A pesar de la prisa del Alto Mando por iniciar la misión de inmediato, no pudieron hacerlo hasta que completaron una serie de pruebas con ambas naves acopladas. Si bien la Bramante había sido "afinada" por Tali para emitir el menor ruido posible, la enorme Planck ahora adherida a la popa de la fragata era, en opinión de la Ingeniera, "Más ruidosa que una secadora vieja".

No era para menos: aquella era una verdadera arca para las mentes científicas que trabajaban 24/7 en todo tipo de tecnologías y teorías científicas que iban desde la astrofísica hasta los secretos de la vida misma. La Planck no estaba diseñada para el campo de batalla o pasar desapercibida a los sensores Zentradi. Aquella era una ruidosa ciudad de ciencias.

Tras alejarse varios kilómetros de la flota procedieron a realizar algunos ajustes en la propulsión de la enorme nave, ya que mientras la Bramante estuviera conectada a la misma, debían usar los ruidosos motores principales de la Planck

Incluso con la habilidad de la Meltran y su experiencia en motores de propulsión de todo tipo y tamaño, apenas lograron unas insignificantes mejoras en cuanto a disminuir las emisiones de aquellos enormes motores. Sin mucho más que hacer y sin posibilidad ni tiempo de llevar a aquella enorme nave a uno de los astilleros para una modificación más exhaustiva, decidieron no retrasar más el inicio de la misión.

Ahora solo debían trazar la ruta.

La sargento Miles se comunicó con el Capitán Owen para que visitara la Planck y se reuniera con el Doctor Von Neumann a fin de ponerse de acuerdo con el rumbo del viaje hacia el Nexus. Aquella ruta debía ser planificada con mucho cuidado para evitar ser detectados por, lo que se creía, podría ser una amplia zona de patrullaje de aquellas unidades de élite alrededor de la importantísima instalación.

—Por cierto. —dijo la mujer en cuanto hubiera comunicado la invitación a la reunión. —El Doctor Von Neumann pidió si podían participar de la reunión sus pilotos que estuvieron en combate contra las fuerzas del nexus. —pidió.

—¿La Teniente Hernandez y La Oficial Hughs? —preguntó intrigado Owen. —Supongo que no hay problema, estaremos allí a la hora indicada. —prometió.

La comunicación se cortó y el Capitán se levantó de su silla. —Tiene el Mando, Jarvis. —dijo señalando al Segundo Oficial. —Volveré en unas horas.

—Entendido, suerte Capitán.

Owen salió del CIC y tras dirigirse a las barracas de los pilotos fué informado que las mujeres que buscaba no se encontraban allí, por lo que se encaminó hacia el hangar principal.

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Ximena y Camila se encontraban haciendo estiramientos en el fondo del hangar junto con otros miembros de Charly y Delta. Las dos vestían trajes de gimnasia completos que utilizaban cuando no estaban de guardia. Toda la tripulación usaba aquella parte de la nave para realizar ejercicios cuando no se realizaba ninguna otra actividad.

Varios grupos de pilotos y marines trotaban por las pistas de rodaje del hangar mientras el resto de los que estaban allí aprovechaban para realizar otros ejercicios usando las máquinas y pesas que se guardaban allí para esas actividades.

La Teniente Hernandez ahora tenía la responsabilidad extra de dos nuevos pilotos y de, aparentemente, ser la responsable de las operaciones aéreas en la zona de misión.

—¿Xime? —preguntó su compañera al ver que se había quedado callada de pronto en medio de un ejercicio. —¿Sucede algo?

La Teniente sacudió la cabeza mientras se sentaba en el suelo. —Me gustaría que empieces a volar algunas horas en el simulador. —dijo señalando los VF-171 aparcados más allá de calles de rodaje. —Cuantas más horas acumules, más pronto podremos certificarte como piloto.

La oficial Hughs se sentó junto a ella y comenzó a masajearse los pies. —¿Crees que entremos en combate de inmediato? —preguntó.

—No. —respondió su compañera. —Por lo que ví en el mapa que Aramaki nos enseñó, la zona de misión se encuentra a varios meses de saltos de distancia… y eso si vamos hacia allá en línea recta y sin pausas. Me imagino que el Capitán Owen usará una ruta que nos oculte el mayor tiempo posible a los sensores enemigos.

Un grupo de soldados pasó trotando junto a ellas sin prestarles atención, pero uno de ellos se detuvo a unos pocos pasos y volvió caminando hacia donde estaban ambas jóvenes. Ximena ya conocía a varios de la tripulación, especialmente a los oficiales y sargentos, por lo que no tuvo problemas en reconocer al hombre que se acercaba.

—Sargento McAllister. —saludó la joven. —¿Cansado?

Si el hombre lo estaba, al menos no daba muestras de ello. Tenía una toalla alrededor del cuello pero ningún sudor se veía en su camiseta. Era un hombre maduro, que seguramente pasaba los cuarenta y tantos años. Sus brazos tenían varias cicatrices así como una bastante fea en la mejilla izquierda, pero se lo veía en un excelente estado físico. Un verdadero veterano con varias campañas encima, juzgó la joven al verlo por primera vez.

—Puede llamarme "Mac" como todo el mundo. —dijo con una sonrisa. —Y no, no estoy en absoluto cansado… ¿Quiere la revancha?

Un par de silbidos y arengas se escucharon por parte de los pilotos que observaban la escena unos metros más atrás.

—Claro. —asintió la Teniente Hernandez poniéndose de pie ante la mirada de entusiasmo de su compañera. —Hagámoslo.

Los soldados habían improvisado un Ring con colchonetas, barriles y sogas a un lado de la pista. Allí practicaban algo de boxeo y artes marciales. Mac y Ximena subieron a las colchonetas mientras una pequeña muchedumbre se acomodaba alrededor de ellos.

—¿Mismas reglas? —preguntó el hombre dejando la toalla sobre uno de los barriles.

—Mismas reglas. —respondió la joven.

