Disclaimers: Harry Potter, los personajes, los nombres y los signos relacionados son marcas comerciales de Warner Bros. Entertainment Inc., los derechos de autor de la historia "Harry Potter", pertenecen a J.K. Rowling; por lo tanto, son usados sin intención de lucro alguno, la historia paralela, al igual que los personajes originales, me pertenece en su totalidad, y no pueden usarse sin mi autorización, cualquier tipo de adaptación de esta historia está prohibida.


Lily despertó temprano ese día, habían pasado unos cuantos desde que su tío se había marchado y aún no había rastros de él, y su tía parecía demasiado tranquila; aquello comenzaba a darle ideas, posiblemente, él se había ido, las había abandonado, eso explicaba por qué susurraban cuando iba acompañada de Terry al mercado; esa mañana el chico no llegó, se armó de valor, y una cuanta piedra escondida, y fue a hacer sus obligaciones, toda la villa tenía una algarabía que la confundió, las viviendas y los puestos estaban bien arreglados, y no tenían ese mal olor, al menos no tan penetrante.

— ¡Lily, viniste! –Su mejor amiga Audrey la sujetó del brazo, emocionada –pensé que tu tía Parvati no te dejaría venir.

— ¿Venir? ¿A qué exactamente?

—La caravana del rey llegará en unos minutos, dicen, que pasará la noche aquí ¿te imaginas si es verdad? –Chilló extasiada –si se queda ¡no será la primera vez que un rey pase por aquí, sino que también se quedará! –La estrujó más –tendremos que contarle a nuestros hijos y éstos a sus propios hijos, si es que no vuelve a ocurrir, que es probable que así sea.

—Como sea, yo no vine a eso, tengo que llevar las cosas que mi tía me encargó, eso haré y me regresaré a casa.

—Te acompañaré de vuelta si es que te quedas a ver –sonrió emocionada.

Lily dudó un momento, una parte de ella quería regresar a la casa de sus tíos tan pronto como pudiera, pero otra parte de ella, tenía la enorme curiosidad de saber si el rey James era tan apuesto como Audrey había dicho, sin duda quería verle, sería el primero y el único soberano que conocería en su vida.

—Bien –accedió en un tono poco seguro.

—Te acompañaré al mercado, comprarás todo rápido y volveremos al camino para verlo, de ahí, te llevaré a casa.

—Gracias, Audrey.

Caminaron charlando sobre John, y la propuesta que le había hecho a sus padres, al parecer, la chica también desconocía que su padre la había comprometido ya, no quiso entrometerse en algo que no le incumbía, sonrió ante la charla y la emoción, si bien a su amiga le emocionaba haber sido pedida para desposarse, no le interesaba del todo John, tenía la esperanza de que su padre se negara, pero… era el hijo del carnicero, uno de los pocos que tenían un buen futuro asegurado.

—Hola, chicas –saludó Terry, llevándose la mano a la cabeza.

La vista de Lily se perdió en el enorme brazo bien formado del chico, no sabía si lo hacía para impresionar a la rubia o simplemente había sido un gesto involuntario.

—Ah, hola, Terry –soltó Audrey, observándolo a través de sus espesas pestañas.

—Me preguntaba ¿van a ver pasar la caravana del rey? –sonrió incómodo.

—Desde luego que sí –soltó Audrey, como si la pregunta le ofendiera –es la única cosa importante que pasará en esta villa, y no me la pienso perder.

—Entonces ¿puedo verla con ustedes? –sonrió.

—No, ni creas que me pasó desapercibido que Lily llegó sola hasta aquí, cuando se supone que tendrías que venir con ella.

—Pues sí, pero la señora Thomas me dio otras ordenes, así que apenas regresé, ella salió más temprano de costumbre ¿no?

Los dos la observaron, se sonrojó, era cierto, normalmente le daba pereza levantarse temprano, y era bastante extraño cuando estaba en el mercado a esas horas; Audrey rechazó la compañía de Terry, así que volvieron al camino solas, corriendo apresuradas porque Arthur comenzó a gritar que la caravana se alcanzaba a ver.

Los rumores alrededor de Lily decían lo mismo, el rey se quedaría a pasar la noche, y por un momento, la fantasía que su amiga Audrey susurraba comenzó a imaginarla, claro que no era la rubia quien se inmiscuía hasta la posada, a observar al rey, sino ella, bajó la mirada apenada de aquellos pensamientos.

