Hola preciosuras
Ranma 1/2 y sus personajes no me pertenecen, son absoluta propiedad de la extraordinaria y cruel Rumiko Takahashi.
.
.
En esta vida y en las siguientes
.
Capítulo 8
"Koyimaru"
.
.
- Nabiki... - susurró sin creer que la tenía frente a frente.
Sere idiota. Yo y mi bocota.
- ¿Me conoces? - preguntó examinándolo a detalle.
- ¿Yo? - dijo asustado. La mirada clínica de la mujer no le dejaba pensar. - No se quien sea usted, señora. - se excusó dándose la vuelta.
- Señorita, esto es propiedad privada. Le rogaría que se retire. - intentó convencerla de irse.
- No me iré, tengo que hablar con tu jefe. ¿No está aquí? - preguntó nuevamente.
- No lo está, así que váyase - respondió aún nervioso de ver a su cuñada.
Se fijó nuevamente en el niño, uno bastante raro. ¿Por qué parecía tan nervioso? Le divertía esas expresiones que hacía. ¿Le recordaba a alguien? ¿Pero en quién había visto esas mismas expresiones? No tenía caso pensarlo de más, ella tenía algo que hacer en ese lugar.
Se sentó en el sofá con toda la tranquilidad posible.
- Así que, Aseguradora Nagai jinsei. Durante 2 años me ha intrigado cómo se manejan - dijo mirando a la nada. - Siempre me pareció sospechoso, hicieron muy buen trabajo cubriendo todas las pistas y haciendo parecer todo tan real. Al principio pudieron engañarme, cuando visité las instalaciones y pregunté me dieron excelentes referencias, aún así, a los meses una nueva interrogante se me cruzó por la mente y comencé a investigarlos nuevamente. Y fue muy difícil obtener información sobre ustedes. A veces la verdad está en lo más obvio ¿No lo creen? - preguntó. - Como una aseguradora que solo existe hace 2 años, ¿Podía hacer válida una póliza de vida de hace 9 años? Si en ese tiempo ni existían. Entonces, preguntaré lo siguiente, ¿Qué asuntos tienen con Akane Tendo? Sino obtengo una respuesta llamaré a la policía en este momento - mostró su celular.
Miró a Roderick que parecía pensativo, luego volvió su mirada a Nabiki. En verdad ella llegaba a complicar todo. Siempre la actitud tan confiada de ella le ponía de mal genio.
- ¿Entonces? ¿Llamó a la policía? - volvió a amenazar al no recibir respuesta.
Tenso su mandíbula molesto.
- Adelante, no hemos cometido ningún delito - comentó intentando calmarse.
Sonrió al recibir esa respuesta, era un niño muy listo. No entendía bien qué asunto tenía en todo esto, lo que sí podía asegurar, era que tenía conocimiento sobre el tema.
- Bueno, cuando le cuente a mi hermana toda la verdad, tomaremos cartas sobre el asunto y ni crean que saldrán librados fácilmente, más si es algún tipo de estafa. - dijo firme y se levantó dispuesta a marcharse.
- No te atrevas, Nabiki - masculló enojado dando un golpe en la mesa. Al minuto se arrepintió de su acción y comenzó a retroceder.
Maldición la acabo de embarrar.
Abrió los ojos completamente, esa frase y la manera como la dijo era igual a... Ranma. Y esa extraña trenza, esa expresión de sorpresa. Que alguien le dijera si se estaba volviendo loca, porque no terminaba de entender cómo ese niño podría parecerse tanto a él. No por nada vivieron tantos años en la misma casa, ella reconocía esas expresiones.
- ¿Quién eres? - caminó en su dirección.
No recibió respuesta solo lo vio seguir retrocediendo. Era idéntico, a cada segundo que lo observaba veía en él, esas expresiones de tonto que tenía su cuñado al verse descubierto. No sabía qué clase de locura era esta, pero tenía que descubrirlo.
- ¿Ranma? - preguntó directamente.