Camila se puso en el "rincón" de su compañera y la alentó con ganas

—¡Tú puedes vencerlo esta vez! —exclamó entusiasmada. —¡Demuestra cómo luchamos los pilotos de combate!

Ximena se tenía confianza. A pesar de haber perdido su primer combate unos días atrás, había estudiado pacientemente la forma de luchar de aquel soldado. Creía haber descubierto como vencerlo y decidió poner en práctica su plan.

—¡Comiencen! —gritó uno de los soldados golpeando con su bota uno de los barriles a modo de campana improvisada.

Mac dió un paso al frente y se quedó allí esperando. Ximena no perdió tiempo y se lanzó sobre él, dando una serie de puñetazos rápidos para probar la reacción del hombre. Mac esquivó los primeros golpes y bloqueó los siguientes usando sus brazos, tomando una posición defensiva mientras Ximena giraba a su alrededor como un torbellino.

—Te cansarás rápido si haces eso. —advirtió el hombre.

—Solo estoy entrando en calor. —respondió la piloto sin dar respiro a su contrincante.

Mac hizo el ademán de lanzar un golpe dejando al descubierto uno de sus costados. Ximena había previsto aquello gracias a haber examinado con atención la forma de luchar de aquel soldado. Mac solía engañar a sus contrincantes más jóvenes creando falsas aberturas, incitando a que intentaran un golpe fácil, más el veterano soldado estaba siempre en control de la situación y rápidamente despachaba a aquellos confiados jóvenes con un contragolpe inesperado.

—«Dos pueden jugar el mismo juego». —pensó mientras giraba y hacía una finta hacia abajo para que Mac creyera que iba a golpearlo por su costado vulnerable.

Mac pareció caer en la trampa y a último momento lanzó un golpe de arriba hacia abajo para interceptar el ataque de la joven, pero Ximena se inclinó hacia atrás y en cambio lanzó un rodillazo al estómago del soldado.

—Oh, eso sí que no. —exclamó él girando sobre sí mismo.

La rodilla de Ximena rozó la cintura de Mac sin llegar a golpearlo. Rápidamente dió un salto atrás para evitar el contraataque pero Mac había vuelto a quedarse en posición defensiva mientras la miraba sonriendo. —Excelente. —dijo. —Eres muy rápida.

—Y aun no he terminado… ¡Prepárate! —exclamó volviendo a lanzarse sobre el soldado. Mac en cambio se puso firme y la saludó con la mano en alto. Ximena comprendió que el saludo no era una burla hacia ella ya que por el rabillo del ojo vió como los demás soldados imitaban aquel gesto con prisa.

—¡Rayos! —exclamó casi perdiendo el equilibrio mientras se daba la vuelta.

El Capitán Owen respondió al saludo. —En descanso. —dijo. —Perdón por interrumpir su… práctica, Teniente. —dijo echando una ojeada a los dos combatientes en medio del ring. —Necesito de su presencia y la de la Oficial Hughs de inmediato.

—¡A la órden, Capitán! —exclamó la joven.

Camila tomó su toalla y se la alcanzó a Ximena, quien a pesar de sus dichos de estar "entrando en calor" definitivamente había manchado sus cabellos con sudor.

—Lo dejaremos para otra ocasión. —se disculpó Mac mientras volvía a ponerse la toalla al cuello. —Tienes potencial. —agregó levantando la mano a modo de saludo.

Ambas jóvenes se acicalaron rápidamente y caminaron tras el Capitán hasta la salida del hangar. No tomaron el elevador, en cambio caminaron por el pasillo central en dirección a la popa de la Bramante.

—¿A dónde vamos? —preguntó intrigada Camila.

—A la Planck. —respondió Owen. —El Doctor Von Neumann solicitó reunirse con nosotros. —explicó.

Las dos compañeras se miraron entre sí en silencio. No tardaron mucho en llegar hasta la sección de popa. El último de los compartimentos era donde estaba instalado el puerto de atraque universal, que todas las naves de tipo capital de la NUNS llevaban equipadas de forma estándar. Las Battle Class y los Portanave Uraga o Guantánamo tenían verdaderas compuertas de interconección por donde podían circular vehículos de carga o pasajeros entre ambas naves combinadas, pero la Bramante apenas tenía sitio para una escotilla de personal.

Atravesaron la escotilla y tras una corta caminata por un túnel hexagonal entraron a la nave de investigación Planck. Del otro lado se encontraba un espacio enorme, un verdadero hangar de dimensiones titánicas. Allí era donde generalmente estaba anclada la "Mainstream" de Homs y se encontraban las enormes válvulas de interconexión de energía y datos que conectaban ambas naves entre sí. A comparación, la Northampton solo compartía unos pocos cables de datos y poco más, tal era la diferencia en escala que había entre ellas.

La Planck era una nave de enormes dimensiones. Con una envergadura de casi tres mil metros, era prácticamente una ciudad dedicada a la investigación y la tecnología en el corazón de la misma flota.

No se sorprendieron entonces al ver que cerca de la escotilla los esperaba un pequeño transporte eléctrico de personal, detrás de cuyo volante se encontraba la Sargento Miles, quien se bajó del vehículo y se puso firme junto al mismo para saludar al Capitán Owen.

—Bienvenido a la Planck. —dijo una vez que los tres invitados llegaran junto a ella y la saludaran a su vez. —Por favor suban, los llevaré de inmediato al complejo administrativo.

Owen ocupó el asiento junto a la Sargento y las dos chicas saltaron al de atrás. El vehículo se puso en marcha de forma silenciosa y tras abandonar el hangar entraron a un túnel que los llevó casi en línea recta a las profundidades de la nave.

Al cabo de unos minutos de marcha salieron a un enorme espacio abierto. Camila dió una exclamación de asombro al ver los enormes complejos de torres que se levantaban en el interior de la gigantesca nave.

—Es casi como una ciudad. —exclamó.

