Perdón por la demora, espero poder volver a un ritmo de publicación mas regular en el futuro. Sin más que decir, espero que disfruten este capítulo y nos vemos en el siguiente!
Gerli.
La autopista cortaba en dos el paisaje que ascendía lentamente desde la bahía hasta las colinas que rodeaban a la enorme urbe de Ciudad Capital. Era una amplia vía de cuatro carriles en ambas direcciones que servía como arteria principal para dirigir todo el tráfico que llegaba a la ciudad desde los diferentes asentamientos rurales que habían crecido a lo largo de los años mientras el planeta se poblaba con los nuevos colonos que llegaban de La Tierra y las flotas de Inmigración. Cuando la camioneta en la que viajaba Ximena se desvió de la autopista principal tomando una ruta secundaria, la joven pudo ver toda la extensión de la enorme bahía y la metrópolis que se extendía alrededor.
—¿En esa bahía amerizó la Megaroad 01 cuando colonizaron Eden? —preguntó entusiasmada la joven a quien Ximena conocía como la Oficial Fontaine. —Me imagino que debió ser un espectaculo increible. —dijo mientras pegaba su rostro al cristal de la ventanilla.
—La Megaroad 01 se mantuvo en la órbita de Edén durante la colonización del mismo. —respondió el Jefe de Mecánicos desde el asiento del conductor. —No recuerdo muy bien de mis tiempos en la escuela, pero creo que estuvo un año entero allí arriba hasta que montaron el primer astillero y pudieron continuar viaje hacia el centro de la galaxia.
La Teniente Ximena Hernandez apartó la vista de la bahía y en cambio miró hacia las verdes montañas que ahora se elevaban cada vez más cerca de la carretera. —¿A dónde vamos? —preguntó.
—Al Taller. —respondió el Jefe Aichi.
—Eso es… ¿Un lugar? —preguntó confundida la joven.
—Es donde los que quedamos del Escuadrón de Enlace Situacional nos estamos reuniendo mientras dure nuestra licencia. —dijo. —Es un pequeño establecimiento para servicio de mechas pesados en las afueras de la ciudad que suele hacer contratos de mantenimiento con la NUNS, o al menos solía hacerlos hace unos años.—explicó con un dejo de nostalgia en la voz.
Ximena miró a su compañera y esta respondió encogiéndose de hombros. —Yo tampoco tengo idea. —dijo.
Aquello sorprendió a la joven. —Entonces… ¿Ustedes dos no están…?
—¿Trabajando juntos? No. —respondió el Jefe Aichi. —Nos encontramos en la Terminal de casualidad cuando fuí a llevar a uno de los muchachos a que tomase un transbordador hacia órbita y la reconocí de inmediato como la misma persona que había volado con usted en su última misión. —explicó. —Cuando me dijo que estaba esperándola a usted fué cuando decidí quedarme y ofrecer llevarlas a ambas.
Ximena tomó uno de los vasos de café y tras quitar la tapa de plástico olió el intenso aroma que salia del caliente líquido negro. —Osea que… esperen un momento. —dijo levantando la vista. —¿Cómo sabía usted que estaba por llegar a la Terminal?
La Oficial Fontaine tomó el otro vaso de café y miró a su compañera directamente a los ojos. —Porque yo misma le pedí a Naidu que la trajese allí.— afirmó.
Hubo un ligero estremecimiento en el vehículo, como si Aichi hubiese movido involuntariamente el volante de la camioneta. —¿Qué? ¿El Coronel Naidu? ¿Como rayos…? —preguntó alarmado volteando la cabeza.
Ximena suspiró. —Mejor que preste atención a la ruta. —dijo mirando a la joven de cabellos blancos. —Expliquese por favor. —pidió.
La joven no respondió y bebió un largo sorbo de su propio vaso de café. Al cabo de unos minutos de silencio lo dejó en el posavasos frente al asiento. —Es… complicado. —dijo.
—Creí que iban a explicarme todo. —dijo la Teniente Hernandez cruzándose de brazos para inmediatamente seguir hablando. —Si, realmente me doy cuenta que es algo "complicado", especialmente porque alguien en el Alto Mando se tomó la molestia de alterar los archivos de la última misión de nuestro escuadrón para borrar toda mención de que usted siquiera existe. —dijo de forma directa.
—No descargues tu frustración con ella. —la amonestó Aichi. —Yo tengo muchos conocidos en las Fuerzas y estos últimos días me he cansado de escuchar rumores sobre las divisiones que esta maldita campaña ofensiva están causando en los Altos Mandos…
—Siempre hubo una división. —respondió Ximena. —No es nada nuevo.
Fontaine sacudió la cabeza. —No, el Jefe Aichi tiene razón. —dijo. —Esto es mucho más complicado que la clásica división entre Halcones y Palomas del pasado. —afirmó mientras se apretaba las manos. —Últimamente la atmósfera que se respira en el ambiente castrense es…
—Turbia. —respondió el hombre suspirando mientras activaba la luz de giro. La camioneta se desvió de la carretera y salió por una rampa hacia una de las calles laterales. El paisaje era ahora de granjas con invernaderos y pequeños talleres locales.