El ruido de los caballos le hicieron levantar la vista, algunos soldados estaban pasando frente a todos, mientras señalaban y cuchicheaban, pero sólo le llamó la atención aquél chico rubio de brillantes ojos azules, montado en un hermoso semental negro, con su capa limpia, y su cabello poco peinado a causa del viento, la observó, pero algo había extraño en él, su mirada no brillaba a causa de aquella amabilidad, sino de frialdad, se rezagó, hasta que el carruaje estuvo a su costado, cambiando de lugar para seguirla observando, golpeó dos veces la madera, y aunque notó un leve movimiento en la tela que cubría la ventana, no se pudo ver nada del interior.

—El rey necesita descansar, por favor, déjenlo en paz –habló Scamander.

Aquella voz sonó extraña, no era la que recordaba, pero lucía exactamente igual al hombre que les ayudó a librarse de aquellos hombres, pero su voz era completamente diferente, distante, fría, cruel, los ojos azules se posaron en la rubia a su lado y después siguió avanzando detrás del carruaje hasta la posada.

Muchos de ellos corrieron para pegarse a las ventanas y poder ver al rey, Lily, por su parte, alejó aquellas fantasías que Audrey le había estado diciendo, comenzó su trayecto a casa, dejando a su mejor amiga, aun perdida entre tantos soldados que intentaban enviar a los chismosos a casa.

—LHR—

La mirada de Lorcan se posó en la pelirroja que se acercaba a la pequeña casa, se puso de pie de inmediato, dedicándole una mueca amable, que parecía una sonrisa, la encontró a mitad del camino y se ofreció a ayudarla.

—No, gracias, puedo sola –lo rodeó y siguió caminando.

—No comprendo su enfado –informó confundido.

—Se rió de mí, sí, era estúpido lo que dije, pero, aun así, no pudo ser un poco… amable, además dije que ellos lo creían, no que yo lo hiciera –bramó –además ¿cómo es que llegó tan rápido hasta aquí? Entró a la posada con el rey.

—Ah, eso –hizo un mohín –es mi hermano –murmuró.

—Sí, mi señor, por supuesto, márchese de aquí, mis tíos no están, y no quiero que alguien lo vea aquí, comenzarán las habladurías –volvió a emprender el paso.

—Es en serio se lo digo, veníamos juntos en el vientre de nuestra madre, él es mayor que yo por casi veinte minutos –contó.

Eso explicaba todo, la razón por que, a pesar de ser idénticos, los pudo distinguir, el hombre junto a ella, no tenía esa voz tan cruel —si bien era grave— no sonaba rudo y desalmado como el otro, además aquella mirada que le hizo sentirse temerosa.

—Lamento haberla ofendido –continúo hablando, alcanzándola.

—Seamos honestos, mi señor, realmente no lo lamenta ¿cierto? –Interrogó, la mirada enfadada le hicieron sonreír, había una pequeña parte en ella que fantaseaba con que fuese cierto, y su sangre estuviese emparentada con la realeza.

—Bueno, lo cierto es que sí lo lamento, no era mi intención ser tan cruel con usted –se atrevió a sujetarla del brazo, pero ella se soltó, alejándose un poco.

—Se lo pido, márchese, que usted esté aquí… es algo indecoroso.

—Pero –sonrió –estamos hablando solamente, ni siquiera hemos entrado a su casa.

La sonrisa en el rostro del rubio era tranquila, pero había algo en su comportamiento que le insinuaba que por él no había problema si entraba.

—Lily ¿te molestan? –La voz de Terry la hizo tranquilizarse.

—El señor ya se iba –observó al rubio.

—Dígame ¿no quiere conocer al rey? –Sonrió –puedo hacer que entren a la…

—Tu tía Parvati me ordenó que te supervisara, por si intentabas incomodar al rey.

—Lo sé –soltó a regañadientes la muchacha, y aunque la propuesta del hombre le tentaba, no quería averiguar el precio de aquello –con su permiso, mi señor –le hizo una suave reverencia y se encaminó a la casa.

Lorcan se giró hasta el otro hombre, nada feliz de que le quitara la posibilidad de llevar a la joven a otro lado, estaba bastante interesado en ella, y aunque sabía que no podía desposarla a causa de ser un miembro de la guardia y ella una simple campesina, eso no le impedía lo demás, posiblemente podía tenerla como su querida.

—Es mejor que se mantenga alejado de ella –comentó el tipo, Lorcan sonrió.

—Creo que no te han puesto al corriente sobre mi puesto en la guardia –sonrió divertido –dime ¿estás interesado en ella?

