Bella —dice Carlisle mientras me pasea por la pista de baile.

—Gracias, Carlisle.

—De nada. Te sienta muy bien. Es como si quisieras parecer una princesa. ¿Es eso lo que querías? Porque, misión cumplida. —Sonríe.

—Sólo quería estar bonita.

Deja de bailar y me mira un poco perplejo. —Bella, eres hermosa sin el vestido. Incluso en pantalones eres hermosa. —Luego continúa bailando.

—Eres un encanto —le digo mientras le beso la mejilla.

—Sí, bueno, tú sacas eso de mí. Te amo, al fin y al cabo, y ahora eres mi hija, así que te quedas conmigo. Espero no decepcionarte nunca —dice, y ahora es mi turno de detener nuestros pasos y mirarlo confundida.

—Carlisle, nunca podrías decepcionarme. Hoy he ganado mucho más que un esposo. Tengo la bendición de tenerte a ti, a Esme y al resto de tu familia como míos. Yo también te amo, Carlisle, y prometo ser la mejor persona que pueda para esta familia.

No decimos nada más, sólo bailamos y, cuando nos separamos, sé que mi vida no podría ser más plena.

En los breves momentos en que Edward y yo nos reunimos en nuestra propia boda, es para cortar el pastel, quitar la liga y brindar por todos nuestros invitados por compartir este día con nosotros.

A medida que el día se va desvaneciendo y la multitud empieza a disminuir, puedo vislumbrar a mi marido. Y si no puedo verlo, puedo oír su risa jovial y despreocupada por todo el café, y me calienta como el abrazo perfecto.

—En este momento nos gustaría pedir a todos los invitados restantes que formen una fila fuera del café a lo largo de la pasarela para desearle a nuestra encantadora pareja paz y prosperidad en su camino hacia la felicidad para siempre —dice Alice con una ligera mala pronunciación en el micrófono.

Me agacho junto a Sebastian, que tiene los ojos somnolientos. —Papá te va a llevar a casa, cariño, y luego papá se quedará contigo allá. ¿Seguro que estarás bien? —le pregunto.

—Sí, mamá, estoy bien. Voy a pasar unos días con la abuela Esme y el abuelo Carlisle, ¿verdad? —pregunta con los ojos muy abiertos.

Me río entre dientes. —Sí, dentro de unos días tendrás una fiesta de pijamas increíble. Te llamaré todos los días, y si me necesitas...

Me interrumpe—. Lo sé, mamá, estoy bien. —Sonríe y me abraza.

Este será el mayor tiempo que he estado lejos de Sebastian, y cuando una pequeña lágrima resbala por mi cara, es Sebastian quien me la seca.

—No llores, mami, estaré aquí cuando vuelvas. Seguro que me divierto más que tú. —Se ríe entre dientes, y yo no puedo evitar devolverle la risa.

—Espero que sí, cariño. —Con un beso más, Edward me lleva de la mano. Me coge en brazos, me da la vuelta y nos metemos los dos en el coche.

Cuando la puerta se cierra y nos rodea el silencio, miro a los ojos de mi amado y suspiro con una satisfacción que nunca había sentido.

—¿Está preparada para siempre, señora Cullen? —me pregunta mientras sus labios rozan los míos.

—Mmmm —tarareo.

—Te amo, Bella —me dice mientras se separa.

Apoyo la cabeza en la suya y sonrío. —Estoy dispuesta a amarte para siempre, señor Cullen.

~Fin~

Nota de la autora:

Mi marido es mi roca y siempre ha hecho que merezca la pena esperar al día siguiente, lo amo y no podría haber hecho esto sin él.

A mi hijo, Jack, MI SEBASTIAN. ¿Qué puedo decirle aparte de que es mi héroe? Quiero ser como él cuando sea mayor y aunque le dijera «te amo» cada día durante el resto de mi vida nunca sería suficiente.

¡LOS QUIERO A TODOS!

Nota de la traductora:

Actualmente, Jack, el hijo de Meredith que inspiró esta historia está en la universidad estudiando una maestría en Historia.
Mi hijo también está en la universidad, estudia Ingeniería Multimedia.