—¿Quién eres tú realmente? —preguntó Ximena volviendo a mirar a su compañera. —¿Por que tu nombre no figuraba en los registros?
La joven levantó la vista. —Mi verdadero nombre es Camila… Camila Hughs.
Aichi clavó los frenos de la camioneta y esta se detuvo abruptamente al costado del camino bajo unos altos pinos oscuros.
—¿Queee? —exclamó dándose la vuelta. —¿Estás bromeando…? ¿Eres… una de los Hughs?
Ximena no necesitó actuar de forma tan impulsiva como su Jefe de mecánicos, pero aquel apellido también había hecho saltar las alarmas en su cabeza.
Los Hughs eran una familia de militares que ocupaban altos cargos en las esferas del Gobierno Unificado. Tal y como sucedía con las antiguas familias con linajes que se mezclaban con las tradiciones castrenses y culturales del siglo XIX y XX, los Hughs habían sobrevivido a la terrible 1er Guerra Espacial y poco a poco habían vuelto a crear aquella cultura familiar de honor y tradición en las fuerzas militares, ahora desperdigadas por la galaxia a medida que la humanidad se expandia en busca de nuevos horizontes.
—Eso al menos explica una parte de lo que sucedió con los reportes. —razonó Ximena. —Y el por que Naidu hizo el recado de sacarme de ese hospital.
Aichi se dejó caer sobre su asiento mientras cerraba los ojos. —Oh mierda. —exclamó llevándose una mano al rostro. —No es por ofenderla a usted o a su familia, señorita. —dijo angustiado. —Pero quisiera no tener nada que ver con ellos. —dijo.
Camila se revolvió en el asiento. —Lo sé. —dijo sintiéndose culpable por la reacción de aquellos dos.— Mi familia ha influenciado en los asuntos de la fuerza durante generaciones… es algo con lo que he aprendido a convivir, lo quiera o no.
Aichi y Ximena se miraron sin decir nada. Al cabo de unos minutos de silencio la camioneta volvió a ponerse en marcha y continuaron el viaje.
—Ahora con respecto al Coronel Naidu… no creo que me haya hecho un favor solo por ser quien soy. —observó la joven.
—¿A que te refieres? —preguntó Ximena pero la joven sacudió la cabeza. —Creo… creo Naidu está hasta el cuello con esto.
—¿Por el resultado de la misión? —preguntó Ximena frunciendo el ceño. —Se perdieron tres escuadrones completos, incluso si el Alto Mando considera que fué una victoria táctica eso es…
—No. —respondió abruptamente Camila. —No por la misión en si… sinó por mi participación no programada en ella
—Explícate. —ordenó la joven Teniente con severidad.
Camila evitó mirar a los ojos de Ximena y en cambio volvió su atención hacia los árboles del camino. —Yo usé mi influencia para ser asignada a esa misión. —dijo.
—Oh. —exclamó el Jefe Aichi.
Tras unos segundos de silencio la joven continuó hablando. —Desde que entré a la Fuerza hace dos años solo he estado tras escritorios en el departamento de Inteligencia. —dijo. —Ha habido varias Hughs en servicio en la NUNS, pero ninguna de nosotras ha participado en combate y…. bueno, cuando recibí información sobre esta misión en particular y los detalles de la misma… usé mis contactos en el departamento de Planificación y Estrategia para poder participar en ella.
Ximena la miró mientras apretaba los puños. —¿Estas… hablando en serio?
La joven asintió en silencio.
—Por el amor de dios. —exclamó la Teniente Hernandez llevándose una mano a la frente. —¿Eres acaso una chiquilla de preparatoria? ¿Qué rayos estabas pensando?
Aichi sacudió la cabeza. —Vaya forma de ponerte el peligro. —dijo.
—Camila. —dijo Ximena inclinándose hacia delante y acercandose a la acongojada joven. —¿Tu manipulaste la misión? ¿Tu cambiaste los roles de asignación de personal a cada nave?
Mientras decía eso Ximena apretó los dientes. ¿Era esa joven la causante de la muerte de su compañero? ¿Habían sido sus maquinaciones la causa de que la misión tuviera aquel resultado terrible para las fuerzas de la NUNS? Si eso era así jamás la perdonaría. Contuvo la respiración mientras miraba el rostro angustiado de aquella chica a quien de pronto no sabía si odiar o sentir lástima.
—No… yo no cambié ninguno de los planes ni asignaciones de la misión. —dijo visiblemente nerviosa. —Solo reemplacé a quien iba a ocupar el asiento en su nave, Teniente. —reconoció. —El cambio de RIO y el uso de EW017 ya estaban en el plan antes que yo modificara algo.
Ximena suspiró aliviada. —Entonces…
—Lo único que queda en claro es que estamos ante una chiquilla malcriada. —dijo Aichi suspirando, pero visiblemente molesto.