Se quedó de piedra al instante que escuchó que lo llamaba por su nombre.
¿Cómo me descubrió? Maldita sea. ¿Qué hago ahora?
- No tengo idea de quién es ese tal...
- No intentes engañarme - interrumpió presionando más.
No tiene caso, ella lo sabe y con Nabiki es imposible.
Cerró los ojos y tomó aire, para continuar.
- Me rindo - levantó los brazos aceptando su derrota y la vio retroceder sonriente.
- Tendrás que explicarme todo esto, en serio creo que me estoy volviendo loca.
- Siempre estuviste loca, Nabiki - comentó caminando de regreso al sofá.
Escuchó cómo reía.
- Sin duda eres tú, tan grosero como siempre.
La veía reír sin detenerse, no le encontraba la "gracia" él estaba contando todo lo que había pasado y ella solamente se reía de su historia. La vena en su frente se hacía más notoria con el pasar de los minutos.
- ¿Terminaste? - preguntó de mala gana.
- Lo siento, lo siento - dijo dejando de reír - Solo que es increíble, no me lo termino de creer.
- Tenga señorita - dejó una taza de té en la mesa.
- Gracias, ¿Eres su niñera? - indagó fijando su mirada en él.
- Le cambie los pañales, podría decirse que casi - se burló al verlo avergonzado.
- Ustedes dos, basta - resopló mirando mal a ambos. - ¿Guardarás el secreto? - preguntó a Nabiki.
- Bueno - hizo una pausa dejando la taza en la mesa nuevamente. - Tampoco es como si Akane me fuera a creer si le contara, la conoces mejor que nadie y ella no se entera de nada. Siempre fue algo despistada en ciertos temas.
- En eso tienes razón - recordaba que ella no se daba cuenta que Ryoga, era su cerdo mascota, era demasiado evidente. Hasta él mismo, lo llamaba deliberadamente Pechan y ella no se daba por enterada de nada. En otras ocasiones dónde sucedían situaciones comprometedoras, ella siempre las malinterpretaba sin analizar la situación.
Asintió dándole la razón.
- ¿Cuando piensas decirle la verdad?
Eso también era algo que él se preguntaba a menudo. No sé sentía listo y no sabía cómo hacerlo, sin quedar primero como un loco. Lo más razonable era esperar a ser mayor al menos, luego pensar cómo hablar con ellos y bueno explicarles todo.
- No lo sé - suspiró pensativo.
- Siento que deberías esperar, aunque seas "tú" sigues siendo un niño y no sería fácil de aceptar, algo así. - intentó explicarle su punto de vista.
- Pienso lo mismo, por eso no lo he hecho. Por ahora solo planeo seguir cuidándolos de este modo.
- Eres más inteligente ahora - comentó mirándolo.
- ¿Es un halago o una ofensa?
- Podría decir que ambas, lastimosamente debo marcharme, tengo trabajo, solo me di una pequeña escapada, para terminar de aclarar este tema que me tenía preocupada. - mencionó levantándose agarrando sus pertenencias. - Dame tu número, estaremos en contacto.
Le entregó una tarjeta, dónde estaba su número personal mientras le acompañaba a la salida.
- ¿Así tan fácil? ¿Sin extorsión? - preguntó divertido.
- Las personas cambian... Pero yo no - sonrió. - Ya te estaré pidiendo uno que otro favor, cuñadito empresario. - abrió la puerta - Y Ranma - lo llamó antes de irse.
- ¿Qué sucede? - preguntó.
- Me alegra volverte a ver - dijo despidiéndose.
Emboscó una sonrisa despidiéndose de la misma forma.
.
.
Miraba la entrada de la casa y tantos recuerdos se le venían a la mente, leyó el grabado que seguía igual que antes "Dojo Tendo" escrito en tan elegante caligrafía. Sus padres habían salido de viaje, lo cual le dió la oportunidad de ausentarse y su tiempo en esta ocasión estaba destinado a visitar directamente a su familia. Saltó sobre el muro y trató de asegurarse que nadie estuviera cerca, para adentrarse al jardín. Se acercó a la entrada y escuchó voces provenientes del interior.