—Una ciudad casi deshabitada. —la corrigió la sargento Miles. —Actualmente la Planck tiene apenas la tripulación mínima requerida para operar en los márgenes de seguridad apropiados.

—Supongo que eso es, en parte, por el alto riesgo que esta misión implica. ¿Verdad? —preguntó el Capitán Owen.

La mujer asintió. —Mover una nave tan grande como esta es un enorme riesgo. —dijo. —Pero el Alto Mando necesita saber todo lo posible sobre la amenaza del Nexus, tenemos que poner a nuestros mejores investigadores a descubrir los misterios y, eventualmente, las debilidades de esa cosa.

Ximena miraba las calles vacías y cayó en cuenta que, desde que llegaran a la Planck, no había visto a otro ser humano aparte de la mujer que los conducía. —¿Cuántos científicos hay a bordo de esta nave? —preguntó

—Entre investigadores y ayudantes, unos cuarenta. —respondió con seguridad.

—¿Solo cuarenta? —preguntó asombrada Camila.

Entre la tripulación y el personal extra de seguridad, en total hay unas doscientas almas en esta nave. —explicó Stefany Miles mientras cambiaba de carril y tomaba la salida de una autopista.

Owen miró los edificios que se perdían en las alturas de aquella cúpula piramidal. —Es bueno saber que, en caso de ser necesario, podemos meter a todo el mundo en la Bramante y salir corriendo si las cosas se ponen feas.

La mujer sonrió. —¿Ni siquiera hemos dejado la flota y ya está pensando lo peor, Capitán? —preguntó.

—Siempre pienso lo peor. —respondió el hombre. —Me ayuda a mantener vivos a mi y a mis hombres.

El vehículo dejó la avenida y se internó en una amplia calle bordeada de árboles. Al final de la misma se alzaba un gran edificio, que a pesar de no ser tan alto como los demás, era en cambio mucho más ancho, ocupando un área de aquel espacio mucho mayor que cualquier otra edificación.

—Este es el Complejo Central de Administración. —explicó la sargento. —Desde aquí se manejará todo lo relativo a nuestra misión de observación del Nexus.

Allí, por primera vez desde que llegaran a la nave, vieron guardias apostados en la entrada al complejo. Miles se identificó y también sus pasajeros, tras lo cual pudieron continuar los últimos metros hasta el complejo.

Entraron al edificio por la rampa que descendía al estacionamiento subterráneo y aparcaron frente a uno de los elevadores. Desde allí tomaron el ascensor hasta uno de los últimos pisos del edificio y caminaron por un pasillo hasta una gran sala de conferencias ricamente decorada.

—Por aquí. —los invitó a entrar la sargento Miles.

Solo había dos personas allí. Ximena vió a un hombre mayor y un joven de lentes y cabellos revueltos, ambos vestidos con batas de laboratorio. El hombre mayor estaba sentado en la mesa con una pantalla holográfica desplegada mientras el que supuso era uno de sus ayudantes gesticulaba emocionado señalando el Pad que mostraba insistentemente.

—Doctor Von Neumman. —dijo Stefany Miles desde la puerta. —El Capitán Owen y las pilotos del Escuadrón Delta han llegado.

Para sorpresa de ambas jóvenes, quien respondió al saludo no fué el hombre mayor sinó el joven que estaba a su lado.

—¡Oh, genial! —exclamó dejando el Pad sobre la mesa. —Entonces comencemos de inmediato.

Camila miró al joven confundida. —¿Usted es…?

—El Director de esta misión, si. —respondió Owen tomando asiento en la mesa.

—Oh. —exclamó la joven ruborizándose visiblemente. —Lo siento… yo creía que…

El hombre mayor lanzó una carcajada. —¿Creías que era yo? —preguntó apagando la pantalla. —Mi nombre es Teodoro Zelman, soy Profesor en ExoBiología Aplicada. —se presentó.

Las jóvenes y la sargento Miles se sentaron también a la mesa, listos para comenzar la reunión. Von Neuman ocupó la cabecera de la misma y comenzó a preparar una serie de archivos que quería mostrar a los demás.

—Por cierto. —dijo Owen mientras tanto. —¿Cual es la especialidad del Doctor Fritz? —preguntó.

—Tecnología Zentradi. —respondió el propio Fritz mientras cerraba su pantalla. —Me especializo en todo lo relacionado a Bio-Tecnologia e Ingenieria Zentradi Aplicada.

—Ya veo… no cabe ninguna duda que usted es la persona adecuada para esta misión. —observó Owen.

Camila no quitaba los ojos del joven Doctor. —Es muy joven. —dijo con admiración. —¿Qué edad tiene?

Fritz levantó la vista de sus archivos. —¿Yo? Veinticuatro. —dijo acomodándose los lentes que se resbalaban todo el tiempo de su pequeña nariz.

La joven pareció emocionarse al escuchar eso. —Guau… debes ser todo un genio para tener el título de Doctor desde tan joven. —exclamó.

Von Neumann no supo qué responder a aquel inesperado cumplido, por suerte la pantalla que estaba preparando culminó en ese momento de cargar los datos y se proyectó en el centro de la habitación. —Ah… bueno, será mejor que comencemos. —dijo aliviado mientras se ponía de pie.

Un enorme mapa 3D de la galaxia se desplegó por la habitación. Fritz caminó por entre los espirales de estrellas y señaló una región usando un puntero láser. —Esta es nuestra zona de búsqueda. —dijo. —El Nexus Beta, como lo hemos llamado internamente, se encuentra en algún lugar de esta zona.

Owen miró confundido al joven. —Creí que la localización exacta ya era conocida. —dijo. —El Almirante Aramaki nos mostró una fotografía de la instalación.

Fritz tomó su Pad y apuntó a la pantalla. La fotografía borrosa de la SuperFortaleza Zentradi apareció superpuesta al mapa galáctico. —¿Cuál, está? —preguntó.

—Si. —confirmó Ximena.