Camila lo miró furiosa e hizo un ademán para levantarse del asiento pero Ximena interpuso una mano entre ambos. —Así y todo, me salvó la vida en el Campo de batalla. —dijo con seriedad. —Estoy decepcionada si, pero no soy una desagradecida. La chica hizo lo que pudo y cumplió con su tarea; eso es suficiente para mi.
—Pero no para mi. —respondió el Jefe Aichi con amargura en la voz. —Perdí muchos amigos y compañeros en esa misión y ahora… ahora es probable que pierda también a los que quedamos vivos.
Ximena ignoró el pesimismo del mecánico y en cambio se volvió hacia Camila. —Entiendo tu motivación, pero sigo sin comprender la actitud de Naidu… ¿Dices que el Coronel está en problemas? ¿A que te refieres?
Camila sacudió la cabeza. —Intenté ponerme en contacto con él en cuanto supe que habías sido ingresada al hospital, pero para mi sorpresa fué él quien vino a mi primero.
—¿Eh? —preguntó Aichi tras el volante. —Eso no tiene ningún sentido.
—Eso pensé yo también al principio. —replicó la joven. Naidu tiene autoridad absoluta en New Dallas y pensé que vendría literalmente por mi cabeza al descubrirse mi pequeña "manipulación" pero…
—¿Pero? —preguntó Ximena.
—No estaba molesto en absoluto. —explicó la joven. —Me dijo que debía solucionar ciertas "desprolijidades" en la planificación de la misión y quería contar con mi apoyo en caso que fuera necesario atestiguar en una posible investigación.
—Y fué allí cuando pediste ver a la Teniente. —razonó Aichi.
—Si, supe que era ahora o nunca. —reconoció Camila. —Y él se mostró más que reacio a colaborar conmigo… tal vez demasiado.
Mientras los ocupantes del vehículo volvían a sumirse en un preocupante silencio, la camioneta recorrió varios kilómetros entre campos cultivados, plantaciones de cítricos y enormes invernaderos que alimentaban el apetito de la población cosmopolita de aquel planeta y las colonias cercanas.
Al cabo de varios minutos abandonaron el camino principal y llegaron a una zona de pequeños talleres y almacenes destinados al mantenimiento de las granjas locales, mas pronto resultó evidente que uno de ellos, el que poseia los hangares mas grandes de la zona, no estaba dedicado a la reparación de simples tractores o cosechadoras mecanizadas. El enorme edificio de chapas de metal que se alzaba a casi veinte metros de altura se extendia a lo largo de todo el campo, incluso cortando en dos una pequeña colina que se elevaba en el terreno.
—Llegamos. —informó Aichi mientras se detenía frente a un enorme portón de metal pintado de verde. —Bienvenidas al Taller.
El portón comenzó a abrirse automáticamente y el Jefe de Mecánicos dirigió la camioneta al interior de la propiedad.
Una docena o más de enormes robots de trabajo pesado estaban en diversas etapas de desguace alrededor del enorme edificio que se alzaba en el centro del terreno. Dos grandes grúas se destacaban a ambos lados del edificio y en una de ellas colgaban lo que parecía ser la parte superior del torso de un Queadluun-Rau.
Vieron varios vehículos militares aparcados junto a unos edificios más bajos a un lado del enorme complejo y pronto distinguieron a un grupo de gente que se encontraba aparentemente descansando a la sombra de un par de árboles que crecían entre la pila de chatarra. Al ver la camioneta se pusieron de pie de un salto y avanzaron hacia ellos lanzando gritos de alegría.
—Me tomé el atrevimiento de avisar que veníamos. —explicó Aichi mientras aparcaba la camioneta junto al resto de los transportes.
Camila se asomó a la ventanilla y vió al grupo de gente que se acercaba, pero de pronto su mirada se desvió hacia el edificio al ver como una parte de la estructura se abría de par en par.
—¿Que…? —comenzó a decir.
Aichi descendió del vehículo y se enderezó la espalda. De pronto el atronador sonido de unas pisadas hizo que la camioneta misma temblara con las dos chicas aún dentro.
Ximena abrió la puerta corrediza y asomó la cabeza fuera. Lo que vió la llenó de asombro.
—¿Una meltran…?
Una enorme giganta había salido de dentro del hangar y ahora miraba la pequeña camioneta desde las alturas, apoyada de forma distraída en una de las enormes grúas. —Eh, Jefe. —dijo cruzándose de brazos. —¿Hay novedades?.
El mecánico se quitó la gorra y se protegió los ojos al mirar hacia arriba. —Me temo que si. —dijo. —Tenemos que hablar.
La giganta lo miró preocupada. —¿Ella es la piloto de la que me hablaste? —preguntó mientras miraba a Ximena descender de la camioneta.
En ese momento los demás miembros del escuadrón llegaron junto a ellos y saludaron efusivamente a la joven.
—¿Estamos todos? —preguntó la Teniente Hernandez.
—La mayoría. —respondió uno de los técnicos.
