Advertencias: Universo Alterno (Mundo Moderno), Leemon, Ooc y situaciones medio raras.
Shipp: Genkana (GenyaxKanata)
Clasificación: M
Género: Romance/Comedia ligera
Personajes: Genya Shinazugawa, Kanata Ubuyashiki, Familia Ubuyakishi, Naho Takada, Aoi Kanzaki.
Disclaimer: Los personajes son propiedad de su respectivo creador, one shot basado en un episodio de Chicago Med, algunas referencias tomada de otro fic Genkana.
Aclaraciones: Genya tiene veintinueve y Kanata veintiuno. Leer solo bajo su propia responsabilidad. Y por favor, tómenselo con calma que me costó muchísimo escribirlo y publicarlo también.
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Alergia
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Kanata entró a su departamento, ignorando la picazón en su cuerpo, concentrándose únicamente en la bolsa que sostenía en sus manos. Un gemido brotó de sus labios cuando la sensación punzante se hizo demasiado fuerte para soportar, en un movimiento rápido colocó sus cosas junto a la bolsa sobre la mesa cercana–la de la sala–y caminó rauda hasta el baño de su habitación.
Tan pronto se retiró las prendas y estuvo bajo la regadera, con frías gotas de agua mojando su piel ardiente, suspiró con alivio.
Había aguantado todo el día ese martirio, resistiendo constantemente las ganas de rascarse para no dañar su piel sensible, fue casi un placer sentir que el ardor se calmaba, aunque fuera ligeramente.
Aprovechó su desnudes para examinar su cuerpo, notando que tenía algunas irritaciones prominentes.
¿Qué le habría causado tal cosa?
La comezón había empezado por la mañana en la universidad, a lo mejor alguien le echó algo encima sin que se diera cuenta, empero eso no era algo que ella pudiera asegurar.
Mientras el agua fluía, intentó echarse el cabello hacia atrás–para evitar tomar la esponja y frotarse– pero algunos mechones quedaron enredados en las sortijas de su mano izquierda, fue una pequeña lucha la que tuvo que hacer para soltar sus hebras sin necesidad de romperlas y cuando lo logró, fijó sus orbes ciruelas en las sortijas que adornaban su dedo anular.
Después de siete semanas de casada aún se estaba acostumbrando a la existencia de aquellas alianzas–que descansaba en un mismo dedo–una de compromiso y otra de matrimonio.
Todavía sentía que estaba viviendo un sueño hecho realidad.
Genya había regresado después de cuatro años y había cumplido su promesa de tomarla como esposa, aún podía recordar aquella llamada que le había hecho, tiempo atrás, asegurando que tan pronto regresara se casaría con ella.
Y lo había hecho, después de seis meses de noviazgo. Se habían casado por todas las leyes.
Kanata no podía decir que no era feliz, porque realmente lo era, se sentía como la persona más dichosa sobre la tierra con su matrimonio, aunque ella estaba consiente que decir aquello era un poco precipitado; su vida matrimonial apenas estaba empezando, los dos todavía estaban adaptándose a la convivencia juntos y bueno, también concentrándose en apaciguar las llamas de lujuria.
Había oído que esto último era normal en los recién casados; sin embargo, ella sentía que era realmente demasiado, solo bastaba con que ambos estuvieran a solas para que el fuego de la libido los comenzara a consumirlos con rapidez.
Internamente, se preguntaba sí era una consecuencia obvia del ascético y casto noviazgo que mantuvieron.
Los seis meses de relación previa al matrimonio consistió en pequeños paseos los jardines de su casa, largas conversaciones–que eran algo medrosas por parte de Genya–mientras tomaban té y un poco de lectura poética.
El contacto físico, por otro lado, se había mantenido en mínimo; apenas se tomaban de las manos, muy pocas veces ella recostó su cabeza contra su brazo, debido a su gran altura, y solo tres o cuatro besos de mariposa rozaron sus labios.
Todo esto debido a la timidez de Genya y al recato de ella…
Repentinamente, Kanata salió de sus cavilaciones cuando decidió que ya llevaba mucho tiempo bajo la regadera, tomó la toalla y se paró frente al espejo, pero la imagen que este le devolvió casi la hizo respingar; el rímel y el delineador se había corrido todo y ahora tenía la cara toda manchada de negro, se veía horrible, como el mal dibujo de un panda hecho en acuarela.