—Esta fotografía fué obtenida mediante un efecto de lente gravitacional. —explicó el joven, quien al ver las caras de incertidumbre de los tripulantes de la fragata de inmediato trató de aclarar un poco. —No es que un satélite "tomó" una fotografía al Nexus desde quinientos años luz de distancia… el Nexus está oculto tras enormes nubes de polvo que hacen imposible una observación directa… lo que hicimos fué analizar diferentes ondas de luz que llegan de esa región en particular y son afectadas por los campos gravitatorios de objetos celestes supermasivos que existen entre la posición del satélite observador y el Nexus. Analizamos trillones de partículas provenientes de esa región hasta dar con los fotones adecuados. —explicó.

—No entiendo. —dijo Camila.

—Los fotones que componen esta imagen vienen de varias direcciones diferentes… curvados una y otra vez por los campos gravitacionales múltiples veces… es imposible incluso para nuestras más avanzadas computadores discernir el origen exacto de la imagen, solo podemos predecir el área aproximada en base a que tan "corrido al rojo" están estas partículas.

—Comprendo. —dijo Camila.

Owen señaló la zona del mapa. —¿Qué tan cerca debemos estar a esa área para que los instrumentos de la Planck puedan observar al objetivo? —preguntó.

El Doctor Fritz se metió ambas manos en los grandes bolsillos de su guardapolvo. —Lo más cerca que se pueda. —dijo encogiéndose de brazos. —Pero supongo que "No TAN cerca" como para que puedan dispararnos, ¿Verdad?. —preguntó.

—Es probable que los Zentradi tengan patrullas en un radio extremadamente amplio. —observó Ximena. —Si esas instalaciones son las más valiosas de su armada, entonces tenemos que dar por hecho que sus sistemas de vigilancia estarán mucho más alerta que en otros lugares.

Fritz aprobó las palabras de la teniente con un gesto de la cabeza. —Exacto. —dijo. —Además está el tema de sus unidades especiales… supongo que ya las han visto… ¿Verdad?

—Si. —dijo Camila y su tono de voz se volvió frío. —Las vimos… las vimos MUY de cerca. —afirmó reprimiendo el dolor que sentía al recordar aquello.

El joven miró a la oficial Hughs a los ojos y comprendió de inmediato. —Lo siento… —dijo haciendo una pequeña reverencia. —No quería hablar tan a la ligera de algo tan… difícil. —dijo evidentemente avergonzado. —Quise hablar con ustedes acerca de su experiencia en combate con estas nuevas unidades, pero ahora comprendo que, teniendo en cuenta lo que sucedió con sus compañeros allí en el campo de batalla, no debí haberme expresado así.

Camila sacudió la cabeza. —No tiene que disculparse. —dijo en tono conciliador. —Haremos todo lo posible por ayudar en esta misión con tal de evitar que algo igual pueda pasar en el futuro.

Para sorpresa de todos los presentes el joven Fritz tomó las manos de la joven con toda confianza. —Gracias. —dijo. —Este proyecto es tan importante para mi… agradezco de corazón toda la ayuda que puedan darme.

La Oficial Camila Hughs se había sonrojado por completo y no atinó a responder una sola palabra. Fritz soltó sus manos y continuó hablando sobre los Zentradi como si nada hubiese sucedido.

Una nueva ventana se abrió mostrando el Crucero Furtivo Zentradi. La imagen había sido evidentemente mejorada y no se sorprendieron al ver que se trataba en realidad de un modelo 3D completo. Fritz extendió la mano y tocó el modelo que entonces empezó a girar sobre sí mismo lentamente. —Tecnologia Furtiva en una nave Zentradi… De no creer. ¿No? —preguntó mirando a las pilotos mientras sonreía de oreja a oreja. —Y esa no es la única sorpresa. —dijo mientras activaba filtros para poder mostrar los detalles de la nave.

—¿Se refiere al Array de Guerra Electrónica? —preguntó Owen.

Fritz se detuvo y miró al Capitán pensativo. —Ah… eso también, claro. —dijo. —Pero yo me refiero a esto de aquí.

El modelo en 3D se volvió transparente y la sección que Fritz quería enseñar quedó resaltada en tonos opacos. Era una estructura que formaba una protuberancia sobre el casco justo al frente de donde se levantaba aquel conjunto de antenas que Ximena había destruido con su rifle de energía. —¿Qué opinan de esto? —preguntó.

—Eso no es algo estándar en los Thurvel-Salan ordinarios. —observó Owen. —¿Algún tipo de sensor?

—Un Puente de Mando. —explicó el joven.

Los tripulantes de la Bramante se miraron en silencio. —Eso es… imposible. —dijo Ximena confundida. —Las Thurvel-Salan son comandadas desde un centro neurálgico interno ubicado en la parte posterior, como todas las otras naves Zentradi.

El Doctor Fritz se acomodó los lentes y miró a sus colegas sentados en la mesa. —No… si los que comandan esa nave son Micrones. —afirmó mirando desafiante a los ojos de la Teniente Hernandez.

—Mi… —balbuceó Ximena tragando saliva.

—¿Micrones? —preguntó Camila que había dejado caer su lapicera sobre la mesa. —¿Qué quiere decir con… Micrones?

Owen se había cruzado de brazos y miraba silencioso la imagen.

El Profesor Zellman golpeó su dedo en la mesa repetidamente, —Ni siquiera yo puedo creer eso. —afirmó. —Los idiotas de… —se interrumpió de pronto comprendiendo que había soldados sentados junto a él. —Es decir, la flota que despachó New Dallas destruyó por completo esa nave y solo tenemos los registros en video… pero ese tipo de estructura es muy similar a la que estaba presente en las ruinas del ASS-1 cuando se estrelló en La Tierra. —dijo.

Ximena miró con atención la imagen. No había notado nada de eso durante la batalla. —Entonces… ¿Esa es una nave del Ejército de Supervisión? —preguntó.