Ximena asintió. Era verdad, casi todos los mecánicos y técnicos estaban allí, incluidos los pilotos suplentes que no habían formado parte de la desafortunada misión. En total eran una veintena de personas, de los cuales solo un puñado eran pilotos de combate. Levantó la vista y saludó a la giganta con un gesto de la mano. —¿Asumo que es la encargada de este lugar…? —preguntó.
La Meltran soltó una carcajada. —Bienvenida a mi humilde taller. —dijo. —Me llamo Tali. —dijo cerrando el puño. —¿Y quien es la otra joven? ¿Es también parte del Escuadrón o…?
El resto de los hombres y mujeres del Escuadrón habían quedado en silencio cuando vieron bajar a Camila de la camioneta. La mayoría de ellos nunca la habían visto, pero quienes habían estado en el hangar el dia de la nefasta salida la habían reconocido de inmediato. Los rumores habían comenzado a correr entre el personal.
—Se llama Camila. —respondió rápidamente el Jefe Aichi a quien aquel silencio había incomodado bastante. —Si, está con nosotros por el momento.
La Meltrán la miró detenidamente como si la estuviese analizando en profundidad. —Será mejor ir adentro. —dijo señalando el edificio. —Algo me dice que quieren charlar varias cosas en privado.
—Gracias. —respondió el hombre mayor haciendo una reverencia. —Y perdón por invadir tu casa.
—Siempre hay lugar para los Micrones. —respondió la giganta con una carcajada. —Además son de comer poco. —aseguró mientras se volvía hacia la entrada por la que había aparecido.
La gigante desapareció en el interior del enorme edificio y el resto del escuadrón comenzó a dirigirse hacia una entrada mas pequeña cerca de los edificios en donde habían estado esperando la llegada del Jefe de los mecánicos. Aichi volvió a ponerse la gorra y se volvió hacia las dos mujeres. —Te pondremos al tanto de lo que ha sucedido en este tiempo. —dijo mirando a Ximena. —Hay… varias cosas que tienes que saber antes de discutir el motivo por el que nos reunimos en este lugar.
La Teniente Hernandez asintió. —Comprendo. —dijo.
El mecánico fué hasta la camioneta y bajó un par de bolsas de compras (Aparentemente no solo había ido a la ciudad para llevar y traer pasajeros)
—Por aquí por favor. —pidió señalando la entrada.
Ximena y Camila caminaron en silencio tras el hombre y fueron las últimas en entrar al enorme edificio mientras las puertas se cerraban a sus espaldas.
Fué Camila quien lanzó una exclamación de asombro al ver el interior de aquel extraño edificio. Ximena observó el enorme dique que se extendía entre las sombras y estaba cubierto en varios sitios con enormes chapas de metal y lonas. —¿Trescientos metros? —trató de calcular sin poder ver las dimensiones exactas a la poca luz que generaban los reflectores colgados del techo. —¿Estamos en un hangar construido sobre un dique para naves espaciales? —preguntó.
—Cerca… Doscientos Ochenta metros… es un dique de carena para las Fragatas Northampton. —respondió el Jefe de los mecánicos.
Camila se acercó hasta la barandilla y miró hacia la oscuridad de las profundidades del enorme pozo. —¿Osea que aquí también se reparan naves espaciales? —preguntó.
—Ya no. —respondió la gigante apareciendo del otro lado del dique al abrirse una enorme compuerta de acero. —Este taller está construido sobre el dique en desuso, hace mas de veinte años que no atraca una nave aqui. —dijo señalando el enorme espacio vacío. —Pero para mi, es muy conveniente.
Tras decir ello accionó un enorme interruptor eléctrico en una de las paredes y varias enormes luces se encendieron dentro del dique. Camila y Ximena comprendieron que la gigante habita transformado aquel sitio en una especie de casa. Vieron una mesa, sillas y hasta un enorme sillón de tamaño Zentradi. Del otro lado de donde estaban ellos, en donde un improvisado techo creaba una zona oculta a sus miradas, podian ver parte de una enorme cama tras unos cortinados hechos con enormes lonas de color verde oliva.
—Con el precio de las viviendas en Ciudad Capital, vivir aquí resulta mucho más económico. —dijo la enorme Meltran mientras descendía al fondo del dique por medio de una escalera tallada en la roca de granito en la que estaba excavada aquella instalación.
Los tres compañeros descendieron por un par de escaleras de metal y pronto llegaron a una plataforma dos niveles por debajo del suelo, en donde se encontraban montados una serie de talleres con bancos de trabajo y maquinarias varias. En aquel nivel todos quedaban mas o menos a la altura de los ojos de Tali así que la Meltran no tenía que agacharse continuamente para hablar con sus invitados.
Hablando de los invitados, lo que quedaba del escuadrón de Ximena ya había ocupado una de las largas mesas mientras un par de jóvenes aprendices de mecánico habían comenzado a hacer café en una pequeña cocina ubicada a un lado del taller. Aichi llevó las bolsas de las compras y se las entregó a uno de los mecánicos para que las ordenara en la despensa.