- Te dije que no estaba.
- Recuerdo haberlo visto hace unas horas.
- Es mejor buscarlo en la casa primero, vamos niños.
- No está mamá, ya lo buscamos.
- Debió salir de la casa, yo iré a buscarlo ustedes dos esperen aquí.
- Pero quiero ir también, Koyimaru debe estar asustado.
- Yo también voy.
- De acuerdo, pero no vayan muy lejos.
Brincó al techo cuando los vio salir por la puerta principal. ¿Koyimaru? Dónde había escuchado ese nombre, trató de recordar.
- Eso es, así le pusieron al perro, Kenji me lo mencionó hace meses.
Miró a su alrededor y comenzó a correr sobre los techos, buscando localizar al animal, era un perro pastor australiano de color negro con blanco. Había recorrido casi media ciudad y no encontraba rastro alguno de Koyimaru, cansado se sentó sobre un poste.
- ¿Dónde estará metido ese perro?
Escuchó ladridos y se levantó inmediatamente, intentando buscar el sitio de donde provenían. Lo vio correr por el callejón y decidió perseguirlo.
- Ven Koyimaru - llamó al animal y lo notó detenerse mirando en su dirección. Pegó un ladrido y echó a correr nuevamente.
¿Qué le darán de comer? Corría como una liebre y era muy ágil para ser un perro. Por más que intentaba atraparlo se le estaba complicando demasiado. Lo siguió dando una vuelta en U y luego brincó para darle alcance, estaba seguro de lograrlo, pero al último minuto el animal se detuvo girando al lado contrario.
Se sobó la cara luego de estrellarse contra la pared, no perdió el tiempo y se levantó antes de perder el rastro del canino. Lo vio adentrarse en un local y se apresuró a ingresar.
- Hey, tú no puedes entrar mocoso, este sitio solo es para mayores de edad. ¿Acaso tienes más de veinte? - se burló viéndolo.
- Solo vengo por el perro que ingresó, lo agarro y salgo. - se dispuso a ingresar, pero el hombre lo agarró del hombro.
- No puedes entrar, vete a tu casa - insistió el hombre.
- No me toques - soltó molesto mirándolo.
- Eres un niño muy gracioso, vamos vete a casa.
- Te dije que solo iré por el animal, solo permíteme ingresar y me marcharé antes que te des cuenta, amigo.
- Imposible, no me gusta ser rudo con los niños. Pero te lo estás ganando mocoso malcriado, vete ahora. Antes que te haga ir llorando dónde tú mami. - dijo agarrándolo con más fuerza.
- Y yo te advertí que no me tocaras - agarró la mano del sujeto y aplicó presión haciendo que lo soltara. Luego saltó y le propinó un golpe en la cara que lo hizo caer de espaldas. - Duerme un rato amigo. - ingresó al local bajo la mirada de las personas que estaban en la fila, esperando para entrar al establecimiento.
Había muchas luces y eso le dificultaba poder encontrar a Koyimaru, de pronto vio pasar a una mujer vestida de conejita, volteó la mirada avergonzado y se topó con más conejitas casi desnudas.
Diablos, me he metido en un maldito hostess club.
Caminó de manera robótica intentando no mirar de más a ninguna mujer de ese sitio. Vio al perro y fue en su dirección.
- ¿Qué haces aquí, lindura?
- Yo... - intentó responderle a la mujer frente a él.
- Capaz está buscando una mamá - bromeó una pelirroja.
- Es muy apuesto, tal vez me ofrezca.
- ¿Es verdad cariño? - preguntó otra mujer.