—Claro que no. —respondió Fritz con tono ofendido. —No hay evidencia que sugiera que los supervivientes de la República Estelar aún tengan control de sus antiguas tropas Mixtas. —dijo. —Pero es evidente que este destacamento estaba compuesto por tropas Zentradi y por, al menos, un grupo de combatientes Micronizados, quienes dirigían las operaciones desde el puente de esa nave.

El Capitán Owen sacudió la cabeza. —Son muchas suposiciones a partir de tan pocas imágenes. —dijo. —¿Zentradis Micronizados en condiciones de aislamiento cultural? Eso me suena más increíble que la tecnología furtiva o de guerra electrónica.

El joven Doctor se rascó la barbilla. —Recuerde que las vainas de Micronización son equipamiento estándar en todas las naves de clase capital de la armada Zentradi. —señaló.

—Remanentes de sus antiguos amos. —dijo Owen. —Esas naves se siguieron produciendo en forma automática miles de años más tarde que la República Estelar hubiese colapsado. Los Zentradi nunca más utilizaron esas cosas para su campaña de aniquilación galáctica.

Era evidente que Fritz no estaba convencido. El joven sacudió las manos y volvió a señalar las tropas en la pantalla. —La existencia de ese puente de mando para mi es prueba suficiente. —dijo. —No es un detalle menor que podamos ignorar; eso que ven ahí puede ser la clave.

—La clave… ¿Para qué? —preguntó Camila.

—Para descubrir los secretos del Nexus, obviamente. —respondió Fritz. —Y cómo aprovecharnos de ellos.

Los demás se miraron confundidos entre ellos. Fué el Capitán Owen quien finalmente rompió el silencio. —Es muy interesante su teoría. —dijo tratando de sonar lo más convincente posible —Pero no creo que tengamos tiempo para ponerla a prueba… El Almirante teme que una flota esté por partir en dirección a La Tierra y nuestra misión es alertar a nuestras fuerzas por si eso llega a suceder.

—Es posible que esa flota ya haya partido. —observó Ximena. —¿No deberíamos ponernos en marcha de inmediato?

El Doctor Von Neumann quitó la imagen 3D de la nave Zentradi y miró el mapa de la Galaxia. —Es cierto que tenemos el tiempo en nuestra contra. —dijo sacudiendo la cabeza. —Pero a veces el camino más largo es el más adecuado.

Tomó el puntero láser y marcó una línea recta desde la posición de la flota hasta uno de los extremos de la galaxia. —Este es el Sector EFF-04776, nuestro objetivo. Partiremos de inmediato hacia estas coordenadas. —dijo. —La ruta es segura por lo que podremos saltar tramos extendidos en forma consecutiva sin necesidad de preocuparnos por encuentros inesperados.

Owen se puso de pié de inmediato. —Esa ruta no va hacia el Nexus o ninguna zona siquiera cerca de su localización aproximada. —dijo con voz grave. —Esa zona es…

—La Periferia… si lo se. —dijo el joven apagando el puntero láser. —Tenemos que ir allí primero… tómelo como una «Side-Quest»

—¿Una que? —exclamó el Capitán sin comprender una sola palabra.

—Oh, yo sé lo que es eso. —exclamó Camila levantando la mano. —Es una de esas misiones secundarias que uno tiene que hacer en los videojuegos… ¿Verdad?

Owen miró primero a la Oficial Hughs y luego al Doctor Fritz, quien aprobaba la explicación con un movimiento afirmativo de su cabeza. —¿Se están burlando de mí? —preguntó apretando los puños sobre la mesa. —Porque nada de esto me parece gracioso.

El Profesor Zellman suspiró. —Fritz habla así a veces. —dijo. —Su mente de adolescente todavía domina algunas partes de su lenguaje… pero le aseguro que estamos hablando en serio. —dijo.

El Doctor Von Neumann acercó la zona del mapa que había marcado como destino. —Tenemos que ir a esta zona porque es la localización de unas ruinas en donde se encuentra un artefacto que nos será muy útil. —explicó entusiasmado. —Una vez que lo recuperemos podremos ir hacia el Nexus y completar nuestra misión.

Owen volvió a sentarse pero su rostro aún mostraba una furia contenida. —¿Está seguro que no está hablando de un videojuego? —preguntó.

—Oh, estoy hablando completamente en serio. —aseguró Fritz.

La Sargento Miles se aclaró la garganta. —Cuando el Doctor Von Neumann explicó su plan al Almirante yo sugerí al Batallón 612. —dijo mirando a los tripulantes de la Bramante. —Me imaginé que necesitábamos la ayuda de combatientes experimentados.

El Capitán suspiró. —Y yo que pensé que remolcar una nave por media galaxia iba a ser algo tedioso… ahora tenemos que jugar a la búsqueda del tesoro con un niño genio. —dijo llevándose la mano al rostro. —Ya estoy viejo para esto.

Fritz apagó el mapa y tomando su Pad comenzó a teclear una serie de instrucciones. —Enviaré los datos del destino a su navegante. —dijo. —Así podrá comenzar a planificar el curso hacia La Periferia de inmediato.

Camila había obtenido una copia del mapa y lo miraba atentamente desde su Pad. —¿Qué clase de lugar son esas ruinas? —preguntó. —¿Habrá resistencia?

—Es un sitio deshabitado. —explicó Fritz. —Pero es una región bastante hostil en cuanto a su ubicación en una zona de fuertes anomalías magnéticas. Ninguno de mis camaradas tiene experiencia en trabajar en un sitio así. —dijo mirando al Profesor Zellman.

—De acuerdo. —dijo Owen. —Mis hombres podrán escoltarlo para que encuentre su maldito artefacto. —prometió. —¿Alguna locura más que mis hombres y yo debamos saber antes de partir?

El joven se volvió pensativo hacia el Capitán de la Bramante. —¿Conoce la zona en donde se encuentra el Sector EFF-04776?—preguntó al cabo de unos segundos.

—No. —respondió Owen. —La región llamada La Periferia del Brazo de Perseo no posee asentamientos o colonias en la actualidad y no hay tráfico por la zona desde hace años… la NUNS ha retirado la poca presencia que existía allí al menos desde hace una década.