Se retiró los restos de maquillaje notando entonces su rostro más al natural.
Le había preocupado en un principio que el moreno encontrara extraña su apariencia sin la sutil máscara de los cosméticos. No obstante; sus pestañas blancas y sus labios pálidos fueron de su agrado, bueno eso según sus propias palabras.
Sus ojos notaron que la irritación en su piel había disminuido, pero la rojez continuaba ahí. Abrió la pequeña puerta del espejo tomó el ungüento y salió a su habitación, quiso tomar también un antialérgico; sin embargo, la precaución de no repercutir los planes que tenía en mente la hicieron desechar rápidamente la idea.
En el momento en el que terminó de aplicarse la crema y amarró los tirantes de su pijama de dos piezas, decidió salir del cuarto rumbo a la sala. Justo cuando pasaba cerca de la peinadora reparó en su cabello mojado, usó el secador y a pesar de que no saldría a ningún lado en particular más que al sofá, se aplicó algo de maquillaje sutil.
«Bueno, los viejos hábitos siempre se arraigan» pensó mientras llegaba hasta la sala
Tenía mucha tarea de la universidad y quería adelantar todo lo que pudiera.
Estudiaba Administración en la facultad de Economías.
Contrario a lo que hubieran hecho otras mujeres al casarse, Kanata decidió continuar con sus estudios y Genya consintió su resolución, su amor por él creció una talla más al ver que aceptaba algo a lo que muchos hombres se opondrían.
Era feliz, no había forma de negarlo.
Tomó su computadora, sus apuntes y se sentó en el sofá tipo L dándole inicio a su labor, tenía bastante tiempo; su marido volvía como a las seis y eso sería en unas tres horas, además de que prometió traer la cena.
Era vergonzoso admitir que aún no terminaba de agarrarle la vuelta a eso de la cocina.
El tiempo empezó a pasar y tan ensimismada estaba que no notó la presencia de su esposo, quien había llegado momentos atrás y la miraba examinando el rastro rojo de su piel nevada.
—Kanata…—
A pesar de la sorpresa de su llegada, ella salió de su reconcentrado estado y le sonrió.
—Hola—se preguntó internamente cuánto tiempo llevaba ahí, incluso se había quitado el saco.
—Estoy en casa—
—Bienvenido, yo… estaba estudiando—
—Ya me di cuenta —señaló sin dejar de verla—¿Qué te ocurrió? Estás toda roja —
Kanata frunció el entrecejo confundida y luego recordó—Eh… Tuve una extraña reacción alérgica no sé a qué…—
—¿Y…- —
—Si estoy bien —se adelantó a responder sin dejarle terminar.
—Traje la comida, solo hay que servirla.—
—Oh, de acuerdo, dame un segundo—pidió mientras colocaba todo ordenadamente sobre la mesa.
Los ojos negros siguieron sus movimientos hasta que los mismos dieron con la bolsa que había traído consigo temprano.—¿Qué es eso?—
—Ah ¿Esto? Son inyecciones anticonceptivas*—aclaró mientras alzaba la bolsa en cuestión —las compré para nosotros —
Un ligero matiz rosado había comenzado a teñir las mejillas del Shinazugawa.—¿Y… para qué las compraste?—
Kanata sonrió ligeramente y palmeo el lugar a su lado en el sofá, él obedeció sentándose y entonces la albina recostó su cabeza contra su brazo.
—Lo de anoche … ¿Se sintió bien, verdad?—cuestionó en susurro.
Lo sintió tensarse en su lugar y ella hizo todo lo posible por no soltar la risa que burbujeaba en su garganta.
—Si…—
La noche anterior–o mejor dicho la madrugada – se olvidaron de los preservativos y aprovecharon al máximo el que fuera un día seguro, de todos modos ninguno de los dos estaba interesado en tener un bebé todavía, más que nada porque sería demasiado contraproducente.
Y se había sentido bien, demasiado debían admitir, sentir el cuerpo de otro sin la necesidad de esa barrera entre ellos, fue sublime.