Estaba totalmente rojo, sin saber qué hacer. Siendo rodeado de conejitas, que lo miraban con total interés. Cerró los ojos y movió la cabeza, cómo pudo se hizo pasó entre las mujeres y salió corriendo. Una vez fuera del local comenzó a respirar con normalidad, esa situación le puso los nervios de punta. Al levantar la mirada, vio a Koyimaru sentado mirándolo.
- No te muevas - dijo acercándose lentamente.
Volvió a echarse a correr.
- ¡Koyimaru! - gritó furioso.
Llevaba mucho tiempo corriendo detrás de ese perro. En su desesperación por darle alcance ingresó a un restaurante, casi se choca con los meseros y los esquivó como pudo, no tuvo tanta suerte, un plato de sopa cayó en su espalda, prefirió ignorarlo y seguir su persecución.
- ¿Nǐ zài zhèlǐ zuò shénme?
Ignoró al hombre que le preguntaba que hacía en ese lugar, con un cuchillo en mano lo señaló.
- Zhè bùshìhé nǐ - gritó siguiéndolo.
Ya sé que no debo estar aquí. ¿Dónde se metió ahora?
Siguió buscando ignorando los reclamos del cocinero chino.
- Mǎshàng zhù zuǐ - respondió harto del griterío que tenía ese hombre.
Era mejor que se callara o se terminaría desquitando de su pésima suerte con ese hombre.
Alcanzó a ver con el rabillo del ojo al perro salir de la cocina y volvió a correr tras él.
- ¿Y ahora que quieres? - preguntó al ver al hombre frente a él.
Escuchó nuevamente un sin número de reclamos en Chino. No respondió solo esquivó al hombre para irse de ese lugar.
Suspiraba buscando tranquilizarse, ese perro lo tenía cansado. Se sentía molesto consigo mismo, ¿Como un animal así podía darle tantos problemas?, no detenía su marcha, sabía que si se descuidaba le perdería el rastro.
- No es cierto... - comentó al verlo caer dentro de una alcantarilla.
Soltó un gruñido antes de adentrarse también en el oscuro lugar. Todo estaba tan viscoso y apestaba asqueroso. Sintió algo caerle en el hombro, prefirió no verificar que era, sino su estado de ánimo empeoraría.
- ¡Koyimaru! ¡Ven en este momento! - se giró al escuchar un ruido.
Solo eran algunas ratas, que se movían por el lugar. Avanzó tratando de esforzarse en ver lo que tenía delante, estaba demasiado oscuro para diferenciar las cosas, solo se guiaba por los sonidos. El eco de ladridos se hizo presente y caminó más rápido, lo último que supo era que estaba cayendo.
Se levantó acomodándose el flequillo que se había pegado a su cara, hizo una cara de asco al verse embarrado de sustancias de dudosa procedencia. A metros Koyimaru lo miraba.
- Te voy a arrancar los bigotes - dijo amenazante.
- No, no... ya detente - mencionó al verlo escapar nuevamente. - ¡Koyimaru! - gritó.
Su estado era lamentable, nada parecía capaz de detener a ese perro, estaba comenzando a creer que el maldito perro lo disfrutaba.
- ¿Por qué un perro? No más tranquilo, no sé, ¿Un conejo o algún pez? De quién habrá sido esa grandiosa idea de que tuvieran un perro. - Cierto, la idea fue de él, en el último cumpleaños de sus hijos, decidió regalarles ese perro, él mismo lo eligió y lo cuidó unos días, antes de enviarlo con ellos. Ahora se estaba arrepintiendo de su elección.
El olor a marisco se mezclaba en el ambiente, vio al perro parado en una especie de plataforma. Trató de moverse sigiloso, buscando agarrarlo por sorpresa, saltó antes que pudiera atraparlo y él fue a parar en un contenedor de hielo. Le costó salir de ese lugar, sus dientes castañeaban, estaba muerto de frío.
Bueno en definitiva lo había perdido de vista, se frotaba los brazos intentando entrar en calor. Estaba en el puerto, miró escaneando la zona y no había rastro de Koyimaru. Luego divisó un barco partiendo del muelle y logró ver levemente la figura del perro subido en la cubierta.