—Comprendo… entonces eso es todo. —respondió Von Neumann. —¿Podemos partir ya mismo? —preguntó.

—Daré las órdenes de inmediato. —respondió el veterano Capitán levantándose de su silla.

—Partiremos en cuanto la ruta está completa.

Fritz no esperó a que los demás se levantaran y sin prestarles más atención volvió a su charla con Zellman mientras continuaba agitando los brazos con evidente excitación. La Sargento Miles los escoltó hasta la salida del edificio en donde el vehículo los estaba esperando con un soldado sentado al volante.

—Comenzaré los preparativos para partir. —dijo disculpándose. —Uno de mis hombres los llevará hasta la Bramante.

—No se preocupe. —respondió Owen.

El vehículo se puso en marcha y regresaron por el mismo camino en silencio. Ninguno de los tres habló durante el viaje, ensimismados en los pensamientos que aquellas revelaciones acerca de su misión habían producido en sus mentes.

Ximena observó que su compañera estaba especialmente agitada, pero decidió no incomodarla y esperar a que volvieran a la nave, cosa que no tardaron mucho en hacer.

Cuando llegaron al hangar de la Bramante ya la mayoría de los soldados y pilotos habían dejado de ejercitar y se encontraban en sus puestos habituales. Vieron al sargento Mac junto al Segundo Oficial conversando junto a uno de los transportes blindados que estaba recibiendo mantenimiento en ese momento.

Owen despidió a las dos pilotos, quienes se alejaron en dirección al sector del hangar en donde el Escuadrón Delta tenía asignadas sus posiciones de repostaje.

—¿Cómo estuvo la reunión? —preguntó el oficial una vez que su Capitán hubiera llegado junto a ellos. —¿Partimos finalmente?

—Partimos si. —respondió saludando al veterano soldado junto a Jarvis. —Aunque en la dirección contraria… ese tal Fritz quiere enviarnos a la búsqueda de un tesoro o algo asi

El enorme oficial lo miró divertido. —¿Oh? Eso es algo bastante inusual...incluso para la clase de misiones que solemos hacer habitualmente. - dijo. —¿A qué nos enfrentamos exactamente?

Owen sacudió la cabeza. —Ese pendejo de Fritz no quiso darme los detalles. —dijo. —Algo sobre unas ruinas deshabitadas… con nuestra suerte tal vez hasta haya un maldito dragón ahí dentro. —dijo suspirando.

El sargento Mac hizo sonar sus nudillos. —Estaremos listos para el desafío, Capitán. —afirmó mientras extendía el brazo y acariciaba el Cañón Automático del Transporte de Tropas. —¿Hay también una damisela en apuros a quien rescatar? —pregunto.

—Solo si consideras a Von Neumann como una. —dijo ante la mirada divertida de su segundo. Jarvis soltó una sonora carcajada. —Y casi con seguridad virgen por añadidura…¿Qué más se puede pedir? —pregunto.

—Para empezar, yo pediría no tener que viajar hasta la maldita Periferia. —maldijo el Capitán.

El ambiente pareció volverse más frío de pronto. Owen detectó rápidamente el cambio de expresiones en los dos hombres y cuando Jarvis se volvió hacia Mac con el rostro serio supo que había tocado un tema sensible.

—Oye Mac. —dijo Jarvis. —¿No es allí donde…?

—Donde me «reclutó» la NUNS, si. —respondió con frialdad el veterano soldado.

El Capitán Owen comprendió de inmediato. Mac había estado junto a ellos hacía casi una década y tanto él como Jarvis habían desarrollado una fuerte amistad, tanto en el servicio como en los pocos momentos que podian disfrutar de un merecido descanso.

Aquellos hombres habían bebido y combatido juntos y supuso que habían compartido más de una anécdota entre ellos.

—Prepararé las armaduras para lidiar con las emisiones de neutrones y el resto de la porquería que vamos a encontrarnos. —dijo con voz fría el veterano combatiente mientras hacía sonar su cuello haciendo una serie de estiramientos.

El Capitán Owen lo miró extrañado. —Nunca mencioné nada sobre emisiones de neutrones o radiación. —señaló.

Mac se encogió de hombros. —Debo ser una especie de vidente entonces. —dijo haciendo un ademán para salir de allí. —Ah, por cierto... aquí va otra predicción: de seguro habrá algo de conmoción en el CIC muy pronto.

No se había alejado unos cuatro pasos cuando el Pad de Jarvis comenzó a sonar indicando que una llamada importante requería su atención. El enorme oficial contestó la llamada ante la fulminante mirada de su Capitán.

—Mierda. —dijo apagando el aparato.

—¿Qué sucede? —preguntó Owen apretando los puños.

—Tenemos una situación en el CIC. —dijo Jarvis. —Mac tenía razón, algo le pasó a Boris.

—¿A Boris?

—Parece que tuvo algún tipo de ataque… lo han llevado a la enfermería.

—Vamos allá. —ordenó el Capitán Owen. —Y será mejor que me des algunas respuestas.

Cuando los dos hombres llegaron a la enfermería de la Bramante el Doctor Niccola los recibió de inmediato. El Oficial Boris se encontraba acostado en una de las camas bajo los efectos de un fuerte sedante que el médico le había suministrado en el CIC antes de llevarlo hasta allí.

—¿Qué pasó? —preguntó Owen apenas pasó por la puerta de la enfermería.

El facultativo se quitó los guantes y señaló al oficial recostado. —¿A primera vista? Una típica reacción a revivir un evento causado por un trauma… PTSD si queremos darle un nombre más conocido, pero no sabía que Boris tuviera experiencias en el campo de batalla… siempre creí que era un oficial de escritorio.

Owen miró a su Segundo. —¿Tu sabes algo de eso? —preguntó.