—Yo estaba pensando que sería bueno no tener que esperar a los días seguros—dijo escogiendo las palabras correctas mientras comenzaba a tantear los dedos de él —¿Tú que opinas? ¿Estás de acuerdo?—
Genya guardó silencio unos segundos hasta que finalmente habló:—Cre..creo que sí.—
—Crees…—Kanata acarició con más seguridad sus dedos— ¿No estás seguro?—
—No, ¡digo sí! Sí, estoy seguro —
Como cascabeles, una sutil risita brotó de sus labios femeninos, sus episodios de nerviosismo le causaban mucha ternura—Está bien, iré por alcohol y gasas. Que te parece si te acomodas mientras lo hago—
La albina soltó sus dedos y se levantó con la gracia de una princesa, y de la misma forma se fue a buscar lo que necesitaba. En cuanto volvió se encontró con qué, la parte superior de su adorable maridito, estaba únicamente vestida con una franela grisácea. Sus labios se estiraron en una sonrisa afable y encontró su lugar a su lado.
—Bueno, hablé con la farmacéutica sobre sus componentes y al parecer no tiene ninguno que nos vaya a causar efectos colaterales—informó mientras preparaba los implementos—de acuerdo. Está; es para ti —anunció y alistó la primera inyección—Ella me dijo que esto funcionaba perfecto si solamente lo usaba una de las partes, pero yo creí que era más seguro si lo usábamos los dos—
—Supongo que tienes razón—le respondió al ver su mirada.
Kanata apretó los labios ocultando una risita, mientras levantaba la manga de su franela; para pasar el algodón mojado en su brazo.
—¿De qué te ríes?—cuestionó Genya.
—No me estoy riendo—
—Lo estás haciendo—
Ella le ofreció una tenue sonrisa con los ojos cerrados —Es solo que medito la situación—declaró poniendo la inyección —me… hace feliz que tomes en cuenta mis decisiones. Cualquier hombre ya realizado en su trabajo como tú, ya tendría un hijo o al menos lo estaría planeando—finalizó y rápido le colocó el algodón.
—Los hijos no son la base de un matrimonio como dice todo el mundo.—mencionó apretándose el algodón viendo cómo ella guardaba los objetos para preparar la otra dosis—Además nosotros habíamos acordado algo—
Kanata lo miro dichosa, mientras ella misma se desinfectaba el brazo con esa aura de plenitud—Supongo que esa es una de las bases del nuestro —
—Sí, lo es—
Durante su tiempo como esponsales habían tratado algunos temas con respecto a su matrimonio, como si hicieran alguna especie de acuerdo prenupcial, ambos estaban bien con eso; les había evitado uno que otro inconveniente.
Y así como de rápido Kanata sacó la aguja de su brazo, colocó un algodón en la zona—Bueno, esto: hay que tirarlo—anunció ella después de unos segundos guardando los ojos objetos dentro de la bolsa—pero será luego, hay que envolverlo en tela primero, no vaya a ser que se rompa y le corté la mano a alguien—
—Kanata—le llamó Genya.
Ella volvió su mirada hacia él distraída mientras amarraba la bolsa—¿Si?—
—Tu brazo—
Solo entonces noto que un hilo escarlata escurría por su brazo, un suspiro escapó por sus labios. Tomó nuevamente un poco de algodón remojándolo en alcohol y limpio la zona, pero nuevamente brotó un pequeño punto que se fue haciendo más y más grande, justo cuando iba a repetir la acción el pelinegro se mojó el pulgar y sujetó su brazo limpiándolo con el dedo ensalivado. Al ver que ya no salió más sangre sonrió triunfal antes de depositar un casto beso.
Kanata se quedó estática en su lugar viéndolo actuar.
¿Acaso tenía conciencia de lo que hacía? Por supuesto que no, la tomo a esa altura del brazo* y no solo le pasó el dedo ensalivado, sino que además colocó un beso justo en ese lugar, sabía que no lo había hecho con esa intención, pero aun así, ese simple contacto fue suficiente para que ella se volviera todo un manojo de sensaciones.
La mirada de él se encontró con la suya y el natural magnetismo les sobrevino tomando relevo, la tomó por la mejilla y chocó sus labios contra los suyos.
Primero un beso
Luego otro
Y otro
Y otro, hasta que su espalda estaba acostada en el sofá con él encima, besándola con latente deseo, sus labios se movían con exquisita parsimonia en un dulce y delicioso baile.