Mientras Ximena y Camila tomaban asiento en una de las mesas, Tali se apoyó de brazos sobre un enorme aparejo de metal y miró con curiosidad al grupo de gente. —¿Entonces son ustedes todo lo que queda del Escuadrón Púrpura? —preguntó. —¿Qué mierda ha pasado en New Dallas?
Aichi se sentó junto a Ximena y se quitó la gorra. —Eso es lo que estamos tratando de averiguar. —respondió el hombre mientras la sacudía en el aire.
Uno de los pilotos suplentes, un joven de unos veinticinco años llamado Travis se puso de pie de inmediato. —Lo que pasó es que el Alto Mando está lleno de incompetentes. —exclamó cerrando el puño. —Dejaron morir a nuestros compañeros allá afuera.
Varias voces sonaron mostrando su aprobación a las palabras del piloto pero Ximena guardó silencio… por el momento.
—Escuché algo sobre eso. —dijo Tali frunciendo el ceño. —Pero lo que más me preocupó es ese… video que está circulando… ¿Son realmente imagenes de esa batalla?
Se hizo un silencio profundo en el taller y todos los rostros se giraron hacia Ximena.
La gigante sacó un enorme Pad de entre sus ropas y tras activar un comando dejó que una pantalla se proyectara sobre el fondo oscuro de una de las paredes del hangar.
—¡Espera! —exclamó Aichi poniéndose de pie casi de un salto. —Tali, todos hemos visto ese spot, no creo que sea necesario…
—No, está bien. —dijo la Teniente Hernandez mientras ponía una de sus manos sobre las de su Jefe de Mecánicos. —Tengo que superar eso… estaré bien, no se preocupe Jefe.
Aquello no tranquilizó demasiado a Aichi, quien volvió a sentarse en silencio. Tali asintió y activó la proyección. En la pantalla gigante apareció el video con una increíble nitidez. Ximena apretó el puño pero no quitó los ojos de la pantalla.
El video se iniciaba con una panorámica del campo de batalla en donde la información y coordenadas del sistema solar aparecían en la parte inferior de la imagen. De inmediato las explosiones de la batalla comenzaron a verse entre los asteroides y trozos de roca del cinturón que rodeaba al planeta. La imagen cortaba allí y saltaba directamente a la acción.
—Han editado el video de forma que parece que La NUNS fueron los emboscados. —dijo uno de los técnicos. —¿No se supone que la misión era que NOSOTROS íbamos a atacarlos a ellos por sorpresa?
Tali se cruzó de brazos. —La intención de este spot es claramente mostrar a los Zentradi como agresores. —dijo. —No se vé en ningún momento a las fuerzas de la NUNS haciendo blanco en esos Nousjadeul-Ger o en el acorazado… es como si no respondieran a la masacre y fueran esponjas para las balas.
Ximena estaba apretando los dientes y sintió el sabor de la sangre en su boca. Tenía ganas de gritar, de arrojar algo contra la pantalla… pero sabía que aquellos gestos no solo eran inútiles; eran una muestra de debilidad y ella ya había sentido lo que era sucumbir a sus emociones.
Las escenas se repitieron ante sus ojos pero su espíritu estaba ahora reforzado por la determinación. Revivió aquel horror y no apartó la vista ni siquiera cuando la muerte de su compañero volvió a producirse frente a ella, pero muchos de los sobrevivientes de su escuadrón no soportaban aquellas imágenes y apartaron las miradas de la pantalla en el momento de la muerte del Oficial Mifuda.
La batalla culminó en una pantalla negra y los nombres de los pilotos y soldados muertos en la batalla aparecieron en letras blancas como los títulos de una película.
«Aun en los peores momentos de la batalla, los heroicos hombres y mujeres de la NUNS cumplieron sus deberes hasta el final, protegiendo la paz y seguridad de las razas sobrevivientes de la Protocultura en su viaje a través de la Galaxia» dijo una voz en off mientras los cientos de nombres pasaban cada vez mas veloces por la pantalla. Finalmente el último nombre desapareció en la parte superior de la imagen y un Oficial del Alto mando apareció en el centro de la pantalla.
—Estamos ante una de las horas más oscuras de la historia. —dijo mientras las estrellas cubrían el cielo a su espalda. —Desde el final de la Primera Guerra Espacial, la Humanidad y las demás razas sobrevivientes de la Protocultura jamás han estado tan cerca de la destrucción como ahora.
El espacio se llenó de explosiones y millones de naves Zentradi parecieron cubrir las estrellas. Eran tantas que la imagen se tiñó de colores verdosos.
—La NUNS y sus aliados de los planetas independientes unirán sus fuerzas para garantizar la supervivencia de todos los habitantes de la Galaxia y la neutralización de la mortal amenaza de las fuerzas Zentradi que aún rondan La Vía Láctea en su afán de destruir cualquier cosa que se interponga en su camino… y para eso te necesitamos a ti. —dijo con voz solemne mientras que con su dedo señalaba al espectador. —Únete a la Milicia, ayúdanos a proteger a tu familia, a los que amas, a lo crees que vale la pena salvar de la destrucción… danos tu fuerza, aún estámos a tiempo de cantar victoria.