—Algo… y un par de cosas más. —dijo con la mirada sombría. —Pero…

—Si, lo sé. —dijo Owen tomando el brazo de su compañero. —En la Bramante no miramos el pasado de los tripulantes.

—Pero… —volvió a repetir Jarvis adelantándose a lo que pensaba su Capitán.

—No quiero que mis hombres pierdan el conocimiento en medio de una batalla… así que vas a contarme lo que sabes de estos dos.

—Mac y Boris.

El Doctor Niccola había escuchado suficiente, se levantó de la silla y metiéndose las manos en los bolsillos se dirigió hacia la puerta. —Los dejaré solos el tiempo que necesiten… Allí está la cafetera. —dijo señalando una pequeña oficina contigua. —Llamenme si Boris se despierta y sigue agitado, pero lo dudo mucho. —aseguró.

Los dos hombres quedaron solos y solo los ronquidos del Oficial Boris se escuchaban en la habitación. Caminaron hasta la oficina que Niccola había señalado y se sentaron en el sofá que usaba el personal médico para descansar entre guardia y guardia.

—¿Sabe algo del pasado de Mac? —preguntó Jarvis cuando Owen accionó la cafetera para calentar un poco de café.

—Solo que es uno de los soldados "reformados" que entraron a la milicia a cambio del perdón de sus penas. —dijo.

—Mac estuvo involucrado en actividades de pirateria espacial en el pasado. —explicó el Segundo Oficial. —¿Y sabe que? Fué justamente Sutherland quien lo capturó, allá en la periferia.

—Vaya casualidad, justo lo nombramos ayer mismo. —observó el Capitán. —¿Qué relación tiene Boris en todo esto? —preguntó.

—Mac y Boris eran compañeros cuando Sutherland los capturó… aparentemente participaron en un golpe grande hace muchos años, allá por el 58, algo relacionado a armas de destrucción masiva o algo así, pero han borrado casi todos los datos de eso, solo conozco lo que me contó Mac alguna vez entre cerveza y cerveza. —afirmó.

—Mierda. —exclamó Owen sirviendo dos tazas del oscuro líquido.

—Boris era joven entonces, pero ya sabía un montón de cosas sobre seguridad y hackeos y todo esa mierda… así que lo reclutaron de inmediato y lo pusieron a trabajar en Contra-Inteligencia. A Mac obviamente lo enviaron a las escuadras de soldados reformados, pero por suerte sobrevivió los primeros años de estar en aquel infierno y demostró tener excelentes aptitudes de liderazgo. Gracias. —dijo al recibir la taza de manos de su Capitán.

Owen bebió un sorbo de café amargo y contempló los diplomas colgados en la pared. —¿Fué allí donde lo descubriste?

—Si, nos conocimos en la campaña del 63 en Jirax. —recordó el enorme oficial. —Me pareció un desperdicio que un hombre como él terminara muerto en una trinchera congelada en algún desolado planeta. Necesitamos soldados como él en el Batallón 612.

—Y Boris llegó dos años más tarde… me imagino que por recomendación del propio Mac. ¿Verdad?

Jarvis asintió en silencio mientras bebía de la taza. Aparentemente Boris había dejado de roncar porque ya no se escuchaba nada en la enfermería.

—¿Y tú qué opinas? —preguntó el Capitán. —Sobre nuestro destino y la actitud de esos dos.

Jarvis dejó la taza vacía sobre una mesita frente al sillón y se cruzó de brazos. —No tengo ninguna duda con respecto a Mac. —dijo. —Puede confiar por completo en ese hombre… y también en Boris. —dijo. —Esos dos deben haberla pasado feo allá en la periferia, pero permanecieron juntos todos estos años y ese tipo de vínculo es más fuerte que el acero. —aseguró.

El Capitán asintió. —Está bien, volvamos al CIC y planifiquemos de una vez la maldita ruta a la Periferia… ya estoy harto de castillos, dragones o videntes, quiero terminar todo esto de una vez.

Cuando salieron de la oficina se sorprendieron al encontrar al Oficial Boris sentado en la cama. El hombre los miró con ojos inexpresivos pero al cruzar la mirada con los ojos de Owen algo pareció hacer "click" en su cerebro.

—¡Capitán! —dijo saludando torpemente mientras las mantas caían al piso .

—¿Cómo se encuentra? —preguntó Owen. —En descanso, no es necesario que se esfuerce. —advirtió.

Boris se dejó caer sobre la almohada y suspiró profundamente. —Lo siento. —dijo. —Yo… yo escuché la conversación de ustedes dos.

Owen y Jarvis intercambiaron miradas rápidamente. —Eso es algo bueno. —dijo el Capitán. —Tenemos prisa y es necesario que haga esta pregunta lo más pronto posible… ¿Está en condiciones de servir en esta misión? —preguntó en forma directa.

—Si, Capitán. —respondió Boris sin dudar un segundo. —No tiene que preocuparse por mí.

—Es un alivio escuchar eso…de todas formas sería un engorro buscar a un nuevo Oficial de Sistemas. —observó Jarvis con una sonrisa. —Aramaki debe estar poniéndose impaciente al ver que todavía seguimos en los alrededores de la flota.

Owen recogió la manta y la puso sobre la cama. —Tómese el resto del día. —dijo volviéndose hacia Boris. —Es una orden.

—Sí Capitán. —respondió el oficial.

—Partiremos mañana a primera hora hacia el Sector EFF-04776. —añadió.

Al oír aquel nombre por segunda vez el oficial volvió a experimentar un pequeño estremecimiento, cosa que no pasó desapercibida para los dos hombres que lo miraban con severidad. —Yo… yo pensaba que nunca volvería a ese lugar. —dijo levantando los ojos hacia sus superiores. —No volveré a demostrar debilidad. —prometió.

—A veces el pasado nos alcanza, no importa qué tan rápido corramos. —dijo el Segundo Oficial. —Hay que estar listo para cuando eso suceda.

El oficial Boris asintió. —Gracias. —dijo.