La mente de ambos comenzó a nublarse cada vez más, los labios de Genya pasaron a su cuello y jadeos comenzaron a huir de los suyos, ahora hinchados, mientras el calor se apoderaba por completo de su cuerpo, hasta hacerle sentir un cosquilleo de anticipación entre las piernas, guío sus manos hacia su cabello atado.
Los labios del moreno hacían un camino desde su garganta hasta su clavícula, y para hacerlo más fácil, ella misma decidió soltar los tirantes de su pijama.
—Aahg…—el gimoteó salió con abandono de sus cuerdas vocales cuando, por instinto, la boca de él encontró su lugar sobre uno de sus pálidos senos descubiertos.
El deseo la obligó abrir los ojos, haciendo que estos se perdieran en el cielorraso.
Los movimientos de su boca húmeda y tibia no hicieron nada más que enviar pequeñas pulsiones de placer que hacían que su cuerpo hormigueara, los labios masculinos pasaron hasta su otro pecho y ella cerró los ojos frotándose piernas entre sí en un vano intento de calmar la trémula necesidad. Pero Genya soltó un gemido ahogado contra su pecho cuando accidentalmente una de sus rodillas rozó su excitación, él se apartó y la miro de una manera intensa exhalando con fuerza.
—Bésame—le ella pidió en un suspiro al mirarlo; el deseo brillaba en sus ojos oscuros y algunas hebras de su cabello se habían soltado cayendo irregularmente sobre su frente.
Él accedió rápido, besándola de forma apasionada y profunda mientras sus manos barrían sus muslos, Kanata dejó escapar un ruido de aprobación al sentirlo enterrar sus huellas digitales en su piel, en respuesta a esto pasó sus brazos por su cuello pegándolo más a ella.
—¡Oh cariño!—el broche de sus labios se rompió con ese agudo gemido, cuando sintió de pronto sus dedos acariciando directamente su centro húmedo.
—¿Se siente bien?—preguntó muy cerca de su rostro, tocándola con confianza, su otra mano no dejaba de acariciar su pierna nacarada.
Ella solamente asintió repetidamente mordiéndose los labios mientras cerraba los ojos, adorando el aroma que desprendía. Qué sensación deliciosa, sus dedos grandes tanteando su húmeda entrada, explorándola con cuidado hasta que finalmente encontraron el quid que hizo que sus pies se doblarán y su cabeza se echara hacia atrás.
Respiró entre gemidos extraviándose cada vez más por el acucioso contacto, notando en el ínterin el contacto de sus labios contra su frente.
—Por favor, por favor…—suplicó sin saber realmente que, clavando sus uñas sobre sus hombros, sintiendo la tela de su franela, aferrándose como si fuera un ancla en medio de una tormenta.
Genya pareció comprender mejor que ella lo que pedía, apartó sus manos y casi hizo un ruido de frustración justo cuando, en un rápido movimiento, él deslizó fuera su pantaloncillo, para acomodarse entre sus piernas– sus oídos captaron como desabrochaba su pantalón y afianzó el agarre de sus brazos expectante– entonces él tomó sus caderas elevándolas un poco y pronto algo tibio y suave estaba acariciándola.
Su corazón comenzó a latir de forma violenta y su respiración se volvió errática al borde de la erótica pasión demoledora que provocaba su roce, que no lograban más que hacerla desear la unión de sus cuerpos, quería pedirle que lo hiciera…
Todos los pensamientos se cortaron cuando sintió entrar con exquisita demora, cuando estuvo dentro solo conectó su frente contra la de ella con los ojos cerrados mientras respiraba con dificultad, su aliento mezclándose con el suyo.
Entonces él se movió y la embriagadora oleada de placer físico y emocional que siguió la dejó con ganas de gritar, Genya soltó un gemido ronco mientras lo hacía de nuevo y Kanata le respondió besándolo.
Las sacudidas de sus caderas fueron cogiendo entusiasmo, mientras sus bocas se conectaban en movimientos desordenados; ahogando los lujuriosos sonidos que hacían.
Solo que Genya tocó un lugar que la hizo apartarse para poder gemir a gusto, él lo hizo de nuevo con más ímpetu. Podía sentir su aliento y las vibraciones de los ruidos que hacía contra su mejilla.
—Mmm… ah, ah..aaah—se sentía tan bien, era deliciosa la fricción que creaba.
Pero entonces él se detuvo, se apartó saliendo y la albina, que resintió su ausencia, estuvo a punto de quejarse; solo que él se quitó la camisa y ese simple gesto le dejo los labios secos.