La imagen se volvía borrosa entonces y varios cadetes aparecian frente a la cámara portando armas de infantería y uniformes de combate. Detrás de ellos el enorme perfil de una Battle Class completamente transformada se erguía sobre la noche estrellada mientras grupos de cazas variables cruzaban por detrás del titán de acero dejando estelas brillantes. La dirección web del sitio de enrolamiento apareció mientras la bandera de la NUNS flameaba orgullosa. Entonces la imagen desapareció y la pantalla quedó en negro.
Nadie habló. Todos miraban la negrura de la pared del hangar mientras apretaban los puños en silencio. Era tal la impotencia que sentían que nadie se atrevía a romper aquel silencio.
—Hijos de mil putas. —exclamó Tali guardando su pad. —Usar la muerte de tantos buenos hombres de esta forma… es inmoral.
Aichi suspiró y sacó un paquete de cigarrillos de uno de los bolsillos de su traje de mantenimiento. Tras encenderlo soltó una bocanada de humo perfumado mientras miraba el rostro de la gigante. —Esa filmación… fue grabada por los Drones que montamos en su aeronave. —dijo volviéndose hacia Camila.
—Lo sé. —respondió la Teniente. —Yo misma vi la transmisión en directo durante el combate. —dijo.
Camila tuvo un sobresalto. —¿Usted…? —comenzó a preguntar. —No… no lo sabía.
—Solo por un instante. —explicó.
Camila Hughs juntó sus manos sobre la mesa y bajó la mirada. —Yo.. yo no sabia cual era la función de esos Drones. —dijo mientras Aichi la miraba confundido. —¿No lo sabía? ¿Pero no era usted…? —preguntó el mecánico sorprendido.
—Los Drones estaban pre-programados por el Director de la Misión. —explicó la joven. —Mi tarea era solo monitorear su despliegue y recuperación… yo no sabia que clase de función cumplirían en el campo de batalla.
—Han estado pasando ese comercial de reclutamiento desde hace casi una semana. —dijo uno de los jóvenes que habían comenzado a servir café caliente al resto de los presentes. —Creen que… ¿Creen que el Alto Mando envió a nuestros compañeros a morir allí solo para tener un comercial realista…?
Una docena de gritos de rabia y dolor se escucharon en el taller y resonaron en las profundidades del dique. Aichi levantó la vista de la mesa y miró al joven a los ojos. —No se atreverían a hacer semejante canallada. —dijo con una expresión amarga. —La cúpula de la NUNS está llena de inútiles y corruptos de toda calaña, pero ni siquiera ellos se atreverían a enviar a la muerte a sus colegas solo por… no, ciertos límites nunca podrian cruzarse.
—Entonces… ¿Fué inoperancia? —Preguntó la gigante. —¿Realmente los mandamases de la NUNS no sabían lo que estaban haciendo?
Se había producido otro silencio incómodo entre los miembros del escuadrón, pero Camila tomó coraje y poniéndose de pie habló en voz alta. —Yo… yo tampoco creo que este desenlace haya sido planeado. —dijo.
—¿A qué te refieres? —preguntó Ximena.
—Esta misión había sido planificada hacia mas de un año. —explicó Camila. —Recuerdo haber leído el informe de preparación de la misma y había sido revisada y modificada varias veces en todo ese tiempo. La adición de los Drones de observación fué un agregado casi de última hora y no fué hecho por el departamento de planeamiento estratégico.
—¿Oh? —exclamó Tali interesada. —Eso suena como una irregularidad.
—¿Dices que los Drones no formaban parte de la misión original? —preguntó Aichi.
—Definitivamente. De ser asi yo no hubiese participado en esta misión. —respondió Camila. —Mi único entrenamiento de campo es, justamente, en el manejo de Drones y esta misión incorporaba un puesto especializado que pude ocupar gracias a mi entrenamiento previo.
Ximena se rasco la frente pensativa. —Dices que Planeamiento Estratégico no asignó los Drones a nuestro Escuadrón… ¿Entonces quién…?
—No lo sé. —respondió la joven encogiéndose de hombros. —Pero sea como sea, fué aprobada por el Director de Misión.
—¿Crees que la adición de esos Drones para que filmaran la masacre fué solo una casualidad? —preguntó Tali.
—Es… es posible. —dijo Aichi pensativo. —Pero con o sin Drones, el resultado de la misión no hubiese cambiado en absoluto… ¿Verdad? —preguntó mirando a Ximena.
La Teniente Hernandez sacudió la cabeza. —El ataque falló porque esos enemigos estaban preparados de alguna forma contra el Shock Cultural. —dijo. —Si hubiésemos sabido eso, podríamos haberlos neutralizado rápidamente con un ataque relámpago y sin embargo…
—Alguien se mandó una cagada. —razonó Tali. —Y subestimó a esos Zentradi.