—No, Lily siempre ha sido una prima para mí –contestó, en tono serio, encarándolo –y no me interesa su puesto en la guardia.

—Terry, ven aquí y ayúdame, o le diré a Audrey que has sido grosero.

Las palabras de la chica hicieron que las orejas de Terry se pusieran rojas, pero no perdió la postura, quitó sus ojos del hombre y avanzó hasta la casa, sin decir nada más, Lorcan tampoco siguió la pelea, sin duda ese tipo, con un buen entrenamiento, podía llegar a ser un buen caballero, lástima que no era de buena cuna.

—Dime ¿qué tanto te dijo? –lo cuestionó Lily.

—Lo mejor es que te mantengas alejada de él ¿te queda claro?

—Terry…

—No, Lily, a tus tíos no les agradará que lo sigas viendo, además ¿Qué hubiese pasado si no fuera yo el que llegó? ¿Quieres que todos en la villa comiencen a hablar sobre tu honor?

—Por supuesto que no –se puso roja.

—Entonces, hazme caso, créeme, un hombre así sólo se fijaría en ti por tu doncellez y pasar un rato divertido, son de diferentes mundos.

—Lo sé.

Lily avanzó decepcionada al respecto, no negaba que el rubio tenía algo que le agradaba, pero no era nada de lo que Terry pensaba, era más bien, que veía a todas las chicas en la villa, sintiéndose atraídas a los hombres de ahí, y eso le hacía cuestionarse todo ¿Cuándo le pasaría algo así? Veía a los hombres, pensando si alguno de ellos estaba hecho para ella, pero sólo quedaba en eso, porque nadie le gustaba realmente.

Preparó la comida ante la atenta mirada de Terry, sin duda estaba ahí para vigilarla, porque nunca había sido tan intenso cuando le dejaban con ella para cuidarla.

—LHR—

La algarabía en el lugar era inmensa, la mirada azul de Lysander estaba en el rey James, que comía tranquilamente mientras charlaba con algunos de su preferencia, él estaba aburrido, y para colmo, que su hermano Lorcan no estuviera ahí, lo ponía de mal humor, sabía que después, el hombre que en ese momento parecía ignorarlo, estaba tan pendiente de todo a su alrededor, y después, le estaría interrogando sobre la ausencia de su hermano.

—Su majestad –hizo una reverencia –me pregunto ¿puedo retirarme?

—Adelante –la mirada azul del rey se posó en él –espero que puedas mantenerlo en control.

—Como usted ordene, alteza –hizo una reverencia y salió del lugar.

El rubio observó de un lado a otro, esperando encontrarse con su hermano idéntico, sin embargo, su vista se posó de nuevo en la rubia a la que había visto cuando llegaron a ese sucio lugar, sonrió de forma imperceptible, era bastante bonita, no tenía nada que desearle en cuanto belleza a las mujeres de la corte, aunque para él, era una más.

Avanzó sin rumbo fijo, no tenía la menor idea de dónde se había metido, no le había avisado, y eso le hizo ponerse de peor humor, ya podía saber qué clase de reprimenda les daría el rey por esa insubordinación.

Su puño se estrelló en la mejilla de su hermano idéntico cuando lo encontró, yendo hacia la villa, con una enorme sonrisa, creyéndose un triunfador de algo que sólo él podía saber.

—Lysander –bramó Lorcan enfadado.

— ¿Dónde has estado? –Soltó en un tono bajo.

—Estás enfadado porque no llegué en la maldita caravana ¿no?

—Creo que te tomas demasiado a la ligera a quien sirves –dio un paso hacia su hermano –no salvaguardas al rey Draco, o al rey Neville –lo sujetó de la capa, acercándolo a él –¿crees que pasó desapercibido para el rey James tu ausencia?

—Pensé que estaría muy ocupado como para notar la ausencia de un simple caballero.

—Ah, Lorcan, si en realidad piensas eso, deberías plantearte dos veces las cosas, en serio, hermano –se burló –si planeas ir de insubordinación en insubordinación, no sé cuánto dures vivo.

—El sólo nota que no estoy porque tú estás ahí, Lysander ¿crees que no sé lo que ocurre? –Negó divertido –eres capaz de cualquier cosa por que el rey no esté de mal humor, son tan parecidos –se soltó del agarre –y eso te gusta.

—No le encuentro nada de malo a ser capaz de hacer lo necesario para tener el triunfo, dime ¿qué peros le pones al reinado? Desde que el rey Harry murió.