Cuando regresaban al CIC se cruzaron con Tali, quien llevaba los informes finales de ambas naves y las recomendaciones para utilizar durante el trazado del plan del vuelo. Escuchar sobre el cambio de planes y el nuevo destino no la puso de mejor humor, pero se olvidó pronto del tema al enterarse sobre lo ocurrido con Boris. La Meltran y el Oficial de Sistemas habían trabajado juntos en el proyecto de remodelación de la Bramante y aquello había creado un vínculo profesional y de amistad muy grande entre ellos. Tras transferir todos los datos y archivos al Pad de Jarvis, Tali fué corriendo hacia la enfermería para visitar al pobre de Boris.

Tardaron todo el resto de la tarde en trazar el plan de vuelo y tomar todas las precauciones necesarias. Tal y como había advertido Fritz, la zona a la que se dirigían era conocida por poseer peligrosas perturbaciones del espacio subdimensional y emisiones de energía. Un paso en falso y podrían quedar atrapados en una anomalía o algo peor. Owen instruyó a Tali para que reforzara sus sistemas y se preparara para lidiar con todo aquello.

Finalmente, a primera hora del día siguiente, el enorme reactor de la Planck comenzó a generar la burbuja WARP alrededor de ambas naves. Viajarian en línea recta lo más rápidamente posible hacia la Periferia tal y como lo había solicitado el Doctor Von Neumann y para su fortuna, la Planck estaba equipada con la última tecnología en generadores de campos FOLD de la flota. Llegar hasta EFF-04776 les tomaría un mes seguido, pero era casi nada comparado con los más de tres meses que tardaría la Bramante en hacer el mismo viaje con su generador estándar.

Una explosión de tonos violetas y rosados iluminó la silenciosa flota y al cabo de unos pocos segundos ambas naves desaparecieron en medio de una conflagración de estrellas.

Finalmente la Bramante había partido.

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—Finalmente han partido. —dijo el Almirante Aramaki viendo la explosión de energía desde una enorme pantalla desplegada en la pared de su ostentosa oficina en las entrañas de la Battle 47, al frente de la poderosa flota que la Humanidad había reunido para hacer frente a la amenaza Zentradi.

Unos pasos más atrás, el Vicealmirante Samuel B. Hughs contemplaba la misma escena mientras esperaba junto a la puerta. Los dos hombres más importantes de toda la flota estaban solos en aquella habitación en la que solo se oía el apagado tic-toc de un antiguo reloj de péndulo.

—Samuel. —dijo de pronto el Almirante volviéndose hacia su colega. —¿Realmente está de acuerdo con enviar a su sobrina en esa nave? —preguntó.

—Ha sido su decisión. —respondió sin dudar el hombre.

Aramaki lo miró fijamente a los ojos. —Y sin embargo intentó disuadirla yendo a esa nave… ¿Verdad? —preguntó.

—Se lo debía a su madre. —respondió el Vicealmirante sacudiendo la cabeza. —Yo solo cumplí mi promesa, pero nunca esperé que cambiara de opinión… las mujeres de nuestra familia suelen ser así de tercas a veces. —se disculpó. —Lo que la Oficial Camila Hughs haga con su carrera profesional es solo su responsabilidad. -añadió tras una pausa. —Ojalá su misión sea exitosa.

La imágen de la pantalla se apagó y las luces de la oficina volvían a encenderse. Aramaki suspiró y se acercó a una pintura colgada de una de las paredes que representaba a la SDF-1 alzándose contra el cielo azul del Planeta Tierra. —Si ellos triunfan entonces significa que nosotros hemos fallado. —vaticinó con amargura. —A pesar de todo lo que está en juego… realmente no se que pensar. —dijo con melancolía de aquellos cielos claros y nubes de algodón que un artista desconocido había plasmado con habilidad sobre la tela.

—Nuestro sacrificio al menos no sería en vano. —le recordó el hombre. —Y la Humanidad estará finalmente a salvo.

Aramaki apartó la mirada del cuadro y se volvió hacia su Vicealmirante. —Nunca en la historia de la milicia de este último siglo, nadie propuso algo tan… abominable como ese plan suyo. —dijo con evidente rabia en la voz. —Si no fuera por la amenaza que se cierne sobre todos nosotros jamás hubiera aceptado participar de esa idea.

Hughs sonrió. —Aún así fué la decisión correcta. —dijo. —Y solo usted podrá aceptar el papel que el destino le negó a todos los hombres que vinieron antes; el papel del salvador de la humanidad y convertirse en el hombre que neutralizó a los Zentradi para siempre.

—Estoy seguro que otros usarían otro título al referirse a mi persona si esa misión llega a tener éxito. —dijo Aramaki con amargura.

—Entonces deberían al menos agradecer el estar vivos. —respondió el hombre. —Porque de lo contrario nadie sobrevivirá para hablar mal de usted o de la milicia.

El Almirante se volvió hacia la pared y la enorme pantalla volvió a desplegarse, pero esta vez mostraba el mapa de la galaxia visto desde arriba. —Que la historia sea la que nos juzgue. —dijo mientras activaba los filtros para mostrar la ubicación de las flotas Zentradi que estaban en movimiento.

Un enorme arco rojo se formó desde el centro de la galaxia. Eran cientos de flotas, incontables unidades que rondaban los varios cientos de millones… todas habían comenzado a moverse en dirección hacia donde Aramaki y sus hombres se dirigian a intentar interceptarla.

—Si hay un Dios allá fuera, ojalá nos ayude. Seremos la carnada más grande de la historia… pero si triunfamos, desviaremos su ataque de los territorios habitados. —dijo esperanzado el Almirante. —Moriremos, si… pero sabiendo que con nuestro sacrificio la humanidad estará a salvo.

—No fracasaremos, Señor. —afirmó Hughs. —Pero si sucede, entonces seremos vengados y la galaxia conocerá por primera vez la paz eterna.

—Si es que queda alguien para disfrutarla. —sentenció Aramaki apagando la pantalla.