La Teniente Hernandez miró a la giganta a los ojos. —Esos tipos no eran Zentradis comunes. —dijo. —Y creo que el Alto mando lo sabía.
Camila miró a Ximena. —Hay algo más. —dijo. —Con respecto a los cambios en esa misión.
—Te escucho.
—No estoy completamente segura de eso… pero creo que originalmente la misión no estaba planificada para ser realizada por un Escuadrón de apoyo táctico como lo es el Escuadrón de Enlace. —explicó. —Ese cambio también fué realizado a último momento y aprobado sin remitirlo a revisión con el Departamento de Estrategia.
Los miembros del escuadrón se miraron entre ellos. —El Alto mando nunca tuvo una buena opinión sobre nosotros. —dijo otro de los pilotos que no habían volado aquel fatídico día. —¿Creen que nos eligieron a propósito por eso?
Ximena sacudió la cabeza. —Demasiadas preguntas… demasiados supuestos. —dijo. —¿Cómo podríamos saber lo que realmente pasó por las cabezas de quienes dieron luz verde a semejante desastre? Pero sea como sea… quiero saber quién fué el responsable. —dijo apretando el puño. —Esos hombres y mujeres murieron por la incompetencia o la desidia de alguien. No me rendiré hasta descubrir la verdad y que mis camaradas puedan descansar en paz.
Las palabras de la Teniente Hernandez calaron hondo en los corazones de sus compañeros. Quienes asintieron en silencio, compartiendo aquella resolución y el anhelo de buscar justicia para sus desaparecidos colegas.
Al cabo de un rato, Aichi suspiró y golpeó la mesa con ambas manos. —No ganaremos nada inventando conspiraciones entre nosotros. —dijo mirando a sus camaradas. —Yo quiero llegar al fondo de esto tanto como ustedes, asi que es necesario tomar una decisión ahora mismo.
Ximena lo miró a los ojos. —Si no entendí mal, todos nos encontramos temporalmente eximidos del servicio activo. —dijo. —¿Se supone que estamos reunidos aquí para decidir nuestro futuro?
—Asi es. —respondió otro de los pilotos. —Han desbandado toda el ala táctica de New Dallas y están reorganizando todo el Comando Estratégico de Eden.
—¿Reorganizando? Querrás decir recortando presupuesto. —observó con evidente frustración otro de los mecánicos. —Si quisieran reorganizarnos no nos hubieran impuesto este retiro "voluntario".
El jefe Aichi levantó una mano para calmar los ánimos. —No estamos prohibidos de reingresar al Servicio Activo. —dijo. —Pero es evidente que si lo hacemos…
—Nos repartirán por toda la nueva flota y dejaremos de ser un grupo unificado. —dijo el piloto llamado Travis.
—¿Y que hay de un Proveedor de Seguridad Privado? —preguntó Tali. —Ya hay varias PMC's que están ancladas en órbita esperando para brindar sus servicios a la NUNS cuando la flota deje el planeta.
Ximena se volvió hacia la giganta con furia en la mirada. —No voy a ofrecer mis servicios como Mercenaria. —dijo.
Aichi volvió a suspirar. —A mi tampoco me gustaria eso. —dijo. —Las PMC's que trabajan para la NUNS tienen mala fama… especialmente las que operan en la periferia.
—No todas. —señaló Tali. —Tengo una amiga que trabaja en la SMS y tienen un código de conducta incluso mejor que el de la propia NUNS.
—SMS opera lejos de aquí. —observó Aichi. —No son una opción a tener en cuenta.
Mientras la discusión seguía, Camila había tomado su Pad y tras proyectar la pantalla frente a ella, comenzó a listar las diferentes compañías de Seguridad que actualmente estaban presentes en Eden. —Veo tres opciones. —dijo tras remarcar los nombres de las compañías. Estas tres operan naves capitales con varios escuadrones de ataque y son las mejores candidatas para que puedan tomarnos a todos juntos.
Ximena observó las fotos que Camila había reproducido. Dos de esas compañías operaban usando naves Zentradi reconvertidas y la tercera, la más grande de las tres, operaba un portanaves de Clase Quartier. —No conozco ninguno de esos nombres. —dijo.
—Son compañías relativamente nuevas. —dijo Tali. —Y algo me dice que su presencia aquí no es una casualidad.
—Claro que no. —respondió el otro piloto. —Esos hijos de puta huelen la sangre desde lejos… obtendrán un contrato de la NUNS a como de lugar y se harán cargo del trabajo sucio, como siempre.
Ximena tuvo suficiente. Se puso de pié y golpeó la mesa con su puño. —No voy a ir a una PMC. —dijo. —Permaneceré en la milicia y cumpliré el deber por el cual juré al entrar a la fuerza. —aseguró con firmeza.
Todos estaban de acuerdo en eso, pero sabían que si volvían al servicio, deberían hacerlo de forma separada.