Murió –se burló Lorcan –todos sabemos que fue el mismo James quien mató a su padre ¿no es así? –Negó –en eso no son tan parecidos, he de admitir.

—No me subestimes, Lorcan –se burló –y lo mejor es que vayas a ese lugar, o no quiero pensar las cosas que están pasando por la mente de su alteza.

El rubio avanzó con paso seguro, pero la sonrisa por haber visto a la pelirroja se había desvanecido, lo cierto era que Lysander siempre había hecho que sus descuidos pasaran de largo, convenciendo al rey James de que no era nada importante, y siempre, parecía perdonarle la ofensa, pero no estaba muy seguro de que su hermano interviniera esta vez.

Entró al lugar, la algarabía era común, así que no se extrañó, avanzó hasta la mesa del rey, haciendo una reverencia, mostrándole que había llegado y que su hermano se había encargado de reprenderle.

—Dime ¿qué ha sido tan importante como para llegar por separado, Scamander? –Cuestionó el rey, con una sonrisa misteriosa.

—Nada, su alteza, yo… bueno, como el rey Draco no mandó emboscada…

—Creíste no ser de utilidad ¿no es cierto?

—Así es, su alteza.

—Todos los hombres aquí son de utilidad, Scamander –murmuró tranquilo –si no lo fueran, los ejércitos no existirían, caería un rey tras otro.

—Su alteza…

—Come un poco –hizo un movimiento con la cabeza.

Lorcan se percató una vez que se sentó, que todos se habían quedado callados, observándose unos a otros, como esperando alguna actitud de violencia de su regente, pero estaba bastante calmado, no podía decir mucho de sus ojos azules, tan fríos como un trozo de hielo.

—Su majestad –habló uno de los sirvientes.

—En seguida iré –hizo un ademán para que se retirara.

El hombre esperó a que todo volviera a la algarabía para ponerse de pie, si su intención era no llamar la atención, bueno le había fallado, porque todos volvieron a quedarse callados y se pusieron de pie para que él pasara.

Lorcan pudo percibir su sonrisa, y la forma discreta en que lo observó sobre su hombro, un escalofrío le recorrió la espalda, si le dirían la razón por la cual había tomado un rumbo diferente.

Se puso de pie rápidamente cuando el rey salió del lugar rumbo a las habitaciones de la posada, llegó hasta la puerta, pero le impidieron la salida, no podía ocasionarse a sí mismo problemas, así que mejor retrocedió, y fue hasta su lugar, para continuar comiendo.

La preocupación por la pelirroja aumentó, pero fue disminuyendo, hasta que fue llamado por el rey, se levantó temeroso, nunca había podido ser como su hermano, quizás lo envidiaba un poco, nunca le había tenido miedo a nada, bueno, quizás a James, incluso antes de que éste fuese coronado, y no podía culparlo, el hombre había matado a toda su familia para hacerse del poder.

El varón de cabello negro ya tenía ropa ligera, su atuendo real había sido colocado con cuidado en un rincón, se giró hasta Lorcan, que bajó de inmediato la vista, pero logró ver la sonrisa de satisfacción; en eso era igual a Lysander, ambos disfrutaban el miedo que le ocasionaban a los demás.

—Su alteza ¿pidió verme?

—No lo pedí, lo ordené –comentó en tono tranquilo.

— ¿En qué puedo servirle? –Cuestionó.

—Híncate –ordenó.

—Pero…

—Delante de la silla.

Lorcan lo dudó un momento, pero terminó haciendo lo que le ordenaron, su vista fue hasta los zapatos del rey, que se puso delante de él, se sentó en la silla, y le indicó que se inclinara, así que no le quedó más que agacharse, cerró los ojos cuando sintió los pesados pies del varón sobre su espalda.

—No dejaré pasar tu insubordinación por siempre ¿está claro? Por mucho que tú hermano reciba los castigos por ti.

Aquella información hizo que el rubio se tensara, jamás había pensado que Lysander fuese capaz de hacer algo así por él, si era claro que detestaba tenerlo como idéntico, y para colmo, fuese tan débil, cuando eran niños, Lorcan siempre había sido un niño temeroso y llorón, y su hermano siempre había aprovechado su vulnerabilidad para burlarse de él, o para golpearlo intentando hacerlo un hombre valiente y capaz.

—No seré tan cruel –lo tranquilizó –después de todo, tu hermano está haciéndome un favor en estos momentos.