- Nadie podrá decir que no lo intenté, fue todo. Adiós Koyimaru, se feliz. - murmuró dándose la vuelta. - No viste nada, absolutamente nada. - se repetía.
Estaba intentando sacar de su mente la imagen de sus hijos tristes, tal y como los vio cuando salieron a buscar al perro. Suspiró y volvió a voltearse, tomó carrera y saltó al mar.
Caminaba sobre la cubierta escondiéndose de los miembros de la embarcación. Koyimaru estaba acostado a metros de él, se apresuró antes de que hiciera algo más.
- Ahora sí - comentó bajo - Te tengo - dijo mientras lo agarraba, celebró internamente, haber logrado atraparlo luego de todo lo que pasó.
Escuchó un ruido y lo siguiente que supo fue que una montaña de pescado le cayó encima.
- ¡¿Qué hiciste?! - escuchó un grito detrás de él. Luego el sonido de más pasos y más gente rodeándolo.
- ¡Agarrenlo! ¡Que no escape!
Todo fue en cámara lenta, era perseguido por muchos hombres que se abrían paso entre el río de peces. Sin pensarlo agarró a Koyimaru y lo puso sobre sus hombros, y saltó por la borda.
- Es mejor que te quedes quieto, sino te ahogarás - le dijo al perro.
Solo recibió un ladrido en respuesta. Siguió nadando, estaba bastante lejos de la orilla.
- ¿Querías irte a vivir a China? - preguntó al animal, que llevaba aún a cuestas mientras corría de regreso al dojo.
- Mira ya casi llegamos - le señaló el lugar y este solo movió la cola.
Antes de bajar volvió asegurarse de no ser visto y puso al perro en el suelo.
- Ahora hablemos tu y yo - observó cómo se sentaba y lo miraba. - No te vuelvas a escapar así, ellos se pondrán muy tristes, si te llegas a perder de verdad - señaló la casa.
El perro ladró y le lamió la cara.
- Bueno, tomaré eso como una respuesta. Pórtate bien Koyimaru, ahora dame la pata y promételo. - le extendió la mano.
Sonrió al verle poner su pata en su mano.
- Buen, chico - comentó levantándose. El perro comenzó a ladrar sin detenerse, escuchó el sonido de pisadas acercándose deprisa y subió al techo escondiéndose.
Nada salió como había planeado, pero ver feliz a sus hijos, era suficiente.
.
.
- ¿Entonces estarás de viaje durante las vacaciones? - preguntó limpiándose la lagrimilla producto de su bostezo.
- Si, es algo que llevo planificando algunos meses.
- Sigo pensando que se te aflojó un tornillo - se giró para mirar a ambos chicos.
- No confías lo suficiente en él - señaló a su amigo.
- ¿Quieres que te repita las razones?
- Mmm mejor no, cuando empiezas con tus reprimendas, eres peor que mi mamá. Debes tener más paciencia, Amelie.
- La tendría, si ustedes dos. Fueran personas más sensatas. - concluyó rodando los ojos. Apreciaba a ese par de tontos, pero desde que los conocía siempre se metían en cada problema.
- Y eso que en tí, confía aún menos, Sota. - mencionó riéndose.
- Para amigos como ustedes, mejor tendría enemigos. - bufó metiendo sus manos en los bolsillos.
- Lo hiciste resentir, Raiden.
- Tu comenzaste, Amelie. - la atacó de vuelta.
- Miren eso - señaló a un grupo que estaba golpeando a un muchacho.
Miró con molestia la escena, la adolescencia era una edad difícil, igual no era motivo para abusar de esa forma de otros y mucho menos cuando son uno contra cinco. Y él, no era la clase de persona que le gustaba, solo ver una injusticia.
- Ve, héroe - Amelie lo golpeó en la espalda.
- Esto se pondrá bueno, hubiera traído snacks.