Su torso quedó expuesto para su deleite y más aún, en el proceso de quitarse la camisa, su cabello se soltó haciendo que cayera por sus laterales.
Antes de que pudiera decir nada, la tomó nuevamente las caderas acomodándola sobre su regazo.
Entonces Kanata no pudo evitar aprovechar la posición para deslizar su pequeño pie por su marcado abdomen subiendo por su plexo solar, pero a medio camino Genya la detuvo, tomando su pie para llevárselo a la boca y pasar su lengua por su planta, el solo contacto ocasionó una sensación igual a una descarga eléctrica que la recogió completa.
Un chillido agudo brotó de sus labios rojizos y en medio de eso, él se adentró nuevamente con un gemido áspero y sensual, iniciando de nuevo un vaivén.
—Oh cielos…—musitó él con voz ronca abandonándose a la sensación aumentando el ritmo.
Ella enredó su pierna a su alrededor, mientras el intenso cosquilleo la llevaba a perder sus sentidos en medio del nirvana, no podía parar de gemir; el oscilante y perenne balanceó pélvico se sentía mejor en esa posición.
Su visión nadaba, con cada parpadeo entraba y salía del foco, arañó los cojines, extraviada; deseando que el placer que experimentaba no acabará nunca.
—Por favor…— suplicó, con los ojos cerrados en éxtasis, mientras el sudor perlaba su cuerpo—por favor no detengas, no pares… oh… sí… ¡Sí!—
Su petición pareció llamar su atención, puesto que la mano con la que cual sostenía su cadera la llevo hasta su pecho haciendo un camino por su cuello hasta llegar a sus labios rosándolos, Kanata atrapó su pulgar con un ligero mordisco para después chuparlo.
—¡Mal-maldición!—gimió él antes de acelerar más sus movimientos.—e-eres tan linda, eres tan linda, tan linda —
Un calor ya familiar comenzó a brotar en la boca de su vientre y su visión se volvió borrosa, dejó escapar un gemido agudo mientras Genya se movía más.
Hasta que el clímax la golpeó con una fuerza que la hizo temblar y casi llorar.
El moreno apretó el agarre que tenía sobre su pierna, su otra mano–llena de su saliva–la uso para sostenerse del respaldar del sofá, moviéndose frenéticamente con los ojos cerrados hasta que las contracciones internas lo empujaron al abismo, soltó un gemido lánguido y ronco mientras se vaciaba dentro de ella.
Abrumada por lo que acababa de experimentar, Kanata se quedó quieta mientras su interior se llenaba con su espesa carga, pudo advertir como entonces el moreno soltaba sus piernas para escurrirse a su lado en el espacio que había en el sofá, entre su cuerpo y el respaldar.
Ambos estaban jadeando mientras seguían intentando recuperar el aliento, regresando de la fantasía que producía hacer el amor.
Ella lo miró y él le devolvió la mirada con una sonrisa suave, pero entonces su gesto se congeló mientras el color subía desde su cuello hasta las raíces de su cabello, al parecer estaba cayendo en cuenta de lo que habían hecho.
Un torrente de ternura la invadió inmediatamente y casi tomándola desprevenida.
Un chillido bajo escapó de su garganta y lo acurrucó contra su pecho—¡Ay, mi bebé!—exclamó para proceder luego a plantar besos en su cabeza.
A ambos le gustaba bastante esa dinámica, aunque en retrospectiva se viera cursi, para los dos era la forma más natural para demostrar afecto; uno que solamente procuraban expresar en intimidad que les brindaba la soledad.
Sus brazos serpentearon su menuda cintura y justo cuando alzaba la cara, el estrepitoso ruido del teléfono irrumpió la esponjosa y azucarada escena.
De algún modo Genya se estiró para tomar el teléfono.
—Es para ti— le dijo entregando el teléfono luego de contestar.
—Aló—
—»¡Kanata!«—
—Kuina—
—»Te estaba llamando y no respondías, ¿Dónde tienes guardado tu celular?«—
La albina se sentó en el sofá escuchando a su hermana, notó entonces su propia desnudes y en un repentino arrebato de vergüenza y timidez por estar así en la sala, se arregló la blusa y buscó su pantalón, lo encontró rápido; estaba en piso algo alejado, se puso de pie para agarrarlo, pero justo cuando lo hizo advirtió como algo lactescente corría por su muslo.