—Su alteza –intentó incorporarse, pero el hombre puso más presión en su espalda, impidiéndolo.

Lorcan perdió toda la oportunidad de disculparse, porque tocaron a la puerta y el rey los hizo pasar, varios hombres pasaron para informarle algunas cosas que tenían que tratar antes de llegar al reino de los Malfoy, así que bajó la mirada al suelo, la chimenea estaba demasiado cerca de su rostro, así que pronto comenzó a sentir como si estuviese quemándose, sumando el peso de los pies del hombre.

—Si te desplomas, ten por seguro que te arrastraré todo el camino al Oeste –informó el rey, como leyendo sus pensamientos.

—Su alteza ¿no cree que es momento de que lo deje ir? Tenemos cosas importantes de las cuales hablar.

—Podría hacerlo –aceptó –pero no lo haré –después de todo, yo soy quien manda y gobierna ¿no es así?

—S-Sí, alteza, perdón –comentó retrocediendo el hombre.

—Bien ¿alguien sabe si Lysander fue a donde lo envíe?

—Después de ir a buscar a su hermano, al cual está usando como… descanso, sí, su alteza, se dirigió de inmediato a cumplir sus órdenes.

—Muy bien, háganle saber que estará libre de ocupación hasta la hora de irnos.

—Mi señor –habló uno –sabe que Lysander es el encargado de hacer guardia en su puerta cuando estamos fuera del castillo.

—Ya lo sé, pero ese privilegio lo tendrá su hermano esta noche ¿no es así, Lorcan?

El rubio sintió su espalda libre, y después un fuerte golpe en su costado, que lo derrumbó, volvió a colocarse en la misma posición, para que el rey volviera a colocar sus pies en su espalda.

—LHR—

Lysander Scamander tenía ciertos privilegios por jamás desobedecer al rey, como poder verlo a la cara, antes de que éste fuese coronado, habían sido entrenados juntos, eran compañeros, y amigos, aunque James siempre había sido sobresaliente en todo lo que hacía.

—No estás enojado ¿cierto? –se burló.

—Él ya está grande, puede hacerse responsable de sus propios actos, su majestad.

—Sin embargo, estás enfadado, puedo notarlo –dime ¿encontraste el lugar? –cuestionó.

—Sí, pero no creo que le guste lo que le diré.

—Dímelo de todos modos, así podré tomar cartas en el asunto cuanto antes.

—Al llegar al lugar, el tipo creyó que era Lorcan –informó.

—Así que han tenido contacto –observó a Lysander –dime ¿qué clase de contacto?

—El hombre no me dijo, sólo mencionó que ya me había advertido una vez que me mantuviera lejos.

—Bien –aceptó, y por el contrario a lo que Lysander pensó, no estaba enojado –Lorcan vigilará mi puerta esta noche, considero que puedes ir a divertirte un poco.

—Es una villa muy pequeña, su majestad.

—Imagino que podrás arreglártelas, Rose no para de pedirme que te comprometa con ella –lo observó –si puedes tenerla a ella rogando, no creo que tengas dificultades aquí.

—Cierto, si no me necesita para nada más, su majestad –hizo una reverencia.

—Sí, ahora que sabes, puedes encargarte, te veré en el reino de Malfoy tan pronto como puedas.

—Entonces, nos veremos en unos días, su alteza.

Lysander dio un paso atrás y se giró para salir de la habitación del moreno, al cerrar la puerta a sus espaldas, pudo ver su mismo rostro, pero con una expresión que el propio no podría expresar nunca, miedo, gruñó.

—Te tocará vigilar al rey –comentó.

—Sí, ya me lo había dicho –aceptó Lorcan.

—Bien, no quiero que cometas una estupidez, Lorcan –se acercó a él –no vayas a quedarte dormido, y no interrumpas su descanso, no va a escaparse.

—Ya no es un adolescente ¿no es así? –se burló Lorcan.

—Dime ¿te gustaría repetir esas palabras frente a él?

Los ánimos divertidos de Lorcan se esfumaron, poniéndose recto, se colocó frente a la puerta, en descanso.

—Nos veremos después, te tocará escoltarlo personalmente hasta el reino del Oeste.

—Pero… tú eres…

—Yo tengo cosas que hacer, no podré, así que compórtate.

—De acuerdo, hermano –suspiró, estaba cansado, sólo quería descansar, pero se resignó.

—X—

Lysander sonrió cuando se encontró de nuevo a la rubia, era demasiado tarde como para que estuviese sola por esos rumbos, así que se acercó a ella, asustándola cuando la sujetó del hombro.