Caminó directo a ellos con largas zancadas.
- ¿Pueden detenerse? - preguntó justo detrás de ellos.
- No te metas.
- ¿Y si lo hago que harán? - contestó enseguida.
- Darte una paliza igual que a él - lo señaló burlándose.
- Bueno los espero, veamos qué pueden hacer. - desafió pasando entre ellos y ayudando al muchacho a levantarse. - Ve con ellos - comentó con un movimiento de cabeza señalando a sus amigos, que se encontraban a metros de él. - Ahora, me encargaré de ustedes - se puso en posición de combate.
Demasiado lentos, por más que se esforzaban no le causaba el mayor esfuerzo esquivar, los débiles golpes que le intentaban asentar. Aún no los había atacado y pensaba que no valía la pena. Decidió aplicar una de sus técnicas, comenzó a dibujar una espiral perfecta con sus pies, mientras los esquivaba y se dirigía al centro.
- Usará eso, mejor retrocedamos un poco más - dijo a las dos personas a su lado.
Amelie asintió retrocediendo, pero el muchacho se quedó sin moverse aún.
- Oye - lo llamó. - Ven con nosotros, sino quieres salir volando. - notó la mirada de confusión y decidió ir por él. Lo jaló junto a ellos.
- Viene la mejor parte - comentó emocionado sin perder los detalle.
- Si tanto te gusta esa técnica, deberías aprenderla.
- Las artes marciales no son lo mío.
- Cierto, lo tuyo son los problemas, las chicas y los videojuegos. - empezó a reírse de él, al verlo molesto.
- Te respondería algo, pero quiero ver esto.
Sentía el flujo de energía chocar y estaba justo en el centro. Listo para aplicar el ataque.
- ¡Dragón Volador! - gritó mandándolos a volar. Luego sonrió complacido al verlos caer totalmente inconscientes.
- No importa las veces que vea esa técnica tuya, siempre me va a parecer increíble. - mencionó acercándose.
- Es una técnica legendaria de origen chino. - comentó recordando cuánto le costó aprenderla y el motivo detrás. - ¿Te encuentras bien? - prestó atención al muchacho.
- Si, gracias por ayudarme - murmuró mirando al suelo.
- No te molestarán más, así que arriba esos ánimos. Ten más cuidado de ahora en adelante - ánimo al verlo decaído.
- Bueno es hora de irnos - agarró a ambos de los hombros.
- No es la forma de tratar a una señorita como yo.
- Lo siento, s - e - ñ - o - r - i - t - a. Me olvidaba que la señorita, noqueó a un tipo del doble de su tamaño cuando teníamos 10 años.
- El se lo buscó - le saco la lengua. - Y también te ganarás lo mismo, si sigues así, S - o - t - a.
- Tienes un gancho derecho temible - apoyó a su amigo.
- Sería mejor, pero mi padre no quiso que entrenara más. - confesó mientras miraba a la nada.
Tantos años habían pasado, en un principio fue una tortura. Al final, le tocó aceptar su nueva vida y se adaptó a la misma. Pero nunca había olvidado su objetivo real al momento de volver a la vida. Pensó, mientras llegaba a su casa acompañado de sus fieles amigos, a quienes conocía desde pequeños y habían formado una fuerte amistad.
Se acostó aún pensativo en el sofá, se relajó hasta que se fue adormeciendo y cayó completamente dormido. Sus sueños se remontaron a años atrás cuando aún era niño y entrenaba con su padre, luego a cuando volvió a reencontrarse con su madre. Los extrañaba a ambos, por eso cada cumpleaños y cada navidad, no se olvidaba de mandarles regalos, cuando podía también los visitaba, los había visto envejecer durante esos años y eso le causaba cierta tristeza.
Escuchaba voces, fue abriendo los ojos y se fijó en lo que pasaba.
- Makin' a way through the crowd - cantó la primera parte
- And I need you - continuó riendo.
- And I miss you - señaló al siguiente.