—¿No hay otra forma? —preguntó Tali cruzándose de brazos. —La NUNS está construyendo naves a máxima capacidad en el Astillero Orbital… ¿No pueden simplemente reasignarlos a un ala nueva?
—La NUNS no comisiona naves nuevas con personal veterano. —respondió el mecánico sacudiendo la cabeza. —Los muchachos tienen razón; van a separarnos de una forma u otra si solicitamos el reingreso a la Fuerza. —dijo mientras veía a los demás bajar las cabezas resignados.
—Hay… otra manera. —dijo Camila.
Todas las cabezas se volvieron hacia la joven que de pronto sintió el peso de las miradas inquisitivas y se sonrojó de inmediato.
—¿Otra manera? —preguntó Ximena. —¿A que te refieres?
—Bueno… podríamos pasarnos a la Reserva. —explicó la joven.
—¿La… Reserva? —El piloto llamado Travis se rascó la cabeza confundido. —Si hacemos eso estaremos en la misma situación que ahora… solo que es la NUNS la que nos llamaría en vez de ir nosotros a la oficina de personal… si es que alguna vez nos llama.
—Si… pero hay una diferencia. —respondió la joven y todos vieron la resolución en su rostro. —Un escuadrón pasado a reserva puede ser llamado en su integridad, sin necesidad de fraccionar su personal...
Aichi la miró confundida. —Entiendo y veo que tienes razón… pero ya han desbandado nuestro Escuadrón.—explicó.
Camila miró al viejo mecánico y le devolvió una sonrisa. —Siempre y cuando el personal no sea asignado a otro escuadrón, su última asignación previa al pase a Reserva queda ligada a su perfil. Para el sistema todos ustedes siguen formando parte del Escuadrón de Enlace Situacional y pueden ser llamados como un solo grupo a servicio activo ante un requerimiento específico de un Oficial del rango adecuado.
Ximena miró a Aichi sin saber que decir. El Jefe volvió a rascarse la calva y cruzó sus manos sobre la mesa. —Supongamos que tienes razón. —dijo volviendo a mirar a la joven. —¿Cómo garantizamos que no nos separen una vez que nos llamen de vuelta? —preguntó.
Camila abrió la boca para explicar pero fué interrumpida por la poderosa voz de la gigante.
—Creo que entiendo lo que quiere decir la jovencita. —dijo con una sonrisa al ver como Camila la miraba atentamente. —Básicamente necesitan ser invocados a Servicio Activo por un Oficial que explícitamente requiera que todos ustedes sean asignados bajo su mando.
Aichi y Ximena miraron a Camila. —Y tú… ¿Tú puedes usar tu influencia para conseguir eso? —preguntó intrigada la Teniente.
Camila le devolvió una mirada sorprendida. —¿Eh? ¿Yo? Es que… realmente no tengo esa clase de contactos. —reconoció mientras se sonrojaba.
La Teniente Hernandez se llevó una mano a la frente y suspiró resignada. —Hubiese sido realmente conveniente. —dijo.
El grupo de hombres y mujeres había vuelto a sumirse en un silencio sepulcral, pero pronto el sonido de los pasos de la Meltran hizo que todos levantaran las miradas hacia la gigante, quien había comenzado a caminar pensativa de un lado a otro del enorme dique.
—¿Sucede algo, Tali? —preguntó Aichi levantandose de la mesa.
La gigante no respondió y en cambio volvió a tomar su pad. Tras teclear una serie de instrucciones volvió a proyectar una imagen a la pared. —Creo que tengo al hombre que necesitan. —dijo señalandola con su enorme dedo.
En la pantalla gigante apareció una fotografía tomada desde gran altura, aparentemente desde un avión a varios miles de pies del suelo, que mostraba una nave espacial dentro de un dique de reparaciones. Era una Fragata Clase Northampton.
—Esa fotografía… es de este lugar ¿Verdad? —preguntó Camila señalando la pantalla.
—De hace diez años atrás. —respondió La gigante con un dejo de melancolía.
El edificio que ahora cubría por completo el dique estaba abierto de par en par y las dos enormes grúas que había visto a los lados de la entrada aparecian desplazadas a lo largo del dique mientras cargaban el peso de las enormes planchas de acero que formaban el casco reforzado de la nave. —Esa fué la última Northampton que reparamos aquí. —explicó Tali cruzándose de brazos. —Una vez que se fue, nunca más volvimos a abrir el galpón del dique. El Capitán de esa nave es alguien que conozco personalmente… y dá la casualidad que me debe varios favores. —dijo guiñando un ojo.
Ximena observó la fotografía y advirtió el extraño dibujo de pintura amarilla bastante desgastada y rayada que habían hecho sobre la proa de la nave. —Ese emblema. —dijo Ximena señalando la imagen. —Eso me resulta conocido.
—Ah eso. —dijo Tali con una sonrisa. —Es bastante famoso en la milicia. Dejame enfocarlo mejor.
Usando sus dedos hizo que la imagen se acercara y el dibujo se resaltó nítidamente para todos.
Era una Piña.