—» Kanata, ¿me estás escuchando?«—
—Si, lo siento— dijo luego de colocarse la ropa para ir hasta el baño —el celular está en el morral, yo estaba ocupada. Lamento haberte preocupado.—
—»Si, bueno. De todos modos; creo que yo estoy siendo la inoportuna ya es la hora de la cena«—
—Kuina, ¿Puedo llamarte en unos minutos? Es que en estos momentos estoy algo ocupada—
Pudo imaginar el ceño fruncido de su hermana—» Está bien«—
Sentada en la cama luego de asearse y cambiarse la ropa nuevamente se comunicó con su hermana —Ahora si, dime hermana —
—»Nichika, vuelve de su seminario este jueves. Queremos recibirla con un ligero banquete. Padre, quiere nos acompañen«—
¿Un banquete? El seminario de Nichika solo duró cuatro días, su familia no era del tipo que hacia esa clase de eventos mucho menos por un logró académico, que según su propio padre no era un logró, sino más bien "Un objetivo básico de un ser humano funcional"
Odiaba admitirlo, pero una de las muchísimas razones por las que se fijo en Genya en un principio, por la cual aceptó su propuesta de matrimonio; fue para salirse de su casa y liberarse del yugo con el cual sus padres ejercían educación, una educación que le había expropiado una infancia y adolescencia natural.
Su padre eran un pan ante los ojos de todo el mundo, pero en lo que respectaba a sus hijos era severo, estricto y con demasiadas expectativas, alguien que los oprimía constantemente de forma rígida con el fin hacer que fueran perfectos.
A veces sentia cierto grado de rencor por toda la presión que le pusieron encima, sin embargo aunque tenía grabado todo aquello como momentos difíciles, también daba gracias; pues era una mujer instruida, fuerte y capaz de enfrentar cualquier situación que se presentase en su camino.
Empero aún así volver tan rápido a la que era su casa, no era ninguna prioridad para ella. Amaba y respetaba profundamente a su familia, aún así...
—Kuina, no estoy segura. Genya tiene trabajo y yo tengo que ir a la universidad. Sabes que no me gusta desvelarme sin motivos—
—»Si, pero se pueden quedar aquí. Además será algo tranquilo, debes saberlo.—su tono era litigante, podía notarlo—Kiriya puede llevarlo al trabajo y yo te llevo a la facultad«—
—Yo...—se mordió el labio inferior con aprehensión.
—»¡Kanata! Nuestro padre, quieren que estén aquí. ¿Van a decepcionarlo?«—
Apretó la mandíbula, ya estaba casada, sus padres no tenían ninguna potestad sobre ella y sus decisiones. No obstante, se dió cuenta de lo estúpida que estaba siendo al no querer ir a casa de su familia, desde que volvió de su viaje de bodas y pasó un rato no regresó más.
—Esta bien, Kuina.—
Su mente pudo recrear la sonrisa que seguramente Kuina estaba poniendo.
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Gracias por leer
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Notas: je, je, je. No me animaba a subir este fic, de hecho no me animaba ni a escribirlo, fue toda una odisea hacerlo. Pero gracias a que encontré contenido de esta parejita me animé lo suficiente para hacerlo.
Ojalá no tenga ningún error.
Esto iba a ser un one shot de al rededor de 12k pero decidí mejor hacerlo un three shot, así que si quieren saber a que se debe la alergia, esperen la segunda y tercera parte.
Como les dije, fue algo difícil escribirlo. Incluso tuve que usar el avatar de Kanata en la polyai, mismo que hice con la información canónica, para poder desarrollar bien algunas cosas, pues sentía que no iba de acuerdo al personaje, dado que no lo conocemos del todo exactamente.
Post aclaraciones:
1*Sé que las inyecciones anticonceptivas son diferentes para hombres y para mujeres, pero quise hacerlas iguales aquí, por el bien de la trama.
2*Una vez leí por ahí, que en Japón es inapropiado tocarle el brazo de una mujer a esa altura, pues este lugar tiene la misma textura que los senos. Y aunque no sé que tan verídico sea esta información, aquí es real.
Espero que les haya gustado, si lo hizo déjenme saber que opinan porfis.
Un besito a todos ()