—M-Mi señor –soltó –me asustó.

—Es demasiado tarde para que una mujer esté sola ¿no lo cree?

—Sí, es sólo que… bueno…

—La acompañaré a casa, si no le molesta.

La rubia observó su rostro, y sus ojos azules se toparon en su atuendo, y a pesar de que lo que vio pudo gustarle, negó con la cabeza, rechazando la propuesta.

—No sería adecuado, mi señor –retrocedió asustada.

—Sin embargo, no puedes negarte ¿no es así? ¿O es que planeas algo en contra del rey?

—No, yo no, jamás…

—Entonces, la escoltaré hasta su vivienda, para asegurarme que su presencia aquí, sólo es mera coincidencia, y que no representa peligro alguno para su majestad.

—Pero… sólo soy… una mujer…

—Te sorprendería –sonrió de lado.

La rubia avanzó sin poder negarse, la presencia del caballero estaba demasiado cerca de ella, se estaba maldiciendo por haber olvidado lo que su madre le había encargado de la casa de Penélope.

—Mi casa está aquí adelante –mintió la rubia –gracias por acompañarme –fingió una sonrisa.

—X—

La joven abrió los ojos, lo último que recordaba era un golpe en la espalda al darle la espalda al caballero, se removió, estaba sobre la tierra, en el bosque, se asustó ¿cómo había llegado hasta ahí?

—Despertaste –la voz de ese hombre la hizo sobresaltarse.

—Q-Qué…

—Estuviste un rato inconsciente, quizás sí te golpee muy fuerte –admitió –después de todo no eres más que una mujer.

Su corazón se agitó rápidamente cuando creyó que el hombre se había aprovechado de ella, pero todo estaba bien, no le dolía nada, levantó la vista cuando la nube se movió, y la luna pudo iluminar el rostro del hombre, que era atractivo, pero eso no hacía que sintiera temor, quizás era por su mirada.

—Tranquila, no me aproveché de ti mientras estabas inconsciente –soltó en tono divertido –aunque podría haberlo hecho.

—Mi-Mi señor, tengo que llegar a casa…

—Llegarás, si es lo que te inquieta.

El último guantelete del hombre cayó al suelo, sobresaltándola, se había quitado casi todo, sólo le faltaba la cota de malla, para quedar en sus pantalones y camisola, ella se puso de pie, corrió tan rápido como pudo, pero fue alcanzada.

Lo sintió inmovilizarle los brazos, el pánico le hizo un nudo en la garganta y no pudo gritar, aunque estaba claro que por más que lo intentara, nadie la escucharía, aparte de que nadie le creería que estaba ahí en contra de su voluntad, después de todo, él era un caballero de la guardia, había llegado ahí escoltando al mismísimo rey ¿a quién le creería su majestad?

—Por un momento, pensé que serías sumisa –admitió divertido –me gustan las hembras bravas –admito para ella.

La rubia apretó los ojos con fuerza, cuando pensó que el paso de la caravana real sería algo magnifico y un acontecimiento tan espectacular que se lo contaría a sus hijos y nietos, nunca cruzó por su mente, que terminaría en una situación así.

La sujetó del cuello, mientras con su mano libre desgarraba su ropa, se removió en un intento más, pero él acortó su respiración, así que se detuvo en la lucha, acercó su rostro a ella.

Le separó las piernas de forma violenta, y antes de que ella pudiese suplicar porque la liberara, él se adentró en ella, soltó un gemido de placer, mientras ella sollozaba, intentando aventarlo para que abandonara su cuerpo, aquello dolía.

El caballero le soltó el cuello, sujetándola de la cintura para jalarla más contra su cuerpo cada vez que abandonaba su interior.

Audrey levantó la vista hacia el cielo, mientras las lágrimas caían por sus costados, cayendo en sus oídos, amortiguando el sonido de los gruñidos de placer que el hombre hacía conforme la poseía cada vez más.

No podía creer que la luna estuviese ahí, inerte, iluminando su desgracia, observando como su doncellez era arrebatada por una bestia.

—Ah, había olvidado que estos lugares tenían doncellas todavía –se burló.

Empujó su virilidad una vez más en el interior de la chica, que sujetaba su brazo, enterrando sus uñas, tan fuerte como podía, él sonrió, era como su venganza, pero no le importó, se adentró en ella todo lo que pudo, hasta que la llenó con su semilla.