- And now I wonder - cantaron a coro.
Observó divertido la escena, estaban su hermana, Roderick, Kenji, Amelie y Sota montando un Karaoke en plena sala.
- ¡Hermano! - corrió hacia él.
- Dime, princesa - respondió mientras la recibía en brazos.
- Ven a cantar con nosotros - lo agarró de la mano haciendo que se levante.
- Sabes que no se me da bien cantar.
- Pero... - hizo un puchero.
- Está bien, iré - le resultaba imposible decirle que no a su linda hermanita. Y esto era algo que nunca experimentó en su vida anterior, tener una hermana a la que cuidar y consentir, tener amigos tan cercanos en los que podía confiar ciegamente. Después de todo, no era tan mala su nueva vida.
.
.
Se acomodó su Gi de combate, apretó su cinturón y se colocó sus muñequeras. Su pelea era nada menos que con el campeón de artes marciales de China, había decidido desafiar a diferentes campeones de distintos países. Solo quería probar qué tan fuerte se había vuelto, pensaba mantener un perfil bajo, por ese motivo lo había desafiado de esa forma. Ya había ganado un campeonato infantil y otro a los 12 años. Dónde muchos quisieron auspiciarlo y más cuando se enteraron, quién era su padre, no se lo tomó muy en serio, su único objetivo era ser lo suficiente fuerte para defender a su familia y para no volver a morir de forma antinatural. Luego de reencarnar se cuestionó que le faltaba entrenamiento y por eso murió en ese tiempo. Durante años había entrenado en diferentes artes marciales, aprendiendo y adquiriendo nuevas habilidades, tuvo infinidades de maestros los cuales le transmitieron su estilo de combate y sabiduría al momento de combatir, estaba muy orgulloso de su nivel y podía asegurar que su arte se había perfeccionado, a un nivel sumamente superior, el cuál nunca creyó llegar a tener en el pasado.
- ¿Estás seguro que podrás con él? - cuestionó mirando al campeón de China.
- Sino estuviera seguro, no estaría aquí - levantó la ceja ofendido por el comentario de Nabiki.
- Que genio te manejas, cuñadito. La pubertad te está afectando.
- Y tú, te estás juntando mucho con Roderick.
- Hablando de él, ahí viene - miró en dirección a la entrada.
- ¡We're ready! - dijo cuando llegó.
Estaba vestido con ropa deportiva y tenía una toalla alrededor de cuello, y un silbato. Luego miró a Kenji quien traía un banquillo y una cubeta, junto a botellas de agua.
- ¿Saben que esto no es boxeo? - comentó riendo.
- ¿Entonces que debíamos traer? - preguntó dudoso Kenji.
- Nada, esto es un combate de artes marciales. No sé usa nada de eso y el combate solo termina cuando alguno se rinda o caiga.
- Te lo dije Roderick - acusó dejando las cosas en el suelo.
- Deberíamos haber investigado en internet - mencionó sentándose en el banquillo.
Notó a Nabiki riendo abiertamente, de seguro ella vio lo que hacían y no los detuvo.
- Llegó la hora, se encaminó a la zona de combate, listo para vencer al hombre que tenía delante de él.
.
.
.
.
.
.
Hostess club: sería un tipo de club nocturno, parecido a un cabaret.
La canción que cantaban es: A Thousand Miles, la icónica canción de "¿Dónde están las rubias?". Me gusta la película, la pregunta es ¿A quién no?.
Y si, estaba claro, quién era la persona que rastreó a Ranma. El personaje de Nabiki es así, si te descuidas un minuto, ya sabes lo que pasa.
En este capítulo si es verdad que me centré en dos puntos principales, también hay una contraparte de lo qué siente Ranma. El extraña a su familia, eso está totalmente claro, aunque al mismo tiempo también se siente a gusto con su "familia actual".
Muchas gracias por leer, este fandom de Ranma es el mejor.
Nos vemos preciosuras.
